Los personajes no me pertenecen, salvo algunas excepciones. Doy gracias a la genial Stephenie por crear esta historia


Era un día gris y deprimente de invierno, como otro cualquiera. Una muchacha de grandes ojos color chocolate, su pelo castaño y ondulado, miraba cada cinco minutos el gran reloj de la pared de la cafetería, como si de esa manera consiguiera que el tiempo avanzara más deprisa. En la barra, atendía todos los días, a la misma hora, a las mismas personas. Pura rutina. Eso la agotaba.
"Cinco minutos más..." pensó, ansiosa. Era viernes, y eso significaba que tendría todo el fin de semana libre. A veces, agradecía que su trabajo fuera de lunes a viernes, y sólo por la tarde, porque, casi seguro, no aguantaría una jornada entera, ni media.
Con el fin de distraerse, tomó un paño y comenzó a limpiar la barra. Jacob, compañero de clase, le dedicó una sonrisa desde una mesa próxima, en la que estaba sentado con unos amigos, y ella le correspondió el saludo con un simple gesto de cabeza.

-Bells, como sigas limpiando la vas a desgastar- comentó Angela, con una risita.

Angela y Bella habían compartido clase de pequeñas, pero luego Angela se cambió de colegio y dejaron de verse. Años más tarde, y por extrañas casualidades de la vida, se volvían a encontrar en el mismo trabajo. La sorpresa que se llevaron el primer día, al reconocerse y alegrarse de ello, fue bastante grande. Desde ese día eran prácticamente las mejores amigas, y, en el primer año de universidad, volvían a encontrarse juntas en clase. En esos momentos compartían un pequeño apartamento, no muy lejos de allí.
Bella le dedicó una sonrisa cansada a su amiga y dejó el paño.

-Tienes razón. Dejaré preparado café antes de irme.

La muchacha de grandes ojos se dirigió hacia donde se encontraba la cafetera y preparo una jarra de café.

-Umhh... ¡Qué bien huele!- dijo una vocecilla femenina al otro lado de la barra. La joven camarera se giró, sobresaltada, y se encontró con una muchacha de grandes ojos verdes y nariz fina y puntiaguda que le dedicaba una gran sonrisa. Al parecer, no era muy alta, y las puntas de su corto pelo se desviaban en todas direcciones. A su lado, un chico alto y rubio la miraba, con sus ojos color miel, como si fuese la primera vez que se fijaba en ella. No hacía falta ser un adivino para ver que eran pareja... y que estaban enamorados.

-Lo siento- se disculpó Bella, ante su repentina distracción- ¿Qué les pongo?

-Dos tazas de café, por favor- pidió el alto y rubio chico.

Bella sirvió el café recién hecho en dos tazas y las colocó en frente de ellos, con una sonrisa. Daba gusto atender a gente como ellos, educados, felices... La joven estaba acostumbrada a tratar con gente malhumorada, y, sobre todo, cansada del trabajo, que solo pasaban por allí para descansar un poco.

-Aquí tienen, dos tazas de café recién hecho- les informó la camarera.

-Muchas gracias- dijo la pequeña cliente, con una sonrisa que deslumbraba.

Bella asintió con la cabeza y se dirigió al baño, para cambiarse de ropa. Feliz, porque su turno ya había terminado, se despidió de su amiga Angela y se marchó feliz, no sin antes ver a la pequeña de cabellos alborotados darle un suave beso a su novio. Bella suspiró, mientras salía de la cafetería, anhelando algún día encontrar alguna persona a la que fuera capaz de querer de esa manera.
Su viejo pero preciado monovolumen se encontraba unos metros más allá. Sacó las llaves del bolso y subió a su viejo chevy rojo, sentándose en el mullido asiento del conductor. A continuación, encendió la radio y arrancó el coche, para dirigirse al apartamento compartido con Angela.
El apartamento era bastante acogedor, aunque no muy espacioso. Sin embargo, disponía de concina, baño, salón y dos habitaciones, todo lo que unas chicas universitarias, con escasos fondos y que apenas pasaban por casa, necesitaban. La decoración era sencilla y agradable, una combinación de los gustos de Bella y Angela en completa armonía.
La joven vio iluminada la luz del teléfono, lo que le indicaba que había un mensaje nuevo. Desganada, y un tanto cansada, presionó el botón y se dispuso a ordenar aquel desastre al que llamaban "hogar" mientras escuchaba el mensaje por el altavoz.
La voz proveniente del teléfono la sorprendió. Bella esperaba un mensaje de Renée o de Charlie, sus padres, pero no de Jessica Stanley. Jessica Stanley era la chica a la que Bella más aborrecía. Era superficial, arrogante y estúpida, y todo eso, unido con haber sido la más popular y la más temida del instituto, no hacía buena combinación. Nunca se habían llevado bien y nunca lo harían, eso era algo de lo que estaba segura. Tan segura como de que mañana volvería a salir el Sol.

