Este fic nació de un desafío en amor-yaoi. Mil perdones a las personas que les debo aún "Lucky" y "Juegos de Venganza", ya están casi listos; me explayaré más a fondo en los fics las razones por las cuales no las he podido continuar. Sin embargo, no olvido de sus ánimos, que se los agradezco con toda el alma. Espero que les guste mi nueva propuesta. Gracias.
Pairings: SxJ, YYxY y otras.
Disclaimer: Yo no poseo a los personajes de Yu-Gi-Oh, pertenecen a sus creadores y respectivos socios comerciales.
Warning: Es un fic yaoi (chicoxchico), así que si no te gusta este género, será mejor que huyas. Lemon. Sadomasoquismo. Mpreg. Contenido hetero. Violencia. En algunos casos, AU y personajes OCC.
CAMPAÑA: Me sumo a la campaña liderada por nuestra amiga Katrinna, no permitamos que el PLAGIO se lleve nuestro trabajo, así que si conoces una historia Robada, por favor denúnciala a sus respectivos dueños. No es justo que nuestras horas de dedicación se vayan a la basura y se vean inmiscuidas en una total falta de respeto para el Autor y los lectores. Que sea este pequeño aviso lo único que plagiemos porque entre más luchemos, más saldremos adelante. ALZA LA VOZ, NO TE QUEDES CALLADO ANTE EL PLAGIO.
MENTIRAS AL ACECHO
By Darling Kitty
Parte I: Mei Tzeng Li
Domino…
Un viernes por la tarde, el sonido de los aviones aterrizar y despegar hacía un poco molesto para quienes no estaban acostumbrados. Hacía un calor de los mil demonios, casi sofocante. Tal como un día veraniego dejó Japón, tal cual había regresado. Apenas salió de la compuerta del avión, sus llamativos cabellos rubios salieron a relucir, y sus ojos ocultos tras unos lentes de sol observaron todo el panorama que tenía por delante.
Sí, había vuelto. Un poco más de doce meses sin pisar esta patética ciudad.
Se sentía extranjero en su propia tierra, su look anglo-japonés lo ameritaba, en Estados Unidos pasaba por uno más de ellos, gracias a la ascendencia "gringa" que tenía el borracho de su padre, quien murió no hace mucho de una cirrosis que le destruyó el hígado.
Bastante extraño… una nueva vida.
Tenía que comenzar de nuevo, otra vez a acostumbrarse a la vida aquí, volver a ver a sus amigos, retomar su gran sueño y…
Y…
Tarde o temprano, volverse a ver cara a cara con la persona que le cambió la vida para siempre…
Pero ya habrá tiempo de sobra para eso, ahora tenía cosas mucho más importantes por preocuparse. Por ello, miró hacia atrás para ver donde estaban.
Esa era la gran diferencia de como se había ido.
Se fue uno solo rumbo a NY, pero habían vuelto cuatro…
El primero en salir fue un joven vestido pulcramente de negro, como si no estuviera conciente del calor que estaba haciendo. Su estilo realmente asustaba, sumándole su cabello ébano y sus ojos castaños rojizos, realmente daba un aire bastante sombrío. Un hombre algo oscuro, podría decirse, hasta que se lo trataba; serio, sí, pero bastante agradable. Lorent Regnier, natural de Lyon y que ha vivido desde los quince años en Norteamérica, un ser muy enigmático y con más de una faceta.
- Lorent¿me puedes decir dónde se metió Mei? – preguntó el rubio preocupado mientras recogía su equipaje – hace rato ya debería estar acá.
- Se quedó hablando con una alemana sobre niños. Tú sabes, mujeres – le contestó el moreno, resoplando su chasquilla en signo de resignación.
- Le dije que no se alejara de nosotros, se puede perder – algo de molestia se evidenció en él, si algún defecto tenía esa mujer era que era demasiado terca y llevada a sus ideas.
