Disclaimer: El Potterverso pertenece a J.K Rowling, así como muchos de los personajes, los que no os suenen son de mi propia creación.

Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible Veraniego 2013" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black.

Mi AI es Neevy Granger. Así que Neevy este fic es para ti, espero que te guste. Tu petición me costó bastante porque realmente nunca me había preocupado por la magia y la tecnología, aun así espero que no te defraude demasiado.

Prologo

Metida en líos.

–Maldita sangre sucia, el sombrero seleccionador cometió un error contigo.

—Que la aceptaran en Hogwarts ya fue un error.

Se encontraba tirada en el suelo, con el labio ensangrentado y con dos de sus compañeros apuntándola con una varita ¿Podía haber algo mejor?

Miró a su alrededor para ver si alguien se acercaba, pero el gran corredor estaba completamente vacío. Suspiró, tendría que salir sola de ese embrollo.

Se levantó con parsimonia con las manos estiradas hacia arriba, sus ojos grises mantenían la mirada de los estudiantes de Slytherin.

— ¿Perdón pero me podríais explicar por qué fue un error?— preguntó con gestó burlón.

Sus dos atacantes se miraron con cara de incredulidad, ¿se estaría riendo de ellos?

— ¿No sois muy listos, no?— siguió mofándose Alexandra, había aprovechado la pequeña distracción para sacar su varita, y la alzaba apuntando a la cabeza de esos descerebrados— Expelliarmus— las varitas de los dos jóvenes volaron por el aire, y con un gesto ágil Alexandra las atrapó con su mano izquierda.

—No puedes hacer eso— protestó el más gordo de los dos.

— ¿A no? Pues me parece que ya lo he hecho—sonrió perversamente ¿Y ahora dejadme pensar que voy a hacer con vosotros?

Se quedó allí de pie apuntándolos con su varita y disfrutando del miedo que veía reflejado en sus caras.

—Eres un error de la naturaleza— respondió el más alto de ellos mirándola repulsivamente.

—Mala suerte—se encogió de hombros y alzó una ceja— creo que ya se lo que haré, últimamente mis notas de transformaciones han bajado un poco, ya sé con quién puedo practicar.

Alexandra seguía apuntándoles con su varita y simulaba pensar cual era el animal más apropiado para convertir a cada uno de ellos. La profesora McGonagall dobló la esquina en ese instante y se quedó más petrificada que una víctima de basilisco al contemplar la escena.

— ¿Se puede saber que sucede aquí? No permito estos comportamientos en mi colegio señorita Alexandra, y creo recordar que esta no es la primera vez que es castigada por lo mismo. Sígame por favor, tengo que hablar seriamente con usted.

Los dos alumnos de Slytherin sonrieron tontamente y se dispusieron a alejarse.

— Flint, Jackson ¿A dónde creéis que vais? No me parece que la señorita Robinson estuviera jugando sola a los duelos de varita mágica. Ir a ver ahora mismo al jefe de vuestra casa para que sea él quien decida vuestro castigo.

—Si profesora McGonagall— repitieron al unísono con cara de perro.

—Aaa y se me olvidaba, 30 puntos menos para Slytherin por hacer magia en los pasillos y por vuestra brutal falta de anti compañerismo.

Cuando los dos chicos se alejaron, Alexandra se atrevió a preguntar a la directora:

— ¿Puedo ir yo también a ver al profesor Slughorn?

— Definitivamente no

— ¿Pero por qué, él es el jefe de mi casa?—protestó la joven alzando ligeramente la voz.

Minerva la escudriñó detrás de sus gafas de montura cuadrada, y apretando los labios le dirigió un gesto para que comenzara a andar.

—Lago Ness— le dijo con convicción la profesora a la gárgola dorada del segundo piso, la cual se apartó para dejar al descubierto unas escaleras. Las dos, una detrás de otra, se subieron a los escalones que comenzaron a moverse solos.

