Disclamer: Los personajes (salvo la protagonista y alguno más), los lugares, y grandes partes de la trama de esta historia no me pertenecen; son propiedad única y exclusiva de la grandiosa y maravillosa J. K. Rowling (que los dioses de la literatura la bendigan siempre XD), yo solo voy a usarlos para crear un fanfic divertido y loco que espero que también os divierta a vosotros.
¡Hola! Sé que ya subí el primer capítulo de esta historia la semana pasada, pero tuve que quitarla por un fallo y ahora puedo volver a colgarla. ¡Siento las molestias! Estas cosillas de los ordenadores, internet y yo… que soy un poco negada en el mundo digital, jeje.
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—Con El Tiempo No Se Juega—
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1.
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.:._—Tal Vez Pronto No Tengas Que Volver A Verme Por Aquí—_.:.
Ya había anochecido.
Los polvorientos cristales de los ventanales de la biblioteca mostraban un manto oscuro en el que las estrellas (si es que brillaban esa noche) no se distinguían a causa de su lejanía, o quizás por las imperfecciones del vidrio. Era momento de marcharse de allí, antes de que fuera más tarde y le echaran la bronca por andar fuera de la torre de Gryffindor sin permiso. Cerró el cuaderno en el que había estado escribiendo y lo metió en la mochila junto a los pergaminos y las plumas que usaba para las clases, luego cargó con los cinco libros que pensaba sacar esa noche y se dirigió, penosamente, hasta el escritorio en el que la encargada la esperaba con el morro torcido. Era su particular señal de "stop", pero Evie no tenía más remedio que pasar por allí si quería llevarse los libros.
—¿Cinco más, señorita Spellman?
—¡Qué bien cuenta desde lejos, señora Pince! —La mujerona arqueó una ceja tan tensa como la cuerda de un arpa o de un arco con el que dispararle una flecha al corazón por ese comentario. La chica soltó los libros y desvió la mirada.
No te burles de ella se recordó a sí misma.
La señora Pince se ajustó las gafas al puente de la nariz y echó un vistazo a los títulos para comprobar que no estuviese intentando colarle alguno de la sección prohibida. Después los empujó de vuelta hacia ella.
—Por favor, esta vez tráigalos antes de que expire la fecha —le recordó con ese tonito de falsa autoridad, creyéndose alguien más importante de lo que era en realidad—. No es la única alumna de Hogwarts, los demás también tienen derecho a la lectura.
Evie forzó una sonrisa de diplomacia y cogió los libros.
—Por supuesto, señora Pince; gracias, señora Pince.
Salió de allí lo más rápido posible, tapándose la cara con los libros y haciendo muecas. Todos los días le soltaba el mismo discursito, ¿y todo por qué? Sí, alguna vez se había retrasado un día o veinte en devolver algún libro, pero no porque fuera una desconsiderada con el resto de sus compañeros sino porque sacaba tantos a la vez que alguno caía olvidado bajo la cama o detrás del armario y tardaba un poquito más de la cuenta en encontrarlo y devolverlo. Era algo que podía pasarle a cualquiera, pero no era para tanto, ¿no?
Además, con lo que estaba pasando últimamente, ¿no era esperable que olvidara cosas tan tontas como esa? Con el más que probable resurgimiento de quien no debe ser nombrado todo el mundo andaba asustado y preocupado; bueno, pues quizás a ella le afectaba a la memoria. Era perfectamente comprensible.
Hacía pocos días que Evie había comenzado su sexto año en Hogwarts y la sensación de sospecha y temor constantes habían crecido en el interior de los muros del colegio, a pesar de que se suponía que era un lugar seguro. Hasta su madre había tenido grandes dudas sobre si dejarla ir ese año. Y eso que allí estaban Dumbledore y Harry Potter, el elegido. ¿No era bastante garantía de seguridad?
Ahora que lo pensaba, Harry también estaba bastante extraño… ni él, ni Ron, ni Hermione se comportaban como siempre.
Habían sido amigos desde el primer año pero a ella siempre la habían dejado al margen de sus asuntos secretos salvando el colegio y viviendo aventuras como encontrar la piedra filosofal, penetrar en la cámara de los secretos, ir por ahí con la capa invisible a recorrer el colegio en plena noche… No, a ella solo la dejaban intervenir en cosas sin importancia. Evie sospechaba que debían andar metidos en algo nuevo porque apenas la hacían caso y siempre que se los encontraba murmurando en grupo, rápidamente cambiaban de tema o saltaban con cualquier tontería, como la absurda idea de que Ron se presentara a las pruebas del equipo de quidditch.
¿Ron? ¿En serio? ¡Anda ya!
No es que la molestara, a esas alturas ya le daba bastante igual. Además, ¿qué podía decirles? Había aprendido a ignorarlo, a centrarse en las cosas que realmente le importaban y también a seguir siendo su amiga, a pesar de todo.
Aunque a veces… aún me siento un poco sola.
