Disclaimer: Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen única y exclusivamente a su autor: Nobuhiro Watsuki. ¡Ojalá Soujiro, Sanosuke, Enishi y Kenji fueran míos! X3
Sumario: POST SERIES Sanosuke Sagara decide volver a Japón dieciséis años después de partir y deberá enfrentarse a un nuevo reto: el presente.
Entre el hoy y el mañana
Capítulo Uno: Sanosuke Sagara vuelve a Japón
«Han pasado… dieciséis años…» Pensó el japonés montado en uno de los barcos de carga que le conducía a Yokohama, apoyado en la barandilla que le separaban del mar azul oscuro y profundo. Tenía una sonrisa en la cara, una sonrisa grande y alegre pero impregnada de nostalgia evidente en sus ojos castaños, pequeños y alargados, casi en forma de almendra. Sanosuke Sagara era su nombre, cuando marchó de su país de origen un mocoso de 19 años infantil y con deudas y ahora volvía hecho un hombre, ya había cumplido los 35 años. ¡Cómo pasa el tiempo! «Dieciséis años en China…» Repitió su inconsciente mientras veía el puerto acercarse.
Sonó el vapor del barco, un ruido al que se había acostumbrado (después de todo estuvo una buena temporada viviendo en una casucha cerca del puerto en Shanghai) pero que nunca había llegado a apreciar. Suspiró aburrido, aún quedaba al menos media hora para desembarcar y decidió ojear su bolsa, la misma que se había llevado antes de despegar a un mundo desconocido y de la cual nunca siquiera pensó en deshacerse… después de todo, la tomó prestada del dojo de su Jouchan, su señorita preferida, y era seguramente lo único que le quedaba de esa vida.
Parecía tanto tiempo… que ahora que lo pensaba con más calma se vio obligado a reírse de sí mismo, aguantando años y años en un país grande y hostil donde hablaban una lengua desconocida y él era un incomprendido, y aún así, después de haber perdido todas sus posesiones en una lucha callejera que le costó el meñique del dedo derecho, había vuelto a la carga como un búfalo cuando el bandido había tratado de tocar la bolsa. Además, según comentó una vez Kenshin por encima, "Es una suerte que Megumi-dono sea capaz de coser tan bien, de gozaru.(1)"
Sí, entonces no lo hubiera admitido ni que le apuntaran con una katana en el cuello, pero ese simple y mísero hecho había sido lo que le había impulsado a coger Esa bolsa marrón y ahora maltratada. Tan solo podía imaginar la cara de rabia de una muy joven Jouchan (claro… ahora tendría… ¿33 años? Impresionante.) al ver esa bolsa destrozada que en teoría era suya.
No se había dado cuenta que estaba medio sentado, de cuquillas, así que se incorporó y observó que se había perdido bastante tiempo en los recuerdos. El puerto estaba cada vez más cerca y él cada vez más expectante por llegar. «Joder… que dieciséis años son muchos…» Pensó tratando así de perdonarse esas malditas lágrimas que se interponían en su visión. No sabía absolutamente nada de los demás, solo unos cuantos detalles puesto que la última vez- Sanosuke tuvo que parar de reflexionar cuando vio la cara pálida, casi muerta, de su amigo Kenshin cuanto éste pasó por Shanghai hace un año NA1. Había sido una ocasión tan triste que había tratado de olvidarla, de tener en mente aún a aquél espadachín fuerte y ágil, no el moribundo que habitaba en una casucha, enfermo y cansado.
Aún acercándose a la bahía quería esperar ver en el dojo Kamiya a esa familia feliz… sabía cosas por Megumi (había escrito una carta a la doctora dos años después de partir y había recibido otra de vuelta cuando le pidió que rescribiera en la misma dirección, porque como se puso enfermo no podría moverse de ahí durante un tiempo) pero había pasado simplemente demasiado tiempo y muchas cosas hubieran podido pasar en medio de los años. Sabiendo que tenía tiempo, buscó en esa mochila casi deshilachada aquél papel escrita con caligrafía perfeccionista y pequeña, frágil, que le había mandado esa mujer.
