08/06/2018
Bien, este pequeñísimo fanfic de dos capítulos se me ocurrió así sin más, así que no esperéis una trama espectacular o algo parecido xD simplemente es algo que hice en una tarde de aburrimiento rodeada por la tranquilidad de mi hogar.
Subiré el otro capítulo en tres días o más, ese todavía me falta revisarlo… Espero que os guste y me digáis qué os pareció dejándome un review.
Disclaimer: Harry Potter y los demás personajes le pertenecen a J.K. Rowling, sólo la idea y el desarrollo de esta historia es mía. Todos los lugares (ciudades, hoteles, empresas, direcciones) que aquí se mencionan existen en la vida real. Sólo Godric's Hollow no, ya que sabemos que es una invención de J.K.
Clasificación: M (+18)
Advertencias: Escenas sexuales muy explícitas y lenguaje obsceno. Varias parejas sexuales (no hay tríos u orgías).
Notas: Universo alternativo. Sin magia. Parejas homosexuales.
ALL ABOUT ME: PAIN
Como cuando intentas relatar el comienzo de todo…
Yo siempre fui un niño muy humilde, inteligente y, en parte, juguetón. Vivía en un pequeño poblado llamado Godric's Hollow; estaba situado a las afueras de Dorset en West Country, a unos pocos kilómetros de Wiltshire. Realmente no era tan grande como cada pueblo de los alrededores ya que sólo tenía una iglesia, unos cuantos pubs, un colegio infantil -y otro primario-, un pequeñísimo centro médico, su debida oficina de correos y un cementerio que -además- se decía que estaba maldito.
Viví allí por muchos años con mis padres, unas personas de bien que nunca tuvieron problema alguno con nadie. Eran trabajadores, muy educados y amorosos conmigo. Nunca poseyeron mucho dinero ya que mis abuelos paternos habían desheredado a mi padre cuando él se casó con mamá, y mis abuelos maternos habían fallecido sin un solo penique; sólo habían dejado una pequeña casa en un campo cercano que, su hermana -la tía Petunia- se había quedado para ella alegando ser la mayor y la heredera, una mujer horrorosamente fea y sin gracia que…, bueno, de ella hablaré más adelante.
Como iba diciendo, mis padres nunca poseyeron grandes tierras o algo parecido, pero aun así me dieron una vida muy digna. En aquel pueblecito pasé mi dorada infancia como la de cualquier otro niño de allí. Tenía unos cuantos amiguitos con los que me divertía mucho, pero esos amiguitos tenían algo que nosotros no: más miembros en su familia. El horario de trabajo de mis padres era casi el mismo que yo tenía para ir a mi escuela, así que en las vacaciones veraniegas, al irse casi todas las familias con sus hijos a otros lugares, siempre estaba prácticamente sólo. La señora Rose cuidaba de mí cuando mis padres no estaban y, cuando eso pasaba, los días se me hacían largos y aburridos.
Aquel pequeño problema persistió hasta mi adolescencia temprana, cuando cumplí los once años. Aquella vez me quedé sentado en el humilde porche, esperando por horas y horas a mis padres que, desafortunadamente, nunca regresaron. La señora Rose -que ya contaba con más de setenta y siete años- se había quedado conmigo toda la noche, tan preocupada como yo. No supimos qué demonios había pasado hasta que un policía del condado de Wiltshire, -en el cual trabajaban mis padres- vino a informarnos de que mis padres habían tenido un accidente de tráfico mientras se dirigían a casa.
Aunque aquello pasó hace tantos años, siempre tendré esa astilla clavada en mi corazón…, pero hoy en día puedo hablar de ello con más tranquilidad y, si os interesa qué fue lo que pasó, os lo cuento resumidamente: ellos habían salido más tarde de lo normal, les habían pedido que hicieran unas horas extras en la fábrica y así lo habían hecho. Pasa y resulta que el camino que une el pueblo con la ciudad estaba muy poco iluminado y como era de noche la cosa se complicó un poco para una persona que iba conduciendo en un estado bastante alto de ebriedad. Esa persona chocó de frente con el pequeño Ford Anglia 105E que tenían mis padres, muriendo los tres en el acto.
Así fue cómo terminé aborreciendo las malditas bebidas alcohólicas.
Con la muerte de mis padres mi destino se volvió un amasijo de soledad, insatisfacción, tristeza, odio, miedo, frustración, desesperanza y dolor. Me habían entregado a mi querida tía Petunia -persona que sólo había visto una sola vez en mi vida- y a su marido Vernon. Ellos no tenían hijos -y siempre decían que no querían tenerlos- pero el que llegara yo a joderlessu pacífica y gloriosa vida fue demasiado para ellos.
Qué pesadilla viví allí…
No voy a decir que eran de clase media porque estaría mintiendo; tenían mucho dinero, sí, pero cero tolerancia y afecto. Estuve con ellos hasta mi adolescencia tardía, cuando ya había cumplido los dieciocho años. A lo largo de todo ese tiempo fui vilipendiado, despreciado, maltratado, repudiado y dañado en todos los aspectos posibles. Fui utilizado como saco de boxeo cuando el obeso hombre se enojaba por cualquier cosa que le sucedía en el trabajo o en la mansión; fui utilizado como cenicero, porque oh si, a ella le encantaba apagar cigarrillos en mis manos cuando hacía algo "mal". Me utilizaban como su sirviente cuando tenían tiempo y las ganas para ello e, incluso una vez, la maldita bola de sebo propasó los límites de cualquier naturaleza cuando intentó violarme en la propia cama que utilizaba para dormir con su esposa, claro que, como ya bien expuse, lo intentó, sí, pero no lo consiguió. Confieso que se quedó dormido encima de mí; el muy repugnante apestaba a alcohol.
Era inmensamente -valga la redundancia- patético hasta para eso.