Algo de aquel asunto le trajo a la memoria la melodía de una canción. No recordaba el título de la canción, ni el nombre del grupo pero sí que comenzaba de un modo estridente con un golpe de batería fundido con el desgarro de una guitarra eléctrica que se mantenía vibrando en el aire hasta que la batería volvía a ser golpeada.
La letra de la canción llegó a su cabeza (el título seguía perdido en el limbo) y sin querer se puso a tararearla. Lo hacía a casi a todas horas; era lo único que podía hacer desde que había dejado el (aburrido) coro del colegio para dedicarse en cuerpo y alma a su trabajo voluntario en la enfermería. Bueno… y porque todos allí la miraban raro desde que propuso la idea de que incluyeran canciones muggle en el repertorio. Echaba de menos cantar, aunque se sentía orgullosa de haber dejado de hacerlo sin darse cuenta (incluso estando en público), lo de tararear ya era otra cosa. No le iba a resultar tan fácil librarse de esa manía.
En fin, tenía que pasar por la enfermería antes de llegar a la torre, así que aceleró el paso mientras seguía con esa canción en la cabeza. Tenía tanta energía que la hizo ir mucho más deprisa; tanto así que enfiló uno de los pasillos más largos de la escuela casi trotando sobre el suelo empedrado, con cuidado de que ningún libro se le cayera. Estaba a punto de alcanzar el final, cuando una figura dobló la esquina.
¡Oh, no!
La canción se apagó tan de golpe en su mente como si hubiesen desconectado el enchufe del equipo de música de mala manera. Aminoró la marcha y bajó un poco la cabeza, con suerte la figura pasaría de largo y la dejaría en paz.
—¡Eh, tú! ¡Mestiza! —O tal vez no. Evie siguió caminando como si no hubiera oído nada— ¡Eh, Spellman! ¡Te digo a ti!
La chica siguió, pero se vio bloqueada y tuvo que parar soltando un bufido. Alzó los ojos lentamente hasta el chico que tenía delante. Draco Malfoy la miraba con el ceño fruncido.
—¿Qué? —replicó ella, impaciente por alejarse.
—¿Qué estás haciendo tu sola por aquí? —le preguntó. Por el tono casi parecía realmente interesado, pero el único interés de ese chico era molestarla—. ¿A dónde vas?
—¿Y a ti qué más te da? —Intentó seguir avanzando, pero el slytherin extendió el brazo y ella retrocedió antes de rozarle con una mueca de fastidio—. ¿Qué es lo que quieres? Te dije que no te acercaras a mí nunca más.
El rostro de Malfoy, por lo normal pálido como el mármol, se encendió levemente; apretando la mandíbula se balanceó unos milímetros como si pensara avanzar, pero sin llegar a hacerlo.
—¿Te crees que puedes darme ordenes, mestiza?
—No, claro que no… —murmuró ella con sarcasmo. Intentó esquivarle para pasar, pero Draco se movió al mismo tiempo y chocaron. Los libros cayeron estrepitosamente al suelo y la chica ahogó un grito de frustración. Ese no había sido un buen día y encontrarse a ese chico iba a terminar de estropearlo del todo. Se volvió hacía él y en lugar de gritarle furiosa (que era lo que realmente quería), se forzó a hablarle con un tono calmado y fingidamente sereno—. ¿Por qué? Dime qué te he hecho para que lleves cinco años torturándome de esta manera. ¡¿Por qué no puedes dejarme en paz?!
Malfoy guardó silencio, como si tuviera que pensarlo. Finalmente se tiró de la túnica, sacando pecho.
—Creía que ya te habrías dado cuenta. No me gusta la gente como tú, no me gusta veros en mi colegio —Le soltó, arrastrando cada sílaba—. No deberías haber venido este año.
—¿Por qué no? ¿Por qué tú lo digas?
—Mestizos, sangre sucia… ¿Por qué no os quedáis en vuestras casitas muggles de una vez y dejáis Hogwarts para los auténticos magos?
¡Oh, dios! ¿Otra vez con el estúpido discursito sobre lo importante que era la pureza de la sangre mágica? ¡Estaba harta! Llevaba seis años oyendo las mismas tonterías. Ya no lo soportaba más.
—¡Quiero que me dejes tranquila! —le ordenó, muy molesta. Pero Malfoy no cambió su expresión indiferente y eso encendió aún más su ira. Evie se agachó para coger uno de los libros y se lo tiró con furia (por desgracia, sin apuntar demasiado bien) — ¡Déjame en paz! —chilló sin poder ocultar más su frustración. Empezó a coger uno a uno los libros y a tirárselos a toda velocidad—. ¡No me mires! ¡No me hables! ¡No respires en mi dirección!
—¡Para! —gritó él, intentando esquivar los proyectiles.
—¡Olvídate de mí de una vez!
—¡No puedo! —gritó él mucho más alto que antes. La chica se paró dejando un brazo en alto y Malfoy aprovechó para sacar su varita; hizo que todos los libros se elevaran en el aire y flotaran hasta convertirse en un enorme bulto que sobrevoló la cabeza de Evie. Creyó que se los tiraría todos a la vez, como una enorme bolsa de ladrillos, así que la chica se encogió un poco.