Le había contado que las cosas iban bien, y no había olvidado añadir ese toque irónico suyo que en su juventud tanto le había puesto de los nervios pero que ahora, en su madurez, consideraba extremamente divertida. Claro que ella era tres años mayor que él¿cómo esperaba entenderla entonces? Le había dicho que si estaba enfermo ya tendría médicos allá, que seguramente tendría lo que se merecía y, para él lo más importante, que se cuidara. También le había comentado sobre el bebé de Jouchan y de Kenshin, era un pequeño tremendamente gracioso que se llamaba Kenji («Qué original.» no pudo evitar pensar al leerlo.). El doctor Gensai había fallecido un mes antes de enviar esa carta y ella era quién cuidaba de las pequeñas Ayame y Suzume, las nietas, como madre adoptiva (ahora las niñas tendrían 18 y 20 años respectivamente…). Yahiko seguía trabajando duro para ser un alumno fuerte y trabajaba en el Akabeko (mencionaba no-se-qué de una relación amorosa y platónica entre él, Tsubame-chan y Yutarou) Decía que todos estaban bien, que no sabía de los Oniwabanshu más que Misao se pasaba de vez en cuando a saludar y que estaba bien de salud.
Básicamente eso era todo.
Por supuesto le hubiera podido preguntar a Kenshin más sobre las cosas hacía un año… pero entonces él apenas recordaba su nombre, el suyo propio o el de Jouchan. Había estado tan enfermo que él había hecho todo lo posible para ayudarle a marchar a Japón: donde verdaderamente pertenecía. Había temido que no hubiera sobrevivido el viaje pero trató de deshacerse del nudo de su estómago.
«Kenshin wa tsuiyoi (2)… es el hombre más fuerte del mundo.» Se convenció alzando la mirada y preparándose para dirigirse a la salida. «Seguro que está bien, con Jouchan y con su hijo, enseñándoles Kendo a los alumnos con Jouchan… y Yahiko trabajará en el Akabeko, claro, con Tsubame-chan… y Megumi estará en Tokio o en Aizu, me da igual, pero la visitaré de todos modos a que me revise la mano… como en los viejos tiempos.»
Finalmente fue capaz de poner el pie en el suelo de Japón y nada más hacerlo se puso a reír como un loco, un histérico que no está bien de la cabeza. Varia gente, tanto del barco que le había visto con una sonrisa de idiota o bien una mueca malhumorada, como la gente que estaba en el puerto trabajando, paseando o recogiendo amigos o familiares. Por algún motivo tuvo ganas de mirar a su alrededor para ver si reconocía a alguien o por si alguien le había ido a buscar, pero él sabía mejor que nadie que su vuelta a Japón era una sorpresa para sus amigos. Chasqueó la lengua y se puso en marcha…
«Japón ha cambiado muchísimo… parece mentira lo que le ha hecho el Gobierno Meiji a este país… pero en el fondo realmente es Japón…» Tuvo más ganas de reír cuando oyó a la gente hablar su idioma natal, demasiado acostumbrado al chino, estaba. Finalmente se serenó y anduvo vagando durante un rato por el puerto, inconscientemente buscando rostros que conocía pero encontrando ninguno. Una de sus especialidades era perderse… era un hombre maduro, ya podía aceptar sus limitaciones… no tenía ni una pizca de sentido de la orientación, pero tal vez sí de memoria para encontrar la forma de volver si localizaba algo que le era familiar.
Nada. «Shik'shou (3)… ha cambiado demasiado.» Pensó algo irritado, pero sin querer estar de mal humor. En realidad las cosas tenían que ir demasiado bien, quería que fueran bien y no pensaba dejar que nada lo estropeara. «No señor.» Se confirmó y siguió buscando por callejones que tal vez antaño le hubieran sonado pero que ahora no le llamaban la atención. Suspiró. «Debería buscar el Akabeko, entonces.» Pensó sabiamente sonriendo de nuevo, con ganas de probar la verdadera cocina japonesa. El estómago, como asintiendo, rugió fuerte y continuó preguntando a la gente (emocionadísimo por el mero hecho de poder hablar japonés con ellos) hasta encontrar el restaurante… que no había cambiado ni una pizca.
