Nueva historia amigas, espero que les guste... Bienvenidas a Repararte...
Gracias a mi super Beta Diana Mendez (TheDC1809) de Betas FFAD (www . facebook groups / betasffaddiction /)Mi gran amiga subnormal :)
Bella se marcha embarazada de Forks y rechazada por su novio. Su única inteción es sacar adelante a su bebé...¿Su salvación? El oficio mas antiguo del mundo.
¿Como puedes escapar de algo cuando estas sumergida hasta el fondo?
Crepúsculo pertenece únicamente a Meyer :)
"Un segundo en esta vida puede cambiar tu rumbo"
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1. Sola
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— Vamos nena, bésame como sólo tú sabes hacerlo.
Todo el autocontrol de Bella se concentró en no vomitar ante las asquerosas palabras de aquél anciano. Le llevó sólo unos segundos recomponerse, pues ya estaba tomando práctica de estas cosas y trató de poner el semblante más sensual que pudiera.
— Lo que tú digas —cerró fuertemente los ojos y se dispuso a besar ávidamente el cuello de aquel vejestorio, tratando de ignorar la repulsión que sentía al besar ese arrugado y maloliente cuello. Él comenzó a hacer lo mismo con el cuello de ella y ahí Bella tuvo la oportunidad de mirar hacia su alrededor para buscar ayuda. Aretha, su jefa rápidamente fue a salvarla… pero a veces la salvación resulta peor que el daño.
— ¡Hey! Deja de toquetear a Sun —Sun era su apodo en el club—, si quieres tener algo más, debes pagar un privado ―el anciano con rabia contenida y frustración se separó de Bella y se dirigió a la mujer de cabellos rojos.
— ¿Puede ser un préstamo? Le prometo que se lo pagaré después —Bella sabía que esas no eran las palabras correctas para dirigirse a Aretha quien solo apretó un botón del pequeño control remoto que tenía en la mano y por la puerta interior salieron los dos guardias, Jared y Sam, quienes tomaron al hombre y sin decir una palabra se lo llevaron a dar un paseo.
— ¡Ay mi pequeña! —Bella miró asustada a Aretha, quien siempre aprovechaba estas situaciones para acercarse a ella y toquetearla— ¿te hicieron daño? ¡Qué bueno que llegué a tiempo!… tú dime si te duele cuando te toco —las manos enguantadas de la señora comenzaron a recorrer y acariciar el cuello de Bella, quien preparaba fuerzas para enfrentarse a ella. Cuando en un trayecto, la mano de Aretha intentó llegar a sus pechos, Bella con asco y fuerza la apartó.
— Ya hablamos de esto —las palabras de Bella salieron duras y frías desde sus labios rojos— no vuelvas a tocarme o me largaré de este asqueroso lugar.
— No estás en posición de exigir nada, Sun —los ojos de Aretha la miraron desafiantes y suspicaces mientras que de su boca salían las palabras afiladas como navajas— tienes un mocoso que cuidar y si no fuera por mí estarías en la calle.
Bella mantuvo su postura y miró hacia otro lado del burdel para que la perra de Aretha no se percatara de cuanto le afectaba la mención de su hijo en ese asqueroso lugar… Sinceramente, ella se hubiese ido hace muchos meses de aquel prostíbulo para buscar nuevos horizontes junto a su bebé, pero se le hacía imposible ya que en ningún lugar le daban trabajo por más que buscara. El prostíbulo de Aretha le dejaba el dinero suficiente para mantener a su bebé de siete meses. Además estaba el hecho de que Aretha tenía bajo amenaza a su hijo en el caso de que Bella quisiera marcharse.
— ¡No te atrevas!… él no… —la frustración e ira que sentía en ese momento hacía que las palabras salieran atropelladas de su boca.
— Sabes que no puedes irte —asquerosamente Aretha se acercó demasiado a Bella— yo no te tocaré si eso es lo que quieres, pero si fueras más inteligente, sabrías que ese es el posible camino para ser la reina de este lugar… y cuida tus palabras conmigo Sun, porque puedo apretar cualquier botón de aquí —señaló su control remoto— y tu hijo queda fuera de esto para siempre ¿entiendes?