Pero milagrosamente no le cayeron encima. El chico resopló y los hizo bajar de nuevo hasta el suelo.
Su habitual máscara de frialdad había caído unos centímetros pues Evie vio autentica ira en sus ojos. No era lo más agradable de ver en los ojos de ese tipo, pero le resultó extraño. Por lo general solo había frialdad y, en el mejor de los casos, indiferencia. ¿De qué iba todo eso?
Draco respiró, desvió un instante los ojos y al regresar a ella, la máscara también lo hizo
—No… me voy a olvidar ni de ti, ni de tus indeseables amiguitos, ¿entiendes? Y mucho menos ahora, con todo lo que está pasando.
—¿A qué te refieres? —se atrevió a preguntar ella.
—Ya lo sabes, mestiza. El mundo mágico tal y como lo conocemos está a punto de cambiar… y no precisamente a mejor para la gente como tú —Debía estar hablando del regreso de quien no debe ser nombrado. Se las estaba dando de sabihondo como siempre o ¿acaso sabía algo más? Tal vez las sospechas de Harry sobre que Malfoy ya era un mortífago fueran ciertas.
Igual que ella, el rubio parecía haberse distraído con sus propios pensamientos, tanto que el rostro se le ensombreció ligeramente. Pero volvió en sí, la miró y antes de que ella pudiera apartarse, la atrapó del brazo para acercarla a él.
—Escúchame bien, si eres lista me harás caso —Le dijo en voz mucho más baja—. Lárgate de Hogwarts, vuelve a tu casa. Y después tú y tus padres marchaos lo más lejos posible.
Evie entrecerró los ojos sin apartarlos de los de él. ¿Qué… era aquello? ¿Una advertencia? No, no tenía sentido que ese idiota le advirtiera de nada a ella. ¡La despreciaba! Solo pretendía asustarla, como siempre.
De todos modos, Malfoy logró ponerla nerviosa. En aquellos meses había intentado pensar en ello lo menos posible, desde que quedó claro que quien tú ya sabes había vuelto. Sí, era mestiza. Su madre era una bruja, pero su padre era muggle. No era precisamente el tipo de bruja favorita de quien tú ya sabes y su grupo de fanáticos y si realmente las cosas se iban a poner tan serias.
—Muy pronto, tú y todos las sangres sucias vais a estar en una situación realmente complicada…
Sí, ya lo sabía. Y claro que le preocupaba, pero no iba a dejar que ese chico lo notara.
—Es una buena noticia para ti —replicó ella. De un tirón se soltó y retrocedió un paso—. Tal vez pronto no tengas que volver a verme por aquí.
Malfoy hizo una mueca, mezcla de ira y frustración y abrió la boca para decir algo más, pero fue acallado por otro grito.
—¡Malfoy!
Resonó entre las paredes del corredor como una pelota golpeando de una a otra. El rubio bajó los puños apretados. Clavó su mirada en la chica, más seria que nunca y ladeó la cabeza, como haciendo referencia a algo que hubiese quedado en el aire. No había desprecio ni burla en sus ojos grises. Parecía decirle "esto es algo muy serio". Evie no entendía nada y estuvo a punto de pedirle que le explicara lo que fuera que quería decirle con esa mirada, pero Harry se acercaba a ellos dando sonoras zancadas.
—¿Qué está pasando aquí? —les preguntó a voces. Malfoy rompió el contacto visual y recuperó su mirada glacial de siempre.
—Nada en absoluto —respondió, volviéndose hacia el otro—. No hace falta que San Potter venga al rescate.
Pero el gryffindor llegó hasta el lado de su amiga y la miró, preocupado.
—¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo?
—¡Por Merlín, Potter! ¡Que solo estábamos hablando! ¿O acaso tú la ves alguna herida sangrante?
Harry se encaró al rubio.
—¿Y tú qué tienes que hablar con ella, Malfoy?
Por supuesto, el otro no se amilanó ante tales palabras. Se acercó más a Harry estirándose todo lo posible y al ser más alto, le miró desde arriba como si observara una hormiguita.
—Lo que a ti no te importa, Potter.
Tras esas palabras echó a andar y se alejó de ellos en dirección contraria por la que había venido. Evie le siguió con la mirada, todavía intrigada. Sin saber el motivo, la canción estridente regresó a sus oídos, más fuerte que nunca; cada paso que el rubio daba parecía un golpe de batería aún más potente que el anterior.
—¿Seguro que no te ha hecho nada? —insistió Harry.
—Eh… no. Solo hablábamos —respondió.
Al llegar al arco en el que concluía el pasillo, Malfoy se detuvo unos instantes y volvió a mirarla de ese modo tan extraño, para después desaparecer sin más. Y la música se apagó de golpe
Pero, ¿a qué demonios está jugando?
