La pradera es un lugar hermoso y lleno de un suave pastizal verde que a los animales le gustaba, las flores atraían abejas y la época era fría pero tolerable por los cálidos rayos de sol. Sentada en medio del pastizal con su corazón agitado se encontraba ella con las manos unidas frente a su pecho, atadas fuertemente por una soga que impedían su movimiento; ardientes lágrimas cruzaban su rostro ignorante de la paz que rodeaba aquel lugar lleno de vida.

Estaba huyendo, sentía que debía escapar alertada por los venados y los pájaros que se alejaban de un momento a otro alertados por el peligro que se avecinaba haciendo temblar el suelo pero ella no podía escapar, sus pies tenían heridas que le escocían y tenían cadenas de hierro que le impedían moverse con libertad. Apretó sus pequeñas manos aun unidas a la altura de su pecho, debía hacer algo pronto.

-lo siento- susurro alguien en sus sueños, aquella voz familiar que jamás alcanzaba a reconocer la hizo despertar con lágrimas en los ojos como tantas veces en las noches y un sabor metálico en su boca que era aún parte de aquel sueño y se iba cuando era cociente de que despertaba .

El golpe con la realidad llego después de un grito ahogado que sabía era suyo, lloro como todas las noches tapando su boca con ambas manos para amortiguar el sonido de aquel dolor que no podía reconocer. Ella sabía que desprendieron algo de su lado que era muy importante, esa persona que se disculpaba en sueños era la causante de su sufrimiento y aun así la deseaba a su lado, era una mujer, su tono de voz mostraba lastima pero no arrepentimiento y deseaba como todas las noches poder verla y saber quién era el único recuerdo de su pasado.

-Sakura!- exclamo alguien entrando a su habitación, dispuesta a regañarla como tantas veces por despertar a las personas de esa área de la casa pero se abstuvo de hacerlo cuando la vio en la cama sentada estrechando entre sus manos sus rodillas que las había llevado a la altura de su cara para ocultarse de la vista de ella- creí que ya habías superado tus pesadillas.

-lo siento, no volverá a pasar señora Uchiha- se disculpó antes de levantarse y hacer una inclinación en signo de respeto sin revelar su rostro. El miedo de los animales de sus sueños que huían era el mismo estado puro de miedo hacia el peligro que ella tenía cada vez que dormía y despertaba para enfrentar la peligrosa realidad.

Temblaba sin saber cómo disculparse otra vez, los castigos que recibía por los escándalos que hacía en la noche la tenían agotada físicamente pero la señora frente a ella le recordaba todos los días que eran necesarios y no se daba cuenta del agotamiento físico que le causaba a la menor privarla de alimentos, darle labores extra o medicamentos para el sueño. Nada menguaba aquel mal despertar que siempre tenía.

En la mente de la menor a veces se planteaba huir de aquella casa que la recibió y que tantas molestias daba pero no conocía nada por fuera de esas paredes, no era tonta, salir la volvía alguien vulnerable como sus sueños le recordaban siempre y se reprimía aquellos pensamientos con el fin de sobrevivir.

-ambas sabemos que ocurrirá otra vez. Sakura, no puedes seguir despertando a las personas de este hogar en la mitad de la noche ¿sabes que pasara esta vez?

-no fue mi intención- susurro temblando antes de alzar la cabeza y enfrentar a la mujer frente a ella, una señora mayor con rostro severo, cabello cano y muy delgada que siempre portaba en su ropa el símbolo de su clan haciéndole recordar que venía de una familia prestigiosa, nacida para tener las comodidades que cualquiera desearía y por eso estaba decidida a quitarse un problema de encima, ella.

-mañana iras a la mansión principal del clan. Tienen habitaciones apartadas de los amos y la mayoría están desocupadas entre más lejos estén. Eres una excelente trabajadora a pesar de tener ocho años, tus padres te prepararon bien para cuidarte en el mundo pero ellos ya no están y no puedo cuidarte ¿entiendes?

