Capítulo 1: Encuentro
Caminaba tranquilamente por el bosque, su melena azabache bailaba con la suave brisa y los rayos del sol acariciaban su nívea piel. Había estado recogiendo hierbas medicinales durante la mañana y ahora se dirigía hacia su aldea, aunque hubiera preferido quedarse y seguir recogiendo las plantas su estomago dio señales de lo vacío que estaba y por eso con resignación se encaminaba a su cabaña.
De repente a la lejanía oyó algo parecido a un aullido de dolor, era un animal, un animal estaba sufriendo. Sus sentidos se agudizaron tratando de percibir en qué dirección estaba la criatura, se desvió del camino y empezó a correr apresuradamente con cuidado de no tropezarse con las innumerables piedras que estaban entre el pasto.
A los lejos vio una especie de bulto blanco con manchas rojas, alentó su correr al ver que el animal era enorme casi del tamaño de un oso, se escondió detrás de un grueso árbol y espero a un momento para ver si ese hanyô se percataba de su presencia. Dedujo que era un medio demonio ya que a pesar de no tener poderes de sacerdotisa al estar cerca de él sintió una pequeña aura demoniaca.
Maldecía internamente el haberse enfrentado con tantos youkais de una sola vez y más al haberlo hecho la mañana luego de luna nueva, ¡Había sido un imprudente! Se recriminaba mentalmente y eso era algo que no lo reconocería en voz alta. Los estúpidos onis a los que se había enfrentado resultaron ser más fuertes de lo que esperó y a causa de eso no tuvo más remedio que transformarse en su forma original, un gran perro blanco. Prefería el haber hecho eso a huir como un cobarde. Ahora solo sentía un gran dolor en su costado derecho y su pata delantera izquierda, no había podido acabar con todos los ogros que lo habían rodeado ya que al ver que cinco de sus compañeros habían caído desangrados en el frio suelo huyeron no sin antes haberlo rasguñado con su garras venenosas aprovechando que estaba distraído.
Ahora debido a lo débil que estaba no era capaz de volver a su forma humana, luego de que los onis huyeran cobardemente había empezado a limpiar las heridas con su lengua pero al instante dejo de hacerlo a causa del asqueroso sabor del veneno. Aunque él no era ser más paciente del mundo decidió esperar. Cerró los ojos para descansar un poco cuando de repente un dulce olor a flores lo hizo ponerse alerta.
Kagome caminó lentamente hacia él, sabía que él podía matarla en menos de un segundo pero eso no le impedía preocuparse por ese ser. Se acercó a él con la canasta llena de hierba y en el centro de ella un pequeño tarro con agua. Escucho como la bestia gruñía, clara advertencia de que se alejara porque estaba invadiendo su espacio, se quedó paralizada y un escalofrío recorrió todo su cuerpo a pesar de que estaba invadida por el miedo habló.
No-no te voy a hacer daño. — InuYasha se burló internamente, ¿Qué le podría hacer una débil humana?— so-solo déjame curarte o te pondrás peor.
¡¿Qué creía que era él?! ¡Él no era débil ni mucho menos! Le dio la espalda molesto pero luego se arrepintió, se había recostado del lado donde tenía una herida y ahora le ardía por el contacto de la sucia tierra.
Vamos no seas terco solo será un momento, solo te desintoxicaré la herida y como eres un hanyô te recuperaras rápidamente, sabes muy bien que te duele, estas muy débil y no podrás sobrevivir si el veneno se esparce por todo tu cuerpo. — se tensó a lo último que dijo la humana, se volteó a verla y sus ojos se encontraron con los de ella, sus ojos dorados reflejaban autosuficiencia pero era cierto si no se apresuraba moriría.
Se giró un poco y tratando de no aullar del dolor se acomodó de modo que la herida del lomo quedara expuesta, en todo momento estuvo pendiente de lo que ella hacia si llegara a hacer algo sospechoso se las vería con su afilados colmillos y no viviría para contar que había visto a uno de los últimos daiyokais.