A este punto os estaréis preguntando qué demonios hice para salir de ese infierno y cómo coño sigo vivo, pero veréis, la belleza humana es prácticamente incalculable y, a pesar de haber pasado largos años de mi vida siendo maltratado día y noche, recurrí a eso y a mi inteligencia para saber aprovechar varias situaciones que se pusieron delante de mí; fue como si un hada de esas de cuentos estúpidamente infantiles me concediera un pequeño deseo: el poder salir de aquel lugar a toda costa.
Pero no empecéis a pensar mal, no me acosté con el gordo seboso para poder salir de esa maldita mansión…, joder hice algo muchísimo mejor. ¿Os acordáis cuando os dije que siempre fui un niño muy inteligente? Siempre quise estudiar y trabajar en algo que me permitiera estar cerca del mundo empresarial, porque siempre me encantó ese aire de aristocracia y grandeza que se veía en esos círculos; y no es que yo los había visto, si no que en las películas de la tele siempre se veían espectaculares. Además, Petunia -la energúmena que tenía por tía- siempre organizaba cenas de negocios donde iba lo más selecto del lugar donde vivíamos, allí se respiraba clase y lujo por todas partes.
Sí, acepto que me escondía para poder admirar tal belleza visual. Le había cogido mucho gusto a hacer eso repetidas veces al mes, cuando se celebraban esas reuniones. Y realmente todo iba bien hasta que un día cometí un pequeño desliz… Quise espiar demasiado y terminé siendo visto por una persona en especial: el jefe de mi queridísimo tío Vernon, un tal Lucius Malfoy del que hablaba día sí y noche también, mal por supuesto.
Siempre pensé que qué demonios le había hecho ese hombre al tío Vernon, "cosas de empresarios", pensé muchas veces, pero cuando lo vi frente a frente, supe que eso era lo menos importante. Envidia era la definición correcta. El hombre era como esos que salían en la televisión, así todo apuesto y galán con una figura impresionantemente alta y esbelta. Tenía unos hermosos ojos azules y un hermoso, largo y sedoso cabello rubio…, y una sonrisa despiadada que me heló la sangre al segundo. Tengo que admitir que huí de ahí tan pronto como pude y no volvió a ocurrírseme espiarlos.
Ya os imaginaréis cómo me puse cuando mi tío en persona vino -varias noches después- a solicitarme que le hiciera el favor de acompañarlo abajo para presentarme a su jefe. Sí, sí, me quedé shock. Primeramente por cómo me habló él y después por el motivo. Cuando finalmente bajé, pude ver los ojos depredadores del hombre en mi persona y supe que algo andaba mal…, pero para bien, no sé si me explico. Había notado esa mirada antes en las películas que yo veía cuando no había nadie en la mansión, esa cara que mostraba un cierto interés romántico -o sexual-, y no sé por qué, pero le sonreí de vuelta.
A todo esto le siguieron más visitas por parte del hombre -visitas en las que nunca estábamos solos- y más odio hacia mi persona por parte de mis tíos; que, por cierto, nunca más se atrevieron a tocarme. También me pusieron en la escuela media y pude acceder rápidamente a la Universidad de Oxford con una gran beca y, con los dieciocho años cumplidos -como ya dije anteriormente- les dije adiós a las personas más detestables del mundo. Aquel dinero me dio para tener una buena vida en el campus con otros alumnos y, si a eso le sumamos los regalos semanales que recibía de L.M., -oh, no se hagan porque ya saben quién es- se podría decir que mi vida dio un giro completo. Probé lo que era la buena vida, comprar cosas cuando a mí se me antojaba, vestir impecablemente bien… Ser tratado espectacularmente por los rectores, catedráticos y profesores, ser la envidia de prácticamente medio campus y además poder formar lazos con los estudiantes que no me aborrecían.
Llegados a este punto sólo podía admitir que todo aquello me encantaba.
Me fui convirtiendo poco a poco en una persona deseada. Yo sabía perfectamente que poseía una belleza pulcra y perfecta, y que lo que más le gustaba a las personas eran mis ojos verdes esmeraldas. Mi cuerpo había pegado un estirón y se había llenado cuando le proporcioné la buena alimentación que me negaron mis adorados tíos. Ser admirado y codiciado de aquella manera era simplemente satisfactorio. Sabía perfectamente que todo lo que poseía -excepto mis propios méritos académicos- se lo debía a una sola persona y esa persona era Lucius Malfoy.
El hombre era prácticamente un misterio para mí, porque no hablaba mucho cuando estábamos juntos…, y con razón porque -y me vais a disculpar- cuando Lucius y yo nos veíamos en los mejores hoteles de Londres, no me quedaban energías si no era para dormir; él me llevaba a alojamientos donde el lujo sobrepasaba el concepto de las tan conocidas cinco estrellas: el Mandarin Oriental en Hyde Park, The Langham en la famosa Regent Street y hasta el Goring Hotel en Westminster, donde se había hospedado la mismísima Reina Elizabeth II. Lucius también visitaba mi habitación privada en el campus de vez en cuando, casi siempre muy tarde en la madrugada cuando yo no tenía clase al día siguiente… Y qué queréis que os diga, ese hombre era un maldito semental.
Dando un giro a todo esto, me vais a perdonar pero me voy a reservar el contaros mi primera vez…, sabéis que eso es algo personal y que nunca se olvida -yo de hecho, no lo olvidaré jamás-, pero sólo diré que fue malditamente satisfactorio.
Volviendo al tema de Lucius -y dejando el glorioso sexo que me daba a parte-, cuando ya había cumplido mi primer año en la universidad, éste empezó a ausentarse más seguido de nuestras citas, y no os voy a negar que yo lo pasaba un poco mal, pero era sólo por su compañía. Llevaba un tiempo allí y todavía no tenía ni un solo amigo, y francamente dudaba que lo tendría alguna vez.