- No te preocupes, ella se sabe cuidar muy bien.
- No es ella quien realmente me preocupa, no quiero que a Joyce no le pase nada – se cruzó de brazos, recién habían llegado y ya habían problemas.
- Creo que estás exagerando – señaló el ojirojizo – ¿Ves? Allá vienen Mei y la pequeña.
El otro ni le oyó, saliendo disparado a ver a la mujer y al bebé que traía en sus brazos. Como siempre, la morena le mostraba una amplia y dulce sonrisa, no dando ni un matiz de sorpresa por la reacción del rubio.
Sin duda, una mujer muy especial para él, aunque nunca ha podido llegar a amarla. Ella tampoco le ha hecho alguna insinuación que le hiciera pensar que ella quisiera algo más de él que una gran amistad fraternal. Una relación bastante especial, por así llamarlo.
- ¿Qué te dije, Mei? – refunfuñó el chico alterado – ya te dije que esta ciudad es muy grande y te puedes perder. Joyce está muy chiquita, le puede pasar algo.
- Vamos, hombre – su voz sosegada le restaba importancia al asunto, mirando a la criatura que dormía en sus brazos, para luego devolvérsela al rubio – no soy una irresponsable… ja, creen que porque somos mujeres somos indefensas – su cabeza se movió en forma de negación – creo que te preocupas demasiado… Joey.
- Pero…
- Pero nada. Esta ciudad algo la debo recordar, si me fui cuando tenía ocho años. Aparte siempre está el taxi, que me llevará directo al hotel¿cierto Lorent? – le pregunta al que recién ha llegado a su lado. El aludido sólo asintió en silencio, cosa que nadita le gustó al empecinado rubio – ¿Nos vamos? – sugirió para que se dirigieran a la limosina que los estaba esperando.
Joey suspiró. Era imposible contrariar a Mei Tzeng Li, una china que era incapaz de desembarazarse de una idea cuando la tenía fija en la cabeza.
Ahí ve que se va con Lorent y la bebé, caminando como si de adrede supiera que puede lucir tan estrecha cintura. Es que quien no supiera que le hace competencia a su apetito voraz, juraría que es anoréxica de lo flaca que es. Quizás no era tan voluptuosa como Mai, pero podía decirse que por lo menos se defendía teniendo lo justo y necesario.
Además con esos ojos azules profundos, tenía de sobra para llamar la atención, factor que era enfatizado porque era bastante blanca y de largo cabello negro; así que el único color que tenía en el rostro era su mirada claramente expresiva; acompañada de la sonrisota que siempre traía tatuada en la cara.
Aunque no por ser risueña significaba que era carente de carácter, más de alguna vez al rubiecito recordó con bastante pesar lo parecida que era con cierta personita cuando se ponía de malas.
En fin... no podía quejarse de su amiga y "benefactora"¿o no?
- Me estoy muriendo de calor – se quejó el francés ya estando arriba de la limosina - ¿hay aire acondicionado por aquí? – preguntó al mismo tiempo que intruseaba los botones de la puerta para ver si había algo.
- Lorent, te advertí que Domino es mucho más caluroso que Nueva York – se burlaba Joey, quien le estaba dando de comer a Joyce, quien había despertado y tomaba con muchas ganas su biberón – además, sólo a ti se te ocurre vestirte de negro, no sé cómo no te cocinas – la risa reprimida de la joven hizo que el moreno gruñera por lo bajo – lo que sí es normal – agregó el rubio – es que nos estemos muriendo de sueño, maldito cambio de horario – de solamente mencionar la palabra "sueño", no pudo evitar bostezar.
- Pues tendrás que aguantarte, yo tengo una gala de negocios – más reclamaba que otra cosa, Mei no estaba muy contenta que digamos puesto que tampoco podría dormir – apenas lleguemos, tengo que darme una ducha y arreglarme.
- ¿Por qué no me lo dijiste antes? – preguntó Joey inquisidoramente – tú sabes te he acompañado todas la veces a esos eventos.
