¡Hola vale! Hacía demasiado tiempo que no escribo nada de Harry Potter, así que he redactado una historia más larga de las que usualmente hago. Contará de más o menos 7 capítulos. Y es la primera vez que escribo algo de suspenso, ténganme piedad.
Harry Potter no es mío, ni mucho menos su mundo. Lo único mío es la historia redactada aquí.
Advertencias: Faltas ortográficas, posible OoC, Suspenso de principiante y demás.
…
Prólogo
—¿Por qué rayos Shacklebolt no puede esperar? ¡Llevamos una semana en una misión! ¡Una semana!
Harry dejó de escuchar los refunfuños de Ron en el mismo momento que, nada más llegar al Ministerio a entregar su miserablemente repetitivo informe, su sueño de echarse a dormir se evaporó en el aire. Shacklebolt los necesita en su oficina, les dijo Melany una vez sus pies tocaron las baldosas, ésa despiadada bruja rubia sin empatía con los pobres diablos como ellos.
Se recostó aún más sobre el espaldar de su silla, si es que era posible. El cansancio hacía tiempo se le había incrustado en los huesos como un lastre perenne, pero si tenía que ser honesto, estaba exhausto. Llevaban al rededor de cuatro meses yendo de acá para allá, persiguiendo sombras que no se materializaban y restos de ataques sin sentido. Comenzaron en Francia y, desde entonces, no pararon hasta llegar a suelo inglés. Era un hecho innegable que aún existían mortífagos en Gran Bretaña, pero durante ésas interminables misiones, dieron con muy pocos. Cada vez que detenían un nuevo brote de neomortífagos, surgían tres más, como si se tratase de una maldita lepra sin fin.
—Te lo digo amigo, si hubiese sabido que siendo un jodido Auror no podría comer, ni siquiera me habría enlistado.
—Ron, ya cállate —gruñó, ya sin poderse contener. Quería dormir, comer y olvidarse que su mejor amigo era su compañero de equipo.
—¡Pero Harry! ¡Ésto es tiranía, maldad, depota!
Respiró profundo, negándose a sonar como Hermione al corregir la versión de Ron de déspota. Le rugían las entrañas, le dolía el cuerpo entero, y estaba tratando con todas sus fuerzas de no ser dominado por su mal humor. Con el pasar de los años, había empezado a notar que se volvía irremediablemente amargado y, aunque prefería atribuirle su falta de ánimos a vivir solo en Grimmauld Place, no entendía la razón.
La puerta se abrió emitiendo un pequeño click a sus espaldas y a través de ella entró Kingsley Shacklebolt. Tenía una carpeta fina en las manos y un rictus severo en la boca, como quien es conocedor de un hecho sumamente incómodo. Los miró a ambos sin saludarlos ni dar explicaciones sobre su tardanza, pasándoles por un lado con la rapidez de una exhalación. Se posicionó frente a ellos, colocando la inocente carpeta sobre su regazo. Su rostro destelló con una seriedad que Harry supo, no podía ser un buen indicio.
—Sé que acaban de llegar de una misión, pero ésto es realmente importante.— Alertado por el tono grave en las palabras del imponente hombre, Ron, que aún conservaba la manía de escurrirse en la silla, se enderezó— Nuestros compañeros en Francia han dado con un nuevo grupo de neomortífagos — Informó sin preámbulos. A los oídos de cualquiera, aquello habría sonado como una sentencia.
—¿No queda éso bajo la jurisdicción Francesa? —Bingo. El rictus en la boca de Kingsley se intensificó. Algo definitivamente estaba muy mal allí.
—Así es, Potter —respondió, sus dedos apretando imperceptiblemente la carpeta—. Los Aurores franceses se han encargado de la investigación y dieron con los posibles nombres de sus miembros. —Hizo una pausa corta, siendo éso suficiente para hacerles saber que lo siguiente que escucharían, sería la razón de todo—. El único problema, es que su líder es un mago inglés.
Acto seguido, le extendió la amarillenta carpeta a Harry, como si lo que contuviese fuese la respuesta a todas las preguntas que aún no formulaba. La fuerza del presentimiento lo golpeó como una bofetada, imaginándose de repente lo que podría encontrar allí. A su lado, Ron permanecía en silencio, observándolos como si estuviese fuera de lugar. Porque en realidad, al único que Shacklebolt se dirigió mientras hablaba, fue a Potter.
Adentro sólo había una carta abierta, redactada con la elegante y respingada letra del Ministro Francés. Debajo de su escueto saludo, una cortísima lista de con apellidos que no indicaban un lugar de origen, a excepción de unos pocos indiscutiblemente franceses. Y, encabezando ésa endemoniada hilera de nombres sin rostro, estaba el de Draco Malfoy.
Los oscuros ojos de Kingsley se encontraron con los suyos en ése instante. No hizo falta más que eso para entender lo que realmente estaba ocurriendo.
Lo habían llamado porque el Ministro de Francia sabía que si Draco Malfoy estaba libre, era por su culpa.
...
¡Gracias por leer! Como dije, es sólo el prólogo. Si les gustó, hagánmelo saber en un comentario ;)
