DISCLAIMERS: Ni 'Kuroshitsuji' ni sus lindos personajes me pertenecen, sino a Yana Toboso-sama. Lo único mío es esta historia y los OC's (Original Characters) incluidos.
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ADVERTENCIAS: Esta serie de One-shots será narrada 11 años después del final de "Kuroshitsuji II", por lo que algunos personajes como Ciel o Lizzy ya saldrían adultos; aunque cambiando algunos detalles por razones determinadas. Incluye algunos OC's de mi fanfic de "Akuma no Tengoku, Tenshi no Jigoku" y algunos spoilers del mismo, así como del anime y manga oficiales de Kuroshitsuji. Por lo que ante cualquier duda, confusión o pregunta que tengan: pueden figurarla en un review y con gusto se las contesto por inbox (n.n)
» Insinuaciones de parejas crack, parejas no tan crack y también de parejas que incluyen y/o se conforman por OC's. Muy posible OOC (?) aunque se trata que sea justificado xDDDD
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[Story 01]
"Christmas Eve at the Phantomhive mansion"
(La Nochebuena en la mansión Phantomhive)
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El montón de blanca nieve adornaba el tejado de la mansión Phantomhive así como sus alrededores, entre estos el extenso jardín. Su pasto antes verdoso poseía la blancura de esa superficie gélida y la cual también cubría los ahora desnudos árboles; pues sus abrigos de hojas eran reemplazados por la misma capa de nieve que adornaba el resto del entorno.
Podría decirse que lo más relevante allí era un "amorfo" muñeco de nieve. Una vaga representación blanquecina de "Ciel Phantomhive", hecho a manos del jardinero correspondiente al nombre de Finnian; "Finny" para los allegados. En ese momento llevaba puestos sus inseparables guantes de jardinería, al ser lo suficientemente abrigadores para proteger sus manos de la frialdad de la nieve que usaba para su "obra". Iba vestido con un abrigo de color crema y una bufanda azulada, junto a un holgado pantalón gris y sus igual de inseparables botas.
Una vez avanzó lo suficiente, Finnian detuvo su trabajo para verificar cómo iba quedando el "Ciel de nieve". Se llevó una mano a la barbilla y entrecerró sus preciosos ojos turquesas mirando fijamente su obra. Un par de enormes bolas de nieve, una grande haciendo de cuerpo y una más pequeña haciendo de cabeza; la cual era adornada por varias rocas oscuras que formaban su "rostro". De cierta forma y usando un poco de imaginación, SÍ que se parecía al conde auténtico. Las roquitas que hacían de "cejas" estaban apiladas una detrás de la otra y en dirección descendiente, como si el "ceño" estuviera fruncido. Las que se apilaban formando la "boca" estaban torcidas de forma jocosa, como si el muñequito hiciera una mueca de disgusto. Para finalizar, tenía sobre la "cabeza" un pedazo de tela vieja y de color cenizo, recortado de tal modo que parecía formar el "cabello".
Aún con todo eso, el muchacho sentía que algo le faltaba. Pero, ¿qué sería…?
El de cabellos rubio fresa estaba tan metido en la observación que no se cercioró de una pequeña y oscura figura, la que se le iba acercando por detrás. Finnian dio un grito del susto al sentir que algo le saltaba por la espalda y… ¿lo abrazaba? Se giró rápidamente y sonrió más calmado, viendo a una pequeña niña cuya altura haría pensar que rondaría los diez años.
—¡Pandorita~! —Exclamó el varón en un saludo alegre, acariciando la cabeza de la recién llegada mientras seguía abrazándolo. En respuesta, Pandora Michaelis frotó su cara en la espalda del joven y hasta pareció ronronear levemente.
Por la extraña suavidad que él pudo tantear con su mano, notó que la misma llevaba un gorrito y también una bufanda alrededor del cuello; ambas de color rosa pastel.
Lo curioso de su considerablemente larga cabellera, la cual llevaba atada en un par coletas de caballo igual de extensas, era la doble coloración que poseía. Blanco por un lado y negro por el otro, el límite de cada extremo se apreciaba en un mechón que caía en medio de sus ojos. Estos últimos también resaltaban por el contraste de colores en cada iris, una escarlata y otra celeste. Vestía una blusa gris, junto a una falda azul oscuro y rasgada por los bordes, al igual que una capa vinotinto. Para proteger del frío sus normalmente expuestos pies, llevaba puestas unas gruesas botas negras y también lucía un par de guantes del mismo color del gorrito y la bufanda.
De pronto ella se puso alerta y sus ojos bicolor se fijaron en algo, con sus pupilas dilatándose por ello. Extendió uno de sus brazos y señaló al muñeco de nieve, como preguntando: "¡Por amor al Inukko!*(1) ¿¡Qué es eso!?". Finnian se rió de la reacción de la nena, recordando que ésta no sabía muchas cosas del mundo al pasar la mayoría de su vida encerrada en una caja mística. Tras darle una rápida explicación de lo que eran los "muñecos de nieve", cómo se hacían y también de las "guerras" de bolas de nieve que podrían presentarse, la pequeña asintió. Ahora entendía por qué "Su patrón" le insistió en abrigarse un poco más antes de salir de la funeraria, proporcionándole dichos añadidos a su conjunto típico.
Repentinamente Finnian tuvo una idea y se dejó caer de espaldas al suelo, capturando la atención de la menor. No fue sino hasta que lo vio mover sus brazos y piernas de arriba hacia abajo, levantándose y sacudiéndose la nieve del cabello, que Pandora apreció lo que el otro quiso mostrarle. En la zona donde antes éste yacía tirado, la nieve se había removido de tal modo que quedó una figura humanoide y que casi daba la impresión de tener alas. En su mente, resonó la voz de "Su patrón" repitiendo sus palabras de la primera mañana de Diciembre:
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«Je, je, je~ ¿Te digo un secreto, Pan? En esta época del año, los ángeles se olvidan de que pueden volar y terminan cayendo del cielo. Se hizo algo taaaaan recurrente que Dios se hartó, y tuvo que cubrir la tierra con algo que 'suavizara sus caídas' para evitar quedarse sin ángeles. Así fue como se originó "aquello blanco" que ves fuera de la ventana y a lo que llaman "Nieve". Aunque para bochorno de tus parientes celestiales, la propia nieve dejó tantos vestigios de su torpeza que los humanos terminaron recordándolas y hasta imitándolas~»
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¿A eso se habría referido? Quizás podría preguntarle a su amigo Whitey*(2) si él se incluía entre estos "ángeles caídos", pero muy probablemente lo negaría todo y le insistiría en que era otra de las mentiras de "Su patrón". Pandora salió de sus pensamientos al notar que Finny volvía a observar al "Ciel de nieve", y al preguntarle qué sucedía, le contestó:
—Es que siento que le falta algo. Pero… no sé qué es… —Suspiró con desánimo. Ante un segundo tirón de su manga, él volvió a mirar a Pandora—. ¿Qué pasa?
La vio cubrirse uno de sus ojos con su mano izquierda y señalarse insistentemente el rostro con la derecha. Pandora sabía hablar, pero se abstenía de hacerlo si no sabía cómo expresar del todo lo que quería decir o lo que cruzaba por su mente, viéndose en la necesidad de comunicarlo por medio de señas. Finnian tardó unos segundos en captar el mensaje, pero golpeó un puño en su otra palma al entender finalmente.
—¡Es cierto, Pandorita! ¡Falta el parche del Amo! Pero… —El rubio volvió a deprimirse—. No sé dónde puedo conseguir uno…
Ella aspiró algo de aire por la nariz y se llevo una mano al inflado pecho, tratando de adquirir una imagen confiable a la vez que decía:
—'Pandora' sabe qué hacer, Finny.*(3)
Seguidamente cerró sus ojos bicolores, usando los poderes de la parte demoníaca de su sangre y provocando que su cuerpo se desvaneciera hasta volverse una figura de gas nebuloso. Atravesó velozmente el camino de nieve directo a la mansión y entró por una de las aberturas de la puerta principal.
Pasaron un par de minutos en los que Finnian colocaba unos botoncitos sobre el "pecho" del muñeco, como los que lucían los elegantes trajes que usaba el Conde a retratar. Se sobresaltó al escuchar esa voz hablarle repentinamente por su espalda, susurrando con serenidad un: "«Pandora» ya volvió" y en lo que colocaba un parche negro sobre el "rostro" del muñequito, cubriendo exactamente el "ojo" derecho con éste.
—¡Muy bien! ¡Ahora sí está completo! —Exclamó el chico con una sonrisa de emoción, agradeciéndole a su "pequeña ayudante" por ese detalle y ambos quedándose admirando el resultado por unos instantes. Fue entonces que le llegó la duda a la mente—. Ehm, Pandorita, ¿de dónde fue que conseguiste el-…?
Pero antes de que acabara su oración, se abrió de golpe una de las ventanas de los pisos superiores de la mansión; específicamente la del despacho de su "Amo y Señor". Por ésta se asomó un adulto y enfurecido Ciel Phantomhive; vestido con una pulcra camisa blanca, cubierta por un traje de chaleco y pantalón de tonos oscuros, con un par de guantes negros en sus manos.
—¡PANDORAAAAAAAA! —Rugía en dirección al jardín, con una vena a punto de estallar en su frente—. ¡DEVUÉLVEME MI PARCHE!
El que tuviera ambos ojos descubiertos era más que suficiente para aclarar de dónde la infante —que en ese momento se escondió detrás de Finnian— había conseguido el susodicho objeto. El jardinero sintió una goda gorda resbalar por su nuca y al observarlo mejor, confirmó que indudablemente era el parche que su Amo usaba desde que pudiera recordar.
La puerta del lugar se abrió a espaldas de Ciel y éste miró sobre su hombro al recién llegado, dándose la vuelta para encararlo. Sujetando el carrito del té que se le había indicado preparar con anterioridad, ahí estaba el pariente de la vil criminal que le arrebató aquello que (normalmente) ocultaba el sello del contrato que mantenían.
—¿Amo, qué sucede? —Preguntó Sebastián, quien apresuró su paso hacia el despacho al verse atraído por los gritos de su "ya no tan joven" Señor. Se acercó al hombre cuyos ojos echaban chispas de la furia y… ¡Momento! ¿Ojos? El de mirada carmesí enarcó una ceja, intrigado—. ¿Puedo preguntar dónde está su parche?
—¡Observa por ti mismo! —Refunfuñó el otro con su ahora masculina y profunda voz, haciéndose a un lado y señalando acusatoriamente al par de menores que los observaban desde los jardines.
Tras asomarse por la ventana, lo primero que hizo el mayordomo de cabellos oscuros fue devolver el saludo que Pandorita le enviaba con una mano; aparentemente feliz de verlo luego de algún tiempo. Lo segundo fue caer en cuenta del "Conde de las nieves" y Sebastián sonrió de esa forma que sólo él sabía hacer.
—¡Vaya, vaya! No sabía que Finnian y mi pequeña hermana hicieran tan buenas replicas de usted, Amo —Ciel empezó a reclamarle el doble de furioso por su irónico comentario, y entre sus gritos hacía hincapié en que "eso" no se parecía en nada a él—. ¿Pero cómo puede decir eso, Amo? Si es casi su "viva imagen", con parche y todo~
—Parche… —Repitió mecánicamente el aludido, hasta que recordó ese detalle faltante en su persona y que Pandora le había quitado. ¿Cómo? Un instante en que sabrá Dios cuándo entró a su despacho convertida en sombra, y se lo arrebató al hallarse desprevenido leyendo noticias del periódico—. ¡Maldita sea, mi parche!
Tras soltar esa maldición, ni flojo ni perezoso el conde Phantomhive salió de su estudio dando zancadas y cubriéndose con una mano el ojo del "sello sobrenatural". Refunfuñando cosas tales como: "¡Seguro que le influenciaste a tu hermana que me molestara para tu propio deleite, demonio bastardo!" y saliendo dando un portazo. Sebastián suspiró con pesar, comentando que el té que había preparado terminaría enfriándose.
Aunque siendo honestos, no era de extrañar que en esa época del año su Amo estuviera así de gruñón… bueno, más de lo usual. Ya que la fecha de su cumpleaños caía ese mismo día. Pero desde que perdió a su familia, se vio secuestrado y marcado como un animal por una secta, ese día resultaba más oscuro que feliz para él. Pero para no desviarnos al triste pasado del actual cabeza de la familia Phantomhive…
Digamos que no sólo estaba malhumorado por eso, sino porque había recibido hace unos días una llamada de parte de su "encantadora" suegra: la marquesa Frances Middleford. Madre de su ahora esposa, Elizabeth Phantomhive, quien desde que contrajo matrimonio con Ciel había pasado a vivir con el mismo. La llamada fue para avisarles que irían a visitarlos esta Navidad a la mansión Phantomhive, con intención de celebrar todos en familia dichas fiestas. El problemita era que desde que Elizabeth y Ciel se casaron —a las edades de diecinueve y dieciocho respectivamente, y ya hace seis años de eso— la marquesa Middleford se había tornado aún más estricta con su yerno. ¿Era eso posible? Para suplicio del "Perro guardián de la reina", así era. Sin embargo, no se dejaba de lado el hecho de que la marquesa le cogió más afecto al hijo de su difunto hermano Vincent, al verificar que el mismo cumplió la promesa de hacer feliz a su hija.
