"Los Pecados de una Religión"

Chapter 1: "El inicio de una creencia"

A finales del siglo XV, en la ciudad de Coventry, se construyó una catedral anglicana, situada en el condado de West Midlands, Inglaterra (Reino Unido) que fue bautizada con el nombre de "San Miguel"(*).

Aquella iglesia, mantenía sus puertas abiertas a todo aquel creyente y alma desamparada, que a causa de las guerras que se llevaban a cabo, buscaban un lugar en donde yacer sus creencias.

Muchos siglos pasaron, era el año 1940, el escenario mismo se situaba en la II Guerra Mundial, el Reino Unido libraba una de las batallas más difíciles que le haya tocado enfrentar, que tomaba el nombre de "La Guerra de Inglaterra". Su oponente era un país formidable: Alemania, y tanto ingleses como alemanes batallaban en busca de la victoria.

Muy lejos de ese brutal escenario, a kilómetros a afueras de la ciudad, la iglesia de San Miguel, refugiaba a todo aquel que resultara herido por aquella guerra. Muchas personas perdían sus hogares y a sus seres queridos y por eso recurrían a su Salvador para rogarle incluso la mismísima paz.

En aquel entonces, solo mujeres se encontraban en aquella iglesia y otorgaban la ayuda médica necesaria, el único hombre era el cura que se encontraba a cargo… o eso se pensaba…

-¿¡Arthur!? ¿¡Dónde estas!?- gritaba una de las jóvenes monjas de la catedral acompañada de dos muchachas mas.

- ¡Shhh! Si gritas de esa manera me descubrirá la Madre Superiora- decía un joven de cabellos dorados, gruesas cejas y hermosos ojos verdes.

- Oh! Arthur~ así que aquí estabas- decía la joven monja acompañada de las otras dos mientras se encaminaban hacia el hermoso jardín donde se encontraba el joven de cabellos rubios.

- Sabes que si no fuese por mis cuidados, estas bellas flores no florecerían del todo.

- Mmm…creo que tienes razón, ya que tú eres el único que se preocupa de estas pequeñas- dijo la joven mostrando una calida sonrisa mientras se disponía a tocar aquellas flores- Ah! Casi me olvido! Arthur, es hora de la misa con la Madre Superiora! Date prisa!

-Ah! Damn! Se me había olvidado!- dijo el muchacho

-¡Arthur! ¡Cuida tu vocabulario, recuerda que estamos en la casa del Señor! ¡Y no olvides ponerte tu velo!- agregó la joven monja mientras corría junto con Arthur y los demás en dirección a la capilla.

Si, así es, Arthur Kirkland es el nombre de aquel muchacho, de procedencia británica. El joven ingles llegó a esa catedral a muy temprana edad. Por causa de la guerra, perdió a sus padres y a sus 3 hermanos mayores. Para mantenerlo a salvo de los soldados nazis, las jóvenes monjas de la iglesia ocultaron su identidad disfrazándolo de monja y así, vestido de mujer pasaría desapercibido. Los soldados nazis mataban a todo aquel que se revelaran ante ellos, y la familia de Arthur no fue la excepción, y es por eso, que vive huyendo no solo sus temores, sino que también de su propio pasado.

Era medianoche, todos dormían placidamente en las habitaciones de aquella enorme y amplia iglesia… o eso se creía… Arthur tenía una pesadilla, una que le ha estado atormentando en estos últimos años, casi todas las noches… Mientras una diminuta lagrima corría por su mejilla, pudo pronunciar una simple y pequeña palabra poco audible…

-Her- Hermano….

Cuatro jovencitos corrían por el bosque, el mayor de todos tenía cabellos rojizos y grandes cejas, al igual de sus demás hermanos. Estaban huyendo, corrían desesperadamente entre los arbustos, hasta que uno de ellos tropezó y cayó al suelo.

- Oww… d-duele…- decía entre sollozos el mas pequeño de los hermanos.

- ¡Arthur! ¿¡Que diablos haces!? Anda, levántate antes de que nos atrapen!- decía el mayor mientras se acercaba rápidamente al menor junto a sus dos hermanos.

- Her-Hermano… no quiero correr mas… quiero ver a mamà… y a papá…- el pequeño Arthur sollozaba sin parar.

