Lluvia

Capitulo 1

"Pasado"

¿Como saber cuando uno esta enamorado? Los sentimientos son como aquellas introvertidas frases "ocultas" en un mal guion de películas románticas. Claro que no es así para todo el mundo, hay personas que son vivaces, activas y muy fervorosas para expresar su sentir hacia los demás o bien hacia todo lo que se le cruce.

El amor mueve montañas o es la fe, lo cierto es que ese sentimiento contiene mucho de esto último. Muchas veces, en la vida, requieres de un gran acto de fe para seguir al ser amado, a ese ser que ilumina tú vida y tu corazón, a ese por quien darías la vida, a ese…

Suena tan cursi que muchas veces no creemos ser capaces de sentir e irradiar algo así; creemos que ese nudo en la garganta, esa opresión en el corazón y esas atolondradas mariposas en el estomago, realmente, son un claro y fehaciente signo de que estamos enamorados, pero la pura verdad es que el amor es mucho más que indigestiones, incesantes trabalenguas y monólogos sin sentido. Pero que es, como saber que estoy enamorada, como se que aquello que anida en mi corazón es una ínfima parte de eso tan grande llamado amor.

Reflexiono esta duda mientras la lluvia cae copiosamente sobre mi rostro y mi cabello. No tengo frío ni siento dolor o tal vez todo este enmascarado bajo esta falsa careta que se contiene para no llorar.

¿Y que si lo hiciera? ¿Qué pasaría si llorara por él? ¿Acaso iría al infierno? ¿Sufriría mucho más si no me contengo?

"Las mujeres estamos hechas para sufrir" decía mi madre. "Los hombres jamás te valorarán" decía mi abuela. "Las mujeres son de Venus y los hombres de Marte" reflexionaba una amiga tras leer el renombrado libro. "Tanto las mujeres como los hombres tenemos nuestras mañanas" sentenciaba mi padre. Lo cierto es que todos y nadie tienen razón. Cada cual deberá buscar sus verdades y afirmaciones, nadie puede escribirlas por uno. Es así como se aprende, es así como se crece, como uno llega a la adultez cometiendo prueba y error, aprendiendo, pasando etapas y aprendizajes.

Me paro de aquella improvisada banca que halle junto a un árbol. El cielo enrarecido y turbulento azota el follaje y los corazones de los habitantes de la ciudad. Pero aún así no logra ese mismo efecto en mi ¿Será que mi corazón ya ha sido flagelado?

Algo cruje en mi pecho. Si no percibiera el agonizante latir de mi corazón diría que el mismo se ha desquebrajado. Pero aún estoy viva, aún percibo este intenso nubarrón.

Transito con lentitud por el verde y abnegado sendero, recuerdo floreciente de un bello atardecer. El agua cae copiosamente. Los ensordecedores truenos y brillantes relámpagos ocultan ahora mi bagaje melancólico y mi arsenal de excusas poco probables que defienden su accionar.

No importa cuanto lo ame ni cuanto ansié ser correspondida o cuanto desee que él notase mi vaga presencia en su excelsa realidad.

A veces pienso que soy como una de esas sombras carentes de rostro y forma a la que su leve sonrisa perdida transporta a otro lugar. A uno en donde mis fantasías se tornan realidad y en el cual soy más que una simple conocida que por azares de la vida debió tratar.

Las calles lucen desoladas. Ni una sola alma ronda el lugar. Me dirijo a su casa, en los suburbios de la ciudad. La lluvia no amaina ni mis ansias por llegar.

Subo las escaleras mientras me esfuerzo para no temblar. Quisiera que mi cuerpo no respondiese de esa manera, quisiera no ser presa de mis propios sentimientos, los cuales, confunden mi mente, mi alma, mi espíritu causándome calamidad.

Siento otro fuerte nudo en la garganta originándome angustia y zozobra. Veo luz a la distancia. La puerta de su apartamento esta semi abierta. Apenas un rayito de luz se filtra por la misma aclarando la lobreguez de aquel oscuro pasillo.