Tae Sekihara se había tomado un día libre después de esas semanas que parecían no parar de traer a clientes nuevos –por parte buena, por lo menos económicamente, pero ella ya estaba cansada– y le dio el relevo a Tsubame Myojin para que se ocupara de todo. La chica, que había trabajado ahí desde los once años y ahora, con veintisiete, era la que se encargaba de todos los problemas y ocupaba casi el puesto de dueña del restaurante (Tae se había vuelto muy perezosa con los años, y eso que solo tenía 40).
Por suerte Yahiko (había dejado atrás el hábito de llamarlo «Yahiko-chan») trabajaba con ella ese día. Normalmente el maestro de Kenjutsu trabajaba tres días por semana, puesto que también era entrenador en la escuela Kamiya Kasshin desde la muerte del marido de Kaoru-san, Kenshin-san; y encima solía encontrar tiempo para entrenarse a sí mismo y estar con ella. Los dos habían empezado una relación sentimental hacía varios años, cuando los dos cumplieron los diecisiete –hacía ya diez años… e incluso tenían una hija llamada Shizuru, de 5 años (ahora con Tae).
Ese día habían bastantes clientes, pero por suerte no tantos como los días anteriores. Los cocineros se gritaban entre sí para oírse por culpa del aceite o los gritos de la multitud. Acababa de servir un menú con salmón cuando vio que había alguien nuevo sentado al que aún no había atendido. Corriendo a coger los apuntes necesarios, fue hacia él, se sentó de rodillas y le hizo una reverencia como toda maestra debe saber hacer. "Es un placer tenerle con nosotros. ¿Qué desearía para comer?" Preguntó amablemente, estudiando a ese hombre a fondo. Le sonaba, pero no lo reconocía… seguramente eso le pasaba por estar rodeada de gente desconocida todo el día, pero realmente pensaba que debería ser capaz de reconocer a ese hombre. Ciertamente el hombre debió de pensar en algo similar, porque rió bastante. "¿He dicho algo erróneo?" Preguntó inmediatamente, desconcertada.
"Iya, Iya (4). Hace tanto tiempo que… no me paso… por aquí que había olvidado cómo funcionan las cosas." Dijo el desconocido con un japonés extraño, probablemente dialectal NA2. Ella se preguntó a qué se refería, pero sabía que no era de buena educación meterse donde a uno no se le llama. "Me gustaría… un menú de lo más caro que tengáis." Dijo arrogantemente. Ella asintió con otra reverencia, mirándole curiosa cuando éste volvió a reír. "Suman…(5). No es nada."
¿Realmente la niña era Tsubame¡No había cambiado nada! Y le había hecho tanta gracia cuando se había arrodillado para hacerle una reverencia… tan típico de la niña frágil y tímida que recordaba. Si Tsubame estaba allí seguramente Yahiko lo estaba también –o no– y tenía muchísimas ganas de verle. Pero antes tenía ganas de probar la verdadera esencia de la comida japonesa después de años y años de comida china. No había podido evitar reír, aunque en otras ocasiones Yahiko le pediría el cuello por eso… y seguramente ahora también, puesto que sospechaba que ese curioso anillo que llevaba en la mano era de un alguien que ya conocía.
Después de un rato de mirar y mirar no encontró a nadie más conocido a excepción de la niña… ya no tan niña. No había ni rastro de Tae ni de Yahiko, y tampoco de Kaoru o de Kenshin, que acostumbraban a ir. «Ir al Akabeko solo es realmente muy triste…» Pensó con una sonrisa nostálgica, recordando la de cosas que pasaron en ese restaurante. «Tengo una mar de cuentas por pagar…» Pensó repentinamente, recordándolo y contando lo que llevaba encima. «Bueno… por lo menos le puedo dar la mitad de lo que le debo…» Pensó con una sonrisa traviesa, casi imaginando a una vieja Tae palideciendo y creciendo canas cuando le viera devolver el dinero.
