Capitulo 1:Recuerdos en la nación del fuego.

Era invierno pero a pesar de eso en la nación del fuego, el clima, templado, era como el habitual. Después de mas de 10 años de haber terminado la guerra de los 100 años misma que su bisabuelo el Señor del fuego Sozin había empezado usando el poder del cometa que nombraron en su nombre para destruir a los nómadas aire, 120 años había pasado desde entonces, aun recordaba con una punzada de odio y vergüenza aquellos días en los que trataba de recuperara su honor capturando al entonces mito del que el Avatar se trataba, una sonrisa torcida, distraída, aprecio en su cara, las memorias de su difunto tío, el dragón del este el general Iroh llegaron a su mente como cada mañana al amanecer, recordaba con alegría los consejos de su tío..

Flashback.

El entonces príncipe Zuko de la Nación del Fuego se encontraba tendido en el suelo con fiebre después de haber tomado una de las decisiones que hubieran cambiado su vida. Su tío el general Iroh, ex heredero al trono, se encontraba sentado a su lado, despreocupado, con una taza de té verde en las manos, así era su tío, despreocupado, feliz, paciente… era todo lo contrario pero ha la vez muy parecido a su resentido, impaciente e indeciso sobrino.

-Ahhh…- su sobrino se levanto de la colchoneta que se encontraba tendida a modo de cama en las tablas de madera del suelo, quejándose. Iroh ya se imaginaba que algún día Zuko se encontraría en esta situación, también ya se imaginaba el dolor por el que estaría pasando, lo decía por experiencia propia, a su edad el era igual, impaciente, indeciso, pero su destino se topo con una encrucijada cuando visito o mas bien invadió a los guerreros del Sol, en el templo de maestros fuego mas antiguo del mundo, sus edificios, sus pirámides mejor dicho, cubiertas casi hasta los cimientos por la naturaleza era magnificas, el entonces jóven príncipe caminaba con disgusto y cautela, por aquella selva que le parecía tan antinatural, el había crecido entre arboles de cerezo, pequeñas fuentes, ambiente cálido, y todos los lujos y comodidades, en fin el era un príncipe.

En esta selva incivilizada, el ambiente húmedo le resultaba extremadamente bochornoso, el ruido demasiado alto y molesto como para poder si quiera oír sus propios pensamientos, el suelo que manchaba sus botas era sucio, lleno de pequeños insectos, aquella muestra de la naturaleza le parecía, en cierto punto, intimidante.

Aquellos valientes guerreros le enseñaron la naturaleza y el origen de su fuego-control, ellos vieron en su corazón a alguien noble, el aprendió que el dominio del fuego no era, como el siempre había pensado; ira rabia y enojo, que hasta entonces alimentado el dominio de su elemento, el estaba muy equivocado, el fuego era vida, el fuego era amor, el fuego era… felicidad.

El había llegado con el fin de conquistar y se fue, encaminado en un viaje solitario alrededor del mundo. Cuando llego al reino tierra, el maravilloso reino tierra, experimento la misma metamorfosis que Zuko atravesaba en estos momentos, un maestro tierra llamado Xen lo acogió amablemente en su casa, y le dijo lo mismo que el repetiría a su sobrino momentos después.

-Has llegado a la encrucijada de tu destino, aquí decides en quien quieres convertirte y que quieres lograr.- Le dijo de forma pasiva Xen al jóven Iroh mientras servía un poco de té.

-¿Por qué siempre haces té, me desesperas, tú siempre haciendo té, de que diablos nos sirve?- inquirió el príncipe irritado.

El hombre río.

-Mi querido Iroh, como veras, el té es una de esas perfectas combinaciones de los 4 elementos.- tomo una tetera con agua- Agua…fuego ¿Me serías tan amable?- Iroh inmediatamente capto la indirecta, movió sus mano y encendió un pequeño fuego en la pequeña fogata que se encontraba al fondo de la habitación. Xen puso con sumo cuidado el pequeño traste en el fuego.

- Tierra- Xen hizo un movimiento con el que movió un pequeño bloque de roca solida hacia su dirección, saco de su túnica una pequeña bolsa de tela con hojas, mismas que puso en las tazas que ya tenia preparadas.

- Y aire.

Cuando por fin el agua estuvo al punto de bullición, el maestro tierra apago el fuego con un pequeño movimiento, trayendo consigo la pequeña tetera de metal hacia los dos, sirvió agua caliente a las pequeñas tasas de cerámica y con un pequeño abanico empezó a soplar el agua. Poco a poco esta empezó a enfriar, el hombre era tan experto en esto que dejo de soplar cuando el agua estaba en su punto medio, y las hojas empezaban ya a colorar el té.

