Disclaimer: Todos los personajes de Sailor Moon, son propiedad de la maravillosa mangaka: Naoko Takeuchi.
The veil over his eyes
(Adaptación Libre)
26 de Marzo de 1915 – Estados Unidos
–Señorita White… el libro…
El dueño de la librería se sintió intimidado ante la mirada expectante de la joven. Era más de la venteaba vez –en dos meses– que acudía a la librería, preguntando por el mismo título. Siendo una clienta frecuente, trato de no decepcionarla; ¨movió cielo y tierra¨, pero el dichoso libro pertenecía a una edición agotada. Entonces…
– Señor Tomoe dígame que lo pudieron conseguir –junto sus manos como si se encontrara frente de su ¨hada madrina¨.
–Sí… –antes de mostrarle el libro, el hombre quiso hacer sufrir un poco a la joven– Le confieso que no fue fácil conseguirlo, tuve que acudir a mis contactos que radican en el viejo continente, y helo aquí.
Se sintió maravillada como cuando un mago la sorprendía con sus trucos de magia; lo tomo con sumo cuidado.
–Señor Tomoe le pagare lo que sea necesario, y muchas gracias por tomarse la molestia.
–¿Quiere que se lo envuelva? –dijo una joven cuatro años menor que ella; quien era hija del dueño de la librería.
–Sí Hotaru. Gracias… –se lo entrego, y eligió el papel de regalo más bonito.
Ya fuera de la librería, y al sostenerlo entre sus brazos; le trasmitía una inmensa felicidad. Las campanadas del reloj de la iglesia –del Centro– le hicieron percatarse de que si no se apresuraba no alcanzaría a su padre en la oficina –estaba segura de que no se iría sin ella, pero no quería causarle molestias al tener que esperarla– ya que habían quedado de ir juntos a comer, y su madre los estaba esperando. Apresuro el paso a una hora donde: la gente se aglomeraba en las calles.
Finalmente estaba en frente del edificio donde se encontraba el Despacho Jurídico de su padre. A lo lejos vio la silueta masculina; de quien miraba por el ventanal. Trato de llamar su atención y lo saludó efusivamente, entonces al cruzar la calle; su sonrisa se borró, cuando se percató de que no se trataba de su papá.
Era un joven elegantemente vestido que se le quedo viendo de una forma en que ningún hombre lo había hecho antes, y ella no pudo evitar sentirse abrumada. Desvió la mirada, y trato de regresar a la banqueta contraria, pero para su mala suerte un automóvil paso en frente suyo. Recibiendo un empujón, ella cayó pesadamente sobre el empedrado; con algo de lodo, debido a las lluvias de días anteriores. Se sintió aturdida, sin embargo al ver como las ruedas pasaban sobre su preciada posesión, no pudo evitar gritar.
El conductor del automóvil ni siquiera osó disculparse, al llegar a la conclusión de que aquel incidente había sido culpa del descuido de aquella torpe.
Ella tomo el libro y una de las pastas se desprendió. Se sintió desolada al ver que varias páginas tenían ahora manchas oscuras; a causa de las llantas. Al sentirse observada por los transeúntes chismosos. Se incorporó rápidamente y se fue corriendo de allí. Tardo más de una hora en llegar a la residencia de la Familia White.
–¡Serena, hija mía qué te ha pasado!
Su madre –quien se encontraba en el jardín– se alertó al verla en tales fachas, su vestido no podía estar más sucio, y ella estaba ¨hecha un mar de lágrimas¨. La joven no dijo nada y abrazo a su madre buscando consuelo.
La mujer cuya belleza había heredado su hija; la guió por las escaleras, y se dirigieron a la habitación de Serena.
–¡El libro se estropeo! –lloro con más ímpetu y se dejó caer sobre su cama.
–¡El libro qué tanto has esperado, para regalárselo a Darien por haberse graduado de la Facultad de Medicina!
Ella mejor que nadie sabía de los sacrificios que su hija había hecho; no permitió que sus padres le dieran el dinero para comprarlo. Trabajo como institutriz de los hijos de amigos íntimos de la Familia White; quienes vieron ese gesto como una lección de vida por parte de aquellos venerables padres a su primogénita. Y gustosos le encomendaron la educación de sus hijos.