Escucho murmullos y a medida que me aproximo puedo percibir su timbre de voz. Por un momento mi corazón se acelera y clama a gritos mi inmediata reacción. Me acerco hasta que mi mano puede tocar el picaporte de la puerta; mientras me acomodo el alborotado cabello y limpio las impías marcas de mi delineador, el cual, se ha desparramado sobre mis ojos y mis mejillas.

Respiro profundo tomando coraje para poder entrar. Pero antes de que lleve a cabo mi heroico plan lo escucho hablar, no esta solo, y eso detiene por completo mi accionar.

-Te amo… -Exclama él con un tono angustioso en su hablar.

-Naruto… -Balbucea una voz femenina. Intentó ver por aquella hendija a la segura dueña de aquella melodiosa voz.

-Te he amado desde que era un niño Sakura.

Puedo verlo, mis ojos no me engañan esta vez. Todo esto no es producto de mis locas fantasías de juventud o debo llamarlo pesadilla.

Se como están las cosas entre tú y yo –Prosiguió él acariciando sus dorados cabellos con su mano izquierda. Nunca lo había visto tan nervioso.

-¡Espera! –dijo ella aproximándose a su lado. Sus ojos esmeralda brillaban y resplandecían con intensidad, su largo cabello rosado se abanico sobre su espalda en aquel apresurado paso.

-Sakura… -él apartó la vista y sus ojos se centraron en un punto perdido de la alfombra.

-No sigas por favor… se lo que me dirás…

-¿Si lo sabes entonces que harás al respecto? –Mirándola ahora a los ojos.

-¿Entiendes que nada a cambiado entre nosotros? Siempre ha sido así y lo sabes ¿Verdad?

-¿Qué lo amas? –Naruto se desparramo en un sofá como si cada hueso de su cuerpo hubiese sido removido.

-Siempre seremos amigos como siempre lo fuimos. –Ella sonrió se aproximo a él y lo beso dulcemente en los labios.

-Quisiera que no fuera así, que esa no sea la parte con la que me toque batallar. Por una vez me gustaría ganar en esta clase de contienda. –Suspiro ofuscado.

-Sabes que él jamás te dejaría ganar. –dijo sonriendo.

-Supongo que es tan obstinado como yo… -bufó y ella rió.

-Encontrarás a alguien a quien querer –La muchacha lo miró con ternura y él pareció derretirse tras este sutil acto.

-Eso no será tan fácil no hay mujer que pueda compararse a ti…

-Bueno simplemente debes buscar a otra mujer única.

-No habrá nadie que pueda remplazarte Sakura… -Esas palabras parecieron desquebrajar aún más mi anestesiado corazón.

-¿Y que hay de Hinata?

-¿Hinata, Hinata Hyuuga? –El chico la miró con los ojos desorbitados como si aquello fuera más un chiste que una buena sugerencia.

-Es linda, atenta, servicial y de gran corazón.

-Solo es una de esas muchachas adineradas y de buena posición cuyos caprichos serán satisfechos so pena de perder dinero, empleo o vaya a saber que.

Naruto se desparramó aun más sobre el sillón mientras yo solo intentaba respirar coordinada y conscientemente tras aquella absurda declaración.

-Naruto eres demasiado exigente… -La chica se sentó a su lado.

-No puedo quererla… ni a ella ni a cualquier otra, por que ya te amo a ti y te amaré toda la vida aún que tú solo lo ames a él.

Tras estas palabras rotundas y seguras, de aquel a quien amaba, supe que había cometido otro grave error. Mis ansias por querer confesarle mi sentir me hizo actuar con arrogancia y prejuicio creyendo que yo cavia en algún lugarcito de su corazón.

Estaba claro que a aquel a quien ame fervientemente desde mi infancia no lograba ver en mí a una mujer, solamente a una muchachita tonta y engreída ni siquiera como una amiga.

