Playlist: ¡Hola! Mirad para hacer los capítulos siempre me he acompañado de música y cada capi tiene lista de canciones que la iré acompañando, la música me ayuda a concentrarme y en cierto modo, creo que escribe por mí, tengo un gusto un tanto "peculiar" como os daréis cuenta pero creo que todas las canciones están en youtube. Suelo ponerlas por el orden que creo oportuno que van con el capi así que os recomiendo "I'm so tired" y "Cry baby cry" The Beatles, de el álbum "The Beatles" y por último algo más animado "Matar al cartero" Pereza de el álbum "Animales"
FINALES DE JULIO, 1979
- Una vez más, señor Black, requiero de tus fantásticas habilidades.
La oscuridad se hacía más creciente a medida que el día iba avanzando. El despacho del profesor Albus Dumbledore era una estancia muy acogedora pero, una vez más, se sentía un matiz tenso en el ambiente. Una sombra oscura apoyada en el marco de la puerta se removió impaciente. El profesor, alto e imponente, paseaba elegancia y tranquilidad hacia el ventanal, justo en la parte opuesta donde la sombra se removía. Lo hacía con una sonrisa tensa en los labios. Evitó deliberadamente mirar a la sombra que hablaba.
- Últimamente requiere mucho de mis servicios profesor.-replicó la voz de la sombra cargada de ironía.- Pensaba que no aprobaba usted mis métodos.
El profesor sonrió para sí. Miró hacia los terrenos del esplendido colegio que dirigía, el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Sintió compasión por el joven Black y pena por sí mismo. Tenía tanta suerte de haber llegado a ese puesto. Si el señor Black supiera de su pasado, todos los méritos obtenidos por el gran Albus Dumbledore no tendrían ningún valor. El propio profesor no se los concedía. Había hecho demasiado daño con sus propios métodos. No podía recriminarle al joven y astuto Sirius Orion Black los suyos a pesar de que los desconociera en gran media.
- Pensaba que le gustaban las misiones que le son concedidas, señor Black.
- Me satisface ser un grano en el culo de Voldemort.
- No deberías subestimarlo, Sirius, a pesar de sus ideas, es, posiblemente, uno de los magos más poderosos a los que nos hemos podido enfrentar en siglos.
Sirius Black guardó silencio. No podía replicarle, sabía que Dumbledore tenía toda la razón, pero no podía evitar odiar con toda su alma al que muchos llamaban Señor Tenebroso. Estaba dedicando los mejores años de su vida a intentar destruir todo el poder que estaba generando y no veía nada más que pérdidas en su bando. La desesperación corría por la llamada "Orden de Fénix" que el propio Dumbledore había fundado. Lo que más le fastidiaba a Sirius era ver como el profesor seguía ahí, tranquilamente, moviendo hilos cómodamente en su despacho, mientras los demás, mientras ellos, la Orden, se jugaban la vida cada día. Sirius tenía solo diecinueve años y ya se había enfrentado dos veces a Voldemort. No temía a la muerte, sabía que tarde o temprano llegaría y que, seguramente, la conocería como tantos otros, en la lucha, en la batalla. ¿La había plantado cara el viejo anciano, con cara de preocupación, que estaba enfrente de él? Se suponía que sí, que Dumbledore era la única persona que Voldemort temía o que intuía que podría derrocarlo y que el profesor no cesaba su empeño en destruir cada rayo de maldad que El-que-no-debe-ser-nombrado generaba, pero no parecía demostrarlo. Desaparecía gente cada día, mataban muggles cada día, San Mungo no podía acoger a más heridos. La comunidad mágica estaba desesperada y los muggles no tardarían en percatarse de lo que estaba pasando. La gente huía de sus casas y lo dejaba todo. Se marchaban del país y no miraban atrás. Muchos eran perseguidos. Muchos se unían a Voldemort por puro pánico. Otros pocos, "demasiados pocos", pensó Sirius, le plantaban cara. Como él y sus amigos. Anduvo hacia el escritorio del profesor con aire resuelto y elegancia. Un fino rayo de sol del crepúsculo se posó débilmente en su cara. Los ojos grises de Sirius se posaron sobre los del director. Su mirada era dura y engreída pero dulce. Era alto e imponente con el cabello negro y cuidado que ahora llevaba un poco más largo de lo habitual.
- ¿Puede ir al grano, profesor?... ¡Al grano! –rió a carcajadas, mientras Dumbledore le miraba con aprensión- Lo siento, señor.
