Mmm.. ¡hola! Esta es mi primera historia aquí y va sobre el mundo de HP y demás, aunque también hay introducidos algunos personajes míos... En fin, está también en otra página, pero como la gente pues pasaba un poco de mi cara, he decidido cambiar de aires y tal, jeje. Erms... no sé muy bien cómo explicar las ''advertencias'' sobre el primer capítulo de esta - supuestamente - laaaaarga historia y sobre qué trata y todo eso, pero bueno, ahí va:

Chris nunca ha tenido una vida fácil. De hecho, ella no consideraría su existencia como vida de no ser por esas pequeñas cosas, a veces graciosas, a veces inquietantes, que le suceden. Cosas que nadie más puede hacer, cosas que todos detestan, cosas que han derivado en que ella jamás pueda tener una misma familia más de un mes seguido...

Sabe que es única, que es especial y por ello sabe que nadie va a lograr nunca entenderla. Esta melancolía y una denuncia la llevan a un lugar horrible, en el que en momentos consigue sonreír, pero que, poco a poco, está acabando con ella...

Hasta que un día, recibe una visita, una visita muy peculiar. Parece que, al fin y al cabo, sí que existe alguien que va a lograr entenderla...

Advertencias: Mmmm... no sé, tal vez se le haya escapado un insulto a la prota... ehem... peeero... de este capi, creo que ya... bueno, pues eso. (Dios, qué mala soy en esto...)

Capítulo 1: La pregunta más cuerda.

Chris mira hacia el exterior. Mira sin ver. Ve sin mirar. No conoce la diferencia entre ambos, pero lo cierto es que no le interesa saberla. Desde hace tiempo nada parece ser importante.

La luz que se cuela a través de la diminuta ventana le da en el ojo derecho, aunque no por ello lo cierra. Le gusta sentir el sol en su piel porque así parece que el mundo es algo más cálido, aunque ni mucho menos lo sea para ella. Sin embargo, para el resto de la gente es, en apariencia, mucho más cómodo y dulce.

Desearía alzar sus brazos escuálidos y pálidos y rozar los barrotes con suavidad para que el haz de luz besara delicadamente sus dedos marchitos, pero no puede. El abrazo abismal de una serpiente blanca le impide levantarlos. La serpiente de las correas, como ella la llama. No le gusta la serpiente de las correas ni las medicinas que tranquilizan ni esas mujeres de blanco que la rodean cada vez que se abre la puerta del cuarto de los diez cerrojos ni el color blanco de dicho cuarto, aquel en el que está ahora.

A ella le gustaban las serpientes escamosas, verdes y reales porque hablaban con ella y la entendían. A ella le gustaban los bailes a medianoche, el carromato y la luna llena que le contaba secretos. A ella le gustaba el sol, el aire, las arenas del sur. A ella le gustaba la música que le recitaba Isabel, la chica con la que aprendía cómo hablaban las personas ya muertas. A ella le gustaba vivir.

Pero eso era antes. Ahora ni siquiera sabe si todo eso le sigue gustando. No hay agrado en su corazón. Sólo melancolía, odio, desesperación, tristeza. Algunos opinan que es locura eso que siente, pero Chris se ha cansado de escuchar. Cansancio. Sí, tal vez sólo sea cansancio lo que le ocurre... Cansancio por la vida...

- Moniiiinaa... - canturrea una voz femenina a su espalda con sonsonete.

Chris se da la vuelta sin sobresaltarse. En el umbral de la puerta está una de esas mujeres de blanco que le sonríe falsamente mientras guarda una llave azul en el bolsillo del vestido: la llave que abre la puerta de los diez cerrojos.

Chris se acerca a ella lentamente, con parsimonia. Sabe de sobra qué es lo que quiere, así que abre la boca y espera.

- No, no, no, guapiiiitaaa... - la mujer de blanco gira enérgicamente la cabeza repetidas veces y sus pendientes blancos y redondos se mueven como péndulos de un reloj antiguo. - No vengo a darte tu comidita...