Al escuchar que un automóvil se estacionaba intuyo que se trataba de su marido; quien al igual que su hija había llegado tarde a la hora de la comida. Comprendió que era mejor dejar que Serena se tranquilizara, y bajo a la sala para recibir a su marido.
–¡Querido bienvenido!
Él le dio el tan acostumbrado beso, pero se separó rápidamente de ella.
–Serenity, estoy muy preocupado por nuestra hij…
–Ella ya está en casa…
–¡Esa niña me dejo plantado!
–Créeme fue por una buena razón…
Serenity lo ayudo a quitarse el saco y el sombrero; se los entregó a una joven sirvienta para que los colgara en el armario que se encontraba a un lado de la puerta principal.
–Entonces, por favor infórmale a Serena que esta noche tiene que estar más bella que nunca…
El señor White no podía ocultar la gran sonrisa que acentuaban sus varoniles facciones.
–Lo siento, pero Serena esta indispuesta… hoy no cenara con nosotros.
–Imposible, un distinguido invitado viene a cenar…
–¿Querido, por esta vez, podrías disculparla?
El hombre estaba a punto de subir las suntuosas escaleras para dirigirse a la habitación de su hija, pero la mirada suplicante de su amada esposa lo hizo desistir.
–No te preocupes me encargare de que esta cena sea perfecta, y se atienda como es debido al que imagino es tu cliente…
–Deja los preparativos en manos de Beryl, tengo que hablar contigo…
–Sobre qué…
–El compromiso de nuestra hija…
C
–¡Soy una torpe!
La luz que le proporcionaba la lámpara de noche ilumina el libro que había dejado sobre la cama. La apagaba y la encendía como si esta acción sirviera como un conjuro que le proporcionara al libro mancillado su compostura. Ya pasaban de las tres de la mañana –la melodía del gran reloj de la estancia se lo había anunciado– y no podía conciliar el sueño… permanecía sentada a un lado del edredón de su cama mientras recargaba su cabeza sobre sus rodillas.
–Ya no tengo tiempo para encargar otro libro, si es que lo hubiera… –de nuevo las lágrimas brotaron– …y por si fuera poco… ahora estoy comprometida con quién sabe quién.
Esto último se lo dijo al libro como si este se tratara de un fiel confidente.
Había pasado tan sólo una semana y los preparativos de la fiesta de su compromiso no se hicieron esperar. No había tiempo de nada, su madre no dejaba de atosigarla con los detalles de cómo debía comportarse en tan elegante gala. ¨La crema y nata¨ harían acto de presencia; y sintió la misma presión de cuando fue presentada en sociedad; desde ese día los pretendientes no le faltaron, pero al momento de dar su opinión sobre algún tema que involucrara a la política o sobre un tema –que según ellos– no le confería a las mujeres, no los volvía a ver, ya que ¨defendía a capa y espada¨ sus ideales. Con tan solo 17 años –faltando tan sólo unos meses para cumplir los 18 años– sentía que el amor no llegaría a su vida o mejor dicho un romance como el que los personajes de sus novelas padecían y vivían al máximo; tratando con todas las fuerzas de su corazón, librar cada uno de los obstáculos para así consumar su amor.
–Madre… –dudo en preguntar– ¿Cómo es mi prometido?
Serenity quien le ayudaba a ponerse el vestido –color rosa pálido con bordados de rosas formadas por hilos de plata– la veía por el gran espejo.
–Diamante Vega pertenece a una de las familias de más renombre de España. No te preocupes tu padre investigo sus antecedentes, y por si fuera poco es hijo del que fue uno de sus mejores amigos de la universidad. Heredo una viña, además su empresa produce e importa vinos de la más alta calidad. En la cena me pude percatar de que es inteligente y muy maduro para su edad; tu padre admira su frialdad y asertividad en los negocios, ya que gracias a esto su fortuna se ha triplicado después de la muerte de su padre.
