Yuri on Ice y sus derechos no me pertenecen. Los personajes no me pertenecen.
Cap 01: El bailarín está enamorado
Sochi, Diciembre 2015
El estadio estallaba de aplausos tras la presentación de Stammi Vicino de Víctor Nikiforov. La euforia se sentía en la sangre. Yuuri Katsuki, de pie al lado de su compañera, se había unido a ellos emocionado tras la gloriosa coreografìa y las emociones que sólo Víctor Nikiforov podía expresar en el hielo. Su amiga Irina estaba emocionada, gritaba y chillaba incluso más que él, por lo tanto le hacía mucha gracia. Sin embargo, sus ojos estaban prendado en la figura de morado que estaba en la pista, recibiendo las alabanzas y levantando sus brazos al público.
Víctor Nikiforov era uno de los nombres más emblemáticos que se podían escuchar en toda Rusia. Era sinónimo de elegancia, sensualidad y éxito. Su carrera de años había logrado triunfos considerables para el país, pero por alguna razón no era lo suficiente bien recibido por el gobierno, y premios que debió haber recibido, se los habían entregado a otras figuras de menor relevancia. Pero la prensa lo amaba, adoraba a Víctor, besaba el piso que pisaba. ¿Y quién no lo haría? Era magnífico…. verlo en el hielo era una de las cosas que más quiso hacer antes de su veinticinco y por fin tuvo la oportunidad de hacerlo. Era único verlo así.
—¡En verdad, Yuuri, este es mi mejor regalo de cumpleaños! —El aludido sonrió triunfante, mientras quitaba la mirada de la figura que ya se retiraba al Kiss and Cry y la enfocaba en los ojos verdes y conmovidos.
Yuuri se sintió feliz, no solo porque había estado en el lugar mágico donde Víctor era belleza pura y talento inmensurable, sino por estar al lado de Irina, la chica que venía provocando espasmos a su corazón. Quizás por eso le gustaba tanto el programa de Víctor en ese año, la añoranza de Stammi Vicino le hacía pensar en Irina, y en lo mucho que le gustaría confesarle y esperar que ella correspondiera a sus sentimientos. Tenía todo preparado para eso: una cena después del evento, un regalo y un baile… Yuuri podía ser práctico, pero con ella se le antojaba ser dulce y romántico.
Irina solía agarrarle la mano, abrazarlo y hablarle cosas al oído como si fuera un par de niños orquestando travesuras. Su cabello largo y dorado era precioso, muchas veces Yuuri se preguntó cómo sería jugar con esos bucles en los dedos. O despertar con ella después de una noche de pasión, y mirar a su rostro somnoliento y su mirada perdida por el sueño, pero con los bellos cabellos desparramados en el brazo. A veces pensaba mucho en eso…
Y justo ahora que ella se acomodaba bajo su brazo, tan pequeña que la hacía sentir perfecta para su estatura, Yuuri se sentía feliz. Era la Prima Ballerina del equipo, le había tocado ser la pareja principal del baile de los cisnes recientemente y de allí comenzó toda su fascinación por ella.
—Cuando salgamos de aquí, te llevo a comer algo. Estoy hambriento. —Irina rió al escucharlo y plegó su cabeza dorada contra su costado, con una sonrisa contenta y emocionada—. ¿Te entusiasma la idea?
—Claro, Yuuri… pero ya sabes que tenemos que guardar dieta.
—Oh… si mamá estuviera aquí, ¡te haría cortar la dieta con un platón de cerdo así de enorme! —Hizo la mímica con las manos y ella rió, con la gloriosa melodía de las aves cantarinas de las mañanas—. Te gustará y no querrás dejar de comer.
—¡Y luego Lilia nos mata! —Ambos rieron, imaginando el rostro de sargento de Lilya sobre ellos. Justo en ese momento, se relevaron las puntuaciones—. ¡Oh Dios! ¡Mira esa ventaja!
—No hay quien pueda con Víctor… es claramente el mejor del mundo.
Y lo era. Con treinta puntos por encima del resto, Víctor Nikiforov se había alzado frente a los otros y tenía ahora su quinta medalla de oro en el GPF: Christopher y J.J le siguieron camino al podio y los tres mostraron orgullosos sus medallas, mientras el estadio de Sochi casi se caía, escandalosos y fulgurante por la nueva victoria en casa. De nuevo, Yuuri e Irina aplaudieron en celebración.
Después de que se dieran las medallas, no había mucho más que hacer allí. Ambos se retiraron con el público y Yuuri la llevó a donde quería, un costoso restaurant francés para seguir con la naturaleza de su plan. Sonrió cuando ella se emocionó al llegar al lugar y se comportó como un caballero cuando llegaron a la mesa reservada, donde esperaba unas velas encendidas y rosas rojas que le entregó de regalo.
Para ese momento, Irina veía entre fascinada y extrañada la cantidad de detalles que Yuuri estaba teniendo con ella, y aunque empezaba a sentirse incómoda, la sonrisa de Yuuri le invitaba a relajarse. En la mesa, siguieron siendo los amigos de siempre, pasándose los teléfonos mientras revisaba las nuevas noticias del mundo del patinaje y como ya se estaba creando distintos titulares con la victoria de Víctor. Rieron, postearon un par de comentarios, tweetearon también para juntarse a la avalancha de tweets que mencionaban a la leyenda del hielo, viendo improbable que alguien como él se detuviera a siquiera notarlos entre tantos.
La comida transcurrió sin mayores problemas, una comida ligera porque no podía ir en contra de la dieta, especialmente Yuuri que tendía engordar con facilidad. Conversaron aún más, incluso después de que les sirvieran unas copas de vinos de regalo de la casa.
