Los Leones de la Luz.
Historia alternativa. Ship NaruHina.
Por Menma - kun.
Los personajes usados en esta novela son parte del mundo de Naruto™, creado por el mangaka Masashi Kishimoto; por lo tanto no me pertenecen. A lo cual solo hago mención de ellos por el único fin de hacer entrenenimiento sin ningún tipo de lucro o alguna segunda intención.
Prólogo
Hacia mucho, mucho tiempo atrás... En el antiguo mundo... En tiempos de los emperadores del Lejano Oriente...
- ¡Obaa - san! - grita Kushina.
La pequeña de ojos azules y cabello largo y rojizo se desplazaba corriendo por todo el pasillo de la mansión en busca de su abuela. Su mirada alegre y su corazón tierno e inefable, sobresalía más que su fina yukata de lino fino rosado; bordado con flores imperiales doradas, hacían brillo al caminar y le daban elegancia a cada paso. Pero para Mito Uzumaki, la emperatriz, fueron breves momentos de pánico y angustia, porque el hecho de imaginar que su nieta pudiera resbalar sobre el liso piso de madera con las medias blancas puestas, era una sentencia segura que acabaría como resultado, unas rodillas lastimadas y probablemente ensangrentadas.
- ¡Kushina, por favor no corras! ¡Te puedes caer! - contestó Mito a lo lejos.
La pequeña, sin reparo alguno a las advertencias de su adorada abuela, siguió desplazándose a toda marcha hasta unos escalones que daban a un jardín pequeño en el patio de la mansión. Y como si tuviese imanes en las plantas de los pies, cruzo sin perder velocidad, bajo por los dos escalones hasta tocar el de marcado sendero de piedra, directo hasta la banqueta donde su abuela, se encontraba sentada mirando anonadada, un frondoso árbol de cerezo. Mirada que pronto cambiara, para contemplar, la única cosa más maravillosa que en sus 87 años de vida jamás hayan visto. Pero sin olvidar el vuelco al corazón que le generó su picardía, tomó de sus hombros y con voz firme y angustiada le respondió:
- ¡Kushina! Cariño, ¡No corras a toda prisa por el pasillo! Te puedes lastimar. ¿Cuantas veces tengo que decírtelo? -
- Lo siento, obaa - san. - dijo regañada, poniendo la voz grave y colocando pucheros en sus cachetes.
- Estás muy pequeña aún, Kushina. No quiero que sufras un accidente a tu edad. No quiero que tengas cicatrices. - siguió reprendiéndola.
- Ya no soy una pequeña obaa - san. Tengo 5 años. No me sigas llamando así. - dijo inflando más sus cachetotes tiernos y adorables.
La escena podría matar de diabetes a cualquier persona que tenga un corazón para un niño. Mito se preguntaba si aquello no podría ser el motivo de su deceso; se iría al mausoleo con una sonrisa de oreja a oreja por apreciar tal hermosura. Lo queria; quisiera que fuera así; de verdad, lo anhelaba.
- No te preocupes. Yo se que crecerás y serás una niña grande y maravillosa. - le dijo Mito tomando sus mejillas hinchadas.
Con sus manos demarcadas por los años y mirándola con un amor incalculable. El tiempo y las arrugas eran notables; sin embargo la inocencia de un niño y la pureza de su corazón hacen que lo externo se esfume igual que la neblina ante el sol de la mañana. Sonriendo, Kushina sólo pudo apreciar la cálida mirada de su abuela y tomaldola de su vestido con sus pequeñas manos, asintió animada con su cabeza.
- Bien. Ahora me puedes decir ¿A que venias corriendo a toda prisa? Preguntó su abuela.
- Oh, es cierto. Obaa - san, es que afuera vi a un hombre que tenia una rana muy grande en su hombro, y hablaba con ella como si fuera una persona. ¡Y la rana le respondía también! ¿Como puede ser eso? Las ranas no hablan obaa - san; Son animales y los animales no hablan. Lo se porque aquí hay unas ranas que viven en un charco al lado de la fuente del jardín. Y siempre que juego ahí, las ranas saltan y hacen cosas ahí, y también hacen así y hacen "croak, croak" y... Y... Y yo les hablo y ellas no me dicen nada. Y.. Y.. Y yo le llamé a ese hombre para que me mostrara su rana. (...) -
Kushina no paró el ritmo de sus palabras en ningún momento y el gran libro de las crónicas de todas las dinastías de todos los emperadores pasados, se abrió de nuevo ante el tierno relato e inocente de una emocionada y conmocionada Kushina al ver a un muchacho aprendiz de ermitaño de la montaña, caminando por la calle con un anfibio multicolor en su hombro. Su abuela lo entendió de inmediato. Era un joven que decidió seguir el camino del Sabio y tomó la decisión de apartarse del mundo exterior para adquirir un poder inimaginado, cuando éste fuese a ser requerido en el futuro en el reino. Sabia quien era y de quien se trataba. Su difunto esposo lo conoció cuando niño y aprobó su elección para ser un Ermitaño al mirar la nobleza de su corazón. Era un muchacho bueno y servicial y todos lo sabían; nadie le decía nada por las calles cuando bajaba cada año de la montaña. Todo era muy bien salvo por el detalle que a el joven le gustaba espiar a las doncellas del reino en las aguas termales. Era algo con lo cual tenia que soportar aún incluso en estos días. Ya había hablado con el de un tema muy delicado y había jurado lealtad a ella y a su familia. Y en las vísperas de su muerte, el joven aprendiz de Ermitaño, Jiraiya, juró proteger a su querida nieta, una vez ella muriera, producto de un cáncer que avanzada sin posibilidad de cura. Sus súbditos ya estaban al tanto y tenían todos los preparativos listos. Todos,a excepción de su nieta, Kushina, sabían lo que estaría a punto de suceder. Pero, su abuela, no tenia el corazón para revelarle tal verdad a la luz de sus ojos. El dolor de ver en los ojos de su nieta, sus lágrimas por tal noticia, le destrozaría su voluntad, y no podría cargar con esa pena hasta su muerte. Prefería callar, a lastimar a quien ella más amaba.