Una idea picara cruzo por la mente de Serena, quizá él era el mejor y más maravilloso partido, por eso sus padres no querían que la conociera antes de qué se comprometieran formalmente. Para que este no saliera corriendo cuando ella abriese la boca… Pero, la respuesta que quería escuchar de su madre tenía que ver con que: si era un buen hombre, del cual con el tiempo ella llegaría a enamorarse, como le paso a su mejor amiga Luna.
C
–¡Pido un brindis por los futuros esposos! –dijo con orgullo el padre de Serena.
Los invitados alzaron sus copas y dijeron al unísono: ¨Por los futuros esposos…¨
Las manos de Serena temblaban y esto no se debía a los típicos nervios, de cuando se encontraba frente a una gran multitud de gente ¨pomposa¨ –dejando a un lado a sus amigas– que la escudriñaban de pies a cabeza, sino más bien a que su ¨maravilloso¨ prometido se trataba del ¨joven del ventanal¨.
¨Esa mirada¨ que la había impactado desde aquel ¨desafortunado encuentro¨; seguía inquietándola. Y por segunda vez fue presa de la torpeza: al alzar su copa el contenido se derramo sobre su elegante vestido.
¨Por favor, que me trague la tierra.¨
Pensó, y su madre le hizo una seña para que se disculpara, y se retirara a su alcoba para cambiarse.
–Lo siento…
Fueron las únicas palabras que pudo pronunciar. Ya en su habitación su madre le entrego otro vestido –que se había puesto en otra ocasión–. Beryl le ayudo a ponérselo mientras Serenity le entregaba un coordinado –aretes, brazalete y gargantilla– que su marido le había regalado, en su pasado aniversario de bodas; y que combinaba con el vestido. Serena no podía quitar la vista de su costoso y fino anillo de compromiso; lo cierto era que Diamante tenía un gusto exquisito y refinado, esto se podía notar en su en su persona, y por ende en todo lo que le rodeaba.
A punto de reunirse de nuevo con los invitados y a unos pasos de la sala principal, Serena sujetó del brazo de su madre, y detuvieron su andar enfrente de la puerta corrediza del gran salón.
– Madre yo no quiero irme a España, estar lejos de ustedes, de mi hermano, de mis amigas y de Da… –dijo desconsolada y apunto de las lágrimas.
Su madre la tomo suavemente del brazo y hablo quedamente, pero con dulzura. Mientras la música del cuarteto de violines se filtraba por la puerta he inundaba cada recoveco de la gran residencia.
–Hija mía, tu padre y yo queremos lo mejor para ti y Sammy. La vida que te depara al lado de Diamante será la misma a la que estas acostumbrada. Además tendrás a alguien a tu lado que te protegerá y con el cual formaras un hogar que se vera bendecido por la llegada de los hijos –la abrazo–. Nunca te lo había contado, pero igual que tú, mis padres me comprometieron con un completo ¨desconocido¨ –sonrió– me sentí sumamente desconcertada, y el inicio de nuestro matrimonio fue cordial, pero el amor llego cuando menos lo esperamos y se vio coronado contigo y con tu hermano.
–¡Madre!
Se abrazaron y su madre deposito un beso sobre la coronilla de su cabeza; y Serena se sintió aliviada y le embargaba una paz que no había sentido desde que sus padres le comentaron sobre su compromiso.
–Ya nos hemos tardado más de lo previsto… –entonces le hizo la seña al mayordomo para que la abriera.
Los invitados no pudieron disimular sus miradas recriminadoras, pero cuando la joven reconoció entre el gentío; la tan conocida espalda de…
–¡Darien!
Se alejó de su madre, Camino con paso firme; y cuando finalmente llego al lado del que consideraba su mejor amigo, lo abrazo cariñosamente. Él al notar que alguien lo abrazaba se dio media vuelta, y sonrió.
–¡Has regresado!
Su padre tosió y Serena regreso a la realidad: con sus padres, sus invitados y su prometido.
–Los presento… –dijo ceremoniosamente– Darien Shields, mi mejor amigo desde la infancia… Diamante Vega mi… –dudo– …mi prometido.
Se dieron un cordial apretón de manos.
