Título: Va de decisiones Capítulo 1 Título: Va de decisiones

Autor: Jon Cadierno

Una de las clases más divertidas dirigidas por Harry acababa de llegar a su fin. Tal como les había dicho a los demás, y por encima de las renovadas quejas de Zacharias Smith, no aprenderían nada nuevo en aquella última clase antes de las vacaciones de Navidad. Afuera, la nieve caía copiosamente formando remolinos en el aire, y un grueso manto algodonado cubría ya los terrenos y tejados de Hogwarts; una preciosa estampa invernal que en aquel momento quedaba totalmente rodeada por una densa oscuridad dadas las horas que eran. La Sala de los Menesteres estaba sencillamente decorada con bolas doradas y un delgado árbol iluminado por pequeñas hadas. De varias estanterías colgaban pequeñas ramas de muérdago que, en opinión de Luna Lovegood, estaban infestadas de nargles. Hermione no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo podría seguir aguantando las excentricidades de esa chica.

La mayoría de los chicos y chicas habían abandonado ya la habitación por la puerta que daba al pasillo del séptimo piso donde colgaba el tapiz de los trols bailarines. Hermione echó un último vistazo a la sala antes de salir. Harry se había quedado rezagado colocando y ordenando cojines sin necesidad, pues ella misma lo había recogido todo con un sencillo movimiento de su varita; sin embargo, Harry no parecía haberse fijado en ello. Más bien no parecía tener ojos nada más que para aquella chica de cabello negro largo recogido en una extensa cola de caballo que tanto le atraía desde hacía un año; la chica con la que tanto se había sonrojado durante las reuniones del ED. Cho Chang se había entretenido también a propósito, y Hermione intuyó lo que podría pasar. ¿Debía actuar entonces? ¿Tendría valor para interrumpir un encuentro que, sin haberlo hablado siquiera, ya estaba planeado? Ya sólo estaban ellos tres en el interior de la sala. Cho se había girado hacia la pared mientras unas gruesas lágrimas comenzaron a resbalar por sus delicadas mejillas. Hermione, sintiendo que se le hacía un nudo en la garganta causado por la frustración y angustia de aquel momento, comprendió que aquel no era el momento. Preguntándose con cierta amargura si alguna vez sería el momento, salió sigilosamente por la puerta dejando a solas a Harry y Cho.

Hermione sintió ganas de echar a correr, de llegar a algún lugar donde nadie pudiera encontrarla durante horas, donde pudiera convertir su amargura en lágrimas y despejar su mente de tanta confusión.

Así lo hizo.

Aun sabiendo que no les estaba permitido estar fuera de sus salas comunes más tarde de las nueve de la noche, Hermione corrió y atravesó pasillos y atajos, dejó atrás aulas vacías y bajó la escalinata de mármol consciente del ruido que provocaban sus pasos en el silencio de la noche. El vestíbulo se encontraba en penumbra, iluminado únicamente por la tenue luz de dos antorchas situadas a ambos lados de la puerta del Gran Comedor. La chica llegó hasta el pie de las altas puertas de roble y abrió con dificultad una de ellas, lo justo para colarse por el hueco y salir a los nevados y gélidos terrenos sin ningún otro abrigo que su túnica de invierno, algo más cálida de lo habitual, pero no lo suficiente como para resguardarla del viento helado. Sin embargo, Hermione sintió que necesitaba despejarse por completo, por lo que no cedió ante la copiosa nevada y cerró con cuidado hasta que quedó sumergida en la más fría oscuridad.

¡Lumos volatilem! –susurró Hermione al tiempo que cuatro puntitos de luz plateada salían de su varita y comenzaban a revolotear alrededor de ella emitiendo una luz débil, lo justo para saber por dónde iba.

