Bueno, hay cosas que simplemente no puedes evitar y en esta ocasión tuve que hacerlo. La idea se implantó en mi cabeza con repentino apremio y creo que tendré que hacerlo a pesar de todos los pormenores. Esta nueva producción será algo que a todos nos gusta y más que dejarse llevar por el título espero les guste dentro de todos sus ámbitos.


Pierrot.


-1-

Arlequín.


A mi madre siempre le gustaron los payasos, ellos solían hacerla reír y en ocasiones hasta cantar mientras aplaudía una y otra vez. Pero a mí no, a mí me aterraban.

—¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! ¡Viejos y viejas! – todos rieron ante la ocurrencia del presentador, la carpa estaba casi hasta reventar esa tarde y las últimas estelas de las lámparas adornaban el acto final de tan interesante epítome. —¡Traído desde los confines más profundos del mundo! ¡Desde las incomprensibles y alucinantes montañas del fin del mundo! ¡Haciendo acto de gala y destreza, con ustedes y a mucha honra…! –todos gritaron expectantes y llenos de admiración. —¡El niño maravilla, el más listo, divertido y extravagante…! – las palabras no podían ser más redundantes para anunciarlo, pero a pesar de todo, el jovenzuelo simplemente suspiró al escucharlo. —¡Bambino, el payaso de cinco estrellas! – y la lluvia de aplausos llegó junto al sonido de decenas de campanillas, todo pareció oscurecerse de pronto y muchas luces volaron al ritmo de la música orquestada.

Bambino entró al escenario mientras bailaba sobre un monociclo y todos gritaban extasiados. Hizo algunos saltos, silbó algunas melodías y justo cuando todos pensaron que no haría más se paró frente a ellos sosteniendo su máscara para quitársela de encima y desvelar otra máscara con diferentes dibujos en ella. Todos rieron, era muy divertido sí, pero ciertamente el espectáculo no sólo se resumía a ello.

—¡Todos con las palmas, ayuden a Bambino quien ahora nos demostrará su destreza y saltara los siguientes aros en llamas! – todos gritaron emocionados y el jovencito saltó haciendo sonar sus cascabeles. —¡Sí, sí, así niños, así! – todos gritaban, embriagados por el show y mientras más elevaban sus voces, Bambino parecía tener más astucia.

—¡Sí, Bambino, tú sí sabes! –gritaban todos y el sonido de la música se intensificaba.

—¡Lo ha hecho, publico querido, Bambino ha saltado los aros de fuego! –el payaso enmascarado se inclinó mientras agradecía con ademanes exagerados.

—Hmp, no es más que una farsa, eso es. –Hinata miró a su padre quien hablaba entre dientes, frunciendo severamente la piel y cruzado de brazos, malhumorado. Ella se estaba divirtiendo, pero ahora que lo veía así, simplemente perdía un poco de emoción.

—Vamos, hermano mayor. – dijo con una pequeña sonrisa Hizashi, su hermano gemelo. —Los niños están disfrutando del espectáculo, no seas un amargado. – palmó con cuidado su espalda, bajo la mirada atenta de su hijo Neji.

—Sabes que no me gusta esta clase de humor absurdo. – volvió a gruñir.

—No pongas esa cara. – suspiró el hombre. —¿Tú estás disfrutando el show, verdad pequeña Hinata? – la niña le sonrió, pero al verificar la mirada molesta de su padre desistió rápidamente.

—¡Un gran aplauso para nuestro gran payaso! –gritó el presentador, Bambino acababa de saltar los aros de fuego con los ojos vendados. Todos enloquecía, todos menos Hiashi.

—Creo que es todo lo que puedo resistir. – suspiró el adulto mientras se preparaba para levantarse.

—¿Ya te vas? – su hermano le miró intrigado. —Al menos deja que Hinata se divierta un poco más.

—No, es demasiado subnormal para ella. Vamos, Hinata. – la niña colocó una mirada triste y frustrada, pero no se resistió cuando su padre la tomó de la mano.

—¡Bambino, Bambino! – dijo el presentador con un altavoz. —¡Que valiente eres Bambino! ¡Sí, mis queridos espectadores! ¡Bambino caminará sobre la cuerda floja…! ¡Pero con los ojos vendados! – Hinata se resistió esta vez, eso sí que quería verlo.