–Mucho gusto, es usted tan afortunado… Serena es una joven llena de virtudes…
Diamante sonrió, pero sólo Darien se percató de que lo hizo con sorna.
–Lo siento, pero tengo que retirarme por asuntos de negocios –esto se lo dijo más bien a sus futuros suegros.
Diamante tomo con suma delicadeza la mano de Serena y la beso, ante la mirada expectante de Darien.
C
–Apenas si pude hablar con Darien en la fiesta de mi compromiso… No le pude decir cuanto lo extrañe…
Su ¨confidente¨ se encontraba sobre su regazo hasta que finalmente lo abrazo. Aún le costaba trabajo verse como una mujer comprometida… Su anillo le pesaba, y esto se lo atribuía al kilataje del diamante incrustado.
–Señorita White…
Escucho la voz aterciopelada de su prometido detrás de ella. La doncella se retiró unos pasos; lo suficiente para darles privacidad, pero a la vez estaba al pendiente de sus acciones.
Diamante se sentó –en la banca del jardín, que se encontraba debajo del frondoso árbol– a un lado suyo; la cercanía le provoco un escalofrió a la inocente jovencita. Temió que él también hubiese escuchado su confesión… Ella trato de incorporarse, pero la imponente mirada del joven, se centró en el libro que traía en sus manos.
–¡Es el que le di al Señor Tomoe! –en un principio no entendió a qué se refería.
–¿Usted conoce al Señor Tomoe?
–Señorita White se dé su gusto por la lectura y por eso accedí a entregarle este único ejemplar; y él hizo lo propio: vendérselo. He escuchado sobre sus virtudes, más de un conocido me ha hablado de que usted goza de una inteligencia y raciocinio que muy pocas mujeres poseen; estoy seguro de que será la esposa ideal.
–Yo…
Se sintió fascinada por un aroma peculiar y a la vez desconocido; tenía la sensación de que se trataba de una esencia floral, pero no sabía a cuál flor atribuírsela.
Ella quien era inexperta en el amor, experimento algo que ni siquiera había sentido por su mejor amigo. Acaso era…
C
–¡Mina! ¿Cómo se te ocurre regalarle perlas? –dijo apenada.
–Ami, recuerda que la tradición dice: ¨Algo nuevo…¨ –coloco el collar sobre el fino cuello de la novia; y cerro el broche– Además es la piedra favorita de Serena, yo también use perlas el día de mi boda… –se sentó sobre el taburete– …heme aquí con dos niños y una niña en camino –estaba segura de que así sería; su primer hija – . Y las lágrimas que he derramado han sido de felicidad… –sonrió felizmente mientras veía desde la gran ventana a sus dos traviesos hijos, corriendo por él jardín.
–Mina, Ami dejen de agobiar a Serena, no se percatan de que está a punto de desmayarse a causa de los nervios que toda novia siente el día de su boda...
–Serena no olvides escribirnos –dijo tristemente Ami quien le estaba acomodando la cola del vestido.
–Entendemos que los primeros meses no te será posible… –rio Mina de forma traviesa.
–Entonces… ustedes podrían platicarme sobre… –se sonrojo.
Sus tres amigas ya estaban casadas, así que mejor que ellas para contarle detalles sobre la noche de bodas… Bueno… además le habían regalado el ajuar.
–Serena, la primera vez… –Mina tomo la palabra.
–¡Hija, te vez hermosa! –Serenity entro de imprevisto a la habitación de su hija. Al verla vestida con su vestido de novia no pudo contener las lágrimas.
Su madre le había ayudado a escoger desde el tocado hasta las zapatillas blancas satinadas. Todo era perfecto y bello, el vestido había sido confeccionado por él más aclamado –por las mujeres de la alta sociedad– modisto de Paris; Serena se sentía realmente hermosa.
–Gracias… –abrazo a su madre.
–Serena ni se te ocurra llorar… –dijo imperativamente, pero con ternura.
–Ya es hora de partir a la iglesia… –entro el padre de Serena, quien al ver a su hija se quedó estupefacto.
–Padre en un momento bajo… –su sonrisa parecía la de un ángel.
