Disclaimer: El mundo de la leyenda de Ávatar y sus personajes no son de mi pertenencia y su uso en este escrito es sólo por entretenimiento.

Libro I: La gente del desierto

Capítulo I: Shangye

Hace ya quince años que el Ávatar Korra nos ha dejado. El mundo vive una falsa sensación de paz que sólo se puede sentir en las grandes ciudades donde reside el poder. La Nación Tierra ha tenido una serie de conflictos internos en los que Taro, el presidente de la República de Naciones Unidas, no ha tenido problemas en involucrarse. La gente de los pequeños pueblos de la Nación Tierra son quienes sufren las consecuencias. Despojados de sus fuentes de trabajo, la mayoría de los recursos naturales van a parar a Ba Sing Se y quienes residen en los poblados de provincia se ven drásticamente afectados por la falta de recursos. "Las decisiones políticas no son temas que le atañan al Ávatar", se dicen todos, puesto que la violencia no es física, y el Ávatar Korra nunca se enteró de estos problemas hasta que ya fue demasiado tarde no pudo ayudarles.

Viven tan tranquilos en la gran ciudad, que piensan que no necesitan buscar al siguiente Ávatar, puesto que creen que ninguna guerra se aproxima. Fue bajo estas mismas palabras que el entonces primer ministro de la Nación Tierra se negó a concederle una reunión a los miembros del Loto Blanco en su momento, alegando que nada sucedería en el corto plazo y que no había prisa en encontrar al sucesor de Korra.

Sin embargo las cosas están a punto de cambiar. El Oasis de las Palmeras Brumosas ha crecido con el tiempo, transformándose en el poblado de Shangye, capital del comercio en el desierto de Si Wong. En el pequeño poblado se reúne gran parte de los habitantes del desierto: comerciantes cabeza de escarabajo, areneros y mercenarios. También ha florecido la práctica de la arena control, que es la forma más común por aquellas tierras. Sin embargo, la gente se siente decepcionada de su representación en el gobierno de la Nación Tierra y ha surgido un ferviente movimiento separatista que pretende desligar los poblados del desierto de Si Wong del control de la Nación. La tensión política es tal, que se ha anunciado por todo Ba Sing Se que están en busca de la siguiente encarnación del ávatar.

—¿Y por qué están tan desesperados por encontrar al Ávatar? —pregunta HuangWu a su padre mientras ambos escuchan las noticias en un viejo televisor a blanco y negro ubicado al fondo del taller.

—Seguramente tengan miedo de la fuerza separatista— responde Renxing, su padre, mientras ambos, junto a su hermano gemelo Shabao, moldean vidrio caliente usando arena control—. Deben tener miedo de lo que pudiese suceder si el Ávatar no ha nacido dentro de Ba Sing Se.

Shabao escucha atentamente la conversación mientras intenta moldear la figura de un tejón-topo. No suele hablar demasiado con su padre, aún cuando éste le enseña el arte de la escultura en vidrio mediante la arena control, pero esta vez el tema ha llamado su atención.

—¿Le temen a la fuerza separatista?— dice ante la mirada atónita de los otros dos.

Renxing intenta no mostrarse demasiado sorprendido ante la inesperada intervención de su otro hijo, pero ni él ni HuangWu pueden evitar detener la faena por unos segundos antes de decidirse a responder.

—En realidad, se sienten amenazados— dice Renxing finalmente—. No quieren que el gobierno se desestabilice. Si el Ávatar forma parte de la fuerza separatista, seguramente más provincias de la nación se volvería contra el gobierno y... bueno, está demás decir que eso no le conviene a nadie.

—Quizás así nos dejen por fin en paz. Lo mejor sería que el Ávatar pusiera fin a la tiranía de la Nación Tierra— responde HuangWu en un tono que hace a su padre mirarlo fijamente.

—No, Huang, el Ávatar no está en el mundo para causar guerras, sino para evitarlas. Lo peor que podría pasarnos en este momento sería una guerra.

— ¡Pero quizás sea la única manera de librarnos del control de esa gente que no se interesa por nosotros! ¡Quizás sea la única manera en que la gente deje de morir de hambre en este pueblo! —dice Huang, aún determinado a continuar su escultura, pero la masa de vidrio caliente comienza a descontrolarse.

—¡He vivido lo suficiente como para saber que una guerra sólo trae más desgracia al pueblo!— responde severamente Renxing mientras también comienza a perder el control— ¡La violencia no solucionará nuestros problemas!

