Debo aclarar que esta historia NO me pertenece; es de bars-9, ella me concedió su permiso para amoldarlo a un Sasusaku. Así como los personajes tampoco; ya que son de Masashi Kishimoto.
¡Hola! Lo prometido es deuda y aquí les traigo la secuela del fic cinco razones para no enamorarse.
Según tengo entendido; esta historia será mucho más larga que la anterior. Además de que en esta se iran mezclando los pensamientos de Sasuke y Sakura… iniciando por el de Sasuke.
Y por si hay algún lector nuevo por aquí, les comento que este fic es secuela de otro. Es recomendable leerlo antes, aunque no estrictamente necesario… ya que será una trama independiente, por así decirlo, pero aún así, tendrá conexión con el otro fic.
Ahora si, sin más… ¡A leer!
CARIÑO, TE HE COMPRADO UN ANILLO.
CAPÍTULO 1. REGALOS BRILLANTES Y OSTENTOSOS.
Sasuke Uchiha
Pi. Pi. Pi.
Gruñí internamente mientras rebuscaba por toda la sala mi maldito busca. Después de varios segundos, unos cuantos molestos pitidos más y otro gruñido, finalmente lo encontré, cubierto por antiguos partes médicos y carpetas amarillentas llenas de informes desfasados. Rápidamente, pulsé el botón que acabaría con aquel irritante pitido.
Pi. Pi. P…
- ¿Sí? – respondí, sin molestarme en ocultar mi irritación.
- Sasuke – llamó una voz femenina excesivamente acaramelada al otro lado del aparato – Te necesitan en consulta.
Un nuevo gruñido brotó de mi pecho sin que yo pudiera evitarlo.
- ¿Ahora? Tayuya, mi turno acaba en cinco minutos, ¿no hay nadie más que pueda encargarse de ello?
- Negativo. Se trata de la señora Kinomoto y sabes lo insistente que es siempre para que seas tú el único que la atienda.
Sin más explicaciones y sin ni siquiera darme una oportunidad para escaparme de las garras de la señora Kinomoto, Tayuya cortó la comunicación. Murmuré entre dientes una sarta de insultos, sin saber exactamente a cuál de las dos mujeres iban dirigidos, y traté de prepararme mentalmente para la tortura que me esperaba en la sala de consultas. En cualquier situación normal, el hecho de que un paciente tan solo aceptara ser atendido por mí podría tomarse como un halago, pero no cuando el paciente en cuestión aprovechaba la más mínima ocasión para alargar la mano y tomar por sí misma una lección de anatomía. Y sí, eso era precisamente lo que hacía la señora Kinomoto cada vez que me veía obligado a pasarle consulta.
Y por supuesto, tampoco era nada halagador teniendo en cuenta que mi turno prácticamente había terminado ya y que en escasos cincuenta minutos Fugaku y Mikoto Uchiha daban una fiesta en su mansión. Fiesta a la que, por supuesto, tal y como Hinata se había encargado de recordarme hasta la saciedad, estaba obligado a ir.
Inconvenientes de ser hijo de los Uchiha, supongo.
Me detuve unos segundos delante de la puerta de la sala de consultas y respiré hondo varias veces. Tras haberme prometido a mí mismo que, bajo ningún concepto, perdería los nervios, apoyé la mano en el picaporte y empujé la puerta. Asomé la cabeza con cautela y me encontré con la imponente figura de la señora Kinomoto, envuelta en su abrigo de piel, esperándome sentada en una de las incómodas sillas que el hospital había puesto frente a mi escritorio. En cuanto escuchó la puerta cerrarse a mis espaldas, la señora Kinomoto se dio la vuelta con rapidez y me dio la bienvenida, esbozando una gran sonrisa que supuse debería ser cálida y seductora al mismo tiempo. Un escalofrío recorrió mi columna al contemplar aquella mueca.
- Buenas tardes, doctor Uchiha – saludó con su voz azucarada y sin borrar su siniestra expresión.
Correspondí a su saludo con una media sonrisa nerviosa, sin poder ocultar totalmente el temor que la señora Kinomoto despertaba en mí, y rodeé mi escritorio rápidamente para sentarme en mi sillón, tratando en todo momento de mantener la mayor distancia posible entre mi paciente y yo.
Como si eso me fuera a librar de la tortura, pensé con pesimismo.
