N/A Bueno Harry Potter maníacos aquí os dejo otro fic, (me estoy aficionando a esto de escribir, cielos debería estar estudiando) Esta historia trata sobre Sirius Black, conocemos algo de su vida, antes y después de su ingreso en Azkaban pero…¿Sabemos algo de lo que le pasó durante su fuga? Esta es una versión inventada. Espero que os guste, si no ya sabéis, mandadme reviews, podéis decirme o que queráis (eso sí, no vale ponerme verde) o si no pasáis de él y ya está.

De nuevo el sol débil del mar del norte se asomaba tras el horizonte, dando lugar a otro deprimente día en la prisión de los magos: Azkaban custodiada por unas criaturas monstruosas y nauseabundas llamadas dementores, que paseaban sus cuerpos inertes a centímetros del suelo, vagando como almas en pena, sedientas de alegría humana, de esperanzas. Sus túnicas negras ondeaban al viento, como si de la propia muerte se tratase.

Lo cierto es que estos seres se les podía considerar como los parientes de la propia Parca, ya que una te arranca la vida y éstos te quitan la esperanza, las ganas de vivir, la ilusión e incluso el alma, ¡Ay el alma! Eso es mucho peor que la más horrenda de las muertes, que te eliminen la única parte que vive eternamente de uno mismo, en la que se guardan los sueños, los recuerdos, todo, porque ¿Qué es el cuerpo sin el alma? Nada, absolutamente nada, una hoja en blanco, un diario sin escribir, menos que la nada, el no-ser (N/A esto es un poco filosófico, este es el tipo de cacao mental que tenían los griegos en la cabeza el ser y no-ser, bueno y también Shakespeare con su mítica frase "Ser o no ser esa es la cuestión)

Con sus claros ojos entreabiertos, un joven extremadamente delgado y harapiento respiraba profundamente, estaba tan sumamente delgado que al respirar sus costillas se hacían notar, tenía el rostro hundido y huesudo, una larga barba, la túnica de la prisión remendada y sucia, las uñas de los pies y las manos muy largas. Se podía decir que su aspecto era tan deprimente que, si lo veías dormido, no sabrías si estaba vivo o muerto a no ser que le cogieras el pulso.

El hombre se incorporó, dando vueltas en su celda, sin pensar en nada en particular, ¿Para que iba a hacerlo? Ya nada tenia sentido, su vida estaba en ruinas, le habían arrebatado su juventud y su futuro, un futuro brillante como mago, pues lo tenía todo: Poder, dinero, amigos, belleza, todo, pero todo esto se fue al infierno, por culpa de un error, de un asqueroso y fatídico error que le costó la vida a sus mejores amigos, un error en el que salió como culpable, a pesar de que estaba convencido de que era inocente, pero nadie le creía, absolutamente nadie.

Se paró en seco, miró hacia la esquina y vio el periódico que Cornelius Fudge le había entregado para que pudiera hacer los crucigramas, cogió dicho periódico y se detuvo en la fotografía de la página principal, una familia, todos ellos de pelo rojo fuego, en Egipto. La miraba detenidamente, con expresión severa, incluso de odio, pero a ninguna de aquellas personas pelirrojas las miraba con odio, sino a lo que había encima del hombro de una de ellas.

En ese hombro había una rata, una vieja y enfermiza rata, que él conocía muy bien, ya que esa rata, no era una rata, no en el ámbito de ser un animal, sino de haber sido uno de sus amigos de la infancia ¡Amigos! Cómo le dolía esa palabra, vio su fotografía, y dejó de creer en la amistad verdadera, su traición le había dolido más que a nada en el mundo, eso y la muerte de su mejor amigo y su esposa.

Este hombre, cuyo nombre era Sirius Black, había ingresado en eso prisión doce años atrás, siendo un joven alegre y lleno de vida y encanto, pero todo eso se fue al garete por culpa de esa rata, esa rata asquerosa y traidora, cuyo nombre real era Peter Pettigrew, un animago, amigo suyo del colegio, debería haberse preguntado antes porque se transformó en una rata, cual era la cualidad que tenía por la cual ese era el animal que debía elegir para su transformación y ahora ya lo sabía, la traición.

Todavía persiste ese doloroso recuerdo, en su mente y en su alma, en la que llegó a su guarida y no estaba y fue después en su moto voladora a casa de James y Lily Potter y vio sus cuerpos, yaciendo en el suelo, sin vida, pues un malvado mago se la había arrebatado, por culpa de una traición, coaccionada por quien creía su amigo, Peter, quien comunicó a su asesino el paradero de las víctimas. Inmediatamente Sirius fue en busca de Peter y arrinconándole en una esquina, el horrible hombre gritó a los cuatro vientos una falsa traición hecha por el joven, haciendo que lo oyeran un montón de testigos muggles. Después, y de la forma más cobarde posible abrió la calle y asesino a n montón de inocentes, dejándole a él con la culpa, previamente su dedo caía amputado y ensangrentado en el suelo, el resto de su cuerpo se fue por las alcantarillas transformado en rata.

Habiendo terminado de pasar ese doloroso recuerdo, apretó fuertemente la hoja de periódico, dio un puñetazo en la pared con sus nudillos huesudos, su corazón empezaba a latirle muy deprisa, su sangre se hervía, calentada por el fuego que producía la venganza. Deseaba poder vengarse de aquel canalla, cometer ese asesinato por el que fue encarcelado, sin darle oportunidad a defenderse, nada, no tuvo ocasión, no se la quisieron dar. Aquella obsesión fue lo que le mantuvo cuerdo durante esos doce años, lo que le hizo no perder las ganas de vivir al paso de los dementores.

Cuando ya no podía más, se transformaba en un gigantesco perro negro, pues el también era un animago, y su animal era el perro, símbolo de fidelidad, aquel perro negro, atrapado en esa cárcel, alejada del mundo, cuyos barrotes eran las propias mentes de los presos. Decidió que ya era hora de abandonar esa prisión, de verse libre, tal y como se consideraba, únicamente estaba preso su cuerpo, pero no su conciencia, ya que él no había hecho nada, era totalmente inocente y eso n ose lo sacaba de su cabeza nadie, era un fuego imposible de apagar, un gran incendio en su mente y que no descansaría hasta no haber cumplido con su cometido.