Pues originalmente sería un one shot pero como quedo algo largo mejor lo dividí en dos.


NATSUKI

PARTE 1

Cuan crueles podemos ser las personas. –Elimina a los magnates Kuga-. Quitando del camino a quienes estorban en nuestros propósitos. –Mañana mismo estarán viajando en su jet privado-. El egoísmo de los adultos. –Ambas cabeceras, asegúrate de que fallezcan. También su heredera-. Alcanzando a los inocentes infantes.

-Pero… Kuga Natsuki es solo una bebé-. Si ya estas derramando la sangre, no importara mucho de quien es. ¿Por qué hacer algo de lo que te sentirás culpable después?

-¿Ves que me importe? ¡Es la primogénita! ¡Además de única heredera!-. Violencia de por medio en un mundo ya egoísta por sí solo. –Encárgate de ellos sin vacilaciones, ¿entendiste?-. Entender que los hilos se mueven debajo de la turbia agua, que las manos obran entre las sucias sombras, cambias las cosas tras un telón tejido con mentiras.

-Si-. Agachando la cabeza no se logra nada, nada virtuoso al menos.

-Lárgate a trabajar. Mañana quiero ver en los noticieros: Han fallecido los Kuga-. La rivalidad y envidia pueden tornar oscuras a las personas.

El destino de alguien marcado por las manos de terceros.

Inapropiado, invalido, injusto, y aun así a la heredera Kuga hubo de pasarle.

En el momento menos esperado pueden ocurrir una serie de causalidades que guíen a desdichado fin. Una revisión saboteada, manos corruptas colocadas en las turbinas, un piloto sobornado. Las cartas juegan en contra de quien les sostiene.

El exitoso Kuga caminaba junto a su esposa Saeko al avión, esta llevaba en brazos a pequeña Natsuki, linda bebé que únicamente sabía pronunciar su nombre.

Ambos genios de los negocios ya tenían un plan de vida completo trazado para esa inocente que ni siquiera era consiente del peso que conllevaba su apellido. Desde la forma de hablar y vestir que ostentaría; cruzando por la formación académica que cruzaría obligatoriamente, los honores con que se habría de graduar, las relaciones sociales que entablaría; hasta, los socios que tendría, la mano derecha a su servicio y la persona a la que le unirán en matrimonio. Una "perfecta" heredera, sin lugar a dudas lo digno y necesario para hacer gala de su nombre. Una marioneta a la cual no le quedaría de otra que obedecer.

Todas las cosas sucedian por algo; ni por mandato divino ni por presencia del supremo caído; por mano del hombre en uno u otro modo. Probablemente a Natsuki no le correspondía la vida especulada, esa que de tener le costaría su ser, porque ella, oh ella no sería para nada lo que sus padres planearon.

Turbulencias leves y después catastróficamente violentas. La estructura del avión condenó a los pasajeros. La sentencia comenzó a llevarse a cabo.

Natsuki lloraba, lloraba teniendo profundo miedo. Ambos magnates se miraban sabiendo el final a su puerta tocaba.

En una isla alejada de cualquier civilización, un terrible aterrizaje del cual la única sobreviviente fue la heredera de un apellido que en ese mismo día seria dado por muerto.

Los humanos tan crueles entre sí como solo nosotros podemos serlo, marcando drásticamente la vida de otros, sin tolerancia, sin respeto.

Por coincidencia, una forma de vida ajena al concepto de maldad o egoísmo, escuchó llanto desconsolado. Alejada del "razonamiento" que se supone ostentaban los humanos, un buen corazón y la pureza de la vida le llevaron hasta él sitio. Instinto materno latió en el pecho de aquella gorila cuando al irse acercando presintió que también todo cambiaria para ella. Columna de humo subiendo al cielo que justamente tomaba un color grisáceo anunciando tormenta. Aceleró los movimientos cuando el llanto lo hizo igual, adentrándose en el destruido avión que en cualquier momento podría explotar. Sus instintos le gritaban que pusiese distancia, cualquier animal sentiría el inminente peligro que surgía del retorcido metal; pero, desobedeció aquellos instintos con solo escuchar el llanto que en desconsolado sollozo declamaba miedo y pedía ayuda.

Los verdes ojos cesaron las lágrimas.

Natsuki encontró, o mejor dicho fue encontrada por quien le cuidaría, una madre.

16 AÑOS DESPUÉS

En ocasiones se crece creyéndose diferente, teniendo ese sentimiento de que no se encaja en el lugar en que estas parado, que los que te rodean son ajenos a ti mismo.