— Está bien —volvió a posar su mirada en otro punto del burdel para que esta vez, la presencia de las lágrimas, no alertara a Aretha. A ella no le gustaban los llantos en su local y tenía un método para recordárselo a cada chica cuando se permitía llorar.
— Y arréglate el rostro… a ningún cliente le gustan las putas melancólicas —esas fueron las palabras de la mujer antes de marcharse.
Bella intentó recomponer lo mejor que pudo su estado de ánimo. De esos hombres asquerosos dependía su sueldo y con ello, la alimentación y bienestar de su hijo. No podía darse el lujo de perderlos por el simple hecho de que ella fue una estúpida inocente en el pasado… pero no todo había sido gris, pues si algo tenía que rescatar de sus errores era el nacimiento de su hijo. Nunca una persona la haría tan feliz en la vida como lo hacía ese pequeño de siete meses, quien con una pequeña sonrisa podía hacer que su madre olvidara todas las manos que la habían acariciado en una noche y todos los besos húmedos a los que se tenía que enfrentar.
Se dirigió al tubo de metal para iniciar un baile al ritmo de la música sensual que sonaba. Recordó todos los cardenales que había tenido marcados en sus piernas y en sus brazos cuando recién estaba aprendiendo a bailar, también recordó lo bien que le hacía sentir esto, pues cuando estaba arriba de la tarima bailando, no tenía que sufrir los toqueteos de los hombres, podía alejar su mente de ahí y llevarla hacia unas calles más allá donde se encontraba su bebé.
La noche pasó rápida en un abrir y cerrar de piernas para Bella y con ello llegaba el momento más feliz para ella: el reencuentro con su hijo luego de una agotadora noche. El la esperaba en casa dormido al cuidado de Allison, una chica que no tenía donde vivir y que se dedicaba a cuidar a Kevin por las noches a cambio de un hogar. Bella debía reconocer que Ally era una chica buena y que no se había equivocado cuando la salvó de caer en el mismo trabajo que ella.
4:00 AM.
Después de una larga ducha que le ayudaba a sacar de su cuerpo el hedor a tabaco, a sexo sucio y a los quince hombres que tuvo en la noche, Bella se dirigió al cuarto que compartía con su hijo y en donde él se encontraba durmiendo plácidamente en su cama. Era tan hermoso y tan puro como un ángel, un ángel que había nacido desplegando sus alas y salvándola de todo el sufrimiento que padecía. Bella no hubiese sobrevivido mucho tiempo si él no hubiese nacido; Kevin además de ser un ángel, era el soporte que anclaba a Isabella al mundo, era el sostén que necesitaba día a día, él era la valentía y la tolerancia que necesitaba para entregarse a todos esos hombres, y por sobretodo, él era la fuerza para luchar contra los fantasmas que traía el padre de Kevin…
¡Maldito! ¡Maldito! ¡Maldito! ¡Maldito! ¡Maldito! ¡Mil veces maldito!
Isabella no sabía cuánto odio y repudio sentía por él. Asumía que una vez sintió un amor infinito, pero también sabía que ese amor se durmió en cuanto se vio sola, frágil y embarazada en la calle por culpa de ese maldito. Él juró amarla y casarse con ella, y Bella fue lo suficientemente cuidadosa para confiar en él sólo después de un año de conocerlo; también fue lo suficientemente precavida para aceptar ser su novia casi medio año después, y finalmente entregarse otro largo tiempo después. Hay veces en que la confianza no lo es todo.
Él le había dado todo para confiar: respeto, amor, tiempo, cariño y ayuda. Le había dado todo y lo tuvieron también todo en su minuto, pero muchas veces el amor loco e infinito no es suficiente, como también muchas veces no es suficiente conocer a una persona durante años. Él la había traicionado: no le había sido infiel con otra mujer, pero para Bella esa hubiese sido una traición menor en comparación con tirarla a la calle como si fuese un objeto inservible al momento de ella informarle con ilusión que estaba embarazada.