Comencé a pasar las hojas de su historial médico con parsimonia, en un intento desesperado por ganar algo más de tiempo, antes de levantar la mirada lentamente y mirarla directamente a los ojos con severidad. Al fin y al cabo, yo era su médico. Es el médico quien intimida al paciente, y no al contrario.
- Señora Kinomoto – pronuncié con claridad. La mueca sonriente de la señora Kinomoto se amplió al escuchar su nombre salir de mi boca.
- Sabe que puede llamarme Ayumi, doctor Uchiha.
- Señora Kinomoto – repetí el formalismo, impasible - ¿Qué la trae por aquí esta vez?
La señora Kinomoto arrastró la silla en la que estaba sentada con la intención de separarla unos centímetros de mi escritorio, y levantó su falda más de lo socialmente aceptado en una consulta para mostrarme sus muslos.
- Mis piernas – dijo, como si su movimiento no hubiera sido lo suficientemente aclaratorio – Ya sabe usted que paso demasiadas horas de pie al día y…
- ¿Está tomando la medicación que le receté la última vez? – pregunté, interrumpiendo su explicación. Había escuchado las mismas palabras demasiadas veces; la señora Kinomoto debería ir pensando en una excusa nueva para obligarme a pasarle consulta.
La señora Kinomoto compuso una falsa mueca de culpabilidad.
- Lo cierto es que no – abrí la boca, pero esa vez fue mi paciente quien me interrumpió – Le prometo que lo he intentado, doctor Uchiha. Pero esas pastillas son demasiado fuertes para mi delicado estómago.
Con un suspiro de resignación, rebusqué en uno de los cajones de mi mesa y saqué una libreta. Apunté el nombre de un nuevo medicamento en la hoja de recetas y se la tendí a la señora Kinomoto.
- Este protector de estómago le vendrá bien.
Mientras la señora Kinomoto tomaba entre sus manos la hoja de recetas y la guardaba en su bolso, eché un rápido vistazo al reloj que colgaba en la pared opuesta. Hacía trece minutos que mi turno había acabado. Si por cada tres minutos de retraso, recibía en mi móvil una llamada perdida de Hinata, la cuenta me salía a…
- ¿Y no sería mejor algún remedio más… manual? – preguntó la señora Kinomoto, interrumpiendo mis cálculos mentales. Alcé las cejas sin comprender lo que me estaba intentando decir – Quizás unos masajes me ayudarían a recuperar toda la movilidad de mis piernas.
- Puedo darle un volante para que pida cita para el fisioterapeuta, si es lo que quiere.
- En realidad estaba pensando en usted, doctor Uchiha. Esas manos de pianista deben de hacer milagros.
La señora Kinomoto adelantó una de sus manos para acariciar el dorso de la mía, pero a esas alturas de mi experiencia como médico residente conocía demasiado bien sus tácticas de seducción. Adivinando sus movimientos, retiré rápidamente mis manos y las escondí debajo de mi mesa, completamente a salvo de sus garras.
- La última vez que lo comprobé, mi título universitario decía que soy licenciado en Medicina y no en Fisioterapia, señora Kinomoto. Creo que desde entonces mi currículo no ha cambiado – me levanté del sillón y me dirigí a la puerta – Y ahora si me disculpa, mi turno acabó hace casi veinte minutos. La enfermera se encargará de pedirle cita para un verdadero fisioterapeuta. Si quiere terminar con sus dolores musculares, le aconsejo que se tome las medicinas que le he recetado. Buenas tardes.
Sin darle ni siquiera la oportunidad para despedirse, me escabullí de la sala de consultas antes de que le diera tiempo a procesar mis palabras. Sabía de sobra que la señora Kinomoto no se iba a tomar las medicinas, dudaba incluso de que esos dolores musculares fueran ciertos. Si tenía un poco de suerte, en dos semanas como plazo máximo la tendría de nuevo en el hospital, exigiendo a todo el personal que fuera yo, y solamente yo, quien le pasara consulta.
Lo primero que hice al llegar al vestuario fue recuperar mi teléfono móvil, escondido en mi taquilla, y revisar las últimas llamadas. Siete llamadas perdidas de Hinata. Una pequeña sonrisa se formó en mis labios al comprobar que mi turno había terminado hacía exactamente veintiún minutos; la pequeña duende a veces era demasiado predecible.
