Chapter 1: Prólogo


A/N: Advierto de que este fic es oscuro y contiene violencia y escenas de sexo.

Disclaimer: "Cazadores de Sombras(The mortal instruments)" y sus personaje, pertenecen Cassandra Clare. La imagen de la portada es de Cassandra Jean.


Prologo.

La sopa estaba demasiado caliente y el ambiente era demasiado asfixiante. La situación, demasiado comprometida.

Mi madre, Jocelyn, hablaba con el chico que tenía sentado a mi lado, pero no le miraba. Sus ojos viajaban nerviosos, de la mesa a mí y de mí a la mesa. Pero jamás se detenían sobre Sebastian.

Sobre mi novio.

Mi hermano.

Los ojos pétreos del muchacho, estaban clavados en los míos. Sin embargo, yo tampoco le miraba. Nadie en parecía querer mirar a Sebastian Verlac por alguna extraña razón.

El muchacho sonrió discretamente, "atento" a las habladurías de Jocelyn y una ola de calor se derramó sobre mí repentinamente. Siseé algo entre un suspiro y un ruido de indignación.

—Clary, cariño, ¿te encuentras bien? —preguntó mi madre.

Bajo el mantel de la mesa, Sebastian había deslizado una mano hacia mi pierna. La punta de sus dedos rozaba el interior de mi muslo. Sonreía con aparente amabilidad cuando despegó los labios.

—¿Está la sopa demasiado caliente, cariño? —me preguntó. Si no lo hubiese conocido demasiado bien, no hubiese detectado el tono de burla con la última palabra.

—Te la puedo cambiar de plato—se ofreció mi madre.

Jocelyn hizo amago de levantarse. Yo despegué los labios con intención de detenerla pero el pulgar de mi hermano frotó mi sexo por encima de mis leggins. A duras penas contuve jadeo entrecortado.

Dejé la cuchara a un lado y mi madre se acercó para retirar el plato.

—Mira que estás rara hoy cariño.

Vi como se alejaba por el pasillo hacia la cocina, lo que me dejó a solas con Él.

—Para—le siseé—.Déjalo ya.

Su dedo presionó más fuerte. Yo cerré las piernas de golpe cosa que no hizo más que intensificar el placer. Sentí como mi ropa interior comenzaba a humedecerse.

Encogida sobre mí misma, lancé una mirada furtiva a Sebastian, que se relamía los labios. Provocándome.

—Vuelve a quejarte y quizás se me caiga un cubierto bajo la mesa. Te sorprendería lo que puedo hacer en menos de dos segundos.

Tragué saliva.

Me picaban los ojos y sentía un nudo en la garganta que amenazaba con hacer que estallara en lágrimas de un momento a otro.

Sin embargo no era la impotencia lo que me instaba a llorar, sino el sentimiento de culpa.