-Bella, soy Jess. Te llamaba para decirte que pronto me pasaré por la ciudad y me preguntaba si podríamos vernos... no sé, por los viejos tiempos, ¿qué me dices? Llámame y hablamos. Un beso.

-Seguro que necesita algo- gruñó la joven, molesta. Oír la voz chillona de Jessica Stanley la ponía de un gran mal humor, pero, por ser educada, decidió devolverle la llamada más tarde e inventarse alguna excusa convincente para no tener que verla.
"Mentir..." se angustió Bella. Era incapaz de hacerlo, y no porque se sintiera culpable, si no porque nadie le creía. Era la peor mentirosa del mundo, y ella lo sabía, aunque se consoló pensando que Jessica sería tan corta de entendederas como para no notar su gran mentira. Minutos después, Bella continuó con su proceso de ordenar un poco aquél desorden, y, cuando hubo finalizado la tarea, se dispuso a darse una ducha.
La tarde la transcurrió tranquila, realizando un trabajo para la universidad. Se sorprendió al oír la puerta de la entrada cerrarse y ver a Angela dejando sus cosas en el sillón.

-Oh, ¡lo siento, lo siento, lo siento!- Se disculpó Bella, corriendo hacia la cocina para preparar la cena. Siempre dejaba la cena hecha, pero se le había pasado el tiempo con el trabajo, y no se había dado cuenta.

-¿¡Cuántas veces te he dicho que quiero que me tengas preparada la cena, mujer!?- exclamó su amiga con un exagerado y mal fingido tono varonil, lo que provocó que se empezaran a reír a carcajadas.- No tienes por qué disculparte, Bells, puedo preparar la cena yo también ¿sabes?- añadió, esta vez hablando normal, y sacando de la nevera una bandeja de filetes de pollo.

Bella, con una sonrisa, puso los filetes en la plancha, y preparó una ensalada improvisada con ayuda de su amiga. Durante la cena, le contó a Angela que la había llamado Jessica, y, aunque conocía su respuesta de antemano, le pidió consejo.

-Deberías llamarla, aunque sea para decirle que no. No seas como ella, Bells- replicó con el ceño fruncido.

Al terminar de cenar, vieron una película y se fueron a dormir. Habían planeado, o más bien Angela había convencido a su amiga, de ir al día siguiente a comer fuera, a un restaurante de la zona, ya que ella no quería ir sola con Ben y su amigo. Bella se había negado infinidad de veces, pero al final su astuta amiga la convenció, utilizando el recurso de que estaba loca por Ben y que deseaba salir con él más que nada en el mundo (lo cual era verdad).

Bella se despertó al día siguiente descansada, relajada y con la sensación de que aquél día sería importante. Tenía la sensación de que algo bueno pasaría, y con esa idea en la cabeza, y con una gran sonrisa surcando sus labios, preparó el desayuno.
Su amiga le había dejado una nota en la nevera:

"Bells, me he ido a ver a mis padres. Quedamos directamente en el restaurante, a las dos en punto. Intentaré llegar lo antes posible. Ponte guapa, ¡Tyler te va a encantar!"

¿Tyler? Con que así se llamaba el amigo de Ben... Bella iría a acompañar a su amiga, no tenía intención de conocer a ningún chico. Sus intentos con Mike no habían salido del todo bien, pero eso era normal, sabiendo que el chico padecía un serio problema mental. Simplemente pensaba SIEMPRE en lo mismo, y la joven Bella no lo soportaba más, así que antes de hacer un mes juntos, ella lo dejó. De esto ya pasaron dos meses, y él aún sigue insistiendo en que vuelvan juntos.
Si la hubiese querido, si hubiese sentido algo por ella, la muchacha habría aceptado de buena gana, pero ella sabía perfectamente lo que él quería, y eso le repugnaba.
Nunca lo quiso, nunca le gustó, pero aceptó salir con él porque se había puesto muy pesado.