Finalmente -un día en el que me encontraba particularmente necesitado-, éste apareció con un ramo de rosas y con unas ganas inmensas de empotrarme contra mi escritorio de madera de sándalo -cosa que hizo-. Después de aquel tan necesitado sexo nos recostamos en la cama y me soltó la gran bomba: tenía que irse al extranjero por un viaje de negocios que duraría más de un año.
Y yo, casi al empezar mi segundo año en la universidad, os juro que sólo pensé que ese sería el peor año de mi vida.
[…]
Inhibición; o cómo utilizar tu cuerpo para alcanzar tus objetivos…
Pero realmente no estuvo tan mal…, y todo gracias a un hermoso profesor -y a los hombres que vinieron después- que salvaron el pellejo de mi miembro, literalmente además. Os juro que pensé que ese año me la pasaría matándome a pajas, no creía que mi sexualidad explotara hasta esos límites y como nunca antes en mi vida gracias a la falta de Lucius. El hombre había sido más que sincero conmigo al decirme que con mi vida podía hacer lo que me diera la gana, sólo que por favor me cuidara lo máximo posible; cosa que yo iba a hacer, por supuesto, sólo a él le permitía follarme sin ningún tipo de cuidado. Se notaba a leguas que era uno de los hombres más exigentes del planeta, no se acostaría con cualquiera.
Pues bien, os contaré sobre ese profesor que me dejó sin aire la primera vez que lo vi…
Había empezado mi segundo año en la universidad cuando vislumbré a aquel hombre de intensos ojos negros... Estaba seguro de que nunca antes lo había visto y no negaré que mi cuerpo supo que lo quería a él para saciar aquella sed de sexo. Total…, necesitaba a alguien en mi cama hasta que Lucius pudiera volver a ocupar su lugar. Lo que no pensaba era que el nuevo y guapísimo profesor Severus Snape sería tan estricto y a la vez tan resbaladizo. Leí libros, miré películas y hasta documentales de cómo seducir a una persona deseada -nunca antes lo había hecho puesto que nunca antes lo había necesitado-, pero nada tenía éxito en él; podría llenarme la boca y decir que el hombre simplemente no quería estar conmigo porque estaba totalmente prohibido que alumnos y profesores rompieran la primera regla -que era precisamente la de evitar cualquier acercamiento que no sea académico- y así subsanar mi orgullo herido, pero no, nada más lejos de la realidad: simplemente el hombre no era homosexual como yo.
O eso pensé hasta finalizar el primer mes de clases. En ese tiempo hubo un pequeño viaje a Viena, Austria, donde se celebraba un evento internacional de las Naciones Unidas abierto al público -pero de plazas limitadas-.
Cabe decir que yo ya había perdido toda esperanza en tener algo sexual con el hombre, todavía me seguía gustando la idea de que me follara, sí, pero había perdido cualquier interés de perseguirlo. Así que me tomó por sorpresa que el representante de estudiantes de mi carrera me anunciara que toda la estadía la tenía que pasar con otra persona ya que por un problema de organización en el hotel en el que estábamos -el Hotel Imperial Viena-, no tenía todas las habitaciones disponibles, así que todos los alumnos tuvieron que dormir en parejas y yo no fui la excepción, salvo que me tocó con la persona de mis fantasías -después de Lucius, claro-.
No me odiéis, pero yo sólo quería saber de qué pasta estaba hecho mi profesor, así que en la última noche de la estancia, puse en juego todo mi arsenal. Me pasé un poco, sí, pero al final conseguí lo que quería, y dejadme que os diga que el profesor no pudo resistirse… ¿Queréis saber cómo fue? Pues veréis, yo ya sabía que el hombre se acostaba a las nueve en punto, ni un segundo más, ni un segundo menos, pero a la vez éste no lograba reconciliar el sueño hasta pasada las diez, así que me la jugué: hice todo un maldito espectáculo.
Salí de la ducha en el preciso momento en el cual él entraba a la habitación; yo sólo tenía un albornoz y una toalla alrededor de mi cabeza ocultando todo rastro de mi pelo -que ya empezaba a cubrir mi nuca- y me senté delicadamente en mi cama, tomando otra toalla para secar mis piernas y extremidades; que él no se moviera un centímetro o que saliera corriendo de la habitación me dio muy buena espina, así que proseguí con mi show. Me quité el albornoz y me quedé totalmente desnudo mientras seguía secándome con toda la lentitud y la tranquilidad del mundo, al mismo tiempo que tarareaba la canción de cuna de Johannes Brahms. Cuando terminé de secarme, fui hasta la mesita de al lado de mi cama -justo enfrente de él- y me senté. Tomé la crema corporal para hombre de Gold Digger y procedí a untar cada parte de mi cuerpo, sin dejar una sola área sin untar mientras seguía tarareando.
Severus por fin se movió y fue rápidamente al baño, mientras yo sonreía con satisfacción. Minutos después pude escuchar el sonido del agua así que me dispuse a acostarme, me puse mi antifaz para dormir y me introduje debajo de las sábanas y mantas. Sentía un calor extremo en mi miembro y lo toqué sin pudor alguno mientras me acariciaba el pecho. Severus salió unos minutos después. Sentí el traqueteo de sábanas y a él metiéndose en su cama, yo inhalé con pesar cuando oí el clic de la luz apagarse, pero no me iba a rendir tan fácilmente. Me quité las sábanas y mantas de encima y las aparté a un lado, suspirando pesadamente.
- ¡Qué calor! –Exclamé en un susurro.
Mi excitación estaba lejos de apagarse y me mostré tal cual era, la desnudez de mi cuerpo en todo su esplendor como ya lo había hecho antes. Volví a tocarme y acariciarme, dejando que todos los sonidos salieran de mí sin pena alguna. Me llevé varios dedos a la boca y los chupé con lascivia, dejando un amplio rastro de babas impregnadas en ellos y los conduje hasta mi orificio, donde me los metí uno por uno.