- No está mal un poco de humor en estos tiempos difíciles.- lo disculpó el director- Lo que te voy a pedir es un asunto delicado y te pido que seas lo más discreto posible. Los señores James Potter y Lily Evans te ayudarán en tu misión, ya les he informado a ambos. Es muy importante que no hablen con nadie. Presiento que tenemos un…
- Un espía.- completó con hastío.
- Si, un espía.-murmuró el profesor, se le notaba incómodo.- ¿Tienes alguna…?
- ¿… corazonada, señor? Tristemente sí.
- Tristemente… - repitió Dumbledore girándose de nuevo hacia el horizonte - No parece que sea un adjetivo indicado para un espía.
- No, no lo es -Sirius se volvió a remover incómodo. No quería acusar a nadie y mucho menos a su amigo, mucho menos a uno de sus mejores amigos a decir verdad pero lo mejor era decírselo a Dumbledore. Quizás su cariño lo cegaba o quizás estaba completamente equivocado.- Creo que Remus podría ser el espía.
- ¿Remus? ¿Remus Lupin?-el profesor parecía bastante sorprendido.
Sirius asintió con la cabeza. No quería creerlo pero todo parecía indicar que sus movimientos estaban siendo controlados, que alguien estaba dando el chivatazo. El último mal trago había sido el traslado de la profesora Merrythought a un lugar más seguro que su antigua residencia en la que había sido atacada en un par de ocasiones. La comitiva de la profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras había sido atacada a mitad de camino. En la comitiva no se encontraba Remus pero sí Lily, James, Peter y Sirius. Eso había disparado las alarmas de Sirius además de la creciente depresión en la que Remus estaba inmerso. Quizás las palabras que los hombres lobo con los que estaba infiltrado estaba llegando más adentro que las palabras de sus amigos. Tristemente, no se le ocurría otra persona. James y Lily nunca traicionarían a la Orden, a demás, Sirius daría la vida por Cornamenta y su novia y Peter… el pequeño Peter, no tenía lo que tenía que tener. Demasiado débil, demasiado confiado y demasiado apegado a James, Lily y él mismo. Sirius miró al horizonte. El bosque prohibido se alzaba imponente al final de los terrenos del colegio. Habían vivido tan buenas aventuras allí. "Por Remus" pensó decaído.
- Es una acusación muy grave. Más siendo uno de tus mejores amigos.-reflexionó el profesor – Y siendo una persona indispensable para la Orden debo añadir.
- Lo sé-chasqueó la lengua con amargura.- ¿Es la razón por la que nos ha citado a Lily a James y a mí por separado?
- No está mal contar con varios puntos de vista.
Sirius guardó una vez más silencio. No quería desconfiar de sus amigos. Seguramente ni James ni Lily habían señalado a Remus. No quería desconfiar de Remus pero… Removió la cabeza.
- ¿Podría indicarme la misión, por favor?
- ¡Oh, sí!-recordó como de repente Dumbledore. Su cara mostraba cansancio.- Como te iba diciendo, es un asunto muy delicado. Creo que es abusar de tu confianza, Sirius, pero no le he encontrado otra salida. Necesito que le des alojamiento a una persona, realidad a dos, en tu casa. Bueno, a ser ciertos, necesito que le des la máxima protección posible.
Sirius chasqueó la lengua de nuevo. No quería un intruso en su cómoda casa. Había adquirido una casa en Birkenhead Street cuando se había ido de casa de los Potter con los pequeños ahorros que había heredado de su tío Alphard. Como ahora trabajaba a tiempo completo para la Orden no podía conseguir mucho dinero por lo que Cornamenta se "encargaba de su manutención" como le gustaba decir a su amigo. Por ello no podía meter a nadie en casa a menos que estas personas le pagaran un alquiler o aportaran algo a la economía de la casa, cosa que seguro que los protegidos de Dumbledore no iban a hacer. Además Sirius era un hombre de acción, como le gustaba autodenominarse, y pasarse el día cuidando de alguien no era precisamente ser un hombre de acción. Ni mucho menos.
- Señor siento decirle que no tengo dinero para mantener a nadie.
- No te preocupes por el dinero, Sirius, creo que ella podrá mantenerse por sí misma.
- ¿Ella?-Sirius empezaba a estar de muy mal humor, para colmo Dumbledore iba a meter a una mujer en su casa.
- Eso he dicho-el profesor le miró por encima de sus gafas de media luna.- La señorita Athena Lux tiene el suficiente dinero para mantenerse a ella misma y, por qué no, ayudar un poco a la mejora de su vivienda.