- Ah, eso. Está bien. Hay personas que pueden hablar con los animales. Estoy segura que muy pronto tu podrás hacer lo mismo. - respondió Mito.
- ¿En serio obaa - san? ¡Viva! - gritó de alegría.
Era mejor así, verla reír. Aunque sabia que tras su partida, solo podría imaginarla verla llorar, y no quería causarle ese dolor. Pero era inevitable y lo peor es que no podría venir a consolarla. Quedaría sola, al mando de un imperio entero, con sirvientes, miles y miles de sirvientes y nanas que se encargarían de todo su cuidado hasta que se hiciese mayor. Labores y protocolos, que cada vez se harían más y más monótonos. Su vida giraría totalmente en torno a una restringida cadena de bucles de tradiciones y ceremonias que traerían consigo, el preservar únicamente su trono y prevalencia del linaje real. Destinada finalmente, a un casamiento con algún poderoso por fines políticos y económicos. Detestaba más que nunca, la idea de obligarla a quedarse con semejante herencia y hacerla vivir la misma vida que ella le tocó vivir también en el pasado; con la única diferencia, en que el amor de su vida, si fue por elección propia, no seria así mismo para su nieta. Amor, que hace años la muerte lo había hecho partir de primero y que ahora, estaría cerca de unirse le a él. Sin embargo, esta historia tiene un tercero que en las memorias de la emperatriz Mito Uzumaki, aun atormentaban sus sueños por las noches; y era, por lo tanto, la única razón, de lo cual, ella se lamentaba de que no tuviese un final feliz y de que el destino no lo tratase de la forma que ella lo esperaba. Un amor jamás correspondido, que finalmemtemse transformó en un odio hacia ella y que juró un día, hacer algo al respecto contra esa realidad. Lo extraño de todo eso, es que no se había aparecido hacia tiempo, y que por lo tanto, llenaba de una tensa calma sus días.
Volviendo a la realidad, Mito sabia que tenia algo que hacer, y era preferible hacerlo pronto; porque no sabia en que momento su enfermedad, le la llevaría primero consigo a su cama y luego finalmente a su tumba. Era un secreto de la familia Uzumaki mantenido a través de generaciones. Un poder divino, traído de los mismos dioses que crearon este mundo, y del cual, Mito era la portadora, había llegado el momento de entregarlo a un sucesor.
Mito sacó de su vestido, un pañuelo envuelto entre sus mano. Su nieta se quedó expectante mientras su abuela se quedo por unos breves instantes turbada. Había algo que estaba recorriendo por su cuerpo mientas tomaba en sus manos el objeto que acababa de sacar. Sabia lo que era, y sin embargo, la sensación era de una cosa que no podía describir tan sólo su piel. Solo hasta que pasó la sensación ella se repuso y entonces procedió, lentamente, a desenvolver el pañuelo, hasta que de este, un brillante medallón dorado aparece frente a sus ojos.
Era una especie de talismán de oro puro con la figura de una leona y el símbolo de la luna junto a esta. Mito lo tomó en su mano izquierda y miró a su nieta con una mirada profunda y decidida.
- Kushina, hija mía, quiero regalarte algo muy especial. Algo que sin duda cambiará tu vida para siempre. -
Kushina no acabó de entender muy bien. Pero seguía mirando a su abuela mientras ella le contaba.