Kevin, el ángel, seguía durmiendo plácidamente y Bella con las manos limpias por la ducha, se permitió acariciar despacio su suave y sonrosada mejilla. Si había otra cosa que odiaba, era posar sus manos en él cuando acababa de llegar del burdel, su bebé era demasiado puro para tener el más mínimo contacto con la vida oscura que vivía por las noches y con las alimañas con las que lidiaba en el asqueroso burdel donde trabajaba.
Recostada en la cama que estaba junto a la de Kevin, se permitió pensar en el maldito que la había dejado. Desde hace un año y cuatro meses, desde que la abandonó, ese había sido su nombre: "maldito" y no tendría ninguno más. Bella no soportaba siquiera la idea de nombrarlo por su verdadero nombre en pensamientos, la había hecho sufrir tanto, lo odiaba tanto. Maldito, él tenía la culpa de todo lo que le había estado sucediendo desde hace ya un año. Por su culpa, ella no podía darle a Kevin todos los lujos que quisiera; Maldito, era un hombre rico y con lujos que podía perfectamente haberle dado unos dólares al mes para los gastos de Kevin. Si él amara a su hijo, en un principio podría haber aceptado sólo su dinero, pero ahora no estaba dispuesta a aceptar ni veinte centavos del bolsillo de él. Kevin era su hijo y de nadie más, por lo tanto, si alguien tenía sufrir para darle algo a Kevin, esa persona sería únicamente ella.
Ella hubiese estado dispuesta a dejar de lado su amor en ese entonces por él, con tal de que hubiese reconocido a Kevin como su hijo para que él no viviera la cantidad de cosas a las que se encontraba expuesto.
Nunca es bueno dormirse con pensamientos de odio, pero esa madrugada, Bella no tuvo encontró más opción.
Una distinta e inocente Isabella miraba con ojos tiernos y a la vez nerviosos a su novio, quien sólo se limitaba a mirar por la ventana de su habitación.
— ¿Amor? —el chico se tensó ante esa palabra— quiero contarte algo, si te voltearas y te sentaras conmigo, sería mucho mejor.
— Dímelo desde ahí —esa voz ruda le indicó a Bella que no debía insistir más, aunque tenía fé en que él se alegraría mucho cuando se enterara de su noticia.
— Estoy embarazada —susurró con una pequeña sonrisa. Sus rasgos comenzaron a decaer al ver que su novio se volteaba y facciones burlonas que se instalaban en su rostro.
— ¿Embarazada? —dijo con burla— No lo creo, y si fuese verdad ¿de quién Bella? yo sé que tú me engañas...
— Yo… ¿es una broma? ¡Yo no he te engañado! —Trató de mirarlo a los ojos pero el chico con dolor apartaba la mirada— Te amo ¡escúchame! Te amo y vamos a tener un bebé.
— Bella… ¿sabes? Es mejor que no siguas con este teatro, suficiente ha sido el daño que me has hecho… ve y encájale el bebé a otro, pero yo no me haré responsable de lo que tú haces.
— Pero…
— No Bella, ¡vete y no vuelvas!, no quiero que te aparezcas nunca más en mi vida, vete a donde el padre de tu bebé y adjudícale a él la responsabilidad.
— Yo no tengo donde ir —las palabras de Bella fueron malinterpretadas por el chico.
— Lo siento, pero en mi departamento no te quedaras como parasito aprovechador… y ahora toma tus cosas y vete porque es enserio Isabella, no quiero volver a verte.
— Algún día te arrepentirás de todo esto y será muy tarde. Cuando quieras recuperar a tu hijo o a mí ya no podrás.
Desde ese día pareció como si una maldición rondara en torno a Bella. No tenía donde ir, no tenía como seguir sus estudios en la universidad por lo que se tuvo que retirar y Jacob, su hermanastro y único apoyo murió en un accidente de coche pocos días después de aquel fatídico día en que Bella se vio sola con su bebé nonato. Ella no tenía a sus padres, ella ya no tenía a su novio, Jacob había muerto… ¡ella no tenía a nadie!