A pesar de eso, sabía que una Hinata enfadada, además de predecible, podía ser temible. Y esas siete llamadas perdidas demostraban que su estado de ánimo en esos momentos no era precisamente de felicidad. Y todo gracias a mí. Me deshice de mi uniforme lo más rápido que pude y me coloqué los pantalones de vestir y la camisa negra que Hinata me había obligado a llevar esa noche. Tras despedirme de mis compañeros, los desgraciados a los que ese día les tocaba cubrir el turno de noche en el hospital, saqué mi Volvo del garaje. Apenas veinticinco minutos después, estacionaba el coche delante de la mansión familiar, a las afueras de Washington.
Sin ni siquiera darme tiempo para desabrocharme el cinturón de seguridad, la puerta del lado del conductor se abrió y me encontré cara a cara con Hinata.
Una Hinata de brazos cruzados y mirada crispada, para más señas.
- Llegas tarde – me informó con voz contenida. Por alguna extraña razón, prefería que me gritara a que utilizara ese tono bajo y peligroso.
Puse los ojos en blanco y me bajé del coche. Como si no me hubiera dado cuenta ya de que llegaba tarde.
- ¿Dónde está Sakura?
Hinata apretó los labios con fuerza y me miró con más ira todavía, como si es que eso era posible.
- Si de verdad esperas que tenga un poco de compasión y no descargue toda mi cólera sobre ti, esa no es precisamente la pregunta adecuada, Sasuke.
- ¿Qué ha pasado? – pregunté, de pronto alarmado, ignorando su poco sutil amenaza.
- ¿Que qué ha pasado? – Preguntó Hinata con incredulidad, descruzando los brazos y llevándolos a sus caderas – Me he pasado cuarenta y cinco minutos intentando colocarle un vestido bonito a Sakura y ella se ha negado a vestirse hasta que no le explicara por qué no aparecías. Te he llamado siete veces a tu teléfono pero el señor doctor "estoy-demasiado-ocupado-y-no-tengo-tiempo-para-ir-a-las-fiestas-de-mis-padres-ni-para-responder-a-mis-llamadas" Uchiha no se ha dignado a contestar. Finalmente, he tenido que amenazar a Sakura con una sesión de depilación completa a la cera para conseguir que se vistiera. Eso es lo que ha pasado, Sasuke.
Sin percatarse de ello, durante su amenazador discurso Hinata se había ido acercando a mí y había acabado acentuando cada una de sus palabras con un golpe en mi pecho. Apenas medía 1'60, pero realmente, cuando esos 160 centímetros estaban llenos de ira, Hinata era terrorífica.
Sin embargo, tras veinte minutos encerrado en la sala de consulta con la señora Kinomoto y tratando de bloquear todos sus intentos de seducción, no me quedaba el suficiente sentido común como para temer a Hinata. Lo único que sentía en esos momentos era enfado.
- Lo siento, Hinata, pero he hecho todo lo que me habías pedido. Me he puesto la ropa que tú querías y me he venido para aquí en cuanto he salido del hospital. No es mi culpa si las reglas para los empleados no nos permiten tener el teléfono móvil con nosotros en horario de trabajo y tampoco es mi culpa que una de las pacientes del hospital esté obsesionada con que sea yo quien la atienda y me hayan obligado a pasarle consulta cuando mi turno ya había terminado.
Respiré agitadamente, sintiéndome extrañamente liberado tras haber expulsado toda la frustración de la tarde en esas palabras. Hinata me observó con el ceño fruncido durante unos segundos antes de hablar.
- Vamos, Uchiha – dijo, tomándome del brazo y arrastrándome hacia la puerta trasera de la casa – Te llevaré hasta donde está tu irritante novia. Quizás entre los dos encontréis una manera de liberar todas vuestras frustraciones sin molestar al resto del mundo.
Me llevó a través de las escaleras hasta mi antigua habitación, en el último piso de la casa, y me empujó dentro. Sakura se encontraba de espaldas a nosotros, apoyada en la barandilla del pequeño balcón que daba al jardín trasero, y no nos había oído llegar. Las luces de la habitación estaban apagadas y la única fuente de claridad provenía de los farolillos que mi madre había colocado por todo el jardín con ayuda de Hinata. Me quedé observando a Sakura en silencio unos segundos hasta que un golpe en mi brazo me sacó de mi ensimismamiento.