—¿Seguro que estás bien?
La chica regresó al presente y sintió un vuelco en el estómago. Fue como si su amigo acabara de aparecer de la nada.
—Sí, estoy bien.
De pronto le entraron los nervios habituales de tenerle delante y lo único que se le ocurrió fue agacharse y recoger todos los libros. Lo hizo tan rápido que el otro no tuvo oportunidad de ofrecer su ayuda.
—¿A dónde ibas con tanto libro? —le preguntó, curioso.
—Ah, no es… solo son… para leer —respondió. Genial, ya empezaban a trabársele las palabras como si fuera idiota—. Quiero decir que acabo de sacarlos de la biblioteca y me dirigía a la enfermería pero… —Y apareció el acaloramiento, el rostro le ardía. Pronto empezaría a sudar—. A lo mejor voy a dar un paseo a los campos de quidditch…
Se arrepintió de haberlo dicho de esa forma. Sonó como si quisiera que él la acompañara, pero no de un modo lo bastante sutil. Por suerte, su amigo no lo captó así.
—¿A estas horas?
—¿Y qué más da?
—Está prohibido andar por ahí fuera a estas horas —respondió él, realmente sorprendido.
—Pero no es una "norma", ¿no? —Ella no consideraba esas pequeñas reglas como normas. Por lo menos no le parecía tan horrible saltárselas de vez en cuando. Harry guardó silencio, ciertamente sorprendido.
—Ten cuidado, en cualquier caso. Yo me marcho a la torre.
—Claro, tendré… sí… vale… adiós —lo soltó de carrerilla y mal pero por suerte el chico ya se estaba alejando así que quizás no la había oído.
Cruzó el arco y Evie suspiró. Retrocedió cargada con los libros hasta uno de los muros y apoyó la cara en la fría piedra; lo que de verdad le apetecía era darse de cabezazos.
¿Por qué tenía que hacer el ridículo siempre que Harry estaba delante?
Bueno, ese no era un gran misterio. La ponía nerviosa y eso a su vez, programaba su cerebro para hacer tonterías; se ponía a hablar como si hubiese inventado su propio idioma para pardillos, hablaba de saltarse las normas como si fuera lo más normal del mundo…
Pero, ¿por qué tenía que ponerla tan nerviosa?
Vale, también sabía la respuesta a eso; porque estaba enamorada de él.
Entonces, ¿cuál era la pregunta realmente importante? Ah, ya: ¿superaría esos estúpidos nervios alguna vez? Porque estaba claro que hasta que no los superara, no ocurriría el milagro de que Harry se fijara en ella. Ahora mismo el chico debía estar pensando que no sabía ni unir dos frases seguidas con sentido.
Definitivamente necesitaba dar un paseo a solas y respirar aire puro.
Supuso que sí, eso era saltarse las normas pero… ya dejaría de hacerlo a partir de esa noche.
Lo prometo pensó Evie al tiempo que soltaba un bufido.
.:._—Sabía que eras demasiado inocente y tontita como para darte cuenta—_.:.
Los campos de quidditch resultaban más impresionantes estando vacíos y de noche, o eso le parecía a ella. Con las gradas totalmente desiertas y los cientos de asientos reposando en silencio, aunque al mirar aquel espacio enorme podía oír el eco de los gritos y silbidos fantasmales de los alumnos cada vez que había un partido. No es que ella hubiese ido a demasiados… siempre había encontrado el quidditch un tanto aburrido y desde que era voluntaria en la enfermería no le quedaba otra que esperar allí por si algún jugador se lesionaba.
El viento arrastraba un extraño perfume dulzón que le picó en la nariz, pero la brisa era refrescante. Y en cuanto se le hubo pasado el enfado consigo misma, le invadió la pena y la autocompasión.
Caminó hasta el centro y se sentó entre los seis altos postes rematados en círculos. Había estrellas esa noche en el cielo, aunque estaban demasiado alejadas. Su tímido resplandor no resultaba reconfortante pero no podía echarles la culpa a ellas de su estado de ánimo, solo ella era la culpable.
No recordaba haberse sentido tan triste antes de cumplir los catorce años. Ahí fue, después de todo, cuando se dio cuenta de que se había enamorado de Harry y acto seguido, se dio cuenta también de que no tenía ninguna posibilidad de ver ese amor correspondido. Primero porque Harry empezó a babear detrás de Cho Chang… (¿Cho? En serio, ¿qué clase de nombre era ese?) Tuvo que soportar ver como Harry suspiraba por la ravenclaw todo el cuarto año y pensó que eso era lo peor del mundo. Aunque claro, después llegó quinto curso y dejó de suspirar por ella para morrearse con ella por todas partes del castillo (quizás no por todas partes, pero fue igualmente horrible para Evie).