Seattle fue su nuevo rumbo en su desgastada y vieja camioneta, quedaba cerca de Forks, pero era a lo único que podía optar ya que no tenía más gasolina en el depósito de la Chevy. Además aún tenía la tonta esperanza de que el padre de su hijo volviera por ella arrepentido y jurándole amor eterno como en las películas… Pero nada de eso sucedió.
Desde ese día Isabella formó parte de la población de Seattle que no tenía ni hogar, ni nada, excepto porque ella tenía su vieja camioneta que más tarde pasó a ser su hogar: dormía, comía y vivía en ella.
Se sentía angustiada y frustrada, se sentía demasiado sola, demasiado frágil.
Su bebé ya tenía seis meses en el interior de su vientre, por ahora él estaría protegido de las crueldades de la vida pero, Isabella sabía que de seguir así ya no resistiría mucho más, se encontraba delgada y sin fuerzas. A ella ya no le importaba en lo más mínimo lo que sucediese con ella; pero, lo que la atormentaba era que sabía que aquello le hacía daño a su bebé. Tenía todo en contra, su alimentación, su actual estilo de vida tan precario, además de que obviamente no había podido pagar ninguna consulta con un doctor y por ello no estaba tomando las pastillas y vitaminas que una embarazada normal tomaba. No sabía si su bebé sería una princesita o un campeón y mucho menos sabía si su embarazo tendría alguna complicación o si su bebé estuviera mal. ¡La vida era tan injusta!
Los meses pasaron y Bella tuvo que recurrir al robo de supermercados para saciar su hambre y la de su bebé. Lo sintió, pero ella no dejaría que su bebé muriera por su negligencia o falta de valor. No, él no. Antes robar era un hecho que ella siempre vio mal, pero ahora lo haría una y mil veces ya que no lo hacía sólo por ella, lo hacía para mantener con vida a su bebé y eso era ante todo lo más importante, lo único sano y puro que ya quedaba en su muy miserable vida.
La ropa era un problema para su tamaño, pero había estado agradecida de traer las antiguas playeras anchas y sudaderas que usaba cuando era más joven. Su vida se limitaba a vivir en su camioneta, robar en supermercados e ir todas las mañanas a ducharse a la gasolinera.
Poco a poco el recuerdo de su ex novio y los momentos felices que tuvieron se fueron esfumando de la mente de la chica, para dar paso al recuerdo de los últimos momentos que vivió junto a él, para dar paso a la imagen de sus ojos burlones y furiosos. Siempre lo amaría, pero creía que nunca le perdonaría todo esto que ella estaba viviendo, además, más grande era el amor por su hijo.
Un dos de abril nació un hermoso bebé de ojos verdes y cabello rubio casi blanco. Era tan hermoso que a su débil madre la dejaba sin respiración cuando lo miraba. No sabía exactamente a quien se parecía su hijo, podría parecerse a Reneé, su madre que había muerto cuando ella era pequeña, incluso creía identificar ciertos rasgos de ella misma en él y otros de el padre del bebé, pero aún no estaba segura del todo.
Amaba demasiado a su bebé y nunca lo dejaría, tampoco permitiría que lo dañasen o lo pasen a llevar; Kevin, como lo había llamado, era su hijo y mientras ella viviera haría todo lo posible porque él estuviera feliz.
Kevin no nació en un hospital como la mayoría de los niños, Kevin rompió la placenta que lo cubría un día en que Bella caminaba a su camioneta después de una ducha en la gasolinera. Una mujer de apariencia buena y que decía ser partera, fue la que la llevó hasta su casa y ayudó a Bella a dar a luz a su precioso bebé, pero lamentablemente, la buena voluntad de la señora murió al otro día en cuanto Bella se vio más recuperada; y, viéndola mejor, simplemente la echó de su casa aunque la chica le haya pedido ayuda.
