Terminaron de cenar, Lucius dejó una generosa propina, y se aparecieron en casa de Narcissa.

Llamaron a la puerta y el elfo de ella les hizo pasar. Entraron al salón donde Bellatrix, Andrómeda y la madre de las tres los esperaban muy serias y estiradas, llegaban ligeramente más tarde de lo previsto.

Narcissa le dirigió una sonrisita nerviosa y él le guiñó un ojo casi imperceptiblemente como diciéndole que no se preocupara.

-Buenas noches.- saludó educadamente Lucius besando la mano de las tres.

Al momento, tras unos breves comentarios, las tres sonreían satisfechas. Narcissa no pudo más que sentirse orgullosa por la mano que tenía él para tratar con las personas.

Por fin se despidió de todas para volver a su propia casa.

-Mañana querida, serás Narcissa Malfoy.- Ella sonrió contenta mientras él le besaba la frente.

Bellatrix vio salir a Lucius Malfoy, era muy buen partido, lástima que él solo tuviera ojos para la dulce Cissy.

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Al día siguiente en la mansión de las chicas Black, todos se preparaban para la ceremonia.

Las tres hermanas salieron a la vez al vestíbulo alegremente iluminado.

Narcissa vestía una túnica blanca con escote cuadrado y tirantes gruesos de seda. Se ajustaba debajo del pecho y caía elegantemente hasta rozar el suelo.

Su largo pelo rubio estaba cuidadosamente ondulado y decorado con pequeñísimas flores blancas entretejidas formando un delicado velo que la envolvía.

Su imagen cortaba la respiración.

Bella llevaba una túnica negra de satén, ajustada, con un gran escote en pico, que dejaba adivinar más que ver, su delgada pero sinuosa figura.

Su atuendo se completaba con una capa fina, de la misma tela, con una capucha que sujetaba con horquillas a la parte más alta de un elegante moño. Los labios pintados de un color oscuro.

Arrebatadora como siempre, pero de forma muy distinta a su hermana.

Andrómeda llevaba su pelo castaño semirecogido. Apenas iba pintada. Y llevaba una túnica morada con escote redondo, sencilla pero elegante.

Estaba guapa, pero era con diferencia la menos llamativa de las tres.

La boda se celebraría allí. La casa estaba decorada con azucenas y nomeolvides.

Pavos reales de verdad estaban sueltos por el jardín. Había música en directo, y todos los invitados iban vestidos de gala.

Además de las dos familias, habían sido invitados a la boda, el nuevo grupo de amigos de los novios.

Unidos por sus ideas políticas, se habían afiliado al grupo de un joven revolucionario que luchaba por la importancia de la pureza de sangre. El líder indiscutible, a pesar de tener tan solo unos diez años más que los mayores de ellos, los llamaba sus mortífagos.

Era un mago poderoso, y todos tenían grandes esperanzas en lograr progresos para su causa.

Barty Crouch se acercó a la novia. -Estas encantadora Narcissa, Lucius es un hombre muy afortunado.- Ella sonrió. -Parejas como vosotros es lo que hace falta en este momento. Gente joven con ganas de defender nuestros derechos de sangre.- siguió el chico de cabellos pajizos. Ella dio las gracias educadamente, pero se alejó de él, ese no era día para hablar de política.

Barty era hijo de un importante cargo del ministerio de magia, sus ideas, en contra de las de su padre, de momento eran un secreto para su familia, así que cuando estaba con ellos, era uno de los más fanáticos mortífagos.

Andrómeda hablaba animadamente con su primo favorito. Sirius Black, que en ese momento le contaba una graciosa anécdota, era con diferencia el más divertido de la familia.

Al lado de ellos, Regulus, el hermano de Sirius, puso los ojos en blanco. ¿Maduraría alguna vez su hermano mayor?

Siempre había sido el más serio de los dos. No se llevaban nada bien, eran como la noche y el día, Sirius era el guapo y ocurrente. Él era el inteligente, y aunque solo tenía catorce años, era en el que sus padres tenían esperanzas de futuro, después de todo ya se sabía en que casa habían puesto a su hermano, ¿qué se podía esperar de un Griffindor?

Dos invitados nuevos llegaron a la fiesta, los hermanos Lestrange. Rabastan y Rodolphus.

Ambos eran miembros recientes de los mortífagos. Los ojos de Rodolphus buscaron rápidamente a Bellatrix, era menor que ella, pero estaba perdidamente enamorado desde la primera vez que la vio.

Rabastan, por su parte buscaba a la protagonista del día, Cissa era la que mejor le caía del grupo.

Pronto las encontraron, los cuatro hablaban y reían felizmente, cuando el último de los invitados salió al jardín.

Igor Karkarov los saludó felicitando a Narcissa con una sonrisa en la que no participaban sus fríos ojos. Hablaba de forma muy afectada y melosa, y cuando se fue, los hermanos Lestrange soltaron una risita a la que se unieron las chicas.

Pero alguien miraba al recién llegado sintiendo un escalofrío recorrer todo su cuerpo. ¿Quién sería? Era tan alto, y su perilla rizada lo hacía tan interesante…

-Drómeda si tienes algo en contra de sentarte a ver la boda de tu hermana podemos dar un paseo, pero lo de fingir que te han echado un petrificus totalus está un poco anticuado.- rió su primo al ver que no respondía.

Ella rió todavía saliendo de ese pequeño paréntesis, todos los invitados se habían sentado y no se había dado ni cuenta.

-Eso te gustaría a ti, escaquearte, pero hay que cumplir primito…- Sirius se rió echando su flequillo hacia atrás con un movimiento de cabeza.

Se sentaron y la estancia quedó en silencio para presenciar la ceremonia.