.

Promises

.

Tuvimos nuestra primera vez juntos, tuvimos besos y abrazos, pero por alguna razón pensaste que la distancia podría con nosotros y nos separaría irremediablemente. El destino también decidió lo mismo que tu. No prometí que te esperaría y tú tampoco mencionaste nada de promesas, ninguno de los dos aclaró si iba a seguir amando o pensando en el otro. Es tan difícil cuando siento en mi corazón que crece algo más fuerte que no depende ni del tiempo, ni de la distancia, ni de las personas en tu vida; algo que no fue dicho y que quedó marcado a pesar de todo.

Bella se separa de Edward por varias circunstancias. Ella sabe que su vida no termina en ese momento y después de aceptar estar si él, decide vivir como una adolescente más, yendo a la universidad, teniendo nuevas amistades y dándose cuenta de que cuando el destino quiere juntar algo, lo hace, y que todos sus caminos, sus errores y aciertos la llevan a mismo punto que ella ansía. Todos los caminos van a Edward.

¿Bella podrá madurar y entender todo lo que Edward hizo por ella realmente?, ¿el amor es todo lo que se necesita en una relación?

.


"Marius y Cosette no se hablaban, no se saludaban, no se conocían: se veían y, como los astros en el cielo que están separados por millones de leguas, vivían de mirarse."

Los Miserables - Victor Hugo.

.

.

The Promise – Tracy Chapman

These are the days of our lives – Queen

November Rain – Guns n' Roses

I don't wanna miss a thing – Aerosmith

.

Cuando miro dentro de tus ojos puedo ver un amor contenido

.

.

1.- El primer error

.

.

Hoy, justo el día en que sé que voy a morir, recuerdo perfectamente esa extraña certeza de que si soñaba de manera romántica con alguien quería decir que esa persona se había dormido pensando en mi, también románticamente. No era una estupidez –según yo-, sólo era un hecho psicológico que yo creía con vehemencia. Recuerdo, que el día anterior a cometer uno de los errores más grandes de mi vida, pero el más hermoso al fin, soñé contigo… y lo tomé como presagio.

Tus ojos verde esmeralda, si eso recuerdo, y en este momento son difusos tan en mi mente. Cuando te tuve tan cerca aquel día de noviembre, mas cerca de lo que te tuve en dos años, me di cuenta de que en realidad tus ojos eran de ese color, no jade, no olivo, y quizás si verde mar, pero eran exactamente esmeraldas.

Ya había pasado el tiempo en que creía que lo que sentía por ti era sólo un encaprichamiento, había también pasado el momento en que me dije a mi misma que te quería, y por fin había llegado el momento en que acepté que te amaba mas que a nadie. No estaba segura si dejaría mi vida por ti, uno no se pone a pensar esas cosas con diecisiete años, pero si en mi corazón algo crecía de manera fuerte, y tenía la ligera sospecha de que sería para siempre. Lo que no sabía en ese entonces, era porqué esa sospecha venía acompañada de un sentimiento de dolor.

Yo no era una mujer hermosa, quizás algo bella, aunque me decían Bella, pero por el diminutivo de mi nombre, Isabella. La cuestión es que yo andaba feliz y quizás un poco acomplejada por la vida sólo con mi cabello castaño enmarañado, mi rostro adornado por mis ojeras naturales, mi palidez y mis labios partidos por el frío. Aun así, yo pequeña cosa insignificante decidí poner mis ojos en ti.

.

.

El cielo borrascoso y el suave viento que soplaba y me despeinaba aun más, presagiaba que este día sería frío y quizás lluvioso. Chicago, la ciudad del viento, era como mi madre en relación al clima, impredecible. Reneé en cierta forma era aún peor…

Muchas veces tomaba decisiones por las dos, y siendo justa, tenía que reconocer que eran buenas decisiones, pero la última que había tomado me parecía alocada y no me dejaba muy conforme. Chicago lo era todo para mí, no porque amara la ciudad, sino por quienes vivían en esta ciudad… Emily, Sarah… tú.

