Disclaimer: Todo pertenece a J.K Rowling.


El poderoso mago de sangre pura con ojos y pelo grises, frunció el entrecejo con asco, como si acabara de oler a huevos podridos de repente.

—Sangre sucias —dijo con repugnancia, como si hasta nombrarlos, le causara uticaria.

—Descendientes de muggle, Salazar —le corrigió con su amabilidad habitual, Helga Hufflepuff.

—Les llamaré como se me de la gana —espetó escupiendo cada palabra.

—Slytherin, está decidido —murmuró Rowena Ravenclaw, desde el otro lado del salón donde los cuatro magos estaban reunidos. Su diadema brilló con la luz de las velas.

—Estás de acuerdo ¿no? —dijo dirigiéndose a su viejo amigo Godric Gryffindor, con un tono en su voz que denotaba más una confirmación que una interrogación.

—Sí —respondió simplemente el pelirrojo, mirándolo con sus ojos verdes relampagueantes de seguridad.

Salazar Slytherin se levantó con elegancia y se fue sin pronunciar palabra alguna. Sus tres amigos, no dijeron nada tras su partida de ese lugar. Los cuatro magos más poderosos de la época habían creado su proyecto más ambicioso: Hogwarts. Era obvio que iban a haber diferencias más allá de su amistad y Salazar lejos estaba de ser un hombre sereno y que aceptara a las buenas la imposiciones de la mayoría.

Esa noche, muy de madrugada, Godric golpeó con los nudillos la puerta de su habitación. Salazar era su mejor amigo, no iba a permitir que por una diferencia mínima, mínima por ahora, todo se fuera al demonio.
La aspera voz de Salazar, respondió del otro lado y Gryffindor ingresó. El mago de pelo canoso, estaba de pie junto a su gran biblioteca y Godric pudo ver de reojo que su amigo había estado mirando un libro de criaturas mágicas.

—Mañana es navidad, Salazar… —le dijo.

—Por mí es como si fuera un día más en el calendario…¡oh, Espera! ¡Lo es! ¿Qué quieres, Godric? —respondió con molestia.

—Que recapacites…

—Olvídalo. No debo recapacitar nada, ¿quieres admitir alimañanas aquí? De acuerdo, pero ve sabiendo que Salazar no enseñará a esos mocosos. A mí vendrán los puros nada más. Exigiré ver el árbol genealógico de hasta cinco generaciones, si es necesario.

—Salazar…

—Godric, vete. Mañana celebraremos Navidad y toda la parafernalia esa, como si nada. Ahora vete. Quiero dormir.

—¿No darás el brazo a torcer? —preguntó mirándolo fijo.

—No.

Salazar caminó hasta la puerta cerca de donde estaba parado el otro hombre, acercó su rostro al suyo.

—Nunca daré el brazo a torcer, Godric. Nunca.

La brisa de su respiración llegó hasta Godric y no dijo nada más, simplemente dio media vuelta y salió del cuarto de su amigo.
La mañana siguiente amaneció nublada y no mucho después comenzó a nevar. En todo el día no se lo vió a Slytherin. Mientras Rowena y Godric hablaban, Helga se ocupó de la cena de esa noche, sabida eran las cualidades culinarias de la gentil pelirroja. El cuarto mago no apareció sino hasta que estuvo bien caída la noche. Lo embargó un delicioso aroma cuando se sentó en el Gran Comedor con los demás. Había un árbol decorado y estaba iluminado, lo contempló un rato y se acercó a los demás.

—Has venido…—dijo Gryffindor, sonriéndole —Feliz navidad, Salazar.

—Feliz Navidad, Godric. Ya te daré tu regalo… A vosotras también, amigas mías.

Y pensó en ese huevo que estaba siendo empollado por un sapo. Un basilísco saldría de allí, un basilísco para todos. Un lindo regalo para los sangre sucia en esa Navidad. Y sonrió, esa navidad, Salazar Slytherin sonrió.