Hola! la verdad es que tenia muchísimas ganas de escribir un fic sobre Loki. (aunque dejé otro pendiente, o sea que no os desesperéis que pienso terminarlo.) Este fic lo ando escribiendo en clases y en mis ratos libres, a si que intentaré actualizarlo tanto como pueda. Espero Reviews constructivos, favs y follows y muchas cosas bonitas jajaja, sin más espero que os guste.

Para ayudaros a entender la historia, el principio de este fic está situado al final de Thor 1, cuando se deja caer por el puente Bifrosty permite que el agujero de gusano, creado por la energía del Bifrost, lo reclame. Un tiempo después aparecería en la Tierra. Dando el inicio a la película "Los Vengadores". Por lo tanto, este fic está situado en una línea temporal intermedia entre las dos peliculas.

Como siempre: Loki, ni ninguno de los personajes pertenecientes a Marvel me pertenecen a mi, si no a Stan Lee.


Capitulo 1: Lluvia excesiva.

Oscuridad. Se había dejado caer al vacio. No se lo habia pensado dos veces, después de todo, odiaba no tener la razón y, después de todos los desastres que había provocado sobre Asgard, no iba a dejar que lo pillaran. Antes muerto. Y al tirarse seguramente pensaban todos que lo estaba.

Aunque no lo estaba , él lo sabia, todo y haberse "suicidado", lo sabia porque podía recordar claramente la cara de su hermano al caer, su derrota, su coronación, su verdadero origen, el padre de todo, su amada madre.

¿No le salía nunca nada bien?¿Era ese su destino, ser un infeliz rechazado por su raza, rechazado por el que pensaba que era su "hogar"? Prueba de ello es que allí estaba, flotando entre mundos, entre dimensiones. Con un poco de suerte le absorbería algún portal interdimensional, en el caso de que no fuese así vagaría eternamente por la oscuridad infinita a la que el mismo se había condenado, aunque sinceramente, poco le importaba ya.

No sabría decir cuanto tiempo pasó pero en ese preciso instante pudo sentir en su rostro una ligera brisa. Sus ojos se abrieron repentinos y esmeraldas, como dos supernovas a punto de estallar. Sintió como algo empezaba a tirar de su tobillo hacia abajo, la gravedad entre dimensiones estaba atrayendolo hacia su nuevo destino.


El despertador empezaba a sonar. Era lunes, su semana empezaba como todas ellas, ahora se levantaría, se ducharía, peinaría, se pondría las lentillas y se prepararía algo rápido para desayunar. Estaba realmente cansada de llevar una rutina tan agotadora, pero no había más remedio, a penas hacía unos meses que había empezado a trabajar en un proyecto con sus colegas de la universidad, se trataba de un cómic ¡Un bombazo! O eso quería pensar. Si todo aquel esfuerzo no servía para nada, se subiría por las paredes.

Se vistió lo más rápido que pudo al salir de la ducha, realmente no le importaba demasiado que ponerse, a si que cogió lo primero que vio en el armario y se lo puso. Una sudadera negra y unos vaqueros, cogió una rebanada de pan con mermelada y un zumo de alguna mezcla extraña como "mediterraneo" o "caribe"...

Tubo suerte en encontrar sitio para aparcar cerca de su piso, porque a las 8 de la mañana hacía mucho frio por las calles de Nueva York. Subió a su viejo pero eficaz nissan micra del 2003. Le encantaba ese coche, pensaba que era único, aun no había visto otro modelo igual, ni del mismo color que el suyo. Rojo, coral, naranja... no sabía como definirlo, y eso que había estudiado bellas artes.

El taller se encontraba a las afueras de Nueva York, era un rollo ir tan lejos, pero al menos el alquiler que pagaban era mucho más barato que si hubiesen escogido cualquiera más pequeño en el centro. Ella vivía en East Harlem, relativamente cerca de Central Park, mientras que el taller se encontraba en Williamsburg, en Lee Ave. Tan solo en el trayecto ya perdía media hora.

Por el camino se puso a llover y al salir del coche tuvo que cubrirse del agua con la mochila. - ¿por qué saldré siempre tan justa de tiempo? - pensaba mientras rebuscaba sus bolsillos en busca de sus llaves.

- Oh, Prue. Veo que tu tampoco llevas paraguas. - la pobre chica se giró como pudo para ver quien le llamaba

- Ah, eres tu Dean. Al fin encuentro las llaves, un momento, ahora abro. - Contestó mientras se giraba y colocaba las llaves en el cerrojo. Al abrir la puerta, un ligero aroma a chocolate inundó sus fosas nasales.

