Pues si, nuevo wincest
Lo terminaré, lo sabéis. Actualizaré, también lo sabéis. El cuando no lo se ni yo
La beta es la gemela, lo que es como no tener beta, así que si alguien se ofrece, está contratado, la paga es mi eterno agradecimiento y si nadie se ofrece le echaré a ella la culpa de los fallos que podáis encontrar
Por supuesto lo estoy colgando en el supernatural_foro y quizás también lo cuelgue en AO3.
"LA LLAMADA DE LA SANGRE"
Autor: El gemelo oscuro
Tema: Wincest AU, lobos (Alfa/omega)
Calificación: M
Resumen: En un futuro hipotético dónde los licántropos controlan el mundo, la relación antinatural entre un alfa y un omega van a cambiarlo todo.
Estado: WIP
Descargo de responsabilidades: SPN, sus personajes e historias pertenecen a sus creadores y a la CW. Todo parecido con Supernatural es meramente estético y se que no debería hacerlo, pero lo hago igual. El escritor no va a obtener ningún beneficio (material) de escribir esta historia y los lectores tampoco obtendrán ningún beneficio moral y leen bajo su absoluta responsabilidad
¿Empezamos?
"LA LLAMADA DE LA SANGRE"
Prólogo:
El nuevo licántrarca de Detroit
Hace casi mil años, cuando los humanos creían que eran la cúspide de la naturaleza y se dedicaban alegremente a arruinar a sus semejantes y a destruirla creyendo que la Tierra jamás se rebelaría, su soberbia les llevó a crear a los licántropos. Seres humanos a los que se hibridó con una raza extinta de lobos. La intención de los líderes de aquellos prepotentes humanos era crear a los soldados perfectos, los seres "Inferiores" que lucharían y morirían en sus guerras por ellos. Al principio creyeron haberlo logrado.
Ignorando las advertencias de los pocos humanos que comprendían la barbaridad que estaban cometiendo y alimentando el orgullo y la falta de empatía de algunos científicos que ponían el conocimiento por encima de todo, menospreciaron a sus creaciones como si unos seres sintetizados con lo mejor de ambas especies no fueran capaces de llegar a pensar por sí mismos. La Rebelión fue sólo cuestión de pocos años, puede que los "Soldados perro", como fueron apodados los licántropos destinados a la guerra, fuesen leales y obedientes, pero entre ellos también había elementos independientes, entes cuya conciencia de la propia identidad era tan poderosa como la de sus creadores encontrando la forma de ganarse la lealtad de sus compañeros de esclavitud. Esos líderes fueron llamados alfas por los soldados a su mando que se llamaron a sí mismos betas.
A los diez años de la creación de los hombres-lobo las rebeliones a pequeña escala en cada cuartel se convirtieron en una guerra global. Durante casi doscientos años, la lucha entre humanos y licántropos fue una constante. El planeta se cubrió con la sangre de ambas especies quedando al borde de la destrucción total. Los licántropos se organizaron en nueve clanes, cada uno de ellos originado por el país o coalición de países que los creó. Irónicamente fue el licántropo más sanguinario, tanto que adoptó el nombre que los humanos daban al Mal, quien terminó con la guerra.
Haciendo una coalición con los jefes de los otros ocho clanes, Lucifer Winchester derrotó al último gobernante humano en la ciudad de Detroit y sobre los escombros humeantes y los cadáveres de quienes no se rindieron a la nueva especie dominante se repartieron el mundo estableciendo la vigente licantrarquía que gobernaría el planeta en lo sucesivo.
Como resultado de las guerras miles de humanos comenzaron a transformarse en licántropos a causa de las heridas infligidas en ellos por alfas transformados. El clan Singer, con la autorización de los demás clanes, acogió a todos estos humanos-lobo a los que se llamó omegas. Al principio fueron aceptados tanto por los demás lobos como por los propios humanos como el símbolo de que ambas especies podían cohabitar en paz tratándoseles sin distinción fueran humanos o lobos.
La ilusión de igualdad y paz duró unos pocos años hasta que se produjo un eclipse solar total junto con el mayor acercamiento de la luna al planeta. La combinación de ambos accidentes celestes volvió locos a los omegas que se transformaron y mataron a todo ser vivo cerca de ellos para devorar sus corazones acabando por completo con el clan que los había acogido y con los humanos que residían en Europa, el territorio de la familia Singer. Los demás clanes se unieron para exterminar a los omegas que fueron masacrados todos, hombres, mujeres y niños, convirtiendo Europa, en un yermo vacío de toda traza de vida.
