Digimon no me pertenece.

Reto del Intercambio Navideño 2015 del foro Proyecto 1-8


I

Propuesta teñida de blanco


—¿Y qué tienes planeado para este largo período de invierno, Hikari-chan?

El frío había llegado a Odaiba, las hojas de los árboles habían desaparecido, dejando rastros de un posible otoño del pasado. Las ramas se encontraban secas, como si la vida se les hubiera robado. El viento provocaba que las narices de los niños se tornen en un rojizo carmesí, actos de posibles resfriados.

—¿Hikari-chan? —preguntó la peli-morada al no escuchar respuestas de la castaña.

El simple silencio de la Yagami, estresaba a Miyako. La mayor veía que la castaña estaba muy pensativa. Desde la mañana que se encontraba así: perdida en su propio mundo.

Sin remordimiento y con cariño, por supuesto, golpeó con suavidad la nuca de la menor.

—¡Ichijouji Miyako! ¡Eso dolió! —se quejó mientras sobaba su nuca a causa del dolor que le provocó.

De los labios de la nombrada, escapó una pequeña risilla que se retiraba del ambiente a causa del viento de invierno. La brisa provocaba que sus mechones lavandas se despeinaran, dejándolos que dancen junto al clima.

—¡Ay, pequeña Hikari…! —Negó grácilmente con su cabeza—, he estado hablándote todo el camino, ¿en qué mundo te encuentras?

Y, con aquella pregunta, las mejillas de la heredera del emblema de la luz se tiñeron al igual que una cereza. Sus ojos, parecidos a la misma fruta, se clavaron a la dulce miel que Miyako tenía detrás de aquellas redondas gafas, coloreando cada centímetro de su iris. Sus manos, cubiertas por la suave tela de algodón que formaba sus manoplas, se dirigieron a sus mejillas intentando ocultar el ligero sonrojo.

—Es-es que… estaba pen-pensando… —intentó explicarse.

Pero, antes de poder explicarse correctamente, los largos mechones morados se mecieron frente a la Yagami, indicando que algo llamo la atención de Miyako, haciendo que esta corra hacía su objetivo.

—¡Mira este somier! —gritó apoyándose contra el vidrio de la tienda.

Hikari frunció levemente sus cejas. No entendía por qué le llamaba tanto la atención aquel somier. Sin pensarlo dos veces, se acercó a su amiga, quien no desviaba la vista de aquel mobiliario.

—¿Ah? Miyako, ¿por qué…?

Pero, antes de que la castaña pudiera terminar su pregunta,…

—¡Imagina las cosas que podría hacer con Ken ahí!

…Miyako ya había gritado tal cosa. Sin importarle en lo más mínimo que estén en pleno espacio público. Sin importarle en absoluto su privacidad junto al ex-emperador de los Digimons.

—Mi…yako… —susurró la portadora de aquellos ojos rubíes que iluminaban la vida de su pareja con cierto nerviosismo ante las miradas de las personas a su alrededor, quienes no dudaron en mirar a la nombrada con desconcierto.

Claro está que a la gritona le importaba un comino las miradas de los demás y los murmullos. Esa era una de las cualidades que Hikari envidiaba de ella pero, que a la vez, le agradaba. En su corta vida, ya que la mayor está en sus 32 años, se avergonzó de las demás personas. Ella era… natural a su manera…

El metro se había demorado una hora y media en llegar, una hora y media en donde la gente "normal" tuvo que soportar los gritos de Miyako pidiendo a golpetazos, contra las paredes, que el bendito transporte llegué de una buena vez. En todo ese tiempo, Hikari no se interpuso entre la pared y su amiga, no quería provocar que la chica peli-morada empiece a golpear otra cosa en vez de aquel muro de cemento oculto por las publicidades de papel plastificado.

Lo más gracioso, es que la señorita Ichijouji le gritó cien veces a la rubia de cuerpo perfecto impresa en una de esas publicidades, pues Miyako era muy expresiva y, apenas vio la foto de la muchacha, comenzó a quejarse del Photoshop que usaban los famosos para verse bien.