Dicho esto último, tanto Renxing como HuangWu perdieron el control sobre el vidrio caliente y este cayó al piso. Shabao observaba silenciosamente y, terminada su escultura, se dispone a meterla en agua fría cuando se da cuenta de que, alrededor, todo mundo está pendiente de la discusión. Algunos de los escultores aprietan sus puños en señal de impotencia, mientras algunos maestros fuego encargados de los hornos voltean sus caras, fingiendo no haber oído nada.

—Es todo por hoy, chicos— dice el padre mientras se pone de pie—, continuaremos mañana. Yo ordenaré este desastre. De momento diríjanse a la mina del sur y traigan más arena para hacer vidrio.

Los chicos se pusieron de pie en silencio y salieron del taller sin cruzar palabra. Renxing ordenó luego al resto seguir con el trabajo y todos volvieron a sus labores. La escultura en la que había trabajado Shabao estaba enfriándose y tenía un aspecto perfecto, lo que hizo sonreír a Renxing mientras la retiraba del agua y la ponía en una estantería junto a otras esculturas.

—Sólo espero que el Ávatar haga lo mejor para el pueblo— se dijo antes de volver a su trabajo.

Ambos hermanos montaron en Yaya, el escarabajo-rinoceronte de la familia, para dirigirse en busca de la arena. Al pasar por la ciudad, todo el mundo rumorea sobre el posible origen del Ávatar, y escuchan a muchos decir que lo mejor es que no se encuentre en Ba Sing Se, por que ¡ay, qué sería de las pobres provincias si el Ávatar estuviera bajo las órdenes del primer ministro!

—Solamente espero que el Ávatar no esté de acuerdo con ese hombre —comentó HuangWu—. Mientras no se atreva a atacar a la fuerza separatista, no hay por qué temerle.

—Si busca la paz, como dice papá, no debiera haber ningún problema —dice Shabao a su hermano—. No creo que el Ávatar sea un sujeto al cual tenerle miedo. A demás, no hace mucho que el Ávatar Korra murió: seguramente ha de ser un chico igual que nosotros.

— Pobre de él, la que se va a armar cuando se sepa quién es —dice mientras, sentado a la delantera en Yaya, comienza a acariciarle—. Al menos sabemos que Yaya está de nuestro lado. —Y el escarabajo-rinoceronte hizo un ruido en señal de aprobación.

Ambos hermanos son muy unidos. La diferencia entre ambos es que Shabao es mucho más reservado que HuangWu. Este último demostró su habilidad desde muy pequeño y nunca tuvo miedo de mostrarlo ante todos. Shabao es un maestro arena tan habilidoso como su hermano, pero nunca quiso ser reconocido por ello y por lo mismo mantiene desde siempre un bajo perfil. La única persona con la que se siente a gusto hablando es con su hermano. Muchos atribuyen esto al hecho de que son gemelos, y Shabao cree firmemente que es la única persona que lo comprende verdaderamente, quizás por aquella conexión. Ambos viven con su padre, un antiguo maestro arena, otrora mercenario, pero que los años le cayeron encima y comenzó a trabajar el vidrio para poder asentarse finalmente junto a sus hijos. De su madre saben poco, sólo que murió de deshidratación mientras viajaban en mitad del desierto, una de las razones por las que Renxing decidió asentarse en Shangye. Con el tiempo la tienda ha tenido su éxito, pero tienen la certeza de que si no se encontraran en la capital económica del desierto y si las esculturas no fueran tan apreciadas en Ba Sing Se, no podrían llevar la ya austera vida que llevan, conscientes de que la gente en el Si Wong la está pasando mucho peor.

Al volver con los sacos de arena al taller, ya ha caído la noche y, con ello, las temperaturas del desierto. Siempre queda encendida una caldera del taller para calentar el resto del recinto, que es el hogar de Renxing y sus dos hijos. Al llegar, aún con la tensión en el ambiente por la discusión de aquella tarde, los hermanos se disponen a cenar junto a su padre sin emitir sonido alguno. A Shabao esto no le sienta tan mal y disfruta de la cena como si nada sucediera, pero HuangWu nota algo distinto en el aire al ver a su padre y, ante todo pronóstico, decide preguntarle.

—¿Sucede algo, papá?

Renxing traga un poco de sopa y mira a sus hijos a los ojos antes de responder.