Lo que quería Reneé era algo que yo le rogué desde pequeña, y eso era irnos a San Angelo, Texas, el lugar en donde había nacido, en donde había nacido ella y el resto de mi familia, el lugar en donde mi abuelo Santiago había plantado aquel pino que creció conforme iba creciendo nuestra familia. En ese entonces mi madre no estuvo del todo contenta con eso; en el mundo éramos sólo ella y yo, mi padre no existía y habíamos escapado de San Angelo buscando mejores oportunidades. Había seguido en contacto con mis tías, primos y abuelos, pero ahora yo vivía en Chicago, era de Chicago, lo tenía todo ahí y no lo quería dejar, pero sabía que por mas que pataleara, sería arrastrada de igual forma por Reneé sin importarle que estuviésemos en Noviembre y que aún me quedaban meses para terminar el instituto.

Mis pasos como siempre fueron lentos y despistados mientras iba pateando una piedra camino al instituto, la verdad es que no quería asistir, sabía que terminaría llorando por mi despedida. Este era mi penúltimo día en Chicago y, por la mierda, quería ser sólo feliz. Pensaba que sería infeliz, pero no sabía que estarías en el camino.

— ¿Isabella? — tu voz fue suave como siempre, pero a la vez preocupada. Levanté despacio mi vista hasta encontrarme con tus ojos, estabas parado al lado del camino con una botella de agua mineral en la mano… ¿Quién toma agua mineral casi congelada en un día frío? Sólo tú.

— Edward… — la alegría inmensa era palpable en mi voz. Tu cabello cobrizo despeinado se movió con el suave viento, tus ojos brillaron por esos sentimientos que siempre mantuviste ocultos y una sonrisa sincera se formó en tus labios. — ¿Qué haces parado acá? — apenas salió esa pregunta quise golpearme, quizás estabas esperando a alguien especial.

— La verdad… — reíste de manera inocente y miraste hacia cualquier lado para no delatarte. — No quiero ir a clases… — mis ojos se abrieron como platos. Si, quizás parecía loca, pero ahora habían lágrimas en ellos porque acababa de descubrir que amaba mas de lo que creía a Edward Cullen, y porque sabía que yéndome a San Angelo lo perdería. — hey… ¿qué sucede? — tus cejas ahora estaba fruncidas, te veías igual de hermoso, y yo aquí con el rostro como estropajo.

— No quiero ir a clases, me voy, me iré — sorbí patéticamente mi nariz y tu me miraste sin entender —. Mañana es mi último día aquí en Chicago… volveré a San Angelo. — Oh vamos, si estaba siendo un poco patética, tenía que serlo por completo, ya daba lo mismo si lloraba o no. Casi terminé de decir eso y ya estaba envuelta en tus brazos. Cálido como siempre me abrazaste, me reconfortaste e implícitamente me dijiste que me amaste, pero nunca mencionaste si lo seguirías haciendo… y yo tampoco.

Permanecí unos segundos en tu pecho, en el lugar en donde el viento frío no podía cortar mis mejillas. Tu cazadora negra se veía algo fría, pero tu calor corporal lo mejoraba todo junto con el apresurado latido de tu corazón que resonaba contra mi oído.

— ¡Escapémonos! — susurraste contra mi oído como si fuera la mejor idea del mundo. Me separé unos centímetros y te miré confundida. —, vamos a mi casa… Esme ya se fue a trabajar y Cath está en la universidad — tus ojos refulgían de emoción, pero luego esa chispa se apagó y se convirtió en vergüenza. —. Claro, sólo si tú quieres.

Antes de que comenzaras a disminuir el agarre de tus brazos en mi cintura, escondí el rostro en tu pecho y murmuré un… si quiero.

.

.

Íbamos arriba del bus que nos dejaría en frente al gran edificio en que vivías con tu familia, y llegados a este punto, no sé que demonios hacia contigo así, con mi rostro fijo en la ventana del bus, tu cabeza recostada en mi regazo mientras dormías y mis manos jugando con tu cabello.

