Los personajes de Katekyo Hitman Reborn! No me pertenecen.
Carmesí.
¿Conoces a alguien que no tenga hambre?
Nació en circunstancias que muchas mujeres pasaron y pasarían a los largo de la tediosa vida cotidiana. Eran las dos de la mañana, su madre empezó con dolores y se supo que eran las contracciones.
La mujer que lo trajo al mundo, o debería llamarla madre. ¿Qué es mejor, esa mujer o madre?
Al parecer… ella no era tan digna de ser llamada por alguno de los dos.
El cielo relampagueo, un trueno se escuchó mientras los gritos de su madre eran enmudecidos. Ella pujo y pujo, sus piernas que antes atraían a muchos temblaron, de sus muslos el color carmesí corría hasta sus tobillos, y él, miró al mundo con esos ojos carmesí.
Su llanto fue más un aullido que llanto, aulló mirando el mundo podrido donde eran bienvenido.
Entonces su madre le miro y farfullo algo, insultos tal vez, plegarías tal vez, miedo… sí.
Él, que era pequeño e indefenso, nadie lo creería si lo miraba ahora, fue abrazado segundos después por su madre, esa mujer que reía como desquiciada, que parecía comerlo con la mirada.
Hambre.
…
Se crio en los barrios bajos, entre gritos de miedo, risas como hienas y el cielo manchado de carmesí. Igual que sus ojos.
A los nueve años muchos le miraban de reojo, esa mirada fría y caliente a la vez, buscando algo, algo que encontraría después y produciría la muerte a muchos.
…
Esa mujer reía, se desnudaba delante de él y le miraba de arriba y abajo, mostraba una hilera de dientes amarillentos y luego con furia escupía a un lado.
Esa mujer le odiaba, le repudiaba y él también.
No era un niño normal, no tenía un padre, no tenía familia, pero joder, quería seguir viviendo en ese asqueroso mundo. Lleno de gritos en medio de la noche, lleno de llantos y el sonido entrecortado de su madre mientras buscaba comida en la cocina.
…
Sus ojos carmesí se encontraron con los del anciano que llevaba un bastón bien parecido en su mano, le sonrió amablemente y le extendió la mano.
―Ven aquí hijo mío. ―y él, por primera vez en su vida mostro una mueca, sin siquiera llegar a compararse a una sonrisa.
―Xanxus, se llama Xanxus. ―tartamudeo su madre enloquecida que reía, que lloraba y que miraba con ojos nublados al anciano. Él le miró por última vez antes de ir al lado del hombre que cambiaría su mundo.
El cielo seguiría tiñéndose de carmesí pero ya no habría ese olor fétido en las noches, tampoco esos gritos que él daba por temor, ahora él sería el que produjera la causa de los gritos.
―Padre. ―susurro y sus ojos carmesí brillaron con simpatía de un niño, el anciano le sonrió.
―Xanxus.
N/A. No sé a que viene esto pero quería hacerlo, creo que es otra forma más de ver a Xanxus… sé es que un putazo fuertísimo pero~ también quiero verlo así. ¡Disculpad este drable―shot! (¿?)