- Está irritada después de nuestra sesión así que ya sabes, suave Uchiha – me advirtió Hinata, mirándome seriamente.
Esbocé una media sonrisa para tranquilizarla.
- Esa es mi especialidad, Hinata.
Hinata puso los ojos en blanco antes de dejar escapar una pequeña risita y abandonar la habitación, cerrando la puerta a sus espaldas y dejándonos completamente a solas.
Sakura aún no se había percatado de mi presencia, por lo que di unos cuantos pasos silenciosos hasta que alcancé la puerta de la terraza y me posicioné tras ella. Observé como un ligero temblor recorría su espalda y me pregunté si se había dado cuenta ya de que estaba aquí, y en lugar de saludarme estaba lo suficientemente enfadada como para no querer dirigirme la palabra. Coloqué las manos en la barandilla, a ambos lados de su cuerpo, y deposité un pequeño beso en su hombro desnudo, justo al lado del fino tirante del vestido que Hinata había conseguido colocarle.
Sakura suspiró e inclinó la cabeza ligeramente hacia la derecha, dándome un acceso más fácil a su piel. Comencé a besar lentamente la sensible piel de su cuello y sentí su cuerpo estremecerse entre mis brazos. Esa vez no tuve dudas de quién era la causa de sus temblores, por lo que no pude evitar que una sonrisa de autocomplacencia se dibujara en mis labios.
- Llegas tarde – susurró Sakura.
Apoyé la frente en su hombro y suspiré.
- Lo sé – admití en un tono igualmente susurrante – La tarde se complicó en el hospital y tuve que pasar consulta cuando mi turno estaba a punto de terminar. ¿Estás enfadada?
Levanté la cabeza para dejar que Sakura se diera la vuelta y se acomodara entre mis brazos de nuevo, esta vez de frente a mí. Me miró en silencio durante unos instantes antes de comenzar a jugar distraídamente con uno de los botones de la camisa que Hinata me había obligado a ponerme.
- Bonita camisa – comentó, ignorando deliberadamente mi pregunta - ¿Hinata?
Asentí con la cabeza, cauteloso.
- ¿Estás enfadada? – repetí.
Sakura levantó la mirada hacia mis ojos y esbozó una pequeña sonrisa, moviendo ligeramente la cabeza de lado a lado.
- No, pero me has abandonado en medio de una de las sesiones de Hinata y eso no es fácil de perdonar – bromeó.
Reí entre dientes, aliviado de que Sakura no se hubiera tomado mi retraso de una forma tan melodramática como Hinata. Me separé unos cuantos centímetros de ella para admirar lo que el duende maléfico había hecho con Sakura. Su pequeño cuerpo estaba envuelto por un sencillo vestido de color azul marino que resaltaba sus curvas en los lugares precisos, y calzaba unos zapatos negros. Incliné la cabeza hacia un lado y comprobé que los zapatos eran de tacón. No pude evitar fruncir el ceño; la experiencia me había enseñado que Sakura y tacones no eran una buena combinación. Hinata debería saberlo.
Tras mi análisis, fijé mi mirada de nuevo en sus ojos y esbocé una media sonrisa.
- Bonito vestido – dije finalmente, imitando sus palabras.
Sakura rodó los ojos, pero aún así sonrió. Sin previo aviso, me tomó del cuello de la camisa y me acercó a ella. Sus labios rozaron mi lóbulo cuando abrió la boca para hablar.
- ¿Cuándo piensas darme un beso de saludo en condiciones?
Sonreí de nuevo, dispuesto a complacer su petición inmediatamente. Rodeé su cintura con mis brazos, acercándola más a mí cuando…
¡Bum!
Un sonoro golpe en la puerta de mi habitación interrumpió todos mis movimientos.
- ¡Hermano Uchiha 1 llamando a hermano Uchiha 2!
La voz atronadora de Itachi nos llegó desde el pasillo. Con un gruñido de desesperación, tomé a Sakura de la mano y la saqué del balcón, llevándola hacia la puerta. La abrí con más ímpetu del necesario para encontrarme con la mueca burlona de Itachi.