Aparte la mano del picaporte, el cual jamás así, y me retire calladamente. Nuevamente el viento arremolinó mi cabello y la lluvia deslució aún más mi maquillaje mientras mi mente se traslado a la mañana al momento culmine de mi felicidad.

Flash Back…

-Papá voy a salir… -Grito desde la puerta, pero ni el más leve ruido fue devuelto en respuesta. La chica bajo la cabeza con decepción y desconsuelo, y partió rumbo a la calle.

Últimamente se sentía mejor estando fuera que dentro de su propia casa. No quería buscar culpables ni tampoco inventar excusas por aquella incomodidad así que intentaba visitar amigas o quizás ocuparse de alguna obra de caridad o lo que se presentase, pero ese día todo sería distinto, por fin le diría al hombre que amaba todo su sentir.

Estaba decidida, lo haría, sin importar nada más. Había esperado tanto que él, infructuosamente la notase, que le carcomía una aguda ansia el corazón.

Lo vio caminar algo abatido por la calle mirando improductivamente alguna que otra vidriera, y estaba tan abstraído que jamás noto su atolondrado mirar y el intrincado balbuceo que solía caracterizarla.

-Ho… la… Na-ru…to-kun. –Al notar que no era percibida elevó un poco el tono de voz. –Hola Naruto-kun –Expresó con firmeza y asombró por su tan notoria reacción.

-¡Ahh! Hola Hinata… -dijo el mirándola dispersamente y volviendo a centrarse en su enigmática tarea.

-Yo… que-ría… bueno yo quería… quería

-Eso ya lo dijiste… -Insinuó mirando sus perlados ojos.

-Si es cierto –Riendo atolondradamente. Respiro profundamente antes de proseguir. –Me gustaría… que los dos… hablemos… -dijo pausadamente.

-¿No estamos hablando? –Hinata pudo apreciar sus dos zafiros compungidos y azorados y ella sabía muy bien a que se debía aquella situación.

-Si… bueno… lo que yo quería… decir es…

-Hinata lo siento pero ahora estoy ocupado por que no hablamos en la tarde, sería lo mejor. –Sentenció él mirándola a los ojos; sinceramente ese día no tenía deseos de hablar con nadie.

-Si, claro… si deseas podemos vernos en el parque… y podemos hablar allí –notando como él le daba la espalda. –Es importante… -aclaro ella intentando llamar su atención.

-Si… -El chico no dijo más nada y se escabullo de aquella incomoda conversación.

Después de algunas compras y de una ansiosa mañana. La joven regreso al hogar dispuesta a asearse y prepararse para la tan ansiada velada.

-¿Qué te ocurre hermana? –Dijo Hanabi al verla hurguetear algunas cosas dentro del placar de su alcoba.

-Necesito algo que ponerme… -Desenmarañando un vestido color marrón.

-¿Y es para una cita? ¿O para la boda de mañana? –Inquirió la pelinegra.

-En realidad es para un cita… -sentenció algo nerviosa mientras sentía un intenso fuego brotar por sus mejillas.

-Entonces deberías ponerte algo más exuberante –señalo la muchacha.

-Es que no quiero ponerme algo demasiado llamativo, quiero verme casual pero elegante.

-Si es para una cita entonces no deberías vestirte de manera casual Hinata.

-¿Por qué no?

-Por que él debería verte atractiva, y si es quien yo creo aún que te vistas como toda una preciosidad él no sería capaz de notarlo.

-No seas mala Hanabi.

-No soy mala, soy realista Hinata. Ese chico es un rotundo idiota no vería al verdadero amor ni aunque lo tuviera delante de sus propios ojos.

-Hoy le confesaré lo que siento Hanabi.

-¿Estas segura hermana?

-¿Por qué me dices eso? Claro que lo estoy. Tengo muy en claro mis sentimientos.

-¿Pero y él? –Hanabi se acerco a ella y le beso con suavidad la frente –El marrón te quedará bien. –La chica le sonrió y escapo de la habitación.