Fue un horror, aunque por lo menos ahora Harry se había olvidado de Cho. Por desgracia eso no cambiaba el hecho de que para él Evie seguía siendo solo una amiga… y ni siquiera una lo suficientemente importante como para contarle lo que estaba pasando en Hogwarts. Ya habían pasado dos años… al pensarlo, le pareció que el tiempo hubiese avanzado a cámara rápida hasta ese instante, pero cuando se sentía tan triste por no poder hacer nada, se convertían en dos siglos. Dos siglos de eterno sufrimiento.
No podía decirle lo que sentía porque Evie sabía que el chico no la correspondía, así que lo único que conseguiría sería estropear su amistad. Pero tampoco podía sacársele de la cabeza, ni del corazón. Y ahora que parecía cierto que quien no debe ser nombrado era real e iba tras él, vivía sumida en un constante estado de miedo a que pudiera pasarle algo malo. Por eso leía a todas horas, para no pensar en nada y anestesiar su agitada mente.
Durante el verano también usaba la vieja televisión de su padre muggle para tal fin, pero en Hogwarts solo tenía los libros. Echaba de menos la tele, las películas, las series… por lo menos había conseguido llevarse al colegio algunos de sus objetos muggle más preciados: sus cuadernos y bolígrafos (odiaba los estropicios que armaba con la tinta y la pluma), pensó en llevarse el ordenador portátil pero como siempre Hermione no tardó en recordarle que ninguno de esos artefactos funcionaban en Hogwarts (De verdad, Evie, ¿es que nunca te leerás "Historia de Hogwarts"?).
¡Ya sabía que esos aparatos no estaban "permitidos" en Hogwarts! Pero a veces echaba de menos su parte muggle; su música, sus cosas, su cómoda ropa en lugar de esas túnicas con las que, todavía a veces, se tropezaba. Además no es que fuera una "norma"…
—No… —murmuró, con fastidio. Ya lo estaba haciendo otra vez. No debía coger las normas del colegio y dividirlas entre las que podía saltarse y las que no, como si fuera…—, una slytherin… —se le ocurrió de pronto sin saber por qué.
¡Sí sabía porque! Era por culpa de Malfoy. Había conseguido asustarla con sus comentarios misteriosos. Aunque no era la primera vez que pensaba que tal vez el sombrero seleccionador había cometido un error con ella. A lo mejor tendría que haber ido a slytherin. Cada vez que hablaba de saltarse alguna norma, por tonta que fuera, todos sus compañeros gryffindor la miraban de forma extraña. Incluso Harry y los demás, claro que ellos solo se saltaban las normas por motivos "honorables". Últimamente los leones estaban afinando mucho su conducta, como si quisieran distanciarse lo más posible del comportamiento de los slytherin. A ella desde luego la estaban haciendo polvo reprochándole constantemente su actitud temeraria.
En los últimos días se había sentido tan distinta al resto de los gryffindor que incluso la incomodaba estar en la torre rodeada de ellos y sin saber qué decir. Había sentido la tentación de huir a algún lugar lejano. Al recordar eso, oyó una voz en su mente que empezó a entonar otra canción, con un tono rítmico que se repetía una y otra vez, sin resultar cansino. Esta vez sabía bien que canción era y la letra recitada en sus oídos la reconfortó un poco.
No obstante, al echarse sobre la tierra vio ante sus ojos la extraña mirada de Malfoy clavada en ella y sus palabras revolotearon como duendecillos de Cornualles por su cabeza, pero rápidamente se incorporó al sentir una presencia a su espalda y la melodía que oía se redujo al mínimo prudentemente.
—¡Lumos! —exclamó, alzando su varita. Se volvió para descubrir quién era, pero oyó un conjuro chillón y al instante unas cuerdas mágicas la inmovilizaron. Aunque no soltó la varita, las cuerdas le torcieron la mano evitando que pudiera moverla. Para más inri cayó de bruces contra el suelo y tuvo que rodar sobre sí misma para ver de quien se trataba (y evitar que la hierba del suelo se le metiera en la boca y por la nariz).
Pensó que igual era el idiota de Malfoy que volvía para seguir molestándola, pero se trataba de una chica. No obstante, también era de slytherin.
—Hola, Spellman —La saludó como si no acabara de lanzarle un maleficio. ¡Increíble!
—¿Parkinson? —murmuró Evie, descolocada. Sí, era ella—. ¿Qué demonios estás haciendo?
—Te estaba buscando —Pansy Parkinson se paseó delante de ella como si nada, aunque traía un brillo de excitación en la mirada que no auguraba nada bueno—. Me sorprendió ver que te dirigías aquí. Una buenecita gryffindor saltándose las normas… aunque esto me facilitará las cosas.
Evie sabía cuál era el hechizo que la había lanzado, y también que era inútil revolcarse por el suelo para tratar de liberarse.
—¿Qué cosas?
Parkinson avanzó hasta ella y se agachó. Cogió su barbilla con sus dedos, hincándole las uñas (con perfecta manicura francesa, por supuesto) y le sonrió. Era una sonrisa malévola rebosante de locura.
—He venido para deshacerme de ti.