Chris enarca una ceja. ¿Entonces qué quiere...?, piensa meditabunda. De repente una idea surge en su cabeza. Da la espalda bruscamente a la mujer y le señala su espalda con la cabeza.

- No, no, no, precioooosaaa... - vuelve a negar la mujer canturreando mientras sus pendientes oscilan en torno a su cuello. - Aún no puedo quitarte la camisa de fuer... eeehh... de... seguridad, quería decir. Son los jueves cuando toca la inyecc... o sea, el tratamiento... ¿recuerdas?

Chris comienza a hartarse. Se le acaban las opciones y la sonrisa de la mujer, falsa, ancha, patéticamente amable le está haciendo perder la paciencia. ¡¿ Bueno, pues qué narices quieres entonces, vieja loca?! le dan ganas de gritarle. Pero se contiene. Sabe que si habla, será peor, pero sabe que si grita, será MUCHO peor. Intenta componer pues un gesto de extrañeza y curiosidad, aunque los músculos de su cara se tuercen en una mueca fea.

- Verás, queriiiida... - comenta la mujer mostrando sus dientes blancos. - Hay en la planta de abajo una personititita que dice que quiere verte a ti, ¿sabeees? Me ha dicho que es familititita tuya, ¿saaabes, guapiiita? ¿No es geniaaal...?

Oh, sí, genial, piensa Chris con amargura. Ahora resulta que las viejas arpías blancas tienen sentido del humor y han decidido gastarme una broma pesada. Brujas, brujas, brujas... Son todas unas brujas...

- ¿No te hace ilusión que venga a veeerte tu familittitia, moniiina? ¿Por qué estas tan seeria? - continúa la mujer de blanco.

Chris odia que la traten como si fuera tonta. Puede que esté loca, de hecho, tal vez lo esté: eso lo ha asumido ya. Pero no es tonta, no. Y sabe muy bien que esa arpía le está tomando el pelo descaradamente.

- Vamos, vaaamos... no te enfades, guapiiita... será peor...

Chris escucha esa palabra e inmediatamente su expresión se borra de todo enfado y se vuelve de lo más, sino educada, indiferente.

- Bueno, bueno... esa personita te está esperaaaando... ¿quieres que le diga que suba a verte, preciooosa..?

Chris piensa, pero es incapaz. No puede imaginar el por qué de esta broma, pero decide que lo mejor es acabar cuanto antes.

- Q-Que pa-pase... - susurra tartamudeante. Su voz está muy ronca. Hace mucho, mucho tiempo que no habla...

- Muy bien. Tardaré dos segunditititos. ¡Espera aquí sentadiiiita!

Y de esta manera la mujer saca la llave azul y cierra cada uno de los diez cerrojos de la puerta.

Chris se sienta en la cama suavemente. Jamás habría imaginado que las mujeres de blanco pudieron verdaderamente tener tanto sentido del humor como para hacerle esa broma. Le parece tan inverosímil que, poco a poco, comienza a pensar que, tal vez, aunque sea una posibilidad muy remota, sea verdad lo que le han dicho... alguien ha ido a verla....

Pero, ¿quién?, se pregunta ella con fruición. ¿Quién estaría tan loco?

De pronto, sin que pueda remediarlo, se acuerda de Isabel. ¿Habrá ido Isabel a visitarla? Pero no era posible... Isabel se fue... Recuerda entonces cuánto le gustaba su música, aquellas charlas interminables sobre la sabiduría. Y así es como se acuerda también de... él. De cuánto le gustaba. Se acuerda de los bailes de medianoche, del carromato, de la luna llena. Se acuerda también de... ella. De todos ellos, de todas ellas. Y recuerda las arenas del sur... el viaje hacia el no-rumbo...

Una sonrisa aflora en su piel. ¡No puede creerlo! ¡Es una sonrisa, una sonrisa de verdad! Sus labios están resecos y las comisuras de la boca le duelen un poco, pero le da igual. ¡Es capaz de sonreír! ¡Sonreír, después de tanto tiempo, tantas cosas pasadas y tan malas...!