—Fue asombrosos que me invitaras a Sochi, con entradas para ver la final del GPF en vivo, y al mejor restaurant… En serio, Yuuri, esto es algo que nadie había hecho por mí. —Iba colgada de su brazo, caminando con los abrigos y las bufandas moviendo por el viento. Estaba nevando, pero a Yuuri no le importaba mientras tuviera el calor de ella allí.
—¿Ni siquiera él? —preguntó, queriendo alimentar su ego con la certeza de que aquel no llegaba a su galantería. Ella rió, contenta y se abrazó aún más a su brazo.
—¡Oh, ni lo menciones! Ese maldito, sólo pensaba en sexo, sexo…. al menos que hiciéramos algo además de sexo, ¿no?
Y Yuuri no iba a mentirse, también pensaba en sexo con ella, en mucho sexo con ella si era posible. Le entusiasmaba la idea, pese a su poca experiencia. No habían sido memorables, además, porque los nervios actuaron más y solía dejar que las chicas lo guiara, pero esta era la primera vez que él tomaba la iniciativa y con la cantidad de cariño que le tenía, el amor que le profesaba, sabía que sería diferente…. diferente a todo lo que había vivido.
—Pero tu me trajiste aquí… estoy muy contenta.
—Me alegra eso, Irina… —dijo avergonzado, ocultando la mitad de su rostro contra la mullida bufanda—. Aunque no es que no quisiera venir. Sabes qué había querido venir a algo en vivo de Víctor desde antes. Sólo que bien acompañado es mejor.
—Eres adorable, Yuuri. ¡Te quiero tanto! —Se enganchó de su cuello, abrazándolo con fuerza. Yuuri, completamente rojo, la acogió contra su cuerpo sintiendo ese calor más fuerte que la nevada que los rodeaba.
Yuuri acomodó sus manos sobre la cintura cubierta por el abrigo marrón. La abrazó con fuerza, sintiéndola pequeña entre sus dedos, tan frágil y tan preciosa que temía soltarla y que todo fuera mentira. Irina se apegó contra su mejilla y Yuuri soltó el aire, percibiendo el dulce aroma frutal de su cabello, lo condenadamente acogido que se sentía con ella. El impulso fue más grande y más rápido que su razón. Giró su rostro y buscó los labios gruesos de Irina, los buscó para vestirlos con un beso casto y sentido, lleno de todo ese deseo que aún no se atrevía a demostrar y ese amor que lo estaba empujando a ser todo eso que ella merecía tener a su lado. Y de golpe, todo se calló.
Irina se apartó de golpe. Los ojos de Yuuri se abrieron al darse cuenta de su impulso, y notaron la sorpresa y terror en los verdes de su amiga, quien se había apartado lo suficiente para que sus rostros dejarán de estar cerca, pero aún estaba colgada de él. Se dio cuenta muy tarde que era incorrecto buscar robarle un beso sin antes hacerle ver sus sentimientos, así que la soltó, aún con reticencia, y dio un paso atrás para juntar sus manos nerviosas.
—Yuuri…
—Y-yo… yo lo siento. Es que… —Levantó la mirada hacia ella e hizo un esfuerzo consciente para mantenerla así, para mirarla, a pesar de que el extraño brillo en esos ojos empezaban a oprimirlo—. Yo… tú… ¡tú me gustas! Y… y quería… quería decírtelo. ¡No aquí! En algún momento… más tarde… yo…
—Yuuri, no...
Empezaba a hacer tanto frío en Sochi… Yuuri de repente se sentía ahora sí, en una helada interminable. Apretó los labios al sentir la helada venir de esos ojos verdes, dolidos, mientras se tapaba sus labios con esas manos menudas que tanto quería ocultar del frío.
—Yuuri, yo sólo te veo como amigo… un gran amigo. Quizás podrías ser mi mejor amigo, pero...
—No hace falta enfatizar amigos tantas veces… —Bajó el rostro, el hormigueo en su nariz anunciaba algo que no quería hacer, no frente a ella.
—Yo… lo lamento, Yuuri.
—No hay problema… sabía que era una de mis opciones... —Encogió los hombros y mantuvo la mirada en la nieve de sus botas que empezaba a verse borrosa gracias a su visión húmeda.
Ella le tomó la mano que le temblaba, se apegó a él, sujetando con su otra mano la mejilla que sentía entumecida en su esfuerzo por no llorar. Le obligó a levantar la mirada y verle esos ojos verdes y cohibidos, con esa disculpa silente. Ella le sonrió, y él intentó hacerlo. Entonces ella le dejó un beso de consuelo en su redonde mejilla y a Yuuri le tembló todo, como si fuera a caerse.
—Lo siento tanto, Yuuri… ojala pudiera corresponderte.
Irina dijo eso y se despidió. Dijo algo de que era mejor dejarlo de momento hasta allí, que mejor fueran al hotel y descansaran. Yuuri la siguió, la siguió con el frío en sus manos y el rostro decaído. La acompañó hasta el hotel donde ella apartó su habitación y se despidió con un fuerte abrazo de él, que a duras penas pudo responder. Desapareció en el ascensor y se quedó allí, parado. De repente deseaba la presencia de su caniche Vicchan. Quería abrazar a su can, dormirse acurrucado a él y llorar hasta que se quedara sin fuerza.
¿Así se sentía el corazón roto? No le gustaba… menos le gustó verse en el espejo del ascensor llorando pateticamente, ni el que cada vez que intentara controlarlo tuviera el tacto de ese beso furtivo que no debió ser y lo extrañara. Esa noche se conformó con haber abrazado la almohada del lado y llorar hasta dormir.
