Descargo de responsabilidad: Harry Potter y casi todos los otros personajes son propiedad intelectual de J.K. Rowling.
Cuestiones
Capítulo 1 – Cuestiones de victoria
Y así había terminado.
Yacía enroscado en el duro suelo de piedra del castillo, rígido e inmóvil excepto por un muy leve temblor que probaba que seguía vivo. Partes de su cuerpo gritaban en agonía pero él se resistía a dejar escapar sonido alguno. Alguien lo tocó en el hombro y lo llamó por su nombre. Se contrajo por reflejo y su cuerpo se torció en un espasmo de dolor que le arrancó un gemido desde lo más hondo de la garganta.
─ Harry. ─ insistió la voz. Ron, ¡oh gracias a Dios!, Ron estaba todavía vivo. Lo había podido terminar a tiempo. Abrió lo ojos y miró a su amigo, tuvo que parpadear varias veces por lo agresivo de la luz del sol, tan brillante después de la oscuridad tras sus ojos cerrados.
─ ¿Puedes sentarte, cumpa? Vamos… ─ los brazos fuertes de Ron lo ayudaron a sentarse. Dio un quejido y se apoyó pesadamente contra la pared, luego tambaleó hacia un costado y se recostó sobre el hombro de su amigo.
─ ¿Ya no está? ─ la voz le salió como un graznido y tosió. Se le contrajo el rostro y cerró los ojos cuando una nueva corriente de dolor le recorrió el cuerpo. Debía de tener varias costillas quebradas, pensó. La había sacado barata, había muchos otros que estaban muertos.
─ ¡Lo lograste, Harry! No va a volver esta vez. ─ algo en el tono de Ron indicaba que no podía creerlo. Ni Harry mismo podía creerlo. Con los ojos entrecerrados recorrió el recinto. Un poco más allá alcanzó a ver el cuerpo caído de Snape sobre el suelo. Los aurores estaban desarmando a los mortífagos que habían quedado vivos y que se rendían.
─ Terminó por fin, entonces. ─ Alivio, dolor, asombro, descreimiento y shock, todos se amontonaban en su cuerpo vapuleado, y lágrimas que no había creído poder llorar le ardían en los ojos. Todos los que habían muerto, todos aquellos que había amado y a los que había querido proteger, sin lograrlo, no habían muerto en vano. Dio gracias de poder tenerlo a Ron en un momento como ése. Ron siempre había estado a su lado desde el primer día en Hogwarts, quién mejor que él para acompañarlo ahora.
Ron asintió y los dos recorrieron el escenario con ojos carentes entusiasmo. Ambos habían visto demasiada sangre y muerte en esta guerra. Todo estaba muy calmo, no había celebraciones, eran muchos los que habían muerto. Murmullos apagados de los aurores conduciendo a los prisioneros para reunirlos en uno de los rincones, el grito lejano de angustia y pena de una mujer.
─ ¿Necesitas algo, cumpa? ─ preguntó Ron con voz queda. Harry negó con la cabeza.
─ No, no todavía. Después van a tener que verme estas costillas, pero eso puede esperar, me quiero quedar aquí por un rato. ─
Con tácito acuerdo se quedaron sentados en silencio, observando. En un par de ocasiones un sanador se les acercó para preguntarles si necesitaban algo, pero los despidieron con un gesto de la mano. Sopesando esta nueva paz apenas adquirida, pensando en el futuro, dándose cuenta de que ahora tenía la posibilidad cierta de un futuro, Harry se sintió como perdido. ¿Qué es lo que haría de su vida ahora que su tarea estaba cumplida? El Ministerio y los aurores se ocuparían de lo que hiciera falta hacer ahora, no lo necesitarían. En realidad nunca le habían prestado demasiada atención, no lo echarían en falta ahora.
Aquí y allí aurores cansados llevaban a un mortífago hacia el rincón donde se amontonaba el número creciente de prisioneros. El clima era de apatía, todos estaban exhaustos, grises y asqueados de la guerra, por suerte había concluido y ahora había que encarar la larga recuperación. Era algo que invitaba a la reflexión. Era tanto lo que había que reparar, tantos los muertos que llorar, tanto lo que reconstruir. Y Harry se preguntaba si alguna vez el mundo mágico lograría recuperarse por completo.
Moviéndose muy lentamente para no agudizar el dolor de las costillas, Harry se volvió hacia Ron. ─ Nunca volverá a ser como antes, ¿verdad? ─ Pero antes de que Ron pudiera replicar resonaron fuertes risas en el recinto. Fred y George trataban de pasar al mismo tiempo por una puerta angosta. Nadie mejor que los mellizos para hacerlo a uno reír con sus payasadas. Se trabaron, empujaron, se atascaron más aun, finalmente retrocedieron. Las voces llegaron a los oídos de Harry.
─ Después de Ud. mi buen señor. ─ dijo George con un floreo de la mano y una reverencia.
─ Pero cuán gentil, gracias. ─ replicó Fred y entró a grandes pasos con pompa regia. Divisó a Harry y Ron apoyados contra la pared. ─ Hermano querido, creo que son el muchacho maravilla y el más fiel de sus adláteres los que están sentados allí. ─
─ Creo que estás en lo cierto, y a juzgar por las caras, no parecen estar derrochando alegría. ─ George estaba ahora al lado de su hermano y sonreía.