Rió de nuevo, abiertamente, y se dio cuenta de que Tsubame lo miraba con los ojos muy abiertos y la boca ligeramente partida, con una azafata en las manos llena de comida humeante que se moría por probar. "Suman. Niña¿es que de verdad no me recuerdas?" Seguramente frunció el ceño al ser llamada niña, pero Sanosuke no pudo evitarlo. Ciertamente, la cría tan vergonzosa había adquirido un poco más de personalidad, porque la mirada que le estaba profiriendo daba un poco de miedo y le recordaba un poco a Jouchan. "¿Dónde demonios está Tae¿Y Yahiko?" Preguntó sin aclararse, sin darle el nombre para que lo adivinara. Así sería más divertido, pues esa mirada de enfado había pasado a ser de total incomprensión.
"¿Usted… me conoce?" Preguntó cuidadosamente. El que era un desconocido para ella asintió, y ella se lo quedó mirando un rato. Alto, fornido pero delgado, musculoso, ojos castaños y alargados, una casi-barba descuidada, cabellos largos pasados los hombros, frente cubierta por una cinta roja… "Me suena…"
"¿Dónde están esos dos, niña?" Preguntó amablemente, sonriendo y cogiendo los platos de la azafata junto a los palillos, empezando a engullir rápidamente. Tuvo ganas de alzarse de lo buena que estaba la comida. "¡OISHII (6)¡Realmente no hay nada como el Akabeko!" exclamó tragando más de lo que podía y rápidamente tragando sopa Misushirou.
La chica lo miraba con los ojos desorbitadamente abiertos y como vio que de momento nadie requería su asistencia decidió contestar a su pregunta. "Tae-san se ha tomado el día libre y Yahiko estará en la cocina…" Murmuró observando sorprendida la rapidez con que el hombre metía todo eso en su estómago. De repente no pudo evitar notar algo extraño en su forma de coger los palillos y se percató (no supo cómo no se había dado cuenta antes) de que su cuerpo estaba cubierto de vendajes. Y la ropa le resultaba muy familiar. Igual que esa cara, esa forma de engullir y esa forma de hablar…
"…E-Eres…"
"Sí, nena, pero no le digas nada aún al renacuajo. Quiero terminar de comer antes de que me salte al cuello." Dijo Sanosuke entre bocado y bocado. De repente sonrió dulcemente. "De verdad que no has cambiado nada, pequeña…" Tsubame asintió con lágrimas en los ojos, tratando de mantener la compostura hasta que alguien reclamó su presencia de otra mesa. "Ves, anda. Avisa a Yahiko cuando acabe de comer… ¿has preparado tú esto?" Ella negó con la cabeza antes de alzarse. "Pues está riquísimo, oye, felicita al cocinero." Ella asintió con una sonrisa radiante en la cara.
Yahiko Myojin normalmente se encargaba de comprobar que todo estuviera en orden en la bodega, que no faltaran pedidos, de cocinar y de limpiar la cocina y el comedor del restaurante. Aún así, también era maestro y limpiaba cuando podía el dojo y se encargaba de pedir las shinai's y de cuidarlas o repararlas cuando se maltrataban (después de darle una lección al alumno osado). Además, entrenaba por sí solo, cuidaba de su familia, su mujer y su hija, a las que adoraba como nadie y de vez en cuanto encontraba tiempo para salir con Kaoru.
Esos días las cosas habían ido muy ajetreadas en el restaurante… Tae había decidido reposar (diciendo no-se-qué de 'No lo entiendes, Yahiko, pero las mujeres debemos ser capaces de cuidar nuestro aspecto físico.'), y una camarera y un cocinero se habían resfriado, dejando gran parte del trabajo a la familia Myojin (por suerte por lo menos podían contar con Tae para cuidar de Shizuru). Así que, finalmente, mientras preparaba el arroz para uno de los típicos clientes que comen tarde o se pierden en el paso del tiempo, Tsubame se acercó a él y le dijo que ella ya se encargaría, que un cliente le había premiado por su trabajo culinario y que él tenía algo que hacer.