-…- el más grande no quería decirle que sus padres sacrificaron sus vidas para que pudiesen escapar de los soldados alemanes, los cuales ahora estaban en su búsqueda.- Escucha, Arthur… cuando encontremos un lugar seguro, papá y mamà vendrán por nosotros, así que ahora levántate rápido y sigue adelante- Si, mintió, para que así el pequeño tuviera las esperanzas de levantarse y seguir en su estrepitosa huida. El mayor lo ayudo a levantarse y el mayor se posó de rodillas frente a el- Dime, quieres ver a mamà y a papá?

- S-Si- decía el pequeño Arthur mientras se secaba las lágrimas.

- Entonces, sigue adelante y no mires hacia atrás, ok? Si haces eso, ten por seguro que los veras de nuevo- culminó el mayor.

- Lo prometes? – pregunto el mas pequeño con sus grandes y hermosos ojos verdes observando al mayor.

- Si, te lo prometo…

- O-Ok- fue lo último que dijo el pequeño tratando de alcanzar las largas zancadas que daba su hermano al caminar a paso rápido mientras sus otros dos hermanos los seguían atrás.

De pronto, entre los arbustos, un ruido se escuchó a lo lejos asustando a los cuatro hermanos.

- ¡Ahí están!- gritó un soldado que vestía el uniforme alemán y entre sus manos poseía un arma de fuego.

- ¡Damn! ¡Nos encontraron! ¡Corran muchachos!- dijo el mayor de los hermanos.

Corrieron por sus vidas, los soldados se dispusieron a seguir los pasos de aquellos niños. Corrieron sin detenerse ni mirar atrás, solo seguían adelante mientras la brisa fría de la noche congelada sus mejillas.

Salieron del bosque, cansados, sin mucho aliento, para encontrarse con una desilusión… no había donde seguir, el camino había llegado a su fin dejando a los cuatro hermanos al borde de un risco, que en el fondo se podía visualizar un enorme y amplio río.

De repente, entre los árboles salieron dos soldados, al instante los pequeños trataron en vano de retroceder algunos pasos en señal de alejarse de aquellos enemigos.

- Ja! ¿Pensaron que podían escaparse de nosotros? Jeje… no lo creo….- dijo uno de los soldados acercándose a los débiles niños.

- Demonios…y ahora que haremos- dijo el mayor de los hermanos tratando de esconder a Arthur entre sus brazos, mientras que los otros dos se colocaban delante de ellos.

- Hermano…tengo miedo…- dijo Arthur escondiendo su rostro en el pecho del mayor.

- Escucha Arthur- susurro el mayor- quiero que sepas que mamà y papá te querían mucho…. Como tu hermano mayor siempre te considere un niño llorón y débil pero…..es tiempo de que me demuestres lo contrario.

Arthur mientras escuchaba las palabras de su hermano, podía observar como los soldados enfilaban sus armas hacia ellos en posición a dispararles.

- Hermano….

- Arthur… Adiós – diciendo esto ultimo mientras posaba una sonrisa llena de tristeza, empujó al pequeño Arthur al fondo de aquel risco cayendo al rió.

Arthur mientras caía, observó por leves segundos como los soldados alemanes le disparaban a sus jóvenes hermanos.

- ¡HERMANO!

-AAAHHH!- gritó Arthur al momento de despertar de aquel horroroso sueño- solo fue… una pesadilla- su respiración se entrecortaba al hablar- Hermano…eres un mentiroso…- decía el ingles mientras se escabullía entre las sabanas sollozando una y otra vez el nombre de quienes sacrificaron sus vidas por él.

Si, aquella pesadilla que tenía casi todas las noches no era un simple sueño, sino que era aquel recuerdo del pasado que lo atormentaba una y otra vez, aquel momento en el cual perdió a sus seres queridos. Después de aquel horrible momento, Arthur solo recuerda que al haber llegado río abajo, una joven monja lo ayudó y lo llevó a la catedral de San Miguel, lugar el cual después de unos años se convertiría en su nuevo hogar.