También era claro que Alexis Middleford —esposo de Frances, padre de Elizabeth y ahora su suegro— se había vuelto más unido a él; hasta el punto en que lo abrazaba y asfixiaba siempre que se encontraban. Eso sumado a que le repetía las inmensas ganas de volverse abuelo que tenía y que más le valía esforzarse para darle esos nietos, sacándole sonrojos al del ojo azul por incluso darle "consejos para no caer en la rutina".
¡Y ni me hagan mencionar a Edward Middleford! Hermano mayor de Elizabeth y por tanto, cuñado de Ciel. Como recordarán aquellos que leyeron el manga (?) cuando nuestro conde aún estaba pequeño y todavía comprometido con la Lizzy, Edward tenía unos "celos fraternales" de niveles alarmantes y se negaba a aceptar al "renacuajo Phantomhive" como el esposo de su apreciada hermanita. Por lo que cuando finalmente los dos se hicieron cuñados, el primogénito Middleford se había tornado tan arisco que el condecito calculaba que había absorbido la "sobre-protección" que el mismo patriarca Middleford no expresaba para nada. Aunque la verdadera razón era que, a diferencia de Edward, Alexis tenía confianza incuestionable para con Ciel como marido de su hija.
Aún sin destapar su ojo, Ciel se detuvo de súbito a medio camino de bajar las escaleras y un escalofrío recorrió su cuerpo al venírsele cierta imagen mental:
Ésta consistía en su suegro abrazándolo hasta la asfixia y preguntándole: «Y bien, Ciel, ¿cuándo será que mi hija y tú me darán nietecitos o nietecitas~?» (…) Mientras era sermoneado por la suegra sobre su "desaliñado cabello", sin poder creer que aún tras tantos años ni se dignara a hacerse un mejor corte y mantenerlo, espetando: «Seguro que es influencia de tu rebelde mayordomo, ya que siempre debo corregirle el peinado también a él» (…) Y con su cuñado susurrándole amenazadoramente al oído: «Más te vale que no te propases, ni le hagas cosas raras a mi querida hermanita cuando están a solas… ¡Porque si me llego a enterar que es así, sentirás mi ira!»
Y como cerecita sobre el pastel: la llegada de la amorosa y estricta familia de su esposa… era hoy.
Oh, sí… sin duda sería un laaaaaaaaaargo día para el pobre conde.
Cuando llegó a la sala principal de la mansión dispuesto a salir al jardín y recuperar su parche, se encontró su primer obstáculo. La encarnación viviente de la cursilería y el excesivo amor, pero que ocultaba mucho más a simple vista… su esposa Elizabeth Phantomhive. Estaba acompañada del albino y escamoso Snake.
El primero lucía abrigado de pies a cabeza con guantes, bufandas y tres capas de abrigos de tonalidades opacas porque —al igual que sus serpientes— se veía especialmente afectado por el frío de las fechas. Mientras la mujer lucía un hermoso vestido de tonos celestes con bordes blancos. Su rubia cabellera estaba suelta y caía libremente por su espalda, brindándose calor en su cuello y hombros para contrarrestar el frío de la época. Eso sumado a su piel clara y a sus encantadores ojos verdes, la hacían ver más hermosa de lo que ya normalmente era ojos de Ciel.
—¿El cuarto ha estado suficientemente cálido para todos ustedes? —Preguntaba ella, con una mirada atenta y su cabeza levantada para hablarle a la cara. Ya que al igual que Ciel y ella, Snake (a diferencia de los demás sirvientes) sí había envejecido la última década, rondando ya por sus "treintas". Pero la explicación a esto era una larga, complicada historia.
—"¡Nunca habíamos pasado un invierno de forma tan confortable!", dice Wordsworth… —Traducía a las víboras con su usual expresión seria. Aunque su imponente aspecto se veía afectado por todos los abrigos que usaba, haciéndole verse algo "rellenito"—. "Sí, le agradecemos sinceramente todas las atenciones que tomaron para nosotros", dice Emily…
—¿De verdad? ¡Me alivia saberlo! —Elizabeth juntó sus palmas y sonrió con amabilidad—. Cualquier otra cosa que necesiten, no duden en pedirla.
—"¿En serio? ¿No sería una molestia?", preguntan Goethe y Wilde…
—¡En lo absoluto! Como señora Phantomhive, debo asegurarme que todos los que habiten y sirvan en esta mansión tengan una vida cómoda. Estoy completamente segura de que Ciel opinaría lo mismo.
—"Bueno, si usted lo dice…", dice Webster… —Snake asintió tan agradecido como sus amiguitas, para luego sentir a una de éstas asomarse por uno de los pliegues de sus tantas bufandas—. "¡Oh, hablando del Rey de Roma…! Ahí está el señor de la casa", dice Bronte…
Al notar la presencia de su esposo parado en medio del salón y con una mano cubriendo uno de sus ojos, la mujer lo miró extrañada. Dicha expresión fue sustituida por una sonrisa tan cálida que el frío del ambiente no podría afectarlo. Al cerciorarse de que se quedó embelesado observando a su mujer en medio de su charla con Snake, el de cabellos cenizos recordó la razón por la que había bajado y —procurando ocultar el tierno rubor que apareció en sus mejillas— se dirigió con rapidez a la puerta principal. Abriéndola de un empujón con su mano disponible, recibiendo la fresca brisa invernal acariciándole su rostro, estuvo a punto de salir…
—¡Espera, querido! —Lo detuvo la voz de Elizabeth.
Instantáneamente se dio la vuelta con preocupación, sólo para sentir como la rubia colocaba una bufanda alrededor de su cuello, sonriéndole dulcemente. Tan bella expresión capturó lo suficiente su atención para no caer en cuenta del color rosa con franjas verdes de la bufanda; que resaltaban considerablemente en comparación de su traje de tonos oscuros. No por nada el domador de serpientes se había apropiado de la mayoría de bufandas de colores neutros.
—Si vas a salir, al menos abrígate un poco… —Le dijo ella, acariciándole la mano con la que se cubría su ojo derecho como si no pasara nada; ya sabiendo el por qué su esposo lo hacía. Éste le reveló su "conversión" y la propia naturaleza demoníaca de Sebastián hace cuatro años atrás, los sirvientes también tenían conocimiento desde incluso antes. Y tal como con ellos, la única condición previa a la confesión fue que no se revelara a nadie más; a menos que Sebastián y el propio Ciel lo vieran necesario—. No quiero que te resfríes, amor~
—Ehm… desde luego, gracias —Giró su rostro para evitar que la mujer notara su renovado sonrojo y salió velozmente al jardín. Acercándose poco a poco a los chiquillos y señalándolos cual viles criminales, frunciendo el ceño tal y como su "pseudo-clon de nieve". No les gritó, pero la frialdad y severidad de su voz les hizo temblar tanto como si lo hubiese hecho—. Ustedes… mi parche… ahora…
Reuniendo valor de quién-sabrá-dónde, el par de jóvenes se posicionaron entre el "Ciel de nieve" y el de carne y hueso, extendiendo sus brazos hacia el último en señal de que se alejara. Con voz temblorosa, Finny se disculpó diciendo que no le podía entregar el parche.
—¿¡QUÉ!? —Rugió el adulto, aguantando el impulso de cruzarse de brazos para no destapar su ojo maldito—. ¿¡Y se puede saber por qué no, si ése es MI parche en primer lugar!?
—¡E-eso es p-porque es el único p-parche aquí, A-a-amo! —Contestó Finnian, con su voz temblando tanto como sus piernas y no precisamente por el frío; sino por la cara de furioso asesino serial que le enviaba el mayor. Si Ciel Phantomhive ya le asustaba en sus momentos de enojo y cuando era pequeño, ahora que le rebasaba en altura era todavía más intimidante—. A-además… ¡ahora es del "Otro Amo"!
—¿¡Cómo que "Otro Amo"!? —Al notar como los menores señalaban al "Conde de las nieves", una vena empezó a palpitar en la frente del de carne y hueso. Casi pudo escuchar la risa ahogada de Sebastián desde lo alto de la ventana de su despacho—. ¡Con un demonio! ¡Que esa "cosa" NO se parece a mí!
—¡Pero SÍ se parece a usted! —Exclamó el jardinerito con más valor, indignado de que su Amo se negara a aceptar la verdad y recibiendo un asentimiento de la Michaelis menor—. ¡Incluso Pandorita ayudó para que se viera más como usted!
—¡QUE NO!—Exclamó Ciel, aguantándose las ganas de ahorcar a los dos menores enfrente suyo.
—¡QUE SÍ!
—¡SUFICIENTE! —Vociferó el hombre ya harto de esa tontería, con su ojo visible adquiriendo ese color violeta brillante característico de los demonios y su pupila contrayéndose como la de una bestia—. ¡Si no me lo entregan, lo recuperaré por mi cuenta!
De forma dramática, Pandora y Finnian se cubrieron sus bocas con sus manos y lo vieron como si se tratase de un terrible monstruo; no precisamente por el súbito cambio en la apariencia de su ojo. Dispuestos a defender al "Otro Amo", los jovencitos intercambiaron miradas, asintieron y —para alarma de Ciel— cada uno cogió un manojo de la nieve a sus pies hasta hacerlas bolitas. Pandora rompió su silencio para gritar algo como: "¡Aléjese, conde malvado!" y el susodicho no tuvo de otra que apartarse.
Un bombardeo de bolas de nieve impactaba donde él estuviera segundos antes y siendo consciente de la "super-fuerza" que tendría ese par, no le quedó más remedio que retroceder lo suficiente hasta protegerse del "ataque" detrás de un árbol cercano.
¡Justo eso era lo que le faltaba!
Primero: Su mayordomo lo cachaba dormitando*(4) en una posición tan comprometedora con su (entonces) dormida esposa, que si Edward se llegaba a enterar… ¡Lo mataría sin piedad alguna! Suficiente había tenido esa mañana con las burlas del Michaelis sobre "el pícaro demonio que resultaba ser por dentro".
Segundo: Descubría que estaba hasta el cuello con documentos de la compañía Funtom, los cuales el susodicho mayordomo le había puesto a completar desde temprano y con la intención de que finalizara antes de la llegada de su "querida" suegra y compañía.
Tercero: La mocosa media-hermana de su mayordomo le quitaba su parche, sólo para usarlo en una abominación-de-nieve-que-en-nada-se-parecía-a-él y mientras que su propio jardinero se negaba a regresárselo.
Cuarto: Se desencadenó una "Guerra Fría" simplemente porque intentó recuperar el condenado parche, aunque fuese legítimamente suyo.
Sin mencionar que la marquesa-dictadora-y-encima-su-suegra llegaría en cualquier momento, y lo más seguro era que si lo encontraba "perdiendo el tiempo" de semejante manera…
Un segundo escalofrío recorrió su cuerpo al imaginarse el final de esa oración, suspiró con aprensión. Quizás si lograba recuperar "su propiedad" sin que Finnian ni Pandora lo vieran, lograría darle fin a esa ridícula guerra de bolas de nieve y sin que su suegra lo cachara en medio de ésta. Asintió para sí mismo dispuesto a cumplir ese plan, por lo que con cuidado y disimulo asomó su cabeza por una esquina del árbol…
*¡BLOF!* Sólo para recibir en pleno rostro el impacto de una de las bolas de nieve, cortesía de nada más ni nada menos que de…
—¿¡ELIZABETH!?—Exclamó incrédulo, limpiándose con su mano libre el rostro y sin destapar todavía el ojo del contrato—. ¿¡Qué crees que haces!?
Sabiendo Dios cuándo se había posicionado donde Finny y Pandorita, abrigada con una bufanda y guantes blancos, la rubia hizo un leve puchero al no ser llamada cómo ahora le gustaba. Arrojó otra bola de nieve que Ciel logró esquivar esta vez y exclamó algo como: "¡Que me digas 'Querida'!". Snake no la había seguido "a la guerra" porque no era conveniente para él, por lo que se había dirigido a buscar a Maylene para ayudarla con cualquier tarea que le mantuviera activo y entrado en calor. Traicionado, el pobre demonio le repitió su pregunta y recibió como respuesta:
—¡No permitiré que ataques a mi "Otro Esposo"~! —Aunque la oración fue dicha con seriedad inicialmente, Lizzy no pudo evitar que una risa se le escapara al final. La verdad era que estaba gozando un montón de hacerle esa ''bromita'' a su marido, el de carne y hueso.
—¿¡O-Otro Esposo!? —Si no fuera porque estaba devastado ante esa ''traición'', Ciel le habría arrojado una mirada asesina a Sebastián. Éste hacía un esfuerzo monumental para no estallar en carcajadas ante el suplicio de su Amo—. ¡No puede ser…! ¿¡Ahora tú también, mujer!?
¡Aquello era más que perfecto! (Y nótese el sarcasmo en esa expresión)
Ahora no sólo debía encargarse de evadir al par de mocosos, sino también a esa "traidora" que se hacía llamar su esposa. ¿¡Dónde había quedado la supuesta "lealtad", "en las buenas y en las malas" y demás tonterías que Elizabeth le había jurado al sacerdote que los casó!? ¿¡Dónde quedaba el honor!? Ya sólo faltaba que "Santa Claws" bajara de su trineo y se uniera a los tres en su contra… ¡Oh, maldita sea! ¡Ahora imaginaba escenarios absurdos relacionados a un barrigón vestido de rojo y que ni siquiera existía! Mientras continuaba bajo el ataque de Lizzy, los dos "soldados restantes" montaban un improvisado fuerte de nieve alrededor del "Otro Conde" y bajo indicaciones del ex-militar Bardroy; quien se había "unido a la causa" atraído por el alboroto y al no tener nada mejor que hacer.
