Esta historia está dedicada a Kary map por apoyar mis historias con sus palabras de aliento. Espero que pases un cumpleaños muy divertido y esta historia sea de tu completo agrado.

Los personajes pertenecen a Hinako Sensei, pero yo volveré hombre lobo a Souichi y haré que las cosas se hagan de una forma distinta con Morinaga.

Cómeme a besos.

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Finalmente escapé de todo y de todos, necesitaba alejarme de esa sensación asfixiante, de esas manos que parecían impedirme crecer, impedirme vivir y salir a conocer el mundo. Pero que horrible mundo, esos aromas desagradables todo el tiempo. Esas personas falsas que sólo buscaban un nombre, un apellido, siempre interesados en poseerme como una cosa, como un objeto, tan sólo por el buen nombre de mi familia y ese poder que poseíamos.

La vida se hacía cada vez más absurda y vana, mis padres parecían preocupados por el linaje, pues éramos los últimos hombres-lobo que podíamos transformarnos a voluntad y poseíamos un poder espectacular. Me buscaron parejas femeninas que yo rechacé, razón por la cual los escuché aquella noche hablar sobre usar un ritual para hacerme hermafrodita y poder concebir con un hombre.

Desde que nací en aquella casa tan fría y solitaria, estaba perdido. Claro mis padres llenos de amor y pasión por doquier me asqueaban, siempre decían que un día encontraría alguien que me enamoraría completamente y lograría entenderlos. Pero yo jamás me sentí con afecto real, ellos preocupados viajando por el mundo en sus negocios familiares y viniendo a casa de vez en cuando a ver qué tal iba en mis estudios. Así fueron las cosas mientras crecí en medio de lujos pero vacío de todas las otras cosas que los demás tenían: Una familia amorosa.

Aprendí la cosa más importante de todas gracias a ellos, que la única persona con la que puedo contar soy yo. De esa manera supe que no necesitaba de amigos, de otras personas diciendo que hacer o como vestir, cosas que siempre me fueron impuestas. Jamás pude elegir que usar, o que comer, mi niñero personal se encargó de educarme en buenos y detestables modales.

Los odiaba pero a la vez los quería, simplemente necesitaba hacerles ver que yo podría ser mejor que ellos con tal de saber que estaban orgullosos de mí. De esa manera me esforcé por buscar mi lugar en el mundo. Siempre con las notas más altas, ganando concursos de la escuela con tal de verlos ahí orgullosos abrazándome y tomándose fotos a mi lado.

Me repugnaba lo que la sociedad hacía de mí, un pelele de los caprichos, un muñeco de aparador que obedecía ciegamente con tal de un «bien hecho hijo». Para recibir regalos que cada vez se hicieron más estúpidos y sin sentido como todo, como la vida.

Cuando llegué a la pubertad me asustaron los cambios, ya me habían hablado de aquello en la escuela, pero no era lo mismo saber que podíamos transformarnos en creaturas poderosas y salvajes, que sentirlo. No olvido la primera vez que miré a mis padres transformados en aquellas creaturas desagradables, era de mal gusto en nuestra sociedad mostrar esa forma animalesca, pero existen muchos sitios para liberar esa parte salvaje e incluso clubs de cacería. Aunque se utiliza comúnmente para aparearse y viene aunado a los ciclos de celo.

Mi primer ciclo de celo me mantuvo encerrado en mi habitación, podía oler a distancia a las otras personas. Me desagradaban, todos me desagradaban, esos aromas horribles que parecían saturar mi nariz con tan solo estar a un par de metros. Mi cuerpo se hacía peludo y mis dientes crecían junto con garras en mis manos, me sentía perder el control de mí mismo como si quisiera aparearme y correr libre por el campo. El calor en mi cuerpo con la sangre correr por todas partes en un sentimiento ansioso y asfixiante saturaba mis sentidos. Mi niñero Isogai fue el único que tuvo la delicadeza de decirme que tenía que aliviarme por mí mismo y sólo así pude tranquilizar aquella sensación. No le agradecí pero ese hombre era el único buen amigo que tenía, siempre detrás de mí para cuidarme, claro bajo las órdenes de mis padres. Aunque genuinamente se interesaba en mi bienestar y escuchaba mis problemas intentando darme consejos.

Las dificultades crecieron a partir de mi primer celo, un sinfín de mujeres a mis pies hipócritamente para ganar mi afecto. Además no bastó con sentirme asediado en la preparatoria, mis padres comenzaron a traerme citas obligadas a las cuales yo asistí, rompiendo en partes las ilusiones de esas desagradables mujeres que ponían en mi camino. Todas y cada una de ellas tan falsas como el mundo que me rodeaba, interesadas en mi apellido, en la fortuna familiar, en el aroma que me había tocado y en la capacidad de mi linaje. Sabía de hecho que los Tatsumi éramos los más poderosos, podíamos transformarnos a voluntad, no como los demás, pues muchos no tenían el suficiente poder para obtener la transformación, eran comunes hasta cierto punto.