—Hinata. – volvió a llamarla su padre, frunciendo el ceño. —¡Hinata! – ella dio un respingo y tragó saliva, debía obedecer así que se dejó hacer.

—¡Bambino, Bambino, Bambino! – gritaba el público y mientras bajaban las gradas Hinata se esforzaba por ver el acto. Ciertamente el pequeño payaso andaba en la cuerda con precaución, despacio y con una enorme vara para realizar contrapeso. ¿Sería posible que no pudiera ver nada?

—Deja ya eso, Hinata. – insistió su padre a punto de llegar a la salida. La niña asintió torpemente y se dio la espalda, fue entonces cuando el silencio del público se vio interrumpido por una exclamación unánime. Entonces ella volvió el rostro y lo que alcanzó a ver atentaría en sus pesadillas el resto de su vida.

Bambino… caía.

Siempre creí que el circo era lo mejor en el entretenimiento, desafortunadamente, para mi padre no podía ser más que una rastra de vulgares trovadores. Cuando me hubiese gustado el hacerle ver que se equivocaba.

—Se acerca la primavera. – dijo de pronto Neji, el apuesto y joven descendiente del difunto Hizashi Hyuga. Neji, con aquel físico delgaducho y ligeramente fornido, con su estilo rebelde de coleta y sedoso cabello, con la piel tan tersa y blanca como la seda, figuraba como una de las figuras más importantes de la casa Hyuga por los albores de aquel siglo, en el cual las nomenclaturas de poder ya casi no significaban nada y la política represora de masas, junto a ideologías que se desarrollaban de forma incipiente aún más allá del arte y la música, deformaban la realidad en miles de ramas ideológicas más.

Sí, un viejo siglo agonizaba mientras el nuevo ya se encontraba a unos cuantos años por venir y simplemente todo continuaba siendo como siempre, con la única diferencia que… ahora el ser humano estaba más "civilizado".

Había llegado a la biblioteca con el único objeto de buscar un par de anuarios para su investigación económica cuando se había encontrado con su prima, la tímida Hinata, quien al parecer no lo había escuchado, pues no despegaba la vista del papel roído y algo viejo que leía con apremiante atención.

—Hinata-sama. – la llamó nuevamente y ella reaccionó para parpadear un poco después. La miró con ojos interrogantes y después sacudió un poco su vestimenta.

—Dis-Discúlpame Neji-nisan, estaba… distraída.

—Sí, pude verlo. – se acercó a ella y la contempló desde su altura. —¿Qué leías?

—Ah, es una biografía de un viejo general de estado.

—No pensé que te interesaban esas cosas. – su mirada más que divertida se notó juiciosa.

—Bueno… no mucho, pero… - tragó saliva. —Es simple curiosidad, nada más.

—Ya veo. – miró el resto de los anaqueles. —¿Has estado aquí todo el día?

—Sólo la mañana… - sonó un poco su nariz, el polvo le había escocido las mucosas.

—No es bueno que esté encerrada tanto tiempo, Hinata-sama. –suspiró. —Además, si lee cosas inapropiadas para su… edad, su padre se molestará con usted. – carraspeó ligeramente mientras daba media vuelta.

—Claro, sí… lo siento. – ella escondió su mirada de la de él. —Neji-niisan, ¿Us-Usted hará algo esta tarde?

—Trabajo. – dijo solamente. —¿Por qué no sale a pasear con Hanabi-sama? Ella ha estado muy ocupada y creo que debería hacerle compañía. – Hinata entornó la mirada. Sí, él acababa de decirle que lo que hacía era una pérdida de tiempo y en lugar de eso, atendiera a su hermana menor, que tan talentosa para lo que sólo ella sabía hacer, sin lugar a dudas requería mejores atenciones que su fracasada hermana mayor.

—Oh… está bien. – se levantó con parsimonia, Neji continuaba dándole la espalda.

—Hinata-sama. – ella se detuvo, pero no lo miró. —Le digo que lo haga porque quizá a Hanabi-sama le guste salir a tomar aire, no sé, ¿Por la plaza quizá?