Arthur, siempre tenia en mente la imagen de aquella dulce y amable joven, aquel rostro de aquella monja de la cual se había enamorado, si, Arthur amó a esta chica a muy temprana edad, al principio la veía como una simple hermana pero con el paso del tiempo, llegó a sentir "algo" mas por ella; pero por leyes de la iglesia, no podían estar juntos. Arthur no pudo confesarle sus verdaderos sentimientos ya que aquella joven había muerto misteriosamente unos años antes de que éste llegara a la adolescencia. El joven ingles, ya con sus 23 años, aun sospechaba de aquel extraño suceso. Lo único que sabe, es que la muerte de aquella joven fue debido a una herida profunda hecha en su pecho, la cual le provoco una perdida de sangre severa causándole la muerte. Y el lugar donde sucedió dicho hecho fue en las ruinas de la antigua iglesia de "Santa María" (**), que se encontraba a unos kilómetros de la actual iglesia de San Miguel. Irónico, ¿no lo creen? Una joven monja muere en las ruinas de una antigua iglesia, es algo bizarro si lo piensan detenidamente. Pero Arthur, llevaba consigo ese pensamiento, siempre, ya que después de la muerte de la joven monja, muchas preguntas albergaron su mente: ¿Por qué se encontraba en ese lugar? ¿Que se supone que estaba haciendo en aquel momento? ¿Alguien más se encontraba con ella? ¿Como y Por que sucedió? Esas clases de preguntas nunca dejaron el subconsciente de Arthur, pero aun así, después de ello, siguió con su vida rutinaria como siempre, ya que esa jovencita le hubiese gustado que aquel niño ingles siguiera con su vida, aun si ella no estuviese a su lado.

Después de una incomoda noche, Arthur se dirigía al jardín a regar las flores que se encontraban ahí, pero en su camino notó a varias muchachas conversando un tema del cual no podía dar marcha atrás, así que sigilosamente se acercó a ellas y escondió su figura en uno de los enormes pilares de la catedral escuchando lo que hablaban aquellas muchachas.

-Hey, ¿Recuerdan a Emily? ¿La que murió misteriosamente en aquella iglesia?- decía una de las muchachas.

- Si… ella fue muy dulce con todas nosotras…pero… ¿por que nos preguntas eso?- contestaba la otra.

-Hay un rumor que dice que antes de morir, la razón por la cual se encontraba en aquel lugar tan alejado de aquí durante esos días, fue por que se encontraba a escondidas con un hombre.

-¿¡EEHHHH?!- un grito de histeria inundo el pasillo en donde se encontraban.

-¡Shh! Bajen la voz- decía la muchacha- En fin, como les decía, al parecer era un soldado que conoció hace ya un tiempo atrás, y se juntaban cuando tenían un poco de tiempo libre, pero, Emily debía seguir las reglas de la catedral, por eso no tenia permitido estar con ese hombre. Aun así, aun no me explico como terminó todo este romance en un trágico hecho.

- Es una terrible desgracia, ahora entiendo porque la Madre superiora y el cura de la Iglesia nunca hablan de ese tema- decía la otra muchacha.

-Creo que tienes razón- decía la joven monja mientras miraba su reloj de bolsillo- ¡Chicas! ¡Debemos encontrarnos en la capilla ahora! ¡La gente debe estarnos esperando! ¡Vamos!

Y así, escuchando como se alejaban los pasos de aquellas muchachas, Arthur estaba atónito, no lo podía creer, simplemente se quedo ahí, estupefacto de la impresión, el solo hecho que la persona de la cual ese había enamorado tuvo un novio, hacia que se le rompiera el corazón. Todos estos años nunca dejo de amar a aquella muchacha aun después de haber perdido la vida, Arthur aun pensaba en ella.
Una vez que se recompuso, se dirigió al jardín donde se encontraban sus amadas flores con una faceta triste y melancólica, tratando de ahogar las lágrimas que amenazaban por salir de sus hermosos orbes verdes.

Varios días pasaron, y miles de personas seguían llegando a la catedral. El equipo medico estaba colapsado, y las jóvenes monjas (inclusive Arthur) debían ayudar a los heridos de gravedad lo mas rápido posible.

Todo iba bien hasta que surgió algo inesperado; soldados británicos llegaron a la Catedral. No solo en búsqueda de ayuda medica y provisiones, sino que también estaban en busca de personas que pudieran ejercer el rango de soldado. Tenían muchas bajas en su ejército en ese instante y pasaban por un momento crítico de la guerra, si no hacían algo, sucumbirían ante la victoria de los alemanes y no tenían más opciones que pedirles a sus mismos ciudadanos la ayuda necesaria para ganar.