En la universidad decidí estudiar la alquimia, de ninguna forma seguiría al negocio familiar de las cadenas de tiendas de ropa. Yo pretendí en primer lugar alejarme lo más posible de todo el mundo y esa carrera me permitía trabajar sin hacer equipo con nadie. No necesitaba hablarle a otros, sólo a los profesores y luego marcharme a casa. Me hice adicto a estudiar, entendí que la magia de los intercambios que generaba la alquimia, tenía aplicaciones distintas a las que yo estudiaba en la carrera. Ahí fue donde descubrí que existían otros mundos paralelos al nuestro coexistiendo en distintos espacios. Descubrí en los libros que para abrir un portal necesitaba la ayuda de otro poderoso alquimista para sostener la conexión mientras ingresara, sin embargo no pretendía escapar de mi mundo. ¿Qué caso tenía ir a otra parte?

Entonces de inmediato cambié de parecer cuando los escuché hablar luego de una de mis citas fallidas. Mis padres querían descendencia a como diera lugar y pretendían darme la facultad para engendrar un hijo en mi interior. Otros lo habían hecho, pues la maldita alquimia nos daba poderes para jugar con los designios de la naturaleza. Entonces comprendí que debería seguir mi propio destino alejado de ellos, no me dejarían marchar a otro país, pues ellos parecían habitar en cualquiera de ellos, por esa razón supuse que la solución radicaba en cambiar de universo.

Cuando le conté a Isogai de mis planes, se rehusó a ayudarme hasta que habló con mis padres y entendió que sus planes se extralimitaban, pretendían mandarme a citas con hombres con tal de ver si las cosas funcionaban de esa manera.

Esa noche, sin dudar me ayudó. Empaqué una mochila con cosas importantes y ambos abrimos el portal, me despedí de mi amigo Isogai y finalmente le agradecí por su ayuda todos los años de mi vida. Él era como un padre para mí. Con algunas lágrimas en los ojos me pidió que me comunicara en cuando me fuera posible para hacerle saber que todo estaba bien. Así me marché dispuesto a la aventura, a forjar mi propio destino con mis manos y mis acciones.

Al llegar al lugar me asustó mucho observar un enorme bosque que se extendía a la distancia. Me atemorizó imaginar que no habría nada en ese mundo, simplemente plantas y animales. Caminé entre los árboles algunos minutos angustiantes, mirando el cielo azul y los pájaros que revoloteaban entre las ramas, al igual que algunas ardillas y una infinidad de insectos. Mis sentidos agudos me permitían notar cualquier cosa que se moviera, pero la cosa más extraña me tenía confundido desde el inicio, ya que cuando intenté tomar mi forma animalesca para defenderme de lo que pudiera hallar en el entorno, no conseguí la transformación.

Algunos pasos más, me hicieron dar con un sendero de cemento y comprendí que la civilización se encontraba muy cerca de ese sitio. Corrí un poco con tal de toparme con las creaturas que habitaran aquél lugar y gran fue mi sorpresa al descubrir que eran idénticos a nosotros. Pero sus aromas eran vagos, ninguno poseía una esencia poderosa como las personas en el mundo de donde provenía.

Una edificación extraña, muchas personas reunidas en torno a algo que parecía una especie de ídolo y adornada con papeles brillantes. Las personas se inclinaban ahí y tocaban un cascabel, juntaban sus manos y caminaban alejándose. Parecía que pretendían conjurar algo con alquimia sin usar materiales ni figuras pintadas. Seguí mi camino bajando una enorme y larga escalera hasta llegar a una ciudad tan enorme y común como las que yo conocía en donde habité. Continué caminando a lo largo del lugar, un mar de personas en trajes que iban y venían de sus empleos seguramente, yo en realidad no tenía un plan concreto para hacer alguna cosa de mi vida. Primero que nada necesitaba alojamiento y un trabajo, algo que nunca había tenido la necesidad de realizar, pues todo me fue dado al estirar la mano. Tenía comida en la mochila ¿pero cuánto tiempo me duraría?

El sol se ocultó lentamente como solía hacerlo en mi mundo, unas horas había de diferencia de donde yo venía, ya que el ritual del portal lo habíamos hecho Isogai y yo como a eso de las diez de la noche y en este sitio por la luz parecían ser las seis. De inmediato miré en una tienda el dinero que era totalmente distinto al que yo traía en la billetera. Observé los lugares de comida, los aromas se intensificaban haciendo mi estómago gruñir, de manera que me senté en esa acera a comer mi almuerzo. Las personas me miraban extraño, ¿En realidad qué les importaba que yo pareciera un vagabundo? Era mejor no tener a dónde ir que ser un prisionero.

El frío se intensificó conforme las horas avanzaron y me sentí un poco más sólo de lo normal, tenía ganas de escuchar la sarcástica voz de Isogai decirme que debía darme una ducha y descansar para ir a la universidad. Quería escucharlo avisarme de la cena, pero no volvería a verlo y ya lo extrañaba. Mirando por el camino observé la luna creciente y sentí una sensación extraña, algo inimaginado, una fascinación distinta como si me sintiera atraído por esa brillantez que intensificaba la magia de mi cuerpo, podía sentir los poderes casi salir y permitirme hacer conjuros poderosos.