Os mentiría si os dijera que nunca había hecho esto antes, pero no me gusta decir mentiras…, así que sí, lo hacía de vez en cuando. Descubrí mi sexualidad muy tarde y jugué yo mismo con ella, así que había hecho esto algunas veces en el pasado.
Mientras acariciaba y estimulaba mi erecto miembro, mis dedos salían y entraban en mi orificio, dándome el placer que necesitaba; pero quería más, mucho más que eso, y el sólo tener los ojos tapados por el antifaz me hacía desearlo cada vez más. Por suerte no tuve que esperar mucho… Sentí el sonido de las sábanas seguido de un traqueteo y dos pesadas manos que sujetaban las mías, impidiéndome moverme y hacer lo que siempre me resultaba placentero.
- ¿Quieres volverme loco? -Oí una pesada y ronca voz.
Le sonreí como nunca a Severus, o más bien, a su voz, puesto que no podía ver nada.
-No, solo quiero que me folles de una vez por todas.
Mi voz salió pesada pero cargada de deseo contenido; estar casi un mes detrás del hombre fue muy agotador, sólo quería que me partiera en dos -tal y como siempre lo había imaginado-; sólo quería tener algo dentro de mí, quería conocer más placeres a parte del que Lucius me daba; sólo quería follar, no pedía nada más, ni un amorío o una maldita petición de matrimonio. Solo follar.
-No me lo pedirás dos veces.
Oh, jodida gloria. Sabía que no me iba a arrepentir ni un solo segundo de esto. Severus me besó con fervor mientras ponía mis brazos por encima de mi cabeza, toqueteando con las suyas todo mi cuerpo; besó y mordió mi cuello, mis endurecidos pezones, pasó su lengua por mi ombligo y tomó mi ardiente polla entre sus labios. Maldita sea, no tenía ni idea de que recibir estas atenciones por parte de otra persona que no fuera Lucius me haría sentir tan jodidamente bien. Su lengua subía y bajaba por toda la superficie mientras estimulaba la base con la otra mano…, y cuando no lamía, chupaba y absorbía.
Me quité el maldito antifaz que me impedía ver aquel espectáculo, pero me percaté de que seguíamos a oscuras y encendí la luz. Llevé mis manos hasta su brillante y pulcro cabello negro, agarrándolo fuertemente entre mis dedos, poniendo más énfasis en que siguiera chupando la cabeza de mi pene. Estaba a punto de derretirme -literalmente- cuando la sacó de su boca y tomó una de mis bolas, haciendo prácticamente lo mismo con ellas: las chupó y lamió sin pena alguna. Pero eso no era nada para lo que estaba a punto de venir… Su lengua siguió el recorrido aún más abajo y la penetró en mi orificio, sacándome un maldito grito que opaqué como pude con mi almohada.
La sensibilidad se multiplicó al cien por ciento y, joder, creía que me iba a morir del maldito placer que me provocaba. Todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo, la sangre, todo hervía dentro de mí. Pronto sentí las ganas de empujarme contra esa lengua y así lo hice. Él nunca dejó de estimular mi polla y yo ya casi estaba a punto de correrme cuando, de un solo tirón, me dio la vuelta en la cama y tiró de mis caderas hacia arriba, poniéndome en cuatro. Yo ya había estado en aquella posición una y otra vez antes, sabía que aquello era espectacular; no se imaginan cuánto placer daba hacerlo de ese modo. De vuelta al asunto, mi querido profesor Severus le dio unos cuantos lametones más a mi entrada, escupiendo en ella finalmente y poniéndose de rodillas en la cama.
Oí el sonido del plástico y realmente me pregunté de dónde había sacado un condón tan rápido…, pero luego recordé que en el espacioso baño -dentro de una hermosa cesta debajo de cada lavabo individual-, había pasta dental, jabones y sales de baño, cremas, cepillos de dientes desechables y otros menesteres, entre ellos, varios condones, todo debidamente envasado en bolsitas individuales. Así que, por una vez, el tipo sabía perfectamente dónde iba a terminar hoy…, y eso era dentro de mi necesitado culo.
No os voy a negar que lo primero que sentí fue un levísimo dolor, y no era de extrañar, ese precioso espacio no se había utilizado por una buena temporada -mis dedos no contaban, claro- y, después de recibir aquel inmenso placer oral, de lo que menos tenía ganas era de sentir esa mierda, así que me acaricié a mí mismo y dejé que el placer volviera a mí. Los golpes de cadera que se estampaban contra mis nalgas y la sensación de su polla al entrar y salir de mi fruncido orificio eran arrolladoras…, y el placer muy intenso. Pronto era yo el que me movía al compás de las penetraciones y tuve que luchar contra los gritos que querían salir ansiosamente de mis labios. Escuchaba a Severus respirar agitadamente detrás de mí, sosteniendo mis caderas con fuerza y a veces dejando caer pesadamente sus manos en mis nalgas, abriéndolas y cerrándolas a su gusto.
Me faltaba poco para derramarme sobre las sábanas y estoy seguro de que él lo sabía. Luché en contra de no desmayarme de placer ahí mismo y pude sostenerme, arrimando más mi cara a la almohada y levantando más el culo hacia las fuertes penetraciones que él me daba, pero salió de mí de un segundo a otro y me dio nuevamente la vuelta, mi espalda chocando contra las sábanas. Se tiró sobre mí sin ninguna delicadeza, atacando mis labios con los suyos y sujetando mis piernas con sus manos mientras las alzaba y las ponía en sus caderas, enterrándose en mí con otra estocada fuerte y concisa, que esta vez dio en el punto que me hacía ver las putas estrellas.
