Importante: Este fic está inspirado en la canción "Lost Stars" de Adam Levine, que es además la que le da el título, y dedicado a Ahiru-san con motivo del Intercambio Navideño del foro Proyecto 1-8.

*El summary es provisional.

Disclaimer: Digimon es propiedad de Bandai y Toei Animation, no hago esto con fines lucrativos.


~ Estrellas perdidas ~

Primera parte

Cuenta la leyenda que cada estrella del firmamento tiene una gemela en algún lado. Puede ser muy cerca o muy lejos, eso no importa, porque una vez al año, durante la Navidad, existe la posibilidad de que se encuentren.

Suspiro y observo con profundo abatimiento la forma en que mi aliento se impregna en la ventana frente a la cual estoy sentada.

No debería estar tan desanimada. Sólo faltan algunos días para Navidad, lo que significa luces por todos lados, tardes de chocolate caliente, comprar regalos para las personas que quiero y permitirme, al menos por una vez, cantar en la ducha algún villancico e incluso tararear mientras camino por alguna calle poco transitada.

Apoyo un dedo sobre el cristal y con cuidado dibujo una flor de cuatro pétalos disparejos. Afuera ha comenzado a nevar hace poco y se escucha a lo lejos a un grupo de niños riendo. Deben estar haciendo un muñeco de nieve. Recuerdo que cuando era niña siempre esperaba que nevara para pedirle a Taichi que hiciera uno conmigo.

Aquel vago recuerdo me hace sonreír por un instante y decido que debo salir. No puedo quedarme encerrada o terminaré sumiéndome en una inexplicable tristeza que me persigue desde hace días.

Tomo mi abrigo y la cámara fotográfica, y le aviso a mamá que saldré un rato a recorrer las tiendas. Ella sólo asiente y me dice que me abrigue bien, lo que hace que deba añadir una bonita bufanda a mi atuendo. No puedo culparla, desde pequeña he sido muy enfermiza y con el tiempo no se me ha quitado. Lo peor es que tengo la manía de caminar bajo la lluvia o en plena nevazón. Por suerte los copos de nieve caen con menos intensidad justo ahora, sin embargo, ya han teñido todo de blanco a su paso, lo que hace que Odaiba parezca más que nunca una postal navideña.

Saludo a unos vecinos que me encuentro en la entrada del edificio y emprendo mi camino con tranquilidad. Después de todo, no hay nada que me apure ni tengo un trabajo al que volver, así que me permito desviarme un poco de mi recorrido e ir hasta un parque cercano en el que solía jugar de niña. El lugar está lleno de niños correteando por todos lados y sus padres observándolos desde las bancas y regañándolos de vez en cuando. Las luces que adornan cada uno de los árboles titilan débilmente pues todavía hay algo de luz y eso no les permite brillar con toda su intensidad.

Enfoco la cámara y tomo un par de fotografías. El clásico clic que despide la máquina cada vez que aprieto el botón reverbera en mi interior y me produce la satisfacción de siempre, pero no es suficiente para mejorar mi humor.

Tomo un profundo respiro. He amado la fotografía casi desde que tengo memoria y cuando mis padres me regalaron una, con sólo once años, no me despegué de ella hasta que Taichi me obsequió la que tengo entre mis manos. Todavía conservo la antigua guardada en un cajón de mi armario. La saco de vez en cuando y me entra nostalgia al pensar en todos los momentos importantes que capturé con ella. Siempre he pensado que la nostalgia, al igual que la tristeza y todos esos sentimientos que los seres humanos solemos eludir, son buenos y necesarios, aunque tampoco debemos quedarnos atrapados en ellos.

Cierro los ojos por un momento y trato de identificar si es nostalgia lo que siento ahora, pero no. La nostalgia siempre deja un buen sabor en la boca, como de añoranza, y no una opresión en el pecho ni un remolino de emociones en tu interior. La única que parece primar sobre todas ellas es la decepción.

Terminé mi carrera hace algunos meses, pero todavía no consigo un empleo, y no es como si mis padres o Taichi me presionen ni nada por el estilo. Por el contrario, ellos me han apoyado desde el principio y me alientan a seguir intentando, sin embargo, lo que preocupa es que ni siquiera me importa conseguir uno. No quiero decir que no lo haya intentado de verdad o que no quiera trabajar, simplemente creo que la carrera que elegí no es para mí.

Cuando opté por Periodismo lo hice pensando que podría trabajar en algún periódico o algo parecido, pero aunque la idea me entusiasmaba, cuando se tornó real, cuando me imaginé efectivamente dedicándome a ello, sentí un vacío en el estómago. Fue como si un globo se desinflara dentro de mí, un globo que supongo que representaba mis ilusiones. No se lo he dicho a nadie aún, aunque Taichi lo intuye —no sé si es su trabajo en la embajada lo que hace que se haya vuelto tan perceptivo, pero es un buen cambio en él— y me ha dicho que es normal sentirse un poco perdido cuando acabas de egresar de la universidad, que debo tomármelo con calma hasta que encuentre el lugar en el que quiero estar. El problema es que no creo que lo encuentre, no si sigo caminando sin encontrarle sentido a mis pasos ni a lo que hago. No creo que mi problema sea el que él piensa, sino la desmotivación en la que me he visto envuelta y que me tira cada vez más hacia abajo.

Hay menos gente en el centro comercial de lo que esperé, lo que me permite moverme por los pasillos con relativa facilidad. En realidad no vine a comprar nada, sólo necesitaba distraerme y observar los escaparates es algo que siempre me aclara un poco la mente. Me dedico a recorrer el lugar, sacar algunas fotografías y entrar a una que otra tienda de chucherías hasta que observo una tienda de música. No sé qué es lo que hace que me llame tanto la atención, pero termino entrando casi sin darme cuenta.

