Estoy estresada con taaaantos fics que escribir, pero finalmente tengo aquí un CRACK! de Hetalia. ¿Que por qué? Pues porque puedo. ¡SÍ SEÑOR! No toméis en cuenta esto, estaba estresada, tenía que entregar un one-shot en un foro y ¡simplemente surgió!

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen pero la historia es una fumada de mi cabeza loca adicta al té.

El actual fic participa en el Reto de inauguración; The Dollars. Para el foro Anteiku.

Las Aventuras de Super Mega Capitán América El Mejor

(O de cómo Alfred decidió ser un superhéroe)

Querido Diario,

Hoy han estrenado "Los Vengadores" y Tony y yo hemos ido al cine. Arthur no ha querido venir pero él se lo pierde, dice que prefiere ver musicales ingleses, que son más bonitos. ¡No sabe de lo que habla, querido Diario! ¿Musicales bonitos? Los únicos musicales que valen la pena son los de aquí, los de Disney. ¿Hablé ya de Frozen? Tony dice que sí, mejor no me entretengo, que me distraigo.

Lo que decía, hemos visto los Vengadores y ¡Oh, Dios Mío! Son geniales. ¡MAGNÍFICOS! Estaba Iron Man que es como perfecto, y Hulk que es divertido y siempre está enfadado ¡ese es su secreto, estar siempre enfadado! También estaba la Viuda Negra, aunque a mí no me termina de gustar. Hojo de Alcón… No, Ojo de Halcón, supongo que es Légolas en la actualidad, con sus flechas infinitas. Thor, que es un Dios de los de verdad. Pero el más importante de todos… El Capitán América.

¡Es, simplemente, perfecto! Lleva un escudo y no necesita ni siquiera armas porque puede pegarles una paliza él solo. Y además lleva mi nombre. ¿No es Genial?

He pensado algo, pero tienes que guardarme el secreto. Voy a convertirme en un superhéroe y voy a salvar la tierra. Seguro que hay peligros amenazándola.

—¿Alfred?—resuena la voz ya conocida de Arthur.

El susodicho, asustado de ser posiblemente descubierto, cierra el diario con fuerza y lo esconde debajo del cojín del sofá, mirando a su compañero con una enorme sonrisa.

—¡Arthur! ¿Qué haces aquí?—pregunta. Y quiere decir aquí de aquí, de la cocina, donde está él. Aquí, con sus galletas y su leche caliente.

—Me has invitado a pasar la semana contigo ¿recuerdas?—pregunta el mayor, ligeramente desesperado.

Llevando una mano justo detrás de su cabeza, se encoge de hombros.

—No lo recuerdo.

Un golpe en la nuca lo obliga a saltar de su sitio y ponerse en pie.

—¿POR QUÉ diablos has hecho eso, Arthur?

El silencio se instala entre ellos como un yunque en cualquier dibujo animado. Arthur, con sus cejas enormes, no cesa en su empeño de observar a Alfred, fijamente, queriendo asesinarlo de mil formas dolorosas y terribles que incluyan brujería.

—Llevo tres días aquí ¿sabes? Y mientras estabas en el cine con tu bicho raro del espacio me he quedado aquí, en tu piso, viendo Wicked en internet. Hazme el favor de venir a la cama o me largo en este instante.

Sus palabras hacen que el joven olvide todo aquello que le rondaba por la cabeza instantes antes y asiente con dulzura y arrepentimiento. No es posible que haya algo más importante para él que su querido Arthur, el loco de las hadas y los unicornios.

[...]

—¿Alfred?—pregunta Arthur, confuso, cesando en su labor.—¿Pasa algo?

—No me apetece.—responde, secamente, abrazándolo con fuerza.

El inglés retira sus manos sin que le importe demasiado y corresponde al abrazo, dispuesto a dormir.

—Buenas noches.

—Buenas noches.

[...]

El más mínimo sonido de las sábanas suele despertar a Alfred, pero no a Arthur y el joven americano ya cuenta con ello. Se levanta con cuidado, buscando la forma más eficaz de no hacer ruido, de no descubrir sus planes antes de tiempo. Enciende una linterna y arrastra los calcetines por el suelo de camino al armario.

Abre las puertas y chirrían.

Arthur ha dejado de roncar.

Se gira, pero únicamente lo ve cambiando de posición.

Suspira, aliviado.

Rebusca en su armario, esperanzado y sabiendo que tiene uniformes de todos los tipos y estilos. Le encanta disfrazarse, todos los países lo saben.

Pero no tiene ningún traje de Capitán América. ¿Por qué no tiene ningún traje de Capitán América? No quiere el de Superman, ni el de Batman. ¿Desde cuándo tiene uno de Spiderman? ¿Y de Linterna Verde? Espera, ¿Tiene incluso un traje de Tormenta y no tiene de Capitán América?

No es nada que no pueda solucionar.

[...]

—¡Detente, villano!—grita, corriendo hacia el posible delincuente. Intenta arrebatarle lo que parece haber recogido del suelo pero al alcanzarlo, éste se aparta y lo golpea con fuerza en el costado, tirándolo al suelo.

—¿Qué diablos te pasa? ¿Estás enfermo?—pregunta, alarmado, antes de girarse e irse corriendo.

Si se fija bien, tan sólo era un hombre paseando a un perro que había recogido una caca con la bolsa. La deja caer al suelo, asqueado.

Se pone en pie y trata de sacudir el polvo y suciedad de su traje. Ha conseguido su propio disfraz de Capitán América. Consta de unas mallas azules de Superman, unas zapatillas de deporte, unos calzones rojos, una camiseta con una estrella pintada en spray y la capa hecha con la bandera que colgaba del balcón. Lleva un antifaz, y su escudo es tan sólo una tapa de la basura porque Tony se negó a dejarle utilizar piezas de su nave.