- Tal vez ahora no lo entiendas, pero esto, es algo que hará que seas una chica como ninguna otra. Y cuando pases por momentos difíciles o estés en las noches más oscuras, este medallón iluminará tu camino y te dará el valor, para enfrentarlo todo; y te protegerá, no importa lo que suceda, siempre estará contigo. Aceptarlo, hija mía. Este es mi mayor tesoro y siempre que te sientas sola, recuerdame cada vez que veas este medallón, y allí estaré yo para defenderte, Kushina. -
Mito entonces con su mano derecha tomó la mano izquierda de su nieta y ella, con sus ojos, siguió las manos de su abuela cuando con la otra ponía el medallón en sus manos y ella lo recibía. Cuando Mito colocó el medallón en las manos de su nieta, Kushina sintió una sensación en todo su cuerpo, y en ese momento, que nadie más a excepción de ellas dos, el medallón provocó un destello que se reflejo a través de los ojos de Kushina y que pronto se apagó. Entonces una figura de color dorado empezó a dibujarse en la piel del brazo derecho de Kushina que ante la mirada atónita de la pequeña, aun bajo la tela gruesa de la yukata que llevaba puesta, veía como una luz salia de la piel de su abuela, pasó al medallón y éste paso a ella. Fué lento y muy vistoso; la pequeña quedó anonadada y sin palabras para explicarse qué estaba sucediendo. Pero Mito, si sentía que algo dentro de ella se había marchado para siempre y ahora, a forma de una luz brillante, reposaba, en el alma de su nieta, Kushina. Cuando todo acabó, la imagen quedó impregnada en la piel del brazo de la pequeña y al instante esta desapareció.
- ¡Obaa - san! ¿Que sucede? ¿Que acaba de pasar? - preguntó una muy sorprendida Kushina. Claramente no había entendido nada de lo que había sucedido. Su abuela de inmediato le sale al paso de su asombro.
- Tranquila mi amor. Si has podido ver todo eso, es que el cambio ha sido posible y fué un éxito. Ciertamente eres mi nieta y llevas mi sangre, descendiente de mis antepasados. Aquellos que emparentaron alguna vez con los mismos dioses. -dijo su abuela.
- ¿los dioses? - preguntó Kushina.
- Así es, mi niña. Tu y yo, somos de un linaje que alguna vez conocieron cara a cara a los dioses que crearon este mundo. Es por esa razón, que el poder del medallón, ha pasado hacia ti con éxito. Ahora mismo no lo sabes, pero he dejado orden que te sea enseñada esa historia. La cual, es nuestro mayor secreto ante el mundo. Lo que ahora debes saber, es que se te ha dado un poder que solo tu puedes controlar; El medallón tiene el poder, de proteger a la persona que lo porta. Lo cuidará y le ayudará cuando éste esté en problemas en el momento que más lo necestite. Y también, si se enferma, le curará cualquier enfermedad que tenga. - le dijo su abuela.
- ¿En serio? Pero... - cayó por un momento -
- ¿Que pasa? - preguntó su abuela.
- Si realmemte cuida a la persona que bola usa, entonces ¿por qué no usas tu y así te mejoras si te pasa algo? - preguntó Kushina un poco melancólica.
- Descuida mi amor - besó en ese instante su mejilla- yo voy a estar bien ahora. Creo que este medallón te será más útil a tí que a mi. - sonrió Mito.
La verdad, era una verdad a medias. Ciertamente el poder del medallón cura cualquier enfermedad que sufriere el portador. Pero la enfermedad de Mito era un asunto de mucho tiempo atrás, antes de recibir el poder del medallón. En realidad, Mito Uzumaki debió morir hace mucho tiempo atrás, de joven, producto de un cáncer de seno mortífero. Pero antes que este fuese avanzado, y sus efectos se notase en su cuerpo, Mito recibió los poderes del medallón y el cáncer se ralentizó de tal manera, que aún no se había vuelto agresivo. Pero tras muchos años después, este tarde o temprano avanzaría y muy pronto se derrumbaría. La cuestión era... Cuándo. Por eso, y por cierto mal que estaba por venir y que Mito sabía muy bien que era, pensó, preparó y finalmente en ese momento, decidió entregarle el medallón a su nieta, descendiente del dios sol Hagoromo y del dios luna Hamura, el talismán del León de la Luz. Un artilugio que perteneció al hijo menor del dios Hagoromo, Ashura. Un medallón con las figuras de dos leones. Uno de un león con la figura del sol de un lado, y otro con la figura de una leona con la figura de una luna. La historia de cómo descubrió los poderes del medallón es algo de lo que ella no iba a contar, pero lo que si se le escapó por la mente en ese momento, es un gracioso y ocurrente hecho de su juventud, con los que en ese tiempo eran sus mejores amigos: El que fue su esposo y su mejor amigo de la infancia, y hoy día, su enemigo. Estaba en las aguas termales cuando por equivocación ellos acabaron mirándola desnuda y ella los golpeó cabreada; pero fue por ese suceso que se descubrió una masa en uno de sus senos. La razón de su angustia por saber de que era eso y el llanto de sus padres por saber de lo que se trataba, fueron cosas que no se le borran de la mente. Fueron meses que duró aislada del mundo y una interminable fila de doctores y médicos tradicionales visitándola en una habitación sin poder hallarle cura. Resignados a que muy pronto su hija y única heredera al trono estaría a punto de sufrir por la enfermedad, decidieron darle un extraño medallón. La idea al principio era que lo llevara puesto cuando el momento llegara de enterrarla en su ataúd; pero al paso de las semanas, no ocurría nada dentro de ella. Entonces sus padres pensaron, que era el medallón lo que le había quitado el cáncer, y su mandato, fue que nunca la princesa se quitara bajo ninguna circunstancia el medallón que ella llevaba en su cuello. Y así fue por todo ese tiempo hasta hoy, que Mito no sólo se desprendía de lo único que le había evitado el cáncer por tantos años, sino de todo lo que a eso le conllevaba. Lo único que la consolaba, es que ahora estaría en mejores manos, en la vida de alguien más que lo tenía todo por delante.