Decido ahí mismo que podría buscar un regalo para mi hermano. No le tengo uno y ha venido a pasar las fiestas aquí en Odaiba, aunque va pasar la nochebuena con Sora, así que debería tenerle un obsequio. Llego hasta la sección de música que creo que puede gustarle, aunque no estoy segura de lo que esté escuchando por estos días, y recorro la larga hilera distraídamente con la mirada, hasta dar con uno que está en la primera fila y, por lo tanto, muy alto para mí. Me muerdo el labio inferior preguntándome si debería pedirle a alguien que me lo alcance o intentarlo primero por mi cuenta, cuando oigo una voz a mis espaldas que claramente se dirige a mí.

—¿Buscas algo para ese bobo hermano tuyo? —la voz ronca y el tono cansino me suenan de inmediato, pero eso no evita que me de vuelta con brusquedad, sorprendida de encontrarme con él.

Y sí, efectivamente el que acaba de hablar no es otro que Ishida Yamato. Tiene una expresión seria y viste de negro como acostumbra, a pesar de que no soy una experta en lo que a él se refiere. De hecho, no lo veía hace unos ocho meses, que fue la última vez que estuvo en Odaiba antes de partir a algún país de Europa para iniciar su segunda gira con su banda. Tengo entendido que volvió hace como una semana, Takeru me lo dijo, pero no esperaba encontrármelo precisamente en un sitio como éste y menos tan de repente.

—Yamato-san —digo como si necesitara constatar que no me estoy confundiendo y se trata de otra persona.

—Pensé que eras tú —me responde él a modo de saludo con el menor de los atisbos de una sonrisa en el rostro, es apenas una mueca.

—¿Y cómo supiste que busco un regalo para Taichi?

—Bueno, asumiendo que mi suposición de que eras tú era correcta, no te imagino escuchando música tan ruidosa, si es que puedes llamarle música a eso —dice despectivamente señalando la estantería en la que estaba tan concentrada hace un momento—. Después de todo, Taichi siempre ha tenido mal oído para la música.

Me sorprendo porque tiene razón, y no me refiero a lo de que mi hermano tenga mal oído —que también—, sino a que yo no suelo escuchar música tan ruidosa como la que él prefiere. Se me hace extraño que Yamato pueda sacar una deducción así dado que casi no nos conocemos. Bueno, ambos fuimos niños elegidos y yo soy la mejor amiga de su hermano, pero dudo que alguna vez hayamos mantenido una conversación que involucrara más de cinco palabras.

Estoy pensando en qué debería responder cuando de repente él da dos pasos hacia mí, quedando demasiado cerca, y extiende un brazo por sobre mi cabeza. Al principio no entiendo lo que hace, pero me queda claro cuando retrocede un poco y me ofrece un CD.

—Este debería gustarle —me dice, esperando a que lo tome.

Lo acepto un poco nerviosa, sintiendo el calor subir a mis mejillas. Es por la forma tan repentina en que se acercó a mí, no porque pensara que tuviera otras intenciones, sino porque no me lo esperaba para nada, pero él no parece en lo absoluto afectado por ello.

—Gra-gracias —susurro sin saber qué más decir a continuación.

—¿Vas a comprarlo?

—Sí, iré a pagarlo ahora mismo y no quisiera retrasarte con tus compras navideñas, así que será mejor que nos despidamos.

Yamato me observa con confusión.

—No estoy de compras. ¿Tú tienes más compras por hacer?

—No en realidad —contesto sin comprender a qué quiere llegar.

—Entonces te acompañaré a casa. No tengo nada mejor que hacer.

—Oh, en ese caso, te lo agradezco —digo al tiempo que le sonrío—. Pagaré esto y estaré contigo en un minuto.

Yamato sólo asiente con un seco movimiento de cabeza y yo me volteo para ir a la fila.


Notas finales:

Ahiru, esta es sólo la primera parte de tu regalo. Serán cuatro capítulos de los cuales tengo listos el segundo y tercero. Me falta un poco para terminar el cuarto, pero confío en hacerlo para el día que corresponda subirlo.

Imagino que no te sorprende mucho que yo sea tu amiga secreta, ¿no? xD pero déjame explicártelo un poco. Esta propuesta que hiciste me atrajo mucho por razones obvias, sin embargo, el día anterior al que había que elegir al amigo secreto todavía no podía decidirme y lo que hice fue poner los nombres de las cuatro personas que eran mis favoritas en papeles cuadrados y pedirle a mi mamá que fuera sacándolos uno a uno para establecer un orden de prioridades (ella es mi ministro de fe, que conste). Como resulta obvio, tu nombre fue el primero que salió, así que de alguna manera no lo decidí sólo yo.

Te confieso que tu propuesta sobre Daisuke también me llamaba la atención y al principio pensé seriamente en escribirte esa, pero me vi un poco corta de tiempo por la universidad y sólo el miércoles pude ponerme a escribir la historia (suerte que fui anotando todas las cosas que se me ocurrían entre horas de estudio), por lo que me decanté por lo que se me hacía más fácil porque no quería dejarte sin tu regalo. No es que me sienta orgullosa de haber tenido que escribirlo tan encima del plazo, pero de verdad le puse mucho cariño y espero de todo corazón que te guste y que se acerque un poco a lo que esperabas.

¡Feliz Navidad y felices fiestas!