Sebastián sonreía entre enternecido y burlón. Lo primero por ver a Pandora tan animada y lo segundo ante las penurias del demonio al que se supone que servía. ¿Debería bajar y poner un alto para proteger la integridad física de su Amo…? ¡Naaaah! Lo más conveniente sería ir a arreglar la mansión y dejarla sin una pizca de polvo ni imperfección, para evitar verse sermoneado por la "encantadora" marquesa que vendría.
No fue sino hasta sentir un leve frote en su pantalón que el demonio de ojos carmesíes salió de sus pensamientos. Bajó su mirada y notó un par de ojos fijos en él —uno del color de las espinelas*(5) y otro pálido, vacío por su falta de visión— pertenecientes a una pequeña bola de pelos gris con franjas negras y rosada nariz. Se trataba de su pequeña gata, Reina. La minina de pelaje semejante a una obsidiana*(6) seguía frotándose contra la pierna de su dueño, como si le insistiera sin necesidad de palabras en que la acariciara.
¡Vamos, Sebastián! ¡Los lectores, tus fangirls, algunos fanboys y todo el que lo lea sabrían lo deseabas! Sin resistir más la "esponjosita tentación", sujetó con delicadeza a la gatita entre sus manos enguantadas y procedió a hacer lo que le gustaba más que otra cosa. Incluso más que ver sufrir a su Amo… ¡Exacto! Apretarle las almohadillas de sus patita. Reina se limitó a cerrar sus ojitos, ronroneando de placer ante los mimos del demonio.
Tomándose la libertad de abrazar a su mascota por un par de minutos, finalmente la colocó sobre el escritorio del despacho y la vio bostezar satisfecha, haciéndose una bolita gris y rayada antes de perderse en el valle de los sueños. ¿Qué soñarían los animales, se estarán preguntando? Ni el propio Sebastián tenía la respuesta, pero se limitó a susurrar un: "Sweet dreams, my little Queen" y se retiró del lugar para ponerse manos a la obra. No quedaba mucho para que Frances Middleford llegara.
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Habían pasado aproximadamente unos cuarenta minutos después de ese alboroto.
Minutos en que la "Guerra fría" terminó con el "escuadrón" de Lizzy, Bard, Finnian y Pandorita como triunfantes, al igual que con un Ciel enterrado en nieve desde sus pies hasta su cuello; todavía cubriendo su ojo derecho con su mano no enterrada.
Minutos en que Sebastián acabó de limpiar cada rincón de la mansión y adelantado la cena; la que tuvo que proteger del voraz apetito de "Su Reina", ya que entre los alimentos se incluían algunos con atún.
Minutos en que Snake ayudaba a Maylene adornando el techo de la mansión con un admirable número de muérdagos, los cuales Lizzy insistió en colocar ya que eran uno de los símbolos principales de la Navidad y no podían faltar. Todo mientras que el adorable Sr. Tanaka los observaba sentado en una esquina del salón, tomando té de su tacita japonesa y soltando alegres: "¡Jo, jo, jo!".
Minutos en que finalmente la familia Middleford había llegado y (¿cómo no?) los sermones de Frances no se hicieron esperar.
Ya fuese sobre el peinado de Sebastián —el cual como siempre "arregló" con su peine— como por ver a su yerno "perder el tiempo jugueteando con nieve". También por ver a Elizabeth despeinada producto de la anterior "Guerra" y ni hablar del ataque que casi le dio por la forma de vestir de la media-hermana del mayordomo. Aunque Pandora no se salvó de los abrazos de Alexis Middleford. Éste restregaba su cabeza contra su mejilla y exclamaba totalmente encantado cosas como:
—¡Que encanto de niñaaaaaaaa! ¡Ojalá que los nietos que me concederán sean tan tiernos como tú~! —Tanto esa efusiva muestra de afecto como el fallido intento de Frances por cambiarle el atuendo la dejaron tan traumatizada, que la pobre kimerita no se separó de su hermano durante el resto del día.
Por su parte y de mala gana, Edward ayudó a su cuñado a salir de su "prisión de nieve". Gesto que Ciel internamente agradeció ya que se estaba empezando a sentir entumecido. Procedió a recuperar su parche y dejar que su brazo descansara finalmente de cubrir su ojo maldito; algo que desanimó por unos instantes a Finnian y Pandora. Claro que el hermano de Lizzy no perdió oportunidad de comentar algo acerca del "Conde de nieve", animando al "escultor" y su "socia" dándoles sus más sinceros halagos, resumidos en un muy seguro:
—¡Les quedó igualito! —El conde de carne y hueso bufó, optando por hacer oídos sordos ante las burlas indirectas.
Ya caída la tarde, Ciel y Lizzy conversaban con la familia de la última en el salón principal. Recibían el calor de la chimenea de leves, pero acogedoras llamas y todos sintiéndose muy a gusto.
Aunque lucía sereno por fuera, por dentro el conde estaba más nervioso que un ratón en una calle repleta de gatos. Y por gatos no hablaba de la "bola de pelos" de su mayordomo… sino de su suegra y cuñado. Sin embargo, la primera sólo lo observaba de vez en cuando y de forma similar a un militar; en lo que ella y su esposo charlaban con su hija. Por su parte, Edward era otra historia… lo miraba fija y seriamente, con tanta insistencia que el demonio del parche llegó a considerar tres posibilidades. O lo apuñalaba con su mirada; o en cualquier momento le iba a preguntar algo; o quizás un poco de ambas. Adivinó la tercera… ya que unos segundos después, el hermano de Elizabeth habló:
—¿Y bien? —Preguntó, cruzado de brazos y sin despegar la vista de Ciel.
—¿Y bien… qué? —Contestó el tuerto con otra pregunta. No sabía porqué de repente se sentía un sucio criminal, siendo interrogado por el policía malo.
—¿Cómo que "qué"? —Entrecerrando sus ojos verdes tan iguales a los de Lizzy, "Edd" se acercó más a él. Todo mientras Sebastián y Pandora los observaban discretamente, aunque el Michaelis mayor esperaba que ni su Amo ni su cuñado iniciaran una discusión—. Sabes a lo que me refiero, Ciel Phantomhive…
Se acercó un poco más para hablarle en susurros al "aparentemente" calmado conde. Y digo "aparentemente" ya que se repetía internamente: «Me va apuñalar, me va apuñalar». Más para su suerte —o quizás no tanta— el hombre se limitó a hacerle una pregunta que nunca, ni en un millón de años, hubiera esperado oír de su propia boca:
—¿Cuándo… seré tío?
Tanto Ciel como Sebastián dieron un respingo, sobretodo el primero. Pandora los observó con curiosa inocencia, sujetada a un brazo de su medio-hermano mayor. Desde luego, Eddy era la última -de las últimas de las últimas- personas que esperarían deseara noticias de ese tipo. Estaba clarísimo que Alexis añoraba ser abuelo, ¿pero que el primogénito Middleford quisiera ser tío? Eso sí que era una sorpresa. Tras meditar unos segundos su respuesta, Ciel finalmente la dio:
—Pues… Elizabeth y yo lo hemos hablado —Bueno, no era mentira, pero optó por reservarse cualquier mención de la intimidad. Por más auto-control que tuviera, seguía siendo un demonio y la propia Lizzy tampoco resultó tan "tímida" como esperaba—. Creemos que no estamos listos, aunque creo que nunca se estará completamente preparado para ello…
—En eso estoy de acuerdo contigo… —Coincidió el otro, pensativo. Después de todo, no por nada había resultado toda una montaña rusa cuando se enteró que la dulce Paula esperaba un hijo suyo y… bueno, eso era otra historia.*(7)
—Por eso, no sabría muy bien qué responder por los momentos —Tragó grueso, intentando que la voz no le temblara para no verse dudoso ni tampoco decir algo que pudiera alterar a su interlocutor—. Pero… será ella quien me haga saber cuando desee tenerlos y yo… haré todo lo que esté a mi alcance para cumplir su deseo…
Sebastián sonrió con sutileza. Su Amo sonó como todo un demonio al hacer un contrato, uno que mantendría su vida unida a la de Lady Elizabeth hasta que la muerte los separase y hasta incluso mucho después. Edward mantuvo su seriedad pero asintió, indicando que estaba de acuerdo con la respuesta de su cuñado.
Para los que se pregunten por qué y cómo consiguió controlar sus celos de hermano, pues la susodicha Paula también tenía algo que ver al respecto. Muchas cosas sucedieron entre ella y Eddy con el paso de los años, cosas que no resultaron nada fáciles, tanto felices como dolorosas y a pesar de todos esos obstáculos, el Middleford entendió que no permitiría que nada ni nadie apartara de su vida a la muchacha de cabellos y ojos castaños. Lizzy les dio su apoyo y fue la más feliz de su familia ante la noticia, ¿por qué Edward no podía retribuírselo y apoyar al joven que la había amado desde pequeños? Con que su hermana estuviera contenta, era más que suficiente para aceptar que viviera junto al conde con el que se casó. Otros seguro se cuestionarán acerca del paradero de Paula, pero como ya dije, eso era otra historia.
Aproximadamente una hora después, sujetando una de las manos de la chiquilla que compartía parte de su sangre, el mayordomo Phantomhive recorría los pasillos de la mansión. Habiéndoles preguntado tanto a sus amos como a los invitados si requerían algo más, y al estos contestarle que nada en particular, tomó la decisión de verificar que el resto de la servidumbre no cometieran locuras navideñas ni nada por el estilo.
—Sebby… —Le llamó una vocecita dubitativa, cuya dueña se había retirado las "prendas a prueba de frío" y ya sólo llevaba las usuales.
—¿Sí, dime? —Al reconocer el apodo cariñoso por el que sólo ella lo llamaba, Sebastián bajó su mirada hacia su hermana ya que era considerablemente más chaparrita que él.
Pandora se había contenido de cuestionarle sobre ello desde hace rato, pero una vez se vieron lejos del salón y usando su mano disponible, se señaló su propio cabello. El de ojos carmesíes no tardó en comprender, prácticamente le estaría preguntando: "¿Por qué tienes ese peinado tan gracioso?" y no era de extrañar. Primera vez que apreciaba la forma humana de su hermano con un peinado diferente al que solía llevar. Sebastián suspiró y recordó que la nena no estuvo presente cuando Frances le "corrigió" su "desaliñado y nada apropiado cabello largo", en opinión de ella. Por lo que haciendo un gran esfuerzo de no dejar escapar sus pensamientos relacionados a esa marquesa, optó por responder simplemente:
—Pues digamos que a la… distinguida madre de Lady Elizabeth no le agrada nada mi peinado, ya que dice que es "impropio" de un hombre tener el cabello largo —Sonrió, sin reflejar en su expresión facial el disgusto por semejante atrevimiento de parte de una mortal hacia su sensual y demoníaca persona—. Por lo que muy amablemente me dio un "retoque".
Debido a su alta inocencia, Pandora no percibió las señales de sarcasmo plasmadas en la última frase de su hermano. Pero al entender en general lo que éste dijo, frunció levemente el ceño al recordar la insistencia de la marquesa en cambiarle su ropa por "otras más apropiadas para una señorita". Sí, esas que "Su patrón" le entregó y tenían un valor sentimental para ella.
—Esa señora… es aterradora y mandona —Se estremeció recordando el aburrido vestido y los tacones que se habrá visto obligada a usar, de no ser porque "Eli" distrajo a Frances y la infante tuvo tiempo de esconderse detrás de su hermano. No comprendía cómo la amable "Eli" podía ser hija de esa mujer; la primera le caía bien, pero la segunda…—. A 'Pandora' no le agrada…
«Ya somos dos, querida…» pensó el otro con ironía. Oh, a veces envidiaba esa libertad de expresión de su hermanita que él, como mayordomo que era, no podía darse el lujo de tener.
—Sebby, esa mujer… está mal —Captó la atención del mayor y añadió, con una sinceridad tan innatural en un demonio que a cualquiera le desgarraría el alma—. Tal y como eres… estás bien para 'Pandora'~
El demonio de cabellos tan oscuros como sus ropas se quedó estático, como si asimilara lo que acababa de escuchar. Era cierto… Pandora se incluía entre aquellos fuera del averno que conocían su forma original, no solamente la que adquiría en su papel de mayordomo; considerando que un ángel corrupto la vio antes de ser exterminado de la faz de la tierra, no muchos contaban con ese "honor". Se arrodilló sobre una pierna y quedó cara a cara con su acompañante, viéndola fijamente y ella lo imitó, sonriéndole poco después con una dulzura que el Michaelis mayor dudaba ser capaz de replicar en los dulces que su Amo devoraba. Un impulso lo instó a devolver la sonrisa, sin fingir esbozarla en lo más mínimo y terminó posando una mano sobre esa cabecita monocromática.