- Mmm... Está bien. - contestó Kushina muy resignada. Estaba un poco triste pero al mismo tiempo sorprendida y emocionada por lo que acabó de presenciar.
- Prometeme, que jamás, vas a quitarte este medallón. Y que siempre lo cuidarás. Es el regalo, más importante que te dejo, hija mía. Recuerdan que, a partir de ahora, mi memoria, estará contigo, en este medallón. ¿Me lo prometes? - Dijo mirándola su abuela fijamente.
Y con un arranque de coraje lleno de vida, le respondió Kushina.
- ¡Sí, lo prometo! -
- Me alegro mucho. Me has hecho muy feliz, cariño. - le dijo sonriendo su abuela.
- ¡Ya sé! - gritó de nuevo Kushina.
- ¿Qué cosa? ' preguntó su abuela.
- Iré a buscar un bello listón para colocarmelo con el medallón. Así siempre estará conmigo y nunca lo perderé. - dijo emocionada su nieta.
- ¡Qué buena idea, mi amor! Anda, ve a buscarlo. Aquí te espero. - le contestó Mito, sonriendo.
- ¡Vale! ¡No me tardo! ¡Ya regreso! - dijo Kushina; y tras eso, se fue a toda velocidad, tal cual como había venido al principio.
Mito vio a su nieta marcharse en ir el busca de su listón mientras el corazón se le iba tras ella de la tristeza y de la melancolía. Sin embargo, no estaba arrepentida, sino por el contrario, estaba feliz. Ahora podría morir y descansar en paz, sabiendo que guardó su promesa, hasta el ultimo momento. Y que protegió el medallón a toda costa y a todo el reino de cualquier amenaza. Todo... Hasta ahora... Y entonces...
*soplido fuerte*
Un fuerte viento frío y solano pegó con furia adentro del jardín y muchos pétalos de cerezo se desprendieron sin misericordia de sus ramas. Mito solo pudo verlos con la impotencia de no poder hacer nada al respecto, los cuales cayeron lentamente hacia el suelo. El lugar estaba solitario en ese momento. Todos los sirvientes estaban al pendiente de su nieta, se habían marchado de ahí a realizar sus deberes y Mito se encontraba sola en el jardín.
De pronto, algo atrajo la atención de la emperatriz; ella miró hacia un punto determinado, donde estaba soplando la brisa. Las ramas del árbol se sacudían con sosiego y el ambiente silencioso le daba un toque tenebroso a la escena. Muy pronto, el silencio en el lugar se hizo tan penetrante, que Mito no pudo aguantarlo más, y abrió los ojos, como si despertase de un sueño profundo. Y fue ahí, tras el árbol de cerezo, junto a las sombras de las ramas, vio a un hombre parado justo ahí, de espaldas y con la mirada fija hacia la fuente en medio del pequeño jardín. Mito lo supo de inmediato, y entonces su mirada cambió a una muy seria y de absoluta alarma. Sabía lo que su presencia significaba...
¡Todos estaban en grave peligro!
- Conque al fin has decidido aparecer... ...¡Madara! - dijo con severidad.
- Tanto tiempo sin verte, Mito. - respondió el hombre bajo las sombras.
Llevaba un traje imperial de color morado con negro. Tenia el cabello largo bien proporcionado. Mirada fría y penetrante y con un aire de fatigamsosegada. Indicaba a Mito, que el sujeto llevaba en este lugar más tiempo. Seguramente esperando a algo, o a alguien. En todo caso, su presencia no significaba algo bueno en lo absoluto. Muy por el contrario, podría ser el fin de todos en la mansión allí, incluida su nieta.
- ¿Que haces aquí? Tu presencia ya no es bienvenida en esta mansión. - dijo Mito
- Conoces los motivos por los cuales he venido hasta aquí. No me iré sin antes cumplir con mi propósito. - respondió Madara.
- Pues llegas tarde; el medallón ya no está conmigo. No me quiero imaginar si por un segundo no hubiera tomado hoy la decisión. Me alegro mucho de haberlo hecho o sino estaría muy arrepentida. -
- Lo sé. - le dijo Madara.