Bañado con la incipiente luz de la luna, me senté en un parque que no tenía buena luminosidad artificial y suspiré de tristeza, pensando que tengo que volver a mi mundo pues soy una persona demasiado inútil. No tenía un plan adecuado, ni tampoco dinero, ni las tarjetas de crédito servían aquí. Comencé a preguntarme qué tan malo sería eso de que mis padres cambiaran mi anatomía y me percaté que llegué a este mundo para ser una cosa sin valor. Las lágrimas salieron de mis ojos tratando de pensar en alguna buena razón para existir, en una sola cosa que me hiciera pensar que valía la pena estar vivo. Las únicas cosas que me alegraban el día eran la práctica de la alquimia, el estudiar, el aprender, pero en este mundo he perdido mi oportunidad de hacerlo y si regreso a casa seré prácticamente vendido y usado.

Sujeté mis rodillas recargado bajo el árbol que me arropaba.

— ¿Qué voy a hacer? — Dije en medio de mis sollozos.

— Todo estará bien. — Escuche de inmediato una amble voz y percibí el aroma más dulce y encantador que jamás había conocido.

De inmediato alcé la vista pues tenía que ver de dónde provenía aquella hermosa voz. Lo miré bañado de la luz de la luna y observé sus ojos verdes que me miraron con ternura, una que jamás nadie me había dado. No supe que responder, un extraño sentimiento me cubrió como si quisiera o necesitara con urgencia abrazarme de ese hombre de cabellera azulada.

— Me llamo Morinaga Tetsuhiro. Pareces un poco perdido, ¿escapaste de casa verdad? ¿Por qué no vienes conmigo y te invito algo de comer?

Aquella amabilidad, quizá lástima no podría aceptarlas, estaba a punto de rehusarme cuando tendió su mano hacia mí. Una mano franca, agradable y su aroma en particular me indicaba que estaba preocupado por mí. La hermosa sonrisa que me mostró, terminó por obligarme a sujetar su mano y levantarme.

— ¿Cómo te llamas chico? Yo diría que tienes unos dieciséis. Te entiendo perfectamente, a esa edad yo tenía ganas de escapar de casa, ¿pero sabes qué? Al final tuve que madurar y buscar mi propio camino sin escapar de los problemas.

No quería hablar, no tenía ánimo para responder, sólo continué escuchando esa tranquilizante voz con ese aroma relajante suyo. El hombre parecía no querer detenerse de hablar, con esa sonrisa franca y sus ojos vivaces.

— Te puedo llevar a comer a un restaurante o también podría prepararte sopa miso en casa. Tengo carne y muchos vegetales. Pero no sé si tú confiarías en mí para entrar a mi casa. Así que vamos a ese lugar a comer.

— ¿Carne? ¿Cuál carne?

— Tengo cerdo en trozos… Ya veo entonces iremos a mi casa si no te importa.

Asentí pensando en que me encanta ese tipo de carne en sopa miso. De inmediato me cubrió con su chamarra en un gesto paternal y caminamos juntos hasta un complejo de departamentos. Me invitó a entrar a un lugar bastante pequeño, al menos comparado con la enorme mansión que poseían mis padres. Una diminuta sala con un sillón, una habitación y la cocina al fondo.

— Adelante, deja tu mochila de viaje en ese lugar y toma asiento en la sala mientras preparo la cena. Puedes ver lo que tú quieras en el televisor. — Dijo entregándome el control remoto.

Deposité el control en la mesa de centro y caminé a su lado para mirar lo que hacía.

— ¿Entonces me dirás tu nombre? — Preguntó mientras sacaba los alimentos del refrigerador.

— Tatsumi Souichi.

— Muy bien Sou-chan. — Expresó como un tonto. ¡Vaya que decirme chicuelo!

— Souichi por favor, no soy un niño. Tengo dieciocho y empecé a estudiar la universidad. Soy lo suficientemente grande para casarme y formar una familia.

— Ya veo Sou-kun, yo tengo veinticinco y estoy estudiando mi doctorado en la universidad de Nagoya. La escuela me paga por ser investigador con una beca escolar, estoy a cargo de un laboratorio de agricultura. ¿Qué estudias tú?

— Yo estudio las aplicaciones de la alquimia en distintos campos.

— ¿Alquimia? Dirás Química.

— No, yo dije alquimia. El intercambio de energías para producir distintos cambios en los objetos. También hay aplicaciones no sólo para trasmutar. — Aquel amable hombre me invitaba a contarle mi historia pero me contuve al notar sus dudas, de inmediato sacó un par de zanahorias y las picaba diestramente mientras preguntó pensativo.

— ¿Dónde se estudia la alquimia? Que yo recuerde son las bases de la química como una ciencia que tenía tintes ocultistas. La creación de la piedra filosofal y trasmutación de plomo en oro. Pero se quedó olvidada una vez que la ciencia se hizo rígida y se olvidaron del ocultismo, astrología y magia, pues son cosas falsas.

— De ninguna forma, la alquimia es una ciencia activa, capaz de transformar con magia los elementos. Además la astrología ha sido demasiado acertada, mis padres se conocieron por un acto de adivinación. Se encontraron aunque pertenecían a distintos países. ¿Nunca has visto trasmutar algún objeto?

El hombre me miró extrañado, parecía incrédulo, y negó con la cabeza. Su aroma denotó desconfianza ante mis palabras, se encogió de hombros y continuó su labor. Por mi parte caminé en silencio a mi mochila y tomé mi cuaderno de apuntes junto con un gis. De inmediato dejó lo que hacía para ir a ver qué haría en el piso de su sala. Pinté los símbolos con un gesto de desaprobación suya:

— ¡Pero por qué pintas en el suelo!