- ¡Hermano Uchiha 2! – exclamó de nuevo, utilizando ese exasperante código con el que había decidido nombrarnos desde que uno de sus compañeros de trabajo le había convencido para tragarse juntos todas las temporadas de una estúpida serie de ciencia ficción de los 80 – Mikoto se preguntaba si habías muerto de aburrimiento en tu habitación o si finalmente habías decidido dejar de ser un Uchiha para dejarme a mí toda la herencia.
Sakura rió a mis espaldas por las palabras de Itachi. Yo solo pude poner los ojos en blanco.
- Dudo mucho que esas palabras hayan salido de la boca de Mikoto.
- En realidad se estaba preguntando en voz alta porqué su hijo pequeño aún no había ido a saludarla, pero todos sabemos que era eso lo que quería decir – explicó Itachi.
Sakura volvió a soltar una carcajada. Me soltó la mano y se adelantó, saliendo al pasillo y tomando uno de los enormes brazos de mi hermano entre sus pequeñas manos.
- Deja de desvariar, Itachi. Deberías estar abajo, bloqueando a todos los incautos invitados que intenten ligar con tu Ino.
Itachi se encogió de hombros con indiferencia.
- Pueden intentarlo todo lo que quieran, pero todos saben que mi Ino nunca me dejaría. Soy demasiado bueno en la cama.
Y como si con ese comentario Itachi estuviera reclamando la presencia de su novia, la rubia cabeza de Ino apareció en ese mismo momento por las escaleras. Y a juzgar por su expresión, había escuchado con total claridad las palabras de mi hermano. Nada más acercarse a nosotros, golpeó a Itachi en la cabeza y le miró sin compasión.
- Yo que tú no daría nada por seguro, Uchiha – le advirtió, destilando ira en cada palabra.
Itachi ya había abierto la boca para disculparse, dejando toda su dignidad a un lado, cuando la aguda voz de Hinata nos llegó por el hueco de la escalera con total claridad, como si estuviera gritando directamente en nuestros oídos y no desde tres pisos más abajo.
- ¡Sasuke Uchiha! ¡Tu madre está esperando a que su hijo prodigo se digne a bajar y saludarla como es debido! ¿No crees que nueve meses ya fueron suficiente espera para verte la cara de una vez?
En cuanto los gritos de Hinata dejaron de oírse, Sakura, Itachi e Ino estallaron en carcajadas sin disimulo alguno.
- Creo que eso significa que bajes. Ya – dijo Ino, logrando hacerse oír entre las histéricas risas.
- Yo que tú no la haría esperar – me aconsejó Sakura, al tiempo que apretaba los labios con fuerza para contener un nuevo ataque de risotadas – Creo que fui yo quien agotó su paciencia cuando la hice pasarse casi una hora intentando que me vistiera. Desde entonces está un poco irascible.
- Ya me había dado cuenta – murmuré entre dientes, provocando una nueva ola de carcajadas.
Murmurando insultos sin sentido, comencé a bajar las escaleras seguido de Sakura, Itachi e Ino, que continuaban riéndose a mandíbula batiente. Al pie de la escalera, Hinata me esperaba de brazos cruzados y con la misma mirada iracunda con la que me había recibido al llegar del hospital. Al comprobar que su cólera, en una escala del uno al diez, estaba ya en el nivel once y camino del doce, imploré internamente para que Naruto se dignara a aparecer. En esos momentos, él era el único capaz de aplacar a su novia.
Maldito amigo traidor.
Abrí la boca para hablar, pero Hinata me cortó.
- En la cocina – informó, sin esperar a que formulara la pregunta.
Giré rápidamente y me encaminé hacia la cocina, seguido por Sakura, mientras Itachi e Ino se quedaban en el hall echándose unas risas a mis expensas. Confiaba en que mi experta maniobra fuera suficiente para ahuyentar a Hinata, pero me di cuenta de mi error cuando apenas había caminado dos pasos y la oí gritar a mis espaldas:
- ¡No pienses que te has librado de mí, Uchiha!
Escuché como Sakura reía entre dientes a mi derecha.
- Si yo fuera tú, no me reiría tanto – murmuré sombríamente – Es posible que esta noche tu novio no logre llegar a casa de una sola pieza.
Mis palabras parecieron tener el efecto contrario al que buscaba, ya que las disimuladas risitas de Sakura se convirtieron en abiertas carcajadas. Cuando llegamos a la cocina, Sakura aún continuaba carcajeándose de mí, por lo que Mikoto nos observó con una sonrisa entre divertida y complacida.