—¿La plaza? – Hinata pareció entender entonces y cuando se viró hacia Neji para preguntar de forma clara él ya se había ido. Hinata sonrió, su primo, aunque ácido, siempre encontraba la forma de animarla; pues para alguien cuya existencia sólo significaba decadencia para su familia, el tener amigos dentro de una cuna de enemistades le era por demás satisfactorio.

Y como era de esperarse, al encontrarse a Hanabi a la vista en el hermoso jardín, junto a su maestro de gramática, escribiendo y llenando formatos autoimpuestos, una vez que la vio acercarse para ser ignoraba completamente por el profesor, la pequeña Hanabi sonrió complacida cuando su hermana mayor hizo sombra a su lado.

—Hermana. –ella sonrió con un deje de alivio al verla llegar.

—Hola, Hanabi, ¿Estás muy ocupada para hablar?

—Pues yo…

—Señorita Hyuga. – el maestro evidentemente se dirigía a la mayor, quien por cierto, ya había tenido la suerte de enseñar. —¿Le parece adecuado interrumpir los deberes de su hermana? Además, ¿Qué clase de informalidad es esa? – era evidente el pequeño rastro de hastió que sentía el hombre por recurrir a la enseñanza, mas no era una opción retirarse siendo el señor Hyuga tan buen patrón.

—Lo lamento mucho. – se inclinó apenada. —Me gustaría saber, si no es incórdiale mi deseo, si mi hermana estará disponible para convivir juntas esta tarde. – la respuesta, rebuscaba y algo tórrida hizo sonreír más complacido al hombre de gesto duro e inflexible.

—En esta época es importante la formalidad y las buenas costumbres, señorita. – remarcó con aires de grandeza. —Tenga usted, el valor de imponer una adecuada gramática y léxico cuando se dirija a un pedagogo. – miró entonces su reloj de pulso para pestañear. —Afortunadamente para su complacencia, la señorita Hanabi está ya libre. – recogió sus libros y apuntes. —Las veré mañana. – caminó elegantemente hasta la salida y las dos chicas de ojos claros lo vieron caminar como si acabase de pisar excremento debido a su exagerado contoneo.

Finalmente y ya sin la mirada amarga del profesor, se miraron de forma cómplice. A pesar de lo que la gente podía creer, Hinata nunca odió ni odiaría a su hermana menor. Tampoco Hanabi con ella. Las dos se amaban profundamente y se protegían mutuamente dentro de lo posible. Aun cuando su padre, necio en entregarle una formación más completa a la menor de sus hijas, se interpusiera en las costumbres y gustos bárbaros a su parecer de su hija mayor, las dos jóvenes gustaban de su compañía mutua ignorando los intereses varios de ambas.

Hanabi sabía que la sola interacción de Hinata para con ella significaba algo y eso sería sin duda algo divertido.

Generalmente la mayor no estaba cerca de ella cuando sus profesores yacían cerca o su padre estaba en casa, pero cuando ninguno de ellos andaba por los alrededores, gustaban de experimentar y hacer cosas juntas como forma de amor filiar.

—¿Qué sucede, hermana? – Hanabi no tardó en prestar atención a su visita.

—Neji-niisan me dijo que algo interesante podría aparecer en la plaza y quería invitarte a salir.

—¿Ahora? –parpadeó, tenía una clase programada pronto, pero su profesora había anunciado que llegaría tarde, por tal motivo no deseaba ausentarse mucho tiempo.

—Si estás ocupada yo entiendo…

—No, no, está bien. – la niña de unos 13 años negó apresuraba. —Si es rápido no habrá problema.

—No quiero causarte problemas si existe una posibilidad de fastidiar…

—Tonterías, hermana mayor. – ella sonrió alegremente. —Vamos a la plaza, si Neji-niisan ha dicho que será interesante, debe serlo. – ella finalmente asintió no muy convencida. Tenía que apurarse o de lo contrario su padre se disgustaría.

—¿De verdad no será un problema? No quiero que padre se moleste contigo.

—Descuida, iremos y regresaremos tan rápido que nadie lo notará. –se apresuró a halarla mientras sonreía ante la idea de escapar de la rutina.

Hinata asintió y no tardaron en acudir al chofer. El hombre, bonachón y despreocupado, obedeció al pie de la letra sus peticiones y se apresuró a preparar todo lo más rápido posible.

