¿Y si ella hubiese deseado terminar con todo antes?
— ¡Oz! — Le buscó sin paciencia alguna por habitaciones, pasillos y salones. Echaba el aire con enojo, cerraba las puertas con fuerza.
Había estado pensando por días, dubitativa al reflexionar sobre la que creía la mejor opción. Sabía muy bien que al llevar aquello a cabo volvería a aquel obscuro lugar, ese solitario rincón de melancolía y soledad. Sin embargo, eso no era culpa del muchacho. Siquiera sabía si era la suya.
Sólo deseaba salvarlo.
— ¡Oz! — Le llamó nuevamente cuando se topó con la salida al balcón, saliendo a éste de inmediato para hacerse notar tras el rubio. Esperó hasta que él se voltease a ella.
Buscó sus ojos con resguardo.
— Alice. — Le saludó con una sonrisa, típico de él.
— Te he estado buscando por todas partes.
— ¿De verdad? — Ladeó la cabeza con curiosidad, buscando en la muchacha aquella mueca disgustada. — ¿Qué sucede?
— Debo... Necesito hablar contigo.
— ¿Es algo malo? — El joven se vio obligado a preguntar, y es que aquella expresión en las dulces facciones de la castaña dejaban poco optimismo a su imaginación.
— El contrato. — Alice murmuró.
— ¿Eh?
— ¡El contrato!
— ... — Aquella sonrisa quedó difuminada. — ¿Qué sucede con él?
— ... — La fémina clavó la vista en sus botas blancas, ignorando aquellas miradas preocupadas bajo toda costa. No quería enfrentar a esos ojos esmeraldas, no quería regalarle muecas tristes tampoco. — Quiero romperlo.
— ¿Romperlo? — Parpadeó.
La muchacha no hizo más que asentir.
— ¿De qué hablas, Alice?
— Quiero romper el contrato contigo. Sé que tú puedes hacerlo y te pido que lo hagas.
— ¿Que lo haga? — Confundido, bajó las cejas. — ¿Por qué? ¿Por qué dices tal cosa?
— ¿Acaso no es obvio? No tiene más sentido que sigamos con él... La aguja llegará al final del reloj pronto.
— ¡Ah! Pero hemos hablado de esto muchas veces. — Brilló en una curvatura de labios aún mayor que la primera. Cierta alegría desbordó de sus ojos pero, desgraciadamente, no logró transmitir y contagiar a la castaña con el sentimiento. — Encontraremos una solución para eso. ¿No confías en ello?
— ¿Crees que lo hago? — Alzó la cabeza en alto, apretando las cejas al igual que sus puños, que dolidos se encontraban. — ¿Por qué sonríes así, Oz idiota? ¡Estoy hablando enserio!
— ...— El pobre muchacho no evitó eliminar la expresión de sus rosados labios. — Sabes que tú terminarías...
— Lo sé. Estoy más que dispuesta. ¡No creas que no lo he tenido en mente antes de considerar esto!
— Alice... — Retuvo el aire un instante diminuto cuando terminó por creer aquellas palabras crueles. Incluso le analizó con inseguridad, tratando de encontrar la falsa convicción en ella. — ¿Entiendes realmente lo que me estás diciendo? — Cuestionó. — ¿Por qué has llegado a concluir que esto sería mejor así?
— Porque pasará de todas formas, y será mucho peor si dejamos que el momento llegue por sí solo. — Refunfuñó. — Me he preparado, lo he asimilado. Puedo aguantarlo.
Oz quedó prácticamente atónito. No creía que aquella valentía fuese verdadera y es que, mirándola a los ojos con atención, podía descifrar aquellas pizcas de miedo profundo que contradecían lo dicho por la castaña. Podría ser un ataque de ansiedad, una pequeña desesperación que orillaba a la chica a sacar conclusiones no válidas. El terror se escapaba de esos amatistas con rapidez absoluta.
— No dejaré que vuelvas al abismo. —Le dedicó la mirada más intensa antes dada, tomándola suavemente por los hombros. — No puedo dejarte sola, ¿entiendes?
— ¡Pero yo tampoco puedo permitir que tú termines en él! — Alice soltó su frustración máxima, respirando como si a una carrera estuviese sometida. — ¡Lo he decidido!
— No es necesario nada de eso, Alice. No soy capaz de cumplir tal cosa.
— ¡Claro que sí!
— No pue...
— ¡Es lo único que te pido ahora mismo! Piénsalo, Oz.
— Pero A... — No lograba finalizar sus oraciones ante las interrupciones contrarias.
— Si he salido antes de allí, puedo hacerlo cuantas veces quiera. ¡He sobrevivido ahí por mucho más tiempo del que se puede contar! ¡Definitivamente tienes que...!
— ¡Alice! — Apretó sus hombros al alzar la voz, para finalmente ser oído. — No romperé el contrato, sin importar cuánto insistas.
— ¡Pero...!
— No. — Dejó el índice de la diestra sobre aquellos labios pálidos. — Lo que me pides no tiene sentido para mí. — Casi hizo una mueca con los labios.
— Pero...
— Déjame terminar. — Pidió con una sonrisa amable. — Aceptaré lo que sea que suceda conmigo, ¿de acuerdo? Supe cuáles eran los riesgos y los acepté de todas maneras. No dejaré que vuelvas a ese lugar, y si lo haces, yo estaré contigo. — Ladeó la cabeza. — ¿Comprendes?
Y allí estaba Alice, bajando las cejas como si estuviese ofendida y regalando al mayor un puchero. Enojo inofensivo, vamos.
— Idiota... — Se abrazó a él, presa del calor en su cara.
Oz sólo pudo reír.
Jamás haría tal tontería.