-¿eso significa que esta es mi última noche en esta casa señora Uchiha?- duraron en silencio analizándose una a la otra, la pequeña huérfana era muy tímida y retraída pero tenía algo dentro de ella que exigía respeto, una de las cualidades por la que aquella señora decidió dejarla quedarse en su hogar a pesar de la primera impresión que tuvo de ella cuando la vio pasar por la entrada de Konoha. Estar cubierto de sangre, con múltiples cortes, magulladuras de esposas, algunas quemaduras y un corte limpio en su pecho que atravesaba de lado a lado su cuerpo que a simple vista eran desagradables, no por la apariencia de la niña sino el causante de esto a alguien que era tan pequeña y delgada que sus saltones ojos solo pedían piedad a pesar de estar nublados en un estado de shock por la pérdida de sangre y el olvido de su vida, de sus padres y todo lo referente a su pasado. Ser una hoja en blanco no fue un impedimento para apañárselas y sobrevivir por su propia cuenta, ella lo supo desde que presencio como tuvo una rápida curación en el hospital de Konoha supervisada por la policía Uchiha y al estar sana físicamente ella la acogió en su hogar ignorando el detalle de esas pesadillas.

-sí, no te preocupes niña, no te dejare en la calle. Konoha no deja que ningún de sus niños este desamparado y tú eres tanto o más valiosa como cualquier otro inútil que no sabe cómo barrer.

-gracias, ha sido un placer estar con usted en este año- dijo gentilmente antes de despedirse de la señora y volver a la cama a pensar en lo que le acababa de decir, volvería a cambiar su vida y no sabía cómo debía sentirse, si feliz o tristes de tener un nuevo cambio solo reconocía el alivio de tener un lugar en que pudiera seguir viviendo.

A la mañana siguiente la rutina siguió siendo la misma, hacer el desayuno para los miembros de la casa, sacudir el polvo de los pasillos en especial los que dan con el jardín, lavar la ropa del día anterior que fuese suya, planchar la ropa de lavado que ya se encontraba seca y desayunar sola en la tranquilidad de la cocina sin molestar a la dueños de la casa con su presencia.

La anciana era miembro de un prestigioso clan llamado Uchiha y era un orgulloso y prestigioso miembro dentro de él. Habiendo sido la antigua matriarca del clan tenía la obligación de preservar sus tradiciones y traspasarla a las niñas Uchiha sus conocimientos por ser posibles sucesoras del legado. Sakura estaba al tanto de que no estaría en la casa hasta la hora del almuerzo así que preparo los platos que más le gustaba a la señora para complacerla en su último día de labor cociente de que tendría visitas de los que podrían ser sus nuevos jefes.

-Ya verás mi querida Mikoto, es una niña muy cumplida y eficaz, tenerla bajo tu protección te quitara muchas molestias de encima. Con la salida de tu última criada sé que mantener ordenado tu hogar es mucho para ti, te aseguro que esta niña será lo único que necesites para mantenerla limpia y tengas tiempo para ti- dijo con un tono amable que era poco usual en ella.

Sakura tomo una honda respiración, se acomodó el cabello y con los nervios a flor de piel llego hasta el comedor a recibir a los recién llegados. Llevaba puesta la mejor muda de ropas que le habían dado para ocasiones especiales y hasta ese momento esa era la única ocacion que podría considerar como especial, un sencillo vestido azul claro con encajes alrededor de su cintura difícilmente visibles debajo de su mandil negro, creía que se veía bonita pero descarto aquello cuando vio una mujer frente a ella que era tan hermosa como una noche sin nubes y con las estrellas en su mayor esplendor, en ese momento supo que se trata de la persona con la que viviría desde ese día.

-tú debes ser la pequeña Sakura, me llamo Mikoto- saludo la invitada observándola curiosa, casi embelesada con la ternura que producía la apariencia de la menor que saludo cortésmente obediente a las peticiones de la anciana que la envió de regreso a la cocina a prepararles el almuerzo en sus platos y llevarlos a la mesa junto con agua caliente y una selección de té .

Vio un par de veces más a la invitada haciendo el menor contacto visual que le era posible, la considero una persona hermosa con ojos parecidos a los de la señora Uchiha, grandes y atentos que eran resaltados por una nariz recta, pómulos altos y gestos amables que parecían disimular el impacto que su presencia creaba.

-madre, es muy joven ¿ya estudia en la academia?-pregunto obteniendo una silenciosa respuesta que afirmaba la falta de educación de la menor- ¡eso es irresponsable¡

-no lo necesita, es buena criada. No necesita ir a ser un ninja si tiene talento para cuidar de una casa, no señora, ella será una buena ama de casa. ¡Sakura¡- llamo obteniendo a la niña al lado suyo en pocos segundos esperando por nuevas órdenes- ¿quieres ser un ninja?