Camina con cuidado, observando cada una de las esquinas de la calle. Debe haber un delincuente cerca, un malvado conspirando contra la bondad y perfección de su amada patria. Debe haberlo. Sabe que debe haberlo.

[...]

No, eso es una anciana.

Eso es una pareja de jóvenes besándose.

Eso son dos mujeres mirando las estrellas.

Eso es un hombre que vuelve a casa después de trabajar.

Eso es una gasolinera abierta al público.

Eso es un hombre fumando al que su mujer habrá echado de casa.

Y la lista sigue.

[...]

—El Mal no existe.—se dice a sí mismo dejándose caer en un banco aleatorio en medio de la calle. Los calzones comienzan a rozarle demasiado y las mallas le provocan calor. Sólo le apetece volver a casa y tumbarse junto Arthur para dormir tranquilamente hast las dos del mediodía y en lugar de eso son las cuatro de la mañana y está perdido por la ciudad.—No me puedo creer que nosotros inventamos el concepto de villano para poder hacer películas así de geniales.—añade, dejando que su espalda repose y su cabeza se incline hacia atrás.

Está a punto de quitarse el antifaz cuando escucha un grito horrible.

Su alerta se dispara y se pone en pie. Busca con la mirada, frenético. Eso es el mal, lo sabe, es el grito del bien oprimido por el terror, por el dolor y la desesperación del ataque inesperado de un villano.

Ese será su archienemigo desde hoy hasta el día de su muerte, decide.

Sus piernas corren y se pregunta por qué ha inventado máquinas de dieta si podía correr por la calle. Luego recuerda que correr es de Europeos, no de Americanos, sea lo que sea un 'Europeo'. Se asoma a un callejón y observa a una mujer siendo forzada contra la pared, ella se revuelve y grita, el atacante no ceja en su empeño.

—¡Detente, villano!—grita, como poseído por el espíritu de la justicia.

El hombre se gira, lo observa, y se ríe.

—Vas en mallas, lárgate a tu casa, friki.—le insulta antes de continuar mordiendo el cuello de la mujer.

Super Mega Capitán América El Mejor -nombre que él mismo se ha puesto- no se lo piensa un instante antes de estampar la tapa de la basura contra la cabeza del asaltante, provocando un sonoro 'Gong' y haciendo que caiga al suelo del impacto. El hombre lo mira, confuso y extrañado, algo desorientado.

—¿Acabas de pegarme con una tapa de basura?—pregunta.

La mujer parece paralizada hasta que Alfred le insiste en que se vaya con un gesto.

—No es una tapa de Basura, es el Mega Escudo Imparable.—le corrige, solemne.—Y volverá a golpearte de nuevo, cada vez más fuerte, pues éste escudo representa la justicia y el honor de América y…¡EH, A DÓNDE VAS! ¿NO ME ESTÁS ESCUCHANDO?—grita, dándose cuenta de que el hombre se ha levantado y se ha puesto a andar a paso rápido por el lugar por el que la mujer ha ido.

—¡Estás pirado, vuelve a tu casa a jugar a la play station!—le reclama el otro, aún aturdido.

Pero Alfred sabe que no se rendirá, que volverá a buscar a la doncella en apuros y la dañará. Y él no puede permitirlo, así que se arma de valor y tira su escudo-tapa hacia el hombre.

Cae al suelo.

El escudo.

De hecho, ni siquiera llega hasta el hombre, que se gira, observa la posición ridícula en la que América se encuentra, y se echa a reír saludando y despidiéndose.

—¡Vuelve aquí, nena! ¡Nos hemos quedado a medias!—grita al aire.

Alfred, sorprendido por su ineficacia, decide que el Mega Escudo Imparable no lo considera digno de portarlo y por ello ha dejado de funcionar correctamente.

—Seré digno de ser tu portador.—le promete, cogiéndolo, posicionándolo frente a él y cargando contra su archienemigo en un grito completamente masculino. La propia fuerza de aceleración de su cuerpo derriba del todo al hombre y lo deja en el suelo, golpeándose la cabeza en el proceso. Alfred, triunfal, alza su cabeza en símbolo de victoria.—¡Así es como te vencí, maldito villano!—observa.

Se levanta, posiciona un pie sobre su espalda y llama a la policía.

[...]

—¿Con queso?—pregunta.

—Sí.—agradece ella.

Se sientan en McDonalds, cada uno de ellos con una Hamburguesa. En la mesa están él, la mujer y un vagabundo al que encontró en la calle.

—Gracias por darnos comida, señor...—comienza el hombre.

—Super Mega Capitán América El Mejor.—completa Alfred con una sonrisa triunfal.

—Capitán América... Es usted nuestro héroe.—exclama la chica, algo confusa por lo infantil del hombre que acaba de salvarla de un trauma para toda la vida. Besa su mejilla y Alfred se siente realizado.

—A partir de ahora creo que mi trabajo de superhéroe será ofrecer hamburguesas a los sin techo. Parece más seguro que combatir el crimen con un escudo.—comenta en la mesa, ganándose unas risas que él supone que son de agradecimiento.

Él, sin embargo, se siente bien.

[...]

Retira un brazo de Arthur y trata de introducirse en la cama.

—¿Alfred…?—pregunta, somnoliento, Inglaterra.—¿De dónde vienes?—añade, casi sin abrir los ojos y con una sonrisa ligera en la cara.

—De la cocina, fui a buscar agua.—responde en susurros, acomodándose al lado de su pareja y abandonándose al sueño finalmente, a las seis de la mañana.

¿Capitán América? A su lado Capitán América es un cobarde.

Sí señor.

Él, al fin y al cabo, ha ayudado a gente de verdad.

O eso parece.