Disclaimer: Los personajes de Kuroko No Basket pertenecen a Tadatoshi Fujimaki. Historia sin fines de lucro.

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La suave brisa de otoño meció con delicadeza los cabellos oscuros de Aomine. Los orbes fijos en una pequeña silueta que se movía con lentitud y precaución, absortos. Kuroko tiró el balón y este rebotó en el aro, lanzándola hacia un rincón de la cancha. Aomine miró hacia sus manos, hizo rebotar un pequeño balón en su mano, y vio a Kuroko correr tras la pelota.

Kuroko volvió con el balón entre sus manos y se detuvo en el centro de la cancha, con una expresión severa en su rostro. Lanzó. El balón se desplazó por los aires con rapidez y pasó por sobre el aro.

Aomine rascó su cabeza y, con pereza, se levantó de las bancas y se acercó al chico, le pasó el balón que estaba entre sus manos y le ordenó que lanzara.

- Tu postura es errónea, Tetsuya.- habló con suavidad, un tanto con lástima. Kuroko se esforzaba.- demasiado.- en mejorar en sus carencias pero el resultado siempre era el mismo.

- Lo siente, Aomine-kun.- trato de corregir su postura pero nuevamente estaba mal.

(Incluso peor que la anterior)

- Mal, mal. Tu pose.- Aomine dijo con lentitud. Kuroko lo observó fijamente y dio un leve asentimiento con su cabeza. Aomine mantuvó su vista sobre él, un tanto asombrado por su resistencia y perseverancia, otra parte era que sus ojos no dejaban de recaer sobre su persona, atraídos con fuerza a reincidir hacia aquel punto. Apartó la vista, centrándola en el colorido cielo.

Kuroko limpió con su brazo el sudor que caía por su frente y siguió lanzando la pelota, fallando una y otra vez.

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- Muchas gracias, Aomine-kun.- articuló Kuroko, tomó una botella de agua y la bebió. Aomine levantó la comisura de sus labios, formando una pequeña sonrisa, imperceptible.

- De nada.- tomó una toalla, y limpió su rostro.- Vas a tener que seguir practicando.-

- Si.-

- Tetsuya.- murmuró. Kuroko tuvo que levantar su cabeza para poder verlo mejor, Aomine le sacaba dos cabezas de altura.- ¿Vamos a comprar helados?

- Esta bien.- respondió. El corazón se le apretó al ver directamente el rostro de Aomine y pegó un vuelco cuando la sonrisa se extendió por las varoniles y toscas facciones de su compañero. Bajó la vista y sonrió a sus adentros.

Ambos avanzaron con lentitud a través de la cancha, Kuroko apoyó parte de su peso en el brazo de Aomine, ambos rozando sus brazos, sin decir nada, sin verse, compartieron aquel íntimo momento. La sonrisa estaba marcada en ambos rostros, sin gravedad.