Natsuki Kuga lo tenía bien presente. Bastaba mirarse en el reflejo del agua para reafirmar que era distinta.

Un fuerte rugido que provocó volasen las coloridas aves.

Las plantas de los pies forjados por la selva retrocedieron cuidadosamente apegándose contra el tronco de alto árbol. Respirando en agitados jadeos que le jugaban malas pasadas, recordando que su madre hubo de advertírselo. Se apartó de la manada y esa era la consecuencia que le recaía sobre hombros. Crecer en la selva había hecho muchas diferencias al resto de los adolescentes, pero entre las similitudes, quedaba ese instinto por desobedecer a las madres.

Las gotas de sudor de minutos atrás se convirtieron en caminos de agua que le bajaban por las sienes, brazos y espalda; todos los poros trabajaban intentando dar respiro a su agitado cuerpo. Un sencillo cuchillo de piedra era lo único que le separaba de luchar a manos desnudas con el jaguar que hubo decidido volverle el almuerzo del día.

Los insectos parecían zumbarle directamente en los oídos, era mejor que aceptar lo que escuchaba fueron los desenfrenados latidos de un corazón cargado de adrenalina. Saltó justo a tiempo para esquivar la embestida del felino, un segundo tarde y las fauces le hubiesen cercenado la carne. Saltaron las astillas en diversas direcciones al irse encajando las garras entre los troncos. ¿Por qué se metió en el territorio de aquel depredador? Un terrible error, error que costaba sudor, jadeos y sangre.

Otro rugido.

Con el antebrazo se quitó la tierra que le manchaba el rostro y amenazaba con cegarle si seguía cometiendo descuidos; el débil perdía contra los fuertes, eso aprendido tras 16 años. Afirmo el improvisado cuchillo, aferrándose a esa luz de esperanza. Morir, sabía lo que significaba y también lo que provocaría en la manada, en su madre. No podía dejar sus días terminados en ese sitio.

Tenía la fuerza, una que no poseería de ser "señorita de sociedad", el cuerpo de dicha chica podía presumir de ser puro musculo libre de grasa. Sacudió la cabeza retirándose de la vista los mechones que entre cabellos escondían ramas y hojas. Enseñó los dientes entre sonidos de evidente reto para el rival, colocando frente a si el cuchillo que planeaba interponer entre ellos; la valentía le nacía desde lo más hondo.

El jaguar volvió a arremeter en su contra, y, ni bien ni mal sin pensárselo ella se arrojó también. El choque de ambos cuerpos dio lugar a gran golpe, fue Natsuki quien recibió el mayor daño debido a su masa inferior. La mala suerte le jugó en el tablero, su posición quedaba por debajo del enorme felino; acelero la respiración y el primer instinto fue mover el cuchillo dando corte a la pata que buscaba asesinarle, el corte fue suficientemente profundo para hacer retroceder a su rival pero justo cuando logro ponerse de pie fue incapaz de evitar la pata contraria.

Gritó más de enojo que por dolor. Las garras le perforaron con suma facilidad y marcaron feamente en la parte del hombro; caminos de sangre le bajaban al instante, escocía la carne debido al sudor. Sostuvo el cuchillo llena de adrenalina, enfocando al culpable del dolor que experimentaba. No necesito de mucho raciocinio, le ataco y causo dolor, era su enemigo, punto final.

Por lógica debería alejarse, huir, sin embargo de correr ¿siempre lo tendría que hacer? No… Natsuki sentía el impulso de siempre dar la cara aunque ni ella sabía porque. Tenía una mentalidad sencilla, sencilla pero perfectamente funcional.

La desventaja de que luchaba con el cuerpo prácticamente desnudo se tornaba desalentadora tomando en cuenta las garras y colmillos le cercenaban cual mero papel. El jaguar una vez más embistió contra un árbol.

Los gotas de sudor le caían en los ojos más carecía de tiempo para despojarse de ellas. Enseñó los dientes, pese no tener una verdadera amenaza en ellos y se arrojó al ataque; le sobraba la valentía, nadie podría haber dicho lo contrario. Quizá era la fuerza de voluntad sumada al instinto de supervivencia, quizá un golpe de suerte en el momento justo, pero quizá sencillamente era por ser Natsuki; logró encajar el cuchillo en la espalda del jaguar.

Los ojos del felino se fueron cerrando lentamente, escapando el último suspiro de vida cuando cayeron por completo los parpados.