- Alguien se debe quedar con la bebita – argumentó la ojiazul – Lorent no conoce la ciudad, y ante cualquier percance, estará en problemas. Aparte, nada mejor que ella se quede con su propio padre – "además… no creo que estés preparado para volverlo a ver", dedujo.
- ¿Y si yo voy contigo? – sugirió el ojirojizo.
- Lo siento, pero creo que ya no está bien visto que tú y yo vayamos emparejados a una fiesta – replicó la chica – además no necesito a mi asesor financiero para las "relaciones públicas".
Para Joey, aquel comentario pasó totalmente desapercibido, pero para Lorent no. Casi toda una vida conociéndola le hace pensar que algo trama. Aparentemente todo era inofensivo.
Sin embargo, para ellos la venida a Japón tenía un propósito claro…
Yami Atemu miraba como su jefe se paseaba como león enjaulado por la oficina. Mejor ni hablar media palabra si no quería que el apocalipsis viniera antes de lo planeado, ya conocía bastante bien qué pasaba cuando aquel dragón ojiazul explotaba. Al desdichado sólo le quedaba aguantarlo, recién estaba casado y no podía quedar cesante tan pronto.
- Esa zorra, no lo puedo creer… ¡llevo un año con ella y la muy perra no se ha embarazado! – respingó el castaño iracundo al mirar el examen que la rubia se hacía mensualmente ante el ginecólogo.
"Corrección… llevas un año de playboy y ninguna se te ha embarazado", pensó el tricolor hastiado para sí mismo. No se le vaya ocurrir sugerir que tal vez el CEO era estéril o la tercera guerra mundial empezaría y él sería el primer mártir de aquella catástrofe.
Parecía castigo divino.
Seto Kaiba paulatinamente empezó a darse cuenta que si algún día se moría, todos los esfuerzos que había invertido en su vida serían en vano; no quería admitirlo, pero sabía que su hermanito no tenía el temple necesario para dirigir una corporación. Y agregando el tipo de vida que llevaba, no duraría muchos años. La única solución era entonces, tener una descendencia para enseñarle todo el teje y maneje de una de las empresas más grandes del planeta.
Hay que aclarar que el ojiazul no quería tener hijos para que le hicieran compañía o compartir. Sus vástagos debían comprender que nacerían privilegiados y por ende, también tendrían que cumplir con obligaciones específicas. No se iba a detener en banalidades tontas y carentes de sentido como darles abrazos o domingos de picnic en el parque. Bueno, tampoco sería el dictador totalitario y cruel que fue su padrastro, aunque sería un padre muy estricto.
Como primer paso, había decidido tomar a una mujer de sociedad como pareja estable. La escogida era algo especial, lo que tenía de descarada se podía compensar que era dueña de una cadena de turismo, si no hablaba mucho hasta podría lucirla y era una duelista famosa. Tonta no era, pero la superficialidad que tenía Mai Valentine lo hizo ver que podía tener un instinto asesino. Qué mujer más consumista, chupaba sus tarjetas de crédito tal fueran espuma.
Por poco y se rinde a adoptar con…
Una idea fugaz que se cruzó por su cerebro. Tener un hijo adoptado con él… ¡Qué absurdo! Al tener deberes, no podía abandonarse a los placeres y hasta en las ideas de suma importancia, ese bobo estaba contenida en ellas. Sin contar que él nunca podría engendrar, como padre sería un completo desastre, viviría consintiéndolos y contrariando sus órdenes.
Para su desgracia, cada día que pasó, en algún momento del día, salía a flote ese perro en sus recuerdos. Habían días en que apenas se acordaba de su existencia; y otros, en que su memoria simple y llanamente no lo dejaba en paz. Más de alguna vez, cuando estaba con Mai, en vez de verla a él, veía a Joey.
Para eso, Seto Kaiba tenía nombre y apellido… la fuerza de la costumbre.