Bella volvió a su rutina de robar en supermercados, bañarse en la gasolinera y vivir en su camioneta, pero ahora era diferente, ahora tenía la compañía de Kevin, su muchachito de ojos misteriosos y hermosos por el cual ella vivía y moría.
Un mes después…
El bebé chillaba a más no poder en el pequeño espacio de la camioneta y Bella ya no hallaba que hacer. Tanto el niño como ella, estaban hambrientos; esa podía ser una opción a su llanto, como también el frío, o la incomodidad, o lo más temido para ella, una enfermedad... ¡era tan pequeño!
— ¿Necesita ayuda? —miró al hombre de rasgos extraños que se acercaba a la ventanilla. No le causaba una buena impresión, pero tampoco estaba en posición de rechazar nada, miró a su hijo que seguía llorando en sus brazos y solo pudo murmurar "sí".
Y así fue como cayó en las manos de Aretha cuando James, el guardia, fue a ofrecerle la ayuda que la misma Aretha le ofrecía. Su hijo estaba hambriento y cualquier ayuda le serviría, pensó Bella.
Se sentía a las mil maravillas, Aretha, una mujer ya mayor de cabellos rojos la trasladó hacia un pequeño departamento en los barrios bajos de Seattle, no era mucho pero era más de lo que Bella podía pedir. Esa señora parecía caída del cielo para ella y más cuando le ofreció trabajo en su local.
Había sido tan ilusa que pensó que su vida mejoraría desde ese entonces, pero se dio cuenta de lo equivocada que estaba cuando vio la clase de lugar que era su nuevo trabajo. Intentó mostrar dignidad y reclamar, pero con palabras simples Aretha la desequilibró:
— Es bien simple, o aceptas o te vas a la calle, tú decides… y recuerda que no estás sola, también está tu bastardo.
Ese día fue el que su condena cayó, declarándola a sufrir todas las noches mientras miles de hombres pasaban por su cuerpo, obligándola a reprimir el asco, el dolor físico y mental, y la repulsión. Pero el precio de esa condena tenía un nombre, Kevin, y ella estaba dispuesta a pagarla mil veces más.
Miles de hombres pasaron por su cama en el burdel, y obviamente ninguno captó siquiera una milésima de su atención. Quizás en otras circunstancias, siendo otra prostituta hubiese tenido la tonta esperanza de creer en las historias o películas y esperar a que el príncipe azul llegase a rescatarla a ella y a su hijo de aquel mundo, pero Bella muy bien sabía que ya nunca habría un príncipe azul, pues aquel príncipe que existió la abandonó, destruyendo así toda esperanza de encontrar uno nuevo. Además, Isabella hace mucho tiempo se había dejado claro a sí misma que su único amor a partir de ahora sería su hijo.
Aprendió rápido el juego de Aretha; la vieja tenía una extraña y escalofriante obsesión con ella, y si se mantenía cerca de ella, Bella sabía que lo lamentaría, ella no sería como las perras de Lauren y Tanya que para adquirir un poco más de status en el club, le hacían ciertos favores a la asquerosa vieja de cabello rojo.
El sollozo de su bebé la trajo nuevamente a la realidad, el sueño o pensamiento inconsciente que había tenido era de lo más normal. Sabía que probablemente nunca dejaría de tener pesadillas del momento en que "maldito" la abandonó, como tampoco dejaría de soñar con el momento en que el primer viejo asqueroso y gordo le puso una mano encima ¡por Dios! Empezó en ese mundo cuando aún era una chiquilla inocente que se encontraba destrozada y tratando de sacar adelante a su hijo.
Sacó a su bebé de la cama y lo atrajo a la suya donde lo acurrucó entre sus brazos.
Para Isabella Swan, ese era su lugar en el mundo, estar entre los brazos de su pequeño, porque ella veía como si Kevin la tuviese protegida a su corta edad entre sus brazos, y no al revés como pasaba justamente ahora. Cuando estaba junto a su hijo, podía volver a ser la Bella que estaba dormida la mayoría del tiempo en su interior, podía volver a ser la chica de dieciocho años llena de sueños y esperanzas, pero en realidad y para todo el mundo, la antigua Bella había muerto, ahora era una mujer resentida, recelosa y sin esperanzas, se había convertido en un tipo de monstruo que trabajaba en el burdel y que sólo el arrullar de su bebé lograba calmarla.