¿Cómo llegamos a esto? No lo sé. La verdad es que mi relación contigo, Edward Cullen, era sólo de miradas intensas en los pasillos del colegio y mensajes vía Facebook. Ambos nos gustábamos, pero físicamente este acercamiento era casi el único que habíamos tenido. Para nosotros, probablemente éramos demasiado tímidos, pero para los demás, quizás éramos demasiado estúpidos.

Abriste lentamente tus ojos y los centraste en mi rostro. Yo no despegué mi mirada de la ventana, no quería mirarte porque tenía tres posibilidades de sucumbir: la primera era sonrojarme furiosamente, la segunda era ponerme a llorar, y la tercera era perderme en tu mirada esmeralda. Las tres opciones eran bastante estúpidas y no las quería realizar, pero a ti eso no te importó, no seguiste insistiendo en mi mirada por alguna razón, y por otra comenzaste a juguetear con los mechones de mi cabello que quedaban a tu alcance.

Bajamos del bus y en silencio comenzamos a caminar hacia tu departamento. Podía ver tus mejillas sonrojadas mientras pasábamos cerca de la gente que tu conocías y tu rostro fue rojo brillante al ver la mirada picara que te dio el conserje. Yo sólo intenté ignorar todo eso, de verdad no quería sonrojarme.

En el ascensor apretaste el número diecisiete y a penas se cerraron las puertas, hiciste algo que nunca creí que harías. Tu brazo pasó bruscamente y posesivamente por mi cuello, atrajiste mi cabeza hacia tu pecho y dejaste un beso largo y pausado en mi frente. Enserio Edward, acabábamos de comenzar a interactuar físicamente y tu me sorprendías con esas cosas… probablemente moriría de un ataque de felicidad.

Yo, por dios, sabía lo que era el amor, me habían bastado tus miradas y con eso era feliz, porque sabía que cuando uno amaba no todo eran besos y abrazos, yo te había amado con todo mi corazón sin necesidad de que me tocaras ni que yo rosara tu piel. Ahora así juntos parecía estar en algo parecido al cielo.

No me soltaste ni un minuto hasta que tuvimos sentados en tu sillón largo.

— ¿Quieres hacer algo? — susurraste mirando a tu alrededor — creo que tengo jugo de manzana… ¿quieres? — negué y dejé caer mi cabeza sobre tu hombro.

— No quiero irme — solté de repente. —Extrañaré a mis amigas… — no podía decirte que te iba a extrañar a ti, sería muy patético.

— ¿No hay otra solución? — inclinaste su cabeza un poco hacia mi, de modo que nuestros rostros quedaban demasiado cercanos, podía dar un suspiro y eventualmente llegaría a sus labios.

— No… es mi familia, también tengo que volver con ellos — dije eso por si de alguna forma divina me terminaba convenciéndome a mi misma. Yo no quería, no quería.

— Te extrañaré, Isabella — tu mano acunó mi mejilla —, quiero que vuelvas, no quiero tener que recordarte… yo de verdad te extrañaré.

Y como dije antes, sólo faltó un suspiro de parte mía y nuestros labios ya estaban unidos.

Este beso no era como el pequeño roce de labios que le había dado a Mike Newton cuando tenía quince años, eso ni siquiera fue un beso. Ahora junto a ti tenía mi primer y ansiando beso de amor, y no habían dudas ni vacilaciones de ambas partes. Tampoco sentí el miedo y el asco que sentí al besar rápidamente los suaves labios de Mike en ese entonces.

Tus labios se movieron tiernamente sobre los míos, como si no quisieras hacerme daño, como si este también fuera tu primer beso, pero yo sabía que eso cambiaría, creía conocerte y sabía que después ese beso iba a cambiar… y no me equivoqué. Sentí mis labios hormiguear cuando tu lengua comenzó a demandar el paso hacia el interior de mi boca, cosa que no tardé en aceptar y en devolver con la misma intensidad.

Había estado sentada sólo a tu lado, algo separados, pero con ese beso, ahora estaba completamente inclinada hacia ti, con una de tus manos presionadas entre mi cintura y mi espalda, y la otra tomando mi cuello para no alejarme. Nos separamos a tomar aire, abriste tus ojos y pude ver la duda, el miedo y millones de sentimientos escondidos. La verdad Edward, es que nunca entendí porque te contenías tanto, si querías decirme algo debiste hacerlo… pero yo como adolescente impulsiva, tomé rápidamente tu labio inferior con mis dientes queriendo extirpar cualquier fantasma.