-Toma- el amable hombre de cabellos cafés le extiendo una de las tazas.

Iroh se sentó, en el reino tierra hacia frío, no era como para congelarse, pero el príncipe acostumbrado a la madera y metal cálido de su nación, sufría con la tierra, tan fría y solida. Como extrañaba la nación del fuego. Iroh dio un sorbo a aquel té, el mejor té que nunca había probado, ni siquiera en su cálida nación en aquel lujoso palacio en el que el solía vivir, hacían un té tan delicioso, la mente de Iroh estaba relajada, en trance por el delicioso olor que aquel liquido verdoso emanaba, su organismo gozo cada gota de aquel delicioso té, sin duda sus papilas gustativas disfrutaron inmensamente aquella bebida caliente, nunca en su relativamente corta vida, el príncipe de 25 años, había pensado en probar algo así.

Iroh no supo cuando se quedo dormido, solo supo que a la mañana siguiente despertó como alguien totalmente nuevo, el sol antes molesto ante sus ojos, ahora se veía radiante y hermoso, se acerco al marco de la ventana y respiro con entusiasmo grandes cantidades de aire, dio las gracias a Xen por aquella enseñanza, así como también lo recompenso con algo de dinero, el general se fue, a su siguiente parada, la tribu agua del norte, el sabia que no podía ir como el príncipe de la nación del fuego, así que fue como un infiltrado, se sentía incomodo en aquel ambiente hecho enteramente de agua congelada, ahí si hacia frio, pero se sentaba cada mañana en la plaza principal a distancia de los estudiantes del maestro Sikru , a observarlos, sus movimientos eran hipnotizantes, suaves, fluidos y libres.

Iroh paso 5 meses en aquella tribu, fue lo mas relajante del mundo, y en ese tiempo, dado que tenia mucho tiempo libre, aprendió a hacer té como nadie en el mundo, al principio su té era insípido, y generalmente se desesperaba y quemaba todo, pero con el paso del tiempo aprendió la técnica, gracias a su fuego control aprendió a sentir la temperatura exacta del agua y así saber cuando agregar las hojas al agua.

Fin del flashback.

Zuko recordaba con inmenso cariño a su querido tío, el se convirtió en una figura paterna en sus días de príncipe desterrado. El sonido del agudo lloriqueo de un bebé, de su bebé, lo saco de sus pensamientos, hace tan solo 5 meses se había convertido en padre de una hermosa niña de cabellos oscuros y ojos dorados, era tan feliz. El y su ahora esposa Mai la nombraron Ursa, en honor a la madre de Zuko, el señor del fuego sonrió, camino hacía la cama que el y Mai compartían desde hace 7 años, beso en la frente a su esposa y fue camino hacía la cuna de su hija, la sostuvo en brazos, no podía creerlo, era SU HIJA, seguía sin creerlo incluso después de que la sostuvo por primera vez, ese día supo que querría sentir eso de nuevo, su hija Ursa era lo mejor que le había pasado, claro después de haberse casado con Mai. El la arrullo un rato hasta que la pequeña princesa se quedo dormida, era tan diminuta tan frágil, pero a la vez tan…viva. Eran de esos momentos en los que recordaba que el fuego era vida, no destrucción e ira. Sus deberes como el señor del fuego empezaban, lamentablemente, demasiado temprano, empezó a vestirse con la ropa tradicional de la nación del fuego, ato su cabello, estaba a punto de irse, cuando su esposa despertó.

-¿Enserio tienes que irte?- dijo la chica que ahora no llevaba su peinado habitual, si no el cabello suelto, para Zuko despertar y verla a su lado, de esa manera, calmada y dormida, era intoxicante, en el buen modo.

-Lo siento cariño, el señor del fuego no puede darse el lujo de despertarse tarde- dijo Zuko de manera sarcástica alzando los hombros.

-Las mañanas son malvadas- replico la esposa de Zuko.

Mai se levanto, y camino hacia Zuko, tomo su cara entre sus manos y lo beso, el tomo la cintura de su esposa, y acorto el espacio entre ellos, ella puso sus manos en su cuello, solo rompieron aquel apasionado beso para poder respirar, al final y después de estar besándose por largo tiempo, Zuko dijo:

-Tengo que irme, vuelvo para comer- El maestro fuego guiño un ojo y salió de la habitación.