Lamentablemente, la hermosa y buena Bella; la antigua Bella, había muerto el día en que anunció su embarazo… ¡¿Por qué? La vida nunca la trató bien, pero se podía decir que Kevin era la compensación que la vida le había dado a cambio del trato recibido, convirtiéndola… en una perra fría.
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Se despertó a las once de la mañana al día siguiente. Bella hubiese querido dormir mas, pero cierto pequeñito no se lo permitía, además de que el día era el único momento en que podía estar con él y disfrutar. Quería hacer tanto con él, disfrutar cada día al máximo, estar presente en sus sonrisas y en cada mínimo gesto que el hiciera, pero muchas veces eso no era posible, dependía relativamente de cómo la dejaran los clientes.
— ¿Cómo está hoy el bebé de mamá? —se acercó cansadamente hacia la cama de su hijo quien estaba despierto y balbuceando cosas sin parar. Lo acurrucó en sus brazos y el pequeño instantáneamente comenzó a dar chillidos de felicidad por estar con su madre—. Parece que despertamos algo animados —le susurró tiernamente cuando se dirigía hacia el baño.
Su mirada se volvió gélida al ver el precario, lúgubre y familiar cuarto de baño, las paredes seguían ennegrecidas por más que ella hubiese tratado de limpiarlas un sinfín de veces, las oscuras grietas seguían adornando casi completamente todas las paredes y aun estaba el olor a humedad y a tierra. Sacó unas toallas blancas y tomó la pequeña y azul bañera de plástico; había comprado ambas cosas especialmente para su hijo ya que no podía imaginarse bañándolo directamente en la bañera, nadie sabía cuántas infecciones podría tener esta.
El día pasó rápido lamentablemente para Bella, ya eran las seis de la tarde y a esa hora ella siempre comenzaba a preparar todo para su noche en el burdel además de dejar bañado y alimentado a Kevin.
— ¿Bella? —la voz de Allison la sacó de su trance mientras cambiaba de ropas a Kevin. Se sorprendió un poco de que ella le hablara pues durante el día se la pasaba hablando con sus amigas o simplemente soñando despierta—. Quería recordarte que no queda fórmula para la leche de Kevin esta noche.
— ¿Enserio? ¡¿Por qué no me lo dijiste antes? —hubiese ocupado su día para ir a comprar el pequeño tarro de formula que costaba demasiado dinero a su parecer.
— Te lo recordé ayer antes de que te fueras —sí, Ally tenía razón y si no hubiese estado tan retrasada en la hora quizás le hubiese prestado más atención en ese entonces.
— Mira, iré a comprarla ahora al centro comercial, pero de todas maneras no me alcanzará el tiempo para traértela —rebuscó en su monedero unas cuantas monedas— ¿puedes ir a la tienda y comprar una caja de leche? Por hoy tendrá que beber de la normal —susurró la última frase para sí misma.
Ally asintió y se salió del cuarto mientras Bella rebuscaba con pesar entre sus ahorros el dinero para comprar la leche, no podía comprar un solo tarro, tendría que comprar dos o tres para que estuviese segura por un tiempo con la comida de su hijo.
Cuando el taxi que había tomado la dejó afuera del centro comercial, soltó un suspiro, le encantaba Seattle pues era tan bullicioso que no daba cabida para sus pensamientos tristes, al contrario de lo que sería Forks, en donde la tranquilidad y el pacifismo no la hubiesen dejado vivir.
Un carraspeo masculino la sacó de su ensoñación cuando ya estaba cerca de las puertas del centro comercial. Volteó ligeramente la cabeza y grande fue su sorpresa al ver que atrás de ella se encontraba un hombre cuyos ojos verdes la miraban intensamente analizándola.
Espero que les haya gustado :)
Isa