La joven Swan desayunó y recogió un poco la cocina, antes de ponerse a ver la tele. Pasado un rato, se encaminó a su cuarto con el fin de prepararse para la salida. Sabía que no se arreglar a mucho, pero quería estar presentable. Vestida con unos vaqueros, una blusa negra y unas botas, se dirigió al baño para rematar su imagen peinándose y maquillándose un poquito. Ella, si se presentaba la rara ocasión de que se maquillara, no se excedía. Un poco de base, si era necesario, lápiz de ojos y un poco de rímel. Eso era todo, y eso fue lo que utilizó aquel d a.
Dejó su larga melena ondulada suelta y se echó un poco de perfume. Al mirarse al espejo sonrió, conforme con su aspecto.
Ya estaba lista.
Llegó a la entrada del restaurante puntual, como era de costumbre en ella. Instantes después de haber bajado del coche, vio a su alegre amiga moviendo el brazo descontroladamente, con el propósito de que la viera fácilmente. Angela estaba acompañada de dos chicos, uno de ellos ya lo conocía, pero el otro le era totalmente desconocido. Ben la saludó y le presentó a su amigo.

-Bells, éste es Tyler- dijo Ben con una sonrisa cordial- Ben, ésta es Bella.

Ambos se saludaron y, un poco incómodos, ingresaron en el restaurante.
Tyler era alto, moreno y de ojos intensos. Su mirada la analizaba, y eso la hacía sentir un tanto cohibida.
Una vez sentados en la mesa, la joven Swan junto a Tyler y su amiga junto a Ben, se dispusieron a pedir.

-¿Qué vas a pedir?- preguntó Tyler a su lado.

Ella lo miró con el ceño fruncido, antes de contestar.

-Creo que una hamburguesa vegetariana, con algo de ensalada.

Él asintió con la cabeza, y volvió a centrar su atención a la lista de platos.

-Yo una lasaña...- comentó al cabo de un rato.

Mientras Tyler y Bella mantenían una conversación de lo más trivial, Ben y Angela se lo pasaban realmente bien, o eso parecía. Mantenían una conversación sobre curiosas anécdotas ocurridas en su infancia, como si fuese un concurso de "sucesos más graciosos".
Tyler y Bella se metieron en la conversación y comenzaron a contar anécdotas suyas. Eso sí, Angela se empeñaba en contar las más embarazosas sobre Bella, y Bella no se quedaba atrás con su amiga.
Al terminar la comida, las dos muchachas se despidieron de sus acompañantes, y se marcharon a dar una vuelta por un parque que había cerca de allí.

-Y... dime... ¿qué te ha parecido?- preguntó Angela, tímidamente

-¿Tyler? Oh, es genial. Sólo eso. No... No quiero salir con él, ¿entiendes?

-A veces pienso que eres demasiado exigente con los chicos -razonó la joven Webber- No sé cómo pudiste salir con Mike, la verdad- añadió negando con la cabeza.

Bella soltó una pequeña carcajada, pensando que ella tampoco se lo creía, sin embargo, lo hecho, hecho está, y se alegraba de haberlo dejado justo a tiempo.
Ambas compartieron un tranquilo paseo por el parque, y luego se dirigieron a sus respectivos coches.

-¡Bella!- Oyó una voz lejana que reconocería a leguas. El imbécil de Newton.

La joven se encontraba sola en esos momentos ya que Angela se había marchado con su coche, pero aún así, se atrevió a encararse con él. Ya estaba harta de su acoso, y decidió que se lo diría por enésima vez, esperando que pudiera entenderlo.
Mike se le acercó y le dedicó una sonrisa juguetona, para nada agradable.

-¡Qué casualidad! ¿Verdad?- comentó sin aliento, como si hubiese estado corriendo para alcanzarla- ¿qué haces aquí?

"Oh, sí, qué casualidad..." pensó la joven Swan

-Nada, salir con amigos- respondió encogiéndose de hombros y con voz cortante- Pero ya me iba.

Esperaba que el muchacho captara la indirecta que decía a gritos que no le apetecía hablar con él, pero al parecer, no lo hizo.

-Oh, si quieres podemos ir a tomar algo por ahí, ya sabes, por lo viejos tiempos -propuso, guiñándole un ojo descaradamente. Bella reprimió las ganas de darle una bofetada y salir pitando, pero se contuvo.

