El lento repicar de las campanas anunciaba el inicio de lúgubre acontecimiento, la gente curiosa se arremolinaba en las calles cercanas o se asomaban por puertas y ventanas tratando de conseguir un buen lugar para vislumbrar el macabro espectáculo; la carroza fúnebre avanzaba entre llantos y lamentaciones siendo presididos por aquella caja de madera que contenía l cuerpo del ser amado; un lastimero grito se alzó por parte de la madre del difunto, las demás mujeres sollozaban mientras los hombres, tratando de parecer fuertes se mantenían silenciosos, expresando así su dolor.
Legaron al lugar donde descansaría el cuerpo, bajaron el ataúd lentamente el el pozo hecho previamente, y empezaron a cubrirlo con piedra.
Hinata observaba la escena oculta tras un árbol, su pálida piel contrastaba notablemente con l vestido de luto que llevaba: su cabello, suelto como siempre, caía sobre su espalda como una cascada perdiéndose entre los pliegues d su vestido, una lágrima solitaria se deslizó por su mejilla al ver cómo terminaban de darle cristiana sepultura al cuerpo.
Entre sollozos y lamentaciones la gente se fue dispersando hasta que quedó completamente sola en el cementerio, sólo entonces se atrevió a salir de su escondite para dirigirse a la tumba.
Se desplomó de rodillas frente a aquel pedazo de tierra que era ahora el nuevo hogar del ser que más había querido; fue hasta ese momento, en esa soledad mortal, que dejó escapar las lágrimas y sollozos que había contenido, el sentimiento de culpa la invadió, sabía que él había muerto por causa de ella.
-Lo lamento- susurró mientras colocaba una pequeña rosa blanca sobre la tumba- todo fue mi culpa
Se limpió las lágrimas con la manga de su vestido negro y antes de que sus aperlados ojos se volvieran a llenar de lagrimas, se levantó salió de aquel lúgubre lugar que, para su desgracia, a menudo visitaba.
Se dirigió a su destartalado carro aparcado a una cuadra del cementerio para que los familiares de él no la vieran.
Desvió su vista al asiento del copiloto donde descansaban un par de pequeñas maletas, suspiró desanimada, y pesar que toda subida estaba guardada e esas maletas.
Puso el vehículo e marcha y se dirigió al aeropuerto, no sin antes dirigirle una última mirada a ese cementerio donde junto con él quedaba enterrada su vida hasta ese momento.
Pasajeros con destino a Tokio favor de abordar por la puerta n° 3
Al oír el anuncio en el altavoz, Hinata se levantó de su asiento en la sala de espera y se dirigió al avión que la transportaría a su nueva vida.
Le había tocado el asiento junto a la ventana, mientras observaba como aquel armatoste de acero se alejaba poco a poco del suelo hasta alcanzar las nubes blancas que ahora flotaban a un lado de él, como si de olas espumosas se tratasen; sonrió al recordar que, en la inocencia de su niñez, pensaba que aquellas nubes estaban hechas de algodón; pero su mirada se tornó nostálgica cuando recordó los motivos de su viaje, atrás dejaba a la ciudad del amor y con ella también dejaba ese sentimiento, que sólo le había causado dolor.
Se juró, e ese momento, nunca más volver a pesar en el amor.
Tratando de olvidar ese tema se centró en otro mucho más importante, ¿qué iba a hacer ahora? Justo en ese momento se dirigía a un país-que aunque era su país natal-desconocido para ella, lo poco que sabía de él era lo que sus padres le habían enseñado muchos ayeres atrás
-Tal vez deba visitar a la familia- ironizó, rió al imaginar la cara que pondría su tío Hizashi cuando viera a la chica que debería estar muerta…