— Guarda silencio y te mostraré que la alquimia es cierta. Dame esa planta seca que tienes en la entrada.

Totalmente serio y desconfiado, tomó un rosal muerto que estaba en una maceta en la entrada. Me la entregó con dudas en su rostro para saber qué haría y le pedí un vaso con agua junto con algunos de los vegetales frescos. Me los entregó remiso y coloqué algunos ingredientes extra en el círculo. Y comencé a conjurar tocando un par de extremos del círculo:

— Vuelve ahora y toma el sacrifico ofrecido a tu causa, déjanos ver tu resplandor, el verde de tu alma y cada parte de tu constitución.

La planta brilló y las cosas ofrecidas desaparecieron transformándose justo frente a nosotros. La magia de mi interior podía sentirse recorrer mis manos pero en una intensidad demasiado baja a lo que yo estaba acostumbrado, sin embargo exitosamente había logrado mi objetivo. Un diminuto rosal parecía rebosante de vida, una rosa roja estaba abriendo frente a nuestros ojos.

— ¿Cómo hiciste eso? ¡No puedo creerlo! Toda la vida pensé que eran charlatanerías y ahora resulta que la ciencia tiene cosas que aprender. ¿Puedes enseñarme? ¿Dónde aprendiste? ¿En qué escuela enseñan eso?

— Yo podría enseñarte pero no siento la magia en ti. En este mundo las personas no tienen esa esencia. Aún de dónde vengo es difícil tener una cantidad de magia como la mía.

— ¡Vaya! Si no lo veo con mis ojos, no creería tus palabras. Pero háblame de tu mundo, ¿de dónde vienes? Que tal me cuentas mientras sigo con la cena o no podremos comer.

Se levantó y nuevamente me ofreció su mano para marchar juntos a la cocina, ahí sentí la necesidad de contarle todo, aunque me decidí a sólo decirle de dónde provengo:

— Vengo de un universo distinto al tuyo. Ahí los humanos tenemos cosas distintas, podemos transformarnos durante los ciclos de celo. Pero mi familia puede hacerlo a voluntad, pues todo depende de la magia y mi linaje es el más poderoso que existe en donde provengo. Aunque al llegar a este lugar no he podido cambiar y la magia ha menguado. Pensé que había desaparecido hasta que miré la luna y me llenó con esa sensación de poder. He estudiado muy poco de la luna pero es un punto crucial en rituales de poder, quizá es una conexión con mi universo y por eso me devuelve mi poder.

— Ya veo mi pequeño sempai, quiero aprender aunque no posea magia. Me gusta la sabiduría, mucho más aquella que devuelve la vida a una preciosa planta.

— No le devolvió la vida. Intercambiamos la vida de tus vegetales por la del rosal. Además utilicé mucha magia. La alquimia no es ningún juego, hay reglas que no se pueden romper. Los tabúes son cosas imperdonables para aquel que intente realizarlas y es simple de entender cuáles son. Por ejemplo son cosas que requieren un sacrificio humano o animal, como devolverle la vida a una persona es terrible, pues para lograrlo se debería sacrificar la vida de muchas personas en el proceso.

— De verdad que eres un chico muy listo pequeño sempai. Hagamos un trato, yo te enseñaré mi ciencia y tú enséñame los alcances de la tuya.

— ¿Qué puedes saber que yo necesite? Yo estudiaba la alquimia con especialidad en botánica, aunque conozco algunas otras, pues me encantaba estudiar.

— Pues como te dije estoy en un laboratorio de agricultura y hay cosas que seguro son muy distintas a las que tú conoces. He requerido un asistente pero no me había atrevido a pedir alguno. Así que si fuera posible meterte en mi universidad yo me encargaría de enseñarte lo que no sepas.

— Primero tendré que ver si me resulta interesante lo que ustedes estudian. Si su ciencia no tiene magia ¿cómo pueden avanzar en las investigaciones?

— Ese es el punto. La comida tiene que hervir mientras vamos a que te muestre uno de mis libros.

El hombre parecía ser muy inteligente, en este mundo se las arreglaban sin magia y podían hacer tantas cosas. De manera que tenía que aprender su ciencia y ser su asistente era la mejor forma. El problema es que mis papeles decían que tenía la preparatoria en un colegio alquimista.

Luego de la cena los escaneo y se los mandó a un amigo suyo, pidiendo de favor que hiciera unos con la preparatoria de Nagoya. Un secreto que tendríamos juntos.

— Es algo tarde pequeño sempai, creo que debería quedarse. Seguro viene de su mundo escapando de sus padres, un día le contaré mi historia y sabrá que no es bueno escapar. Aunque por ahora quiero que se quede hasta aprender de usted. Tengo una colchoneta que puede usar para dormir y no sé si en su maleta tenga un pijama o puedo prestarle alguno. Será mi invitado hasta que decida volver a casa, sólo si así lo desea.

No tenía opciones. Un hombre amable me ofrecía quedarme y su oferta era totalmente desinteresada, sin intenciones de lastimarme, asimismo podía percibir su aura bondadosa, con ese aroma tan dulce que decía de su buen carácter. Entonces respondí:

— Sólo porque insistes. Además será conveniente para ambos, así te podré enseñar.

