Kuroshitsuji no me pertenece, es propiedad de Yana Toboso
Esta historia está desarrollada en un Universo Alterno (AU). Yaoi, shota, lime y lemon en próximos capítulos. Inspirada en "Fijación" por Lissa D'Angelo y adaptada para Kuroshitsuji y sus personajes principales. Espero, les guste esta versión.
Lil Joker.
El Anhelo de lo prohibido
Prólogo
Era un sábado por la tarde, el sol caía y la noche hacía poco a poco su entrada, junto al frío de invierno. Sentado junto a la ventana, observaba como los últimos y débiles rayos de luz se colaban por ella, iluminando parte de las páginas del extenso libro que tenía entre sus manos.
El fuerte y delicioso aroma a un buen café recién hecho llegó a sus narices, inundando sus sentidos, embriagándolo de esa calma que solo una tarde de invierno teñido de un sol casi primaveral puede entregar. Una mujer de cabello rubio y ojos azules le ofreció una taza de humeante y exquisito café, con una sonrisa en el rostro que solo los buenos amigos pueden entregar.
- Tal y como te gusta, Sebastian - susurró la muchacha, entregándole la taza. Él sonrió y la aceptó, tomando un pequeño sorbo, degustando de aquel cálido liquido. La mujer observó la lectura del pelinegro y sonrió - ¿Qué tal la lectura?
- Es un libro bastante interesante - contestó el ojirojo. Del otro lado de la sala se escuchó el cerrar de una puerta y unos pasos, fuertes y firmes, acercándose hacia ellos - Pero supongo que tendré que continuar mañana - afirmó al ver al dueño de esos pasos sonreírle con jubilo, a pesar de su aspecto agotado.
Vincent Phantomhive, cabeza de la familia Phantomhive, dueño de la enorme herencia y de la empresa de su familia aún vigente por generaciones, se acercó al pelinegro y lo abrazó con cariño de hermano. Después de todo, seguía siendo su mejor amigo desde la infancia. Sebastian correspondió el abrazo dichoso, luego observó como su amigo saludaba a su bella esposa, Rachel.
Sebastian desvió la mirada hacia su café y tomó otro pequeño sorbo, tratando de evadir la escena entre su mejor amigo y su olvidado primer amor de secundaria.
Fue ahí cuando su teléfono sonó, dando gracias a dios o a cualquier fuerza mística por tener una razón para abandonar el lugar. Se disculpó con sus amigos y contestó lo que era una importante llamada de negocios.
Sebastian Michaelis era un hombre que no tenía nada que envidiar en el éxito de Vincent, puesto que su familia tenía un considerable patrimonio, y a expensas de ellos, él se había encargado de forjar su propio éxito como abogado. Era dueño de una importante firma, y su talento en aquella ciencia era admirable. Su atractivo varonil, sus ojos rojos como la sangre, su cabello negro y lustroso, su considerable altura de 1.85 cm. y un físico envidiable era lo que también jugaba a favor de Michaelis, quién se jactaba de conservar intacto su aspecto de veinteañero.
Bien se podía decir que Michaelis lo tenía todo, pero no. Sebastian podía obtener a cualquier mujer que él deseara, después de todo, ellas caían rendidas a sus pies. Sin embargo, en el fondo, él solo anhelaba a una. Rachel había sido la única persona en el mundo por la cual Sebastian hubiera estado dispuesto a olvidar todo, arrojar todo por la borda, abandonar sus sueños, solo para garantizar su felicidad. Pero no había vuelta atrás, ella había tomado una decisión, y había elegido a Vincent. Y el tiempo no era la mejor cura para un corazón roto como el de Michaelis. Claro, con el pasar de los años, supo disimular y aceptar aquella relación, pero aquel amor seguía vivo, escondido en lo más recóndito de su ser... Pero seguía ahí. Y como un iluso, Sebastian tenía la esperanza de que algún día, esos ojos azules lograran mirarle de la misma forma en la que miran a su mejor amigo.
Así era... Hasta que alguien llegó a la vida de los Phantomhive, y desde entonces, todo cambió...
- Está bien, agenda una reunión con él para el lunes, quiero cerrar este trato a como de lugar, y mientras más pronto mejor - El pelinegro mantenía la mirada fija en sus negros y brillantes zapatos italianos. Con una de sus manos en el bolsillo y la otra en el teléfono, daba pasos sin rumbo por el enorme jardín de la residencia Phantomhive. Su asistente le ponía al tanto de su situación con uno de sus socios, pero él solo se dedicaba a escuchar el suave sonido de sus pasos sobre el húmedo césped. Después de unos cuantos minutos, logró volver a poner atención al monologo de su asistente, solo cuando esta se estaba despidiendo. Segundos después, colgó la llamada y sin más, se recostó sobre el suave césped, tirando su teléfono sin cuidado a unos centímetros lejos de él. Cerró sus ojos con pesadez y con su antebrazo derecho cubrió su rostro. Se sentía más cansado de lo normal, y sabía que no era culpa de su trabajo, si no de algo mucho peor, algo con nombre y apellido y dos orbes azules como el mar.
- ¿Tío Sebas?
Aquella voz logró sacarlo violentamente de su trance. Abrió sus ojos de golpe y dirigió la mirada hacia el portador de esa voz. Esa dulce y aterciopelada voz. Un muchacho de 15 años le miraba con una inocente preocupación. Los ojos de Sebastian se posaron sobre los enormes y azules ojos del muchacho, perdiéndose en la profundidad de ese calmado mar. El adulto intentaba demostrar un semblante serio y calmado frente al muchacho, lo que logró intimidar al pequeño y causó un
exquisito sonrojo en esas mejillas de porcelana. El corazón de Sebastian se detuvo por unos segundos al ver tan tierna y... Excitante imagen.
... El nacimiento del heredero de los Phantomhive cambió la vida de sus padres. Y con el paso del tiempo, la de Sebastian. Aquel niño se convirtió en la perdición para Sebastian, era la tortura hecha persona, un terrible error de ojos azules...
... Pero a la vez, era su hermosa perdición, la tortura más deliciosa... El mejor error de su vida...
- Ciel...
El anhelo de lo prohibido...