Cansada, entre jadeos de alivio dejó caer el peso de su cuerpo contra una raíz. Por aquellas decisiones de terceros, es que Natsuki había estado luchando para sobrevivir en las profundidades de la jungla. ¿Salir de fiesta hasta altas horas? ¿Beber y fumar al punto de no distinguir entre arriba y abajo? Para nada, aquí estaba ella, pasando su adolescencia entre fieras luchas contra animales. La carne que le palpitaba en el hombro sangraba en considerable cantidad; la duda le surgió viéndose la palma de la mano, llena de tierra, sangre seca, y, algunas astillas metidas en los superficiales cortes; conociendo que debía parar el sangrado pero al mismo tiempo poseyendo recuerdos de malas experiencias que sucedieron precisamente por tocarse sus heridas con manos en dichas condiciones.

La adrenalina le abandonó y por ello los músculos le temblaban exhaustos al levantarse, el camino para encontrarse con la manada prometía ser largo por lo cual rogó sus piernas lo soportasen. Con la pierna derecha un poco coja, acortó distancia entre el inerte cuerpo y ella. Queriendo pensar positivamente, deseo ya no toparse con problemas pero aun así de entre carne ajena recuperó el cuchillo de piedra.

Al momento que dio todo de sí para seguir moviéndose a través de la selva, mientras el sangrado le obligaba a respirar en un ritmo fuera de lo normal, escuchó sonido que jamás había llegado a oír y se extrañó aún más porque no se asemejó al producido por ningún animal. Alzó la mirada al cielo, lugar del cual juró se originaba el ruido, entrecerrando los parpados sin creer del todo lo que visualizaban sus ojos. Las altas copas de árboles y plantas justamente le obsequiaron un espacio libre por el que poder ver sin estorbos.

Era gigante, menor a las montañas que veía cada día pero indudablemente más grande que cualquier otra cosa que se moviera y hubiese presenciado. Debía continuar el camino, sin embargo, toda la atención le fue descaradamente robada. "¿Qué puede ser?" Parpadeó intentando aclarar la mirada, temiendo por un segundo haber evitado ser el almuerzo del jaguar para terminar siendo el de aquella criatura.

Pero Natsuki no podría saberlo, porque lo que veían sus ojos nunca lo hubo visto y tampoco lo había creado su imaginación. O bueno, eso creyó ella ya que en realidad, si le llego a ver más era entendible no lo recordase. Lo que Natsuki estaba viendo alejarse, era un avión.

Porque algunas personas tienen vidas completamente opuestas, tan opuestas como fuego y hielo, blanco y negro, vida y muerte. Porque así como a Natsuki le tuvieron planeado un futuro, lo mismo fue para otra persona solo que ha esta si le obligaron a seguirle al pie de la letra. Montones de clases que a una niña terminan por aburrirle terriblemente; es decir, ¿a qué infante le gusta escuchar órdenes a diestra y siniestra, todo el tiempo? Desde luego no a Shizuru Fujino.

-¿Cuántos años han pasado cariño?-. Preguntó la madre de Shizuru al padre de la misma. El patriarca Fujino, hombre alto y de cabello con algunas canas ya presentes.

-16 años-. Dijo tristemente, tomando un trago de agua, agua tan fría como su ánimo. -16 años desde la muerte de mi mejor amigo, del gran Kuga y su familia-.

Dos grandes y exitosos hombres de renombre en el mundo, antes unidos por fuerte lazo de amistad que bien pudo ser hermandad. Fujino difícilmente creyó la muerte de los Kuga cuando está fue anunciada en los noticieros de todo el mundo, le pareció una gran mentira fabricada por quienes querían al magnate hundido hasta el fondo. Cierto remordimiento le acosaba cada cierto tiempo, le revolvía las entrañas, le martillaba el pecho. El no poder haber hecho nada por su pequeña ahijada, Kuga Natsuki.

4 AÑOS DESPUÉS

El tiempo pasa, más rápido de lo que se desea. El tiempo juega con nosotros, transcurriendo diferente para cada uno. ¿Pero saben? La cruda realidad es que es igual para todos.

Las causalidades actúan en nuestro mundo, más seguido de lo que creemos, más seguido de lo que quisiéramos. Cuando se te hace tarde solo para coincidir con la persona que justamente no quieres encontrarte; cuando te castigan sin salir y resulta eso te ha salvado de una tragedia; cuando decides caminar en lugar de tomar el autobús y te libras de un accidente vial. Sim embargo debe recordarse que siempre habrá terceros buscando meter sus manos.