Un gemido deseoso se escapó de tu interior coloreando rápidamente tus mejillas. Quizás lo correcto hubiese sido que yo me alejara asustada, con la respiración agitada y diciendo que habíamos llegado demasiado lejos, pero yo, como la mujercita pequeña y un poco impulsiva que era, creí que ese era el lugar en donde quería estar… y si pasaba algo más, creí fervientemente que eso debía hacer.

Mis ávidas manos ya no tocaban y jugaban con tu cabello, ahora estaban por todas partes, por tu mentón, por tus mejillas, por dentro de tu cazadora y frecuentemente tomando el cuello de ella para acercarte más a mi boca. Tus manos tampoco fueron tranquilas, por el contrario, fueron más impulsivas que las mías, tocando todo lo que mi frágil chaleco dejara a la vista. De esa manera, una de tus locas manos fue a parar hacia mi pecho y como acto reflejo te separaste asustado, nervioso, agitado y temiendo un golpe de mi parte, pero mi amor, yo no quería ser una chica fácil ni mucho menos, pero aún así yo sólo quería estar contigo por lo que tomé tu mano vacilante y la acerqué de nuevo a mi pecho. No era fácil, quizás sólo un poco; lo más probable es que sólo estaba enamorada.

Entonces, fue como si mi piel cobrara vida propia, sintiendo lava ardiente en vez de sangre, con mi piel siendo electrizada por la tuya.

Los minutos pasaron, pudo haber pasado todo el día y yo no me hubiese dado cuenta y ahora estaba sólo con mi sujetador rojo de encaje y aun con mi falda del instituto. Tú estabas sin nada que te cubriese tu esculpido pecho y con tus bóxers de dibujos animados. Reí ante el pensamiento de que aún vistiendo algo ridículo, para mí te veías sexy.

Tragaste hondo y pesado, y por un momento me sentí la persona más bella del mundo, pues tu, con tus ojos esmeralda me mirabas así. No desperdiciaste ni un segundo más y tu boca se dirigió nuevamente a la mía, mordiéndola suavemente y tirando de mis labios, pero luego de unos momentos comenzaste a cambiar de camino, siguiendo por mi cuello, lamiendo, besando y erizando cada poro de mi piel. Finalmente llegaste hacia el centro de mis pechos y exhalaste tu cálido aliento antes de hundir tu cabeza en ellos.

No pude evitar gemir descontroladamente, nunca nadie me había tocado de ese modo, tampoco quería que alguien me tocara así, sólo tú tenías el derecho a hacerlo.

Tus manos avariciosas siguieron su juego de volverme loca, más aún cuando pasaste tu dedo índice desde mis labios hasta mi ombligo, ondulando y acariciando mi pálida piel. Tus ojos llenos de deseo me volvieron a mirar, pero esta vez con mayor decisión ya que tiraste de mi mano y me tomaste en tus brazos haciendo que enredara mis piernas en tus caderas. Comenzaste a caminar a tientas hacia el que creí era tu cuarto conmigo colgando de tu cuello y con tu rostro enterrado en mi pelo, ambos teníamos las respiraciones más que agitadas.

No supe cómo llegamos a una cama de cobertor azul, en donde suavemente me recostaste y te posicionaste sobre mí sin que yo soportara ningún peso.

— Tan hermosa… — susurraste mientras pasabas tu mano por mi mejilla después de tirar mi sujetador hacia algún lugar de la habitación.

Viste algo en mis ojos que te dio la fuerza suficiente para quitarme la falda, quedando iguales en condiciones, los dos con sólo la parte inferior de nuestra ropa interior. Tu mirada me analizaba a cada momento y comencé a sentir vergüenza. Cuando quise cubrir mis pechos que estaban al aire, tú tiraste de mi mano y me hiciste arrodillarme en el centro de tu cama, poniéndote frente a mí, también de rodillas.

