Salí de casa para ir hacia la central. Tenía trabajo y demasiado por lo que dudaba que tuviera la noche libre. Ni apenas llegué, me bombardearon con papeleos y demás informes. Casi que ni veía con esa pila de cajas entre mis brazos. Y en más de una oportunidad casi me caigo con todo si no fuese porque Piers estuvo allí. Desde lo de China, somos muy buenos amigos, es más, se podría decir que los mejores. Pasamos buenos momentos juntos dentro de la central y casi siempre estamos para el otro cuando nos necesitamos en momentos difíciles. Hace unos días, estuvimos en una situación incómoda. Habíamos chocado y nuestros papeles cayeron al suelo, entremezclándose con nuestras manos desesperadas por ordenarlas. Llegamos a acariciarnos las manos pero fue sin intención. En cambio, el rostro de Piers se enrojeció por las mejillas. Desde entonces, pienso que Piers se debe de sentir diferente aunque nuestra amistad sigue igual. Y hoy me tocó volver a verlo. Tan feliz como siempre y listo para ayudar a quienes lo necesiten.

–Hola, Chris– Me saludó alzando su mano luego de haberme ayudado. Desde que somos amigos, me llama así y me siento bastante bien y cómodo con él. De hecho, le confío cosas que a nadie le he dicho y, les puedo jurar, que es tan mudo como una estatua en ese aspecto.

–Eu, Piers– Le respondí dándole un empujón a la puerta de mi oficina con el pie a lo que él se adelantó para abrirla– Gracias por eso, ¿Cómo has estado? Hace mucho que no nos veíamos, ¿Querés algo de café o algo por el estilo?

–No, gracias. Estoy bien así– Respondió alzando una mano a la altura de su abdomen. Luego se sentó sobre mi asiento reclinable y puso los pies sobre el escritorio. Yo lo miré casi con odio por hacer eso, ¡Mis cosas podrían ensuciarse!

– ¡Piers!– Exclamé fuertemente tratando de esconder mi rabia– ¡Bajá los pies de ahí!– Y él obedeció instantáneamente entre risas de burla.

–Tranquilo que no hice nada– Se excusaba con ambas manos a la altura de mi pecho para defenderse de un posible empujón. Pero no era eso lo que haría, no luego de haberlo tratado tan mal en China. Prometí no volver hacerlo y dejaría el alcohol sólo porque sé que a él no le agrada que tome. Lo hace para cuidarme y lo aprecio bastante. Pocos se han preocupado por mí.

– ¿No? Casi me rompés todo con los pies.

–Exagerado– Rió nuevamente y yo con una vena en todo mi cuello. Sabe cómo hacerme enojar pero, a la vez, sabe cómo calmarme– Sólo estoy jodiendo. No es para que te enojés– Luego de unos minutos continuó– ¿Cómo te han ido las misiones?

–Bien, por ahora no ha habido problemas. ¿Y vos estás disfrutando tus vacaciones?– Respondí dejando las carpetas arriba del escritorio. Luego me dispuse a sentarme en la silla enfrente de éste. Piers miraba atento una foto sobre mi escritorio, era la mía junto con Claire. La miraba con cierta ternura en sus ojos, casi que brillaban ante aquella imagen.

– ¿Me hablaste, Chris?– Me dijo volviendo su mirada a mí. Con los pies sobre el escritorio nuevamente.

–Ya fue– Dije suspirando pesadamente– Quería saber cómo iban tus vacaciones.

El meditó un poco y, en un suspiro, dijo.

–Bien.

Sin nada más, seco y dudoso de esa respuesta. Me lo quedé mirando por unos minutos y él bajó la mirada apoyando sus manos sobre su abdomen. Mirándolo extrañado me quedé hasta que él suspiró.

–No me mientas– Le dije en un suspiro a lo que me miró furioso. Sé que no le gusta mentir pero ahora lo hacía por eso se lo reproché. Me la debe por haber puesto sus pies sobre el escritorio y por haberme hecho enojar.

– ¡No estoy mintiendo!– Me gritó. Se notaba desde kilómetros pero aun así trataba de ocultarlo. De todas formas no le dije nada por faltarme el respeto. No entiendo su enojo y quiero respuestas por lo que seguiría insistiendo.

–Sí lo hacés. Vamos, podés confiar en mí en lo que sea– Le dije al fin volteando la silla para estar frente a frente, separados por el escritorio. No dijo nada, se quedó mudo como roca y siquiera me miraba–Piers– Mencioné con voz ronca, pesada e imperativa.

–No, no la estoy pasando bien en mis vacaciones– Dijo dejando caer la silla para golpear fuertemente el suelo con las patas de la misma. Luego amagó irse pero lo pude detener con un simple "Vení acá, Piers". Esto de ser su capitán tiene ventajas.

Y algunas desventajas…

– ¿Qué?– Entonó mirándome por encima de su hombro izquierdo.

–Quiero que me digas por qué no la estás pasando bien, ¿Hay algo malo en tu vida? ¿Estás pasando por un mal rato o algo por el estilo?– Sonó muy metido pero así lo hice. No me respondió, sólo se fue. Suspiré cruzándome de brazos y estancado en la silla medité la situación.

Sabía que no podía estar tranquilo con las personas que me importan con algunos problemas y por eso estoy caminando por los pasillos para buscarlo. Era bastante pesado el trayecto; pregunté por las oficinas y nadie lo vio. Pregunté a los soldados en entrenamiento y nadie lo vio. Esto de no encontrarlo me comenzaba a irritar mi poca paciencia. Iba caminando por el segundo piso cuando por allá en un balcón me lo encontré mirando hacia la puesta de sol. Me asomé por la puerta corrediza y me puse a su lado, imitando su pose con los brazos apoyados sobre la baranda.

–Linda puesta, ¿No?– Comenté mirando a ojos entrecerrados aquella puesta tan perfecta. Tonos anaranjados sobre un aura blanca y brillante que iluminaba toda la vegetación del lugar. Un bosque meticulosamente cuidado por los jardineros a cargo en la central porque mantener la vida también es una labor nuestra. Incluso la vida animal y vegetal.

–Sí, Chris–Suspiró y luego le dio la espalda al paisaje, mirando para los adentros de las oficinas– ¿Sabés? Estas vacaciones no he estado bien…me aburren para serte sincero. No hay nadie con quien pasar el tiempo…y ya no quiero aburrirme solo. Al menos que alguien pueda juntarse en mi departamento a pasar el rato, charlar y alejarme de toda esta rutina de porquería. La rutina cansa, ¿sabés? Más si estás en soledad.

Soledad…

–Bien, ya que me veo obligado a salir con vos, podés llamarme cuando se te antoje, siempre y cuando no esté ocupado, ¿Sí?– Le dije decidido. Juro que su rostro se iluminó y una sonrisa de oreja a oreja se le dibujó. Pestañeé varias veces y trague. Me sentí un poco raro por eso. Sentí como hormigas por mis piernas y brazos. Giré hacia el atardecer para no pensar en eso último. No quería que Piers lo malinterpretara como una cita.

¿Una cita? ¡¿Qué mierda estoy pensando?! ¡No! Piers es mi amigo. Mi mejor amigo…

– ¿En serio, capitán?– Me sonrió ampliamente como ya dije y me abrazó de manera tal que resultaba asfixiante. En cambio, no me molestaba, me reconfortaba, me tranquilizaba.

Me gustaba…