Dos años con la misma persona hacía que ya fuera una rutina, para él era obvio que "creyera que todavía estaba con él", pero era obvio que nunca tendría un heredero idóneo al lado de ese rubio…
Joey Wheeler no era un tema de importancia, no era nada…
Aparte, él quería un hijo biológico para que heredara sus aptitudes. No todos tienen la suerte de Gozaburo de encontrar un niño genio en un orfanato como si encontrara un precioso par de zapatos en un centro comercial.
Cuando a los seis meses vio que Mai no le entregaba un resultado positivo, se empezó a volcar a otros brazos, pero ninguna le daba lo que esperaba.
Ya empezaba a preocuparse de lo que no se atrevió a decir Yami.
El no era…
Estéril.
¡No!
Sólo de pensarlo, se le revolvían las tripas.
- ¿Qué harás? – se aventuró el tricolor cuando lo vio más calmado al ojiazul – en un mes más te casarás con Mai.
- Cállate, faraón de pacotilla, que estoy pensando – si no fuera por la buena paga, las ganas del aludido de ahorcar a la reencarnación de un sacerdote, hubieran sido satisfechas.
Sin embargo, no podía notar la angustia del CEO. Esto ya no era tanto una cuestión de tener o no tener hijos, sino que su orgullo de macho estaba en juego, su hombría.
Pensaba que se tenía que buscar a otra, porque estaba seguro de una cosa…
El NO era el del problema.
Afinando las cuerdas, verificando el sonido, conectando los cables, probando los micrófonos…
Los Black Dragons estaban en pleno ensayo. Este trío de chicos que un día cualquiera se dieron cuenta que juntos en la música eran dinamita. Armoniosos, casi rallando a la sublimidad era la calidad de sus sonidos y la interpretación del vocalista era eminente.
Podría decirse que era un trío demasiado extraño. Bueno, tal vez Tristan se le asemejaba el prototipo de una estrella del rock si se ponía en su onda rebelde, con su motocicleta y todo. Pero los otros dos, sólo les faltaban la aureola y las alitas para ser unos ángeles, empezando por el mismo Yugi.
- Yug, estás cantando un tono más alto – le criticó Tristan al terminar su canción, mientras arreglaba las cuerdas de su guitarra.
El tricolor luego que Yami se fuera a Egipto, sin entender mucho de lo que pasaba, se sintió vacío. De un día para otro, dejó las cartas de lado para que no recordara más a cierto chiquillo que le podía leer hasta la mente y amaba con toda su alma, lamentándose muchas veces el porqué no le confesó sus sentimientos.
Los chicos vieron que Yugi necesitaba de una distracción para que no se derrumbara en la depresión, así les llegó el dato de parte de su abuelo, que cuando era niño, siempre estaba metido en los coros de la escuela.
Tristan, por su parte, desempolvó la guitarra eléctrica que no tocaba de los catorce años y comenzaron a juntarse para recordar temas viejos, comprobando que Yugi tenía una fantástica voz. De esporádico pasó a ser a diario, ni la vuelta del faraón hicieron que sus ensayos parasen, el chico recordó que cada vez que cantaba, la adrenalina recorría cada una de sus venas, transformándolo, haciéndole vibrar y realizar cosas que en su vida cotidiana no se atrevería a hacer.
Un día cualquiera, el tercero les dijo que le encantaba el teclado y que lo tocaba de los siete años; pidiéndoles que si podía tocar con ellos por diversión. Así de temas de artistas pasaron a temas propios, de temas propios pasaron de tener un nombre, de hobby pasaron a tomarlo como un trabajo, y de la realidad pasaron al sueño de tener un disco.