-Han pasado 20 años-. El mismo hombre que tanto tiempo atrás le "desgració la vida" a Natsuki. –Desde que matamos a la heredera Kuga-. ¿Por qué hacer énfasis en la heredera? ¿Por qué ella y no el magnate en sí mismo? –Sigue la heredera Fujino-. ¿Qué es lo que buscaban matando inocentes? Si se hacía memoria, retrocediendo un día en específico, con dos hombres tan exitosos que le otorgaban nuevo significado a la palabra excelencia; nos encontramos con el preciso instante en que acordaron apadrinar al heredero del otro y además, asegurando a alguien digno de estar al lado de cada uno, les comprometieron.

Así, sin ninguna saberlo o mínimamente sospecharlo, Natsuki Kuga y Shizuru Fujino en realidad fueron prometidas.

Y estos terceros buscaron eliminarles del mapa, para evitar creciesen más dichos emporios. De solo imaginar que dos linajes como esos, no, de pensar que Kuga y Fujino se uniesen… de quererlo sería posible hacer suyo el mundo.

-La quiero fuera del mapa mañana mismo-. Una mueca despreciable le abarcó el rostro. –Mañana toma un avión-.

AL DÍA SIGUIENTE

Confiando en el personal dispuesto a sus manos, sin imaginarse lo que le esperaba, Shizuru abordó su avión privado. Tomó asiento y en elegante movimiento cruzó las piernas. Cierta molestia le embargaba, careciendo de ánimo para ir a realizar tratos con Nagi Artai, además de que el susodicho le caía como piedra al hígado, este tenía una forma de sonreír que poseía permanente burla. Golpeteó dedo sobre pierna con los dedos, aburrida al ver todos los demás asientos vacíos; apreciaba el silencio pero era un viaje largo y las películas no le entretenían, quizá de tener alguien con quien sostener una conversación las cosas sería diferentes. Optó por colocarse sus audífonos, cerrar los ojos y recargar cabeza dando apariencia de quedar dormida; pero estaba despierta y sus sentidos mantenían atención en el entorno.

Transcurrieron las horas de vuelo, lento para Shizuru y rápido para el corrupto piloto. Generalmente la heredera Fujino viajaba sin tanto lujo, evitando las aeromozas, por ello no le fue extraño que a la vista ninguna se presentase; de haber prestado un poco más te atención probablemente habría visto que con ella solo dos iban en el vuelo. Hace un buen rato que la lista de reproducción llegó al final, pero de vista pareció que siguió escuchado música dado que los audífonos continuaron en el mismo sitio. Tuvo expresión tranquila, la misma que muchas mujeres mostraban al dormir. Se extrañó al escuchar la puerta del piloto abrirse, y, fue cuando, demasiado tarde comenzó a sospechar las cosas se tornaron raras. Procuró mantener cerrados los ojos en el instante que sintió el piloto pasó caminando a su lado, ahí las alarmas se activaron, algo hizo clic en su cabeza.

-¿¡Qué hace!?-. Reclamo a quien estaba a punto de abrir la puerta del avión, aquel hombre tenía puesto un paracaídas y sonreía con aires de cinismo. Los ojos carmines enfurecieron comprendiendo la traición quedó servida en la mesa Fujino.

-No es personal-. Claro que no, sencillamente la paga fue mucha tentación como para resistirse a aceptarla; la lealtad podía mandarse al olvido por unos cuantos billetes sucios. Fuerte ráfaga de viento intentó succionarles hacia las extrañas del cielo. Sus manos se aferraron a lo que pudo mantenerle dentro y en una sola pieza; el piloto saltó ajeno a cualquier remordimiento y cerró la puerta.

Pilotear el avión, pilotearle para no verse hundida en el abismal océano. Pudo ser una opción de no ser porque… estalló uno de los motores.

Shizuru maldijo en cinco idiomas distintos, empleando extensos vocabularios para nada aptos a su estatus. Por supuesto, el paracaídas que hubo usado el hombre era el único a bordo. Visualizó las llamas que se avivaban con el salvaje viento. Las turbulencias le taladraban los oídos. ¿Cómo sobrevivir? Una pregunta a la cual la respuesta era insegura.

Apretando los dientes con rabia desbordante, ¿¡Qué hizo para que le traicionasen!? Juró poder ver entre las llamas y humo la estúpida sonrisa de más de un posible culpable.