— Correcto sempai. Le mostraré el departamento y todo cuanto tengo lo pongo a su disposición. Mañana mismo iremos a mi laboratorio a trabajar, ya son vacaciones pero yo no he terminado algunas cosas. También si mi amigo los consigue, iremos por los papeles que requiere para ser admitido en la universidad y volverse mi asistente. Así le darán una beca escolar y podrá tener dinero para lo que necesite.

— ¿Entonces me pagarán por estudiar? Este mundo es tan fácil, las personas son amables. De donde vengo, todo se trata de poder y dinero. Nada es gratis. Pero usted tiene esa vibra de bondad, no podría asegurarlo totalmente; aunque podemos comprobarlo con un simple ritual de la verdad.

— Justo eso necesito decirle mi pequeño sempai. Sobre la magia y el poder que usted posee, no debe decirlo abiertamente. Las personas no son amables, pocos son de fiar, podrían llevárselo y usarlo como rata de laboratorio si descubren sus habilidades. ¿Así que podríamos mantener la alquimia y todo lo referente a su mundo en secreto? Me someteré a su ritual de la verdad si es necesario.

— No hay problema señor, le creo. Lo sé por su aroma, me habla sobre sus emociones y puedo sentir su preocupación. No siento ambición, ni avaricia.

— Por favor no me digas señor. Soy Morinaga Tetsuhiro y puedes decirme Tetsuhiro.

Al dormirnos en su habitación escuché su respiración tranquila y me concentré en los acompasados y relajados latidos de su corazón. ¿Cómo podía existir alguien tan bondadoso con un completo extraño?

Muy temprano el aroma de su comida me hacía despertar animado, al parecer es un excelente cocinero, por lo que luego de desayunar partimos a su laboratorio, mientras me hizo un sinfín de preguntas sobre mi mundo y la alquimia, parecía lleno de entusiasmo ante los conocimientos. Yo también tenía dudas, pero no quería sentirme un inútil, siempre he sabido ser autodidacta y humillar a los profesores con mi sabiduría. Así que le pedí algunos libros y me dijo que me los prestaría en su departamento, ya que en su laboratorio únicamente tenía los de su doctorado.

Pasamos un día increíble compartiendo conocimientos, luego me llevó a comprar los comestibles y nuevamente a su casa. Su apartamento, ya no me parecía tan diminuto, sino era acogedor, tan lleno de él y del amor por sus semejantes que casi parecía contagioso. Por primera vez participé de ayudarlo con la preparación de la comida. No era tan complicado como lucía, simplemente tuve que tener paciencia al picar en trozos las cosas.

Sentí tan extraño cuando su mano sujetó la mía mientras colocó el cuchillo para enseñarme a picar, que me aparté bruscamente e hice que se cortara el dedo. Me sentí avergonzado, así que intenté curarlo con alquimia, pero no resultó, definitivamente había algo en la luna que me daba poder.

— Disculpe señor, deberá esperar a que la luna salga y así podré curar su herida.

Sonriente me respondió:

— Soy Morinaga Tetsuhiro y no es un problema, eso suele pasar. Así que me haré una curación de este mundo, que tardará en sanar pero estaré bien. Descuida.

Esa sonrisa sin duda tenía algo extraño, parecía tener poder sobre mí, pues casi percibí la magia recorrer con fuego por mi cuerpo. Me sentí desnudo con ese par de ojos verdes mirando, no podía decir una sola mentira cuando intentó pedirme ayudarle en el aseo, de manera que accedí de mala gana, sobre todo por su dedo lastimado. ¡Es un chantajista miserable!

El caer de la noche se hizo agua en nuestro tiempo, reparé su dedo y continuamos estudiando uno los libros del otro. La noche nos trajo la madrugada hasta que nos fuimos a descansar rendidos.

Abrí mis ojos con esa intensa luz solar que entraba por la ventana. Escuché un par de risas en la cocina, así que me levanté para mirar con enfado a un tipo que tonteaba con mi profesor Morinaga. Un gruñido salió de mi garganta, tenía ganas de transformarme y atacarlo hasta lesionarlo. Entonces ambos me miraron:

— Ya veo que te has levantado, mi pequeño sempai. Hiroto ha venido de visita y nos trajo los papeles. Él tiene contactos bastante especiales, no es bueno hacer estas cosas, pero tú ya has estudiado la preparatoria, así que no es mentira.

— Veo que tienes muy buen gusto, aunque es un crimen salir con un chico tan joven Angel-kun. — respondió el tipo desagradable.

— No Hiroto, sólo somos un par de amigos. Sempai es como el hermanito que siempre quise tener.

— ¡Además somos hombres! Los chicos no deben salir uno con otro, no es algo natural. — Cómo podían pensar en cosas tan sucias como las que mis padres querían hacerme.

— No te enfades pequeño sempai, yo jamás haría nada que te molestara.

Respiré con profundidad ante esa forma tan inquieta de verme y en silencio tomé un par de panecillos de la mesa para comerlos en la habitación. No tenía intenciones de departir con aquel tipo. No me agradaba verlo tan cerca de Morinaga.