Varias horas más tarde…

El cielo enrarecía y la noche estaba llegando por fin. Algunos truenos ensordecedores clamaban furiosos su autarquía sobre la espesura de la noche mientras el viento revoloteaba las hojas y sus largos cabellos renegridos.

Él no llegaba. Olvido mencionar a que hora se verían, eso fue bastante tonto por su parte, pero todo aquel nerviosismo causado por su encuentro le había sustraído no solo la cordura también su poco raciocinio intimidado por aquellas centelleantes gemas.

Los minutos corrieron y las horas volaron. El cielo se ennegreció y turbo al igual que su alma. No pudo evitar derramar diminutas pruebas cristalinas de un tortuoso amor, el cual, jamás sería correspondido.

Fin de Flash Back…

Camine como sonámbula por las calles húmedas y somnolientas de la ciudad. Si bien la lluvia había amainado el intenso frío no pensaba darme tregua alguna.

Nada me importaba, habría alguna diferencia si estuviese o no sola en la ciudad. Saque el teléfono del bolsillo pero solo tenía una llamada perdida de Hanabi y un mensaje de voz en el buzón del contestador.

Toda aquella parafernalia y demostraciones de afecto propios de un progenitor eran llevados a cabo por mi hermana menor. La sugestiva ausencia de mi padre en nuestra crianza, provocaba una enorme oquedad en mi corazón y la conflictiva relación con el sexo masculino o eso decía mi psicóloga.

-¡Supongo que nunca fui buena con los hombres! –bufé riendo como atolondrada, mientras me dejaba caer sobre una empapada banca, junto a una parada de autobuses.

La risilla se fue aplacando. En realidad no sabía por que reía ¿Acaso tenía motivos para sentirme así? El chico que más amaba me había rechazado, incluso, sin darse cuenta. Mis sentimientos yacían confusos y en estado catatónico. Me sentía débil e ignorante, y todo aquel estado había sido causado por el propio eclipse de mi negación.

No había otro hombre, nadie más había logrado captar mi atención. Para mi él era un sueño, un príncipe, el objeto de mi mayor culto y adoración.

-¡Y para que! –Expresé en voz alta.

Deje caer mi cabeza hacia atrás, mientras miraba algunas centelleantes luces, abatirse sobre el cielo nocturno. Notando el continuo y renovado repicar de gélidas gotas de agua.

Cerré los ojos intentando abstraerme de aquella escena. Necesitaba tomar un nuevo rumbo para mi vida. No podía seguir allí, no podía seguir en Konoha.

Todo me recordaría a él, sus callecitas, sus plazas, sus árboles, hasta esa tonta ardilla que solíamos admirar.

-No es bueno que tomes frío, te sugiero que regreses a tu casa. –Sentenció una imperturbable voz masculina que me sobresalto.

-¡Quien! –Intentando incorporarme y notando el pequeño reparo que yacía ahora sobre mi cabeza.

-Ya es tarde… -Entregándome el paraguas que me había resguardado.

-¡Oye espera! –Grite ¿Quién se creía este sujeto para interrumpir mis cavilaciones y pensamientos?

Apenas si podía ver su rostro. La lluvia caía ahora copiosamente sobre la ciudad dificultando mi rango de visión y mi rápido accionar.

-¡Esperé no necesito su paraguas!

El viento resoplaba y rugía. Intenté seguir la huidiza figura vestida de negro que caminaba ligeramente varios metros delante de mí.

-¡Espere! –Grite, más el paraguas fue agitado y zarandeado por una fuerte correntada tumbándolo al piso y haciéndolo rodar cuesta arriba.

Fui tras él hasta capturarlo, pero se mecía danzarinamente entre mis manos; lo cerré, pero al girarme para continuar mi primera persecución, la figura había desaparecido.

Un escalofrío recorrió mi piel. Alguien había logrado acercárseme lo suficiente como para evitar que lo notase. Si quería comenzar una nueva vida debía asegurarme de poseer una ¿Y si aquella persona hubiese sido un asesino cruel y despiadado?

