Hola, esta es mi primera historia por aquí y bueno, no tiene pies ni cabeza, o quizás si.


Disclaimer: Tanto los nombres, los lugares y los personajes pertenecen a Cassandra Clare, yo solo los uso para satisfacer mi imaginación.


One-Shot: Homicidio


La casa del Inquisidor estaba en silencio, el constante ruido que imperaba por las mañanas había desaparecido ese día y daba la impresión de que estaba vacía aunque no fuera así. En el despacho principal de la casa estaba el Inquisidor y en el escritorio estaban las hojas con las minutas que se habían tratado en la Reunión del día anterior.

Una de ellas estaba garabateada en una esquina por un dibujo que había hecho el Cónsul mientras el inquisidor y el representante de los Niños de la Noche se enfrascaban en una discusión.

Uno hubiese pensado que después de tantos años sus diferencias habrían cambiado y sería más llevadera la relación pero parecía ser todo lo contrario. Simón se había abocado a la causa de los de su especie y parecía haber olvidado la humanidad a la que tanto se aferraba en un inicio.

Magnus estaba ahí, como un representante más del submundo y los brujos además de ser de los primeros en descubrir que algo que estaba pasando llevando sus sospechas de que los vampiros estaban involucrados. Se lo había comentado a Alec en un descuido y este sin duda de lo había dicho al Inquisidor bajo la disculpa de que era su deber.

— No puedes estar insinuando que los vampiros están metidos en eso, sabes que nosotros no atacamos a los humanos, me he encargado de eso.

Dijo Simón con la misma voz de siempre, aquella que tenía cuando murió aquella noche en el Dumort, quedándose congelado siendo más un niño que un adulto.

— Entonces una prueba, necesito una prueba porque esto es muy parecido a lo que hace tu gente.

Había dicho con esa expresión de matón que solo se acentuaba con la edad. Simón no pudo responder en ese momento a pesar de haber tenido tiempo antes para pensar en una respuesta convincente pero incluso él había empezado a dudar de que fueran ellos.

Su gente. Era porque no le quedaba de otra, porque su verdadera gente no podía permitirse saber lo que era él y exponer al mundo de sombras, uno donde él se había acostumbrado a vivir después de que era demasiado joven para todos los mundanos que lo conocieron.

Era en ese momento que el Clary había hecho ese garabato en la hoja y había tachado el símbolo de los vampiros.

La discusión no duró mucho, el Inquisidor había tomado una decisión que dejó a todos sorprendidos. Alec no dijo nada pero notó la cara de Magnus, aquella preocupación y la forma en que veía a Simón irse del lugar.

Los acuerdos peligraban. Si no se detenía lo que pasaba iba a peligrar el submundo al igual que el mundo mundano. El inquisidor lo sabía.

Todo había quedado anotado en la hoja con las minutas, las ideas importantes que eran en su mayoría y que se perderían en la historia al quedar manchadas con la sangre el Inquisidor.

Mientras el día avanzaba el silencio aturdía. Había muerto con los ojos abiertos, ni siquiera se había defendido, el cuchillo serafín estaba fijo en las correas de su ropa. Sus cabellos rubios cubrían su rostro y su sangre bañaba el escritorio, los papeles y escurría el piso. Era demasiada sangre para lo que había pasado pero era un hecho.

Sobre el escritorio estaba el cadáver del Inquisidor Herondale, el último Herondale. Se quedaría solo hasta que notaran la desaparición de Clary y fueran por él para que ayudara a buscarla.


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