Mina y Ami siguieron a los padres de Serena, entonces una de sus amigas se rezagó y le susurro: La primera noche es inolvidable, y más si es con la persona que amas. He intuyo que estas empezando a sentir algo por tu prometido.
–Gracias Luna, las dos jóvenes se abrasaron.
De sus tres amigas: Luna fue afortunada al casarse con el amor de su vida. Mina era el lado opuesto de la moneda, ella se casó sin amor, y ahora cada vez que estaba junto al ¨arrogante¨ de Malachite –así le decía, antes de llamarlo: Gatito– se percibía el inmenso amor que se profesaban. Ami no era la excepción, su introvertida amiga estaba locamente enamorada de Richard, y era correspondida.
–¡Adiós! –dijo Serena mientras cerraba la puerta de la que había sido su habitación. La mayoría de sus cosas –muñecas, vestidos, recuerdos y sus amados libros– se quedaban en aquel lugar, debido a que se mudaría a otro continente, pero Diamante le prometió que no le faltaría nada. Dos cosas que Serena no olvido llevar, fueron: El libro que no pudo entregarle a Darien, y la cajita música que él le regalo cuando cumplió quince años.
La boda fue un hermoso acto que Serena en ese momento idealizo. Todo era perfecto, y maravilloso nada podía opacar su felicidad, quizá el detalle de que estaría lejos de su familia.
Los invitados ocuparon cada una de las bancas de la Iglesia. Por parte de la novia: acudieron familiares y amigos, y por parte del novio: clientes –Hombres de negocios y sus familias–, y parientes lejanos que radicaban en Estados Unidos. Cuando Serena se enteró de que ya habían fallecido los padres de Diamante, se propuso hacerlo sentir querido.
Su hermano menor y su prima Rini sostuvieron la cola de su vestido. Su padre más que orgulloso la entregó en el altar, y una vez salieron de la iglesia, su madre fue la primera en abrazarla. Las fotografías de los novios solos, después con los invitados y familiares, tenían como fondo la escalinata que fue adornada con las mismas flores del buque de la novia.
Las lágrimas no se hicieron esperar al final de la recepción –banquete–. Familiares y amigos se despidieron cariñosamente de ella.
–¡Darien!
Ella le sonrió al verlo frente a ella y él sujeto fuertemente su mano, pero de forma delicada y la llevo lejos de la multitud. Los que conocían a Serena el gesto de aquel joven, no les pareció extraño. Les dieron privacidad para que pudiesen despedirse a gusto.
–Serena yo… siento enturbiar tu felicidad, pero no puedo dejarte marchar sin que antes te confiese, que desde hace mucho tiempo he estado enamorado de ti… Yo lo desconocía, pero al estar lejos de ti, afloraron mis verdaderos sentimientos. Regrese demasiado tarde. Mi plan era terminar la carrera de medicina, forjarme un futuro… pero a mi llegada; la noticia de tu compromiso destruyo mi sueño. Sé que nuestra relación no hubiese sido vista con buenos ojos por tus padres, al ser mi familia de menor posición que la de los Vega.
–Dar…
–Princesa no digas más… Te deseo toda la felicidad que te mereces…
–Gracias.
Ella lo abrazo y comenzó a llorar. La embargo una mezcla de tristeza y de felicidad. Se sintió conmovida ante las palabras de quien había considerado su mejor amigo… Entonces un pensamiento enturbio su dicha, y si él le hubiese confesado sus sentimientos antes de comprometerse con Diamante, entonces ella que hubiese decidido…
–¡Serena!
La llamo su madre, su ahora esposo ya había subido al automóvil…
–Te prometo que te escribiré…
Fue lo último que atino a decir, y mientras avanzaba los dos se perdieron entre el ¨mar de gente¨.
El chófer le tendió la mano para ayudarla a subir, y mientras el coche avanzaba se despidió de todos sus seres queridos.
Cuando el automóvil doblo la esquina, ella sollozo y cuando menos se percató se quedó dormida, no vislumbro cuánto tiempo paso, pero por lo que parecía habían viajado toda la noche y parte de la mañana; su cuello le dolía.