En ese momento, Arthur se encontraba en la parte trasera de la catedral buscando agua que provenía de un pequeño pozo, de repente cuando estaba a punto de regresar con los demás, aparece una de sus "hermanas" monjas a decirle lo ocurrido.

- ¡Arthur! ¡Gracias a Dios que te encuentro! ¡Rápido! ¡Debes esconderte! –decía la joven monja mientras jalaba del brazo de éste, que por el brusco movimiento hizo caer la cubeta con agua que tenia en sus manos.

- ¡Ah! ¡Idiota! ¡Mira lo que hiciste! –recriminaba el joven Arthur mientras su mirada pasaba de enojo a incertidumbre –Oye… ¿Que te sucede? ¿Por qué estas tan alterada?

La joven observó a Arthur y lo abrazó, provocando que éste se colocara mas rojo que un tomate español ya que no estaba acostumbrado a las muestras de afecto.

- ¿W-W-What are you doing? –Decía Arthur totalmente nervioso ante el acto –Oye, Teresa...- llamó por su nombre a la joven monja -...Has estado actuando extraño, ¿que sucede?

- No dejaré que te alejen de nosotras, Arthur –susurraba en el oído de Arthur

- ¿Eh? ¿De qué estas hablan…-pero antes de que pudiese decir algo más, la joven Teresa soltó el agarre y con una mirada sumamente seria le dijo –Arthur… han llegado a la Catedral soldados británicos en busca de reclutas para el ejercito ingles…

Arthur, que se encontraba tranquilo es ese momento, comenzó a temblar y a tener un miedo terrible el cual se reflejaba en sus bellos orbes verdes.

- Arthur, se que debe ser difícil para ti, pero hay muchas posibilidades de que… por tener la edad que tienes, puede que te elijan como un soldado británico…yo se que a ti no te gusta ver sufrir a la gente por respecto a lo que le sucedió a tu familia, pero… si te eligen será por el bien de la nación inglesa.

Arthur sin decir nada aún, seguía sumergido en sus pensamientos, mientras la joven Teresa le decía aquella noticia. Un escalofrío sumamente helado recorrió su espalda ya que muchos pensamientos negativos llenaban su mente.

- ¿Me…Me entregaran al ejercito? ¿No es así? –Decía Arthur con una clara muestra de miedo y duda-.

- Yo… haría todo lo posible para que los soldados no te llevaran con ellos, sin embargo no tengo el poder ni la autorización para hacer eso –decía la joven.

-…- Arthur sentía que su corazón se partía en dos al escuchar aquellas palabras, que de solo pensar que se vería involucrado en todas aquellas muertes que se abrirían paso si se uniera al ejercito, lo llenaba de mas y mas temor de lo que jamás había sentido antes… pero antes de colapsar ante sus erróneas hipótesis, vio una calida sonrisa en le rostro de la joven monja la cual lo dejó desconcertado.

- Por eso yo… voy a tener que romper las reglas por ti –dijo mientras le dedicaba una enternecedora sonrisa a Arthur.

- ¿Eh? ¿A que te refieres? –dijo Arthur asombrado por aquellas palabras.

- Esta vez… ¡Yo te protegeré, Arthur! –dijo la joven Teresa con una sonrisa llena de confianza.

Arthur, mas asombrado que nunca en su vida, no sabia que decir tras aquella muestra de cariño y preocupación por el, nunca pensó que aquellas jóvenes sentían ese afecto por el.

- Thank you, Teresa… significa mucho para mi que me digas eso –decía Arthur-…pero… ¿Qué se supone que debo hacer ahora? No quiero irme de aquí…tu sabes perfectamente que este lugar ha sido mi único hogar… ¿Adonde debería ir?

-Mmm... lo mejor será que te alejes de la catedral mientras los soldados están aquí, estoy segura que no dudaran en merodear y recorrer por completo el lugar para ver si no hay algún infiltrado alemán o algo así… yo te recomiendo que vayas al bosque por un par de horas y cuando todo se haya calmado todo por aquí, regresas lo antes posible, ¿ok? –dijo la joven monja.

- Esta bien… será solo por un par de horas, ¿verdad?¡Entonces no hay problema! Jejeje –dijo Arthur entregando una sonrisa para darle confianza a la joven.