Y ahí estábamos, los dos con el deseo y el nerviosismo en la mirada. Tú con tus ojos suaves, tu pecho con un leve vello casi rubio y con tus manos puestas en mi cintura. Yo, vacilante, muy nerviosa, porque a pesar de ser impulsiva y hormonal, seguía siendo una chica miedosa. Tomaste mis manos y las llevaste a tus hombros, luego volviste a pasar tus manos por mi cintura y me hiciste sentarme a horcajadas sobre tu regazo. Fue inevitable no gemir cuando sentí la protuberancia de tu miembro bajo mi sexo que palpitaba.

Mis bragas y tus bóxers quedaron esparcidos por algún lugar de la cama, y al sentirte completamente en contacto con mi cuerpo, casi enloquecí. Miré tus ojos y no me hiso falta saber que sentías lo mismo, por lo que simplemente me acerqué para devorar tus labios mientras acariciabas mis pechos con tus manos.

— Edward… — gemí cuando en una posición incómoda bajaste tu cabeza hasta uno de mis pechos y comenzaste a mordisquearlo y lamerlo… ¡Mierda! ¿En donde habías aprendido eso? Quería creer que por puro instinto lo hacías… o por lo menos en el porno.

Mi mano comenzó a bajar entre nuestros cuerpos y de improviso tomé tu miembro, haciendo que levantaras tu mirada en el acto. No sabía como se hacía, era mi primera vez, por lo que sólo comencé a masajearlo, sintiéndolo duro, palpitante y extrañamente suave contra mi mano. Mierda, se sentía demasiado bien, caliente, suave y duro, una combinación extraña y a la vez perfecta.

Tus jadeos mientras lo acariciaba hicieron que el fuego se encendiera aun más en mi interior, y mucho más cuando bajaste tu mano y la dirigiste hacia mi sexo. Ahogué un grito en tu cuello cuando tus dedos comenzaron a acariciarme y tuve que tomarme de tus hombros para poder sostenerme completamente mientras mi espalda se arqueaba y mi cabeza caía hacia atrás. Yo debí hacer esto antes, contigo, siempre contigo, pero antes, no sabía de lo que me perdía, tenerte tan vulnerable y a la vez dominante, haciéndome tuya y yo haciéndote mío.

La bola de calor seguía formándose en mi vientre bajo, por lo que me separé de ti y me recosté nuevamente en la cama abriendo mis piernas e indicándote lo que quería.

— ¿Estás segura? — preguntaste. Yo sólo sonreí tiernamente como niña enamorada y asentí, pero la niña salvaje de mi interior te gritó a todo pulmón lo que quería.

— Completamente. — supe que no tuviste más dudas cuando comencé a sentir una ligera presión en mi interior. Tú, grande como eras, entrabas a ese pequeño lugar mío y déjame decirte que dolía como el demonio. Ahogué un pequeño sollozo contra tu cuello, tu mano tiernamente secó las lágrimas que alcanzaron a escaparse y besaste suavemente mi cabeza unas veces. Yo te amaba.

Y dolió, demasiado, pero te preocupaste por mí, y tus ojos ya casi negros, nublados por el deseo me abrigaron con el sentimiento de culpabilidad que había en ellos. Los suaves besos por todo mi rostro y mi cuello me ayudaron a recomponerme, y las pequeñas caricias mías en tu espalda ayudaron a sentirte menos culpable.

El fuego que antes sentía después se volvió a encender con más fuerza, entonces supe que era el momento de seguir, por lo que levanté mis caderas y las comencé a mover contra ti. Nos sumergimos en una danza suave y necesitada.

Seguía doliendo, pero ya no era tan incómodo, ahora podía decir que realmente estaba disfrutando casi completamente tenerte dentro de mí.

— Es… agh… es fantástico. —dije sin poder controlar mi respiración agitada.

— Te amo, Isabella. — sonreí como idiota y mis ojos se llenaron de lágrimas. Tú quizás en un mundo paralelo, creías que me amabas.

