Digimon no me pertenece...
Este escrito participa del reto: Tiempo de Shipear del foro Mundo Digital
Capítulo I:
Púrpura
Había en el mundo personas molestas, personas audaces, personas frías, personas tímidas, personas entusiastas, personas tristes y de todo tipo. Pero Daisuke Motomiya nunca en su vida había visto u oído hablar de personas púrpuras. Hasta ese día. Ese día, desde un principio, todo había sido diferente.
Daisuke solía llevar a cabo, todos los días, la más sencilla de las rutinas. Levantarse, asearse, desayunar, ir al colegio, almorzar, practicar deportes, viajar al digimundo, volver a casa, ducharse, cenar y regresar a dormir. A veces variaba un poco y cenaba en casa de uno de sus amigos, o acampaban todos en el digimundo. Otras veces se acortaba un poco, quitando el deporte de la lista o incluso el colegio. A Daisuke ya no le gustaba ir al colegio. No faltaba mucho para su último año de secundaria, pero antes tenía una razón especial para ir a clases y ahora que ya no tenía una motivación sentía que le faltaban energías.
Pero, ese día, no lo hizo a propósito. Su despertador nunca sonó. Daisuke se quedó plenamente dormido y se perdió el desayuno. Al levantarse descubrió que no había nadie en la casa y se esforzó mucho por llegar a tiempo a la escuela, se vistió a los apurones, apenas lavó sus dientes e incluso corrió todo el trayecto hasta el colegio, pero el timbre que anunciaba el inicio del día escolar lo sorprendió sonando cuando él estaba a una cuadra de distancia. Apretó el pasó en vano, porque al llegar las puertas se cerraron en su nariz y no se volvieron a abrir.
El muchacho tardó unos minutos en recuperar el aliento, maldijo a su reloj por no haberlo despertado a tiempo y pensó en volver a su casa. Pero no había nada allí que pudiera hacer, no había nadie y sería aburrido. Le surgió la idea de ir al centro comercial así que, sin meditar nada, como le era acostumbrado, tomó el tren de las nueve y disfrutó de una mañana sin maestros gruñones que le exigieran que prestara atención.
En el centro comercial, recorrió todos y cada uno de los negocios. Aprendió que un indicador emocional era un artefacto apenas lanzado al mercado, que servía para comprender cuándo una persona había cambiado su estado de ánimo, y le pareció una idea ridícula e inservible. Pagó una entrada al cine, para ver una película de estreno en la cual se quedó dormido. Y descubrió que en la heladería habían agregado dos sabores nuevos, jamás vistos y algo exóticos, por supuesto, probó los dos. Daisuke era un fiel creyente de que si la vida te regala una sorpresa, había que seguirle el juego porque sin duda te llevaría al sitio más impensado, llenándote de aventuras.
A mediodía compró un plato de Ramen para llevar y caminó despacio hasta la parada de trenes. El viaje de vuelta al instituto le pareció más corto de lo normal, y al llegar, esperó en los bancos frente al colegio a que las puertas se abrieran una vez más. Su almuerzo se acabó enseguida y maldijo su mala costumbre de quedarse con hambre.
El tiempo se vio ralentizado una vez más y la espera se hizo pesada, casi interminable. Daisuke no era una de esas personas que llevaban consigo el bendito don de la paciencia, pero a lo largo de los años, había cambiado bastante. Todas las personas cambian, para eso está la etapa de la adolescencia, pero Daisuke no entendía como había llegado a cambiar tanto y muchas veces al día se detenía a pensar en ello, a comparar a su antiguo yo con el Daisuke del presente. Había un millón de diferencias, desde las peleas que ya casi ni sostenía con su hermana mayor hasta la perfecta superación del romance entre su amigo y la chica de sus sueños.
En el mundo quedaba tan solo una única persona con la cual Daisuke siempre mostraría esa parte inmadura e insoportable que aún llevaba dentro. Esa persona también había cambiado mucho y, al igual que él, sólo volvía a mostrar esa actitud fastidiosa e infantil cuando cruzaban palabra. Esa era su maldición o, tal vez, su único respiro del presente. Miyako y él no cambiarían nunca en ese aspecto, y tal vez por eso fue que ella se convirtió inexplicablemente en su mejor amiga, le sacó sonrisas en el momento adecuado y lo sostuvo de pie cuando creyó que su mundo se hacía pedazos.