- ¿En serio? Me da gusto que lo sepas porque... - le interrumpe él.-
- ...Está ahora en poder de tu nieta ahora. - contestó él.
Cuando Madara le reveló, que ya sabia que el medallón estaba en manos de Kushina, su mirada cambió a una de completa furia y sus ojos cambiaron de color de inmediato a unos color naranja oscuros y las pupilas igual que un animal salvaje; y un aura amarillo la rodeó en ese momento.
Un extraño poder salía de su cuerpo y llenó el ambiente alrededor del jardín. Madara lo supo de inmediato.
- Ese es el aura del Sello de las Cadenas de Cielo. Una técnica suprema que solo es dominada por los Uzumakis. Se dice que es tan poderosa, que tienela capacidad de no solo atrapar a su objetivo, sino también, de arrastrarlo consigo hasta lo mas profundo de Infierno, condenando su alma a una prisión de cadenas y quemándose en las entrañas más oscuras del Averno por toda la eternidad. - dijo Madara al contemplar el poder de Mito.
- ¡Te lo advierto por única vez, si te atreves a acercarte a mi nieta... - en eso unas cadenas de energía empezaron a salir de su espalda y todas se recojieron en posición de atacar, apuntándose directo hacia Madara.- ¡Te llevaré en este preciso instante conmigo hacia el Infierno! -
La mirada de Madara en ese momento cambió a una de enojo por la severa amenaza de Mito. Pero ya sabia lo que venia a hacer ahí y por ese motivo, mantuvo la calma.
- Calmante ahora, Mito. Mira. -
Madara sacó del bolsillo un listón de color azul profundo el cuál le mostró a Mito; al verlo, ella entendió de inmediato, que era el listón que quería enseñarle. Y antes que reaccionase agresivamente, Madara le responde:
- Éste es el listón que tu nieta estará buscando durante un tiempo en su recamara junto a sus nanas. Después se cansará de buscar y volverá acá decepcionada por no haberlo encontrado. Ese es todo el tiempo que estaré aquí hablando contigo. - respondió Madara.
- ¿¡Has osado a entrar e irrumpir a esta mansión para cumplir tus planes!? - levantó la voz muy enojada Mito.
- Te doy mi palabra: No voy a tocar a tu nieta. Esto prueba lo que digo. Si quisiera le habría robado el medallón antes de subir a su recámara... Y habría matado a todo aquí en la mansión. - respondió Madara con mucha frialdad.
Mito se turbó en su corazón ante esas palabras. Le dió a entender el alcance de las acciones de Madara y entonces decidió bajar la guardia solo un poco, al memos para conversar con él. No debía hacerlo enojar tampoco. No quería provocar una tragedia.
- Tú ganas. - las cadenas de energía salidas de su cuerpo desaparecieron y sus ojos volvieron a la normalidad. - ¡Dime a que has venido!. Reclamó Mito.
- En principio. Vine a robarte el medallón. Pero, luego vi cuando pasaste su poder a tu nieta. Entendí que ahora, mi asunto ya no te concierne a tí sino a ella. Pero, es muy pronto para resolver este asunto de una buena vez. Mi plan requiere tiempo para estar preparado. Así que antes de eso, tengo tiempo de esperar a ver, de que está hecho el coraje de tu nieta. Veré si es capaz de mantener el temple que tú has mantenido todos estos años, Mito. - le dijo Madara.
- No puedo creer que seas capaz de llegar a todo esto, Madara. No sólo conmigo, ahora poemas hacerle la guerra también a ella. ¡Mi nieta no te ha hecho nada! - reclamó Mito.
- ¡Ella lleva tu sangre! ¡Y ahora lleva el medallón! Eso es un motivo suficiente. Es prueba que por sus venas corre la sangre de un dios. Arrebatarle el medallón ahora significaría también matarla y eso es algo que no haré en este tiempo. - le contestó Madara.
Mito al oírlo quedó conpungida. Sabía que la carga que ahora pesaba sobre los hombros de su nieta, sería una que probablemente la destruiría tarde o temprano.
- ¿Por qué? ¿Por qué sigues haciendo esto? ¿No has tenido suficiente con todo lo que ya ha pasado con nosotros? - dijo Mito con tristeza.
- ¿Con nosotros? - repitió con ironía Madara - No te equivoques conmigo, Mito. Nunca hubo un "nosotros" entre tu y yo... Sólo hubo un tú y él.- respondió.
- ¿Hasta cuando seguirás con esto? Esa no es la forma en que debes referirte a alguien al que tu una vez llamaste incluso, tú hermano. - le replicó Mito.