Era normal que Tsubame le pidiera que no trabajara tanto y que ella se encargara de todo eso, pero esa vez realmente parecía querer que él hiciera lo que ella le pedía. Que fuera a hablar con el hombre que le había elogiado, que estaba en la mesa de la esquina, que debía hacerlo…
"Oe, Tsubame, mucha gente elogia nuestra comida, solo por un cliente no pasa nada…" Dijo él con los ojos entrecerrados, preparándose para sacar el arroz. Ella le detuvo poniendo las manos sobre las suyas, inconscientemente tocando el metal rugiendo de calor.
"¡AUCH!"
"¡Y encima te has hecho daño!" Exclamó agarrando su mano y mirando la quemadura, una marca roja y vertical estaba en el dorso de su mano pero ella rió nerviosamente antes de aplicarse agua fría.
"No es nada…" Dijo antes de hacer una mueca de dolor cuando la sustancia helada tomó contacto con la quemadura. "Ves, por favor…" Dijo ella, rogándole con los ojos que le hiciera caso. Yahiko suspiró, si de verdad era tan importante para ella… Tras un beso en la mejilla y otro más cerca en los labios, apagó el arroz ya hecho y lo depositó en donde ella no podría quemarse junto a varios trapos para evitarlo si se decidía. Se quitó el delantal y el pañuelo que le cubría la cabeza y fue a ver de quién hablaba su mujer con tanta insistencia.
A él no le costó tanto como a su mujer averiguar de quién se trataba.
"¡S-SANOSUKE!"
Todo el restaurante se giró para mirar quién era el que había armado tanto escándalo y todo lo que vieron fue a un hombre saltar encima del otro, haciéndole un placaje y los dos cayeron rodando en el suelo. "¡S-Suéltame, pedazo de imbécil¡Me haces daño¡Joder, mira que eres fuerte!" Exclamó el que parecía ser el cliente. "¡Aunque no tanto como yo, enano!"
Sanosuke observó al chico mientras los dos se sentaban en la habitación de la casa de Yahiko, los dos sentados de manera correcta a una distancia educada, los dos con cara serena… Sanosuke no pudo evitar reír y Yahiko le dedicó una mirada de odio aunque luego se puso a reír con él. "Chaval, todo tan formal no nos pega." Exclamó Sanosuke avanzándose y cogiendo a Yahiko del cuello bajo su brazo, mientras que con el puño fregaba la cabeza del ya no tan pequeño chico que recordaba.
Su agarre era fuerte, pero Yahiko claramente era mucho más fuerte y se estaba resistiendo. Claro que en cuestión de fuerza, Sanosuke le ganaba, siempre había sido así y Yahiko solo lo aceptaba porque admiraba a ese hombre. "¡Cómo has cambiado¡Has pasado de ser un mocoso de 10 años a un chaval de 26…" Silbó cuando lo dejó ir, escapando un ataque de puño del moreno parándolo fácilmente con la mano derecha. Sanosuke se percató que la atención de Yahiko se había desviado a la mitad de su meñique, pero negó con la cabeza para que no preguntara.
"Ha pasado un montón de tiempo desde que te fuiste a China… y han pasado un montón de cosas." Dijo Yahiko, mirándole con una sonrisa llenad e nostalgia, la misma que empezaba a sentir Sanosuke. "He perdiste el matrimonio de Kaoru y Kenshin, el nacimiento de Kenji, las fiestas de final de año en Kyoto, las visitas de Megumi y…"
De haber sabido que iba a saber de la condición de Kenshin, Sanosuke no hubiera interrumpido. "Sí, sí, ya sé que me perdí un montón de cosas. Y me arrepiento… pero con la poli pisándome los talones no había mucha cosa que pudiera hacer¿no crees? Ahora estoy aquí y me pienso quedar aquí… aah, el japonés es tan fácil de hablar." Dijo melodramáticamente, tumbándose en el suelo a pesar de la mirada de reproche de su anfitrión.
"Pues tienes un acento raro. ¿Escucha, sabes chino?" Preguntó de golpe el moreno. Sanosuke, que tenía los ojos cerrados, abrió uno, sonrió y asintió. "¡Impresionante¡Me tendrás que enseñar algunas cosas¡Yo he ido aprendiendo cosas sobre los idiomas occidentales para el trabajo en el Akabeko¡pero es tan difícil!" Exclamó.