—Hace un rato en la televisión hubo una conferencia de prensa del primer ministro —dice el padre con voz pesante—. Ha dicho que encontraron al Ávatar en Ba Sing Se y que éste esta ansioso por ayudar al gobierno de la Nación Tierra.

Los dos chicos se quedaron mudos ante la noticia. Shabao miraba con grandes ojos a su padre, mientras que a HuangWu se le apretaba el estómago al escuchar semejante noticia. ¿Qué iban a hacer ahora? ¿Cómo haría la fuerza separatista para librarse de la tiranía si ahora no solamente el gobierno, sino que también el Ávatar se interponían en su camino?

—No han querido revelar su identidad, para evitar que los separatistas lo ataquen ahora que aún no domina los cuatro elementos —termina de decir su padre.

—Ya no tengo hambre —dice HuangWu mientras se pone de pie y se dispone a ir a su cuarto.

Shabao lo observaba tranquilamente, entendiendo el sentir de su hermano, consciente de que es un simpatizante de los separatistas. Renxing no dijo nada y simplemente lo dejó ir mientras terminaba a duras penas él mismo su cena. Cuando HuangWu se hubo ido, su hermano se atrevió a conversar un poco con su padre.

—¿Es acaso tan terrible? ¿Acaso el Ávatar no puede decidir por sí mismo?

Renxing observó a su hijo y dejó salir un suspiro.

— Ojalá fuera tan fácil, hijo. Esperemos que el Ávatar sepa como actuar.

— Seguro que sí. No creo que vaya a instigar una guerra.

Dicho esto, Shabao terminó su cena en silencio mientras que Renxing no dejaba de pensar en las posibilidades del futuro que se avecinaban. La tensión era cada vez más grande y, si bien el gobierno debió pensar en esto como una buena idea para apaciguar a los separatistas, también podía significar todo lo contrario y avivar la llama más fuerte que nunca.

HuangWu se había encerrado en su cuarto y miraba por la ventana el desierto de noche. El cielo despejado se abría sobre Shangye y la luna parecía pegada al cielo. La vista majestuosa del firmamento contrastaba fuertemente con las casas humildes que llenaban el poblado. Él mismo ya se sentía demasiado ostentoso viviendo en aquella casa de dos pisos que su padre había levantado con tanto esfuerzo. La mayoría de las casas aguantaba apenas las inclemencias del desierto. ¿Cómo era posible que la gente en el gobierno no se preocupara por el bienestar de su gente? Por mucho tiempo la fuerza separatista se había mostrado como la esperanza para aquellos pueblos olvidados en medio del desierto, sin embargo ¿quedaba aún esperanzas? ¿podrían acaso enfrentarse al Ávatar? Se encontraba perdido en esos pensamientos cuando un ruido a lo lejos lo alarma. Algunas personas comienzan a correr por las calles y las luces comienzan a encenderse. De pronto todo es un griterío colectivo en las calles. Las personas advierten a sus vecinos y así mismo es que Tarkan, uno de los maestros fuegos que trabajaba en el taller de su padre, aparece corriendo con su hija de la mano. Al ver a HuangWu en el marco de la ventana, le hace señas para que éste la abra y entonces le grita desde la calle.

—¡Despierta a tu hermano y a tu padre y huyan! ¡Los Dai Li están secuestrando a todos los jóvenes del pueblo!

Acto seguido, salió corriendo con su hija siguiéndole apenas los pasos, temblando de frío en la noche desértica. HuangWu se exalta inmediatamente y salta de la cama en busca de su hermano. Se topa con su padre en el pasillo y le explica la situación. Renxing se apresura a aprovisionarse un poco mientras le pide que despierte a Shabao.

Al abrir la puerta de la habitación de su hermano, se da cuenta con pavor de que éste no se encuentra ahí. Por unos momentos HuangWu entra en pánico. La gente corre como torrente por las calles y los ruidos del desastre se sienten cada vez más cerca. ¿Dónde podría encontrarse su hermano en ese momento? De pronto recuerda el taller en el sótano y, sin cuestionarse por qué podría encontrarse allí, razona que no hay otro lugar donde podría estar.