Os juro que quería que aquello durara muchísimo más de lo que yo había supuesto, pero no os puedo mentir: me corrí a la tercera estocada.
[…]
El sexo; o cómo sacar el máximo partido a una vida intensamente satisfactoria…
Hagamos un pequeñísimo recuento: ya os he dicho que gracias a la ayuda de Lucius pude salir del infierno en el que me encontraba pero que, aunque parezca lo contrario, el hombre nunca me había pedido nada a cambio; nunca me dijo explícitamente que quería follarme para que le pagara todo lo que él hacía por mí; él siempre me trataba muy bien, como un príncipe. Siempre me enviaba regalos y todas las semanas sin falta tenía a mi disposición un cheque con una cantidad considerable de dinero que yo invertía en mí, en mi imagen y en mi vida. Durante ese largo año en el que estuve sin él, conocí un poco más mi propio continente en mis pequeños ratos libres, los fines de semana y en las vacaciones, y todo gracias a él.
Pero así como él era libre mientras estuviera fuera, yo también lo era hasta que él volviera..., y como ya os he dicho antes, Severus no fue el único hombre que probó mi cuerpo -yo compartí cama con las personas que a mí me interesaban, con una sola vez me bastaba, sólo a Lucius le había dejado poseer más de una vez mi cuerpo-.
Pero una cosa que descubrí acerca de mí mismo en aquel tiempo era que me gustaban los mayores, que me gustaban los hombres mucho más mayores que yo; siempre y cuando no tuvieran más de cuarenta y cinco años, todo lo demás a mí me daba igual. Pero hay algo que no voy a negar, y es que en un principio me sentí un poco intrigado por la situación -porque no sabía por qué eso era así-, pero después de unas cuantas visitas al mejor psicólogo de todo Londres, todo quedó en una cuestión de gustos personales y nada más, no había un trasfondo alarmante o algún problema psicológico en aquel asunto…
La cosa es que en ese intenso año yo me había acostado con Rodolphus, Vicktor, Adrian -el más joven hasta la fecha-, y con algunos más que ni los nombres recuerdo. Siempre que mi deseo sexual era finalmente aplacado por la persona a la que quería entre mis piernas, ya no había más. No lamento mucho el hecho de que varios de ellos se hayan eclipsado por mí aunque yo no les diera motivos para hacerlo…, perdón pero no era mi culpa. Con Severus sí que podía llegar a sentirla porque estuve un maldito mes detrás de él, pero con los demás, aquel juego de seducción que utilicé con él no pasó, en esas ocasiones no tuve que hacer nada porque simplemente eran ellos los que se tiraban a mis pies…
Todavía recuerdo a Cedric -fastidioso donde los haya-, a él también le di una noche -hago un pequeño inciso que he repetido mil veces ya: como a todos los demás- y el muy pesado insistía en que fuera algo más para él. Joder, tuve que amenazarle con ponerle una maldita orden de alejamiento para que pudiera dejarme tranquilo.
En fin, dejando esos momentos agrios en un punto alejado de mi mente…, os seguiré contando: ya faltaba poco para que Lucius volviera de aquel largo viaje y a mí, por primera vez en todos los años que llevaba tratándolo, me dio curiosidad su vida privada -que oye, mejor tarde que nunca-, y gracias al todopoderoso internet pude averiguar varias cosas de él: estaba felizmente casado con una mujer hermosa y de la alta sociedad llamada Narcisa Black y tenía un hijo de mi edad llamado Draco -muy parecido a su padre si me permitís-. Eso no era nada por lo cual sorprenderme la verdad, puesto que ya me lo suponía todo. Él trabaja como Director de Operaciones para varios grupos de empresas del Reino Unido, entre ellas: D. R. Harris & Co., situada en Wiltshire, Accuracy International en Hampshire y para el Grupo Big Yellow en Surrey, grupo para el que también trabajaba Vernon como el Regente Adjunto de Marketing.
Sí, quién diría que ese maldito idiota tenía cerebro para eso…
También supe que el hombre tenía un patrimonio de miles de millones de libras esterlinas, colocándolo a él entre los siete magnates más ricos de todo el país. Algo que tampoco me sorprendía demasiado, es decir, es Lucius, un hombre al que con sólo mirar a los ojos sabes que es más poderoso que el propio Primer Ministro del Reino Unido, estas cosas no deberían sorprenderme y, de hecho, no encontré nada que así lo hiciera.
Mientras dejaba que las últimas semanas corrieran sin más al mismo tiempo que hacía mis últimos exámenes de segundo año, no podía evitar pensar qué pasaría en mi futuro…, todavía me faltaban tres años más para poder obtener mi Maestría y convertirme en un egresado, pero no cualquier egresado, me dije a mí mismo que lucharía por ser uno de los más notables de mi generación, sino el mejor. Podría llegar a trabajar en el trabajo de mis sueños y convertirme en alguien grande…, y todo eso antes de que cumpliera los veintitrés años. Me sentía muy favorecido por mis capacidades, pero también sabía que todo eso no hubiera sido posible si no hubiera puesto empeño en conseguirlo. Pude haberme echado al abandono y simplemente vivir la buena vida que Lucius me daba, pero yo no quería ser así. Es cierto que cuando probé el lujo me encantó y me resultó difícil imaginar una vida fuera de él, pero para eso estaba estudiando, para que si ese momento llegara alguna vez yo pudiera tener un excelente empleo que me proporcionara de todo.
El tiempo pasó rapidísimo y, cuando me di cuenta, ya estaba en mi segunda semana de vacaciones -que duraba más de tres meses-, tan pero tan desconectado de todo que no recordé que finalmente Lucius llegaba ese mismo día al país. Logré reaccionar cuando me llegó un gran ramo de rosas acompañado de una pequeña tarjeta a mi departamento -mi nuevo y lujoso departamento, el último regalo de Lucius por haber acabado el año con nueve matrículas de honor-.