—Miyako… —murmuró Hikari intentando tranquilizarla. Ambas se encontraban dentro del metro un poquito apretadas.

—¡Que no señora! ¡¿Qué es lo que su cerebro no puede captar del "NO QUIERO COMPRAR NINGÚN DESODORANTE DE AMBIENTE"?! —gritó a todo pulmón la nombrada por Hikari.

La vendedora asintió intimidada y se retiró de aquel vagón. Miyako, quien aún tenía una vena en su frente a punto de reventar, empezó a respirar hondo mientras veía el suelo, buscando un punto fijo para poder tranquilizar su enojo.

—Olvidé que necesitaba avisarle a Ken que estoy ya en el metro… —recordó en un instante de silencio.

Varios pasajeros suspiraron cansados, sabían que ahora sería nuevamente el momento en que la ex-Inoue estalle inicie a gritar un sinnúmero de palabrerías, otra vez. Contando que algunos ya estuvieron soportándola en aquella tienda donde chilló lo que planeaba hacer en aquel somier.

—Será mejor que conteste o me pondrá nerviosa de verdad… y nadie, repito, nadie quiere verme nerviosa… —refunfuñó marcando el número de su esposo.

—¿Ne-nerviosa…? —rió la Yagami menor de su familia.

—¿Acaso eres sorda, Hikari-chan? —suspiró. —No me obligues a gritarte como tuve que hacer con la anciana vendedora de desodorantes ambientales porque juro, aunque eres mi mejor amiga y te quiero con toda mi alma, que compraré uno y te rociaré con el…

—¿A-ah…? S-sí, claro…

Obviamente, y nadie lo negaría ni en un millón de años, el viaje de regreso a Odaiba fue eterno. Tanto, que la mayoría de los pasajeros se bajaron en una estación que ni conocían. Todo por salir inmediatamente de aquel metro que se convirtió en la tortura más grande de sus vidas protagonizada por Ichijouji Miyako, la heredera del amor y la inocencia.

—Hikari-chan…

—Dime, Miyako…

Ambas amigas se encontraban caminando hacia casa, se había equivocado al bajar del metro y, ahora, se encontraban en Tamachi, antigua zona en donde vivía el esposo de la mayor en su niñez.

—¡Tengo mucha hambre! ¡Bento! ¡Onigiri! ¡Tenpura! ¡Cualquier cosa que me caiga de la nada, por favor! —gritó como una pequeña niña mientras estiraba sus brazos hacia el oscuro mundo donde la luna se posaba, el cielo.

Un sonido nervioso decoró el ambiente, destacando las risas de Hikari ante el comportamiento natural de su amiga. Debía admitir que jamás se cansaría de sus caprichos y de sus escenas algo vergonzosas, era algo que Hikari jamás dejaría de querer de ella y, aunque le tenga envidia por esas características tan expresivas, sabe que la chica es así porque es así. Es Miyako porque es Miyako.

—Entonces vayamos a comer a algún lugar de comida rápida, Miyako-san —sonrió viendo como las luces de los faroles se reflejaba en los lentes de la esposa Ichijouji.

Los ojos, cubiertos por aquellas gafas, se iluminaron de emoción y alegría por la idea de la castaña Yagami. Miyako solo asintió decidida unas cuatrocientos veces.

—Bien, si es que mi memoria no me falla, por aquí tiene que haber un lugar… —murmuró mientras comenzaban a caminar.

Claro está que, al llegar, pidieron los platillos que Miyako le había gritado al cielo. Tanto el bento como los onigiris, no tardaron en llegar junto con algún refresco para enfriar sus gargantas.

—Por cierto, Hikari, ¿qué es de la vida de Sora y Taichi?

—Ahora que lo mencionas, creo que en dos meses volverán…

—Que celos me da… yo aquí con el mejor esposo del mundo y ellos allí en Hawaii… ¡pff…!