Cuando terminé mis panes, el tipo seguía platicando con Morinaga por lo que salí a interrumpirlos:

— Morinaga a qué hora piensas que iremos al laboratorio. ¿No crees que si te apresuraras terminarías más pronto todo?

— Por supuesto sempai. Pero primero debe desayunar apropiadamente para poder tener energía. Tome asiento que aquí están sus alimentos.

Me sirvió algunas cosas y se sentó en la sala a seguir hablando con el tipo de voz molesta. Ese aroma suyo parecía ser tan distinto al de mi profesor Morinaga, que de cierta forma infectaba nuestro ambiente. Liberé mis feromonas territoriales para que se largara pero no conseguí que ninguno de ellos percibiera algo distinto.

Sin embargo algo curioso ocurrió.

— Hiroto tengo algo de calor así que creo que nos vemos otro día.

Morinaga se levantó caminando extraño y de inmediato percibí una mirada suya muy rara, su aroma se transformó en atrayente y tuve que dejar de liberar aquellas feromonas pues me sonrojé con ese aroma de excitación que me propinó mi sensei. El tipo molesto se burlaba de Morinaga pero afortunadamente se marchó en ese momento.

Mi sensei se metió al baño y desde afuera percibí a pesar de los aromas del jabón de baño, la excitación de su cuerpo. Un olor intenso, tan sensual, tan cargado de pasión que me quería dejar llevar. Creo que los humanos son sensibles ante las feromonas nuestras, por lo que abrí las ventanas y ventilé el lugar antes de que saliera de la ducha.

Los subsecuentes días nos dedicamos de lleno a estudiar, es tan satisfactorio aquello que me siento por primera vez tan libre, tan ansioso de vivir y conocer las cosas que este mundo tiene para mí. Sólo me falta ser autosuficiente y eso lo conseguiré si me admiten en la escuela.

El ciclo escolar empezó y afortunadamente fui admitido en la escuela, me hicieron un examen que acredité fácilmente. Entonces metió mi solicitud para volverme ayudante del laboratorio. Su superior, el profesor Fukushima accedió cuando el habló bien de mí. Es tan extraño tener una persona que confía en ti y habla de tus virtudes.

De cuando en cuando lo sorprendí observando mi rostro:

— ¿Por qué me ves así Morinaga?

— No es nada, fue un error. Sólo me agradas mucho mi pequeño sempai.

De alguna manera esa mirada tenía algo más que lo que decía, podía percibir su aroma llenar mi cuerpo con sensaciones cálidas. Y me forzaba a liberar mis feromonas que controlé a base de enfocarme en las tareas de la ciencia, no iba a afectarlo a él o a otras personas. El control era algo importante que me habían enseñado. Entonces recordé que mi ciclo de celo se había detenido pues no me ocurrió nada raro la semana pasada que me tocaba sentir esa sensación desagradable. Aunque quizá ocurrió por la falta de magia y que los aromas del lugar no son para nada llamativos, son bastante leves y perceptibles sólo cuando yo quiero.

La luna estaba cada vez dándome más poder conforme los días pasaron, puesto que se hacía cada vez más notoria y redonda, seguramente el día de hoy se hará llena y podré mandar un mensaje a Isogai, con tal de agradecerle cambiar mi destino.

La luna a media tarde se podía ver totalmente llena y circular, la magia irradiaba en mi cuerpo como si fuera de noche, sin duda podré contactar con mi mundo por la noche, sé que mi amigo Isogai le alegrará que estoy a gusto en este mundo.

Mientras más avanzó el día comencé a sentirme extraño, como si la magia se saliera de control; escuché con más intensidad los latidos de las personas en mi clase y escapé al laboratorio con Morinaga. El problema surgió cuando comencé a sentir fuera de control mis emociones, tenía ganas de arrojarme a los brazos de mi profesor Morinaga y morderlo. El calor y esa ansiedad me indicaron evidentemente que mi ciclo de celo estaba demasiado cerca. Respiré profundamente para calmarme, desabotoné mi camisa y me puse un hielo en el cuello advirtiendo esa mirada sensual en los ojos verdes que me vieron pasando saliva con prisa y regresando a los experimentos, por lo que supongo mis feromonas están un poco libres para causarle esas emociones a él. Enfoqué mi cuerpo, ya que había aprendido a controlar mi celo desde la pubertad, sólo requería masturbarme un par de veces y luego todo se haría tranquilo.

Cuando dieron las cinco de la tarde corrí al baño, no soporté ese aroma de mi superior y con unas cuantas sacudidas me corrí relajándome finalmente. Todo estaría bien, por supuesto que tendría que conocer mi cuerpo y sus reacciones, sólo debía controlarme y la transformación no se mostraría. Nuevamente me sentí ansioso a la media hora, comprendí que mientras más tiempo pasara al acercarse la noche, la luna me crearía el influjo capaz de hacer inminente mi transformación:

— Morinaga, ¿podríamos irnos a casa temprano? No me siento bien.

— Por supuesto pequeño sempai, ahora que lo mencionas creo que también estoy algo extraño, supongo que me dará un resfriado.

— Entonces vámonos ya por favor.

Guardamos las cosas en los refrigeradores y caminamos a casa. La luna estaba brillando cada vez más y su luz me turbaba por completo, sentí que podría darme otra erección y me enfoqué en un millón de cosas. En los problemas con mis padres y esas horas de soledad con tal de evadir la magia que me forzaba el ciclo de celo.