—¿Qué? —No, no, pero… sería una broma, ¿verdad? O tal vez estaba loca… esas cuerdas parecían apuntar hacia la segunda opción. Evie se revolvió para que le soltara el rostro—. ¿A caso quieres acabar en Azkaban?
Pansy puso los ojos en blanco y se incorporó.
—No voy a matarte, estúpida —le soltó. Eso no la alivió demasiado ya que seguía inmovilizada. La slytherin rebuscó en el bolsillo de su túnica y extrajo algo que, rápidamente, ocultó a su espalda—. Solo voy a librarme de ti.
Pues eso no sonaba mucho mejor, la verdad. Esa chica no era solo una compañera de clase con ínfulas de bruja oscura, podía ser realmente una bruja oscura. Ahora todo era más peligroso que antes, hasta las personas que conocía de hacía mucho podían haber cambiado. ¿Y si Pansy también era una mortifaga recién reclutada por quien tú ya sabes ansiosa por ganar puntos a los ojos de su nuevo señor?
Evie apoyó la barbilla en la hierba y se dijo a sí misma que no podía entrar en modo pánico, su única oportunidad de escapar era que alguien apareciera por allí y la ayudara. Intentaría razonar con aquella perturbada mientras esperaba, pero no tenía muchas esperanzas de lograrlo.
—Pero, ¿por qué? ¿Qué te he hecho yo a ti?
—No lo sabes, ¿verdad? —Pansy soltó una de esas odiosas risitas aspiradas al tiempo que movía la cabeza y agitaba los brazos—. Eres realmente estúpida.
No era una buena idea devolver el insulto a quien te apunta con una varita cuando no puedes mover un solo músculo, pero… ¿a quién quería engañar? Nunca se le ocurrían insultos geniales cuando los slytherin la molestaban, y menos ahora estando tan nerviosa como estaba.
—Draco —soltó Pansy de golpe. Evie intentó mirar a su alrededor pensando que el chico había aparecido para unirse a la fiesta, pero seguían solas—. Esto es por él.
—¿Te ha pedido él que te libres de mí?
—¡No, estúpida! ¡Jamás haría algo así!
—¡Entonces, ¿qué?!
—¡Pues que yo le quiero!
Evie se quedó pasmada. A lo mejor si era un poco estúpida porque era incapaz de entender el rumbo de esa conversación.
—¿Y a mí que me cuentas? —Soltó sin comprender nada—. ¿Qué tiene eso que ver conmigo y por qué tengo que desaparecer?
Pansy la observó en silencio, sin apartar su varita de ella. ¿Por qué la hablaba a medias? Si lo que quería era asustarla, había cumplido su misión hacía ya un rato. Al menos podía hablarle claro de una vez.
—Sabía que eras demasiado inocente y tontita como para darte cuenta —Farfulló Pansy como si de pronto hablara sola—. Bien, supongo que es mejor que él no lo sepa, así seguirá pensando que le odias…
—De verdad que no entiendo una palabra de lo que me dices…
Pansy movió su varita, un rayo de luz salió disparado contra Evie e impactó en su cuerpo. No fue nada grave, pero si doloroso. La hizo girar sobre el suelo y quedar boca arriba. También le cortó la respiración por un par de segundos, así que se quedó boqueando, con los ojos abiertos ante la inmensidad del cielo, como un pececillo recién pescado. Hasta que Pansy volvió a aparecer en su campo visual y le puso un pie en el pecho ejerciendo una leve presión con el tacón de aguja (¡cómo no!), todos los slytherin eran unos niños pijos.
—Atrévete a decirme que no sabes de lo que te hablo.
Oh, no. No pensaba volver a abrir la boca hasta que no supiera por donde iban los tiros. Evie se quedó callada, aguzando el oído. ¡Alguien tenía que pasar por allí! No era posible que fuera la única que se saltaba las normas de vez en cuando.
—Está bien. Te lo diré —claudicó Pansy al ver que la otra no respondía. Le quitó el pie del pecho y tiró de ella para incorporarla en el suelo. Le puso la punta de la varita en la frente y su expresión se endureció—. Eres tú. Eres tú a quien él quiere.
—¿Quién?
—Draco ¡estúpida! —Y recibió un golpe de varita en la cabeza que tenía más intención de humillarla que de hacerla daño.
—Pero, ¿qué me quiere qué? ¿De qué estás hablando?
Pansy sacudió la cabeza.
—¿Me tomas el pelo? ¡No puede ser que no lo hayas pillado aún! —Echó la cabeza hacia atrás y con la mano libre se apartó los mechones de pelo de los ojos. Estos brillaban, totalmente abiertos. Cada vez parecía más enfadada—. Te quiere. Está enamorado de ti, ¿lo coges ahora o quieres un dibujito?
Esta vez entendió lo que oía pero… no se lo creyó (obviamente), incluso a pesar de la situación en la que se encontraba Evie sintió el impulso de soltar una risita.
—Anda ya —se le escapó y antes de recibir un nuevo golpe, añadió—: ¡Eso es imposible!