-Me voy ya, Mike- le cortó, y se dio la vuelta para ingresar en su coche. Su intento de huida se vio frustrado por una fuerte mano que la sujetaba del brazo.

-Vamos Bella, no te hagas la dura- replicó Mike con tono socarrón.

Ya era demasiado, Mike no entendía por las buenas, pues entonces lo haría por las malas.

-Mira Mike, no quiero salir contigo ahora, ni nunca, así que deja de gastar tu tiempo y búscate a otra de la que aprovecharte.- La joven Swan intentó soltarse del agarre de la gran mano, pero sólo consiguió que ejerciera mayor presión sobre su delgado brazo. Empezaba a dolerle.

-No te enfades, sabes que siempre serás mi favorita.- susurró, acercándose al rostro de la joven. Ella, como acto reflejo giró su cabeza, evitando el beso que Mike se había propuesto darle.- ¿Por qué haces esto?- inquirió, enfadado, aumentando la fuerza del agarre.

-Me duele, suéltame.- Se quejó Bella, cerrando los ojos con fuerza. Había pensado en defenderse asestándole una patada en su entrepierna, pero al estar su cuerpo pegado al de ella era imposible. También pensó en su otra mano, pero ésta se encontraba sujeta por la otra mano de Mike, aunque no con tanta intensidad como la otra.- ¡Suéltame YA! ¡Déjame!- gritó la muchacha, desesperada.

-¿Se puede saber qué haces?- preguntó un joven grandote y con fuerte voz, que intimidaba bastante.- Suéltala.

Mike, al ver el tamaño del joven que le plantaba cara, se acobardó. Se alejo de Bella y le soltó la mano de mala gana.

-¿Estás bien, cariño?- preguntó el joven que la había rescatado. Obviamente, lo de cariño lo decía para intimidar a Mike, por lo que la muchacha le siguió el juego, agradecida.

-Ahora sí- contestó en un susurro, mientras se frotaba la zona del brazo en la que tenía una marca roja del agarre de Mike. Lo fulminó con la mirada, soltando mil improperios hacia él en su cabeza.

-Vete, que no te vuelva a ver cerca de mi chica, ¿te enteras?- el gran chico se acercó a él con una intensa mirada, llena de odio. Mike, intimidado del todo, se marchó sin decir palabra.

Una vez solos, Bella se fijó en el chico que le rodeaba los hombros con su enorme brazo. Era bastante alto y de complexión fuerte. Sus ojos azules, ahora, expresaban amabilidad, al contrario que momentos antes, en el enfrentamiento. Su cabello corto, y sus facciones redondeadas le recordaban a Bella al rostro de un niño.

-Gracias- susurró la joven Swan, un poco avergonzada. El muchacho le tomó el brazo y examinó las marcas rojas, con forma de 4 largos dedos, que destacaban en contraste con su pálida piel.

-Menudo imbécil- masculló el muchacho- ¿lo conocías?

Bella asintió suavemente con la cabeza, más avergonzada aún de que lo relacionara con él.

-Era mi novio- susurró la joven, enfatizando la primera palabra y llenando la frase entera de un odio incalculable.

-¡Emmett!- se oyó a lo lejos una vocecilla que a Bella le sonaba familiar, pero que no puedo ubicar en su memoria. Una muchacha se dirigía hacia ellos con una cara de preocupación bastante exagerada. - ¿Se puede saber dónde demonios estabas? ¡Nos tenías preocupados!

Al ver aquella muchacha bajita y con cabellos alocados, la joven Swan fue capaz de ubicarla en su memoria. Era la chica de la cafetería, a la que había atendido el día anterior acompañada de su novio, aunque en esos momentos él no estaba allí.

-Es que iba de camino y me he topado con un idiota...- dijo el muchacho, llamado Emmett, enseñándole el brazo de Bella a la recién llegada. La expresión de ésta, anteriormente de preocupación, se tornó en angustia.- Su ex...

-Oh. Lo siento mucho.- la pequeña muchacha le dedicó una sonrisa tranquilizadora a Bella, la cual ella le devolvió - Por cierto, los cafés de ayer estaban deliciosos, ya nos dejaremos caer más seguido por allí. Yo soy Alice, la hermana de éste grandullón metomentodo- añadió con una risita, dándole un puñetazo en el hombro a su hermano.