"A ver, dime algo." Yahiko enrojeció y se negó rotundamente y Sanosuke no pudo evitar notar que, pese a ser mucho mayor, apenas había cambiado en apariencia. Mismos ojos grandes, mismo cabello negro, algo más largo y recogido en la nuca… y una mirada más adulta. "Jaja¡China es una pasada! Deberías ir a visitar el continente, realmente es una pasada! Tienen cosas que no hubiera podido ni soñar! Y el idioma es realmente extraño, y la comida y eso está bien, pero nada como la comida japonesa para un japonés de pura sangre." Rió acompañado. "Realmente es una maravilla. Piensa en ir alguna vez con Tsubame, creo que tienen cosas allá que le encantarán. Las vistas, si sabes donde ir, realmente merecen la pena."
"¿Y qué hiciste esos dieciséis años?" Preguntó Yahiko movido por la curiosidad.
"Pues buscar pelea." La mirada del joven no le inquietó, sabía que en el fondo Yahiko ya se lo había imaginado. "¿Qué te piensas? Encontré a mucha gente fuerte pero al final les vencí a todos… he desarrollado muchas técnicas que total, no creo que aquí en la era pacífica de Japón sirvan… Además, allá encontré a gente que ha sido muy importante para mí, incluso ahora lo son." Sonrió de manera inquietante. "Conocí a una mujer… que me dio calabazas. Me recordaba a alguien…" No iba a decir que le recordaba a Sayo Amakusa…
"¿Te dieron… calabazas?" Yahiko se lo estaba pasando en grande al oír esas desgracias amorosas y Sanosuke hizo una mueca.
"Ne. ¿Qué tal está Jouchan? Hace un año vi a Kenshin en Shanghai… no tenía muy buen aspecto pero me aseguré que llegara a Yokohama… ¿ya se ha recuperado?" Preguntó recordando de pronto ese tema que tanto le concernía. Decidió que si alguien tenía que saberlo era Yahiko y ciertamente lo sabía porque bajó la mirada y apretó los puños.
"Kenshin- Kenshin volvió… pero murió antes de llegar al dojo. Kaoru fue la última en verle."
NA1. Este fic no se basa ni en los mangas ni en el anime específicamente… es más bien como una mezcla de los dos. En este caso hablo de los dos últimos OVA's… son verdaderamente una obra de arte.
NA2. Por ahora diría que todos sabemos que se trata de Sanosuke… xDD así que me arriesgo. Digo que tiene un acento raro porque, quieras o no, lo pierdes cuando llevas mucho tiempo en un sitio que no corresponde a tu lenguaje.
1-. De gozaru: Forma reiterativa de decir las cosas.
2-. Kenshin wa Tsuiyoi: Kenshin es fuerte.
3-. Shik'shou: Mierda, joder…
4-. Iya: Forma coloquial de decir 'no'. La forma correcta sería iie.
5-. Suman: Forma coloquial de decir 'perdón, disculpa'. La forma correcta sería sumimasen.
6-. Oishii: Está buena (la comida).
Notas de Autor: Se me ocurrió esta idea de golpe y no sé qué es lo que me ha impulsado a escribirla. Siempre me han gustado escribir POST-SERIES xDD creo que es lo más interesante… y adoro a Sanosuke, así que este capítulo está totalmente dedicado a él. No os preocupéis, esta historia tendrá una trama definida y habrá acción bastante pronto, de aquí a unos capítulos.
¡Es mi primera serie de RK! Y no solo eso, sino que es la primera que hago después de Yuu Yuu Hakusho: La definitiva (50 chapters¡os invito a leerla!) y espero poder trabajar bien en esta.
Prometo que en el fic irán apareciendo varios personajes, en especial Soujiro Seta (siempre tendrá un lugar en mi corazón, ese chico x3), Kenji, Kaoru, Enishi, Aoshi, Misao, Megumi…
En el próximo capítulo: Kenji Himura toma una decisión (Kenji Himura, hijo de Kaoru y Kenshi, conoce a un hombre que pertenecía al tiempo en que su madre sonreía… y le odia.)
Web YYH: www . reikai-tantei-files . tk