Muy al contrario de lo que yo esperaba, Lucius llegó esa misma noche al departamento con una inconfundible botella de champán de Dom Pérignon Rose Gold -aclaro que está valorada en más de treinta y seis mil quinientas libras, una verdadera barbaridad hasta para mí-, y nuevamente afirmo mi desapego y aborrecimiento por el alcohol…, pero era una ocasión especial y nada me impedía beber un pequeño sorbito de tan elogiado néctar.
Decir que casi me vuelvo loco en mi desesperación por besarlo fue tan real como la vida misma, sólo sé que me invadió una repentina felicidad y unas ansias locas porque sabía lo que vendría después. El hombre no había cambiado prácticamente nada; estaba tan hermoso, varonil y fogoso como siempre, así que se apresuró a quitarme toda la ropa que llevaba -que menos mal era poquísima-. Desató mi rizado cabello negro y lo olió mientras mordisqueaba mi cuello, haciendo que mis piernas temblaran en el proceso, tocando mi cuerpo a la vez que me conducía hasta la habitación. Yo no hice prácticamente nada, sólo enrollé mis piernas en sus caderas y lo abracé por el cuello a medida que profundizaba el beso. Lo siguiente que sentí fue que era lanzado y mi espalda tocaba la mullida y confortable cama.
-Cuánto te eché de menos, pequeño. -Perdonadme, pero estaba tan absorto y necesitado que sólo pude asentir.
Lucius mordisqueó mis endurecidos pezones y volvió a besarme, rodando con él en la cama hasta que yo quedé encima de él, sentado sobre su endurecido miembro y dando ligeros movimientos pélvicos contra su sexo. Sabía que aquello lo volvía loco.
- ¿Sabes? Podrías haberme visitado en las vacaciones de navidad, fuiste muy malo conmigo, Luc… -Si vierais la cara que puso cuando hice aquel puchero, fue glorioso, creedme, y el movimiento de mis caderas sólo podía mejorar las cosas.
Lucius entornó sus ojos y tomó mi cuello salvajemente para darme otro beso, haciendo que yo sonriera dentro de él. Le quité la ropa como más bien pude y atravesé su cuerpo hasta posicionarme a la altura de aquel bonito miembro que tenía mucho tiempo sin ver, tomándolo con mi mano e introduciéndomelo en la boca, chupándolo de aquella forma que sabía que a él le encantaba y degustando su sabor en mi paladar. Tenía más de un año sin tener aquella polla en mi boca y, aunque dudéis de ello, era la única que mi lengua había tocado, sólo él había tenido ese privilegio.
No es que yo tuviera la boca muy grande o algo por el estilo, pero hice mis mejores esfuerzos por intentar tragármela por completo hasta la base, fallando estrepitosamente. Él cogió mis cabellos entre sus dedos y me levantó la cabeza en su dirección visual a la vez que la subía y la bajaba con fuerza, poniendo cara de excitación y corriéndose finalmente en mi boca…; y, joder, cómo me desagradaba eso. Pensaréis que soy raro o algo por el estilo pero no me gustaba para nada tener que tragarme toda aquella gran cantidad de semen -aunque sea de él-, así que siempre lo terminaba escupiendo, tal y como hice en ese momento, dejando que mojara las sábanas de seda blanca.
Lucius volvió a rodar conmigo en la cama y se posicionó rápidamente encima de mí, besándome con furor y haciendo que abriera las piernas imposiblemente, besando mi cuello y cada pedacito de piel que estuvo a su paso hasta llegar a mi erecto y necesitado pene, metiéndolo en su boca y arrancándome un grito de puro placer. Estuvo varios minutos largos chupando a su antojo hasta que dejó de hacerlo, posicionándose entre mis piernas -con las pilas nuevamente recargadas- y enterrándose en mí de una sola estocada. Qué maldito cabrón era el desgraciado, os juro que no era la primera vez que hacía aquello; creo que le satisfacía el hecho de penetrarme sin prepararme, pero menos mal que mi pequeño agujero no había salido tan lastimado por eso, porque si no, ahora mismo estaría con lágrimas en los ojos en vez de estar sintiendo placer.
-Ahhh, joder…
-Eso mismo estamos haciendo. -Rió él.
Lucius se movió dentro mí por lo que parecieron horas…, y no estoy de coña, lo hicimos una y otra vez hasta que nuestros cuerpos no dieron para más. Después de aquella noche intensa, las cosas volvieron a su cauce. Nos veíamos en mi departamento más que en los lujosos hoteles a los que estábamos acostumbrados y cada uno hacía su vida diariamente, él dirigiendo sus empresas y yo buscando algo nuevo que hacer cada día para no aburrirme mientras recibía los regalos y el cheque semanal que él siempre me enviaba…
Y así pasaron los años. Cuando ya había cumplido veintiuno, era una eminencia en la universidad en la que dentro de poco tiempo me graduaría y, cuando finalmente así lo hice, recibí grandiosas ofertas de continuar mis estudios y sacarme el doctorado, pero las decliné muy amablemente. Yo ya había cumplido mis sueños y todas mis metas relacionadas a los estudios, no me interesaba para nada tener que estar de cinco a diez años más estudiando y formándome, sólo quería poder trabajar en la profesión de mis sueños.
Pero sucede que, una vez que rozas el cielo con tus manos, la gravedad tira de ti hacia abajo como un objeto que lanzas desde la torre más alta del mundo, poniéndote en una nueva realidad punzante, intensamente dolorosa y complicada.