En las tocatas a discotecas, no faltaba la chica que le pedía el número de teléfono y no le creía absolutamente en nada cuando les decía que era un hombre casado. Eso es lo otro, a pesar de su cortos diecinueve años, ya había decidido hacer los votos con el apuesto Yami Atemu. En sólo unos cuantos meses de un idílico romance sirvió para comprometerse en matrimonio con el faraón, noticia que no sorprendió a nadie, desde el principio estaban demasiado compenetrados como para no sospechar que no tuvieran algo.
Era muy feliz en todo aspecto. Lo único que les haría falta es un disco que los hiciera saltar a la gloria y empezar su carrera como artistas…
Pero había un pequeño problema.
Un detalle…
- Hoy nuestro tecladista está demasiado distraído, pareciera que no vieras las teclas – señaló Yugi.
- Eso mismo iba a decirte, hermano. No sé que le pasa al pequeño tecladista – el chico castaño puso su manos en la cintura y con un gesto de falso engaño.
- Lo siento, estoy pensando en otras cosas – el menor estaba apenado por su penosa ejecución, su gran problema no le dejaba en paz ni en los ensayos.
- Creo que debemos dejarlo hasta aquí – sentenció el líder tricolor – mientras no resuelvas tu problemas, no podremos continuar. Te queremos mucho, pero algún día tendrás que enfrentarte a él.
- Yo no sé…
- Es tu hermano, no el dueño de tu vida – se exaltó Tristan – sé que ese pesado se ha portado un diez contigo, pero eso no significa que en agradecimiento te use como títere igual que todo el mundo… Mokuba.
Mokuba Kaiba, el adolescente de catorce años, le guardaba celosamente a su hermano mayor el secreto de que quería ser músico.
Lo más increíble de todo, es que gracias a Seto supo cuál era su vocación.
En esos tiempos en que su hermano vivía para estudiar, se sintió muy solo en tremenda mansión, viéndolo en las comidas y los cortos ratos libres que le diera el estricto maestro del castaño; no hallando nada mejor que un buen día, sugerirle a su padrastro tomar clases de teclado, lo eligió por elegir, para distracción.
En pocos meses descubrió que él y el teclado era una sola persona, horas y horas tocando el instrumento, y como para Gozaburo, Mokuba le era indiferente, no había un límite de tiempo de tiempo.
Seto, al ponerse a la cabeza de KC, siguió con sus clases, siendo esta vez como autodidacta y cada Navidad le pedía a su hermano uno más complejo y con más funciones que el que le había regalado el año anterior. El siempre complacía cada uno de sus caprichos.
Pero de ahí a decirle que quería dedicarse a la música… ¡Seto Kaiba pondría grito en el cielo! El ya tiene visto que hará un Doctorado en Derecho en la Universidad de Harvard o de Stanford.
Estaba hecho un lío, Tristan tenía razón que su hermano no podía dominarlo¡es su vida, por todos los demonios!
- Moki, no queremos presionarte, pero no podemos seguir así – el pelinegro se sentó en el suelo aguantándose las ganas de llorar. Le tenía demasiado miedo a su hermano – nadie nos contratará si saben que tu tutor no te da permiso para tocar.
- Se lo diré mañana en la noche – indicó Mokuba con decisión – esta noche habrá un evento en la mansión, se lo diré sin falta. Yo también soy uno de los Black Dragons – exclamó eufórico.
Tiritaba de horror. Un tipo serio como Seto no tendría el mejor concepto de "integrar una banda" y culparía a Yugi y compañía por incitarlo en "aquellas prácticas", castigándolo con no dejarle juntarse con ellos hasta que cumpliera treinta años.
Se sentía un completo cobarde, pero enfrentarse al dueño del mundo no era precisamente algo muy inspirador, menos si tu contraparte compartía su misma sangre.
No sabía que esa misma noche encontraría el valor que necesitaba…
Un vestido burdeo hasta los tobillos y un tajo a ambos lados hasta la rodilla, con cuello de tortuga, con mangas hasta el codo y un cinturón en forma de cadena a las caderas de plata era todo su vestuario. Nada de escotes ni de esas cosas, la nueva popularidad del presidente de una de las mayores corporaciones del mundo no hacía propicio mostrarse de ese modo si se iban con fines distintos.
