Empiezo una nueva aventura, esta vez en plan serio. De cómo consiguió su armadura Milo de Escorpio. Sí, lo sé, hay cuatrocientos fics sobre eso.
Pero quiero incluir a una diosa egipcia, Serket, la que da el título a este fic. Porque la mitología egipcia tendrá su punto fuerte en esta historia.
Será larga, aviso, e iré actualizando a medida que vaya desarrollando la historia.
Trataré de ser lo más fiel posible al manga original, en lo referente a acontecimientos comunes. Cambiaré alguna cosa y me saltaré unas cuantas, porque no vienen al caso en este fic y ya nos sabemos de sobra que Saga es bipolar y tiene obsesión con matar gente y tomar baños XD

**LOS PERSONAJES ORIGINALES DE SS PERTENECEN A MASAMI KURUMADA. LOS QUE ESTÁN INVENTADOS POR MI, LOS HE SEÑALADO**

Primer capítulo de introducción.

¡Espero que os guste!


1. Un nuevo nacimiento

Shion se levantó de su trono y avanzó unos pasos hasta acercarse a la pared, donde estaba tallada en piedra lo que sería la eclíptica, con los signos del zodiaco.

-Ha nacido el penúltimo de ellos- murmuró para sí mismo. Miró el calendario. Ocho de noviembre. Sonrió y alargó la mano hacia el símbolo de Escorpio, que fue enviado por Artemisa para derrotar a Orión.

L a silueta del arácnido refulgía suavemente, con un resplandor granate y cálido.

En los años y meses anteriores, esos símbolos habían delatado el nacimiento de su futuro portador. Ahora sólo quedaba la de Acuario, o Ganímedes, el copero de los dioses. Sería el menor de sus compañeros.

Los designios de las estrellas y su decisión para nombrar al representante terrenal de la constelación era un proceso que podía durar años, pero presumiblemente, el futuro regente de la undécima casa nacería pronto.

Los primeros en nacer fueron los guardianes de Géminis, que ya tenían 8 años. Saga y Kanon.
Sólo uno de ellos portaría la armadura dorada de Cástor y Pólux, los Dioscuros.

Un año menor que él era Aioros, el muchacho de siete años que llevaría la armadura de Croto, o más comúnmente conocido, Sagitario.

Tras ellos, y con tres años de edad cada uno, los santos de Cáncer y Capricornio, Angelo y Shura. El Cangrejo gigante que debía acabar con Heracles y Amaltea, la ninfa mitad cabra y mitad pez que amamantó a Zeus ya tenían portadores.

El pequeño bebé de dos años de edad, y del que Shion aún no conocía su nombre, sería el portador de Piscis, la unión de madre e hijo, de Afrodita y Eros escapando de Tifón convertidos en peces.

Y este año habían nacido, sin contar al recién nacido Escorpio, tres futuros santos más.

El regente de Tauro, o la figura que adoptó Zeus para seducir a Europa, que se encontraba en Brasil junto a su madre y adoptaría el nombre de Aldebarán. La estrella más brillante de esa constelación.

El caballero de Virgo, o el representante de Astrea: Shaka, que tenía menos de dos meses de edad y había nacido en la India. Las informaciones que le llegaban de allí hablaban de que era la reencarnación de un compañero suyo del siglo XVIII. El Patriarca ardía en deseos de conocer al bebé.

El pequeño Aioria, que permanecía junto a su madre en algún lugar de Grecia, mientras su hermano mayor Aioros era entrenado en el Santuario. Todos los días preguntaba por su hermanito pequeño, desde que nació.
-Le quiero entrenar yo, por eso soy su hermano- clamaba el joven orgulloso.
Shion le alborotaba la cabellera castaña y sonreía complacido por la determinación.
-Y lo harás, pero cuando crezca un poco, aún es muy pequeño-
Llevaría la armadura del León de Namea.

Y el pequeño Mü. Su futuro discípulo y portador de la armadura de Aries, el Carnero Dorado. De los últimos supervivientes de su raza. Quizás no nacería ninguno más. El bebé, que poseía los dos lunares característicos de su raza, tenía ya siete meses y medio. Aún era pronto para traerle al Santuario, pero desde que llegó al mundo, Shion viajaba frecuentemente a Jamir.

Sin duda se alegraba del nacimiento de todos y cada uno de los pequeños, pero la llegada de Mü fue especial para él. Hasta Dohko envió un emisario para que le felicitara.

El Patriarca volvió la cara hacia su trono y se sentó de nuevo. Se quitó el casco y suspiró aliviado, pero también con cierta preocupación.

Si bien eran buenas noticias, el hecho de que los bebés nacieran, vaticinaba sólo dos cosas: que en unos años la diosa Atenea se reencarnaría…y que habría una nueva batalla contra Hades. Sólo cuando el ejército de la diosa de la Guerra y Sabiduría estuviera dispuesto, ella nacería. Y ella sólo se reencarnaba cuando la humanidad que tanto amaba corría serio peligro.

Sin poder evitarlo, unas lágrimas se escurrieron por sus mejillas.

Ahora que por fin había nacido su sucesor, quizás no llegaría a verle con vida durante muchos años, y eso llenaba de tristeza su corazón.

Se prometió a sí mismo y a su diosa que velaría por todos y cada uno de los caballeros que habían sido destinados a grandes proezas.

-Ojalá que gracias a ellos llegue una paz perpetua- musitó.

El Escorpión seguía luciendo un resplandor granate, y Shion se quedó dormido observándolo.