Una vez entramos a casa, respiré con tranquilidad y entré al sanitario a darme alivio una vez más. Me descubrí pensando en él, en Morinaga imaginando que su aroma dulce y pacífico se intensificaba tornándose sensual como si el pudiera tener un ciclo de celo; aunque me regañé a mí mismo de pensar en aquello, somos dos hombres y él no es una creatura mágica como yo. Abrí la ventana del baño con tal de ventilar las feromonas que liberé y me di una urgente ducha fría. Salí mucho más relajado y el olor de la cena me hizo evadir nuevamente el calor de mi cuerpo, normalmente controlaba el celo con tres orgasmos, seguro uno más y estaría tranquilo como en cualquier día.

Al terminar de cenar, prendí el televisor cuando Morinaga se metió a ducharse. Fue cuando yo volví a notar esa ansiedad loca, se hacía más fuerte conforme los minutos pasaron, incluso sentí la urgente necesidad de liberarme en la habitación o ahí mismo en el sillón, ya no podía esperar a que él saliera del baño. Sin embargo mi juicio me impidió hacer cualquier cosa, a razón de que si lo hacía en cualquiera de esos lugares me arriesgaba a ser descubierto, no podría controlar la transformación cuando tuviera un orgasmo en este estado. Comencé a sentirme más caliente, tenía que transformarme, sentía esa opresión en mi pecho de contener la urgencia. Imaginé lo que ocurriría si Morinaga me ve como un animal, toda esa ternura se esfumaría, no me miraría igual y pensaría que soy horrendo, que soy un animal o una bestia espantosa.

Me acurruqué en el sillón y ni siquiera el sonido de la televisión podía hacerme pensar en otra cosa. Temblé con agitación, ya no habría marcha atrás cuando dejara salir esa bestia en mí. Tenía miedo, mis latidos no me permitían pensar en algo que no fuera correrme y liberar la magia en la transformación.

— ¿Pequeño sempai estás bien? — Preguntó Morinaga tocando mi frente y su aroma parecía impregnado con angustia. — ¡Estás ardiendo en fiebre!

— Aléjate de mí, por favor no sabes lo que haces al acercarte.

Mis feromonas de apareamiento salieron, no pude evitar que se liberaran, era eso o transformarme.

Su rostro tan cerca del mío mirando con preocupación me hizo tener ganas de besarlo. Se sonrojó de inmediato, parecía leer mi mente y mis deseos, ya que se alejó y miró al piso.

— Tengo que traerte una pastilla para la fiebre.

Me levanté al instante y sujeté su muñeca entre mis manos.

— No te vayas. — Dije en un casi gruñido.

— ¿Tú estás haciendo esto verdad? — Expresó sin mirarme, no había volteado su cuerpo, pero yo escuché su palpitar acelerado y percibí el olor de su cuerpo excitado.

— Yo quiero… yo necesito… eres tu…

— Tú eres un chico, no puedo aprovecharme de ti. Además eres como mi hermanito pequeño.

Me enfadaron esas palabras, yo era un hombre, no tenía derecho a rechazarme. Lo empujé contra la pared y lo recliné sujetando sus manos con fuerza gritando:

— ¡Yo no soy tu hermano! ¿No sientes esto? ¡Maldita sea!

Me restregué contra su cuerpo y olí su cuello escuchando un gemido de su boca.

— ¡Basta Souichi! No sabes nada de mí, no quiero tomar tu inocencia.

Mi nombre en sus labios sonó tan seductor, de inmediato miré sus ojos. Un poco más alto que yo y estaba tan excitado. Liberé sus manos por esa mirada salvaje que poseía. Al sentirse libre de inmediato me besó, y ya no podía dar marcha atrás, necesitaba con urgencia correrme. Su cuerpo poseía el compás de la melodía que yo ansiaba escuchar. Su boca metiendo su lengua con pasión me quemaba como el fuego, no tenía miedo de entregarme, el parecía un animal salvaje como yo, pues me sujetó de la espalda y metió su lengua una y otra vez rítmicamente mientras sus manos rozaron mi anatomía. Primero pasaron por mis tetillas y yo comencé a gemir como un loco. Se liberó de mi boca y casi temblando de pasión me preguntó:

— ¿Estás seguro de esto?

Con la fuerza de mis manos rompí su camisa arrancando los botones, le causé unas marcas rojas sobre los hombros y así lo hice perder el control. Volvió a los besos y me arrastró a la habitación.

Me centré en controlar la transformación, si algo haríamos no iba a permitir que viera al animal que vivía en mi interior, seguro me tendría miedo. No iba a permitir que esa dulzura suya se perdiera por culpa de mi descuido. Retiró mi ropa mostrado cada parte de mi piel en algunos hábiles movimientos.

Colocó mi cuerpo sobre la cama bañándome con besos, mientras más acarició cada zona de mi cuerpo, sentía la sensibilidad aumentar con el fuego de mi interior. Se hacía pesado el aire, tenía que dejar salir a la bestia pero no permitiría a mi cuerpo controlarme.