-¡Eres una tonta Hinata! –dije dándome un golpecito en la cabeza.

Volvía mirar hacia la esquina; aquella figura no tenía intenciones de volver. Un estridente y ensordecedor rugido abrió el cielo en dos e infundió en mí un profundo temor. Tomé el paraguas lo abrí y corría casa.

Dos meses después…

Lo había hecho, había huido. Decidí comenzar mi nueva vida lejos de la ciudad que me vio nacer.

Alquile un apartamento, conseguí un trabajo de medio tiempo para sustentar mis gastos, y decidí anotarme en la facultad.

Todas las mañanas acudía a un curso de pre ingreso y por las tardes trabajaba en una cafetería cercana al campus.

-¿Ya te vas Hina? –Me grito Yuki mi compañera de trabajo mientras lavaba unos cuantos trastos.

-Si, la verdad estoy agotada.

-Y no es para menos tuvimos mucho trabajo hoy. Pareciera que cada vez que llueve todos vienen a refugiarse aquí dentro y a consumir café a toneladas.

-Al menos algo consumen. –Sonriendo y dejando mi delantal en un percherito de la cocina. – ¿viene a buscarte hoy tu novio?

-Si, así que no te preocupes yo cierro todo el local.

-Segura ¿No quieres que me quede hasta que venga?

-¡No que va! Sora llamo recién y esta en camino ¿No quieres esperarnos y te acompañamos nosotros?

-No tengo deseos de ser el mal tercio. –Suspire ofuscada.

-Vamos Hina sabes que nunca nos molestas, es más Sora tiene un amigo para presentarte, dice que es muy guapo ¿Qué dices? ¿salimos los cuatro?

-Lo pensaré… me voy Yuki buenas noches.

-¡Que duermas bien Hina y no olvides otra vez tu paraguas! –exclamo sonriendo.

No necesitaba otro hombre en mi vida. Por alguna extraña razón, grabada en mi genética celular, no tenía una buena relación con el sexo opuesto. Esta reflexión hizo que suspirara en voz alta algo ofuscada.

-¿No esta de acuerdo señorita Hyuuga? –Me increpo el profesor con un libro en la mano mientras se ajustaba los anteojos con la otra.

-Yo… lo siento… no estaba prestando atención –Balbucee escondiendo la cabeza frente la horda incontenible de risotadas.

-Le aconsejo que si desea cursar una carrera universitaria comience por prestar atención a todas y cada una de sus clases.

-Si señor… -Intentando concentrarme con todas mis fuerzas en aquel vendito libro.

-Siga usted señor…

Mientras la clase suspiraba y reía tontamente por alguna estupidez, mi pensamiento volvió a abstraerse al pasado. ¿Qué sería ahora de Naruto? ¿Estaría bien? ¿Habría superado lo de Sakura? ¿Pensaría en mí?

¿Y por que pensaría en mí? Jamás lo había hecho ¿por que se acordaría de alguien tan insignificante? ¿Porqué recordar a alguien que para él jamás existió?

Me sentí melancólica y angustiada. Necesitaba llorar y hacía enormes esfuerzos por contenerme.

La vista comenzó a nublarse y una impía gota se despatarro sobre aquel aburrido libro de biología.

Podría explicarle a aquel biólogo sin sentimientos lo que era derramar lágrimas de amor. Seguramente me correría a patadas de la clase con el seguro comentario de que "los adultos no debemos llorar" o peor aún me haría quedar pesimamente frente a un montón de desconocidos.

Necesitaba estar sola y despejarme; escabullirme de ese lugar. Tomé mis libros, mi abrigo y el paraguas color negro que retozaba apoyado a un costado de mi pupitre.

Me levante con ímpetu y camine con rapidez por las escaleras hasta salir con prisa de aquel salón. En el ínterin de mi apresurada fuga, pude oír los chiflidos de aquellos desconocidos y la voz autoritaria del profesor increpándome a permanecer en mi lugar.