- Te ves bien – le dijo el moreno al verla mirándose en el espejo – aunque todavía no estoy de acuerdo que vayas a ver a sujeto sin decirle nada a Joey.
- Estás loco, Lorent Regnier – frunció levemente el ceño, mientras se hacía un peinado – si se entera, va a querer ir conmigo y la cara de borrego degollado nadie se le va a despegar de la cara.
- No lo puedo creer… ¿todavía está enamorado de él? – le pregunta mirándola con un gesto imposible de identificar, y Mei lo miró resignada, le daba pena observar al pobre tipo.
El francés no era dado para mostrar sus emociones, a excepción de Mei. Se conocían desde la infancia y fueron criados como hermanos, podría engañar al mundo con su expresión semi neutra, pero a ella jamás. Entonces, no fue muy difícil para la joven deducir que muy pronto de conocerlo, se había enamorado de cierto chico rubio, quien estaba tan pendiente de sus problemas que ni se fijó.
- Lorent… - la ojiazul dejó lo que estaba haciendo y fue a abrazarlo - ¿cuántas veces te dije que no te fijaras en Joey? – suspiró resignada – no sólo eres mi brazo derecho, sino mi mejor amigo… si fuera por mí, feliz que se quedara contigo, estaría en las mejores manos.
- Y entonces¿por qué…
- Esta es la millonésima vez que te repito – le dijo con una seriedad inusual en ella – es por su bien, es la única forma en que Joey y Joyce estén protegidos. Además tú sabes que todavía no me olvido del innombrable, que me dan ganas de dejarlo eunuco de sólo recordarlo – una pequeña sonrisa se asomó en el ojirojizo – vamos Lorent, deja que se le pase la crisis post-parto y te echo una mano… ¿de acuerdo?
- ¿No se verá un poco raro? – la miraba un poco extraño.
- Nah, lo que diga la gente me importa un bledo…
- No lo digo por eso, lo digo por Kaiba.
- Menos me importa él, ya tuvo su oportunidad y la vida se encargará de abofetearle la cara – fue su determinación.
- Lo va a volver a ver y va a caer – le contrarió.
- Ese fue el otro motivo por el cual hice lo que hice – le guiño un ojo – de tal forma, que lo pensarán dos veces antes de… ¿no crees?
- Piensas en todo – la felicitó, a él ni en mil años se le hubiera ocurrido.
- Soy mujer, tonto – partiendo a terminar de arreglarse nuevamente.
Un silencio rondó por algunos momentos, Lorent dudó en hablar por no arruinar el momento, pero en definitiva, decidió hacerlo.
- Mei…
- Estás callado… sé que me vas a hablar del que no estaba muerto, sino que andaba de parranda. Desembucha – le ordenó la ojiazul.
- Va a llegar en dos semanas a Japón y se presentará a la sociedad, desacreditando a Kaiba como el culpable de su desaparición. Nuestro contacto dice que planea que distintas personas compren las acciones de KC, para que luego que éstos se los vendan a él, y así quedarse con la empresa – cambió su voz a una fría, ahora ambos estaban trabajando.
- Me suponía que haría algo así – se puso a meditar – dile a Crawford que compre, sé que Kaiba nunca moverá sus acciones. Tengo una idea… - sonrió maléficamente.
Lorent pensó qué podría ser. En cuanto se dio cuenta que treta ideaba su amiga, abrió los ojos como platos.
- Mei… no será lo que yo pienso – vio desconcertado como la muchacha afirmaba.
- Tal vez seré yo quien castigue a Kaiba – levantó las cejas de modo travieso – y mataré dos pájaros de un tiro, frenaré a nuestro muertito y bajaré de su nube al "bastardo ricachón" ¡Oh, sí! Ya me veo la cara de ese par. Uno se va a morir de verdad y el otro terminará en el siquiático – la risa maquiavélica de la chica hizo suspirar al moreno.