—Me honra ser el objeto de sus sinceros afectos, damita —La hizo reír, sabiendo que le resultaba divertido cuando él usaba vocabulario caballeroso—. Pero no me siento merecedor de ellos~
Ahora la vio ladear la cabeza, confusa. La entidad con sangre diabólica y angelical tomó la gran mano de su pariente entre las suyas, más pequeñas y delicadas. Le plantó allí un beso al buscar quebrar esa convicción, consiguiendo que sus ojos tan rojos como uno de los suyos destellaran sorpresa y sus labios quedaran entreabiertos.
—Lo mereces, Sebby… —Susurró recostando su cabeza sobre un hombro del contrario. Él no supo si sería por la parte "pura" de su origen, pero ella repitió con total honestidad y sin atisbo de estar simulando sus palabras—. Sí, lo mereces~
Casi mecánicamente y recordando haber visto a la esposa de su Amo hacerlo tantas veces con quienes apreciaba, el sirviente principal de la mansión rodeó la cintura de su hermana con sus brazos. ¿Un demonio… abrazando? Eso era digno de retratarse en un cuadro y ser preservado por los siglos de los siglos. Pero siendo su identidad un secreto primordial que ningún artista conocería y mucho menos plasmaría, lo único que Sebastián pudo hacer fue murmurar en sus pensamientos «También eres perfecta tal y como eres. No permitas que nada te cambie…». Ella pudo escucharlo también en su mente, ronroneando contra el espacio de su cuello y hombro. No sabría qué tanto lo influenció vivir esa última década en el mundo humano, pero… si los demonios tuvieran permitido anhelar algo, su único deseo sería que su hermana se mantuviera tan distinta a la rama familiar de la que ambos provenían. Ése era su único deseo de navidad.
Pandora sintió otra presencia y abrió sus ojos bicolores, buscándola sin éxito. Pero algo en particular capturó su atención y lo señaló con curiosidad. El atractivo hombre del frac cayó en cuenta del adorno navideño que colgaba sobre sus cabezas, sujeto al cuadro de la pared más cercana a ellos; respondiendo a las dudas de la menor, él dijo que se trataba de un muérdago y una idea surcó su mente.
—¿Haz oído de la tradición del muérdago? —Preguntó Sebby, adivinando que ella negaría con su cabeza y entonces él sonrió con serenidad—. Dicen que si dos personas se paran bajo un muérdago, pues no les queda más remedio que… darse un beso~
—¿Darse… un… beso? —Repitió al pestañear con lentitud, recapitulando lo que eran los besos.
Sí, claro que sabía qué eran. Esos que "Eli" siempre le daba al "Conde malvado" al tomarlo desprevenido; esos que "Doña Grell" intentaba plantarle a Sebby siempre que cruzaban caminos; e incluso esos que el propio Sebby compartía con "May" estando entre gente de confianza o en privado. Pero, un momento, ¿¡qué acaso Demmy no le había dicho que "un beso era lo primero que hacían las parejas en el ritual para tener bebés"!? Su otro hermano obviamente no le dio mayores detalles, intentando escapar del tema y saciar la curiosidad de la menor con tan pulcra respuesta; al menos hasta que fuera lo suficientemente mayor para decirle el resto. Y como Eli era pareja del Conde, al igual que May la de Sebby, Pandora no encontró fallas a esa lógica y pensó que tarde o temprano aparecerían los bebés. Tal como fue el caso de esos cirqueros apodados "Joker" y "Beast" con sus propios retoños…*(8)
Sebatián rió ante la intensidad con que Pandora analizaba el muérdago, ¿lo estaría pensando mucho? Fuese como fuese, la tomó por sorpresa al depositarle un suave beso en la frente y sacándole un rubor en sus mejillas. ¡Oh, no! ¿Acaso tendría bebés con Sebby? Ella sólo pudo cubrir su rostro con sus manitas, esperando que no fuera así. ¡Ella amaba a su hermano pero no esa forma! ¡No, señor!
—Jo, jo, jo~ —Desconcertados por esa conocida risita, los hermanos se dieron la vuelta y vieron a la versión miniatura del Sr. Tanaka ahí, con su tacita de té en mano y observándolos risueño. Y para mayor bochorno del mayordomo, no se encontraba solo.
—¡Sr. Sebastián, que ternuraaaaaaaa~! —Exclamó Finnian con ojos resplandecientes y sosteniendo por los hombros a una Maylene al borde del desmayo; ambas reacciones producidas por la conmovedora escena que acababan de ver.
—Awwww, sí. No recordaba que tuvieras escondido un lado tan afectuoso~ —Remató el cocinero Bardroy con una sonrisa de lado. Aunque no era de extrañar de parte del "temible demonio" que, en una ocasión, ocultó un montón de gatitos en el armario de su habitación.
Por primera vez en mucho tiempo Sebastián había carraspeado. Se reincorporó velozmente, con una mirada diabólica de violeta brillante dirigida a los intimidados sirvientes. El mayordomo de negro vociferó que no quería ni una sola palabra respecto a lo que habían visto y provocó que el chef, la mucama y el jardinero pusieran pies en polvorosa, exclamando atemorizados:
—¡UAAAAAAA! ¡Que aterrador, Sr. Sebastiáaaaan!
Sin embargo, Tanaka no se movió de su sitio ni se inmutó. Únicamente le dio un sorbo al té de su taza y el de cabellos negros suspiró. Por su parte, Pandora se llevaba una mano a la frente, todavía incrédula de que su pariente demoníaco le hubiera besado en tal lugar. Incluso me atrevería a decir que fue su primer beso en general; uno que estaba reservando para su "persona destinada" como recordaba "Doña Grell" le había aconsejado, muy maternalmente. Se hubiera vuelto a sonrojar de no ser porque el mayordomo más viejo movió una de sus manitas y —para mayor desconcierto de Sebby— ni lenta ni perezosa, la niña se aproximó al anciano de apariencia "chibi".
El mayordomo oscuro enarcó una ceja al notar como su hermanita susurraba algunas cosas, las cuales Tanaka respondía afirmativamente con un: "¡Jo!" y otras negativamente con dos: "¡Jo, jo!", para luego acabar por reírse de forma traviesa y cómplice en compañía de la híbrida demonio-ángel.
—Ejem… ¿se puede saber qué les causa tanta gracia?
Sobresaltándose por la voz de su hermano a sus espaldas, la pequeña se volteó y le hizo ver que sostenía a la "versión miniatura" de Tanaka entre sus manos; ya que en esa forma era más pequeño que ella y no pesaba gran cosa. La expresión de la niñita sólo podía compararse a la de alguien descubierto tratando de hacer una travesura. ¡Se olvidó que "Sebby" seguía allí! Éste la miraba de forma fija, con sus brazos cruzados sobre su pecho y sospechando algo. Pandora y Tanaka se vieron entre sí, luego al mayordomo y al verse acorralados, no le quedó más remedio a la primera que gritar:
—¡Mira, Sebby! ¡Doña Grell!
Sebastián al principio no se tragó ese cuento. Pero al sentir que "algo" se arrojaba encima suyo y que para su horror, ese "algo" era de color rojo chillón, sintió su cuerpo sacudiéndose en un escalofrío. ¡NO! ¡El Shinigami travesti no, por favor! Se agitó fuertemente y sin embargo, para su alivio, no se trataba más que de una enorme tela de costura roja que a saber de dónde salió.
—Ahhh… te ruego que no me vuelvas a asustar así, Pandora. ¡Un momento-!
*¡BOOM!*
*¡KATAPLUM!*
*¡PARIMPIM-PFFFFF!*
Sebastián se sobresaltó al escuchar varias cosas romperse a sus espaldas, acompañadas de un sonido similar al de un caballo descarriado huyendo del establo. Se giró abruptamente sólo para caer en cuenta que ni su hermanita ni Tanaka seguían allí. En su lugar había una pequeña nube de humo, que recorría el pasillo hasta cruzar por la esquina y alejarse en dirección desconocida. El florero hecho pedazos en el suelo, la caída mesita donde éste anteriormente reposaba y una alfombra del pasillo desordenada dejaban en claro algo: Pandora entró en pánico al momento de huir y "sin querer queriendo" dejó semejante desastre a su paso.
Una de las cejas del hermoso rostro del ente tembló, y volvió a soltar otro grito:
—¡PANDORA! ¡Vuelve aquí en este instante!
—¡A ver, a veeeeer! ¿Por qué tanto grito?
Al reconocer a sus espaldas esa voz de acento francés, que pronunciaba con "G" las palabras con "R" , Sebastián olvidó momentáneamente su enojo y soltó otro suspiro. ¿Nunca le darían un respiro estos humanos? Lo único bueno era que eso respondía de dónde salió la tela de tan extravagante color. Sin más se dio la vuelta con lentitud y afirmó sus teorías.
—Vaya, mírate nada más. ¿Por qué tienes esa expresión si estamos en Navidad, Sr. Rígido~?*(9) —Preguntó entre burlona y curiosamente la persona a su lado, dirigiéndose hacia el de ojos rojos por ese "apodito" tan molesto.
Se trataba de la costurera y modista Nina Hopkins. La cual probablemente sólo reconocerán aquellos que hayan leído el manga.
—¿Y a qué se debe el inmenso placer de su visita, señorita Nina? —El sarcarmo, falta de interés y hasta ironía en la pregunta del mayordomo eran más que evidentes. Y tendiéndole de regreso su tela roja, añadió—. Si viene con la intención de vestir a mi Amo nuevamente, puede ahorrarse las molestias. Tanto usted como yo sabemos que no lo convencerá…
Ya con la prenda entre sus manos e ignorando olímpicamente el comentario ajeno, la mujer de cabellos castaños y gafas observó el desastre por encima del hombro del alto hombre. Soltando un silbido y mirándolo con ironía, no se reservó espetarle que daba la impresión de que no cumplía con su trabajo de mayordomo, a juzgar por el estado de aquél pasillo. Desde luego, Nina no había notado a la verdadera causante de todo eso. Hasta tuvo el descaro de considerar que lo hizo él mismo.
—Para su información, no tuve nada que ver con este desastre —Argumentó en su defensa y en completa seriedad.
—¿Ah, no? Y entonces, ¿de quién fue la culpa?
—No es de su incumbencia.
Sebastián se reservó los detalles al recordar la "obsesión" de la modista hacia las mujeres y los infantes. A pesar de tener un par de siglos de edad, Pandora físicamente parecía una niña. Y tras el impacto para con Frances en la mañana, el mayordomo prefería ahorrarle a su hermanita otro "trauma" respecto a la pasión por confeccionar ropa de la atolondrada francesita.
Más para derrumbar sus planes y sin saber que la mujer estaba en los alrededores, el chef de la mansión apareció de improviso en el pasillo y refunfuñando cosas. Con una olorosa cubierta de atún embarrada en el frente de su ropa, una Reina aferrada y colgada a la tela con sus garritas y lamiendo parte de la sustancia. Otro efecto colateral en la huida de Pandorita fue que, a medio camino, chocó con un Bard que cargaba una bandeja de alimentos que incluían dicho ingrediente y pidiéndole apresuradas disculpas, retomó su corredera en dirección determinada.
—¡OYE, SEBASTIÁN! —Rugió el chef con una vena a punto de explotar en su frente, importándole ahora un comino alzarle la voz a un "demonio de mayordomo" en el sentido más literal—. ¡Dile a la mocosa de tu hermana que tenga más cuidado cuando corra por los pasillos! ¡Es más, ni siquiera sé para qué está corriendo en primer lugar! Nunca tuve ningún inconveniente con esa niña, pero esto es-...
Alarmado y con gruesas gotas de sudor resbalando por su hermoso rostro, el aludido se arrojó contra el chef y le cubrió la boca con una mano. Sin embargo, ya era muy tarde y Nina había escuchado todo. ¿Mocosa de su hermana? ¿Niña? ¡OH… POR… DIOS!
—¿¡Tienes una hermana pequeña!? —Decir que los ojos de Nina brillaron sería poco. La expresión horrorizada de Sebastián confirmó cualquier duda y ella sólo pudo imaginar cómo sería la criatura. Bard no entendía por qué le cubrió sus labios hasta que vio a la costurera, soltó una palabrota en su mente—. ¡Ahhhhhhh~! ¡No me lo creo! Alguien como tú haciendo del hermano mayor, te verías menos rígido y hasta encantador —Y fue entonces que se aproximó al mayordomo para bombardearlo con preguntas, provocando que la gata pegada al pecho del chef saliera huyendo del pavor—. ¿Cómo se llama? ¿Es linda? ¿Es rígida como tú? «Ojalá que no…» ¿Por qué nunca me hablaste de ella? ¿Acaso estaba contigo en mis anteriores visitas y no me di cuenta? ¿Dónde está en este momento? ¿Puedo verla, abrazarla y diseñarle ropita hermosa~?
—Ni se le ocurra acercarse a ella… —Fue la única respuesta que recibió del hombre de pelo negro, mandándole una mirada sangrienta y severa.
El hecho de que le permitiera a Pandora vivir en la funeraria con el excéntrico de Undertaker, por más "suicida" que pareciera, tenía sus razones y muy justificadas. Pero Sebastián prefería pasar un día entero rodeado de perros, siendo abrazado y hasta manoseado por Grell Sutcliff, o cualquier cosa que le incomodara antes que permitir a la "psicópata pervertida" de Nina Hopkins tocar un sólo pelo de su pequeña hermana. Oh, sí… podría ser un demonio cínico, despiadado, calculador, frío, cruel, perfeccionista, estricto, obsesionado por los gatos y la hora, libidinoso y hasta posesivo *cofcof*Con-Maylene*cofcof* y un montón de descripciones poco, o nada alentadoras de su persona. ¿Pero un hermano irresponsable? ¡No! ¡Eso ni en un millón de milenios!