Por un tiempo creyeron que el problema estaba resuelto hasta que en el seno de familias humanas comenzaron a nacer lobos y entre los lobos comenzaron a nacer humanos. Los jefes de los clanes volvieron a tomar su decisión, ejecutaron a los lobos nacidos de humanos y entregaron a esas familias los humanos nacidos de lobos.
La sociedad se organizó en aras de permitir la convivencia pacífica, aunque tuvieran que separar algunas clases para ello. Cuestiones como la discriminación por motivos de identidad sexual, los prejuicios raciales o los extremismos religiosos se habían convertido en casos anecdóticos y perseguidos por la justicia universal. La infancia y los más jóvenes, tanto lobos como humanos, incluso los omegas hasta su mayoría de edad, estaban especialmente protegidos. Los humanos eran influenciados desde el mismo momento de nacer con los medios de comunicación y en los colegios públicos obligatorios, haciéndoles creer que vivían en el mejor de los mundos.
El gobierno mundial estaría en manos del Cónclave, una asamblea formada por los líderes de los 8 clanes restantes. Sus miembros, los Lupos Miljaras eran los que decidían sobre las grandes cuestiones y quienes designaban a los licántrarcas que gobernarían en su nombre. Los licántropos alfas serían los jefes de clanes y territorios, quienes realmente tenían el control sobre el gobierno pudiendo llegar a ser licántrarcas de las grandes regiones.
Los betas eran los más numerosos. En cierto modo sólo eran humanos con una serie de características especiales: En luna llena se transformaban en lobos (Igual que los omegas, pero sin perder el control de sus actos y el concepto de su propia identidad), su naturaleza les hacía dependientes de los alfas de su clan y no podían evitar sentir una furiosa atracción por todo omega que estuviera a su alcance y un total desprecio por los humanos. Ese era el motivo principal por el que betas y humanos no podían convivir en zonas dónde no estuviera presente, al menos, un alfa para mantener la paz.
Los omegas humanos eran controlados desde su nacimiento, separados de su clan y entregados a familias humanas, mientras que los omegas nacidos lobos eran eliminados en cuanto se conocía su naturaleza. El motivo: un lobo omega que se transformara era incontrolable, un asesino, mataría todo ser vivo cerca de él durante la luna llena en caso de estar libre.
Como los alfas, al percibir el olor de determinados omegas, también se veían afectados por la misma furiosa atracción que los betas, se estableció el sistema de clases, una sociedad dominada por los alfas, en la que los betas y los humanos no tenían permitido habitar en los mismos edificios, y dónde los omegas, al llegar a la mayoría de edad, se convertían en esclavos al servicio de los alfas.
Solo había dos tipos de humanos, los humanos puros y los omegas. Los Omegas humanos descendían de los licántropos, directamente o como gen recesivo tras dos o más generaciones. Nada más nacer en cuanto la prueba de sangre obligatoria a todos los humanos diera resultado, ya fueran descendientes de lobos o de humanos, eran asignados a una familia adoptiva que los educaría correctamente en lo que eran y lo que se esperaría de ellos. Después irían a colegios especiales dónde les instruirían en todo lo que un omega debe saber hasta su mayoría de edad dónde serían enviados a los edificios para humanos de las grandes ciudades a disposición de los alfas que vivieran en ellos y bajo la tutela de un pariente.
Los omegas humanos estaban censados, ubicados y controlados en todo momento y no tenían permitido por ley salir de los edificios si no iban acompañados por algún miembro de su familia o por el alfa que los hubiera reclamado.
Una vez establecidas, las grandes familias del cónclave no podían permitir que todo omega humano se convirtiera en lobo. Ya que los omegas licántropos solo obedecían al alfa que los transformó y si éste no lo controlaba en todo momento, atacaban a todo licántropo o humano que se acercara a ellos para alimentarse de su corazón.