Cuando por fin hube acabado de llorar me lave el rostro y me escabullí de aquel escondrijo que había hecho mío, aquel, que me resguardaba de la intensa soledad.

Salí del baño del primer piso y camine cabizbaja rumbo a la cafetería. Nuevamente el cielo se había tornado gris al igual que mi corazón. En mi trayecto tropecé con alguien pero no había tenido la fortaleza para alzar mi rostro, así que balbucee una vaga disculpa y continúe con mi paso lento resguardada bajo mi paraguas.

-¡HOLA HINA! –Grito Yuki al verme llegar a la cocina.

-Hola Yu… -dije con poco ánimo colgando mi abrigo. -¿No piensas trabajar? –Inquirí al notar que no llevaba puesto el uniforme.

-No, y tú tampoco.

-¡¿Qué, nos despidieron? –Lo único que me faltaba.

-No tonta les pedí a Sara y Azuza que nos cubrieran por hoy.

-¡QUE HICISTE QUE!

-Tranquila Hinata, no te espantes. Yo les pagaré el favor cubriéndoles dos días.

-¿Por qué haces todo eso? –Algo olía mal y no era aquella espiga de pan quemándose en la cocina.

-Recuerdas que el otro día te hice un comentario… ahh… -Yuki comenzó a balbucear sobre todo tras ver mi largo y entristecido semblante. –Vamos Hina no te vas a arrepentir.

-¡NO LO HARE YUKI!

-No seas mala además te vendrá bien conocer amigos, cambiar ese aire triste que portas desde que llegaste.

-Sabes por que estoy así…

-Que te haya ido mal con un hombre no significa que todos sean así además él te va a agradar ¡estoy segura! –Yuki sonrió falsamente pero entendía su gesto. No perdería nada por conocer un sujeto; a lo sumo, estaría una hora máximo dos y luego cada cual por su lado.

Esta bien… -suspirando.

-¡AHH LO DICES EN SERIO! –grito abrazándome.

-Si pero solo un rato…

-¡Excelente! Pero cambia un poco esa cara pareciera que vienes de un funeral. Arréglate un poco ese delineador –ayudándome con esos menesteres. –Y desabróchate un poco la blusa debes lucir más tus encantos. –Dijo desprendiendo los dos primeros botones de la camisa.

Tras salir del baño volví a abrocharme uno de los botones mientras Yuki caminaba muy contenta delante de mí.

-¿Dónde nos veremos?

-Pues aquí, esta horrible para ir a otro lado.

-Si tú lo dices… -Sujetando mis libros y el paraguas con dificultad mientras caminábamos hacia las mesas.

-¡Sora aquí estamos! –Yuki agito la mano derecha en el aire con felicidad. -¡Vamos Hina! –arrastrándome hacía una mesita dispuesta junto a la ventana.

-Hola Hinata –sonrió Sora estrechando mi mano. –Él es un amigo -indicándome la presencia de un sujeto de cabello negro, ojos azabaches y mirada taciturna y gélida.

-Hola… -expreso con frialdad.

-Hola soy Hinata, Hinata Hyuuga… -fingiendo una sonrisa y estirando mi mano para estrechar la suya con cordialidad. El chico se acarició el cabello despejando un poco su rostro y suspiro algo ofuscado evitando por completo aquel saludo.

-¡Ahh! Será mejor que nos sentemos –dijo pausadamente Yuki quien noto la poca chispa en aquella conjunción amorosa que había intentado concretar.

-Sasuke… no seas tan efusivo… -rió Sora quien se sentó a su lado bastante nervioso.

Tras tomar dos tazas de té y comer medio pastel de manzana comencé a sentir la incomodidad de aquel cuarteto. Estaba claro que yo no le caía bien al amigo de Sora, quien había evitado hablarme en toda la tarde, y eso provocaba en mis amigos absurdos intentos por obtener una bien lograda conversación.