El avión bajaba drásticamente en picada, dejando tras de sí ancha columna de negro humo que gritaba al cielo se aproximaba una tragedia.

Coincidió Natsuki estaba sobre la copa de alto árbol, comiendo diversas frutas que encontró en su habitual ruta de paseo. Los fuertes sonidos le obligaron a alzar el torso y enfocar mediante la mirada lo que atravesaba el aire, asombrándose al volver a ver aquella "gigantesca criatura". Podía distinguir que el humo se debía a un incendio, tuvo más de una mala experiencia basada en el contacto con fuego pues cuando grandes tormentas surcaban su cielo los rayos tendían a incendiar árboles. Siguió sin apartar la mirada, percatándose que cada vez se aproximaba más a colisionar contra la isla. De saber esa estructura metálica tenía grandes probabilidades de explotar, el sentido común le gritaría se dirigiera en dirección contraria a la que emprendió carrera.

Saltando en distancias que un humano promedio era incapaz, columpiándose igual o mejor que los propios monos y corriendo al tiempo que suprimía la plegaria de sus pulmones; fue atravesando la vegetación sin perderle el rastro a la nube negra que hacía pesado el aire. Los músculos rindieron como pocas veces lo hicieron antes, incrementando de golpe la velocidad con que se movía por la jungla. Jadeó cargada de adrenalina mientras las gotas de sudor le bajaban por la espalda dándole aspecto brilloso cuando entre las copas se filtraban los rayos del sol. Pequeños animales le vieron extrañados ante la desenfrenada carrera, aunque, como seguido salía con conductas distintas al resto era entendible iniciase nueva aventura que ellos no entendían. Su manda no buscaba interpretarle, sencillamente decían: "Es Natsuki".

El suelo y el avión estuvieron amenazadoramente próximos, sin embargo Natsuki también estaba cerca.

Finalmente se estrelló, creando sonido ensordecedor que les aturdió a ambas al punto que Shizuru temió perder la audición. De puro milagro el avión no estalló en la colisión. De una u otra forma Fujino se las arregló para sobrevivir igual que Natsuki 20 años atrás. Tosiendo fuertemente pues el humo caló metido hasta el fondo de sus pulmones e intentando colocarse de pie, más la acción le fue difícil y le sacó gemido de dolor.

Ladeó la mirada en dirección a la pierna derecha. -Maldición, esto es grave-. Aspiró queriendo mantener la calma al ver que un pedazo de cristal le desgarró la carne y penetró profundamente. Sabiendo debía salir de ahí antes de seguir retando a la suerte y volar en pedazos. El dolor, dentro de lo que cabía era tolerable, dio gracias por ello.

Natsuki sintió toda la situación demasiado familiar, una incomodidad que le gritó desde el interior, le gritó y pidió se aleje ahora mismo del sitio. Sacudió la cabeza despojándose del pensamiento que no entendía, pensamientos que solía ignorar cuando llegaban desprevenidamente. Dudó de acercase, y, terminó por decidir que iría ahí cuando escuchó un grito. Desconoció a qué animal pertenecía dicho sonido, pero, no necesitó conocer quien lo emitió para saber expresó dolor. Asegurándose de tener su cuchillo a disposición, eliminó de a poco los metros que le separaban del avión.

El grito de momentos atrás se debió a que Shizuru extrajo el cristal de su pierna. Con el botiquín que logró alcanzar, hizo lo posible por ocuparse del feo corte, pese lejos de estar bien atendido realizo lo necesario para evitar una infección o morir desangrada. Levantarse era algo muy difícil, ya ni se hablase de caminar.

Golpe seco contra metal, ese es el sonido que le hizo alertarse, y, a manera de reflejo se encogió temiendo fuese una bestia dispuesta a en fauces engullirle. Segundo golpe que aumentó la tensión y orilló a su corazón a latir con doloroso ritmo. –¿Qué animal es?-. Confundida, cierto era que aparte del miedo también le extrañó que dicho animal golpease justamente en el lugar correspondiente a la puerta. Al tercer golpe cedió.

Contuvo las ganas de gritar, en primer lugar porque nadie le escucharía y en segundo porque lo último en su lista era provocar al depredador que le asechaba. La sombra que se proyectó trazó silueta posicionada en cuatro patas, acrecentando la confusión y quizá creyendo alucinar, de a poco le fue encontrando forma similar a la humana.