- ¡Ya era hora! ¡Buenos dias! - Dijo la chica de brillantes ojos azules, que se encontraba en su interior.

Charlotte, era una bella chica de veinte años, rubia, de ojos azules y facciones angelicales. De hecho, aparentaba no mucho más de quince años. A Prue le caía muy bien, no obstante no entendía del todo que pintaba aquella niña en su taller, sabía de buena mano como más de una vez habían terminado por realizar su tarea, tanto Dean como ella misma.

- ¿Qué haces aquí tan temprano? - Preguntó Dean, quien adelantó a Prue y se dirigió hasta su mesa, cerca de la puerta.

- He venido temprano, como hoy es el cumpleaños de Amy, quería hacer chocolate para todos. - Dijo con una calurosa sonrisa.

- Muy buena idea. - Enseguida Dean fue a abrazar a Charlotte. Tenían esa costumbre. Ella había estado enamorada de él, pero cambió de idea cuando Dean le confesó su homosexualidad. Aun y así, se profesaban cariño mutuo. Demasiado, o eso pensaba Prue.

Prue no se acordaba de que hoy era el cumpleaños de Amy, la otra integrante del grupo, y maldijo por lo bajo. Odiaba ir de fiesta, no se sentía cómoda entre tanta gente. No es que fuese antisocial, es solo que no le gustaban las cosas que le gustaban a la mayoría de la gente. Por lo menos esta vez iria Dean, quien pensaba muy parecido a ella.

Dean y Prue realmente tenían mucho en común, a parte de un largo cabello castaño, ambos tenían ideales muy parecidos y eran personas capaces de esforzarse al máximo para cumplir sus objetivos. Aunque Prue era algo más obstinada, o eso pensaba ella.

Mientras Dean escuchaba las excusas de Charlotte y las calamidades por las que le resultó imposible realizar su tarea para hoy, alguien llamó al timbre con algo de prisa. Prue se asomó por el visor de la puerta y abrió, era Amy.

- ¡Buenos dias, chicos! - Saludó mientras subía su carrito hasta la entrada. Siempre llevaba ese carrito de compra azul, lleno de materiales.

- ¡Felicidades! - Gritaron los tres al unisono. Amy sonrió radiantemente.

Amy era un bombón, guapísima, pelirroja de ojos verdes oliva y piel de leche, además no solo era físico, era una persona encantadora, con mucho carisma e inteligente, los hombres caían a sus pies (Menos Dean, claro está.). Era simplemente perfecta, o eso pensaba. Prue pudo ver como Amy le miraba con mirada complice mientras se le acercaba cada vez más y más hasta quedar a la altura de sus ojos, o más o menos, porque Amy era algo más alta.

-¿Te vendrás esta noche de fiesta con nosotros ,no? - Le ronroneó Amy, agarrándole del brazo y apoyando la cabeza en su hombro. Prue hizo una mueca de disgusto. - Venga, hazlo por mi, es mi cumpleaños, seamos normales por una vez. - Insistía la pelirroja. Hasta que Prue suspiró cansada y asintió con la cabeza, haciendo que Amy gritara de la emoción.

No había dejado de llover en todo el día, ahora ya era de noche y habían tenido que volver a casa a cambiarse para salir a cenar. Prue llegó a su casa con las manos llenas de tinta negra, esa maldita substancia, no sabía como, pero siempre acababa por ensuciarse con ella y para colmo, nunca terminaba de salir por completo de su piel.

Cediendo y con mucha pereza, se dispuso a cambiarse de ropa. No sabía que ponerse, no tenía un gusto muy común a los demás, por lo tanto, cada vez que iba de tiendas, volvía con las manos vacías y eso concluía en un guardarropa casi vacío y además, poco variado. No obstante, optó por su falda roja plisada, sus leggins negros acordonados, que tanto amaba, un corset negro, botas y una chaqueta negra de cuero. Suspiró al verse en el espejo de su habitación. Volvería a pasar desapercibido, como siempre.

Habían quedado en el Biddys Pub, ella nunca había ido, pero los demás decían que estaba bastante bien. Parecía un sitio bastante acogedor. Prue inspiró fuertemente y estiró con fuerza la manivela de la puerta. Al entrar pudo ver que sus sospechas eran ciertas, aquello estaba lleno de gente, aunque con un poco de suerte pudo ver a Charlotte agitanto los brazos y, sentados junto a ella, a Dean y a Amy. Sorteó varios camareros y una multitud animada a bailar. Dios, no iba a soportar mucho más todo aquello, era, simplemente, apabullante.