Pronto nota cómo la tímida sonrisa se convierte en carcajadas, carcajadas que vuelan por la habitación y como pájaros libres escapan por entre los barrotes de la ventana. ¡Risa, bendita risa! ¡Alegría, alegría...! Recuerda unas palabras que un día oyó en una boda: ¡Demos gracias al Señor por la alegría de este bendito día...!

De improviso, su risa se corta. Fulminante, como un cuchillo, un silencio penetrante vuelve a llenar la habitación. El Señor... piensa, y nota como un escalofrío recorre su cuerpo envuelto en la serpiente blanca.

No había pensado en esa posibilidad. ¿Y si el... Señor... fuera el visitante que quería verla? No, no podía ser. Preferiría mil veces que fuera una broma de las arpías blancas, aunque fuera una broma de muy mal gusto. Preferiría casi cualquier cosa menos eso... Sin proponérselo, un torrente de imágenes invade su mente. Vuelve a recordarlo todo: la caravana, los platos sucios, los gritos, las ratas bajo la cama.... el hedor a muerte... el olor a miedo...

Nota como gruesas lágrimas rebosan en sus ojos y se pierden en sus mejillas blanquecinas. Hacía mucho tiempo también que no lloraba. Sin embargo, los sentimientos que le producen el llanto los siente muy vívidos... Miedo, desolación, tristeza y...

- ¿Dolor? Un sentimiento magnífico, si quieres mi opinión. Terrible, a su vez. Algo que nos vuelve tan humanos, tan vulnerables... y tan conocedores de tantas y tantas cosas....

Chris sí que se sobresalta esta vez. En parte, porque la voz que se ha pronunciado es de hombre y es desconocida; en parte, porque habría esperado cualquier cosa menos encontrarse a aquel anciano alto, erguido, de porte noble y con ropajes estrafalarios frente a la puerta abierta de la habitación. Aunque lo que más le ha extrañado es, quizás, el misterioso discurso de aquel hombre.

Ella se levanta y le mira con la boca abierta. Se acerca un poco, vacilante. La verdad es que las brujas se lo han currado, observa para sí. Se parece un poco a Merlín, el personaje que salía en una colección de los libros del Rey arturo que una vez vi en...

- Oh, por favor, soy muy viejo, es cierto, pero no tanto como el Gran Merlín el Encantador, no comparemos...

Chris comienza a extrañarse cada vez más... ¿acaso el hombre tiene telepatía o es sólo coincidencia? A lo mejor es sólo una especie de esos adivinos que salen echando las cartas por la tele... se dice a sí misma.

- A decir verdad, nunca me ha gustado demasiado la Adivinación. Es una asignatura demasiado inexacta para mi gusto, ¿no cree? No obstante, no dejo de encontrarla fascinante, sin duda.

¿Asignatura? ¿Ha dicho asignatura?, exclama mentalmente Chris. A ver, todo esto tiene una explicación, no nos alteremos... Es muy sencillo: ahora resulta que las viejas arpías han decidido buscarme un compañero de habitación-búnker y, cosa aparentemente imposible, ha conseguido a un candidato más loco que yo si cabe... ¡Maravilloso!

- A decir verdad, todo estamos un poco locos... - repone el anciano guiñándome uno de sus dos ojos azulados ocultos bajo gafas de media luna. - Pero, aún así, te aseguro que tú eres la más cuerda de cuántos están aquí. Y me incluyo a mí mismo.

Chris comienza a dudar, ya no sabe qué pensar. ¿Cómo un hombre tan inteligente y empático ha podido acabar aquí, en este odioso lugar, con ella como compañera...? Parece fuera de lugar, es como si tuviera un halo de algo especial a su alrededor... Diferente...

Y entonces, Chris, no sabe si por locura, por pena o por educación sólo logra articular una frase, la frase más cuerda que a una loca como ella puede ocurrírsele:

- ¿Q-Quién es usted? - dice todavía algo ronca, pero con un tono de voz algo más alto que un murmullo.

- Oh, ¿dónde están mis modales? - exclama el anciano, aparentemente enfadado consigo mismo. - Mi nombre es Albus Dumbledore, director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Es un placer conocerla al fin, señorita Christiana Gramcia.