-¿Qué?-. Fue lo pronunciado por temblorosos labios al contemplar el cuerpo que estaba entrando lentamente, viendo en todas direcciones menos en la suya. Shizuru entrecerró los ojos y se los talló para asegurarse su mirada estuviese en lo cierto.

Quien entro al avión, efectivamente era una humana, humana que en lugar de andar en dos piernas caminaba empleando también sus brazos, cual gorila. Shizuru ladeó la cabeza confundida, olvidando momentáneamente el dolor que le palpitaba en carne herida. Observó que dejando de lado la tierra y sudor, resaltan los marcados músculos carentes de vestimenta pues lo único que Natsuki llevaba encima era algo que fungía como cinto para su cuchillo y una capa hecha con piel de jaguar. El cabello tenía una que otra hoja, pero hasta eso, sorpresivamente de desconocida manera no estaba enredado, era una melena rebelde que a ojos de Shizuru le brindaba aspecto salvaje pero también sensual.

Después de divagar por la estructura del avión que de verdad le desconcertó, Kuga dirigió la mirada a quien herida reposaba en el suelo.

Las brillantes esmeraldas observaron detalladamente a Shizuru, delatando asombro, sorpresa y desconcierto; siendo orbes tan transparentes que costase creer fuesen humanos. Para la castaña, era la primera vez que miraba a alguien con tal aspecto; para Natsuki, era la primera vez que veía a otra persona.

-Hola-. Lo primero que le cruzó por la mente para decir. Natsuki no se sintió en peligro, al contrario, sintió atracción por lo cual entró en un estado de profundo desconcierto; una atracción que nunca antes había experimentado con nada. Ladeó la cabeza en ese gesto universal que significa: "No te he entendido nada". Shizuru repitió la misma palabra en otros cuatro idiomas, más el resultado término siendo el mismo. Para que mentir, Nat no entendía ni pepino pero le estaba gustando la voz de Shizuru.

Fujino cesó los intentos dando por hecho la otra hablaba un idioma que ella no; claro desconociendo que Kuga no hablaría ninguno que los humanos empleasen ya que sus cuerdas vocales nunca hubieron de interpretar palabras más que su propio nombre. El familiar aroma a sangre le llegó, razón por la cual guio vista al sitio en que delicadas manos hacían presión para detener hemorragia. Su mente entendió que por lo tanto, la otra estaba herida y recordando un par de ocasiones en que tuvo heridas similares llegó a la rápida conclusión de que la castaña era incapaz de caminar por si sola.

Shizuru jadeó adolorida, acabando de darse cuenta que sentía un poco de sangre bajándole por la espalda; sería difícil curarse por propia cuenta. Hizo mueca producto de suprimir los gritos, cualquiera se asustaría si su acompañante comenzase a gritar de la nada. Las palabas innecesarias, con ese gesto la peli-azul se percató del dolor experimentado. En su manada se ayudaban cuando uno estaba herido, ¿era aplicable al caso? Intentó crear una idea de que diría su madre si llegase con otro inquilino a la manda. Sacudió la cabeza; había sangre y dolor de por medio, el dolor era malo por lo cual debía ayudar. Era así como razonaba.

Cautelosamente fue acercándose a Shizuru.

¿Le dolía? Bastante; ¿Quería salir del avión? Por supuesto; ¿le cayó bien a primera vista Natsuki? También y ni supo por qué si debería sentirse en peligro. -Ara, no te entiendo-. Tras cinco minutos en los cuales Shizuru logró reducir casi por completo la hemorragia mediante presión y Natsuki hizo una serie de gestos que la primera no entendió ni de chiste, oji-verde tomo decisión.

La hija de hombre criada por madre naturaleza; dejó de apoyarse en cuatro extremidades, recurriendo a erguirse en dos piernas. Ojos carmines quedaron impresionados ante la vista; su prioridad debía ser centrarse en atenderse las heridas pero joder ¡Le gustaba lo que veía!

Dado que la capa tenía por objetivo cubrirle la espalda y parte del hombro izquierdo, su cuerpo quedó revelado a la castaña mostrándole como llegó al mundo. Los brazos poseían numerosas cicatrices y en hombro derecho marca permanente de las garras de feroz felino. La piel prometiendo ser blanca de tomar largo baño. Si, Shizuru aún no sabía la manera pero saldría de esa isla y fuese como fuese se llevaría a la mujer oji-esmeralda con ella.