- Has venido, por un momento pensaba que me dejarías tirada. - Bromeó Amy, consciente de lo que le costaba estar ahí a su amiga. - ¿Qué queréis tomar? - Preguntó a los demás.

- ¡Oh, yo siempre he querido probar el Bloody Mary! - Exclamó Charlotte.

- Umm, no sé realmente que debería probar... algo sin alcohol al poder ser. - Amy asintió, tomaría nota de eso.-

- ¿Y tu, Prue? - Preguntó Amy, al mismo tiempo que se levantaba y se ponía al lado de Prue.

- Te acompaño y lo pido. - Su amiga sonrió y ambas se dirigieron hacia la barra.

De camino hacia su destino, Prue pudo ver como dos hombres algo mayores que ellas se acercaban disimuladamente hasta su posición. Amy, que por fin había podido llamar la atención del barman, estaba sentada en un taburete mientras pedía sus consumiciones. Aquellos dos chicos se colocaron justo al lado de ella, uno apoyando la espalda en la barra y el otro detrás de ella, observándola de arriba a abajo. Ninguno de los dos se había percatado de que Prue estaba alli (hecho que no sabía si le divertía o le aborrecía.). Uno de ellos le dijo algo al otro, pero la música estaba a un volumen tan alto que no escuchó nada. El chico que estaba detrás de Amy, moreno, alto, fuerte, con una chaqueta marrón de piel, le tocó el hombro a esta, para que se girara, Amy, esperando que fuese alguno de sus amigos, se giró.

- Hola, señorita. - Dijo. Esta vez Prue si que pudo escucharlo. - Mi amigo y yo nos preguntábamos si te gustaría pasar un rato con nosotros. - Siguió, mientras señaló al muchacho que estaba apoyado en la barra, este castaño, con unos pantalones amarillos horribles.

- Em, lo siento pero estoy con mis compañeros. - Contestó la pelirroja, secamente. - Es mi cumpleaños, no voy a dejarlos tirados.

- Oh. - Exclamó el mamarracho moreno. - ¿Es tu cumpleaños? Deja que te invitemos a una copa entonces. - Insistió.

- No, de verdad, no te molestes. - Amy empezaba a estar algo irritada. Prue mientras tanto seguía a su lado inmóvil e impasible.

A veces se le acercaban tipos indeseables, pero aquellos dos se llevaban la palma. Podía ver como sus miradas lascivas recorrían su cuerpo de arriba a abajo, queria vomitar. Se giró hacia el barman, ya que tenia su pedido listo. Lo que Amy no sabía, era que al levantarse a por las bebidas, una mano masculina iba acercándose, sin prisa pero sin pausa, hacia su trasero. Justo estaba a punto de conseguirlo, cuando una pequeña mano le agarró por la muñeca. El chico moreno, dio un salto al ver sido pillado con las manos en la masa, al fin reparó en la pequeña figura que había a su lado.

- ¿Pero quien demonios eres tu? - Exclamó el hombre, intentando controlarse, avergonzado, y tratando de soltarse del agarre de Prue.

- Creo que deberías aceptar que te ha dado calabazas. - Respondió secamente y ofreciéndole una mirada cortante. Amy, al oir esto se giró, encontrando a su amiga plantando cara a aquellos dos personajes.

- Prue, basta por favor. - fue a sujetar a su amiga mientras miraba con preocupación a su al rededor, solo faltaba que los echaran de allí. - Ya dije que no quiero nada, dejadnos en pan. - Dijo ahora mirando suplicante a los otros dos.

- Tsk. - Chistó el moreno en el momento que Prue le liberó de su fuerte agarre. Se veía de lejos que estaba molesto y avergonzado por haber sido detenido por una simple chica. - Vigila tus espaldas. - musitó.

Observó como se alejaban y cuchicheaban entre ellos mientras se giraban de vez en cuando para observarlas con recelo. Prue les aguantó la mirada hasta que salieron por la puerta. Suspiró.

- Estas loca. - Exclamó su amiga, zarandeándola. - ¿Qué estabas haciendo? Estaban siendo pesados, pero no era para tanto, mujer.

- Iba a tocarte el culo. - Soltó mientras rodaba los ojos. Amy desencajó el rostro de sorpresa. - Yo solo le detuve.

- Dios, perdoname Prue, no tenía ni idea. - Amy levantó la vista en dirección a su mesa, y allí se encontraban Dean y Charlotte mirándolas algo preocupados. Entonces en un chasquido recordó que sus bebidas estaban listas.