Dado que era la hora de la siesta y mucha servidumbre descansaba casi nadie se percató de su salida in fraganti. El caballo que tiraba bufó cuando inició sus pisadas. Cuando llegaron a la plaza de la ciudad no tardaron en darse cuenta el por qué Neji había insistido en que saliesen a ver.

Había para su sorpresa, una linda carpa de lona y tela de colores. Tenía banderas con varias figuras, entre ellas estrellas, arcoíris y notas musicales. Además de ello una caja de música que un hombre regordete y vestido con mallas hacía sonar junto a varias campanillas.

Bajaron del carro y se acercaron lentamente entre la multitud que se juntaban, entre su mayoría niños. Se trataba, nada más ni nada menos que de un circo, cosa maravillosa para ambas, lo cual despertaría muchos recuerdos de hacía muchos años.

—¡Es un circo, hermana, un circo! –profirió Hanabi, cual niña pequeña y la mayor sonrió asintiendo entusiasmada. A Hinata le gustaba el circo y había logrado transmitir ese gusto a su hermana, cosa que, a los ojos de su padre era insoportable y vulgar.

—Por el momento hay varios acróbatas y payasos.- dijo la mujer mientras se acercaba un poco más.

La música, contagiosa y alegre, no tardó en llamar su atención para después ser interrumpida por el paso sonoro de un actor a la pintas. Vestido de ropas coloridas en rojo, negro y verde, con un pequeño sombrero de bufón, máscara blanda y líneas negras y rojas, zapatos cuyos tobillos sonaban al son de pequeños cascabeles y una camiseta amarilla que hacía un extraño juego con el pantalón acampanado, llamó su esmero con alarmante gusto.

Todos los actores menores y que hasta ahora bailoteaban de un lugar a otro se apresuraron a él y lo rodearon contentos. Eran en total tres y el nuevo arquetipo que entraba con carcajadas a la pista. En una demostración de tenacidad mostró de forma muda y significativa su sombrero de cuatro puntas y pidió cooperación al grupo, siendo traducido a palabras por uno pequeño payaso que comentaba que, una vez llegado el momento, no pararían de sorprenderse por su habilidad.

—Eso suena muy presuntuoso. – susurró Hanabi, fuese cual fuese su acto, el hecho de pedir dinero tan sólo debía significar una garantía o de lo contrario, la gente podría inconformarse. Hinata no dijo nada, pero cuando el sombrero llegó a ella por parte de uno de los niños ella sólo negó en un gesto amable. El jovencito corrió a su líder y entregó el sombrero. Él contó el dinero y asintió entusiasmado.

Sacó de entre sus cosas un pandero y lo hizo sonar para armonizar su acto. Todo sonaba divertido y por demás llamativo, pero entonces el payaso mayor comenzó a hacer piruetas dignas de su profesión. Los más pequeños gritaban y coreaban sus acrobacias, más eso no parecía emocionar al público. Los niños que espetaban los actos, constantemente abrían la boca en son de bostezos, para demostrarle que lo anterior no era nada nuevo.

—Te lo dije, hermana, sin algo realmente bueno, sólo será un hazmerreir. – Hinata no dijo más, pero supuso que Hanabi tendría razón.

Fue entonces que se acercaron un monociclo y ello se tornó con más dificultad. Comenzó andando en círculos y sonando el pandero, después sacó de entre sus ropas dos pelotes e inició con malabares. Eso consiguió llamar más la atención, pero no era suficiente y el actor lo sabía. Entonces y pedaleando rápidamente, consiguió pararse entre los pedales para lanzar las pelotas al aire nuevamente.

Hinata lo vio acercarse y contempló la facilidad fascinante con la que el muchacho realizaba tantas proezas. Se permitió sonreír encantada y dejarse conquistar por su elocuencia, justo como cuando niña.

El pierrot hacía sonar todo con tanto orgullo y parecía no querer irse de su lado, ella sonrió tímidamente al sentir el centro de su atención, por tal motivo, estaba tan distraía que no se percató de los sucesos hasta que le cayó encima.

De entre la multitud, a unos jovencitos le pareció gracioso jugarle una broma al distraído payaso. Tomaron una roca y la lanzaron con certeza fuerza, el pierrot perdió de golpe todo equilibrio y hazaña. La máscara blanca tronó desquebrajándose un poco mientras todo se venía abajo.