- ¿A qué viene tanta risa? – preguntó mi madre.
Negué con la cabeza y las risas de Sakura aumentaron de intensidad. Cuando por fin logró calmarse un poco, murmuró un apenas audible "Hinata". Mi madre sonrió de nuevo, comprensiva, antes de darnos la bienvenida con un cálido abrazo a cada uno.
- ¿Mucho lío en el hospital? – se interesó.
- Demasiado – respondí, suspirando con cansancio – Hay una paciente en concreto cuyo principal hobbie parece ser hacerme la vida imposible. Se inventa enfermedades para aparecer por el hospital cada semana, exigiendo siempre que sea yo quien le pase consulta.
- ¿La señora Kinomoto?
Me di la vuelta para encontrarme con la figura de mi padre apoyado contra el marco de la puerta de la cocina, con los brazos cruzados a la altura del pecho y una sonrisilla condescendiente en los labios.
- ¿Tienes el placer de conocerla? – quise saber, imprimiéndole una nota de sarcasmo a mi voz al pronunciar la palabra "placer".
Mi padre asintió, sin borrar su mueca sonriente, y dio dos pasos hacia nosotros para envolver a Sakura en un abrazo y darme dos golpes cariñosos en la espalda a modo de saludo.
- De vez en cuando se pasa por mi consulta pidiéndome que le practique un aumento de pecho – explicó – Parece que no le importa el hecho de que yo no sea un cirujano plástico y que no esté capacitado para realizar ese tipo de operaciones.
Había abierto la boca ya para mostrar mi alivio, ya que la fijación de la señora Kinomoto parecía ser con el gen Uchiha en general y no solo conmigo, pero mi madre me interrumpió.
- Vamos, vosotros dos. Hoy está prohibido hablar de trabajo. Fugaku, ¿por qué no me acompañas a saludar a los últimos invitados y dejamos a los chicos un momento solos?
Mikoto tomó a Fugaku del brazo y le condujo hacia la puerta, guiñándonos un ojo en señal de complicidad mientras salían de la cocina. Puse los ojos en blanco, pero aún así no pude esconder una pequeña sonrisa al comprobar que mi madre todavía creía que debía hacer de casamentera entre Sakura y yo.
Sentí la pequeña mano de Sakura posarse sobre mi brazo e instantes después, sus suaves labios moverse contra mi oreja al tiempo que hablaba en un susurro.
- Por si no te has dado cuenta, estamos solos. ¿Por qué no me saludas en condiciones de una vez?
Reí suavemente mientras me giraba y capturaba su cintura entre mis brazos. Acerqué mi boca a su oído para susurrar mis palabras, consciente de que ese era uno de mis trucos del que Sakura parecía disfrutar más.
- ¿Tan impaciente estás por saludarme?
Sakura gruñó entre dientes y cerró sus manos alrededor de mi cuello, forzándome para que me acercara más a ella.
- No es muy agradable ver cómo saludas a todo el mundo y dejas a tu novia para el último lugar.
Sin decir una palabra más y sin ni siquiera esperar a que pudiera moverme ni un centímetro, Sakura tomó la iniciativa y aplicó más fuerza sobre mi cuello, chocando sus labios contra los míos. Me deleité durante unos segundos en la familiar y maravillosa sensación de sus labios moviéndose contra los míos, dejando que fuera ella quien marcara el ritmo, pero cuando estaba decidido ya a tomar el control del beso, Sakura se separó de mí.
Coloqué una mano en su nuca y la acerqué hacia mí, pidiendo más, pero ella se libró hábilmente de mi agarre. Un gruñido de queja brotó del fondo de mi garganta y Sakura rió.
- No te emociones demasiado, Sasuke, y resérvate para la noche – me aconsejó con esa sonrisilla condescendiente bailando en sus labios – Además, ya sabes que no me gusta demasiado el exhibicionismo – añadió, señalando con la cabeza hacia el salón, desde donde llegaba ya el murmullo de las conversaciones de los invitados a la fiesta.
Me tomó de la manó, arrastrándome fuera de la cocina. Me dejé llevar, dispuesto a recordarle más tarde lo mucho que me había reservado para la noche en el caso de que a Sakura se le olvidara su promesa.