Con la nieve hasta las rodillas y la cara entumecida por el frío, Hermione comenzó a descender por la ladera hasta llegar a orillas del lago negro, entonces cubierto por una gruesa capa de hielo. Se sentó en la orilla y apoyó los pies en la lisa superficie de hielo mientras la nieve se le iba posando con suavidad; pomposos copos de nieve se apoyaban en los mechones de rizado pelo castaño que escapaban de la capucha: la chica había agachado la cabeza, totalmente inmersa en sus pensamientos.

Todos sus sentimientos hacia Harry parecieron florecer de repente, incluso antes de poder controlarlos. Sus ojos, aquellos ojos tan únicos y significativos, parecían mirarla desde el interior del lago. Recordó el momento, casi dos años atrás, en el que Harry y ella esperaron en el umbral del bosque prohibido tras haber rescatado a Buckbeak. Pese a la angustia y el miedo de aquel momento, recordaba que ambos habían mantenido una interesante conversación, durante la cuál se había fijado bastante en él... Sentada como estaba a la orilla del lago congelado, se dio cuenta de que era la primera vez que descubría el origen de aquel sentimiento. Desde entonces, un trocito de su mente siempre había estado destinado al chico. Pero, de la misma manera, ella sabía que Harry no sentía lo mismo; por muy buena amiga que la considerara, todo había quedado ahí...

Con sus catorce años de entonces y la esperanza perdida al saber que Harry seguía mirando embelesado a Cho, hizo un enorme esfuerzo por intentar olvidarlo, por intentar hacerse a la idea de que aquel camino que estaba recorriendo en el más absoluto secreto no tenía meta alguna. Siguió queriéndolo profundamente, preocupada por él en todo momento, dispuesta a defenderlo como ella sabía en cualquier momento. Pero tomar decisiones diferentes le pareció algo más inteligente y acertado.

Cuando el célebre Viktor Krum comenzó a fijarse en ella, vio en él la primera posibilidad de salir de la espiral emocional en la que estaba atrapada. "¿Por qué no?" se dijo pocas semanas antes del baile de Navidad cuando Krum, en un inglés vasto y prácticamente ininteligible, pero con un intento de elegante caballerosidad, la invitó a ser su pareja. Sin embargo, los tres primeros meses del curso habían resultado un fracaso en sus propósitos. Recordó a ron y su sutil intento de conseguir pareja fijándose en ella como último recurso: "Hermione... tú, eres chica..." había dicho. Nadie, ni siquiera ella misma en ese instante, fue capaz de descubrir que detrás del enfado que se apoderó de ella existía otra extraña razón, algo que se alejaba mucho del descaro de Ron. Porque, en el fondo, ella no se habría sentido tan ofendida si hubiese sido Harry el que la hubiera invitado de aquella tosca manera. Krum no resultó ser nadie que pudiera sustituir, ni mucho menos, a alguien como Harry; demasiado lejos quedaba de alguien con quien había convivido durante casi cuatro años. Llegó a asentirse avergonzada cuando, después de la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos, soñó con que hubieran sido las manos de Harry las que la hubieran liberado de aquel lugar, como si le hubieran salvado la vida a punto de hundirse en el lago en el seguía apoyando sus helados pies en el presente. Hermione no pudo evitar contener una sonrisa nostálgica que contrastaba con la tristeza de sus ojos bañados en lágrimas.

Recordaba, también durante aquel cuarto curso, haber llorado por Harry durante varias noches bajo el amparo de las sábanas, obligada a callar sus sollozos para no despertar a Lavender y Parvati, con quienes no estaba dispuesta a compartir sentimientos de ese calibre. Las palabras de Sirius que habían sonado por toda la sala común procedentes de la chimenea, hirieron su interior como si le hubieran sido marcadas a fuego: "... muchos han muerto durante este torneo, Harry..." ¡Cuánto había sufrido durante aquel curso por él! Cuando el cuerpo sin vida de Cedric Diggory apareció ante los ojos del público y los sollozos de Cho se escucharon como el lejano sonido de las campanas de un pueblo en medio del silencio de la noche, su angustia creció al imaginarse a Harry tendido sobre el crujiente césped con los ojos mirando sin ver y un hilo de sangre saliendo por una comisura de su boca... Y aunque todo aquello no fue así, su corazón volvió a latir con fiereza al darse ella cuenta del sufrimiento por el que Harry habría pasado dondequiera que hubiese estado. Con la necesidad de protegerse con el calor de alguien estando de pie en las gradas del estadio de Quidditch observando la escena de horror, se abrazó a Ron llorando desconsoladamente, horror y alivio mezclados en un amargo sentimiento que escapó a su control.