—¡Es la pura verdad! La pura y… repugnante verdad.
—¡Pero si me odia! ¡Lleva torturándome desde que entramos en Hogwarts!
—Ojala eso fuera cierto —Parkinson se apartó de ella y se giró como si no soportara mirarla a la cara—. Piénsalo bien y trata de recordar.
¿Qué recordara qué? ¿Los insultos, las bromitas, las miradas de desprecio? Pero si hacía menos de diez minutos se lo había encontrado y… él le había advertido que tuviera cuidado. Puede que no hablara de quien no debe nombrarse, puede que él supiera que Pansy planeaba algo contra ella y… pero ¿por qué iba a avisarla? ¿Qué le importaba? A no ser que fuera cierto que él… solo con pensar en esa posibilidad se le revolvió el estómago.
—Tal vez te equivoques —probó a decir. La espalda de Pansy se tensó—. No puedes estar segura de lo que siente de verdad. A lo mejor has confundido algo que…
—Él me lo dijo —respondió con rabia—. Llevo desde cuarto insistiéndole para que salga conmigo de manera oficial y ¡nada! Es decir… no es que no hayamos tenido algo de vez en cuando… —Evie hizo una mueca y pidió al espíritu de Merlín no oír los detalles de tan escabrosos asuntos—. Pero se niega a que salgamos juntos. No dejé de preguntarle el motivo por el cual me rechazaba una y otra vez; me costó que confesara pero acabó haciéndolo.
—¿Y te dijo que… me quería… a mí? —Se le contrajo el rostro en una mueca de asco, pero por suerte la otra seguía de espaldas y no lo vio.
—Me dijo que solo había una chica que estaba a su altura y que no era yo.
—¡Pero no sabes si hablaba de mí! De hecho, es imposible que lo sea. Él nunca diría que estoy a su altura… para él solo soy una mestiza sin importancia… ¡Siempre se burla de mí en clase!
—Le estuve observando después de esa conversación y no hay duda —Se giró hacia ella repentinamente, de nuevo varita en mano—. En dos años no le he visto mirar a nadie salvo a ti —Sacudió la cabeza con furia—. ¡No lo entiendo! Eres una mestiza estúpida, probablemente la peor de cuantas hay en este colegio. ¿Qué es lo que le has hecho para que este tan obsesionado contigo?
¿Obsesionado? Esa palabra no le gustó nada.
—No habré cruzado ni cincuenta palabras con él en estos años —dijo Evie. Ni siquiera ella quería pensar que fuera real lo que oía—. Debes estar equivocada.
—¿Equivocada? —Volvió a reír, una risa desagradable que se fue apagando poco a poco. Acabó mordiéndose el labio inferior tan fuerte que Evie vio como le caía un hilillo de sangre por la comisura. Ya era oficial: Pansy Parkinson estaba como una regadera y ella iba a morir—. Revisé sus cosas y no encontré nada. Hasta que eché un vistazo a su pensadero, ¿sabes lo que tiene ahí? No hay nada sobre el colegio, sus amigos, su familia o… sobre mí. Todos los recuerdos que guarda son sobre ti.
—¡¿Qué recuerdos?! ¡¿Cuándo me insultaba por los pasillos?!
—Los otros recuerdos.
Pero, ¿de qué otros recuerdos hablaba? No había más que eso, era imposible que hubiese visto otra cosa. La gryffindor bajó la vista e intentó relajar su respiración. Se estaba poniendo histérica y por eso la melodía de su mente empezaba a sonar más deprisa. Así no conseguiría nada, debía probar con otra cosa si quería salvarse.
—Si lo que dices es cierto… no tienes de qué preocuparte. Yo no siento nada por Malfoy, ¿vale? Jamás pasará nada entre nosotros ¡Si hasta me doy la vuelta cuando me lo cruzo por los pasillos! —Insistió todo lo que pudo—. Dile que le odio o lo que quieras, estoy segura de que se acabara olvidando de mí.
—No se olvidó de ti cuando tú se lo dijiste hace un año, ¿no? —Pansy movió la mano y lo que portaba brilló un instante atrapando el reflejo de alguna luz perdida, ¿qué era?—. Y realmente creyó que le odiabas después del numerito que montasteis en la biblioteca. Le dio igual. Le oí cuando se lo contó todo a Blaise y dijo que eso no cambiaba nada. Mientras sigas aquí, no existirá otra chica para él —Los hombros se le hundieron—. Ya ni siquiera… me dijo que no volvería a pasar una noche conmigo porque… ¡Solo piensa en ti! ¡Solo tú le importas!
Pero, ¿de verdad intentaba hacerla creer que Malfoy era una especie de romántico empedernido? ¡Era absurdo! ¿De verdad que no era una broma? Parecía uno de esos programas de cámara oculta que había visto en la tele el verano anterior.