- ¿Athena Lux? ¿De qué me suena ese nombre?
- Es una de las mejores alumnas que ha pasado por este colegio, solo tres años mayor que tu, Sirius, deberías recordarla, fue prefecta de Ravenclaw, Premio Anual, recibió la medalla por méritos mágicos por la poción amortentia, que creó cuando aún estaba en el colegio, recibió la Orden de Merlín, tercera clase…
- ¡Ah! Lux…
- Recordaba vagamente a esa chica. Sabía que les había castigado unas cuantas veces, James y Sirius siempre andaban metidos en algo. Pero su apellido no sólo me sonaba por eso.
- Tiene una hermana ¿no? ¿Su hermana también entra en el lote?
- Correcto.-el profesor Dumbledore buscó un antiguo recorte de periódico El Profeta y se lo extendió. Una chica delgada con aspecto imponente sonreía, vestida de gala mientras recogía la Orden de Merlín de manos del Ministro de Magia. Era rubia con el pelo motoso y descuidado y tenía unos ojos verdes penetrantes. Parecía algo desorientada al sonreír a la cámara, como si la situación en la que se encontraba fuera irreal- Esta es Evelyn Lux, la hermana de Athena.- dijo señalando al lado de Athena Lux donde una chica mucho más joven que ella aplaudía, muy colorada, a su hermana. Era más bajita y con el pelo castaño e igual de motoso que su hermana.
- La conozco, a Evelyn-reconoció Sirius- es de Hufflepuff.
- No tendrás que dar protección a Evelyn nada más que un mes, ya que en septiembre volverá a aquí a cursar su séptimo curso. Todo esto si su hermana quiere mudarse a tu casa, claro está.
- ¿Cómo que si su hermana quiere?- a Sirius todo le olía a mala espina.- ¿Es que vamos a secuestrarlas o qué?
- Nada de eso, nada de eso. Evelyn me escribió una carta hace poco.-cogió un trozo de pergamino muy gastado que había al lado del recorte.- Por lo visto está convencida de que los mortífagos quieren reclutar a su hermana, de hecho han tenido que cambiar el domicilio en varias ocasiones pero Athena (he de decir que es muy cabezota) no quiere pedir ayuda. Quizás no sepa a quién acudir, porque no se fie del Ministerio o porque crea que tiene controlada la situación. El caso es que su hermana ha tenido el acierto de pedir mi ayuda.
- ¿Pero para que iba querer ayuda una sabelotodo como Lux?-replicó Sirius con desdén- ¡Tiene una Orden de Merlín! ¿Es que su hermana no cree que sea capaz de defenderlas?
- Claro que es completamente capaz de defenderse, Sirius
- ¿Entonces por qué no ahorrarnos el viaje? – replicó con indignación - ¡Seguro que hay algo más importante que pueda hacer!
- Porque necesitamos a Athena Lux, Sirius.
Hubo un pequeño silencio. Así que eso era lo que pretendía Dumbledore. Quería que Athena entrara en la Orden. Tener a una experta alquimista y elaboradora de pociones era una ventaja para la Orden, pero Lily ya era experta en elaborar pociones.
- Hay algo que no me ha dicho, profesor
- El profesor Dumbledore guardó de nuevo silencio. Sí, había algo más, pero no iba a revelárselo a Sirius. Era algo personal.
- Athena es una persona muy querida.-respondió con calma- Si la Orden obtiene una afiliación como esta será muy significativo para las personas indecisas ante el ataque de Voldemort. Además no hay duda de que es una gran bruja con grandes poderes. Podía servirnos de mucha ayuda a la Orden.
- Entonces, ¿qué quiere?-Sirius contenía su mal genio a duras penas.- ¿Qué quiere que James, Lily y yo nos presentemos en su casa y digamos "Hola somos la Orden del Fénix, ¡afíliate!"?
- Eso es exactamente lo que quiero.-el profesor miró a Sirius con severidad. Éste no se acobardó por la mirada del profesor, al contrario, lo miró aún más desafiante.- Después quiero que Athena y Evelyn Lux se instalen en tu casa, si tienes sitio, claro.
Sirius guardó silencio. Se metió las manos en los bolsillos del pantalón con fuerza y caminó por el despacho. No sólo estaba enfadado por la invasión de su intimidad, de su casa, sino por la actitud de Dumbledore. "Si yo fuera Lux tampoco aceptaría la ayuda de Dumbledore" pensó, pero una vocecita incriminatoria en su interior le esperó "Pero no me quedaría de brazos cruzados mientras el mundo se va a la mierda".
