Este cortito FrUK era una request de mi gran amiga Noe. No recuerdo de cuándo era, ni cómo surgió, pero el caso es que aquí está. Lo hice hace ya su tiempo, la verdad, y no me acordé de él hasta que hice limpieza en mi ordenador, así que no lo subí hasta ahora. Espero que guste :3

Disclaimer: ¡Los personajes no son míos, hombre, si son de Himaruya!


No podía decirse que el cambio no se viera venir. Había dado varias pistas ya a lo largo del tiempo: alguna contestación más mordaz de lo normal, un carácter un poco más rebelde… Aun así, nada de eso parecía haberlos preparado para su evolución definitiva. Por lo menos a Francia, que escupió su sorbo de vino y se manchó la camisa nueva.

Inglaterra se había teñido el pelo. O, más bien, lo había intentado, porque lo había hecho ciertamente mal y un montón de rubios mechones salpicaban esa verde masa capilar que tanto chocaba en él. Ese escandaloso color sin duda llamaba la atención, pero no era lo único: la ropa que llevaba estaba tan rota y desgastada que ni siquiera Austria podría haberle encontrado un uso más allá del mítico trapo para limpiar. Los pantalones tenían rotos y parches por todas partes, como si hubiera cogido trozos de tela y los hubiera intentado juntar todos de alguna manera. En general, la ropa era una mezcla entre ajustada y holgada; incluso llevaba cadenas.

Su expresión también había cambiado gradualmente al pasar los meses, pero la cara que tenía ese día era, oficialmente, cara de "pasar de todo".

Se había hecho el silencio en la sala de conferencias y todas las caras eran poemas. Las de Sealand, Francia, Estados Unidos y Canadá (si es que alguien se fijaba en la suya), las que más.

—¿Qué pasa? —espetó Arthur, frunciendo el ceño—. Parecéis todos idiotas, mirándome así.

Se sonrojó un poco antes de sentarse en su sitio. Como un adolescente, medio acostado en su silla, con la mirada perdida.

—¡¿Empezamos o qué?!

Comenzaron la reunión todavía un poco atolondrados. Sabían que alguien iba a sacar el tema de su cambio en algún momento, solo era cuestión de tiempo.

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La polémica vino cuando le pidieron opinión a Reino Unido.

—Me la suda —fue la respuesta. Lo habían interrumpido mientras tocaba una guitarra invisible por debajo de la mesa—. Preguntadle a otro.

Hacía falta poco para hacer saltar la indignación de Francis.

—¿Quién necesita la impopular opinión de un inglés? —dijo, en tono condescendiente, mirándolo con los ojos entrecerrados—. Está claro que se ha debido dar un golpe contra alguna puerta (ya sabéis que es un viejo y apenas ve bien) y se ha atontado más si cabe. Ya sabemos todos que tiene un mal gusto patentado, pero esto ya roza la ofensa al buen gusto —añadió, resoplando.

Arthur levantó la pierna y apoyó el pie en el respaldo del asiento de Francis, girándolo hasta mirarlo frente a frente. Le pisó un hombro y decidió agasajarlo con su mejor cara de indiferencia.

—Me orino en tu buen gusto, franchute —dijo, levantándole la barbilla con la punta de la bota que llevaba, tan destrozada como el resto de su ropa.

Él se incorporó, tieso como el palo de una escoba y rojo de indignación.

—¡Eso está claro, basta con ver tu ropa y ese pelo del color de los mocos! —soltó, acalorado. Pocas cosas podían ofender a Francis más que escuchar a alguien metiéndose con sus gustos (o ensuciándole la ropa). Sin embargo, no estaba aún preparado para la poca muestra de decoro de la que iba a hacer gala su mejor enemigo en ese momento.

Sonriendo, Reino Unido acercó la mano a su boca, separando el índice del corazón como si fuera a hacer el símbolo de la victoria. Pero en lugar de hacerlo lamió el espacio que había entre ambos dedos en un gesto puramente obsceno y sexual.

—Cuéntame algo que me interese, Francis.

Indignado, él salió de la sala con sus ademanes más teatrales.