— Yo también. — sonreíste y comenzaste a acelerar el ritmo de tus embestidas. Pocos minutos después, sentí que flotaba, una sensación de placer única que me hizo ver estrellas. Caíste contra mi pecho y lo único que atiné a hacer fue acariciar tu espalda sudorosa.

— Tu… por siempre… — tus palabras suenan incoherentes, agitadas como si se estuvieran ahogando en tu boca. — siempre serás tú.

— ¿Eh? — dije con dificultad. Sé que tus palabras son el bálsamo mas romántico que hay, pero no sé si creer que son realmente para mí o producto de tu incoherencia e imaginación. Puede ser la opción dos.

— Isabella… — fruncí el ceño, no me estabas respondiendo, además me decías Isabella y sabías que lo odiaba.

— Dime Bella, sabes que no me gusta mi nombre. — sugerí mientras acariciaba tu cabello.

— No porque a mí si me gusta, es hermoso — reíste somnoliento —. Isabella yo… no te traje a mi departamento para hacer esto, no estaba planeado, surgió porque te amo, enserio, nunca había pasado antes… te amo.

Suspiré y reflexioné unos segundos, cuando te iba a responder ya estabas dormido e inevitablemente también me sumergí en el mundo de los sueños.

Desperté pocas horas después. Ahora tú estabas de espalda con tu mano fuertemente agarrada a mi cintura, quería seguir aquí, contigo, pero debía irme. Me desperecé silenciosamente y comencé a recoger mi ropa por la habitación y por la sala, cuando estuve finalmente vestida, tomé un papel de tu escritorio y escribí una nota, decidida a que esto cambiaba las cosas entre nosotros y quizás en un futuro muy cercano, pudiésemos ser algo más.

Al poner la nota sobre tu mesita de noche, un fuerte dolor extraño se instaló en mi corazón, pero no le tomé importancia. Dejé un suave beso en sus labios y otro en su pecho como despedida, y algo me decía que acaba de cometer uno de los errores más grandes de mi vida.

.

.

.

No quiero cerrar mis ojos,no quiero quedarme dormido,porque te extrañaría nena y yo no quiero extrañar algo…

.


Bueno, aquí empiezo. Tenía una nota de autor diferente para esto, quizás algo más frío, pero no sé... no se lo merecía este fic, creo yo. Lo amo con todo mi corazón aún así cuando en un futuro fuera un fracaso porque tiene mucho y dice poco, igual que Bella :')

No es casualidad que sea publicado un día 23 porque ese siempre fueron los mejores días y me quedo contenta de que tuve la valentía y la suficiente pérdida de dignidad para enviársela a su propietario hace muchos muchos meses. Es mía, creada, redactada, escrita y pensada, pero hay cosas más que eso c:

Gracias si sigues leyendo esta nota de autor y por llegar a esta parte, espero que te unas y me acompañes en este camino de "Promises". Gracias a mis lectoras que nuevamente me acompañarán en un fic que no había sido anunciado jajaja.

¿Por qué se llama "El primer error" este capítulo? Porque ambos fueron impulsivos, se comportaron como los adolescentes hormonales que son, y de verdad, no todas las relaciones que empiezan así terminan bien, por mucho amor que haya entre ellos. Pueden haber excepciones, obviamente, pero este no es el caso ;)

Bella es muy humana, comete error tras error y aún así se para sigue caminando, es fuerte, y no sabe que irremediablemente todos esos errores la llevarán a Edward, eventualmente. Ella cree que es más madura que Edward porque es un año mayor y es mujer (jajaj), pero no es así; Edward piensa mucho mejor las cosas, es inmaduro, claro, pero todo lo hace por algo y por el bien de ella :')… y ella… logra comprender alguna de esas cosas, pero no significa que duela menos.

Quiero dejar claro dos cosas:

1.- Sí, tendrá final feliz (ya tengo escrito el final) y casi nada de drama. Por más separados que estén ellos (ya lo leyeron en el summary) lo que sienten será más grande.

2.- No, Bella no quedará embarazada y tampoco se marchará sin decirle a Edward que tiene un hijo. Eso por ningún motivo pasará. No habrá bebés por ahora.

Eso. Muchas gracias y espero que sigan leyendo,

Isa :)