A pesar de la dura condición a que estaban sometidos los omegas, la solución a la que habían llegado a lo largo de los siglos era la que mejores resultados estaba ofreciendo. Y dadas las circunstancias que no permitían que los betas se acercaran a ellos, la mayoría conseguía alcanzar una vida razonablemente cómoda e incluso feliz a pesar de su falta de derechos y libertad…
Hasta ahora…
Dean Winchester era el único hijo alfa que la Miljara Mary Campbell engendró con el Gran Lobo John, el Licántrarca de Los Grandes Lagos y el que todos afirmaban estaba destinado a ser el alfa más poderoso del Clan Winchester, el heredero de Lucifer. Dean acababa de alcanzar su madurez y todos esperaban que, como era tradición entre los licántropos que llegaban a la edad adulta, recorriera el Mundo buscando a su pareja de por vida durante los próximos tres o cuatro años. Pero su padre tenía otros planes para él. A veces había que sacrificar la tradición al deber con el clan, sobre todo si tu destino está trazado desde antes de tu nacimiento.
Después de enviar a un grupo de decoradores y albañiles a dar los últimos toques en su loft del ático del edificio Singer en Detroit, el joven alfa llegó al edificio Lawrence sin darse cuenta, con la mente puesta en la faena que le había hecho su padre al delegar en él la jefatura de la Licantrarquía de la ciudad más emblemática del orden mundial.
Cuando Lilith, la secretaria personal "heredada" de su padre, le abrió ni siquiera la saludó, inmerso en sus propios pensamientos. La beta se sintió ofendida, era la asistente de confianza del Gran Lobo, había creído que algo más, bastante era que John Winchester hubiera delegado en su hijo el gobierno de Detroit para tener que aguantar la falta de modales del joven alfa. No estaba acostumbrada a que ningún lobo la ignorara, se sabía guapa, era alta, poderosa, su rubio cabello enmarcaba sus atractivas facciones ahora ensombrecidas.
- El cónclave se celebrará en el auditorio de la tercera planta, John ha mandado las instrucciones de seguridad – dijo antes de que su nuevo jefe tomara asiento y preguntara, descubrió un relámpago de ira en la mirada del joven lobo y añadió con respeto, después de todo el nuevo era un alfa – tu padre me ordenó ponerte al tanto en cuanto cruzaras esa puerta
- Está bien, gracias, Lilith ¿verdad? – Dean se tomó la molestia de examinar el aspecto físico de la beta, era una formalidad que se esperaba de un alfa bien educado y el nuevo licántrarca era especialista en saber lo que se esperaba de él - ¿Algo más?
- Vendrán los ancianos – sonrió ella por fin sabiendo que el joven lobo reconocía su valor como beta.
- ¿Qué? – no solían asistir a los cónclaves a menos que hubiera alguna situación urgente que tratar, ¿tenían que asistir precisamente al primero que él debía organizar?
- Ellen Harvelle, Ezra Moore, Miguel Mills, Mary Campbell y nuestro Páter han confirmado su presencia, faltan las confirmaciones de Gabriel Fitzgerald, Eleanor Visyak y Naomi Novak, aunque sus representantes han anunciado su llegada esta mañana para comprobar los preparativos.
- Mi padre podría haber retrasado el traspaso de poder un par de meses – murmuró agobiado con la idea de los ancianos líderes de los ocho clanes que gobernaban el mundo reunidos en una misma sala.
La beta no podía estar más de acuerdo, este alfa ni siquiera había comenzado "su búsqueda", no tenía experiencia de la vida y llevar a cabo un cónclave a ese nivel era exponerse a caer en desgracia con los Miljaras si no se ejecutaba a la perfección. Dean comprendía ahora por qué este cónclave se realizaba en Detroit en lugar de Bismarck o Chicago como era habitual, y dónde residían Jodie Mills y Eliot Moore, otros dos Grandes Lobos, como su padre, aunque mucho más pacientes y diplomáticos. Era la tradición instaurada por el Miljara Winchester mil años atrás, cuando se estableció la Licantrarquía después de las guerras contra los humanos que casi destruyen el planeta. Detroit fue el último territorio dominado totalmente por el Anciano y fue dónde se le comenzó a llamar como al ángel caído de las tradiciones humanas, desde entonces cuando los jefes de los clanes se reunían siempre era en Detroit.
- Si fracasas ya sabes las consecuencias – replicó la beta, aunque suavizó sus palabras con un poco de amabilidad, el hijo de John no tenía la culpa de ser joven y estúpido – pero lo harás bien, por tus venas corre la sangre de un gran alfa y de una Miljara.