- Esto es muy serio.
- Lo sé. Pero primero esperemos que llegue, que no se dé cuenta antes de tiempo que le voy a aguar la fiesta – advirtió - ¿no crees?
- Sí, pero… - no alcanzó a hablar, alguien lo interrumpió.
- ¡Hola! – fue la cantarina voz de Joey dirigida a los morenos – con esta señorita – refiriéndose a la pequeña rubia – nos dimos un paseo por el hotel y encantó a todo el mundo – dijo un padre hinchado como pavo.
- Pues claro que sí, es una princesita encantadora – la tomó en brazos, jugueteando con ella, mientras los chicos la miraban. Luego, le habló al ojirojizo – Lorent, quédate cinco minutos con Joyce, por favor. Quiero que Joey me deje a la limosina.
Y antes de que el rubio protestara con su discurso paternal, Mei lo jaló para llevárselo al ascensor. Dejar a su hija un minuto con alguien era para él un infierno, nadie se pasaría por la mente que Joey Wheeler resultara ser un padre tan hostigosamente preocupado.
- Joseph, no es primera vez que Joyce se queda con Lorent – a la ojiazul le daba risa – y son cinco minutos… Espero verte la cara cuando tenga novio…
- Que ni se le ocurra, voy a castrar al sicópata que se le acerque – ella rodó por los ojos y eso que aún faltaban quince años para ese día – Joey…
Pero cuando se abrió el ascensor, el ambiente divertido se acabó. Dos chicos se estaban dando un apasionado beso, lo más probable era que estaban en su luna de miel, ya que estaban bastante acaramelados. El semblante de Joey se ensombreció inmediatamente, mirando hasta con envidia a la pareja con un sentimiento de un "pudo ser".
En Japón, no sólo el desarrollo tecnológico ha sido más evolucionado, sino también la mentalidad con respecto a la orientación sexual. Es bastante común ver dos chicos o a dos chicas besándose como cualquier otra pareja, podían casarse y adoptar hijos. Poco a poco el mundo había aceptado a las personas con otras opciones, aunque aún en Norteamérica y otros lados del mundo todavía era chocante ver esta clase de escenas.
Aún que en ese momento, a Mei le hubiese gustado que ese acto estuviera totalmente prohibido con tal que el cachorro no pasara por eso.
- Lo siento… no sabía… yo…
- Mei, no es tu culpa…
- Igual hubiera preferido que no hubieras visto esto – estaba apesadumbrada.
- Mei… - el rubio besó su mejilla para tranquilizarla – no te preocupes. Ahora concéntrate en tu reunión de negocios y sé la gran mujer dominante de siempre. Dale una patada en el trasero a esos viejos estirados de mi parte – bromeó, para luego observarla mejor – por cierto, te ves muy bien, flaca.
- Gracias… no llegaré después de medianoche, cuídense mucho y pórtense bien – fue lo último que dijo antes de subirse a la limosina e irse.
Mientras la miraba partir, Joey pensaba. O mejor dicho, este último año había pensado mucho, sobre todo en lo que había sido su vida antes de irse a Nueva York- Aunque su cabeza le decía que debía dar vuelta la página, su corazón todavía seguía pensando y latiendo por… Seto.
Siempre se ha preguntado cuál fue la razón que lo tomó si nunca lo quiso, si antes de ese encontrón en el baño de la escuela, eran enemigos jurados. Pasaba la película una y otra vez, para ver si en algún lado podía tener la respuesta.
Le ha costado millones convencerse que su relación sólo trataba de tres palabras: sexo, sexo y sexo. Si se hubiera preocupado un poquitito por él, hubiera sabido que su fuente de ingreso no era muy normal que digamos y no hubiera caído en la mayor de las desesperaciones. Si no hubiese sido por Mei y Lorent, quizás se hubiera suicidado.
