―¡Papá!

―¡Teddy!―Remus abrió los brazos para acoger en ellos a su pequeño hijo de tres años.

Tres años ya… tres años habían pasado desde la caída de Lord Voldemort. Perdieron a muchos, de eso no cabía la menor duda, pero al final, Harry había conseguido derrotar al mago oscuro. Harry Potter, con sus amigos Ron Weasley y Hermione Granger pasarían a la historia y él estaba orgulloso, el hijo de los que fueron sus mejores amigos antes de su muerte y lo serían aún después de ella, era cómo su hijo, confiaba tanto en él cómo esperaba que Harry confiase en él mismo. Le consideraba cómo un hijo más.

―Te quiero papá―susurró el pequeño Teddy abrazando a su padre.

―Y yo te quiero a ti pequeño.

Soltó a Teddy en el suelo y él corrió con su madre, quién esperaba un segundo hijo.

La máxima de Remus al participar en la guerra que se libró, era protegerlos, a los dos. A su mujer metamorfomaga y al pequeño que ahora abrazaba a su madre, cambiando su color de pelo castaño claro a un azul fosforito.

Teddy había heredado la condición de metamorfomago de su madre. Agradecía que, de su condición de licantropía, no hubiese el menor atisbo.

Se acercó a ellos y abrazó a su esposa por la espalda.

―Feliz cumpleaños, Remus―Tonks miró con una sonrisa a su esposo y le besó con suavidad.

―No podría ser mejor―acarició el pelo de su hijo.

El timbre se escuchó por toda la casa de la familia Lupin.

―Iré yo―se adelantó Tonks―probablemente sean mis padres.

Remus sonrió y detuvo a su hijo que iba detrás de ella. Él le miro sonriendo y su padre le devolvió la sonrisa.

Teddy caminó hasta el salón mientras su madre y sus abuelos se entretenían en el recibidor. Remus escuchó el sonido de las risas de su hijo en el salón y no dudó en ir a comprobar el motivo de las risas del pequeño Teddy.

Un osito de peluche bailaba en el aire ante los ojos de Ted que reía sentado en el sofá.

―Teddy, no―Remus se acercó al oso y lo cogió. El oso quedó inerte en sus manos―Cuando esté el abuelo Ted no debes hacer volar cosas, sabes que no le gusta demasiado―Teddy rió moviendo los pies en el sofá provocando la risa de su padre.

―¡Remus!―Andrómeda entró en el salón también y se dirigió a abrazar a su yerno―Feliz cumpleaños, querido, ¿qué tal?

―No podría estar mejor, ¿cómo estás tú Andrómeda?

―Fantástica, como siempre―Remus sonrió―Ted, saluda a tu yerno.

―Lo haría si no acaparases toda su atención. Remus―estrecharon su mano―feliz cumpleaños.

El timbre sonó una vez más. Tonks volvió a abrir la puerta mientras Remus se quedaba con Ted, Andrómeda y Teddy en el salón.

―Remus―Tonks entró por la puerta del salón, otra vez―te traigo un regalo.

Siguiéndola a ella, entraron por la puerta seis chicos que él conocía demasiado bien.

Remus se acercó inmediatamente a abrazar al famoso trío de oro sin olvidarse de un merecido abrazo a Neville, Luna y Ginny que los acompañaban.

―No podíamos no venir a ver a nuestro mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras―Hermione fue la primera que habló.

―Tengo que inmortalizar este momento―comentó Neville, sacando una elegante cámara de fotos―colocaros todos en el sofá.

Remus cogió a su pequeño hijo y se sentó en el sofá, junto a su esposa y sus suegros, mientras que los seis chicos se colocaron detrás del sofá. El flash saltó.

Remus despertó en su cama. A su lado, estaba su joven esposa, durmiendo plácidamente. Había soñado con su futuro, un día que esperaba sucediese, pero aún quedaba por libra una gran guerra contra el señor oscuro y Tonks aún tenía que dar a luz al pequeño Teddy.

Él se acercó a su esposa y puso una mano sobre su ya abultado vientre. Besó la frente de Tonks y susurró:

―Algún día…