Fue un día largo y tenso, tener dos semanas para organizar la reunión de los grandes clanes no era nada divertido, y como no conocía nada de los protocolos y procedimientos tenía que depender de los betas de confianza de John. Dean Winchester sospechaba que su progenitor no se cortaba al manifestar en público que era una continua decepción y que todos ellos le consideraban poco menos que un inútil. A eso se unía que sería la primera vez desde los cuatro años, que estaría en presencia de su madre biológica. Ni siquiera sabía cómo debía actuar ante la Miljara que le trajo al mundo y le crio mientras fue un lobezno y que, cuando aprendió a transformarse en humano, le entregó al clan Winchester como se entrega un omega a una familia humana.
El edificio Singer, se alzaba imponente en la silueta de la ciudad. Según el censo de Detroit, en su interior habitaban al menos veinte omegas en edad de servir al alfa, y ya que su búsqueda había sido aplazada, y mientras no encontrara a su pareja de por vida (Generalmente solía ser un beta, aunque su padre concluyó su búsqueda con Mary Campbel y por ello jamás se emparejó permanentemente) podría comenzar su búsqueda con alguno de esos omegas, siempre y cuando no tuviera pareja humana o algún alfa lo hubiera reclamado. Dean se consideraba un licántropo moderno, nunca había usado un omega y no lo haría ahora solo por pasar el rato, era capaz de controlar sus propios instintos… o eso pensaba.
El olor de los omegas era intenso en el edificio, podía distinguirlos incluso al poner el pie en el hall de entrada. Había una hembra en recepción, en la zona de espera, aguardando al acompañante con el que iba a abandonar el edificio. Los ojos de Dean repasaron a la muchacha, apenas veintitrés años, bien formada, no tenía alfa podía percibirlo, eso era algo que quedaba marcado como un aroma especial en la piel de los omegas, además, no había más alfas en ese edificio. Los ojos oscuros de la muchacha le reconocieron aterrorizados y supo que amaba a alguien, a un humano. Podría habérsela llevado si hubiera querido, ella no podía negarse y su pareja nunca se atrevería a interponerse en su camino, no lo hizo, a pesar de que le apetecía, sabía que ella no concluiría su búsqueda y le pareció una crueldad innecesaria habiendo más omegas en el edificio que estarían dispuestos a cubrir voluntariamente sus necesidades. Sonrió tranquilizador a la chica y se dirigió al ascensor.
Su residencia estaba en el ático. El loft de quinientos metros cuadrados con una terraza sobre el resto de la ciudad, piscina, pista de pádel y cancha de baloncesto, además de un pequeño invernadero y un jardín estaría listo y dispuesto para él. Jocosamente, aludiendo al lugar dónde la experimentación con meteoritos dio origen a su especie, había puesto una placa en la escalera de entrada en que la que se leía "Área 51" en lugar de planta 51.
Percibió el olor de otro omega, le llamó la atención lo débil que era ese olor, lo tenue, aunque no lo suficiente como para que le pasara desapercibido, casi más un presentimiento que la sensación en sí. Paró el ascensor en la planta treinta y se dirigió a las escaleras de emergencia que hacían las veces de avenidas del edificio justo en el centro del mismo. Él estaba ahí, podía sentirlo en la excitación de cada célula de su cuerpo, era un macho, estaba en algún lugar de la rampa que rodeaba las enormes escalinatas de cemento vitrificado y pulido. Corría, no estaba huyendo, hacía ejercicio, su aroma, extrañamente débil se filtraba dentro del alfa que aún sin verlo había decidido que éste sería el primer eslabón de su búsqueda. Notó en cada fibra de su ser cómo se detenía, él también había percibido su presencia y el olor se hizo más tenue aún. Dean casi se echó a reír ¿creía que podía ocultarse de él? Le resultó divertido.
Echó a correr con su inhumana velocidad de licántropo mientras los humanos se apartaban de su camino inconscientemente y sin advertir su presencia. Apenas estuvo al alcance de su vista lo reconoció. El cabello castaño, liso, caía sobre sus hombros, la mirada cautelosa y vulnerable en el iris de color indefinido de un omega en un rostro perfecto que le encendía la sangre.
- Ven – dijo con voz normal y aunque estaba demasiado lejos para escucharle con el sentido humano, sí estaba al alcance de su oído omega, le obedeció y bajó despacio por la rampa.