- Mi hermano... ¿Mi hermano, dices? Yo tenía tres hermanos antes que él. - le dijo Madara - tres hermanos, que junto a mis padres, y a todo mi clan, fueron asesinados en la guerra. Yo estaba devastado. Quise morirme aquella vez y reunirme con ellos, hasta que ustedes aparecieron; y me hicieron creer que tenía otra familia de nuevo. Tú... Y ese tipo... Me hicieron superar el dolor que me causó perder a toda mi familia. Tú... ¡Y él! - se volteó entonces y miró fijamemte a la cara a Mito - ¡Ustedes se convirtieron entonces en toda la familia que me quedaba! ¡Ustedes, tú y él! Pude sentir que volvía confiar de nuevo en alguien más nuevamente. Pero... Lo que nunca me imaginé, fue que me iban a traicionar, aquellos a los que tanto más quería, y les había entregado mi vida. A ése al que alguna vez llamé 'mi hermano'... Y a tí... Al que alguna vez,... Te había entregado mi corazón, Mito. -
Dijo sólidamente Madara.
- Madara... - estaba muy triste Mito al oír las palabras de su antiguo mejor amigo de la infancia.
- Yo te amaba, Mito. Te amaba a ti... ... ¡Y a Hashirama! -
Mito empezó a derramar lágrimas producto de esos sentimientos que Madara había empezado a revolver del pasado.
- Ustedes eran lo único que me quedaban en esta vida. Lo único que yo tenia en este mundo. ¡Por ustedes yo me habría sacrificado y dado mi vida para salvarlos! Pero no me imaginé que luego de eso, ustedes me iban a dar la espalda. -
- Te equivocas, Madara. - decía entre lágrimas - Las cosas no fueron como tu piensas. - dijo Mito.
- ¿Ah no? Debe ser entonces que yo inventé todo lo que viví ese día a propósito y ahora me he vuelto loco y quiero matarlos a todos sin motivo alguno, - dijo con cruel sarcasmo '
- ¡Ya deja de insultarnos así, Madara! ¡A mi también me duele lo que pasó! - dijo una dolida Mito.
- ¡Entonces no me digas cómo crees que pasaron las cosas porque yo se que Fué todo lonqie sucedió! -
Mito empezó a llorar de nuevo.
- Creí en ese momento que estaría muerto. Y por un segundo, pensé que morí. Y mis amigos... Cuando esperé que más estuvieran allí... Desaparecieron. -
Madara generó un ambiente triste y doloroso en la vida de Mito en ese momento. Hubo un tiempo en que los amigos, se habían unido y conformaron un grupo que peleaba por todo el reino, para defenderlo de todos los enemigos. Ellos eran tres: Mito Uzumaki; Madara Uchiha... Y Hashirama Senju. Este ultimo y Madara, eran amigos en el pasado. Y se querían mucho en aquel entonces. Tenían grandes habilidades y con sus poderes, protegían al reino y ayudaban a las personas. Pero esta historia de compañerismo y fraternidad, se resquebrajó; tras una confesión.
Sin quererlo, los amigos se habían enamorado de su mejor amiga Mito. Pero ninguno de los dos se atrevía a decírselo el uno al otro, para no dañar su amistad. No podían hacerse tal cosa con la persona que más querían. Porque al igual que Madara, Hashirama perdió a su familia durante la guerra, le quedó solo un hermano que estaba desaparecido y no sabia nada de él. Así que sólo y sin hogar deambuló de reino en reino, hasta que vino a parar al Reino Medio, que era gobernado por la familia de Mito. Allí conoció a Mito y a Madara, y de inmediato se hicieron amigos de niños. Pero luego crecieron, y tras muchas batallas juntos, aun tras la pausa de Mito por su enfermedad, el amor tocó los corazones de estos muchachos. Pero su amor de hermanos era mucho mas grande, y decidieron respetarse el uno al otro para no herirse sus sentimientos, no diciéndose nada el uno al otro; sino que decidieron que fuese Mito misma, quien elijiera a uno de los dos. Y el momento en que eso pasara, elijiera al que elijiera, el otro debía aceptar la decisión, y apoyar la relación de su hermano con ella. Sin decirse nada, el pensamiento de ambos era el mismo y no habría vuelta atrás.
Pero algo pasó: Un reino enemigo ataco al Reino Medio y fue hasta la mansión del emperador. Madara se había ido a una misión encomendada por el mismo emperador, el padre de Mito, hacia las lineas enemigas mientras que Hashirama y Mito, se habían quedado en el reino. Por desgracia, en ese ataque falleció el padre de Mito, el emperador, y varios de los oficiales, que estaban al tanto de la misión secreta a la cual habían enviado a Madara, también murieron. Por lo cual la comunicación con el equipo que habían enviado allá se perdió para siempre. Fueron días terribles y muy duros para Mito. Y lo peor, días después y ya habiendo sepultado al emperador luego del ataque enemigo, recibieron el informe de la misión secretan y sobre el paradero de Madara. La misión había fracasado y como no pudieron enviar apoyo al aquipo, todos fueron capturados y finalmente fueron asesinados.