Serena recargo su cabeza en el hombro de su esposo para mitigar el dolor; y él se hizo a un lado, a ella le extraño, pero no dijo nada. Así permanecieron en silencio hasta que llegaron al puerto, y al arribar al barco que los llevaría a su destino, percibió en Diamante una expresión de hastió; se lo adjudico al pesado y extenuante viaje.
Ya en el camarote y en espera de la tan ansiada primera noche, no pasó nada, y así transcurrieron los días hasta que arribaron.
El viaje había sido extenuante y su llegada a media noche no fue placentera. Todo estaba en penumbra, subieron a un elegante automóvil; cuyo chófer los esperaba. Otra vez el silencio inquieto a la joven esposa. Pasaron aproximadamente tres horas y por fin llegaron a su destino.
Ya de madrugada una gran cantidad de servidumbre los esperaba en la entrada de la impresionante mansión.
–Bienvenido Señor Vega.
Les presento a mi esposa: Serena de Vega, desde ahora ella llevara las riendas de la mansión.
–¡Sea bienvenida y estamos a sus órdenes! –dijeron al unísono, la ama de llaves, el mayordomo, las sirvientas, y los mozos.
Todo era sumamente elegante y majestuoso, pero había una frialdad en aquel lugar que la abrumo. Quería pensar que con el pasar de los días el calor de hogar poseería cada frío rincón, y ella felizmente se haría cargo de que así fuera.
–Señora su habitación…
Una joven doncella abrió la fina puerta de madera, y el mozo espero la señal de Serena para poder entrar y dejar sus valijas dónde más le conviniese.
Al ver que su esposo se dirigía a la habitación contraria se asustó.
–¿Diamante, no dormiremos juntos?
Se sintió apenada por hacer tal pregunta ante aquellos desconocidos, pero ellos ni se inmutaron, y siguieron en la misma posición, como si se trataran de maniquís.
–No –dijo sin la menor delicadeza– Es mejor así, cada uno tendrá su privacidad –y sin decir más cerró la imponente puerta de su alcoba.
Por un momento se sintió incomoda en aquella inmensa habitación. La Inspecciono y se percató de que en el gran armario estaban colgados hermosos vestidos, pero a ella no le agradaba la idea de tener que usar tan suntuosos vestidos.
El sueño llego más pronto de lo que esperaba, debido al largo y cansado viaje.
Los días que siguieron, no vio en Diamante ningún gesto de afecto. El atendía sus clientes – viajes de negocios que no duraban mucho– o se iba al viñedo o inspeccionaba las cavas. Además él le había exigido que no fuese molestado por asuntos domésticos (o sobre el cuidado y administración de la mansión), ya que eso le correspondía a ella. Así se le iba todo el día a Serena. Bueno, se daba sus escapadas para inspeccionar, su nuevo hogar: Se sentía como una detective o buscador de tesoros, y valla que los había, se llegó a sentir cómo en un museo, recorrió un sinfín de pasillos que conducían a majestosas habitaciones. Pasaron varios meses para que pudiese conocer por completo cada recoveco, eso no era del todo cierto ya que una de las habitaciones del hala sur estaba cerrada con llave, y cuándo Diamante la vio tratando de abrir la puerta, se había encolerizado de sobremanera, y en vez de sentir temor, se sintió aliviada ya que era algo parecido a una emoción para con su persona. Ella no volvió a ir a ese lugar ya que comprendió que si estaba cerrada era por una razón.
No paso mucho tiempo para que se percatara de las excentricidades de su marido. Cada noche –sin falta, en la cena– bebía una copa con vino, de su selección privada, el cuál ella no había probado... Criaba perros para la caza. Y por la noche los mozos soltaban entre treinta perros (guardianes) bravos para que se hicieran cargo de proteger los alrededores de la mansión. Lo cual le parecía excesivo.
A su esposo sólo lo veía hasta la cena, donde el silencio y los buenos modales predominaban. El día terminaba con un, seco: Buenas noches, y los dos se retiraban a sus respectivas alcobas. Hasta que un día…
–El señor Vega, me informo que hoy no cenara con usted…
No sabía si eso era bueno o malo, al fin de cuentas el silencio predominaba estuviera él o no allí con ella.