Las puertas del instituto se reabrieron ante él y ordenadamente, los alumnos comenzaron a salir, primero los mayores y por último los más jóvenes. Daisuke se puso de pie casi de un salto, y arrojó a un cesto de basura el plato vacío de Ramen, guardó las servilletas limpias que le habían quedado en sus bolsillos y se escabulló sin pensarlo entre los alumnos del curso superior, para poder ingresar sin ser visto por las autoridades del colegio. Sus amigos ya debían estar en la sala de computadoras, así que apresuró el paso para poder, por una vez en el día, llegar a tiempo.
Él creía que ellos se irían sin él, pero para su sorpresa estaban esperándolo. Los tres le sonrieron ampliamente, él les devolvió el gesto. Miyako se puso de pie, para evitar silencios incómodos e hizo los honores. No es que esa típica frase fuera necesaria, pero era un detalle que a Miyako le gustaba mucho y era importante para ella, por eso todos lo respetaban. Daisuke pensaba que decir aquello antes de viajar al digimundo era un pequeño reflejo de los pensamientos de su amiga, esas ideas de nunca abandonar al niño que cada persona lleva en su interior.
El digimundo estaba en paz desde su última aventura, y ahora ellos sólo paseaban por allí controlando que nada malo ocurriera. En una ocasión, Veemon y Daisuke se las arreglaron para detener una estampida de Tyrannomons que de no haber aminorado la marcha hubieran destruido la aldea de los Wanyamons. Hikari siempre contaba una anécdota sobre cómo ella y Gatomon conocieron a una pequeña Lunamon perdida y la regresaron a su hogar. Iori y Armadillomon, una vez, habían evitado que un Meramon incendiara un bosque de Cherrymons. Ken y Wormmon fueron los que salvaron a un pequeño Poyomon de caer en las grietas que se abrieron en la tierra tras un terremoto. Takeru y Patamon lograron, en una ocasión, evitar una inundación en el valle de las Floramons. Y Miyako y Hawkmon protegieron a todos los digihuevos de la ciudad del renacimiento, impidiendo que quedaran aplastados por un derrumbe. Pero esos episodios siempre eran aislados, y casi nunca se encontraba algo que hacer además de apreciar la belleza de ese mundo.
En cuanto llegaron al bosque, Takeru contó los árboles para guiar al grupo hacia el lugar del encuentro, entre dos robles y frente a la única sequoia en el corazón del bosque digital. En los huecos de los troncos y entre las raíces habían escondido lo necesario para sus acampadas, y ordenadamente acomodaron el lugar para pasar la noche. Iori y Ken aún no habían llegado, ellos cursaban en diferentes institutos con distintos horarios y por eso debían llegar por separado.
Hikari se sentó sobre el viejo mantel púrpura que una vez había pertenecido a la madre de Miyako, y Takeru se sentó junto a ella. Daisuke miró hacia otro lado, no porque le molestara o doliera, sino porque se le hacía raro quedarse mirando, y Miyako colocó un brazo por sobre los hombros del muchacho.
—Envíale un mensaje a Iori y a Ken con tu D-Terminal —le dijo.
Daisuke frunció un poco el entrecejo.
—No me digas lo que tengo que hacer, cara de Ogremon.
Miyako enterró su codo en las costillas de Daisuke.
— ¡Entonces hazlo, tonto!
De no haberse quedado sin aliento, Daisuke le hubiera contestado que lo hiciera ella misma, pero lo único que consiguió hacer fue llevar sus manos al punto donde Miyako le había golpeado, como si eso aplacara el dolor que rápidamente se extendió hasta su hombro. Dos segundos después, Daisuke ya estaba escribiendo los mensajes para sus amigos, aguantando la respiración para soportar las punzadas en su costado y aparentar que no le dolía, porque no quería darle a Miyako la satisfacción de notar lo dañado que había quedado.
"Ya hemos llegado, ¿cuándo vendrás?" había enviado él a ambos D-Terminales. El primero en responder fue Ken.
—Ahora —le contestó Ichijouji a sus espaldas.
Daisuke se dio vuelta para encontrarse con su mejor amigo, pero su saludo se limitó a un choque amistoso de puños porque Miyako se echó en los brazos de Ken y no hubo manera de convencerla para que lo soltara hasta cumplirse los diez minutos.
Iori llegó entrada la tarde, después de su entrenamiento para el campeonato regional de Kendo. Y, en cuanto todos acabaron sus saludos, acabó también su descanso. Debían encontrar a sus compañeros.