[…]
Odio; o cómo tu vida puede dar un giro de ciento ochenta grados…
Sucede que Lucius y su esposa Narcisa tenían una vida bastante enredada… El hombre me había contado -después de tantos años de nuestra aventura amorosa- que se había casado con ella por obligación y que desde el día en que se había enterado que iba a ser padre nunca más la había tocado; al fin y al cabo, ese era su objetivo, que ella le diera un heredero que pudiera continuar la línea familiar como así se lo pidieron sus padres. El matrimonio tenía sus propias aventuras personales -amantes o lo que a ellos les diera la gana tener-, siempre que nunca se involucraran en problemas que disolvieran su pacífica vida o pusieran en peligro el grandioso futuro de su hijo, todo estaba bien. La cosa es que nadie en su familia sabía que Lucius era un hombre apegado a las personas su mismo sexo, y que eso estaba lejos de descubrirse jamás -según él-.
Pero a mí no me importaba mucho eso, no os puedo mentir.
Con mi vasto expediente académico en mano, me hice con entrevistas en siete empresas diferentes, y casi se me cae el alma al piso cuando me llamaron de la multinacional INEOS -la empresa química más productiva de toda Europa- para ofrecerme un puesto de trabajo entre sus largas filas de ejecutivos. Así que con ocho vacantes disponibles y una sola empresa para la cual trabajar, lo tuve realmente difícil, así que le pedí consejo a Luc.
Y no hay día que no me arrepienta de ello.
Es cierto que trabajar para Accuracy International -una de las empresas que él dirigía- era algo que al principio no se me había pasado por la cabeza, pero la terminé eligiendo por ser la más cercana a Londres, en las otras hubiera tenido que vivir muy lejos de allí. Al principio no vi ningún tipo de problema porque lo que yo quería era trabajar y estar ocupado; me ofrecían un puesto muy bien remunerado y un horario bastante amplio y accesible. Todo estaba bien desde el principio, no había ninguna cosa que estuviera fuera de lugar…, pero el problema es que Lucius se había olvidado de contarme un pequeño detalle: su hijo también trabajaba allí.
Desde el minuto cero en que empecé a trabajar -momento en el que lo conocí personalmente-, Draco Malfoy Black había sido muy intransigente conmigo. Deciros que le caí mal desde el principio y que ni yo mismo sabía a qué se debía era ser más que sincero. No sé lo que tenía yo que lo molestaba a él, quizás mi capacidad de ganarme la buena voluntad de cada persona o mis deseos de superarme a mí mismo, pero de que le caía mal, le caía mal. Mis primeros tres meses en la empresa fueron una mierda gracias a él; yo evitaba al máximo decirle algo a Lucius para que no pensara algo que no era, pero yo ya había empezado a arrepentirme interiormente de la decisión que había tomado…
-Potter… -otra vez pronunciaba mi apellido con asco- Richardson te envió un correo para que lo revisaras, corrigieras y emitieras al señor Presidente, ¿qué demonios haces que todavía no lo has enviado? Está hecho una furia.
-No lo he hecho porque básicamente no me ha llegado tal correo, Malfoy, no sé de qué me hablas.
-Maldita sea, eres un inútil, cuando tome posesión del cargo de mi padre te echaré a ti y a unos cuantos más a la calle… ¡Apártate de mi camino!
Al contrario que con el hijo, mi vida personal con Lucius era igual que siempre: pacífica, relajante, apasionante y enloquecedora -sexualmente hablando-. Y yo, una vez que llegaba al departamento, me gustaba pensar que detrás de las paredes de mi hogar me sentía más a gusto, más feliz, era como si mis problemas personales en la empresa no podían llegar hasta allí, que no podían romper esa barrera de comodidad. En la compañía me sentía recluido, sentía una claustrofobia que se arraigaba a mi persona hasta la última célula de mi cuerpo, y todo por el estúpido hijo de mi amante. En cambio, en mi hogar me sentía a salvo, en paz.
La verdadera pesadilla empezó a los seis meses de entrar a la compañía.
Yo estaba revisando unos documentos cuando fui llamado al despacho de Lucius. Me resultó extraño porque tenía entendido que él había salido hace unos momentos atrás, pero no le di importancia porque a todos nos ha pasado que dejamos algo en nuestros despachos y tenemos que volver rápidamente a por ellos. Cuando llegué -su despacho estaba en la última planta- y entré, una escena bastante peculiar me recibió: Draco estaba sentado en el sillón de su padre, detrás de su escritorio. Después de la sorpresa inicial me dispuse a avanzar en la estancia con una cara de completa estupefacción.
-Siéntate, Potter, quiero que vengas a ver esto, es muy interesante…
La sonrisa depredadora que él tenía me heló la sangre. No sé en qué coño estaba pensando yo en ese momento, pero lo único que sabía era que había desconectado por completo ya que, en el amplio escritorio, se encontraban unas fotos del tamaño de la mitad de un folio por lo menos, en una amplia gama de colores y detalles, tomadas a mucha distancia pero de una calidad extraordinaria.
Fotos en las que salíamos Lucius y yo en lo que parecía ser nuestra última escapada a Escocia.
- ¿A que son fantásticas? -Dijo mientras las ponía todas en un pequeño montón-. Déjame decirte que ya sabía que mi padre era gay, lo descubrí hace muchos años… Es muy estúpido ocultar algo como eso, a mí me resultó tan fácil suponerlo…, porque si no, ¿por qué siguió casado con madre en primer lugar? Si se hubiera divorciado de ella y se hubiera casado con cualquier otra mujer pues yo no habría sospechado… Pero era muy evidente, Sólo un hombre que quiere esconder su repugnante sexualidad hace exactamente lo que él hizo… Que conmovedor, ¿verdad?
Me quedé sin aliento, sin respiración… Me invadió un terrible malestar y, si no me hubiera agarrado a la silla, había caído redondo al suelo.