* * * * * *
La fiesta había resultado ser una especie de tortura china para mí. Mi madre y Hinata se habían compinchado para secuestrar a Sakura, en contra de su voluntad y de la mía, y darle el correspondiente tour social, presentándole a todos los invitados. Mi padre tenía como única misión que tomara parte en las discusiones médicas con sus colegas cirujanos (pasando por alto la prohibición que nos había impuesto Mikoto sobre nada de trabajo esa noche). Para rematar la faena, Ino parecía haberse tomado la noche libre y se las había arreglado para empaquetarme la tarea de hacer de niñero de Itachi y evitar que se pasara con las cervezas. Y con el tequila, el ron, la tarta de whisky y cualquier alimento o bebida que contuviera un mínimo de alcohol.
Sin mencionar, claro, que Naruto había desaparecido hábilmente y era prácticamente imposible dar con él y lograr que vigilara a Itachi durante dos minutos.
Revolví distraídamente el contenido de mi copa, con la atención fija unos cuantos metros por delante de mí, donde Mikoto, Hinata y Sakura estaban enfrascadas en una conversación con dos amigas de mi madre. Mientras, vigilaba a Itachi por el rabillo del ojo en un intento desesperado por evitar que cayera en un coma etílico y la furia de Ino se descargara sobre mí en toda su gloria.
Cuando el brazo de mi hermano se extendió por quinta vez en lo que llevábamos de noche en busca de una cerveza, decidí que por el bien de mi integridad física, lo mejor sería intervenir urgentemente.
- Itachi, ¿no crees que te estás pasando?
Itachi siseó y me miró con los ojos ligeramente desenfocados al tiempo que trataba en vano de abrir la botella de cerveza.
- Pshhh… yo controlo, Sasukito – me aseguró, arrastrando levemente las palabras. Primer síntoma de que Itachi estaba pasando al feliz mundo de la intoxicación por alcohol.
- Itachi, por tu bien y por el mío, sería mejor que dejaras esa cerveza antes de que Ino se entere de la borrachera que estás pillando - le recomendé.
- Psshh – volvió a sisear – Ino me quiere, Sasukito, nunca me haría daño. ¿Te he dicho alguna vez lo mucho que te quiero?
Puse los ojos en blanco y suspiré con resignación. Segundo síntoma de su elevado nivel de alcohol en sangre: Itachi declarándole su amor incondicional a su hermano pequeño. Había vivido demasiadas borracheras con mi hermano como para no saber cuál sería el siguiente paso. Y no, sospechaba que observar cómo Itachi trataba de seducir a Ino en medio de la fiesta organizada por nuestros padres no era precisamente el perfecto final que Mikoto se había imaginado para una velada como aquella.
Agarré el brazo de Itachi con fuerza y logré arrebatarle la botella de cerveza. Mi hermano se revolvió, tratando de recuperarla, pero conseguí esconderla lejos de su alcance. Le empujé hacia la silla más cercana, obligándole a que se sentara.
- ¿Crees que serás capaz de quedarte aquí sentado un par de minutos?
Itachi frunció el ceño en señal de concentración, antes de asentir.
- Está bien. Iré a por un vaso de agua para ti, ¡no te muevas!
Me encaminé hacia la mesa de bebidas que mi madre había preparado en uno de los laterales del jardín, pero mientras buscaba algo de agua para Itachi, me vi distraído por una risa familiar a mis espaldas. Me di la vuelta para encontrarme con Sakura conversando alegremente con el jefe de cirugía de mi padre. Inconscientemente, dejé todo lo que estaba haciendo y me crucé de brazos, observándola mientras una sonrisa involuntaria se dibujaba en mis labios.
- ¿Pensando en comprarle un anillo?
Me giré, sorprendido por la inesperada interrupción, encontrándome con la enorme sonrisa de Hinata. Fruncí levemente el ceño, confuso por sus palabras.
- ¿Un anillo? – repetí, sin saber a qué se refería – Hinata, ya sabes que Sakura odia los regalos. Y más si son ostentosos y brillantes.
Hinata puso los ojos en blanco y me golpeó suavemente en el brazo.
- No me refería a un anillo cualquiera, sino a EL anillo, Sasuke. ¿Me sigues?