Estando en dos piernas, se agachó estirando los brazos hacia la otra. Verdad que lo normal sería desconfiar; creerle un peligro con la mera apariencia. Pero Shizuru vio inocencia en los verdes ojos, unos iris alejados del egoísmo, pupilas desconocedoras de la avaricia. Tomando las cartas ofrecidas por la vida, entrando en un juego del cual nadie sabía las reglas. Natsuki pasó brazos por detrás de la espalda y por debajo de las rodillas para alzar a Shizuru. El contacto con la desnuda piel le agradó y se abraza al cuerpo ajeno.

Comenzó a caminar tan fácilmente que pareció de todo menos que llevase cargando el peso entero de otra persona. Pisó sobre algunos cristales rotos que apenas y le hicieron cosquillas después de 20 años sin calzado en la jungla. –Eres muy fuerte-. Tampoco es como que ella estuviese gorda ni mucho menos, sin embargo también se daba cuenta de que le alzaban cual pluma. Y de nuevo, Natsuki no entendió ni pepino de lo que Shizuru dijo pero le gustó su voz y por ello sonrío deslumbrando a la herida. ¿Cómo tenía dientes blancos si nunca había visitado un dentista? Ni puta idea pero los tenía.

CASA FUJINO

-¡ENCUENTREN A MI HIJA!-. La furia y desesperación de un padre desconoce los límites impuestos por el hombre. Dando órdenes a diestra y siniestra, traería a Shizuru a casa así tuviese que arder la ciudad completa para lograrlo.

-Esto no puede ser coincidencia-. Azotó mano contra mesa. El susto provocado por la repentina desaparición de su hija le causo apareciesen de golpe más canas. –Primero fueron por los Kuga, por la pequeña Natsuki-. Quien debió ser su nuera, aun lo recuerda, con nada lo olvida. -¡Y ahora fueron a por mí Shizuru!-. Todos tenemos un lado negativo dentro, en muchos se desata cuando desbordan las emociones.

-La encontraremos cariño, lo haremos-. La matriarca Fujino dijo serenamente aunque por dentro deseaba hacer arder a todos los que ve como sospechosos. Claro, cuando el responsable era incierto, cualquier cosa que se moviera podría ser el culpable a sus ojos.

DE REGRESO A LA SELVA

Hace unos minutos que Natsuki abandonó el suelo, moviéndose a través de las ramas. Consecuencia a ello, Shizuru se aferró fuertemente por sentir en cualquier momento podría caer. –Eres bastante ágil-. Le reconoció virtud innegable; ni sus entrenadores con reconocimiento poseían tal condición. –Me gustaría saber en que lengua hablas-. Gotas de sudor pertenecientes a la menor resbalaron, salpicando en pequeña medida a la otra. –Quisiera mínimamente saber tu nombre-. Ignoró la transpiración, después de todo le estaban ayudando sin ningún interés aparente.

Natsuki les llevó hasta su "guarida" personal, sitio al que recurría constantemente cuando sentía no encajaba en la manda y prefería la soledad. Con el trato, quizá no de un caballero pero si suave y atento, bajó a la herida sentándole en gran raíz que sobresalía de la tierra. –Gracias-. Pronunció pese saber el entendimiento tampoco era el mejor. En respuesta, oji-verde le sonrió expresando calidez que difícilmente se encontraría en la ciudad.

Lugar que seducía a la vista sin dificultad; bastando con observar la flora del entorno tan diversa en colores y escuchar el sonido de la pequeña cascada situada a pocos metros.

En el preciso instante que castaña colocó atención en el fluir del agua, tuvo la desagradable sorpresa de volver a voltear y encontrar el mini paraíso en soledad. Giró la cabeza en variadas direcciones, y, por algunos segundos maldijo el hecho de que quien buscaba podía moverse prácticamente a donde desease. Suspiró, mescla de cansancio y dolor. Posó manos sobre herida, percatándose con alivio de que el sangrado por fin había cesado. Un segundo cerró los ojos y cuando los abrió, Natsuki estaba ahí.

-Ara-. Recién llegada en brazos sostenía diversas frutas, al desconocer cual degustarían papilas ajenas, opto por llevar todo lo que sus extremidades permitieran. -¿Para mí?-. Tal pareciese que en el fondo pensó de seguir hablándole a su acompañante de uno a otro momento respondería.

La fruta le fue entregada. –De nuevo, gracias-. Kuga tomó como agradecimiento seguir escuchando la voz que le hubo fascinado.