—Además de rígido, eres aguafiestas… —Susurró Nina tras soltar un bufido.
—Cambiando de tema, aún no contestó mi pregunta… —Sebastián se cruzó de brazos, liberando al fin la boca del pobre Bard y permitiéndole respirar mejor. Sino fuera un decente y caballeroso "demonio de mayordomo", personalmente ya habría sacado a patadas a esa loca del lugar—. ¿Cuál es el motivo de su visita?
Nina jadeó ante esa interrogante, golpeándose la frente con una mano y susurrando una maldición para sí misma por su pésima memoria. ¿¡Cómo había podido olvidarse del motivo de su llegada a la mansión Phantomhive!? Sin responderle nada al mayordomo y para alarma del chef, sujetó a éste último de un brazo y se lo llevó a rastras por el pasillo. Desde luego que Bard se quejó porque tenía intenciones de ir a cambiarse de ropa, recibiendo únicamente como respuesta que igualmente lo haría al lugar donde lo llevaría.
—¿¡Qué piensa hacer conmigo, mujer!? —Se lamentó el rubio de ojos azulados, viendo imposible soltarse del agarre de la castaña y rezando porque no fuera a violárselo en algún rincón recóndito de la mansión. Porque sí, fangirls, el chef y ex-militar americano también tenía lo suyo.
Sebastián habría replicado algo o hasta intervenido en defensa del hombre… de no ser porque un sonido en su bolsillo le hizo respingar, sacó su reloj Albert y lo abrió para cerciorarse de que no faltaba mucho para la hora del almuerzo. Entre regañar a Pandora, detener a Nina y evitar los sermones de Frances, la última de esas tres opciones era la de mayor prioridad. Así que se limitó a dejar que la Hopkins se fuera por su lado —ya luego se encargaría de vigilarla— y guardando el plateado reloj de bolsillo, se dio media vuelta en dirección a la cocina. A juzgar por su actitud previa con el "chef de atún", rogaba internamente porque Reina no le hubiera hecho algo más a los bocadillos.
…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…
Nina recorría los pasillos frenéticamente, observando en todas direcciones y sin hacer caso de las protestas del pobre Bardroy. Internamente se preguntaba dónde estaría "aquella persona" que le pidió buscar esa otra "otra persona", la última al llamarla ayer y solicitando de sus servicios para el "pedido" de ese mismo día. No encontró a la presunta "víctima", pero sí cruzó por un determinado pasillo en lo que una de las puertas se abría y la persona que salió era nada más y nada menos que…
—¡MAYLENE! ¡Por favor, ayúdame! —Lloriqueó su compañero de la servidumbre, soltándose de un tirón del agarre de la costurera y corriendo a refugiarse detrás de la de gafas tamaño botella.
Ésta última se había asomado por la puerta de su respectiva habitación y, mientras el rubio se escondía en algún rincón de la misma, se sorprendió bastante al notar la presencia de Nina. Irradiando emoción por cada uno de los poros de su cuerpo, la francesa se arrojó para abrazar a la mucama y la cual —aterrada al recordar cómo fue "manoseada" la última vez— se apartó de su camino; provocando que Nina cayera de cara al colchón de la cama de la habitación y ante la velocidad con la que corrió.
Dentro del cuarto de Maylene se encontraba reunida el resto de la servidumbre de la mansión, sin contar a Sebastián. El jardinero Finnian, el Sr. Tanaka, el ya mencionado Bard que buscó refugio en el lugar y el todavía abrigado Snake. Pandora también estaba presente al ser quien ayudó al anciano del té a reunir a los sirvientes Phantomhive; ya que "esa persona" que contrató los servicios de la Hopkins se lo había pedido a Tanaka y la kimera.
Ya que no conocía a la costurera y se vio sorprendida por su "épica" entrada, Pandora reaccionó escondiéndose detrás del encantador de víboras.
—"¿¡Quién es ésa!?", preguntan Donne y Keats…
—Ah, esa señorita se llama Nina Hopkins —Respondió Maylene la pregunta de Snake, o mejor dicho, de una de sus serpientes.
La mencionada colocó ambas manos en el colchón y levantó su cara, inicialmente ofendida de que la preciosa mucama re-huyera de sus afectos. Pero en lo que se reincorporaba fue que ocurrió lo que Sebastián tanto temía: Pandora quedó a la vista de Nina, todavía escondida detrás de sus amigos. Su esperada reacción fue apartar a Snake y Finnian de un empujón, asustando a la chiquilla por lo rápido que hizo todo. ¿Esa mujer sería un demonio? No percibía ningún rastro de eso en ella, pero de todos modos… la de ojos bicolor sintió un "dejavú" de la ocasión en que conoció a Grell Sutcliff.
—¡Oh, por todos los dioses! ¡Eres la cosita más adorable que he visto en toda mi vida! Debes ser la hermanita del Sr. Rígido, ¿no? Sí, sí, noto algo del parecido —Pandora retrocedía incómoda por el acoso de la humana y con la duda de a quién rayos se estaría refiriendo ella con el "Sr. Rígido", ya que sus hermanos se llamaban Sebastián y Demian. Aparte de que hablaba de forma graciosa, pronunciando con "G" las palabras con "R"—. ¿Cómo te llamas, cariño? ¿Cuántos años tienes? Oh, ¿qué sucede? ¿No puedes hablar?
—"¿Qué no lo ve, loca? ¡La está asustando!", dice Oscar —Siseó Snake con voz irritada y en representación de otra de sus serpientes, con una cara de pocos amigos ante la forma en que le apartaron antes. La pobre niña corrió a esconderse de nuevo detrás de él, chillando por lo bajo algo como: "¡Esa mujer… asusta, S!".
La costurera estuvo por preguntarle quién diablos era Oscar y antes de que el albino refutara, Maylene se puso en medio de ambos y tomó la palabra:
—D-disculpe, Señorita Nina. Es que aunque Pandora sabe hablar, el Sr. Sebastián le dijo que no hablara con desconocidos.
Nina bufó ante esa respuesta y aunque no estuviera presente, el mayordomo de un modo u otro seguía arruinándole el momento. Pero volvió a sonreír, tomó a Maylene de las manos y le deseó una Feliz Navidad, como si el resto de presentes del género masculino no estuvieran ni existieran. Evidentemente nerviosa por la cercanía de la mujer, la pelirroja le preguntó qué la traía por la mansión de su Amo y Señor.
—¡Pues vine para modificar tu uniforme, por supuesto~! —Le respondió con ánimos y en lo que sacaba aguja e hilo de su bolsito de costura.
—¿¡C-cómo!? —Maylene retrocedió con una mirada de temor y evidentemente ruborizada. ¿Nina Hopkins? ¿Modificar su uniforme? ¡Definitivamente era algo para alarmarse!
—¡Ah, momento! —Llevándose una mano al mentón y en pose de concentración, Nina se corrigió al recordar la verdadera razón por la que estaba ahí—. ¡Es cierto, esta vez vine para otra cosa! Cierta clienta, que prefiere mantener su anonimato, me llamó ayer con la petición de hacer algo con uno de los sirvientes de la mansión. ¿Cómo dijo ella que se llamaba? ¿Sr. Canica? ¿Sr. Patata? ¡Tanaka! Sí, sí, Sr. Tanaka era. ¿Dónde está?
El resto de la servidumbre Phantomhive dirigió su mirada hacia el mencionado y Nina centró su atención en el anciano de talla miniatura, tomando té y sentado tranquilamente en una esquina del cuarto.
—Awwwww, ¿así que es usted? Bueno, prepárese, abuelito. ¡Va a recibir el toque navideño especial de Nina Hopkins~!
—¿Jooooo~? —Fue la única exclamación de Tanaka como respuesta, señalándose a sí mismo con una de sus manitas.
—Síp, usted~ —Asintió ella, pero antes de acercarse al blanco principal de su operación, se giró hacia los demás con un brillo en sus gafas que les dio escalofríos a todos—. No crean que no se me contagió el espíritu navideño al preferir confinar ropa para menores de quince años. Mi "clienta" fue muy clara… ¡así que preparé atuendos para todos y cada uno de ustedes!
—"¿¡P-para todos!?", p-pregunta Oscar —Incluso la normalmente monótona voz del "intérprete serpentino" se vio alterada por un temblor, contagiándose de los nervios colectivos.
—¡Oh, no, por favor! No tienen que darme las gracias, con ver sus expresiones es más que suficiente~ —Dijo con franqueza, ahorrándose esta vez preguntar quién sería Oscar. Además, Maylene no se le escaparía de otros de sus "momentos de inspiración", presumiblemente sería el conjunto que más disfrutaría diseñar.
Pandora habría querido escapar usando sus poderes… pero ya que Nina no era consciente de su verdadera naturaleza y no quería exponerla, intentó escabullirse de la manera tradicional. Para su mala suerte, la puerta se cerró de golpe y ahí, con sus gafas despidiendo un brillo perturbador que haría pensar era una Shinigami desquiciada, la Hopkins la vio con una sonrisa tan risueña que le causó escalofríos.
—Y tú, cosita hermosa, ¿crees que me echaré atrás por lo que me dijo antes el Sr. Rígido? ¡Nada de eso! Te haré un disfraz que aumente tu ternura natural~
«Q-que miedo…» volviendo a cuestionarse por la identidad del tal "Sr. Rígido" y observando a Nina acercársele con aguja, hilo y telas coloridas, lo único que pudo pensar la pobre híbrida antes de cerrar sus ojos fue: «Sebby, Demmy, ¡tengo miedo…!»
…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…
De vuelta en el salón principal, Sebastián servía un delicioso chocolate caliente para los invitados y sus amos. Su expresión podría parecer inmutable, pero realmente tenía un mal presentimiento desde hace rato y muchas preguntas surcaban por su mente:
¿Dónde se habría metido Pandora? Lo más probable era que estuviese con Maylene o Snake.
Pero entonces la duda era: ¿dónde estarían Maylene o Snake? ¿Y dónde estaban los demás sirvientes?
¿A qué se debía el sospechoso comportamiento de su hermana durante la tarde?
¿Qué hacía Nina Hopkins en la mansión? ¿Acaso que Lady Elizabeth la llamó en un momento que no se diera cuenta?
—¿Sebastián? —El mayordomo se giró ante el llamado por su Amo, el cual lucía levemente intrigado por el comportamiento "ido" de su leal sirviente y aprovechó de averiguar la causa, mientras Elizabeth hablaba con sus padres y hermano del paradero de Paula—. ¿Qué sucede?
—Ehm… no es nada, Amo —Respondió el de cabellos negros, cuando la última de sus interrogantes mentales le llevó a preguntar—. Disculpe, ¿pero de casualidad usted o Lady Elizabeth le pidieron a la señorita Hopkins que viniera hoy?
Ahora el confundido era Ciel, aparte de sentir que nervios invadían su normalmente estoico porte. ¿Hopkins, la costurera loca? No la había llamado y aunque no podía asegurarlo, tampoco creía que Lizzy lo hubiese hecho. Nuevas dudas surgían en la mente del demonio más longevo. ¿Qué haría la francesa en la mansión si ninguno de sus amos solicitó sus servicios? ¿Estaría implicada en la desaparición de los demás? ¿¡Habría atrapado a Pandorita!? Todo parecía un abstracto rompecabezas que le tomaría un rato resolver, y que sinceramente no sabía cómo unir.
—Ejem~… ¿Ciel? ¿Sebastián? —El par de demonios se dieron la vuelta por oír la voz de Alexis a sus espaldas, quien se separó de la tensa conversación con respecto a Paula entre su esposa e hijos—. No sé cómo decirles esto, así que…
Y mordiéndose el labio inferior para aguantarse las ganas de reír que tenía, señaló hacia arriba con uno de sus dedos y les instó a ver a qué se refería. Debo añadir que Sebastián ya tenía una corazonada y por eso, a diferencia de Ciel, no esbozó una expresión consternada ante lo que sus ojos vieron. El conde soltó varios insultos y maldiciones para sus adentros, pensando:
«¿¡Otra vez ese maldito muérdago!?»
¡Exactamente, fujoshis y fudanshis! Un lindo y conveniente muérdago yacía colgado encima de ellos.
El conde había tenido que darle un beso en la mejilla a su tía Frances horas antes, en lo que entablaban una seria charla de "yerno a suegra" y ya que otro muérdago colgaba encima de ella en aquél momento. Y aunque el actual cabeza de los Phantomhive originalmente pensó en negarse, la marquesa severamente le bramó con que cumpliera las tradiciones que las fechas estipulaban. Pero con todo y lo tenso de esa ocasión, la idea de besar a su mayordomo era el triple de incómodo y algo que nunca, ni en sus más diabólicas pesadillas se habría atormentado con hacer. De haberle tocado besar a Lizzy: ¡Ningún problema! Era su esposa y besarla no implicaba nada fuera de lo normal; podía hacerlo con o sin muérdago y hasta mucho más que un casto beso *cofcof*If-you-know-what-I-mean*cofcof*
Pero, pero… ¿¡CON SEBASTIÁN!? Si el universo planificó que en algún momento de su vida besaría a alguien de su mismo género, ¡hubiera preferido que le tocara con Finny!*(10) ¿¡Pero POR QUÉ con Sebastián!? ¿Acaso querían que ese Shinigami travesti lo rebanara a la mitad y en un berrinche de celos? ¡No, no y mil veces no! ¡Jamás de los jamases! ¡Nunca de los nuncas! ¡Prefería morir "requete-morido" antes que eso!