Efectivamente Shabao se encontraba en el sótano. Al estar bajo tierra, los ruidos de la superficie apenas se filtraban y éste no se percató de que el pueblo estaba bajo ataque. Shabao gustaba de bajar a esas horas de la noche al taller y practicar su arena control cuando nadie más estaba a su alrededor. Sin embargo, lo que HuangWu vio en ese momento, lo dejó atónito. En el momento en que abre la puerta del taller, Shabao sostenía una masa de arena caliente en el aire. Justo en el momento en que HuangWu abre la boca para contarle lo que estaba sucediendo, estaba seguro de ver salir una leve flama de la boca de Shabao. Fue solamente un instante, una fracción de segundo, pero antes de decir palabra alguna, Shabao se dio cuenta de la presencia de su hermano y entonces la masa de arena cayó al piso bruscamente. Los siguientes tres segundos fueron de un silencio incómodo, rápidamente roto por el ruido de la muchedumbre en el exterior y un grito de su padre para que se apresuraran. Shabao no entendía lo que sucedía, pero no había tiempo de explicaciones. HuangWu se acercó y lo tomó del brazo para sacarlo de ahí. Su padre les entregó unos abrigos que se pusieron raudamente y entonces salieron de casa para montarse en Yaya, que estaba nervioso por todo lo que sucedía.

—Tranquilo Yaya, todo estará bien —le dice Renxing antes de montar a la delantera del escarabajo-rinoceronte.

Monturas puestas y la familia en posición, Yaya se puso en marcha, lo más rápido que sus seis patas se lo permitían, sin embargo, al salir a la calle, son interceptados inmediatamente por un grupo de agentes Dai Li que lanzan brazaletes de roca para inmovilizar al ginete. Renxing reacciona rápidamente y detiene las rocas, transformándolas en arena antes de que estas lo alcanzaran.

—No sabía que pudieras hacer eso —dice HuangWu al ver la técnica de su padre.

—Hay mucho de la vida antes de su nacimiento que no saben de mí— responde Renxing—. ¡Arre, Yaya!

El escarabajo-rinoceronte se pone a toda marcha, sin embargo los Dai Li avanzan a una velocidad abrumadora, pisándoles los talones. Los gemelos se afirman el uno con el otro, con el corazón en lagarganta y sin tiempo de pensar en lo que está sucediendo, como si aquello no fuera real. Yaya corre lo más rápido que puede, pero los Dai Li se adelantan y le cortan el paso.

—No queremos hacerle daño —dice uno de los agentes mientras se coloca en una desafiante posición de ataque—. Entregue a los niños y no tendremos que recurrir a ningún método agresivo.

Entonces, Renxing se baja de Yaya para posicionarse frente a los agentes.

—Huang, toma las riendas —dice Renxing mientras se quita el abrigo para moverse con más tranquilidad—. Cuento con que puedan llegar ambos a un lugar más seguro.

—Pero papá... —intenta protestar HuangWu mientras Shabao observa todo respirando agitadamente.

—Nada de peros... no es el momento. —Se coloca en posición de combate—. ¡Yaya, arriba!

Sin que los gemelos pudiesen hacer más que coger las riendas y agarrarse fuerte, Yaya abrió su duro caparazón para desplegar sus alas y volar torpemente por sobre los Dai Li. Antes de que estos pudiesen reaccionar, Renxing convierte la tierra bajo sus pies en arena y los entierra hasta el cuello. Yaya logra llegar lo suficientemente lejos como para volver al piso y seguir corriendo a perderse entre las casas. A lo lejos, los gemelos logran ver cómo su padre es apresado por otro grupo de guerreros Dai Li. Ante la incertidumbre de lo que les espera, Shabao y HuangWu comienzan a llorar mientras aprietan sus dientes con impotencia. Logran llegar a una gran barca de arena que está llevándose a algunos chicos y sus padres que lograron escapar.

—¡Rápido, suban! —les grita un arenero a la distancia— ¡Hay espacio hasta para su mascota!

Lograron subir a la última barca arenera que quedaba, justo antes de ser avistados por un grupo de los Dai Li, sin embargo, y gracias a la destreza de los areneros, la barca se movió a toda velocidad por las dunas del desierto y todos se sintieron inmediatamente más seguros.

—Es cierto que estamos más expuestos aquí, pero habría que ser un tonto para adentrarse en el desierto de Si Wong sin saber arena control —dijo uno de los refugiados.

Shabao estaba desconcertado. No entendía qué es lo que había sucedido y fue entonces que HuangWu pudo explicarle un poco más la situación. Estando ahí con un grupo de gente del pueblo, la conversación suscitó comentarios inmediatamente. Nadie entendía el por qué de semejante ataque.

—¿Qué querrá la Nación Tierra con los jóvenes de provincia? —se preguntaba uno de los padres.