Cogió dos de ellas y las otras dos se las dejó a Prue, quien no dejaba ni un instante de observar la puerta por donde se habían marchado aquellos dos indeseables. "vigila tus espaldas, niñata." Resonó en su mente.

El resto de la noche transcurrió con normalidad, ya eran casi las dos de la madrugada y fuera seguía lloviendo. Sus tres amigos vivían cerca de aquel Pub, pero Prue tuvo que coger el coche, - "Así me refugio de la lluvia y no tengo que volver sola a casa." - pensó. Todo y que Dean se prestó a acompañarla hasta el coche, ella se negó, hacía demasiado frio como para divagar en las calles porque sí, además no le gustaba que sus amigos se tomasen molestias innecesarias con ella. Así se despidieron de ella en la puerta del Pub y se fueron en direcciones contrarias.

El coche no estaba realmente muy lejos, de hecho estaba en la calle de al lado, aun y así, caminar sola , mientras llovía no le hacía demasiada gracia a si que aligeró el paso todo lo que pudo. Las sombras a su paso, adoptaban formas que no existían, o eso quería pensar ella. Cambió de parecer cuando una gélida mano le agarró del cuello y la arrastró hasta el interior de un callejón.

Antes de que se diese cuenta, sintió un golpe en su espalda y fue consciente de que le acababan de estampar contra una pared. Su respiración se volvió extremamente rápida, ahora que le habían desprovisto de su paraguas a causa del susto, se estaba calando hasta los huesos, la mano seguía apretando su cuello lo suficiente para que pudiese respirar. Un escalofrío de pánico recorrió cada célula de su cuerpo. Una de las farolas de la calle alumbraba perfectamente el rostro de su agresor, no era nada más ni nada menos que el chico moreno de antes, aunque volvía a no estar solo, ya que el chico de los pantalones horribles se hallaba detrás de él, como un buen perro faldero. Ambos sonrieron maliciosamente y su agarre aumentó de intensidad.

- Vaya, fíjate Mike. He cazado una pequeña rata entrometida. - Su agresor fue poco a poco levantándola de el suelo, provocando que ella empezase a patalear.

- Deberíamos enseñarle a cerrar el pico. - El tal Mike, habló por primera vez. Sacó una navaja del bolsillo de su chaqueta. La chica abrió los ojos como platos.

Aquel artefacto punzante se acercaba a ella lentamente. Aquel loco empezó a acariciar con él, el rostro de ella. Prue derramó un par de lágrimas de pánico y este las recogió con su cuchillo y lo lamió.

De repente, un trueno surcó los cielos y resonó por todos lados, el temporal parecía que estaba volviéndose más violento. Era el fin, o eso pensaba ella. No quería acabar así, aun era joven, aun tenía muchas cosas que hacer, muchas cosas que vivir, mucho que conocer, mucho que amar, mucho que cantar, bailar, dibujar, leer, muchos sueños, ilusiones. Algo surcó el cielo, y esta vez no era un rayo. Algo endemoniadamente rápido cruzó el callejón en el que se encontraban, azotando con una ventisca a todos los que allí se encontraban, de repente un golpe, un trueno, un cañonazo, un terremoto y una luz cegadora apareció.

Cuando Prue abrió los ojos, se encontró tendida en el suelo boca abajo y totalmente empapada de lluvia y barro. Levantó la vista, uno de sus agresores intentaba levantarse, eso no podía quedar así, tenía que escapar, esa era una oportunidad que no podía desaprovechar, debía de correr.

Sus piernas empezaron a moverse a poco a poco, aun estaba en estado de shok, los sucesos se estaban precipitando a unas velocidades de vértigo y aquello provocó que su cuerpo se negase a responder. Cuando empezó a andar más rápido, e incluso a trotar, una mano le agarró el hombro, Mike la había alcanzado, aunque esta vez sería distinto.

Una adrenalina sobrehumana surcó por el cuerpo de Prue, tenía que vivir, no importaba como, pero, si iba a morir, al menos lo pondría tan fácil. Esto no lo supo Mike hasta que no sintió el codo de Prue estrellándose en su boca y un abrumador sabor a sangre. Se llevó la mano a la boca y fue detrás de ella. La persecución fue agotadora, tenía que luchar contra un viento feroz y helado, mientras saltaban contenedores y verjas de alambres. Un panel gigante fue arrastrado por el viento y casi colisiona con la pobre Prue, quien saltó a un montón de bolsas de basura, al ver que se aproximaba.

- ¡Auch! - Sonó al caer. Estaba segura de que había oído algo, pero no podía estar pendiente de eso, no cuando alguien va detrás de ti intentando matarte. Vio a Mike cruzar la esquina en dirección donde se encontraba ella. Se agarró con fuerza a las bolsas de basura.