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Disfruten del incómodo y embarazoso momento de "shonen-ai" diabólico en 3… 2… 1…
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El conde miró con expresión asesina y fría al mayordomo, en lo que le dejaba bien claro a través de sus poderes mentales: «Ni se te ocurra, bastardo…». A pesar de escuchar la amenaza psíquica de su "Amo y Señor", el de ropas oscuras se giró a verlo con una sonrisa de falsa inocencia y preguntó:
—¿Y bien, Amo? ¿No piensa cumplir con esta obligatoria tradición? —Cabe aclarar que Sebastián hizo un enorme hincapié en el "obligatoria", junto a un colosal esfuerzo por reprimir las ganas de reír y no perder su "porte mayordomíco" ante la presencia de la matriarca Middleford.
—¡NO… LO… HARÉ! —Masculló entre dientes el demonio del parche.
Estaba conteniendo de forma sobrehumana el impulso de ahorcar al más longevo y "malévolo" de los dos, a la vez en que intentaba evitar que su rostro se enrojeciera producto de la vergüenza. Ahora no sólo Alexis los veía, sino también una sonrojada Elizabeth con las manos cubriendo su boca, un Edward sonriendo divertido de la situación y Frances con su expresión firme de siempre.
—Pero como dijo Lady Frances: un caballero debe seguir "al pie de la letra" cualquier regla o tradición impuesta por sus antepasados —Oh, cuanto estaba gozando el mayordomo del mal con irritar al otro, añadiendo con falsa sonrisa amable y en lo que se señalaba una mejilla con una de sus enguantadas manos—. No sea tímido, Amo, ¿desea hacerlo usted~?
—¡NI AUNQUE ESTUVIERA EBRIO LO HARÉ! —Rugió Ciel con una única convicción en su mente: ¡Iba a matar al bastardo del Michaelis con sus propias manos y lejos de la vista de cualquier testigo! ¡Le importaba un comino que fuera Navidad!
—Vaya, vaya —Sebastián se llevó una mano al mentón e inclinó levemente su cabeza, esbozando una sonrisa tan seductora que cualquier mujer se desmayaría de tan sólo verla—. ¿Entonces quiere que lo haga yo~?
—¡TAMPOCO! —Gritó el del ojo de zafíro, su ceño fruncido haría palidecer al "Otro conde sin parche" que yacía en los jardines de la mansión.
—¡SÓLO BÉSALO DE UNA VEZ, PHANTOMHIVE! —El repentino grito de su hastiada tía lo sobresaltó, queriendo que su yerno y sirviente acabaran con ese ridículo espectáculo de una buena vez. Creo que las fujoshis anti-féminas nunca habían adorado tanto a una mujer en su vida.
Ciel estuvo a punto de replicar algo más, cuando sin darle oportunidad de oponerse y aprovechando su distracción, Sebastián se acercó y plantó un fugaz besito en una de sus mejillas, para luego retroceder y apreciar cómo el rostro del demonio cíclope se tornó más rojo que la nariz del reno Rudolph. Su sonrisa burlona se ensanchó y cerró sus lindos ojitos rojos. Casi podían escucharse los gritos indignados de las fujoshis que leían esto y juraban que sería algo más "yaoístico". Sí, esas que olvidasen la autora de esta continuidad no gusta del yaoi y que ésta sería una historia cómica.
Aquella jocosa expresión de su esposo hizo que Lizzy chillara ante lo "enfurecidamente lindo" que se veía. Frances suspiró satisfecha, sujetando una de las orejas de su marido para arrastrarlo a una esquina de la habitación y regañarlo por escaparse de la charla familiar. Y por su parte, Edward golpeaba una de las paredes del lugar en un acto reflejo para no morir de la risa.
—Ahora, con su permiso~
Con una reverencia educada, Sebastián se retiró de la habitación antes de Ciel mandara su auto-control al caño y cometiera "algo impropio de un caballero inglés" como, por ejemplo, romper su bastón sobre la cabecita negra de su sirviente. Lo último que escuchó el mayordomo en su lectura de mentes fue un fulminante, necesitado de censura: «¡MALDITO DEMONIO HIJO DE…! -Biiiiiiiiiiiiiip-» y en lo que Ciel se restregaba varias servilletas contra la mejilla "infectada", intentando ser calmado por su divertida y enternecida esposa rubia.
En lo que caminaba por el pasillo y en dirección a la cocina, Sebastián relamió sus labios. Interesante, la mejilla del Amo tenía un sabor dulce; muy seguramente por comer tantos de éstos. Lady Elizabeth tenía suerte de poder saborear semejante dulzura siempre que lo deseara, y hasta más directamente al besar los labios del conde. Pero en su humilde opinión, el mayordomo tenía preferencia por esa interesante mezcla de aromas que impregnaba la piel de su atolondrada, amada Maylene. Sí, combinando esa fragancia hogareña de alguien que servía en una mansión con la pólvora de las armas que cargaba para protegerla. Ojalá que otro muérdago se entrometiera entre él y la mucama en algún momento de las fiestas; no era como que lo necesitara, pero serviría de excusa para robarle un besito sin que pudieran espetarle nada.
—¡AHHHHHHHHHHHHHHH!
Desconcertado por ese grito y parando su marcha en seco, reconoció la voz de Maylene. ¿Qué habría ocasionado que gritara de esa forma? ¿Se habría tropezado nuevamente? ¿O acaso…? Antes de poder siquiera terminar otra suposición, se escuchó un segundo grito y su corazón dio un vuelco al reconocer la voz de Pandora:
—¡D-DUELE…!
Impulsado por ese instinto de protección fraternal, corrió a velocidad sobrenatural hasta la habitación de donde provenían los gritos y la abrió de una patada… nunca habría esperado su descubrimiento una vez lo hizo. Dos figuras se lanzaron a abrazarlo, la más alta en su pecho y la más pequeña en una de sus piernas.
—¡Sr. Sebastiáaaaan! —Ese cabello rojo granate y ese hermoso, aunque temeroso par de ojos avellanos le permitieron reconocer a la joven de ascendencia China.*(11)
—¡Sebbyyyyyy! —Mientras que Pandora era la que le abrazaba la pierna, temblando como gelatina.
—¿¡Pero qué-!? —Sin poder preguntarle a Maylene dónde quedaron sus gafas o siquiera qué estaba sucediendo, la mente del "bishonen" de ojos sangrientos luchaba por procesar lo que veía.
Tanto la mujer como la niña llevaban puestos unos adorables disfraces que hacían recordar a un par de renos.
El de la adulta constaba de una camisa de manga corta, bastante ajustada y algo escotada; de color blanco por el frente y marrón por detrás. Junto a una falda terriblemente corta encima de unas pantimedias oscuras, y unas zapatillas negras de tacón bajo que hacían juego con unos guantes del mismo color. El de la niña era mucho más simple, diría que hasta simpático por la falsa nariz roja que llevaba sobre la real y si uno ignoraba sus ojos aterrados. El conjunto era sencillamente un camisón largo y holgado que caía hasta debajo de sus rodillas, marrón por la espalda y blanco por el frente. Al igual que Maylene, llevaba unos guantecitos negros y unas botitas del mismo color.
Lucían unas astas de reno falsas, pegadas a unos adornos que llevaban sobre sus cabezas. Y como cerecita sobre el pastel, cosidas en la parte inferior trasera de la falda y el camisón de las féminas, colgaban unas colitas de reno hechas de felpa.
—Pero… ¿qué es lo que traen puesto?
Una de sus cejas tembló ligeramente mientras las dos mujeres de su corazón lloriqueaban contra él, agradeciendo su llegada y rogándole que las protegiera. También pudo ver al Tanaka miniatura vestido de Santa Claws y siendo el único de los presentes que no opuso resistencia. Unos ruborizados Bard, Finnian y Snake lucían trajes verdosos de elfos y se abrazaban temblorosos en una esquina, sintiéndose ultrajados en todos los sentidos.
Con una mezcla de indignación y confusión, Sebby levantó la cabeza para gritarle a la causante de toda esa locura:
—¡SEÑORITA NINA!
—¡Agh-! Rígido aguafiestas… ¡arruinaste el momento! —Se quejó de mala gana, todavía luciendo su acentro francés y completamente despeinada. Eso debido a la resistencia que la hermanita del susodicho opuso, tanto al tomar sus medidas como al momento de disfrazarla de "Rudolph".
—¿¡No te había dejado claro que NO tocaras a mi hermana!? —Sebastián estaba realmente furioso, de forma similar a cuando regañaba a los demás sirvientes en las ocasiones en que destruían media mansión.
Tenía sentimientos encontrados porque, en circunstancia más normales, Pandorita se le haría adorable y Maylene por su lado… ¡Ufffffffffff! Se veía tan "apetecible" que de haber estado solos en ese cuarto, no habría dudado en "devorarla" como el demonio calenturiento que era. ¡Pero esas no eran circunstancias normales!
—Ju, ju, ju. Deberías estar agradecido —Aseguró la castaña de gafas, dándole pequeños codazos al pecho del hombre al momento en que el par de "renos femeninos" se ocultaron detrás de éste—. Se me otorgó una paga considerable por este encargo y por eso fui muy indulgente al momento de hacer al trajecito de tu pareja… —"¡¿P-pareja?!" exclamaba la mucama ante semejante término para relacionarla al mayordomo, pronunciándolo con la "R" que las "G" de Nina sustituían—. Ya que "ella" me especificó que lo diseñara como un regalo para ti, ¿sabes~?
—¿¡Regalo!? —La "pareja" de incrédulos sirvientes exclamaron lo mismo en perfecta sincronía, nuevamente con "R" en vez de "G", y él tuvo que sujetarla de la cintura para evitar que colapsara producto del desmayo.
¡A ver, Sebby! Vamo' a calmarno' y analicemos todo racionalmente, punto por punto. Primero, ¿quién sería la persona que solicitó semejantes encargos? Segundo, ¿quién gastaría una considerable cantidad de dinero en ello? Tercero y más importante, ¿quién en la faz de la tierra querría "obsequiarle algo" a un demonio? Desde luego que Nina no sabía de lo último, pero probablemente quien hizo el encargo se incluiría entre ese puñado de gente consciente de su verdadera naturaleza.
Y centrando su mirada en Pandora, su mente hizo "click" al llegarle la imagen de un par de ojitos amatistas. La mera presencia de la pequeña híbrida era casi una confirmación a sus sospechas, siendo "ella" la razón porque estuviera tan sospechosa con Tanaka horas atrás. Ya que probablemente "ella" le habría indicado que pasara ese día visitando al mayor de los Michaelis; debido a que Pandora solía pasar más tiempo junto al hermano en común que tenía con "Sebby".
«Tenía que ser…», pensó lo desafiante que sería servirle a alguien así y suspiró, sintiendo pena por su hermano Demian «Me pregunto si lo conspirador será algo general en dicha familia…»
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—¿¡Q-que usted hizo quéeeeeee!? —Chillaba el mayordomo de la familia Rosenight, casi tirando la bandeja del par de manzanas que sostenía. El gemelo de Sebastián seguía siendo su vivo reflejo; con su cabello azabache de puntas ligeramente más largas que resaltaba con su traje blanco, al igual que sus humildes ojos de un morado tan oscuro que parecía casi negro.*(12)
Demian miraba impactado a la "mente maestra" detrás de todo el jaleo en la mansión Phantomhive, quien sujetó alegremente una de las manzanas y le dio un buen mordisco. Sus cabellos rubio arena resplandecían ante la cálida luz de la chimenea, su piel morena contrastaba con el camisón blanco de dormir que llevaba puesto y sonrió con la misma solemnidad de su madre, aunque sus ojos despidieron esa chispa traviesa tan similar a la de su padre. Ésa que el menor de los Michaelis había apreciado a lo largo de incontables años y de generación en generación.
—Relájate, Demian —Dijo su interlocutora en voz baja, como si fuera algo sin mucha relevancia—. Estamos en fechas festivas y ya que este año pasamos la Navidad en casa del tío Alois, no quise descuidar a nuestros demás amigos sólo porque no estuviésemos con ellos. Aparte, también está el cumpleaños de mi padrino~
—L-lo comprendo, ¿pero no cree que sus acciones pudieron ser un poco… extremas? ¿Y si Lord Ciel se enoja con usted?
—¿Tú crees? —Isabella se alzó de hombros y le dio otra probada a su manzana—. De todos modos *ñam* le había dicho a tu hermano que le obsequiaría algo *ñam ñam* en agradecimiento por ayudarnos a recuperar a tu noviecita y los demás *ñam ñam ñam*
Demian estuvo a punto de protestar; de preguntar "cómo" se le ocurría perturbar la paz de su hermano mayor "osando regalarle algo" y sin darle conocimiento de sus planes, sino hasta que ya cayó la noche… pero se quedó callado al asimilar que ya de nada serviría. Aparte de que ese término usado para referirse a cierta persona lo tomó con la guardia baja.