Fue devastadora la noticia para Mito y Hashirama. Su mejor amigo había muerto en combate. O eso pensaron durante algunos años. Ciertamente habían matado a todos, pero Madara sobrevivió por capricho del jefe enemigo de los ejércitos. Que le pedía revelar la forma de destruir el Reino Medio a cambio de perdonar su vida. Madara vivió un infierno durante muchos años y solo se preguntaba por qué no lo mataban de una vez. Lo que más lamentaba, era ni saber nada de sus amigos mas fraternos: Mito y Hashirama. Pero de pronto un día, Madara fue liberado sin condiciones y pudo regresar al Reino Medio. Pero cuando regresó descubrió varias cosas que habían pasado:
1) El Reino Medio tenia nuevo emperador.
2) El nuevo emperador era Hashirama, su mejor amigo.
3) El nuevo emperador se había casado con la hija de antiguo emperador del reino, Mito Uzumaki.
4) Ahora Mito y Hashirama gobernaban el reino y conformaron una familia.
5) Cuando al principio, creyeron que Madara murió, le hicieron un gigantesco homenaje y lo declararon héroe del Reino Medio.
6) Años después el reino enemigo al que habian capturado a Madara esa vez, los habían atacado recientemente.
7) un enemigo fue enviado y destruyo la capital del Reino Medio asesinando a muchas personas.
8) Elasesino que fue enviado esa vez y que destruyó la ciudad, se hizo llamar asimismo... Madara Uchiha.
9) El dolor de darse cuenta que el amigo que creyeron muerto, estaba vivo y que los había traicionado lo hicieron odiarlo y borraron la memoria del héroe del reino a Gran Traidor y Asesino.
10) Durante el ataque, Madara aun se encontraba preso. Después del ataque, el enemigo lo había liberado.
11) Sólo Madara sabia la verdad de todo lo que pasó en realidad.
12) Ni Mito ni Hashirama creyeron en su palabra.
- No fue hasta mucho después que descubrimos que el enemigo te tenia cautivo, y que todo fue un plan para destruir el Reino. Fue un golpe terrible. Mucha gente murió ese día. Estábamos consternados; no sabíamos que pensar ni que hacer. En verdad lamentotodo lo que pasó, Madara. - dijo Mito.
- Ya no importa, lo pasado fue pasado. -respondió Madara.
- Sí, claro que si importa. Fuimos muy injustos contigo. No hay día que no me sienta arrepentida de causar que hoy te hayas convertido en esto. Y...yo... No quería... De verdad... Lo siento.-
- No quiero tus disculpas, Mito. En otro tiempo tal vez, pero ya es tarde. - dijo Madara.
- Lo que harás, será acabar con muchos inocentes esta vez. Nadie tiene la culpa ahora de lo que te sucedió, ¡sólo yo! Castigame a mí. ¡Mátame a mí! Pero no le hagas daño a la gente, ni a mi nieta, por favor. -
- ¿Matarte? Matarte... - dijo para sí- Eso suena más difícil de lo que parece. Quisiera hacerlo sin reparo alguno... Pero estos malditos sentimientos encontrados me pesan más de lo que esperaba. - dijo Madara.
- Por Dios, Madara. ¡Reflexiona! ¡No sigas más con esto! - dijo una Mito muy angustiada.
- En otro tiempo, y otras fueras las circunstancias, habría sido Hashirama y no yo, quien hubiera pasado por lo que pasé. -
- En otro tiempo... Tu y no él, te habría dado mi vida. Y la historia habría sido la misma. - dijo Mito.
- ¡No! ¡Yo habría creído en las palabras de Hashirama y sabríamos lo que había pasado en realidad! Pero... Las cosas no salen como uno espera. Y los amigos no son lo que uno cree que son. Es algo irónico, el carcelero enemigo me decía eso una y otra vez en prisión. -
Mito supo entonces que ninguna de sus suplicas detendrían la Ira de Madara. Así que contestó resignada:
- Tienes razón. Ya no se puede nada con lo que pasó. Las cosas no salen como uno lo espera siempre. Porque en otro tiempo, habrías sido tu y no él el que habría ocupado ese lugar. Pero Hashirama llegó a mi vida cuando más lo necesitaba,... Y yo le entregué mi corazón. Si otra hubiese sido la realidad... ¡Todo seria muy distinto! Ahora ya no tenemos más nada de que hablar. Has lo que tengas que hacer. -
Tras decir esto, Mito se sentó nuevamente en la banqueta junto al pequeño camino de piedra donde estaba antes.
- "Si otra hubiese sido la realidad..." - las ultimas palabras que dijo Mito resonaron en la mente de Madara tanto, que las repitió con el mismo tono que ella las emitió.
- ¿Que? - se preguntó extrañada.
- ¡Eso es precisamente lo que voy a hacer, Mito! ¡Voy a crear otra realidad para este mundo! -
- ¿Qué estás diciendo? - Mito no reconocía la cara del hombre que acababa de decir estas palabras.