- Se que con esa confianza llegaras muy lejos…Ah! Espérame un momento ¿si?- dijo la joven mientras que rápidamente se dirigía a los dormitorios, paso un leve momento y regreso junto a Arthur –Ten, se que pasaras frío y hambre durante esas horas en el bosque así que te preparé esto- dicho eso le entregó una canasta con algunos alimentos y una tunica para el frío –No te alejes demasiado,¿ok?

- No lo haré y gracias –dijo mientras agarraba con firmeza la canasta –jeje ahora con esto me pareceré a la caperucita roja –diciendo esto partió con rumbo hacia el bosque antes de que los soldados notaran su fuga temporal.

- ¡Ten cuidado, Arthur! Y que Dios te bendiga…- dijo la joven en señal de despedida mientras veía como su joven "hermano" se dirigía hacia el bosque.

No sabia cuantas horas llevaba merodeando por ese basto bosque, estaba exhausto y necesitaba descansar, pero si se detenía a la mitad, había posibilidades de que soldados enemigos también se presentaran en los alrededores del lugar y pudiesen atacarlo. Arthur se encontraba a varios kilómetros de la catedral y ya se hacia de noche. Incluso con aquel anaranjado atardecer se podían apreciar algunas estrellas en el cielo…era simplemente hermoso.

Caminó sin rumbo por varios minutos más, hasta que de pronto, algo sumamente abrumador iluminaron sus ojos. Eran ruinas… las ruinas de la antigua catedral de Santa María.

Arthur sigilosamente dio unos cuantos pasos y pudo observar con detenimiento aquellas ruinas. Muchos pensamientos llenaron su mente. Se preguntaba como en ese hermoso lugar sucedió una de las catástrofes mas terribles que se hubiese podido imaginar.

Increíblemente, el altar de la iglesia había sufrido el menor de los daños, pero, con el pasar de los años se fue deteriorando más y más, aunque aun así, no perdía la belleza que poseía aquel sagrado lugar.

Se encaminó hacia el altar, pero algo sucedió: no estaba solo como el creía. En el centro del altar se encontraba alguien pero a causa de la oscuridad de la noche, el semblante de aquella persona no se observaba del todo bien.

Arthur, con miedo y un poco de incredulidad, se acerco a aquella persona la cual yacía ahí sentada, inmóvil ante los pasos que daba el joven Arthur. No se sabia si era un soldado enemigo o una persona que se encontraba perdida en ese lugar, pero, el solo pensamiento de que pudiese estar herido o con hambre, surcó por la mente de Arthur, el cual dejo las dudas a un lado y se dirigió directamente a él para poder otorgarle su ayuda, ya que a pesar de estar vestido de monja, Arthur era un caballero, sea como sea, tenia principios los cuales debía seguir.

- ¿D-Disculpe… se encuentra bien? –Preguntó Arthur mientras se acercaba lentamente a esa persona – ¿Esta perdido? ¿Tiene alguna herida o tal vez tiene un poco de hambre?

Pero aquella persona no respondió ante las palabras por lo que Arthur prosiguió a acercarse más, pero se detuvo inmediatamente al escuchar unos murmullos provenientes de esa aquella persona.

- Nunca pensé… que un "humano" pudiese verme –dijo con una profunda voz la cual inquietó un poco a Arthur, pero al escuchar esas palabras pudo deducir que era un hombre.

- Perdone si lo molesté pero… -justo cuando Arthur se encontraba a unos centímetros frente a él, éste se levanta provocando que Arthur se sobresaltara de doble manera.

- Me encuentro mejor que nunca, especialmente ahora, que la "presa" ha caído voluntariamente a la trampa –dijo el hombre.

- ¿Eh? ¿De que esta habl… -pero antes de que Arthur pudiese decir mas, se quedo petrificado al notar que de la espalda de aquel individuo sobresalían una enormes alas negras parecidas a las de un demonio. Las piernas de Arthur comenzaron a temblar a causa del miedo, provocando que éste cayera al suelo por la impresión. Y no solo eso… pudo observar que de su cabeza salía una especie de cuernos… en ese instante Arthur ya no sabia que pensar.

En cuanto aquella figura espectral quedó expuesta totalmente a la luz, observó detenidamente el cuerpo que yacía ante sus pies.

Arthur, al hacer contacto visual con aquel individuo, le preguntó temerosamente:

- ¿Quién o qué eres TU?

Y aquel individuo le respondió con una sonrisa de lado:

- "Yo soy… tu peor pesadilla".