La joven Swan esbozó una sonrisa, al ver que la había reconocido, y, sobre todo, por lo simpática que era la chica.

-Yo... Yo soy Bella, encantada.

Sin esperárselo, Alice la abrazó.

-Vente con nosotros a tomar algo- propuso Alice, animada.

-No sé... me iba ya a casa y...

-Venga, será divertido, y no seas vergonzosa. Además, después de lo ocurrido, necesitarás distraerte un rato - Emmett, en un intento de convencer a la chica, volvió a rodear los hombros de ésta y la sacudió, dedicándole una gran sonrisa.

-Bueno… Supongo que...- Bella se había convencido, y, además, le apetecía conocer más a fondo a Emmett, su salvador, al que estar a eternamente agradecida, y a Alice, la joven alegre y risueña.

-¡Genial!- exclamó Alice, interrumpiéndola, y tomando su mano. La arrastró hacia una cafetería, seguida por Emmett. Allí, se sentaron en una mesa.

Pasaron un rato hablando sobre su vida y dándose a conocer. Bella descubrió que Alice tenía un año menos que ella, y que cursaba su último año de instituto, y que Emmett, el cual era un año mayor que ella, acudía a la misma universidad y formaba parte del equipo de fútbol de ésta. No era de extrañar que Bella no lo hubiese visto anteriormente, porque apenas se fijaba en la gente y casi siempre iba metida en su mundo o sumergida en la lectura de un libro.
A Bella le caían realmente bien los recién conocidos. Emmett era un gracioso empedernido, con la conducta burlona típica de un niño. Por el contrario, Alice era muy madura, pero para nada tranquila. La joven era tan alocada que Bella la asemejaba a un torbellino.
Pasadas unas horas, tras enviarle un mensaje de texto a su compañera de piso avisándole que llegar a más tarde, Bella decidió que era hora de marcharse a casa.

-Creo que debo irme... ya es tarde, y Angela se estar preguntando dónde me habré metido- se disculpó Bella, levantándose de la silla.

Los hermanos Cullen la acompañaron hasta donde permanecía aparcado su gran monovolumen. Emmett la despidió, dándole un abrazo tan fuerte que la dejó sin respiración, y Alice, como antítesis, le dio un suave abrazo. Bella envidiaba los movimientos tan delicados de la chica, que en nada se parecían a los brutos y repentinos movimientos de su hermano Emmett.
Las chicas se intercambiaron los números de teléfono, ya que prometieron seguir manteniendo contacto, y Emmett aseguró que se verían el lunes en la universidad. Aunque no acudían a las mismas clases, sí lo hacían a las mismas horas, por lo que no ser a difícil que se vieran. La joven se subió a su viejo monovolumen y se despidió de los hermanos con un movimiento de su mano.
Minutos después, llegó a su apartamento. Su compañera de piso se encontraba dormida en el sofá, pero se despertó al oír el ruido de la puerta de entrada al cerrarse.

-¡Bella! ¿Dónde estabas?- su amiga se había preocupado, y eso hizo que en la garganta de la aludida se formara un nudo que le agitaba la respiración.

Rápidamente, le relató con todo lujo de detalles lo acontecido aquella tarde, desde el incidente con Mike Newton, hasta su encuentro con Alice y Emmett.
Su amiga la escuchaba atentamente mordiéndose la lengua para no lanzar improperios hacia Mike, y reprimía alguna que otra mueca de asco. Esperó que su amiga acabara su relato antes de hablar.

-Oh Bells, lo siento. ¡Menudo cretino!- escupió Angela, con una cara que Bella nunca antes había visto en su angelical rostro.- Menos mal que estaba Emmett allí.

Bella asintió levemente y se desperezó. Estaba verdaderamente agotada, y tenía muchísimo sueño.

-Ve a dormir Bells, se te ve muy cansada

La aludida volvió a asentir y se marchó sin cenar. No pudo reprimir un largo bostezo que provocó que sus ojos se humedecieran, y, una vez con el pijama puesto, se acostó en su cama y se quedó dormida al instante.


Bueno, aquí va el primer capítulo de mi nuevo fic. Sinceramente, no me termina de convencer, pero espero que les guste. Les prometo que los siguientes fics que haga serán mejores que este. Necesito aprender de mis errores, y con la experiencia espero mejorar :)
¡Un besito! ¡Y espero sus reviews!