Se dio cuenta de que el humano actuaba de forma extraña para estar en presencia de un alfa como si no hubiera recibido la educación al respecto. Eso era imposible, los omegas humanos estaban controlados desde el mismo instante de su nacimiento y este superaba con amplitud la edad de cualquier omega primerizo. Dean siempre había pensado que era más fuerte, que tenía más autocontrol que otros alfas de su edad e incluso mayores. Ahora empezaba a comprender lo fuertes que podían ser sus instintos naturales.
La poca experiencia y esa falta total de conocimientos básicos del omega no hacían más que aumentar su deseo por el humano. Lo agarró de un brazo y le tomó la barbilla con una mano para contemplar su rostro, su corazón latía acelerado, cada célula del cuerpo de Dean le exigía fundirse con este omega en este mismo instante, pero hubiera sido una descortesía para el resto de humanos que paseaban por el lugar y que ahora sí se detenían contemplando con curiosidad al licántropo y su presa.
Ni siquiera habló. Un alfa no necesita dar órdenes a un omega, éste ha sido educado para interpretar su voluntad con sólo un gesto. Dean puso la mano sobre el cuello del omega y lo llevó a uno de los ascensores, sus ocupantes lo vaciaron para él, sin tener que pedirlo. El humano se sacudió al entrar alejándose un paso, no tenía miedo, eso era evidente, ¿se estaba negando? El lobo no podía estar más sorprendido. Su presa tendría unos treinta años ¿cómo era posible que un omega con ese aspecto no hubiera sido reclamado en cuanto alcanzó la edad legal para serlo? Era impresionante, no había visto ninguno así en su vida, ¡era más alto que él! Y eso que Dean era una de las personas más altas que conocía.
- ¿Tienes nombre omega? – preguntó con curiosidad
- Sí – los ojos, ahora verdes, del humano le miraron con recelo
- Y carácter también por lo que veo – Dean sonrió, le gustaba, mucho, incluso podría llevarlo a su loft y reclamarlo para él. Que él supiera sería la primera vez que un alfa concluía su búsqueda con el primer omega que elegía, sería un gran escándalo – tendré que arreglar eso, dime tu nombre
- Sam, de la familia 1967 de Kansas – masculló entre dientes el humano como si hubiera querido mantenerse en silencio
- Ahora estás a mi servicio Sam67, voy a acompañarte a tu apartamento, recogeremos tu ropa, tus pertenencias, y te despedirás de tu familia, amigos y trabajo – Sintió el impulso de llevárselo así, dando a entender que no sería una servidumbre de pocos días, la resistencia del omega le atraía y a la vez le provocaba mucho más que su olor o su evidente belleza.
- No tengo familia – los rasgados y brillantes ojos del humano seguían fulminándole rebeldes
- Entonces sólo tendré que mandar a mis abogados a hacer las gestiones pertinentes – dijo el lobo.
El apartamento de Sam67 cabría en la caseta de su piscina, apenas cuarenta y cinco metros cuadrados divididos en salón-comedor-cocina, un dormitorio y un aseo. Le ordenó recoger sus pertenencias y se sentó en el sofá a ver la televisión, no era su pantalla IHV (Immersion in the Hyperreal Viewing) de 99 pulgadas, pero no estaba mal para alguien sin ninguna relevancia social. A pesar de tener al humano tan cerca su olor seguía siendo tan débil como si lo imaginara en lugar de percibirlo, eso no impedía que su deseo hiciera la espera dolorosamente placentera.
- Ya está, ¿puedo ducharme ahora para quitarme el sudor de hacer ejercicio? – murmuró el omega interrumpiendo sus pensamientos ¿es que no sabía nada? ¿cómo se atrevía a hablarle mientras estaba distraído? Sin embargo, su incomodidad era sólo un reflejo inculcado por su padre que desaparecía con sólo mirar a Sam.
Se levantó de un salto satisfecho del temor que provocaba al humano con su agilidad de licántropo y revisó las dos maletas llenas de ropa y recuerdos personales. Sacó un pantalón de chándal gris, viejo y manchado de pintura y se lo dio. "Ponte esto, nada más, lo demás no lo necesitas, se queda aquí". Al ver la confusión en los ojos del omega comenzó a impacientarse.
- ¿Qué clase de omega eres tú? ¿No te han enseñado a comportarte? – gruñó como advertencia
- No quiero ir contigo, prefiero quedarme aquí – Sam nunca había sentido esa atracción que sometía a un omega ante cualquier alfa que lo reclamara, incluso había llegado a conocer al Gran Lobo y no le había costado fingir ante el mismísimo John Winchester que era un humano normal y corriente. Pero el que tenía delante era diferente, sólo su obstinación le impedía obedecer sin protestar.
