Hermione no está feliz. Porque sus mejores amigos se han perdido el banquete de bienvenida. Ron se ha perdido la selección de su hermanita Ginny. Peor para ella, Harry se la ha perdido, y ahora de seguro tendrá a una niñita pelirroja quejándose.

No está feliz porque se ha pasado todo el viaje en tren sola. Incluso ha llegado a pensar que eso de tener amigos se lo ha imaginado y que es la misma niñita sabelotodo y solitaria de siempre. Ha terminado llorando y luego de unas horas, le duele la cabeza.

Y no está feliz porque todo es cumpla de Ron y ese estúpido automóvil mágico que casi los mata. La idea de tener amigos, pero muertos, le había hecho llorar aún más. Luego se había calmado, al saber que estaban allí. Pero con amenaza de ser expulsados.

Harry no tenía la culpa, había pasado todo el verano sin magia y de seguro querría tener una aventura con esa cabezota dura que tiene. ¡Ah, pero Ron…! Él no tenía ninguna necesidad de hacer una estupidez monumental con magia que la podía dejar sin sus mejores amigos seis años seguidos.

Y, aunque habían subido a sus habitaciones tras, al parecer, haber entendido la gravedad del asunto, Hermione no se lo tragaba ni un segundo. Así que esperó. Esperó a que todos hubiesen subido a sus habitaciones, al tiempo que ella se quedó junto al fuego. Sabía que aparecería tarde o temprano.

Lo hizo, quizás unas tres horas después de media noche, despertándola al sacudir su brazo bruscamente. Ron ya tenía el pijama puesto y las orejas rojas por el calor en la sala. Hermione frunció el ceño de inmediato.

—¿Qué haces aquí tan tarde? —Preguntó de mala gana el pelirrojo.

—¡Te lo mereces, Ron! —Protestó ella sin hacer caso de la pregunta del chico. —¿Es que siempre planeas enseñarle más y más cosas peligrosas a Harry con magia? ¡El chico no tiene ni idea y tú le das un mundo de posibilidades! ¿Cómo crees que reaccionaría? Te va a seguir, por supuesto.

—¿Siempre es mi culpa, no Hermione? —Alzó la voz.

—No, no estoy diciendo eso, es sólo que… —Parece luchar consigo misma para coger aire. —¡Sois unos idiotas! —Patea el suelo con un pie, cruzándose de brazos.

—¿Es que no cambiaste nada en el verano, por Merlín? —Ron parece exasperarse. —¿Acaso no estás ni un poquito contenta por vernos aquí?

—Pues sí, pero no extrañé que se metieran en problemas cada minuto. —Se sienta de nuevo en el gran sillón frente al fuego. —Como tú no has extrañado que hable de libros y… y… los regañe todo el tiempo, pero las cosas son como son. —Le dedica una mirada malhumorada.

Ron lanza un bufido.

—¿Qué? —Se pone a la defensiva la chica.

—Que yo sí te he extrañado. —Sus orejas aumentan su color, esta vez más intenso. —Un poco. —Se apresura a añadir. —Quizás. —Termina.

Hermione no parece captar muy bien el mensaje. ¿Qué significaba un "yo sí te he extrañado. Un poco, quizás"? Merlín, ¿la había extrañado o no? En caso de que sí, tenía que decir algo.

—Ron, yo también te he extrañado, lo sabes muy bien… —Parece no poder explicarse.

—Déjalo. —Murmura él, dándose la vuelta y subiendo rápidamente las escaleras. ¡Le había dejado hablando sola, el muy bestia! Hermione se levantó de su asiento y le gritó hacia arriba.

—¡Bien entonces!

—¡BIEN! —Recibió como respuesta.

Luego, sin decir nada más, ambos se dirigen a sus respectivas habitaciones. Y Hermione sigue sin estar feliz.