Meimi miraba por la ventana. Era una noche lluviosa. La luna asomaba su fulgor fantasmagórico entre las nubes. Los goteos plácidos en el techo, los árboles y la ventana, cubierta de rocío de lluvia, eran los únicos sonidos en aquel paisaje urbano solitario en la ventana de la chica. Eran más de las dos de la madrugada y simplemente no podía dormir. Mañana había escuela, pero eso parecía no importale a la joven, que se enrollaba distraidamente el largo pelo cobrizo en los dedos. Ruby dormía en su jaula hecha un pequeño bulto espinoso. La pelirroja sentía una pena terrible que le estrujaba el corazón. Era natural que esta preocupación fuese la causa de su insomnio. Todo había cambiado. No era igual. La ausencia de Siniestra había dado un cambio a su vida de un tirón, de golpe y porrazo, de modo que aún no acababa de reconocer su nueva situación. Se encontraba en un estado en que su mente no discernía ni distinguía el pasado del presente, ni que seguiría en el futuro. Solo había confusión y melancolía. Los recuerdos se mezclaban confusos en su mente, aquellas correrías felices evadiendo a Daiki y a la policía, y mas tarde el peligroso rescate de su enamorado de la estafadora Rosemary y su asistente Maju. A veces sentía como si aún fuera la ladrona, pero la realidad aplastante se imponía. A veces solo sentía un vacío en el corazón, e inexplicablemente se sentía mal. Su mente se sentía dispersa y asuente, llena de niebla blanca que le impedía concentrarse en clase o en las tareas más cotidianas. ¿Quién era Siniestra? ¿Quién era en realidad Meimi Haneoka? ¿Se podían disociar a ambas o era imposible a final de cuentas? ¿Villana o heroína? ¿A quién amaba más Daiki a fin de cuentas? La experiencia del parque, hace semanas, le había agradado en el momento, pero hoy, solo conseguía ahondar sus dudas.
No podía quejarse tanto, pensó mientras su mente divagaba hacia Daiki. Se sentía muy satisfecha a su lado, el chico era atento, amable y cariñoso con ella. Se estaba poniendo tan guapo...Ahora que estaba yendo diariamente al gimnasio, sus músculos eran cada vez más definidos. Como le gustaría espiarlo en los vestidores de la escuela para verlo sin camisa...se decía a si misma pícaramente la pelirroja. Pero de nuevo, no podía negar que su aflicción en muchas ocasiones , ante el desconcierto de su novio, podía más. Ultimamente salía poco con el después de la escuela. Y aunque el joven se desvivía preguntándole a la chica que le pasaba, esta solo guardaba silencio y miraba tristemente a Daiki. Habían peleado unas cuantas veces debido a sus personalidades enérgicas, sin embargo, casi siempre las causas de los conflictos solían ser trivialidades, por lo que al final limaban asperezas y estaban contentos.
Por otra parte, Seira le insistía que la misión de Siniestra había concluido. ¿En que se basaba ella para decir aquello? Gruñía la joven Haneoka en su fuero interior. ¿Desde cuando ella podía decidir por ambas, cuando Meimi era quien arriesgaba el pellejo y evadía a las fuerzas del orden? La última vez había estado a punto de morir. Para Seira había sido muy fácil. Solo se quedaba en el convento a esperar y sin hacer nada mas que rezar. Tampoco hablaba con ella del destino de Siniestra. No tenía ningunas ganas, ni intención de hacerlo. Sabía que sus palabras posiblemente caerían en oídos sordos. Estaba forzada a continuar su vida como una chica normal. Y eso la tenía en vilo. Extrañaba la aventura, la adrenalina y la diversión de ser Saint Tail. ¿ Era justo que sacrificara aquello que le llenaba de vida, solo por el amor de Daiki? Su madre lo había hecho por el amor de su padre, pero, ¿por qué ella tendría que hacer lo mismo? Se sentía feliz con él, tanto que no podía negar que cada vez sus fantasías íntimas pensando en el chico de pelo azabache eran cada vez más frecuentes...
Recordaba como sus avergonzados padres le habían hablado de la sexualidad humana, de como nacen los niños, de como el hombre y la mujer tienen relaciones sexuales, de los métodos anticonceptivos...en realidad había sido mayor la contribución por parte de Eimi, ya que su ruborizado padre casi no pudo mencionar palabra durante la charla que intrigó mucho a Meimi, hacía unos dos años. Un calor empezó a surgir desde el vientre de la chica, que regresó a su cama. Allí, su mano se deslizó lentamente bajo sus pantaletas, mientras la excitación y la adrenalina subían al recordar los brazos musculosos de Daiki en la clase de gimnasia...Recordaba la primera vez que se había tocado entre las piernas, hace quizás año y medio. No olvidaba como imaginó a aquel actor apuesto del teledrama que veía su madre, cuando aquel calambre espectacular la hizo vibrar por todo el cuerpo y la dejó temblando de placer minutos después. La situación la había hecho sentir sucia y confundida, al despertar al día siguiente, ya que en la iglesia las monjas eran demasiado estrictas y severas en cuanto al tema de la sexualidad. Pero al hacer la segunda vez, ya no se arrepintió más. Esa sensación tan deliciosa que terminaba con todas sus tensiones y la hacía sentir mejor, no podía cambiarla por nada. Y más aún después de que se enamoró de Daiki, el era quien estaba más presente en sus sueños y fantasías eróticas.
Mientras movía sus dedos, aquella sensación agradable se hacía mas y más intensa. En su mente, Daiki le besaba el cuello, le acariciaba el pelo y le tocaba los senos, primero gentilmente y aumentando cada vez más la pasión. Los movimientos de los dedos de la pelirroja se hicieron más frenéticos. Y sin esperarlo, frente a ella apareció la imagen de Daiki, haciéndole el amor, mientras ella estaba vestida como la ladrona Siniestra. El placer llegó a su climax, y fue tanto que Meimi casi suelta un gemido en medio de la oscuridad y silencio de su habitación. Jadeando y sudando a mares, la estupefacción cortó de golpe la sensación agradable. De nuevo la crisis de identidad. Ya estaba cansada de esto. Y le molestó aún más que la ladrona apareciese en sus fantasías sexuales. Ya tenía suficiente con tener pesadillas con ella muy seguido. La chica solo pudo acurrucarse en su cama, donde siguió con los ojos abiertos, por varias horas más...