La observé durante unos segundos con la misma confusión reflejada en mi cara.
- Creo que no – reconocí.
Hinata suspiró con desesperación.
- El anillo, Sasuke – repitió insistentemente, sin poder creer que todavía no supiera a qué se estaba refiriendo exactamente – El anillo que le regalas a alguien cuando le propones matrimonio.
Las palabras de Hinata comenzaron a tomar forma lentamente en mi cerebro. Alcé las cejas, sorprendido y aún confuso. Hinata no podía estar hablando de… eso. ¿Verdad?
- ¿Matrimonio? – repetí, sin poder evitar una leve nota de terror en mi voz - ¿Estás hablando de lo que creo que estás hablando? ¿Casarme? ¿Yo? ¿Con… Sakura?
Hinata se cruzó de brazos y me miró con el ceño fruncido, golpeando con insistencia el pie contra el suelo.
- A no ser que tengas una amante escondida, de la que no tengamos noticia y con la que quieras casarte – Hinata me observó en silencio durante unos segundos antes de volver a golpearme en el brazo, esta vez con mucha más fuerza - ¡Claro que con Sakura! ¿Con quién sino? Por si tú y tu obtusa mente aún no os habíais dado cuenta, lleváis dos años y medio siendo pareja, casi dos viviendo juntos y estáis tan colados el uno por el otro que incluso a mí hay veces que me sacáis de quicio. ¿Qué más pruebas quieres para darte cuenta de que Sakura es lo único que vas a necesitar en tu vida?
Tras su discurso improvisado, Hinata se quedó en silencio, con los brazos aún cruzados con fuerza a la altura del pecho y observándome con esa intensidad que solo ella podía imprimir a sus miradas.
Abrumado por sus palabras y por la fuerza con la que me estaba analizando, giré la cabeza ligeramente para volver a centrar mi atención sobre Sakura. Estaba todavía inmersa en su charla con el jefe de mi padre y por su lenguaje corporal, podía adivinar que se encontraba ligeramente incómoda por ser el centro de atención, pero aún así exhibía su sonrisa más agradable y educada.
Hinata tenía razón. Hacía mucho que tenía claro que Sakura era todo lo que necesitaba. Estaba seguro de que íbamos a pasar juntos el resto de nuestra vida, así que…
¿Por qué no empezar ya a hacerlo oficialmente?
Me volví hacia Hinata. No tuve ni siquiera que abrir la boca para que Hinata supiera exactamente lo que acababa de pasar por mi mente. En cuanto echó un rápido vistazo a mi expresión, sus labios se curvaron en una sonrisa entre complacida y excitada. Un pequeño escalofrío recorrió mi espalda al darme cuenta del lío en el que me había metido.
Hinata tenía una misión y estaba dispuesta a cumplirla.
- Entonces, ¿cuándo estás libre para venirte conmigo a buscar el anillo perfecto? He visto uno precioso en Tiffany's que creo que a Sakura le va a encantar…
Había abierto la boca ya para poner algunas condiciones cuando fui interrumpido por la voz de Itachi, que retumbó a nuestras espaldas.
- Vamos, Ino. ¡Sabes que no te puedes negar a mis encantos de seductor!
Hinata y yo nos giramos al mismo tiempo para encontrarnos a Itachi agarrado a Ino en medio del jardín, rodeados de un pequeño grupo de curiosos que les observaban entre divertidos y escandalizados.
- Mierda – susurré para mí mismo.
Había olvidado por completo que había dejado a un Itachi alcoholizado y dispuesto a seducir en público a Ino sin vigilancia. La mirada mortífera que me dirigió la rubia desde el otro lado del jardín me hizo saber que estaba en problemas.
Serios problemas.
***************
Hola
De nuevo aclaro que esta historia NO es mía. Su legítima autora es bars-9 y su original es de Twilight. Ella me dio su total permiso para acoplarla a un Sasusaku. Lo cual sabe que le agradezco Muchísimo.
¡¿Qué les pareció?!
¿Creen que merece la pena un comentario?
¡Por cierto! Bars-9 les agradece todos los comentarios que hacen con respecto al fic; le alegra mucho que su historia les guste.
Como esta historia es nueva, yo iré actualizando cuando ella lo haga… así que lo más seguro es que sea una vez por semana.
Nos leeremos pronto.
Ranko Uchiha
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