- ¿Por qué nunca ha actuado contra Voldemort, si es tan importante?-repuso Sirius con una rabia totalmente diferente a la anterior.- Seguro que Voldemort intenta captarla, ¿no? Seguro que hay algún familiar al que haya liquidado es hijo de…
- Según su hermana-alzó la voz el profesor Dumbledore antes de que Sirius siguiera soltando improperios hacia Voldemort- Athena solo habla de que está buscando algo para acabar con Voldemort pero que nunca le ha dicho lo que es porque dice que es demasiado peligroso.
- Usted quieres esa cosa, ¿verdad? Pero, ¡que hay en el mundo que una chica de veintidós años pueda descubrir que usted no pueda!
Dumbledore se mantuvo en silencio unos instantes. ¿Estaba haciendo lo correcto? No lo sabía ni él mismo. Había sido profesor de esa chica y es verdad que tenía un talento espectacular. Había sido el primero en publicarle su primer artículo en "El Pocionero Práctico". No quería que le pasara nada malo a su alumna. Una mente tan brillante… ella debía unirse a la Orden. Tenía que ser valiente y ayudar al Mundo Mágico, que se lo pedía a gritos, le pedía que mostrara su talento. Además estaba ese algo de lo que hablaba su hermana… ¿sería lo que imaginaba, lo que casi había olvidado, la empresa que había arruinado su vida?
- Quiero que mis alumnos estén a salvo, Sirius.
- Nosotros también éramos sus alumnos – le recriminó Sirius mordaz – Y no estamos ni mucho menos a salvo.
- Cierto, pero por voluntad propia. No os he obligado en ningún momento uniros a la Orden…
Sirius guardó silencio de nuevo. Unos nudillos tocaron la puerta, Sirius se sobresaltó y sacó su varita. Miró al profesor.
- ¿Espera usted a alguien? - susurró
- Ciertamente, no – el profesor se acercó a la puerta. – Adelante.
La sombra alta que había detrás de la puerta movió y un cabello negro y revuelto apareció. Sirius bajó la varita y esbozó una gran sonrisa.
- Albus, Canuto – saludó James Potter cómicamente a los dos con una reverencia – sólo vengo a por mí capa de viaje, creo que la he dejado aquí sin querer… - señaló la capa negra y elegante que había en un silloncito junto a la entrada – Era de mi padre, no quiero perderla.
- Espera, Cornamenta, me voy contigo – Sirius cogió su abrigo gris claro – si no necesita nada más…
- Estaremos en contacto, gracias. – respondió el profesor – Sólo, Sirius, ten cuidado con esa moto tuya… La cosecha de calabazas de Hagrid no debe verse resentida en cada visita tuya.
Los dos amigos salieron del despacho ahogando una carcajada. James pasó su brazo por los hombros de Sirius y le revolvió el pelo.
- ¡Eh! No me despeines… - se quejó
- ¿Por qué no dejas que Lily te corte el pelo, perrito?
- No quiero que me deje calvo – se burló Sirius haciendo que James le pegara una colleja.
Recorrieron los pasillos recordando viejas y recientes aventuras. James contó a Sirius que el padre de Lily estaba muy enfermo y que estaban durmiendo en casa de los Evans esperando que Lily pasara los últimos días con su padre.
- Ella se recuperará Cornamenta
- Lo sé, es fuerte
- Pasearon en silencio por el vestíbulo hacia los terrenos.
- ¿Recuerdas cuando te liaste con Bones ahí, en el cuarto de las escobas?
- Puse a Colagusano en la puerta para que vigilara… - rió Sirius
- No sirvió de nada…
- ¡Fuiste tú el que avisó a Sprout, cabronazo!
- Os pilló medio desnudos – se carcajeó James – tu cara era todo un poema perrito.
- Bueno duró poco, te la devolví, bambi, o ¿es que no recuerdas cuando te pilló McGonagall buscando en el despacho de Slughorn piel de serpiente de arbórea africana para preparar la poción mutijugos y meterte en la habitación de las chicas? – James se paró en mitad del vestíbulo y miró a Sirius con incredulidad
- ¡¿Fuiste tú?
Sirius salió corriendo antes de que James le alcanzara con el hechizo punzante. Los dos corrieron por los terrenos del colegio como si tuvieran once años. Al final, James volvió a casa de los Evans subido en la parte trasera de la moto de Sirius, Ambos rieron todo el camino, como hacía meses que no lo hacían.