El sombrero cayó al mismo tiempo que las pelotas. Perdió el equilibrio y se fue hacia adelante, colocándose de bruces contra la chica. El peso muerto de aquel muchacho la sorprendió para después escuchar un zumbido penetrante en sus tímpanos.

La máscara se desacomodó y la cabeza del susodicho se enterró entre su cuello y el suelo. Ella logró también golpearse ante esto y por ende quedó igualmente aturdida. Una sensación cálida tocó su cuerpo y giró ligeramente su cuerpo para encontrarse con una cabellera rubia sobre su espacio vital. Además de que se asustó al ver la sangre fluyendo sin descanso de su sien.

—¡Hinata! – la voz severa de su padre llegó para terminar de rematar el accidente. —¡Aléjate de mi hija! – alzó al joven sobre su cuerpo y lo sostuvo de la tela de la camiseta, la máscara cayó al suelo con una hilera de sangre brotando desde su frente, el sitio en donde la roca había golpeado. Hinata apreció su rostro y se sintió terriblemente mal por el pierrot.

Era un joven, de aproximadamente su edad, rubio, con piel bronceada y ojos azules como el cielo, con un rostro dolorido e igualmente sorprendido. El chico parpadeó algo mareado y después llevó sus manos a las de Hiashi que sostenían su cuello.

—Disculpe señor. – pronunció atropelladamente. —Fue un accidente.

—Si te atreviste a propasarte payaso… -masculló irritado el patriarca Hyuga, sin querer terminar la frase completamente.

—No, yo no…

—¡Padre! – Hinata se levantó sacudiéndose la ropa y posándose a su lado. —No lo lastime padre, él no quiso hacerme nada… fue un accidente. – tragó saliva al ver el rostro pálido y furioso de hombre.

—¿Qué crees que hacías, Hinata? –soltó al chico y se le acercó con el ceño fruncido. —Sacar a tu hermana menor de sus clases, insinuártele a este actor de cuarta, ¿Es que no puedes pensar bien las cosas?

—Padre, por favor, no se moleste. – ahora ella estaba nerviosa. —Sólo queríamos pasear un poco, regresaríamos antes de que…

—No quiero soportar tus tonterías… - la señaló con el dedo. —A partir de ahora no saldrán de la mansión sin una escolta. – rápidamente se dirigió al joven artista. —Aléjate de mi hija. – siseó mientras se apresuraba a tomar a Hinata de la muñeca y halarla hasta el carruaje, en el cual Hanabi ya los esperaba. —Hanabi. – la llamó en son de reproche. —Hablaremos seriamente.

—Padre, por favor, no la regañe ella no tiene…

—Silencio, Hinata. – gruñó molestándose aún más. El carruaje comenzó a andar y la mayor de las hermanas simplemente se rezagó en un sitio del auto, mientras veía por la ventanilla al pierrot, que a pesar de todo no dejaba de verla partir y mientras sangraba su rostro era cubierto por la máscara nuevamente, ocultando su honesto y hermoso rostro.

Hinata yacía sentada en el jardín a la sombra de un hermoso manzano mientras leía una de sus viejas novelas. Después del episodio de ayer su padre le había prohibido las salidas por un mes y a su hermana Hanabi le había encargado el doble de tareas académicas. Neji, por otra parte, se sentía terrible por todo el incidente y si no fuese porque Hinata lo convenció de no hablar con Hiashi al respecto él también hubiese recibido una severa amonestación.

Hinata despegó la vista de su libro un instante para mirar el cielo. Era temprano ese día y su padre seguramente estaría trabajando, pero aun así no quiso tentar su suerte. Suficiente tenía con su conciencia como para atreverse a desobedecerlo. Suspiró sonoramente y dejó escapar todo el aire de sus pulmones. Su padre siempre había sido estricto, pero luego de algunos años, tras la muerte de Hizashi y su madre, su humor se había trasformado a uno bastante amargo.

Hinata se llevó una mano a su cabeza y tocó el ligero aumento provocado por el golpe que se había dado contra el suelo cuando aquel pierrot había caído sobre ella. Se preguntó entonces cómo estaría él y si aquello desagradables vándalos habrían pagado por su fechoría.