La cocinera le sirvió el primer plato, y noto un gesto de molestia, y no era la primera vez que la atendían de mal modo, claro que esto solo sucedía cuando Diamante no estaba presente. Era obvio que a él le temían y a ella no la soportaban.
–Gracias… –dijo de forma despectiva, y a la vez como único escape de aquella situación.
El postre se veía delicioso y se dejó llevar por aquel espíritu infantil que conservaba pese a su edad y a su estado civil. Sonrió al pensar que si su madre la viera la reprendería.
¨Serena, ya eres toda una señora y no puedes comportarte de esa manera.¨
Entre sus dedos tomo una enorme fresa que se comió, y disfruto de cada bocado de la tartaleta. Habiendo terminado se incorporó de la mesa, y se alisto para dormir. Dos doncellas la ayudaron a desvestirse y a ponerse su camisón de seda.
Antes de apagar las luces vio en dirección a su secreteo; por fin había recibido carta de sus padres, amigas y… de Darien. Decidió leerlas a la mañana siguiente –pensando que una buena noche de sueño amainaría el dolor de haberse ido del lado de quienes habían demostrado amarla– ya que no quería mancharlas con las inminentes lágrimas que derramaría al recibir noticias de sus seres amados, y sus esperanzas, de saber si: era inmensamente feliz.
Esa noche en particular, el sueño llego más tarde de lo usual, pero no pasaron más de dos horas para que lo que parecía ser una presencia fantasmal la despertara. Abrió los parpados como si hubiese sido presa de una pesadilla, instintivamente vio en dirección a la puerta, pero estaba cerrada. Entonces se percató de una sombra que oscilaba sobre las sabanas. Las cortinas que cada noche se cerraban, se encontraban abiertas de par en par dejando entrar el fulgor de la luna llena, pero eso no fue lo que la sobresalto… Dio un grito casi inaudible, y el hombre desnudo se giró hacia ella. Ella no entendía que estaba pasando. Él se sentó sobre la cama y ella se acercó lo más que pudo a la cabecera. Aquél hombre se acercó a ella como si se tratara de un león tras una presa.
–¡¿Diamante?!
Cuando finalmente llego a su lado, este le dijo:
–¡Quiero un heredero! –exigió, como cuando daba una orden a la servidumbre.
Ella se abrazó a su almohada, pero Diamante se la quitó bruscamente y esta cayó sobre el fino mármol. La obligo a recostarse, entonces sus manos se posaron en medio de sus senos, y fue desabrochando cada uno de los botones de su camisón hasta que su paciencia no dio para más y jalo la tela para que los últimos cinco; cedieran de una maldita vez.
Serena tembló cuando su ropa interior recibió la misma suerte que la almohada. Su cuerpo se tensó cuando lo sintió sobre ella. Separo sus muslos y de la forma menos delicada y sin una pizca de amor o incluso deseo; yacieron sin ninguna caricia o beso de por medio. Cada uno de los movimientos, fueron bruscos. Al principio Serena grito cuando el dolor se hizo presente, trato de no llorar, pero fue inútil; copiosas lagrimas se deslizaron sobre sus mejillas. Fue cuestión de unos minutos para que aquella amarga luna de miel finalizara.
Diamante se incorporó y tomo la bata que se encontraba sobre el respaldo de una silla Luis XV, de la cuál Serena no se había percatado, no sospechaba cuanto tiempo Diamante había esperado hasta que finalmente ella despertara.
Escucho cuando la puerta se cerraba… Desnuda y con un dolor que no solo era físico, se manifestó en su vientre. Saco fuerzas de flaqueza y se rodó hacía el borde de su cama; poniéndose en posición fetal. Por horas vio la mancha oscura sobre las inmaculadas sabanas. Por primera vez descifro el presagió de su primer encuentro. Diamante era un hombre que con su sola presencia, destruía todo que se cruzaba a su paso. Como aquel libro que sin tocarlo lo destruyo…
Continuara…
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Hola queridas lectoras. ¿Qué les pareció este primer capítulo? ¿Quieren leer más sobre el tormentoso matrimonio de Serena?