Se tornó tan difícil cuando usando su boca acarició mi pene metiéndolo hasta el fondo de su garganta, no podía correrme conteniendo la transformación y la locura ardía en mis venas bombeando apresuradamente con sus manos acariciando mi cuerpo. Utilizando mis dedos rasguñé a las sábanas con las garras que salieron sin que pudiera impedirlo, de inmediato un dedo suyo con algún extraño líquido resbaloso entró en esa zona bajo mis testículos haciendo que la incomodidad me evitara transformarme:

— ¿Qué haces? Eso es extraño.

— Relájate sempai, ya verás que se sentirá bien, no te voy a lastimar lo prometo.

Sus palabras confiadas y sinceras me convencieron de relajarme un poco, pero en un instante dos de sus dedos tocaron algo que me enloqueció definitivamente.

— Ahh… ¿Es aquí verdad? — Dijo en una voz sensual.

Se hizo incontenible, quería correrme mientras tocaba ahí, pero la transformación se liberaría si me permitía perder el juicio.

— Déjate llevar sempai, no te preocupes.

Entonces su boca volvió a meter mi miembro y no pude más, liberé mi esencia y la transformación salió mientras aullé rasguñando las sábanas corriéndome tan intensamente que me perdí a mi mismo. No me importó nada, sólo esa lengua seductora succionando y sus dedos hábiles intensificando mi placer.

Tuve miedo una vez que recobré la cordura, ya no podía volver a la normalidad y me miró con los ojos bien abiertos.

— ¡No me veas! ¡Soy horrendo!

— ¿Esto era lo que ocultabas? No te preocupes, no me importa que puedas transformarte. De hecho sigues siendo lindo y te deseo. Quiero más de ti.

— Quien puede estar cerca de una cosa como yo. ¡No me mientas! Que estoy tan saturado y así no puedo leer tu corazón. Mejor déjame marcharme.

— No lo has entendido pequeño sempai, yo estoy enamorado de ti. Aquella noche que te vi tan frágil me enamoré de ti, aunque intenté negarlo, pues eres muy pequeño e indefenso. No podría quitarte la inocencia un tipo sucio como yo que ha pasado por tantas cosas y conocido demasiadas camas.

Acarició mi rostro y pasó su mano por mi pelaje dando un pequeño beso en mis labios de los que sobresalían un par de colmillos. Tranquilicé mis sentidos un instante y escuché sus latidos, olí su esencia que no parecía asustado. Se había hecho mucho más dulce, más amoroso.

Se separó de mí y se alejó intentado controlar su excitación que todavía se alzaba entre sus pantalones. Pero lo detuve, jalé su cuerpo hasta que volvió a besarme, desabrochó sus pantalones sin dejar de meter su lengua en mi boca y se separó para quitárselos. Se volvió a subir elevando mis piernas y en mi oído dijo con tranquilidad:

— Debes relajarte, no te dolerá si respiras lentamente.

Mi cuerpo continuaba con la erección que no había bajado a pesar del orgasmo y de pronto lo sentí una punzada lenta que dolía un poco. Sus besos se hicieron apasionados, podía sentir que mis colmillos cortaban un poco su lengua por el sabor a sangre pero no se detuvo y entró con calma resoplando sobre mi rostro. Entró totalmente y sus ojos que se habían cerrado conteniendo su orgasmo se abrieron para darme la ternura de su amor.

Los movimientos de su cadera comenzaron sin que me percatara de ello hasta que tocó esa parte dentro de mí que me enloqueció, no parecía hacerlo adecuadamente, yo necesitaba más velocidad en aquello y más presión, quería correrme otra vez, sabía que podía llegar mucho más lejos esta sensación de placer, por lo que lo puse debajo de mí sin separar nuestra unión. Me moví aprisa, agité mis caderas haciendo que él se retorciera abajo de mí, gemíamos una y otra vez.

— Oh sempai, ya no puedo contenerme más… ¡ah! ¡ah! ¡ah!

Gritó una y otra vez mientras hice violentos los movimientos. Me agaché rasguñando sus hombros e irresistiblemente mientras el orgasmo se apoderó de mí lo mordí en el cuello probando su sangre. Agitó con su mano pues notó que yo no cesaba en la eyaculación y la glándula en la base de mi pene creció mientras siguió agitando a pesar de mis colmillos en su cuello. Su erección en mi interior parecía recomponerse y se agitaba su pecho en respiraciones cortas mientras yo volví a moverme algunos minutos. Lo liberé de mi mordida y observé un par de lágrimas en sus ojos ávidos de goce, parecía en un trance que empañaba sus sentidos.

— ¡Te amo! — Gimió cuando se volvió a correr en mi interior y yo logré tranquilizar esa sensación finalmente.

Caí rendido sobre él y me giré a su lado. Abrió su brazo aguardando por mi cabeza que se acurrucó siendo abrazado. No entendí en que momento me perdí en nuestro aroma, en esa sensación de suavidad de su piel, en los leves besos que me repartió en los labios y la mejilla mientras me sentí protegido como jamás había estado. Sus palabras se perdieron entre mis sueños:

— Esto debe ser un sueño sempai. Te amo tanto que no sé porque soy tan afortunado por haberte encontrado…

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ESTA HISTORIA CONTINUARÁ…

Nos vemos mañana en un one shoot dedicatoria de otra trama distinta.