-discúlpeme señora Uchiha pero no sé qué son.

-¿puede ver Mikoto? Si no sabe que son para que molestarle en enseñarle, puedes retirarte- dijo apartándola con la mano disgustando a su invitada.

Ya sabía que su madre no le gustaba que personas que no provinieran de algún clan antiguo fueran ninjas, ella era seguidora de las antiguas tradiciones de la separación de clases prefiriendo por sobre todo que las personas sin clan fueran civiles dispuestos a trabajar en otras cosas más suaves ya que según ella no tenían lo necesario para entrar en las fuerzas militares y solo serían una debilidad por eso su trato podía llegar a ser denigrante como lo que acabo de presenciar.

Dejo de lado el tema para no comenzar una discusión con la mayor, no era nada educado llevarle la contraria a los mayores así no tuvieran la razón pero habían veces como esa que le gustaría ser capaz de igualarse y defender la educación de la niña pero ya se encargaría de que estudiara con o sin el visto bueno de su madre.

-vámonos Sakura - dijo después de despedirse de su madre que parecía feliz de deshacerse de la niña, gustosa de recuperar el sueño en las noches pero un poco decepcionada por aquel inconveniente que si hubiera sido el caso de que no existiera no permitiría que se fuera con su hija.

En el camino Mikoto se dio cuenta de muchas cosas de su nueva protegida, era muy reservada y solo contestaba cuando ella le preguntaba algo. Sus ojos casi no miraban fijamente los suyos o cualquier cosa alrededor de ella haciendo difícil leer algo en ellos, logrando una mirada poco expresiva aunque llena de astucia.

-te pareces a uno de mis hijos cuando tenía tu edad- comento sin prestarle atención, aquel aire silencioso y astuto ya le era familiar.

-Señora ¿Qué son los ninja?- pregunto viéndola fijamente después de haberle dado muchas vueltas al nuevo termino.

-esperaba que me lo preguntaras, los ninja son los protectores de una aldea, todos son guiados por un kage que es la máxima autoridad militar y ninja más poderoso de toda la aldea. Siempre ha existido otros países que quieren hacernos daño y son detenidos por nuestros ninja, son personas que velan por la seguridad de cada habitante- dijo emocionada sin apartar sus ojos de la menor que escuchaba en silencio sonrojándose por lo asombroso que sonaba ser un ninja.

-me gustaría ser uno algún día- dijo sonriendo pero tan pronto llego se fue y aparto la mirada de la mayor avergonzada de haber deseado un sueño que le fue prohibido- pero no puedo.

-¿lo dices por mi madre, no es así? –susurro descubriendo la razón por la que se opacó tan rápido aquella niña, su personalidad era más sumisa de lo que esperaba ante las ordenes de su madre- no te debe importar lo que ella desee que sea tu vida pequeña, solo tu eres la que puede decidir que quiere ser. Ahora que estás conmigo iras a la academia y aprenderás cual será tu camino en la vida, quizás no lo puedas ver ahora pero pronto entenderás que mi madre no tiene el derecho de escoger que serás en el futuro, solo tu ¿entendido?-pregunto seria viendo a la niña frente a ella, no le agrado que su obediencia fuera sumisión y estaba segura de que la causante de aquello estaba satisfecha.

-lo que yo escoja para mi futuro…- repitió sonriendo antes de adentrarse a la mansión con una calidez en el pecho que no había sentido antes, caía en el desconcierto de lo que la amabilidad y la buena fe de una persona podía causar.

Antes de llegar al hogar de su nueva señora pasearon por el mercado del barrio recogiendo algunas provisiones para su nuevo hogar hasta llenar varias bolsas de verduras, hierbas secas y carne recién cortada. Mikoto trato de llevar la mayoría de las bolsas pero le fue impedido por la menor que estaba reacia a dejar que cargara con casi todo y dividió las compras para que llevaran el mismo peso.

-no te excedas Sakura, cuando te canses pásame algunas

-descuide Mikoto-sama, ya estoy acostumbrada- una sonrisa atravesó su cara por varios minutos, le agradaba la consideración de la pelinegra. El nerviosismo que la hábito esa mañana pensando en cómo sería su nueva vida se esfumo tras aquel buen trato y ya las puertas de un nuevo hogar no le parecían tan intimidantes.