¡hola! vuelvo a FanFiction y la historia sigue... El vuelo de las lechuzas II se podría decir.:) pues, de verdad, espero que os guste. sentí la necesidad de seguir seguir escribiendo esto y el resultado es el siguiente... jajaj ¡muchísimas gracias a tods! :L

Todos los personajes pertenecen a la única verdadera maga, JK Rowling.


El último rayo de sol iluminó el cuarto de Draco, una habitación increiblemente desordenada e impersonal, llena de muebles tan antiguos como valiosos. Él estaba tumbado en la cama, mirando al vacío y con aspecto de no haber dormido en días.

Tenía el pelo despeinado, un par de mechones rubios se deslizaban, rebeldes, cubriéndole los ojos. Vestía una camisa negra y, a pesar de estar en perfectas condiciones, había desaparecido gran parte de la elegancia con la que hacía una eternidad solía llevarla.

Junto a él, abandonada sobre las verdes sábanas, se hallaba la nueva edición de El Profeta. La revista estaba abierta y había una fotografía en la que se veía a una joven morena, sonriendo y con la varita en alto.

La página estaba especialmente arrugada, como si alguien hubiera apretado fuerte los puños mientras la leía. Al pie de la imagen había una frase que decía así: Hermione Granger, íntima de Potter, a quien acompaña en su "heróico" plan.

Draco volvió a sentir nauseas al releer el texto que acompañaba a dicho títuto, lo hizo de memoria, ya que lo había leído más de diez veces. Sintió la necesidad de gritar, de pegar a alguien, pero lo reprimió todo con un movimiento de varita. Hizo aparecer a su lado una botella de Whisky de Fuego, luego de dio un larguísimo sorbo.

Había pasado casi un año desde que vio por última vez a Hermione, en la Sala de los Menesteres, unos días antes de combertirse definitivamente en todo lo que era ahora. Ya no era Draco Malfoy, ya no existía aquel joven rey de cada pasillo de Hogwarts, había desaparecido el Slytherin que odiaba a muerte a los Griffindor, la serpiente que, a pesar de todo, se había enamorado de una leona. Ahora tan solo era un mortífago.

Desde que se despidió de Granger aquella tarde, nada fue como se suponía que debía de haber sido. Su padre, Lucius Malfoy, había fallado una vez más en la misión encomendada, lo que hizo que el señor oscuro se enfureicera. Éste acabó por alojarse en la Mansión Malfoy, llevando a ella la oscuridad y frialdad que ahora todo lo cubría. Desde entonces, Draco apenas salía de su habitación, pues en cualquier momento podía encontrarse con la loca de su tía Bellatrix o el infinitamente peligroso Greyback. Tan solo bajaba a la cocina cuando se celebraba alguna victoria y todos los mortífagos eran convocados, o cuando había una reunión del tipo "Hay que atrapar a ese maldito Potter". Odiaba hacerlo, odiaba ver como su padre era humillado por todos aquellos locos asesinos, odiaba presenciar las torturas a las que eran sometidos los muggles y odiaba saber que, alguna vez, fue su sueño formar parte de todo eso.

Estaba tan absorto en aquellos pensamientos, que no se dio cuenta de que la puerta se abría, ni de que una cara pálida se asomaba por el hueco. Era un rostro hermoso, con unas delicadas facciones y la mirada fuerte, pero a pesar de todo, se veía que la mujer no estaba pasando por su mejor momento. Las enormes ojeras y la extrema palidez de su piel eran prueba de ello.

-Draco, querido, baja la comida al sótano, ¿quieres?

Genial, lo que faltaba. El día no estaba siendo suficientemente horrible, ahora tenía que bajar al sótano, donde se hallaba su peor tormento.

Se levantó de la cama, y ni siquiera hizo el ademán de arreglar un mínimo su aspecto físico, todo eso era de un insignificante absurdo.

Narcisa Malfoy llevaba en la mano una bandeja que contenía dos trozos de pan duro y zumo de calabaza. Draco cogió todo ello, con una mueca de total desagrado, y bajó al piso más oscuro y húmedo de todos.

-No se ven porque la oscuridad debilita la iluminación de sus alas, pero es fácil sentir su mágia, ¿lo ves?

La entrada de Draco en el sótano interrumpió a Luna Lovegood en plena demostración de sus, por así decirlo, conocimientos sobre los animales y seres excéntricos. Dean Thomas estaba sentado junto a ella y antes de volverse hacía el recien llegado, la miraba entre confundido y divertido.

Dean y Luna llevaban prisioneros en la Mansión Malfoy más de dos meses. Cuando Draco volvió de una especie de viaje navideño familiar, que resultó ser un auténtico fracaso, los dos ex-alumnos de Hogwarts ya estaban allí. Draco no pudo evitar sentir un malestar sobrehumano al verlos. Daba por hecho que su tía estaba totalmete loca, el odio se había llevado hasta la más mínima sombra de su cordura, pero aún y todo, el antiguo Slytherin no podía no sentir náuseas cada vez que ésta torturaba a los dos prisioneros. Sabía que intentar ayudarles sería algo estúpido y suicida, era un cero a la izquierda en su propia casa, y sabía que nada podía hacer por ellos. Por eso intentaba mantenerse al margen.

Sin embargo, cuando Bellatrix o Greyback atacaban a los dos jóvenes, o cuando Lucius los interrogaba hasta el supremo agotamiento, Draco trataba de demostrarles de alguna manera que él no estaba a favor de todo eso. Más de una vez había entretenido de forma desesperada al mortífago que bajaba al sótano, o había formulado algún que otro hechizo para evitar daños demasiado graves en Dean y Luna.

-¿ A qué has venido, Draco Malfoy?- Luna lo miraba curiosa, pues el rubio se había quedado absorto en sus pensamientos.

-Eh... toma, es la comida. Hay dos trozos de queso debajo del pan, intenta que no los vean, ¿vale?

-¡Oh, gracias!- la joven le sonrió realmente agradecida, entendiendo de inmediato a lo que se refería Draco.

-Ya...- se dio la vuelta y abrió la puerta de lama mazmora, pero de repente, un atisbo de la antigua dignidad vino a él.- Y, Lunática, intenta ahorrarte esos estúpidos comentarios si no quieres que tu único compañero se vuelva tan majara como tú.

Mientras subía las escaleras, Draco se imaginó lo mucho que se habría enfadado Hermione si supiera lo que le acababa de decir a su amiga. Al recordar a la Griffindor, Draco sintió un dolor punzante en el estómago, un vacío indescriptible.

Tuvo que sentarse en uno de los escalones y apretarse la cabeza con las manos. No era la primera vez que esto le pasaba, estaba realmente desesperado.

De pronto, se escucho a Dean hablando en susurros.

Tranquila Luna, estoy seguro de que Harry, Ron y Hemione llegaran en un día de estos. Todo se arreglará, no te preocupes.

Muy a su pesar, Draco deseó que Dean se equivocase.