Sutilmente le dedicó una mirada a la baronesa de cabellos castaños, piel de porcelana y camisón color crema que dormía plácida, imperturbablemente en el lado derecho de la gran cama de su joven señora. La habían llevado con ellos para celebrar las fiestas y Rebecca Barnett —o Michallister para los desconocidos— pasó las noches del último mes del año conviviendo con la Rosenight en unas amenas pijamadas.
—Ajáaaaa… ¿ya estás otra vez pensando cochinadas con Rebequita~?
Al verse descubierto, el pobre demonio se ruborizó con una expresión de nervios que sería imposible de ver en la cara de su hermano:
—¡N-no es lo que usted cree…!
—Claro, claro —La pequeña condesa bostezó, tirando las sobras de su manzana a un potecito de basura.
Antes de encaminarse a la cama, le dio unas palmaditas en la cabeza al mayordomo blanco, aprovechando que éste se había inclinado lo suficiente para negarlo todo en frente de su cara y a un volumen moderado, para evitar despertar a la huésped de su dulce sueño.
—Feliz navidad y buenas noches, Demian.
—Igualmente, mi Señora… —Susurró en un suspiro de derrota y al ya no haber nada que agregar.
Procedió a arroparla con delicadeza, llevándose la bandeja y cerrando silenciosamente la puerta de la habitación a sus espaldas. De súbito, escuchó un sonido metálico y sin tiempo siquiera de girarse, un sable plateado y brillante atravesó la última de las manzanas que quedaba. El demonio se sobresaltó pero se relajó al instante, viendo con molestia al "pequeño intruso" que recostaba su espalda contra la pared izquierda del pasillo.
—Joven Landers… ¿qué te trae por aquí?
El ángel de nombre Whitey Landers sonrió de lado, y sus ojos del color del cielo lo vieron con ironía. De elegantes ropas tan blancas como las alas que en ese momento ocultaba, cabello azul blanquecino atado en una pequeña coleta y con sombrero, guantes y botas oscuros. Su apariencia era la de un joven de dieciséis años y aunque no era tan "longevo" como el otro ente, también cargaba encima un par de siglos. Se acercó la manzana todavía apuñalada a sus labios y la probó sabiendo estaba reservada para él, porque el demonio sintió su presencia en la mansión desde hace rato.
—Lo de siempre, tú sabes: verificar que no le hicieras nada a "mi niña" más allá de verla con lujuria.
—¿¡U-usted también!? —Negándole al auto-denominado "ángel de la guarda de Rebecca" que la hubiera visto con esas intenciones, el demonio sólo siguió su camino y siendo seguido por el Landers.
—Tu Ama es peor que los tres cochinitos cuando se trata de armas planes, ¿no es así?*(13)
—Cualquiera que sea tu opinión acerca de mi joven Ama, mejor exprésala en frente de ella en lugar de cuchicheos a sus espaldas —Era raro ver a Demian tan firme con alguien, pero para no entrar en muchos detalles, digamos que mantenía esa postura con el angelito por unos roces que tuvieron en el pasado. Y no exactamente por lo ocurrido entre Sebastián con aquél ángel corrupto del que Whitey descendía.
—¿Y que me vuelva a pisar como cuando intenté besarla debajo de un muérdago? ¡Yo paso!
—Me disculparás, pero lo tuviste bien merecido—Comentó Demian al recordarlo, sintiendo satisfacción para sus adentros y viendo al joven hacer un puchero.
—De todos modos, por la tarde le di un chequeo rápido a tus familiares en la otra mansión.
A pesar de la conspiración de Isabella con esa costurera loca, le notificó que tanto Pandora como el "Pingüino" de su hermano mayor estaban bien. La primera hasta se divirtió jugando con nieve y el "Conde Pirata"… bueno, entre quedar cubierto de nieve y verse en la obligación de besar al "Pingüino" cortesía de un muérdago, pasó su cumpleaños sin mayores dolores de cabeza. De hecho, todos esos interludios lograron distraerlo de sus recuerdos deprimentes y Demian estaba seguro de que, muy en el fondo, Ciel Phantomhive le agradecería a su ahijada por eso.
Sebastián de seguro tendría ganas de matar a la joven Rosenight al descubrir lo que planificó, al sentirse "tomado con la guardia baja" por todo ello, pero acabaría comprendiendo que la morenita lo hizo con buenas intenciones. Además, de seguro era el "empujón" que el Michaelis mayor necesitaba para dar el siguiente paso con la señorita Maylene.
Demian no evitó reír por lo bajo, curioso de cuál sería la reacción de los sirvientes Phantomhive cuando se enterasen de que todo fue causado por una niña, de tan sólo diez años.
…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…
Lo último que salió ese día de boca de Nina Hopkins fue un animado "¡Au revoir~!"*(14), en lo que se marchaba por la puerta principal de la mansión, orgullosa de su trabajo y sosteniendo sus maletas.
Bueno, eso y lo que ocurrió poco después, resolvieron las dudas del Conde Phantomhive sobre el paradero de los otros miembros de su servidumbre.
Al primero que vio entrar al salón fue a Sebastián, quien luego de contar hasta mil y desahogarse abrazando a su pequeña Reina, ya se encontraba de mejor humor. Aunque no se salvó de otro regaño de Frances, asegurándole que "no podía cumplir sus deberes con una bola de pelos sentada sobre su hombro" y recibiendo un ofendido bufido de Reina como contestación. Seguido un fugaz pensamiento: «Bien dicho, esponjosita~» proferido en la mente del demonio más longevo.
—Oye, Sebastián —El aludido se volteó ante el llamado de su Amo, disfrutando el hecho de poder tener a su mascota cerca de Ciel sin preocuparse por ocasionarle alergias—. ¿Y los demás…?
El mayordomo se le quedó viendo por unos segundos y después esbozó una sonrisa extraña. Como ésas que hace alguien que sabe algo y no puede compartirlo, ésas que a su ya no tan joven Amo le daban mala espina y equivalían a que algo extraordinario —para bien o para mal— estaba a punto de suceder. Y desde luego que fue así. La puerta del salón se abrió de un fuerte empujón, sobresaltando a todos los presentes —a excepción de Sebastián— y se giraron, viendo a las personas que irrumpieron en el lugar canturrear con ánimo:
—¡FELIZ NAVIDAD A TODOS~!
—"¡Y AÑO NUEVO TAMBIÉN~!", dice Emily…
Ciel sintió un tic nervioso aparecer en su ojo visible, incapaz de despegar la mirada de Snake, Pandora y el "trío dinámico"conformado por Bard, Maylene y Finnian disfrazados de renos y duendes. Trayendo consigo un gran saco café que Bard y Finnian dejaron en el suelo, y al abrirlo…
—¡Jo, jo, jo~! —Quedó al descubierto el simpático "Santanaka" en su forma miniatura, siendo rodeado por una nube de humo que se extendió y al disiparse, dejó apreciar al disfrazado anciano en su talla normal—. Amo Ciel, es menester que sepa todo esto fue idea de Lady Isabella…
«¿Por qué no me sorprende…?», Juliano de seguro sonreiría orgulloso de saber su hija seguía sus pasos.
—Y en lo que respecta a nosotros, los sirvientes de esta mansión: usted tiene no sólo nuestra total lealtad, sino también nuestra gratitud por brindarnos a todos y cada uno de nosotros un lugar al cual pertenecer; uno al cual considerar nuestro hogar. Precisamente por eso no lo vemos únicamente como nuestro "Amo y Señor", sino parte de esta familia sin lazos sanguíneos pero sí emocionales y que conformamos desde hace años. Especialmente este humilde servidor suyo, que estuve con usted desde que su padre y su madre vivieron. Nunca deberá sentirse solo de nuevo porque tal como Lady Elizabeth, nos tendrá a su lado a pesar de todos los obstáculos que puedan presentarse en el futuro…
En ese instante, pudo sentir cómo su esposa sujetaba con dulzura una de sus manos, encantada y sin interrumpir las palabras del venerable anciano. Se permitió corresponder el gesto, apretando lentamente los delicados dedos femeninos entre los suyos.
—Así que le ruego, por favor, nunca se olvide de como sonreír —El conde sintió un tirón en su pantalón y vio como Pandora le tendía un pequeño regalo, envuelto en papel azul y atado con una preciosa cinta plateada. Justo al instante en que Tanaka añadió—. ¡Feliz cumpleaños, Amo Ciel~!
—Yo… —El del ojo de zafiro no sabía qué decir. O más bien, no sabía expresar en palabras todo lo que sintió ante semejante discurso. Su mirada normalmente dura se suavizó y, entendiendo que tampoco era correcto guardar silencio, de sus labios salió un conmovido—. Muchas gracias…
Fueron sólo dos palabras… pero a juzgar por la suavidad con la que se profirieron, era evidente que estaban repletas de gratitud y un montón de emociones cálidas. Sin contar a Sebastián, sus sirvientes no dudaron en acercarse para abrazarlo y derrochando afecto, ocasionándole un tierno rubor en sus mejillas. Aunque Snake lucía tan avergonzado como él. Probablemente habría guardado respetuosa distancia como Sebby, de no ser porque Finny tiró de su mano y lo incluyó en el abrazo masivo.
Aunque temiendo cuál sería la reacción de su suegra ante lo excéntrico del proceso, la miró por el rabillo de su ojo visible y… ¿¡QUÉ DIABLOS-!? Alexis Middleford tenía la boca curvada hacia abajo en forma de "U" invertida, mordiéndose el labio inferior y con un par de cataratas de lágrimas cayendo de sus ojos.
Pero eso no era lo extraño, sino el hecho de que la estoica marquesa de corazón de piedra, mirada de hielo y voz atronadora estaba… ¿llorando también? No era a moco tendido como el patriarca Middleford, pero sí se había secado con el torso de la mano el rastro de una lágrima. Su lado estricto era tan frecuente que a veces podía olvidarse que por dentro fuese alguien amable; y esa nostálgica mención a su difunto hermano Vincent había sido el detonante de su estado emocional. Sin embargo, Alexis se habría casado con ella al conocer ambos aspectos de su personalidad y muy probablemente —tal como Lizzy con Ciel— él conseguía sacarle un lado dulce a Frances. No por nada existían dos pruebas vivientes de su amor.
—Vaya, cuñado —Silbó Edward, sobresaltando al aludido tras darle unas ¿amables? palmadas en la espalda—. Ahora no sé para qué te casaste con mi hermana, tienes más que suficiente amor de parte de esas personas~
Eso consiguió quebrar el prolongado, aunque no desagradable silencio con unas aún más agradables carcajadas de Elizabeth y los sirvientes. Hasta el Santanaka se vio desinflado y volviendo a su forma miniatura, con su "¡Jo,jo, jo!" uniéndose al coro de risas. Ciel sintió su rostro brillar en rojo y cerró con fuerza su ojo visible, exclamando con bochorno:
—¡N-no lo digas con semejante tono, Edward! —Tan sólo generando una segunda tanda de risotadas, a las cuales se unió su suegro y hasta Frances sonrió de forma sutil, casi imperceptible.
«Ejem, Amo…» la aterciopelada voz de Sebastián resonó en la mente del pobre conde, capturando su atención y haciéndole implorar para sus adentros que no tuviera intenciones de aderezar algo a la "bromita" de su cuñado. Si bien el demonio tenía una sonrisa divertida, ubicado algunos metros lejos y quedando a la vista de su interlocutor, tan sólo volvió a hablar telepáticamente para añadir: «Si yo fuera usted, me tomaría la molestia de observar hacia el techo~»
«Oh, no-» pensó el otro. Siguiendo las indicaciones del peli-negro —aunque ya temiendo a qué se refería— y alzando discretamente su mirada, el de cabellos cenizos reconoció cierto muérdago.
La telepatía de su sirviente le contestó con un: «Oh, sí~»
Ése mismo de relucientes tallos verdes, lazo escarlata y una ligera campana dorada en el centro, que le había puesto en la humillante y vergonzosa obligación de besar a su mayordomo. Aunque más bien terminó siendo al revés y de forma bastante platónica- ¡PERO IGUAL! ¿¡Qué se supone que debía hacer en ese momento!? Por un lado tenía a Edward y por el otro a Lizzy. No podía besar a su cuñado porque, bueno, ¡era su cuñado! Pero aunque no habría presentado inconveniente besar a su esposa, también era hermana de Eddy y habiendo empezado a ganarse "la aprobación" del mismo, no quería perderla tan rápido besándola en su presencia.
«¿Qué piensa hacer, Amo? Es mejor que lo decida pronto, ya que no tardarán en caer en cuenta de "nuestro" muérdago-»
«¡Para con lo de que es "nuestro muérdago" y déjame pensar, demonio de pacotilla!»
Obviamente Sebby estaba bromeando, muy a riesgo de sonar como Grell Sutcliff cada que se le insinuaba, pero simplemente era un "pecado" no aprovechar de ladillar a su "Amo y Señor" bajo semejante escenario. Fue cuando notó que el ojo azulado se abrió, seguro con un plan fugaz en mente y lo vio toser con firmeza, llamando la atención de todo el mundo y para después acercar su rostro al de su cuñado con lentitud casi dramática. ¡Oh, por el abismo! ¿En verdad lo iba a besar? ¿O acaso…?