Normalmente ellos no iban a buscarlos, sus compañeros los encontraban cada tarde en aquel lugar, ese era el sitio de los reencuentros, y parecía que sus digimons lo habían olvidado porque pasaron muchas horas y no se supo nada de ellos. Por eso, divididos según sus digievoluciones DNA, partieron en la búsqueda. Hikari y Miyako fueron por el bosque, Iori y Takeru revisaron en los valles cercanos, y Ken y Daisuke siguieron buscaron río arriba.
No era usual no hallarlos y eso comenzaba a inquietarlos. Daisuke pensó que la vida le estaba preparando una sorpresa grande al final del camino y ese pensamiento era lo que lograba mantenerle el buen humor, ¡le encantaban las sorpresas! Ken, por su parte, estaba considerablemente preocupado, y ninguna de las bromas de Daisuke consiguió hacerle reír. Ahí fue cuando a Motomiya se le cruzó la idea de que aquel día se alejaría de todo lo acostumbrado, porque Ken siempre se reía de sus chistes y comentarios. Que no lo hiciera le ayudó a comprender que, posiblemente, la sorpresa que los esperaba no era tan buena como él había imaginado.
Y, efectivamente, no fue positivo. Buscando a sus compañeros, siguiendo el río como habían acordado, acabaron llegando al límite entre dos aldeas en guerra, separadas por el río. Lo primero que sus ojos vieron fue a Veemon, pero enfocando bien la mirada se dio cuenta de que algo no era para nada normal.
"Imposible" pensó Daisuke al ver a los habitantes de una de las aldeas.
—Esos son… —comenzó a decir Ken, extrañado.
Daisuke lo acalló con un gesto brusco.
— ¡Ya sé lo que son! ¡Pero es ilógico! ¿Cómo es que…?
La voz de Veemon llegó a sus oídos pronunciando su nombre, su compañero corrió y saltó a sus brazos. Daisuke lo atrapó pero no le devolvió ningún saludo, estaba confundido y no podía estar cien por ciento seguro de que ese era su Veemon. Allí había demasiados, era una locura, ¡su digimon acompañante había nacido del digiegg del valor! ¿Cómo era posible que existiera una aldea completa de ellos?
Recordó las palabras que Veemon le había dicho al conocerse: "Qué gusto conocerte Daisuke, hace mucho tiempo que te esperaba" "Sí, esperaba a un niño honesto como tú que activara el digiegg del valor" Y entendió al fin el significado. Su compañero había sido elegido de entre todos los de su aldea y había permanecido dormido en el digiegg, esperando.
Daisuke analizó la situación actual, ignorando por completo su desconcierto. Ambas aldeas eran numerosas, había digimons en etapa bebé, algunos eran novatos y tan sólo había uno en etapa campeón, siendo líder de la aldea. Del lado derecho del río estaban los DemiVeemon y Veemon con su líder, Allomon; y del otro lado, los Babydmon y los Dracomon con su líder Coredramon. Divisó a Armadillomon, a Gatomon y a Wormmon defendiendo los derechos de la aldea ubicada a la izquierda; su Veemon, Hawkmon y Patamon los contradecían, en defensa de la aldea de la derecha.
Los gritos entre los habitantes, y por sobre todo los líderes de las aldeas, no cesaban. Ken había enviado un mensaje a los demás avisándoles donde se encontraban y que todos sus compañeros estaban allí.
Veemon les explicó sobre la posición que tenía su aldea en la disputa; Wormmon se había acercado a ellos para llevar a Ken a la aldea que él defendía, insistiendo en que la postura de Coredramon era la única que valía la pena defender. Eran problemas territoriales. Grandes pueblos como esos precisan grandes extensiones de terreno, y ambas aldeas pretendían apropiarse el río que las dividía, no permitirían que se compartiera.
Al principio, Ken y Daisuke, intentaron traer paz, con discursos persuasivos dedicados a los jefes de las aldeas. La idea no les funcionó. Probaron todas las maneras que se les ocurrieron, pero la palabra acuerdo no estaba en el vocabulario de los Digimon. Y tanto Coredramon como Allomon decidieron resolver el asunto con una batalla. Sólo ellos dos, y el vencedor tomaría el río como trofeo.
Por más que quisieron no pudieron detenerlos. Coredramon extendió sus alas y, tomando a su adversario por la espalda para evitar ser mordido por sus filosos dientes, se alejó de las aldeas buscando un sitio donde su pelea no dañara a ningún digimon.