Lucía tan preocupada y triste que cualquiera pensaría que todo lo que la rodeaba no era más que una hermosa jaula con una vida agridulce y poco común. Incluso ella había llegado a pensarlo y tanto estaba sumergida en sus pensamientos cuando se vio sorprendida por un extraño sonido, similar al de un cascabel, pero igualmente tan fino como el zumbido de una abeja.

Cabeceó a todos lados, buscándolo y justo detrás de ella, en unos arbustos anteriores a una barda de piedra, sobresalía un sombrerito de dos puntas de color morado. Hinata se escandalizó y retrocedió, para ver surgir sigiloso al mismo pierrot del día anterior, usando todavía su habitual máscara.

—Espere, espere por favor. –dijo él en susurros. —No grite, no quiero importunarla.

Hinata pasó saliva y trató de aminorar su respiración. Miró a todos lados, esperando que nadie los viera y después asintió para acercarse un poco al payaso.

—¿Qué… qué está haciendo aquí? – tímida como era no tuvo el valor de correrlo de su casa.

—Disculpe mi atrevimiento y mi impertinencia. – ya de por sí hablaba quedo, con la máscara tenía que esforzarse para entenderle. —Quería disculparme por lo que pasó ayer. – sacó de entre sus cosas un clavel y Hinata lo apreció al ver lo hermoso que era. —Por favor, discúlpeme y acepte esta flor. – la chica parpadeó y alargó la mano para tomarla.

—Gracias. – contentó sonrojada. —Pero no tiene por qué disculparse, fue un accidente…

—Pero tuvo problemas con su padre. – reprochó el joven enmascarado. —No quería que tuviera problemas.

—No se preocupe. – Hinata sintió el aroma embriagante de la flor. —En cambio usted, fue herido por aquella roca, ¿Cómo se encuentra su rostro? Estaba sangrado.

—Ah, eso. – escuchó una carcajada. —No se angustie, princesa. Soy muy fuerte y mi máscara es tan dura como el acero. – golpeó con los nudillos la misma. —¿Ve? No siento nada.

—Pero sí logró romperse… - reprochó ella, preocupada.

—Sólo cuestión de ángulo, princesa. – Hinata se sonrojó por el apodo.

—¿Princesa? – murmuró.

—¡Señorita! – una criada la llamaba y ella se tensó, se dirigió rápidamente con el pierrot pero vio que él ya se marchaba.

—Fue un placer conocerla, princesa Hinata. –ella no podía estar más roja. —Espero que nuestro próximo encuentro no sea tan intempestivo. – rio bajo la máscara y con la habilidad digna de un arlequín saltó la barda.

La mujer llegó donde ella y la encontró de pie, sosteniendo una flor roja y terriblemente sonrojada.

—¿Señorita? – la inspeccionó, lucía completamente sonrojada y algo contenta. —¿Está bien, señorita? – ella reaccionó entonces y miró a la mujer que le llamaba.

—Eh, sí, sí. – escondió la flor. —¿Qué sucede?

—El té está listo, ¿Gusta que lo sirva en el jardín o vendrá adentro a tomarlo?

—Afuera está bien. –la sirvienta asintió y la dejó sola.

Una vez que tuvo la oportunidad de ver mejor la flor sonrió contenta cuando recordó las palabras del pequeño pierrot pues al igual que él, esperaba que su próxima vista no fuese tan estruendosa.

Bajo una sonrisa y un sonrojo casto, Hinata se sentó y colocó la flor en su cabello, los pensamientos viajaron a una época pasada en la cual, siendo una niña, el disfrute de los artistas circenses lograba no sólo hacerla sonreír, sino carcajearse de alegría y mientras eso sucedía, su padre había logrado abrazarla con una pequeña sonrisa, sí, de eso ya hacía mucho tiempo, incluso más de lo que le gustaba pensar.

Una buena sonrisa es el mejor de los regalos. Yo sólo quiero que rías y si es conmigo, mejor.

Continuará…

¿Que les pareció? Sí, sí, lo sé. Generalmente escribo SasuSakus, pero dejenme decirle que el NaruHina tambien es una de mis parejas favoritas y en esta ocasión nada mejor que ellos para la intrepetación de sus respectivos papeles. Espero lo gocen y sea de su agrado, más adelante intentaré actualizar El camino a seguir, pero simplemente no pude evitar hacer esta nueva producción.

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