El despacho era una estancia iluminada por dos pequeñas ventanas, en el centro una mesa y en la pared del fondo cuadros de los antiguos directores de Hogwarst, todos dormitaban excepto uno de larga barba blanca y gafas de media luna, que las miraba con interés.

—Siéntate, por favor— invitó la profesora McGonagall— ¿Quieres una galleta?

Alexandra cogió dubitativa una pequeña galleta cuadrada del bote que le tendía la directora.

—Gracias

—Si quieres más puedes coger libremente.

Se produjo un largo silencio en el que Alexandra nerviosa clavó su mirada en una bata de cuadros que colgaba de un pequeño perchero situado en una esquina.

—Estoy muy preocupada por ti—comenzó por fin la señora quitándose las gafas y dejándolas sobre la mesa.

Alexandra levantó la ceja derecha como hacía cada vez que algo la asombraba o la impresionaba.

—No, no me mires así. Sabes perfectamente a lo que me refiero, te pasas más tiempo castigada que en tu sala común.

—Tengo mala suerte con los profesores, eso es todo— explicó haciendo un gesto con la mano como para restarle importancia y mordisqueando su galleta.

—No creo que sea eso. Siempre que te veo, te encuentro varita en mano batiéndote en duelo con estudiantes de tu propia casa. Aunque no te lo creas, este comportamiento no es normal en alumnos de este colegio.

Alexandra se quedó callada, sin saber bien que decir. La mujer, gracias a su gran experiencia, aprovechó ese momento para abordar el tema que se traía entre manos.

— ¿Estás a gusto en tu casa?

—Claro que sí— respondió rápidamente alzando involuntariamente la voz.

La profesora McGonagall no dijo nada, pero gracias a esta respuesta tuvo la certeza de que había dado en el clavo. Sabía por diversas fuentes que Alexandra no se llevaba bien con los miembros de su casa (quitando algunas excepciones) y que cada vez evitaba con más ahínco su sala común. Su caso era realmente extraño y complicado.

— ¿Hay algo que te gustaría compartir conmigo? Quizás pudiera ayudarte.

Se quedó un rato mirando firmemente a los ojos grises de la niña que irradiaban determinación, rabia y quizás, solo quizás agradecimiento, pero esta negó con la cabeza.

—Está bien, puedes retirarte—Alexandra se dirigió a la puerta aliviada por el fin de la entrevista— Por cierto, esta semana tendrás que ayudar a Filch en las labores de limpieza para compensar tu comportamiento de hoy. Nos vemos mañana.

La profesora se despidió con un gesto con la cabeza de su alumna y se sumió en sus pensamientos. ¿Sería posible que el sombrero seleccionador se hubiera equivocado? Y si era así ¿qué podía hacer ella? El tener a cientos de jóvenes brujos a su cargo le estaba produciendo más estrés y sacando más canas que la mismísima batalla que había librado 15 años atrás contra el mismísimo Lord Voldemort.

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Se había hecho bastante tarde, los ojos se le cerraban del sueño y la mano derecha le dolía de abrillantar trofeos. Miró con agotamiento a la vitrina que todavía le quedaba por limpiar, si fuera por ella le metería uno a uno todos esos premios a Filch por el culo.

Al final tenía razón la directora, siempre estaba castigada y la mayoría de las veces por esos tontos compañeros suyos. ¿Cuándo había empezado todo? ¿Quizás cuando descubrieron su obsesión? ¿O quizás el primer día de colegio? No, todo había empezado incluso antes.

Tan ensimismada estaba en sus pensamientos que golpeó con el codo una placa de una de las vitrinas. Esta cayó al suelo y se hizo añicos, los trozos se dispersaron por todo el corredor. Iba a sacar su varita y arreglarla, pero estaba demasiado cansada, si alguien la regañaba le echaría la culpa al pesado de Peeves.

Se dirigió a su dormitorio pensando todavía en el origen de todos sus problemas.