—Seguro querrán acabar con las siguientes generaciones, así debilitan a las fuerzas separatistas —comentó uno de los chicos que ahí se encontraba—. Sucios capitalinos.

Shabao se limitaba a esconder su cabeza entre sus piernas sin prestar demasiada atención a los comentarios. Trataba de entender cómo es que ayer todo iba tan bien y de un momento a otro habían sido arrebatados de su hogar.

—No creo que esa sea la razón —dice HuangWu, pensativo. Todo mundo se volteó a escuchar lo que el joven tenía que decir—. Quizás siguen desesperados por encontrar al Ávatar.

—Pero hoy mismo dijeron a la prensa que ya lo habían encontrado —reaccionó una de las jóvenes—. Hasta dijeron que estaba contento de ayudar al gobierno.

—Sí, pero... —responde HuangWu. Mira a su hermano por unos segundos antes de continuar—. ¿Qué tal si no es así? ¿Si sólo fue una estrategia para intimidar a las fuerzas separatistas?

Todos se ponen a pensar por unos momentos ante las palabras de HuangWu. Shabao hunde cada vez más la cabeza entre sus piernas.

—Tiene sentido —dijo uno.

—Si en realidad no encontraron al Ávatar como dicen, deben estar como locos buscándolo entre las provincias —continuó otra.

—Seguramente quieren hacerse con él tan pronto como sea posible. No lo quieren como enemigo —dijo otro.

La conversación tomaba cada vez más vuelo. HuangWu se percataba de cómo Shabao se hundía cada vez más entre sus piernas. Toda esa cháchara sobre el Ávatar parecía estar afectándole. La conversación se hacía cada vez más intensa. "¿Creen que lo torturen si lo encuentran?", "¿que lo maten?", "quizás le laven el cerebro", "más le vale actuar pronto", "a estas alturas debería pronunciarse por sí mismo y tomar cartas en el asunto". HuangWu era consciente de la ansiedad que su hermano sentía y en ese momento, la arena bajo la barca se levantó violentamente, volcándola en medio del desierto, lanzando a todo mundo por los aires. La arena, por suerte, amortiguó en gran parte la caída de la gente; Yaya alcanzó a revolotear un poco antes de caer sobre sus seis patas en la arena del desierto, sin embargo la barca no corrió la misma suerte. Apenas se hubieron puesto de pie, los areneros se dirigieron a revisar el estado de la barca.

—No hay caso —comenzó a anunciar uno de los areneros—, tendremos que pasar la noche aquí. La nave está averiada.

Todos se dispusieron a armar un campamento con las escasas cosas que poseían. Uno de los refugiados era un maestro fuego que ayudó con una fogata a capear el frío del desierto que ya comenzaba a colárseles en los huesos. Para comodidad de ambos, HuangWu y Shabao se apartaron un poco del resto del grupo, sentados con Yaya a sus espaldas, para así hablar los dos en calma.

—¿Hace cuánto lo sabes, hermano? —pregunta HuangWu de la nada a su hermano, éste aún con la cabeza entre las rodillas.

—Lo suficiente como para que me odies con razón.

—¿Y por qué lo ocultaste por tanto tiempo? —dijo aún con calma.

—Si te dijera que no quiero involucrarme en una guerra separatista, ¿no me odiarías?

HuangWu no respondió. Se quedó mirando un rato el inmenso firmamento que se levantaba sobre sus cabezas. Al cabo de un rato volvió a decir algo.

—Tratemos de dormir. Debemos pensar en cómo mantenerte a salvo de momento. Ya pensaremos en el futuro.

—¿Crees que papá esté bien?

—Papá sabe defenderse. Ya lo vimos ambos —dijo mientras se disponía a dormir—. Mejor vamos a dormir. No es momento de pensar esas cosas.

El futuro es incierto a estas alturas y en mitad de la nada. Shabao se siente abrumado, sabiendo que deberá, de ahora en adelante, afrontar la responsabilidad de haber guardado un secreto por tanto tiempo. El mundo no debe conocer su identidad, pero la Nación Tierra no cesará tan rápidamente su búsqueda, por lo que tendrá que aprender a defenderse para evitar que le pongan las manos encima. Ya se ha hecho tarde y hay que seguir el camino mañana, quién sabe donde. Shabao hace caso a su hermano y decide que lo mejor es dormir, mañana será otro día y lo que ayer era paz ya no lo es más. Desde ahora y en adelante la vida será distinta.