─ No podemos permitir algo así, George. ─
─ Ciertamente no. No podemos permitir que estén sentados haraganeando mientras todos lo demás estamos trabajando. ─
─ Tienen que ponerse a hacer algo útil. ─ dijo Fred expresando su acuerdo. Y mientras se acercaban sacó un pequeño paquete marrón de uno de sus bolsillos. ─ Y tengo justo lo que hace falta, recuerda que necesitamos a alguien que pruebe las nuevas Ruedas Weasley… ─
Harry tenía una ridícula sonrisa en la cara ahora, pero no hubiera podido moverse ni siquiera si su vida corriera peligro, que probablemente era el caso si las tales Ruedas Weasley no habían sido probadas todavía. ─ Ustedes dos ni se me acerquen. ─ dijo bromeando, la voz le salía grave y áspera. ─ Acabo de salvar al maldito mundo. No me van a transformar en un sapo o algo peor. Al menos no hasta que no me hayan curado las costillas. ─
─ Harry, Harry, Harry… ─ dijo Fred sacudiendo la cabeza.
─ ¿Crees acaso que seríamos capaces… ─
─ …de usar al héroe del mundo mágico para tal fin? ─ completó Fred, sonrió y desvió los ojos hacia Ron. ─ Nuestro hermanito menor aquí…, ése ya es otro cantar. ─
Harry rió e inmediatamente lo lamentó, empezó a toser y el agudísimo dolor en el pecho lo atacó nuevamente. ¡Maldición! Necesitaba que lo viera un sanador ya. Ron se puso de pie de inmediato, la sonrisa se le había borrado de la cara.
─ Vamos Harry, ya basta de esto, necesitas que te atiendan sin demora. George, ayúdame a ponerlo de pie. ─ Los mellizos respondieron de inmediato, ya serios, para ayudar a Ron a poner a Harry de pie. Con George sosteniéndolo de un lado y Ron del otro fueron desplazándose lentamente hasta el lugar donde estaban los sanadores. Harry había descubierto otro dolor muy agudo cuando se había puesto de pie, tenía un tobillo torcido, o quizá estaba roto, el avance por lo tanto fue muy lento y doloroso.
A medida que se movían empezaron a sentir los murmullos: "gracias" "buen trabajo, Harry". Fueron multiplicándose y creciendo en volumen. Harry respondía agradeciéndoles a todos con una sonrisa. Y de pronto alguien empezó a aplaudir, y todos se fueron sumando y hubo vítores, y caras felices, y algunas también con lágrimas.
Volvía a ser el centro de atención, algo que siempre había detestado, pero ahora estaba muy dolorido y cansado para que le importara. Siguió sonriendo, en ese momento se fijó en el rincón donde habían amontonado a los mortífagos. Algunos de ellos también sonreían y aplaudían. Si lo que querían conseguir con eso era clemencia no iban a tener demasiada suerte, pensó Harry. Pero interiormente deseaba que se los juzgara con benignidad, Voldemort había desaparecido de una vez y para siempre, la guerra había terminado. Ahora tenía que empezar la paz.
De pie un poco aparte del resto, Harry vio una cabeza rubia conocida. Malfoy. Como los demás mortífagos se había sacado la máscara y tenía la capucha echada hacia atrás. Era fácilmente identificable. Parecía exhausto y estaba mucho más sucio y flaco, y tenía las ojeras mucho más pronunciadas que la última vez que lo había visto. Quizá estaba tratando de que lo notaran, quizá había sido empujado a un lado por los otros o quizá estaba queriendo establecer distancia con los demás. Cualquiera fuera la razón, Malfoy lo estaba mirando con una expresión que nunca antes le había dirigido a Harry. Orgullo. Pero no de soberbia sino de honra.
En un segundo tomó una decisión y se volvió hacia Fred.
─ Fred, hazme un favor, ¿quieres? Dile a quién sea que esté a cargo de los prisioneros que ponga a Malfoy aparte, aislado en una celda y que no lo interroguen por ahora. ─
Fred lo miró sorprendido, al igual que Ron y George. ─ ¿Estás seguro de que eso es lo que quieres, Harry? ─ y su mirada derivó un instante hacia el rubio.
─ ¿Te has vuelto loco, Harry? ─ explotó Ron a su lado. ─ No tienes que mezclarte con esa mierda. Mantente lo más alejado posible. Que lo manden a Azkaban. ─
─ Quiero conocer su versión, Ron. Para quedarme tranquilo. Sé cómo manejarlo y sé cuidar de mí mismo. ─
─ Lo sé… pero… ¡es Malfoy, Harry! ─
─ Sí, Ron, sé quién es y lo que es. Pero tú no estuviste esa noche en la Torre cuando asesinaron a Dumbledore. Quiero que me conteste algunas preguntas. ─
─ Está bien. ─ dijo Ron dubitativo. ─ Pero no dejes que te enrede con sus mentiras. ─
Harry suspiró profundamente y se le despertó de nuevo la punzada del pecho. Un gesto de dolor le cruzó la cara. ─ No me va a enredar de ninguna forma. Confía en mí. ─
Fred los dejó cuando llegaron al hospital improvisado y fue a hablar con el auror en jefe. Ron y George recostaron a Harry sobre una manta y llamaron a un sanador.
─ Espero que sepas lo que estás haciendo, Harry. ─ concluyó Ron.