Al primer mordisco, Shizuru quedó prendada del dulce sabor que le explotó en la boca. Por su lado, Natsuki tomó asiento en el suelo, viendo de frente a los ojos carmines que dejaron de lado el dolor y cedieron sitio a la alegría. Sintió satisfacción, sabiendo cumplió con su propósito de ayudar.

Pasaron los minutos, observándose entre sí, cada una tratando de descifrar el misterio que la contraria representaba. Peli-azul veía extrañada toda la ropa que vestía contraparte, el calzado que para ella nunca fue necesario y vaya que numerosos terrenos peligrosos fueron pisados, las pulseras de plata que portaba y ella no encontró utilidad alguna. –Mi nombre es Shizuru-. Un modo debía existir para dar a entender ese detalle.

-Shi...zuru-. Le costó un poco de trabajo a sus cuerdas vocales. Solo solía imitar los sonidos y rugidos de los animales que le rodearon desde pequeña. –Shizuru-. Dijo ya bien.

-Correcto-. Esta le sonrió al ver los ojos verdes iluminarse. –Shizuru-. Se señaló a si misma con la mano.

Rápidamente hija de la selva comprendió. Le señala con la mano. –Shizuru-. Apenas la nombrada iba a hablar cuando Kuga se auto señaló. –Natsuki-. La única palabra que recordó de cuando fue bebé, y, solo porque padres fueron muy insistente en ello.

Shizuru tenía plena confianza adjudicada a que sus padres le buscaban y no pararían hasta encontrarle, era cuestión de esperar. Por el momento, se dedicaría a enseñarle a hablar a Natsuki.

-Hermoso nombre, Natsuki-. Dijo mientras le observaba comer alegremente.

CINCO DÍAS DESPUÉS

Una manada de gorilas nada contentos caminaban a rápido paso por la selva, buscando a ausente Natsuki; quien, de verdad lo hacía inconscientemente pero ni por casualidad recordaba a sus peludos compañeros. Toda su atención quedaba confinada a los carmines ojos, como si la propietaria de estos le hipnotizara. El macho alfa estuvo muy enfadado, al grado de que Natsuki corría el riesgo de quedar sin manada. ¿Quién podía culparle? Si por fin había encontrado a alguien como ella.

La gorila que le crio, permanecía preocupada, buscando por todos lados a la peli-azul. Pero tampoco podía hacer mucho por abogar. Dado que especialmente ella sabía oji-verde en efecto no era como ellos.

Despertando de agradable siesta, Fujino se talló un poco los ojos para aclarar la vista. Levantó el torso, apoyando los antebrazos sobre la cómoda cama de hojas que cierta chica le hizo. La herida en su pierna fue atendida con plantas medicinales, gracias a ellos pese la ausencia de medicamentos las cosas tomaron buen curso. Estiró los brazos una vez estuvo de pie, jamás pensó pasarla tan bien estando varada en medio de una isla. Para su sorpresa, oji-verde aprendía bastante rápido, de hecho a un ritmo privilegiado se atrevía a afirmar y ya poseía conocimiento de un vocabulario medio.

De comisura a comisura se dibujó una sonrisa al presenciar bajo el agua de la cascada un cuerpo bastante tentador; cuerpo que le llamaba a tocar cada uno de los poros sin excepción. Shizuru no recordaba que le gustaran las cicatrices en las mujeres, pero o joder, las gravadas en la figura de Natsuki le gustaron a niveles insospechables. Delineó mediante la mirada las curvas despejadas de usual capa. Además de las garras dibujadas permanentemente en su hombro; sobre la piel de espalda, cruzando desde el hombro izquierdo hasta el intermedio de las costillas, tres líneas trazadas también por feroz felino. Natsuki mantenía los ojos cerrados, disfrutando del agua. –Ella viene conmigo, sea como sea-. Definitivamente, Shizuru no volvería sola a la ciudad.

Las esmeraldas relucieron, encontrándose de lleno a los rubís. Shizuru temió se enojasen con ella por estar viéndole como le trajeron al mundo sin autorización. El temor se disipó, pues, Natsuki le sonrió alegremente incluso con la inocencia de un niño puesta en gesto. –Shizuru-. Salió de debajo de la cascada, emprendiendo camino en dirección a la castaña. En ningún momento borró esa curva de sus labios. Y fue ahí, en ese preciso instante, cuando Shizuru centró la atención no en el sensual cuerpo si no en los transparentes ojos y sincera sonrisa.