—¡Edward, cuñado mío! Créeme que no me vería en la necesidad de llegar a esto sino fuera una emergencia, pero… debo decirte que tienes el cierre abajo.
—¿¡Q-que yo qué!? —El rubio carraspeó y bajó rápidamente a verse esa zona, cubriéndola instintivamente con sus manos.
A la vez en que Ciel aprovechó la falsa distracción para robarle un fugaz, pero suave beso en los labios a Elizabeth. Siento ésta la única que no giró su mirada hacia su hermano —ya que quedaba a su vista— y en su lugar, la sorpresa de los labios de Ciel provocó que se ruborizara con fuerza. Siendo suficiente "pretexto" aquella anterior "afirmación" respecto al primogénito Middleford. Nadie más que Sebastián lo había notado, nadie más que Sebastián sabría que no se debía a la idea de Eddy con la cremallera abajo.
—"¡No fue más que una vil mentira de un conde bromista!", dice Emily…
—¡Es cierto, Ciel! ¡No me asustes así! —Exclamó Edward, ahorrándose el preguntar quién era Emily porque ya conocía tanto a Snake como a sus compañeras serpentinas. Desde lo sucedido en el Campania como en posteriores visitas a la mansión Phantomhive.
«¡C-Ciel…!», pensó Elizabeth con estupefacción y siendo consciente de que su marido podría leer su mente, aunque ella no tuviera dicho poder. Lo único que vio fue una ladina, casi orgullosa sonrisa dibujarse en el rostro del "Conde bromista", conociendo la verdadera razón y acentuando el rosa que iluminaba las mejillas de la otra. Al fin uno de esos muérdagos no resultó tan malo.
—¡Y encima se pone a sonreír! —Comentó Bard, quien parecía divertido respecto a la confusión—. No recuerdo que el Amo tuviera un lado bromista.
«Vaya, vaya. Supongo que sí existen algunos de esos denominados "milagros navideños"~», pensaba el mayor de los Michaelis con una sonrisa de ironía, teniendo a Reina sobre su hombro todavía y a su hermanita a un lado suyo.
Repentinamente Pandora le tiró del pantalón, alertándolo vía telepatía: «¡Sebby, Sebby…! ¡May… hace bebés con otro!»
«¿¡PERDÓN-!?» ¡Al diablo con el vamo' a calmarno'! ¿¡Desde cuándo la niña tenía conocimiento de cómo se procreaban bebés!? Sin imaginarse que su propio gemelo era el responsable de ello, aunque sin explicarlo del modo explícito y literal, el mayordomo sólo pudo dirigir su mirada hacia donde su hermanita señalaba.
Y allí estaba Maylene, tan sólo dándole un besito en la mejilla a un rojísimo Snake. Ah, bueno, si a eso se refería Pandora con que "hacía bebés con otro", entonces no era lo que se imaginó. Normalmente los celos y la posesividad lo habrían hecho rugir por dentro, pero considerando que los demás habían notado del muérdago sobre sus cabezas —y que el pobre Snake era tan tímido como la más casta de las doncellas— no había razón para ello.
El resto de la fiesta transcurrió sin mayores altercados… aunque nadie notó la ausencia de Sebastián y Maylene en lo que quedó de la velada. Desaparecieron en el momento en que él le propuso en un sensual susurro "aprovechar una de las locuras de Nina por al menos una vez", en referencia al todavía más sensual disfraz de reno de la pelirroja. No importaba si no habían muérdagos en el lugar al que irían, no los necesitaría para darle un beso y quién sabe qué más cosas *Cofcof*
Ante eso, Reina había acompañado a Pandora en el resto de la fiesta, sentada sobre su cabeza y acomodada en medio de sus astas de utilería. Elizabeth había tenido que "hacer bebés" con el minúsculo Sr. Tanaka por culpa de otro de los varios y traicioneros muérdagos. El tierno anciano tan sólo rió con su navideño "¡Jo,jo, jo!" y se lo tomó como una felicitación por su interpretación de Papá Noel; con una marca de lápiz labial color cereza grabada en una de sus mejillas. Y Edward volvió a bromear:
—No sabemos si a mi hermanita le gustan de los mayores, llamados señores. Cuidado te la quitan, cuñado —Fue lo que le dijo en voz baja y jocosa, antes de irse a hablar con su hermana. Ciel sólo soltó un bufido, con Snake y Finnian parados a su lado y sujetando cada uno una taza con chocolate caliente.
—"Por cierto, ¿qué fue lo que le regalaron?", pregunta Emily…
—Es cierto, Amo. ¿Qué hay dentro? —Inquirió el jardinerito al lado del albino de ojos ambarinos.
A excepción de Tanaka (y Pandora) ninguno de los sirvientes sabía lo que habría dentro. Ciel observó la pequeña cajita que sujetaba, todavía envuelta y con el lazo puesto. Mentiría si dijera que no tenía curiosidad. Así que decidió abrirla de una vez, bajo las atentas miradas de Finny, Snake y sus pequeñas serpientes. Una vez desarmó el lazo y quitó el envoltorio con cuidado, abrió la tapa y… su cara pasó de la intriga a la incredulidad. El rubio soltó una risa de que mejor obsequio no pudo recibir, Snake asintió con una sonrisita divertida.
Había una gran colección de coloridos, variopintos parches y una nota encima de estos. En ésta se explicaba que fueron aportes de todos aquellos allegados al conde que, tristemente, no pudieron asistir a la fiesta. Pero que Isabella logró contactar y hacerles cómplices de su sorpresa para el cumpleañero.
Había uno de color verde suave con detalles amarillos, enviado desde Italia de parte de Agni, el buen Soma Asman Kadarr y la esposa del último, ya retirada de su vida de ex-sicaria.*(15) Otro de tonos monocromáticos que recordaban a un panda, fue cortesía de Lau y Lan-Mao. Uno morado oscuro y con el bordado de una rosa negra se reconocía fácilmente como de la propia Isabella Rosenight; su pequeña y algo desequilibrada ahijada. Uno de color blanco y con el símbolo de un búho azul supo que era de McMillan; su viejo amigo de la Casa "Sapphire Owl" de Weston College. Y por último, no menos importante pero sí escalofriante: uno de color negro con ya secas manchas de sangre y el bordado de una calavera sonriente.
Eso le hizo volver a leer la nota y frunciendo el ceño, al darse cuenta que fue escrita por la misma persona que bordó el último parche:
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(…) Muy buenas, mi apreciadísimo Conde Phantomhive.
Me tomé la libertad de incluirme en el brillante plan de su propia ahijadita (al enterarme por boca de Pan) para enviarle este parche, junto a los del resto de sus allegados. Disculpe las marchas de sangre; fue la primera vez en mucho tiempo que cosía algo distinto a la boca de los cadáveres a "retocar" en mi funeraria, y bueno… cuando menos el resultado quedó como esperaba a pesar de todo. Diviértase, no se amargue sólo porque ahora sea un año más viejo ya que (en comparación a su mayordomo y su mismo servidor) todavía sigue en "La flor de la juventud", usted sabe a qué me refiero, je, je, je.
Felicidades por su vigésimo cuarto cumpleaños y, como seguramente le habrán dicho ya: no se olvide de sonreír.
Firma: Su estimado amigo, Undertaker~ (…)
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Nota mental de Ciel: Quemar esa notita y el parche de la calavera en cuando tuviera tiempo.
Pero con tanta sorpresa, locura, imprevistos, alteraciones de la paz —y cuanto más hubiera ocurrido ese día— algo era seguro… el conde Phantomhive no pasó ese cumpleaños ni deprimido, ni perdido en sus tristezas del pasado. Era la mejor Nochebuena que había tenido en mucho tiempo.
…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…
¡Y COLORÍN COLORADO!
¡EL PRIMER ONE-SHOT SE HA ACABADO! (?)
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Notas de autora:
*(1) "Inukko" es la marca de comida canina que Sebastián usó para adiestrar a Pluto, el perro demoníaco (todo esto exclusivo del anime)
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*(2) Whitey Landers es un OC mío, ángel y también hijo de la difunta Angela Blanc (cuya contraparte masculina era Ash Landers) #HorishietWithThatParent #PrayForWhitey (?)
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*(3) Como ya lo notaron, mi OC Pandora se refiere a sí misma en "tercera persona" al momento de hablar. También usa apodos cortos al momento de dirigirse a alguien de nombre largo, o complicado de pronunciar como "Sebby" para Sebastián, "Demmy" para Demian, "Eli" para Elizabeth, "May" para Maylene, "S" para Snake y también cogió la costumbre de decirle "Finny" a Finnian.
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*(4) Siendo un demonio adulto a estas alturas, Ciel realmente no necesita dormir. Pero últimamente estuvo tan atareado que se permitió tal placer luego de mucho tiempo (y también "otros placeres más" con su esposa cofcof)
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*(5) La Espinela es una piedra preciosa especial en muchos sentidos. Durante siglos fue confundida con rubí y ganó una fama inmerecida. La espinela roja fina es hoy más rara que el rubí, pero menos valiosa. Ésto parece una venganza retrasada por su pasado cuestionable. La derivación de su nombre es también ambigua. Los expertos están indecisos si se deriva de la palabra griega para "chispa" o del latín "espina". Aunque comúnmente se le cree como roja, espinela se puede encontrar en una serie de hermosos tonos pastel; y estos extraordinarios tonos de rosa, púrpura, naranja, azul, además de cualquier combinación intermedia, hace a las espinelas algunas de las piedras más deseables en el mundo.
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*(6) Las Obsidianas son otro tipo de piedras (no consideradas piedras preciosas) de coloración gris y negra; como Reinita es gris con franjas negras no pude evitar hacer la comparación.
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*(7) Oh, sí, gente. Acostúmbrense a la idea del Edward/Paula, pues se volverá muy recurrente en mis enfoques.
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*(8) ¡Hagan de cuenta que acá los miembros del "Circo Arca de Noé" no tuvieron un final trágico! ¡Que Joker se dio la oportunidad de corresponder a Beast, tuvieron una familia y los amigos de Snake no murieron! *llora* Aunque a su vez, los hechos del circo ocurrirían de forma distinta al manga porque (aquí) los primeros arcos del manga se llevarían en base al primer anime. Mientras que el resto de los arcos y personajes (no incluidos en esa primera temporada) se desarrollarían de forma diferente. El por qué Snake es parte de la servidumbre Phantomhive también es parte de esta ruta alternativa.
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*(9) "Sr. Rígido" es como Nina le tiende a decir a Sebastián, sólo visto en el manga.
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*(10) Así es, fujoshis y fudanshis. Aparte de incluirme entre el 5% del kuro-fandom femenino que NO shippea SebaCiel, personalmente soy de la minoría que en términos "boy-lovescos" prefiere el tiernoso, infravalorado Finniel o Ciel x Finnian (?)
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*(11) ¡Me sorprendí tanto como ustedes al descubrirlo! Pero según una de las informaciones oficiales de los personajes, Maylene es de ascendencia China.
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*(12) El tímido Demiam Michaelis (gemelo menor de Sebastián) es otro OC mío. Al igual que su joven ama, Isabella Rosenight.
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*(13) Una versión abstracta del cuento original de "Los tres cochinitos" que un maestro me contó en primaria y del cual todavía me acuerdo (O_O)U en que estos eran los villanos y el "lobo feroz" era bueno (?) Bizarro, lo sé XD
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*(14) "Au revoir" en francés significa "Adiós".
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*(15) Idea cogida del OVA de la segunda temporada del anime, titulado: "Bienvenidos a la mansión Phantomhive"; en que una "asesina a sueldo" italiana conocida como "El perro loco de Venecia" (cofcofMejor-no-decir-perracofcof) se hizo pasar por una amiga de Lizzy, con la intención de infiltrarse en una fiesta que habría en la mansión Phantomhive y para matar a Ciel. Llega un momento en que Soma se topa con ella y se queda embelesado por su (anónima) belleza, preguntándole si le gustaría ser su asistente o incluso su esposa.
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Sea quien sea el que haya llegado hasta aquí abajo… ¡Muchas gracias y espero fuese de su agrado!
Finalmente, luego de un arduo trabajo traje el primer capítulo de este mini-fic de Kuroshitsuji, el cual constará de tres partes en forma de one-shots y de historias paralelas. No necesariamente conectadas entre sí, a pesar estar bajo la misma "continuidad" de mi fanfic 'Kuroshitsuji III". Pueden considerarlas algo parecido a unos "Omakes", viendo como cada grupo de personajes hacen su propia celebración por estas lindas fechas en que estamos.
¡Espero no haber matado a nadie! (Pero de la risa)
Dejen sus comentarios, opiniones, críticas CONSTRUCTIVAS y tomatazos en un lindo Review, al igual que las dudas que tengan :3
Veré cuándo podré traer el segundo one-shot, el cual será protagonizado por cierto Shinigami pelirrojo que intentará animar a William a dejar de lado su faceta de Grinch, y celebrar las festividades en compañía de la familia Sutcliff.
¡FELIZ NAVIDAD! Y también un ¡PRÓSPERO AÑO NUEVO!
¡NOS VEMOS!
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Fecha de re-edición: 29 de marzo de 2019