Iba a volverse loca, lo sabía. Prue empezó a temblar, ¿Qué demonios estaba pasando ahora? ¿Qué más podía pasarle esa maldita noche de pesadilla?

Se sintió algo extraña, sentía un leve mareo y el viento pasando bajo sus rodillas. Estaba flotando en el espacio y dirigiéndose a la otra parte de la calle, quedándose al descubierto de su agresor. No entendía qué demonios estaba pasando, ¡estaba flotando! ¿Qué era todo aquello? ¿por qué?

- Ahí estas, pequeña puta. - Exclamó Mike al otro extremo del callejón, su mirada era la de un loco psicopata a punto de abrir en canal a su presa y sus pies daban fuertes pasos hacía ella.

El delincuente empezó a correr hacia ella más deprisa, Prue no sabía qué hacer, donde esconderse, cada vez tenía menos tiempo para pensar, le iba a clavar aquella navaja y moriría, lo sabía, no tenía escapatoria, no podía moverse. Mike ya estaba encima de ella, jadeando, le intentó rebanar el cuello de un solo golpe. Ella retrocedió a tiempo, él a penas pudo rozar su cuello. Sin embargo, todo y haber salido del alcance de Mike, lo que no esperaba era aquella potente patada en la boca del estómago.

Sus rodillas chocaron sobre el suelo, empezó a sentir un sabor a hierro y a lágrimas, se llevó la mano a la boca y la encontró rebosante de sangre, se quedó en shock, se estaba mareando, era su fin. Mientras luchaba por levantar la cabeza, podía oír la risa de Mike, algo alocada. Recordó a Amy, pensó en qué le hubiese pasado a ella si al final se hubiese ido con este par de indeseables, pensó en qué le hubiesen hecho también a Dean, si le hubiese acompañado hasta el coche. No pudo evitar sentirse aliviada.

Un rayo surcó los cielos y un destello se encendió en el arma afilada de Mike, quien la empuñaba en lo más alto, dispuesto a agujerear a la pobre chica. No pudo hacerlo, intentaba bajar el brazo con todas sus fuerzas, pero no podía, estaba petrificado, hizo una fuerza descomunal,, intentó por todos los medios moverse, pero fue en vano. Prue alzó la cabeza creyendo que sería lo último que haría en la vida.

- De todos los nueve reinos... he tenido que caer justo, ¡justo! En el mundo que menos deseaba. - Prue pensaba que estaba soñando, ni se molestó en buscar esa voz. Algo fría, algo seria, algo irónica. - Midgard.

Un extraño hombre apareció, impoluto, de debajo de la basura donde se había caído Prue. Esta pudo verlo a duras penas. Se colocó entre el agresor y la víctima, paseándose con altanería, con la manos en su espalda, como un juez a punto de dar su veredicto. Posó tranquilamente una de sus manos en el pecho de Mike, quien, aunque estaba paralizado y no podía hablar, se podía ver perfectamente el desconcierto en sus ojos. Algo pasó en una milésima de segundo. El cuerpo de Mike salió despedido hacia atrás con una potencia arrolladora, quedando estampado en la pared. Su cara quedó destrozada por el impacto, no volvería a molestar a nadie, nunca, seguramente.

El misterioso personaje se sentó en el mojado suelo, en frente, cara a cara, con la humana. Su pelo mojado caía por su cara y sus hombros, era negro, o así lo hizo ver la noche y la lluvia, la boca entre abierta aun escupía sangre, su cuerpo tenía un ligero temblor general. Él esbozó una sonrisa. Pobres Midgardianos, siempre tan débiles, tan toscos, tan salvajes y primitivos, tan sumamente delicados. Iba a matarla, le daba asco ver semejante imagen. Posó su mano en el hombro de ella, saldría despedida por los aires, como el otro tío. Estuvo a punto.

Ella alzó la vista, no le podía ver, estaba seguro. Esa chica había perdido el conocimiento desde que había recibido aquella patada en la tripa. Sin embargo, allí estaba, arrodillada y mirándole. Una extraña sensación le recorrió la espalda. Los ojos de ella estaban llenos de ira, de furia, parecían arder, parecía querer ser alguien en ese momento, parecía querer levantarse y destrozar a quien anteriormente le había intentado asesinar.

Miró extrañado un poco más y le pasó la mano por delante de la cara, para ver si respondía, pero nada sucedió, hasta que poco a poco la expresión de la chica se relajó y calló, rendida, al suelo.