—Pero no voy a hacerlo solo por eso —continuó Pansy. Balanceó lo que tenía en la mano, parecía una cadena o una especie de… colgante—. Tú le haces daño, le distraes y ahora no puede estar así. Tiene cosas que hacer y no permitiré que ese absurdo enamoramiento por ti le haga cometer un error que pueda acabar con su vida. Si a ti no te importa lo que le ocurra, a mí sí.
Evie no se molestó esta vez en preguntar. No le interesaban los sucios negocios que Malfoy se trajera entre manos; ya le había quedado claro que Parkinson iba muy en serio.
—¿Qué me vas a hacer?
—Vaya, la primera pregunta inteligente de la noche —Volvió a acercarse a ella y dejó que la cadena cayera a la altura de la nariz de su prisionera—, ¿sabes lo que es?
Parecía un diminuto reloj de arena dorado dentro de un eje. Le resultó familiar, pero no sabía lo que era. Espera sí... lo había visto antes, ¿dónde?
Oh, oh De pronto, lo recordó.
—Un giratiempo.
—¡Premio! Creo que he conseguido espabilarte en estos últimos minutos.
—¿Qué vas a hacer con eso?
—Voy a usarlo para mandarte a la época más lejana posible que pueda —respondió. Se alzó y empezó a retroceder, al tiempo que daba cuerda al reloj—. Lo siento pero no puedes elegir destino. Ni yo sé a dónde irás; a lo mejor ves los dinosaurios o… podrías asistir a uno de esos interesantes juicios que se hacían en Salem.
—Espera un momento —pidió Evie, asustada. La canción se quedó atascada en una frase del estribillo, repitiéndose una y otra vez en su cabeza, como cuando se atasca la aguja en un disco de vinilo. Intentó avanzar hacia Pansy de rodillas pero cayó una vez más al suelo—. No tienes que hacer esto, por favor. Me iré de Hogwarts, no volveré a verle… ¡Pansy, escúchame!
—No serviría. Lo que yo quiero es que te desvanezcas del todo. Solo si cree que has desaparecido del mundo te olvidará.
—¡Espera! ¡No lo hagas! ¡¿Crees que te amará a ti cuando se entere de lo que me has hecho?!
Parkinson se encogió de hombros con una malévola sonrisa.
—¿Y cómo va a enterarse? ¿Se lo dirás tú? —Alzó la mano con la que sujetaba el giratiempo y con la otra se despidió—. Hasta nunca, Spellman. Saluda a los dinosaurios.
—¡No! —Pero era tarde. Pansy lanzó el giratiempo que cayó justo delante de su cara y explotó.
Un humo negro como un velo la cubrió al tiempo que sentía que una fuerza terrible la zarandeaba a todos lados como un insecto atrapado en una corriente de aire. Estaba pasando de verdad. La inundó una intensa sensación de vértigo que se abrió paso en su interior y que acabó provocándole un desmayo que apagó de forma absoluta cualquier sonido que aun resonara en su mente.
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Pansy esperó con una sonrisa nerviosa hasta que vio como el cuerpo de la gryffindor desaparecía del todo. Tras la explosión el humo se dispersó rápidamente, dejando tras él únicamente la tierra del campo y la mochila de la chica que acababa de desvanecerse en el tiempo. ¡Lo había logrado! Evelyn Spellman era historia (puede que literalmente). Ahora a Draco no le quedaría más remedio que olvidarla para siempre porque… ¡ya no existía!
Justo cuando iba a hacerse con la mochila para poder largarse de allí, oyó unos pasos acercándose a toda prisa hacia ella. No logró ver de quien se trataba, solo el resplandor de su varita; así que tuvo que salir corriendo en dirección opuesta.
Harry corrió hacia los campos tras oír el fuerte estallido, suerte que aún andaba cerca. Llegó con su varita en alto y recorrió con su precaria vista el lugar; no encontró a nadie pero recordó que Evie le había dicho que iría allí a dar un paseo. Entonces, vio el bulto en el suelo y enseguida lo reconoció.
—La mochila de Evie —susurró cuando la agarró de un asa. Lanzó una mirada circular al estadio—, ¡Evie! ¡Evie, responde!
El silencio que siguió a su grito le provocó un terrible presentimiento. Pensó en volver a la torre de gryffindor y buscarla; no, mejor a la enfermería, siempre estaba allí. La mochila parecía arderle en la mano… sería mejor ir directamente a buscar a Dumbledore.
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¡Hola a todos, una vez más!
Sí, lo sé. Los que ya leísteis este primer capítulo (que en realidad son dos) la semana pasada os estaréis preguntando qué ha pasado. Problemillas técnicos como se suele decir, jejeje. Me ha tocado volver a subirlo… Siento las molestias causadas, espero que aún sigáis interesados en leer mi nuevo fanfic de Harry Potter. En un rato subiré el siguiente capítulo.
Espero que podáis darle una oportunidad y si podéis me dejéis alguna review diciéndome qué os ha parecido. Harry Potter es una de las sagas que más han condicionado mi vida de lectora y tenía muchas ganas de compartir este fanfic aquí ^^
Gracias a todos y siento las molestias.