Uno de los peores momentos, sin lugar a dudas, resultó ser el vivido el pasado agosto, cuando Harry llegó a Grimmauld Place sediento de noticias. Recordó haber roto en lágrimas intentando hacer entender a Harry que ellos, Ron y ella, habían intentado ponerse constantemente en contacto con él, pero la frustración de Harry hizo que ella sintiera compasión. Aún así, siempre dudó sobre si Harry habría percibido esto. Desde entonces y hasta el presente, a sabiendas de que el chico pasaba por una difícil etapa tras el regreso de Lord Voldemort, Hermione sintió que ella sólo era feliz cuando Harry lo era. El enfado y odio que se habían apoderado del chico de aquella manera tan extraña como antinatural, parecían afectarla casi tanto como a él. Su intuición le decía que Harry había logrado algo de felicidad aquella noche, aunque pudo ser que su imaginación no hubiera sido capaz de recrear un beso, el primer beso que Harry habría dado y saboreado jamás. No obstante, la turbia conclusión parecía estar más cerca que nunca, y ella sabía que la debería asumir. Debía ser fuerte y callar todo amargo sentimiento, ya que al fin y al cabo y por encima de todo, quería que Harry fuese feliz. Y, ¿por qué apagar las luces que envolvían cálidamente a su amigo en un vano intento por conocerlo mejor? Tal como se perfilaban las cosas actualmente, ella sabía que Harry estaba contento, feliz con una profunda amistad que sería para toda la vida. La batalla en la mente de Hermione entre una especie de estatismo y dinamismo, seguridad y riesgo, amistad y posible futura incomodidad, parecía amainar poco a poco. Le bastó con contestar mentalmente a una pregunta definitiva, quizás un poco precipitada y dolorosa, pero que acabaría por construir una barrera que ayudaría ambos a encontrar su propia felicidad. Lo sabía, y... ¡Qué duro era aceptarlo! Sin embargo, no podía desaprovechar el hecho de tomar una decisión inteligente. Sabía que, con el tiempo, ella terminaría superando las consecuencias de dicha elección; incluso podría llegar a sonreír, sin necesidad de forzar una sonrisa, en no mucho tiempo. Aun así, no pudo evitar pensar que, en el fondo, le gustaría que Harry se diera cuenta del silencioso sufrimiento por el que ella pasaba, e incluso que pudiera sentir una milésima parte del dolor emocional que estaba soportando. Al mismo tiempo, deseó que Cho Chang sintiera lo mismo.

Con algo de su ánimo recuperado, retiró las piernas del lago helado y se incorporó con cierta dificultad quitándose la nieve posada sobre ella. Con la nieve hasta las rodillas y las motitas de luz del hechizo pronunciado casi una hora atrás revoloteando alrededor de ella, Hermione volvió a encaminarse hacia el castillo pensando en ciertas palabras que debería pronunciar. La luz anaranjada proveniente de las ventanas de la cabaña de Hagrid eran vagamente perceptibles en medio de la tormenta de nieve, aunque hasta ella llegó el olor a leña quemada desde la chimenea. Cuando hubo ascendido los escalones de piedra, pronunció el contraencatamiento "¡Nox!" y las luces danzantes se desvanecieron lentamente dejándolo todo a oscuras.