Otra de las risas que caracterizaba a la chica de ojos rubíes salió al aire, demostrando una vez más, que la actitud de su amiga era única en el mundo. Siempre que Miyako abría su boca, Ken era una de las millones de palabras que escapaban en un aliento. Y es que era imposible no reírse con cualquier cosa que Miya diga o que haga.

Ken, para la peli-morada, era todo. Estaba claro que desde un principio ella se enamoró eternamente de él y que jamás de los jamases lo dejaría, ni aunque nuevamente se convierta en el emperador de los Digimons, aunque, si lo pensaba mejor, no le disgustaría ser la emperatriz de Ken…

—Por cierto, Miya, tenía que decirte algo… —interrumpió los pensamientos de la nombrada la menor.

—¿Eh? Ah, dime, Hikari-ch… ¡mira!

Y, como estaba predicho por el destino, los mechones morados nuevamente se balancearon y la chica decidió correr hasta llegar a la mesa de la otra esquina, donde una castaña se encontraba junto a una peli-turquesa.

—¿Miyako? —Preguntó Mimi al ver a la muchacha frente a ella con una sonrisa—. ¡Miyako! ¡Hikari! ¿Qué hacen por aquí, eh?

—Estábamos de compras fuera de la cuidad y luego nos quedamos varadas aquí, en Tamachi…

—Entonces podemos volver a casa juntas. Ameka, aquí nos despedimos —sonrió.

—Por supuesto, no hay ningún problema…

Como si fuera la velocidad de la luz, Hikari corrió hasta llegar a la susodicha por Tachikawa.

—¡¿Hayami Ameka?! —Golpeó sus dos manos contra la mesa ante el impacto de haber corrido un poco rápido y casi haberse tropezado.

—¿Yagami Hikari? —nombró a lo que la castaña asintió. Sin dudarlo, Ame la abrazó—. ¡Wow! Creí que jamás te vería, Hikari-chan. ¡Creciste mucho, eh!

La más pequeña sonrió devolviéndole el abrazo. Hacía años que no veía a Ameka, una de las ex-novias de su hermano. Recordó que ambos se separaron porque ya no se amaban entre sí pero peleados no estaban, eran muy buenos amigos. El día en que Ame se fue a Los Ángeles, a estudiar Ciencias de la Artes, ya no se vieron más. Hikari le había dicho a su hermano: rompieron la regla que muchos dicen:" aquella que no se puede ser mejor amigo de tu ex". Estoy feliz por ustedes, onii-chan.

Y es que era verdad, la regla en si era tonta. Muchos murmuraban que era una ley pero, ¿dónde quedó la regla de romper las reglas? Como dicen, las reglas están hechas para romperse, obviamente.

—Hehe… tú también, Ame.

—Bien, bien… será mejor que vuelvan a casa. Ya se está haciendo tarde —Ameka hizo una reverencia en modo de despedida.

Las demás se despidieron de la misma forma. Juntas, caminaron metros y metros para, al fin, pisar Odaiba.

—Por cierto, chicas….

—Dinos, Hikari —la castaña mayor la miró directamente.

Pero, algo salió de los labios de Miyako, obligando a Mimi a agarrarla cariñosamente del cuello por atrás mientras le tapaba la boca con una de sus manos. La atrapada, no entendía por qué aquel acto de la mayor. Por supuesto, Miya se encontraba perdida en su mundo pensando en tal hombre que siempre le hace compañía en su propia casa.

Hikari rió y luego las miró. Se posicionó frente a ellas mientras sonreía feliz de la vida.

—Daisuke me propuso matrimonio…


¡Feliz Navidad! Fue algo muy raro pero divertido. Y así es, ShadowLights, soy tu amiga secreta en este Intercambio Navideño. Espero que este principio te haya gustado.

Hayami Ameka es un personaje creado por Shadow. Siempre estaré agradecida por todo, Li~.

¡Gracias por leer!