Takeru, Iori, Hikari y Miyako llegaron para verlos hacerse pequeños entre los límites de las montañas. Sus compañeros les explicaron la situación tan rápido como pudieron. Ninguno iba a quedarse de brazos cruzados, y sin pensarlo para nada bien, solamente guiados por el impulso de acabar con la guerra, todos emprendieron viaje hacia las montañas.
Lo que menos habrían imaginado era que sus compañeros digimon estaban peleados y decidirían buscar por separado a los líderes de las aldeas. Entonces, Miyako, Hawkmon, Daisuke, Veemon Takeru y Patamon fueron por un lado del río; y Ken, Wormon, Iori, Armadillomon, Hikari y Gatomon por el otro.
Miyako sostuvo la frente en alto todo el trayecto, con grandes cantidades de energía se movía ligeramente entre los árboles, como si ella fuera una agente de la CIA y la realidad fuera una reversión de Misión Imposible. Takeru fruncía el ceño, era un gesto extraño en él, se veía serio y concentrado, seguramente preparándose mentalmente para una catástrofe. Daisuke mantuvo presente esa idea de que las sorpresas eran algo bueno, intentando convencerse a sí mismo, pretendiendo que nada malo iba a suceder.
—Miyako… —decidió decirle tras un momento —deja de hacer todas esos movimientos torpes.
Ella dejó caer sus hombros y lo miró con cara de pocos amigos.
—Alguien tiene que mantener el entusiasmo y la adrenalina. Si no, no llegaremos jamás hasta donde pelean esos dos gigantes digimon.
Daisuke rodó los ojos.
— ¡Ay, por favor! ¡Parecemos un grupo de policías aficionados! ¿Es qué ninguno recuerda nuestras aventuras pasadas? ¡Antes éramos detectives profesionales!
Takeru hizo oídos sordos al comentario.
Miyako bufó, casi molesta.
—Antes eras un patán y ahora… oh, espera, mal ejemplo, ¡lo sigues siendo!
Daisuke sonrió, casi orgulloso.
—Mi punto, señorita Ogremon, es que al fin tenemos una misión importante. ¡Y la estamos arruinando al estar divididos!
Los ojos de la chica se entrecerraron lentamente, amenazándolo en silencio.
—No exageres, chiquitito. Todos nos encontraremos en el lugar donde ese Coredramon y ese Allomon están luchando, y pondremos fin a esto. Nuestros compañeros digimon no estarán peleados para siempre. Sólo hay que encontrar ese sitio.
Daisuke puso mala cara y señaló un punto, delante de ellos, que Miyako no logró distinguir aunque llevaba bien puestos sus anteojos.
— ¿Qué no vez las bolas de fuego que se divisan detrás de aquella arboleda? ¿Ni siquiera distingues el humo? ¡Esos dos están incendiándolo todo con su pelea! ¡Hay que detenerlos!
—Y eso haremos —coincidió Takeru relajando su mirada.
Extendió su D-3 he hizo digievolucionar a Patamon, Miyako y Daisuke lo siguieron al instante, y sus compañeros volaron por sobre la arboleda para intervenir en la pelea.
Lo que pasó después fue lo más desconcertante del día. Aquello que calificó a esa aventura como la más extraña y, al mismo tiempo, la que llegó a marcarlos de por vida.
Los tres caminaban intentando no tropezar con las raíces de los árboles que sobresalían de la tierra. Pero, por supuesto, Miyako cayó al suelo varias veces y en todas las oportunidades los arrastró tanto a Takeru como a él. Fue tras una de esas caídas que encontraron tres siluetas.
Lo primero que llegó a sus mentes había sido la idea de que esos fueran sus amigos. Pero esas figuras no cuadraban con los cuerpos de Iori, Hikari o Ken. Esos extraños eran personas, pero eran púrpuras, desde la raíz de sus cabellos hasta la punta de sus pies.
Los tres elegidos se acercaron despacio, con sumo cuidado de no alertar a las siluetas con algún ruido. Las tres figuras estaban de espaldas a ellos. Daisuke entendió que habían frenado el paso al notar sus sombras cubrirlos, supuso que se darían vuelta para atacarlos y se preparó para un contraataque.