Quince minutos después, Hermione llegó frente al retrato de la Señora Gorda, que dormitaba apoyada en un lateral. Tras soportar una pequeña rabieta de la dama por haber sido despertada, cruzó el umbral y se vio envuelta en una agradable atmósfera cálida y tranquila. Harry y Ron ocupaban las butacas de costumbre junto al fuego. Hermione se alegró de ver que no había nadie más allí.

Y, ¿cómo ha sido?- Ron le preguntaba a su amigo en ese instante, sonriendo pícaramente.

¿Qué?... ¡Hermione! ¿Dónde te habías metido?- Harry parecía sumamente agradecido por la presencia de la chica.

Me apetecía dar un paseo- contestó ella solemnemente, e inmediatamente después secó el bajo de su túnica con un complejo movimiento de su varita.

¿Un paseo? Hermione, sinceramente, ¿no crees que el tiempo ha refrescado un poco?

Hermione le lanzó una mirada de desprecio y ocupó una butaca vacía al mismo tiempo que Crookshanks se tumbaba en su regazo ronroneando. Ron, que había seguido con la mirada a la chica, pareció volver de su mundo y, con una sacudida, se volvió bruscamente hacia Harry.

Bueno, qué, ¿no nos vas a contar nada?

No sé, Ron, la verdad es que... no sé si ha salido bien... – Harry tenía la mirada ausente y se retorcía las manos con nerviosismo.

¿Tan mal besas?- una nueva sonrisa maliciosa se dibujó en el pecoso rostro de Ron.

¡Oh, qué estupidez! - soltó Hermione de repente haciendo que ambos chicos la miraran con el entrecejo fruncido- Quiero decir que, si os habéis besado, es normal que no haya salido bien. Cho echa mucho de menos a Cedric y esto debe ser muy extraño para ella.

Cada palabra retumbaba en sus oídos y le hería las entrañas, pero sabía que debía seguir adelante. Hermione se levantó de la butaca y dio unos pasos hacia las escaleras que conducían a las habitaciones de las chicas. Antes de dar las buenas noches, se giró sobre sus talones para mirar aquellos ojos verdes. Notó que algo le subía por la garganta, al mismo tiempo que sentía un picor en los oídos. Con un último esfuerzo, habló con una voz suave pero segura.

Harry, Cho está preparada para que des un paso adelante. Te lo digo porque no ha parado de hablar de ti desde septiembre, y créeme, el baño de las chicas no es un buen lugar para contar secretos.- Hermione sonrió y lo mismo hizo Harry, aunque parecía un poco avergonzado por el hecho de que le estuvieran dando consejos de ese tipo.- Cho quiere que le pidas salir, Harry, y deberías hacerlo antes de que pase demasiado tiempo. Le gustas, y aunque sigue muy dolida por la pérdida de Cedric, creo que ha reunido fuerzas.

Harry posó su mirada en el suelo y ron lo miró con ojos soñolientos. Ante aquel silencio, Hermione volvió a darse la vuelta y se disponía a abrir la puerta de acceso cuando la voz de Harry le llegó desde la lejanía, o eso le pareció.

Hermione...

Ella volvió a girarse y vio aquellos ojos posados en su melancólica mirada. Notó un agudo cosquilleo en el estómago y un posterior vuelco. El corazón le latía a toda velocidad.

... gracias...

Con la más radiante sonrisa que le fue posible mostrar, Hermione abandonó definitivamente la sala común, temiendo que sus dos amigos pudieran haber percibido el sollozo que emanó profundamente de su interior poco antes de cruzar el umbral.

Envuelta ya en la calidez de sus mantas, la chica ahogó sus sollozos como pudo mientras las lágrimas acariciaban su rostro por segunda vez aquella noche. Conciliar el sueño fue una tarea imposible; no obstante, y pese haber sufrido más que nunca en todos aquellos años, Hermione sabía que acababa de tomar la mejor decisión de su vida.