Centre mi vista en la ventana. Afuera la lluvia volvía a caer con intensidad. Al parecer aquel paisaje gris y agreste se había convertido en un paramo de confort para mi adolorida alma y mi afligido corazón.

Otra vez mi mente se centro en Naruto. A pesar de la distancia y del tiempo trascurrido su recuerdo acudía a mi mente como un fantasma en pena que buscaba redención.

El recordar la escena en su apartamento y sus crudas palabras, volvieron a reabrir aquella profunda herida en mi que aún me costaba sanar.

-¿Estas bien Hina? –Inquirió Yuki llamándome la atención al ver brotar de mis ojos aquellas cristalinas lágrimas que contemplaba con asiduidad.

-Yo… si, si claro… -Intentando secarme aquella desubicada acción traicionera por parte de mis ojos. –Yuki lo siento pero debo irme… tengo que estudiar para mañana y ya se me ha hecho tarde. –Poniéndome rápidamente en pie.

-¡Ya te vas! –Yuki me miró entristecida y preocupada.

-Si… tengo muchas cosas que hacer… -Me puse el abrigo con prisa. –Sora muchas gracias por la invitación y… -Miré al sujeto castaño quien me observaba con atención mientras acomodaba rápidamente mis libros bajo el brazo y me apoderaba del paraguas con mi mano libre. –Ahh… -Había olvidado su nombre. –Un gusto haberte conocido. –dije con una sonrisa forzada.

-Lastima que no puedo decir lo mismo. –Aseveró con firmeza.

-¡Sasuke! –exclamó Sora.

-Descuida Sora, se que no soy buena compañía… lo lamento. –Hice una pequeña reverencia y me disponía a huir cuando volví a escuchar su agreste voz.

-Ese paraguas es mío. –Objeto. Lo miré con enojo ¿Este sujeto realmente era un desubicado o ese día se había levantado con el pie izquierdo?

-Se equivoca este paragua es mío.

-No lo es, me pertenece. Si te fijas encontrarás mi nombre gravado en la parte baja del mango.

-¿su nombre?... –su actitud ya me fastidiaba ¿que se pensaba este sujeto salido de vaya a saber donde que yo era? Yo no había robado nada; era el paraguas que me había dado ese sujeto extraño en Konoha, pero eso fue en otro lugar, en otra vida.

-Fíjate y verás allí mi nombre. –Tomando un sorbo de café.

-¡Eso es imposible! Hina lo tiene desde que llegó a la ciudad. –Aseveró Yuki.

Miré bajo el mango del mismo y para mi pesar y vergüenza, allí estaba el bendito nombre, Sasuke Uchiha…

-Me gustaría que me devolviera lo que me ha expropiado

-¿Me esta acusando de ladrona? –Inquirí molesta.

-Si tú lo tienes y no yo, por algo será verdad.

-¡Yo no robe nada! –indignada. –Me lo dio alguien en Konoha, mi ciudad natal.

-¿También eres de Konoha, Hinata? –Inquirió Sora. Yo lo miré sorprendida.

-Por supuesto, yo te lo di, pero no era para que te lo quedases.

-¿Y como se supone que iba a devolvértelo? Te corrí bajo la lluvia pero ni siquiera paraste y luego… -Sentía que me hervía la sangre.

-Para eso tiene el nombre gravado en el mango, con haberlo leído me encontrabas con facilidad en cualquier guía de Konoha. No quedamos muchos Uchihas en la ciudad. –El tipo me miró con soberbia.

-Pues yo no se lo robé, usted me lo dio y si tanto lo quiere aquí lo tiene. –Depositándolo con brusquedad sobre la mesa. –¡No lo necesito!

-Pero Hina llueve a raudales afuera ¿Quieres que te preste el mío? –Inquirió Yuki.

-No, estaré bien Yuki… será mejor que me vaya o la dueña nos echará a ambas. Además no me molesta caminar bajo la lluvia.

-Pero si te enfermas Hina… -Decidí no seguir escuchándola y salí con prisa del lugar.