Entonces, las tres figuras se giraron quedando de cara a ellos, pero antes de poder reaccionar con lo que habían planeado, los seis dejaron un grito en el cielo. Sucedió casi en un milisegundo. Dos puñetazos, uno en el rostro de Daisuke, otro en el brazo de Miyako. Y una patada en el estómago de Takeru, dejándolo tendido en el suelo. La persona púrpura ubicada en el medio de las tres figuras amenazó con golpearlos de nuevo. Daisuke y Miyako ayudaron a Takeru a levantarse.
— ¿Quiénes son ustedes? —Exigió saber la agresora.
Los tres alzaron sus manos, extendiendo sus palmas, para dar a entender que no querían hacerles daño.
—Mi nombre es Takeru Takaishi —se presentó él dando un pequeño paso hacia adelante —. Ellos son Miyako Inoue —dijo señalándola con la cabeza —, y Daisuke Motomiya.
Daisuke asintió y sonrió a las tres personas de color púrpura como saludo, pero nadie le respondió. Se fijó en que la figura del medio llevaba el cabello púrpura atado en una coleta, a su derecha había un muchacho, que también tenía su piel, su cabello y toda su ropa púrpura, y a la izquierda, escondiéndose un poco detrás de la agresora había una persona más, mirando siempre hacia abajo, con los dedos de sus manos entrelazados con timidez. Daisuke se movió un poco, para verla mejor, pero la persona del medio le mostró ambos puños, amenazándolo con agredirlo una vez más, y él no quería otro golpe, de modo que se quedó lo más quieto posible.
— ¿Qué son ustedes? —Se le escapó decir.
En realidad, Daisuke no había querido preguntar eso, sino más bien se le hacía curioso cómo habían terminado púrpuras, pero se sorprendió a sí mismo preguntando aquello y, como lo había estado haciendo durante todo el día, dejó que las sorpresas lo guiaran.
El muchacho púrpura alzó una ceja.
— ¿Cómo que qué somos? Eso es obvio, hombre. ¡Estamos púrpuras, pero somos personas! ¿Qué más? Yo soy Hirokazu Shiota —comentó con un tono de voz peculiar.
La agresora lo fulminó con la mirada y él alzó las manos al igual que los tres elegidos habían hecho hacía un momento. Daisuke pensó que esa muchacha debía de dar miedo todo el tiempo e incluso a sus amigos.
—Mi nombre es Ruki Makino —habló la agresora, habiendo respirado profundo y bajado los brazos —. Y me gustaría saber cómo llegaron ustedes aquí.
Daisuke, Miyako y Takeru compartieron una mirada.
—Y a nosotros nos encantaría saber cómo llegaron ustedes —contestó Miyako a la defensiva.
Ruki Makino entrecerró los ojos. Daisuke creyó que estaba lo suficientemente distraída como para prestarle atención a lo que él hacía, y volvió a moverse para encontrar la mirada tímida de esa tercera persona púrpura que le llamó tanto la atención. Recibió un golpe en la nuca por su intento.
— ¡Ya-deja-de-hacer-eso! —Le gruñó a Ruki Makino con la mandíbula fuertemente apretada.
La muchacha lo tomó por la camiseta y lo alzó del suelo.
— ¿Cómo puedo estar segura de que ustedes no son enemigos?
— ¡Oye, tranquila! ¡De verdad no quiero hacerte daño! —Le advirtió Daisuke.
Una risilla cantarina llevó a Ruki Makino a soltarlo, haciéndolo caer sentado al suelo. La muchacha se giró para ver a la única persona púrpura que no se había presentado y así Daisuke pudo verla, sonriendo a medias, con sus grandes ojos cafés puestos en él; la chica ocultó su risilla entre sus manos y apartó la mirada hacia sus pies. Ruki acompañó el eco de esa suave risa con la suya, un poco más bufona.
Daisuke tardó medio segundo en caer en la cuenta de que nadie le había creído su amenaza.
—Hablaba en serio —dijo poniéndose de pie. Hirokazu Shiota también se rio. Incluso Miyako y Takeru se unieron al coro de pequeñas risas. — ¿¡No me creen!?
—No tendrías oportunidad —le advirtió Hirokazu Shiota encogiéndose de hombros.
Ruki Makino se cruzó de brazos. Daisuke puso sus manos en sus bolsillos y frunció los labios. Pero antes de que se le ocurriera qué contestar para defender su orgullo, una bola de fuego azul salió despedida de entre las montañas y dio a parar junto a ellos.
Mis agradecimientos infinitos a NievesJS13 por su hermosísimo fanart Daijeri
¡Gracias por leer! Espero tengan lindo día n.n