- Lo que has oído. ¡No quiero matar a más nadie! Ya este mundo ha sufrido suficiente. Un mundo ruin e injusto donde las personas jamas logran cumplir sus sueños y viajan sin remedio alguno a un final de desgracias. ¿Por qué el hijo debe perder a su padre en una guerra para preservar el trono de alguien más que nunca se acordará de las vidas que murieron por él? ¿Por qué hay gente que jamas podrá cumplir sus sueños de ser feliz y tiene que vivir una vida llena de tristezas? ¿Por qué hay gente que jamas podrá encontrar el amor de la persona que mas ama por muy puros que sean sus sentimientos? - dijo Madara.
Esto ultimo lo dijo refiriéndose a él y su amor por Mito. Y ella lo entendió de inmediato. Eso la conpungió bastante. En el fondo, hacia muchos años, sentía lo mismo por Madara que por Hashirama. La gran verdad, es que Mito se había enamorado de los dos. Pero eso podía ser para ella; no tenia cabida en su cabeza. Y si se portaba violenta y agresiva con ellos en el pasado, era para ocultar los verdaderos sentimientos que habia sentido por las dos personas que eran sus amigos y que la habían entristecido mucho, que de la noche a la mañana, esa amistad, se había convertido en amor.
- Madara, después de todos estos años, ¿Aun continuas enamorado de mi? - preguntó sorprendida.
- Mi corazón siempre te perteneció, Mito. Pero ya no late más por ti. - respondió Madara.
Muy dolida por su confesión, dijo ella:
- Madara... - volvió a llorar - yo... Ya no te odio por lo que pasó. Siempre rogué... Para que pudieras encontrar paz en tu corazón después de todo eso. Pero mi voz y mi lágrimas jamás fueron suficientes. Y en serio que lo siento mucho. .
Hubo unos breves segundos de silencio. Hasta que Madara volvió a hablar.
- Tu nieta viene para acá. Ya me voy. -
Mito sabia lo que eso significaba.
- Madara... Creas o no en mis palabras... Yo pienso que si Hashirama hubiera vivido lo que tú viviste allá... Con todo y eso... El no habría tomado el camino del odio que tu has tomado. Tu no eres un hombre malo, Madara. No tienes por qué seguir haciendo esto. Ya todo pasó. -
- Ya es hora, Mito. - dijo Madara acercándose a ella.
- Estoy segura... De que él te pediría lo mismo. Y si a él le hubiera tocado tu destino, tomaría el camino del perdón. El no quiere tampoco que hagas esto y tampoco lo permitiría. Es por eso que me opuse a ti. No te quiero ver convertido en el mal que destruirá este mundo. Madara...
El se acercaba más y más...
- Madara... Yo... -
Madara ya estaba frente a ella.
- Madara... Yo... Te perdono. Y Hashirama también te perdona. Él... Tu hermano.- las ultimas palabras que dijo Mito, a lo que él le contestó:
- ¡Ya no! -
*Un fuerte sonido del latido de un corazón sonó *
- Obaa - san... ¡Obaa - san! - volvía Kushina hacia el jardín de la mansión llamando a su abuela.
- Obaa - san... No pude encontrar el detalle que quería mostrarte. Me siento muy mal.
La mirada de Kushina se volvía hacia su abuela que se hallaba sentada sobre la banqueta.
- Obaa - san, Obaa - san. Obaa - san ¿Te que date dormida esperando? Ven, acompañame afuera a comprarlo. Quiero ver si está allí y...
De pronto se fijó, que en su mano derecha había un listón azul. El mismo que ella quería mostrarle a su abuela.
- ¡Obaa - san, Obaa - san! ¡Ese es el mismo listón que quería mostrarte. ¿Cómo supiste que eso era, Obaa - san? ¿Obaa - san? -
Kushina veía que su abuela no respondía.
- ¿Obaa - san? Obaa - san.. -
No responde.
- ¡Obaa - san! - alzaba la voz - ¡Obaa - san! ¡Obaa - san!
Su abuela estaba helada y su piel pálida.
- ¿Obaa san? ¿Que tienes, que tienes Obaa - san? -
Pero al moverle un poco la cabeza, descubrió su rostro y un pequeño hilo de sangre rodó por su boca. Estaba fría y no tenia pulso.
- ¿Abuela? ¡Abuela, que tienes abuela! ¿Abuela? ¡Abuela!
Gritaba Kushina. Sus lágrimas empezaban a caer de la angustia. La movía y agitaba pero su abuela no daba ninguna reacción.
- ¡Abuela! ¡Abuela!
No respondía.
- ¡Abuela! ¡Ayudenme por favor! ¡Mi abuelita no responde!
De inmediato la escucharon los sirvientes y fueron a ver y atender lo que sucedía; pero se encontraron con la escena, de que la emperatriz Mito... Estaba muerta.
- ¡Abuela! ¡Abuela!
Dijo rompiendo a llorar Kushina. Su abuela se había ido para siempre,
- ¡Abuela!