- ¿Quiero? – le cogió del cuello, este omega no había sido educado en su condición y deberes, no sabía cómo debía comportarse, y aunque su naturaleza sumisa le obligaba a obedecer, una parte de su carácter le empujaba a rebelarse, había oído hablar de omegas rebeldes y nunca había creído en su existencia, ¿era éste uno de ellos? – Sabes que soy un alfa y que mis indicaciones son preferentes a tus necesidades, aún así tienes suerte, hay un déficit en tu educación y por ello solo hoy seré amable contigo. Ahora desnúdate, mete la ropa que llevas puesta en esa bolsa, ponte lo que te he dado y esperas, en el sofá a que vuelva.
Sam sintió rabia contra sí mismo al empezar a desnudarse ante la orden del alfa. Claro que conocía las leyes, fue al colegio, la historia de cómo los licántropos salvaron el mundo era de obligatoria memorización por todos los humanos, por supuesto que sabía que los omegas pagaban el pecado de los humanos contra el planeta y por ello no tenían más opciones que obedecer a cualquier alfa siempre y cuando no fueran reclamados por uno en particular, pero era difícil admitir que esta mañana era una persona con un trabajo y amigos y ahora sólo era una propiedad.
No llegó a desnudarse. En cuanto el alfa sacó su engreída presencia del apartamento fue a la cocina, cogió el cuchillo más afilado y se rajó un antebrazo. Estaba dispuesto a morir, no iba a ser el juguete de nadie.
- ¡Qué mierda haces! ¡Suelta eso! – era el rugido de un alfa, en la misma habitación, era imposible que un humano consiguiera oponerse a él, mucho menos un omega, pero éste era diferente, Dean lo notó al verle llevarse el cuchillo al cuello, con rapidez sobrehumana le dio un manotazo quitándole el arma que se quedó clavada en la encimera, vibrando - ¿Por qué has hecho eso?
- Valoro mi libertad – respondió mientras Dean le contenía la hemorragia con un paño de cocina, la sangre del omega en contacto con la piel del lobo comenzó a escocer al Winchester.
- ¿Mas que tu vida? ¿Qué clase de omega eres tú? – el licántropo tendría que estar furioso, los humanos no se oponían a las decisiones de los alfas, era la ley, y era lo justo, pero que alguien como Sam se opusiera no sólo iba contra la ley, iba contra la misma naturaleza – No vuelvas a intentarlo
- Volveré a hacerlo – reconoció el omega pese a que lo que quería decir era "sí señor" para contentarlo y alejarse de su lado lo suficiente como para poder huir.
- ¿Sabes?, lo cierto es que soy un alfa muy razonable, y me gustas, quiero decir que incluso había pensado que podrías llegar a ser un compañero permanente, pero ahora veo que tendré que imponerte mi voluntad a la fuerza cuando tendrías que estar agradecido por mi atención – otra vez esa mirada desafiante que en lugar de enfadarle le atraía – no voy a dejar que te mates, pero eso no significa que te voy a dejar marchar.
- Entonces tenemos un problema – replicó el omega incapaz de morderse la lengua como pretendía, era desesperante que su propio cuerpo traicionara su voluntad de esa forma
- No, tú tienes el problema hasta que te resignes a cuál es tu lugar, lo único que consigues con esa actitud es que sienta deseos de educarte por las malas – un poco de rebeldía estaba bien, era diferente, refrescante, pero si seguían con esa conversación acabaría enfadándose y Dean no quería ser duro con su adquisición, perder el control y hacerle daño de verdad. Suspiró, no estaba enfadado, pero sí molesto por su propia falta de paciencia – guarda silencio, he hecho que el jefe de seguridad del edificio advierta en tu trabajo que estás a mi disposición, he puesto en venta este apartamento y lo que se consiga de él pasará a un fondo del que podrás disponer si deja de interesarme tu compañía.
Sam apretó los puños con rabia por no poder contestar. Llevaba toda su vida ocultando lo que era, como le habían enseñado sus padres, pero ni sus infusiones de pie de lobo ni los baños diarios con aceite de muérdago habían sido efectivos con el alfa que ahora tenía enfrente. Estaba atrapado y ese lobo parecía fascinado con él. Era una auténtica mierda ser un omega.
_Continuará