- ¿Pero sabes el qué no sabía? Que tú estabas con él…
No sentí nada y todo sucedió en un solo segundo; cuando me di cuenta, Draco ya estaba de pie al lado mío y me empujaba con rabia contra el escritorio, chocando de espaldas contra él y dándome un golpe certero en la cabeza que me dejó en el limbo por unos largos segundos, viendo como todo a mi alrededor estaba difuminado y dando vueltas, pero sin llegar a desmayarme por completo. Los segundos que le siguieron a eso fueron tan rápidos como los anteriores: sentí unas manos que intentaban despojarme de mi ropa. Intenté al menos empujarlas fuera de mí, pero no tenía fuerzas.
-Draco, ¿para qué me llamast…?
El sonido de un abrir de puertas vino acompañado de aquella voz tan conocida para mí; la última persona en el mundo que yo quería escuchar en ese momento: Lucius. Me daba igual si ese malnacido de Draco me hubiera golpeado allí mismo, me daba igual si tenía que vivir entre sus burlas todo el resto de mi vida, como también me daba igual si tuviera que tragarme todo y dejar aquella empresa para continuar con Lucius, porque podría empezar de nuevo en cualquier parte. Pero lo que no me daba igual es que el hombre con el que había compartido cama por casi seis años viera aquella situación y malinterpretara absolutamente todo. Eso no me daba igual.
Sentí que el peso de Draco se alejaba de mi cuerpo y se daba la vuelta para encarar a su padre.
- ¿Qué demonios está pasando aquí, Draco?
-Pues verás, padre, dada la situación no hace falta explicar mucho…
Yo estaba hecho un desastre, aquel maldito idiota había desgarrado mi camisa y logrado desabrochar mis pantalones, y él no estaba mucho mejor: su siempre impoluto cabello rubio estaba todo revuelto, me imagino que por el forcejeo.
-Cállate, Draco, tú y yo hablaremos más tarde… -Draco sonrió a espaldas de su padre y se acercó al escritorio, tomó sus cosas y escondió la pila fotos sin apenas disimular mucho, ya que sabía que Lucius me estaba mirando sólo a mí-. Potter, salga inmediatamente de aquí…, está despedido.
Y la pesadilla empezó… Desde ese preciso momento, supe que nada de lo que dijera iba cambiar la manera en la que me miraba; a lo largo del tiempo había aprendido a conocer al hombre con el que me estaba acostando, y una de las cosas que aprendí de él, es que era terco, muy terco y testarudo, así que solamente le hice caso y salí de allí cuando mi cuerpo pudo responder.
Después de eso, estuve una semana encerrado en mi departamento, sin saber nada del mundo exterior y sin ganas de nada. Había intentado ponerme en contacto con Lucius una y mil veces pero al parecer había bloqueado mi número. Unos días después recibí varias cartas: una de la compañía; en ella se confirmaba mi despedida y la acompañaba un cheque -el finiquito-, la segunda no tenía remitente -pero me pude imaginar enseguida de quién era al ver las letras D.M. al final-: "Mantente alejado de nosotros si no quieres que termine destrozando tu vida". Y la última -que fue la que me impresionó más-, era una de mis tíos y que, al igual que hice con todas las que me habían llegado, la rompí en mil pedazos, la única diferencia era que ésta no la había leído.
Cuando por fin decidí levantarme de la cama y no echarme a morir lentamente, me llegó una pequeña caja discreta, en ella había una nota en letra cursiva que distinguí al instante, la tomé y la leí rápidamente: "Tienes veinticuatro horas para abandonar el departamento". En el fondo de la cajita había una gran cantidad de pétalos de rosas rojas trituradas.
Podía esperar cualquier cosa, menos eso.
Él sabía perfectamente que yo no tenía un hogar, que no podía contar con nada ni nadie más que con él y conmigo mismo… Pero por suerte tenía una buena cantidad de ahorros que podía utilizar para sobrevivir hasta que consiguiera un nuevo empleo, así que recogí mis cosas y busqué un hotel nada lujoso para vivir mientras encontraba algo mejor…, pero no pensaba que Lucius sería tan cruel conmigo, la verdad que no. Es como si en todo aquel tiempo nunca lo había conocido realmente.
Os cuento que me pasé más de tres meses intentando conseguir alguna entrevista en alguna compañía, pero me era imposible, con sólo decir mi nombre me colgaban, y en aquellos sitios a los que fui presencialmente me dejaban horas y horas esperando para terminar dándome largas. Mis ahorros se iban agotando poco a poco hasta el punto de que ya no residía en hoteles, tuve que bajar más y más de categoría -aunque eso, dada la situación, no me importaba en lo más mínimo- y hospedarme en hostales y posadas.
Realmente no sabía qué había hecho mal…, no sabía si había herido a alguien de algún modo y que el karma me lo estaba devolviendo así. Yo nunca fui muy ambicioso, arrogante o despectivo, tampoco engañé a nadie ni les di falsas esperanzas. Lucius me había sacado del lado de los Dursley y había movido los hilos para conseguirme una beca, sí, pero fui yo el que me esforcé estudiado; nunca le pedí absolutamente nada.
La cosa es que ahora, después de haber ido a tiendas, grandes almacenes, restaurantes y hasta gasolineras sin encontrar una sola oportunidad de empleo, tuve que probar en otro tipo de sitio más mundano y bajo…, no quiero pecar de inocente -ya conocéis mi historia, por eso os la he contado-, pero tenéis que entender que estaba totalmente desesperado…
Las malas lenguas dicen que la vida de la noche es una pesadilla y que nunca debes cruzar la fina línea que la separa del abismo, de un infierno en la tierra, pero a mí ya me daba igual…, lo había perdido todo y no me quedaban fuerzas para seguir luchando por recuperar mi vida -o al menos una parte de ella-, así que mientras estaba enfrente de aquel tenebroso lugar, sin un solo penique, sin una cama en la cual dormir, con frío, mucha hambre y con todas mis esperanzas muertas, el último pensamiento que pasó por mi cabeza fue… "¿Qué hice yo para merecer esto?".