En los dos años que "estuvieron juntos" casi no hablaron de ellos mismos y lo poco que hablaban era para pelear; y el muy masoquista, la mayoría de las veces, volvió al lado de su amo mendigando por su amor. Analizándolo más fríamente, y aunque duela, ese gato sólo trepaba por él para utilizar su cuerpo y satisfacerse el mismo.
A pesar de todo… el alejamiento y el tiempo… lo amaba.
Se sentía un idiota que ha perdido la razón. Lo que lo mantenía cuerdo era que hay alguien que lo necesitaba fuerte, y ella lo consideraba su mundo.
"Tan corto es el amor y tan largo es el olvido".
Para ella, el auto estaba conduciendo jodidamente lento, y eso que el tráfico de Nueva York era mucho más terrible. Se notaba a todas luces que se encontraba casi histérica. Si Joey hubiera sabido a quien iba a ver, podía jurar a pies juntos que él estaría peor que ella. Tenía que ser cuidadosa, estaba al tanto que él no tenía emociones, pero sí sabía cómo sacarle provecho al de los otros. Sin embargo, sentía una melancolía que casi ni podía similar.
- ¿Se siente bien? – le preguntó su chofer al verla tan conmocionada, de por sí, ya era muy raro.
- Sí, Matsumoto, no es nada – habló sin mucho convencimiento, de forma algo despótica para ser ella – no te preocupes, sigue manejando.
Miraba la ventana con poco interés, no había nada mejor que hacer. Simplemente juguetear con sus dedos, de la ansiedad que traía consigo, se iba a meter en tremendo lío.
Ella volvía por una venganza, convenciendo al ingenuo Joey para que se fuera con ella…
Se sentía pésimo por eso.
Pero…
"Dios, no puedo creer que hayas cambiado tanto", pensó con pesar. Trataba de no llorar para que no se le corriera el maquillaje, esa reunión era muy importante. Ni se percató cuando llegaron a la mansión de tanto pensar.
Se bajó mirando la majestuosidad de aquella mansión, respiró hondo. Ya era hora de entrar, a lo que consideraba, un nido de ratas.
"No hay vuelta atrás", deliberó cuando subía la larga escalinata.
La velada era exclusiva de la socialité empresarial de oriente y Norteamérica, gente bien vestida y las mujeres que apenas se podían detrás de la cantidad de joyas que traían encima. Esas eran las esposas de los magnates, frívolas y aparentonas.
Ella no. La sencillez era parte de la distinción, y era tan poderosa como cualquiera de los de ahí, es un mundo difícil para una dama entre medio de aves rapiñas. Aparte que debía cuidarse de los que querían quedarse de su compañía, tenía que hacer frente asimismo con los que querían acostarse con ella. Ya en sus principios alguien jugó con sus sentimientos, lo había entregado todo y le devolvieron haciéndole el corazón hecho pedazos. Por eso comprendió tan bien a su rubio amigo cuando lo conoció, se hicieron inmediatamente compañeros del dolor. Esperaba que no se encontrara con ese maldito infeliz por estos lados, o tendría amnesia sobre la etiqueta. Al contrario de Joey, no se largaría a llorar por el que la humilló; como digna empresaria, tenía un orgullo del porte de aquella mansión en la que estaba pisando.
Rostros conocidos, rostros nuevos, hacían que la recepción fuera interesante. Pero ella tenía un punto fijo, hacía ya algunos meses que Lorent y Seto Kaiba habían hablado por videoconferencia, ya que KC estaba muy interesado en que Micro Program Corporation (MPC) firmaran una serie de contratos, que traerían beneficios por montones a ambas compañías. Lo único que sabía el presidente de Kaiba Corp. que una joven era la presidenta de aquella compañía nueva que crecía a pasos agigantados.
Puesto que este mundo le era conocido, Mei tenía que achicar su círculo de a poco para llegar al CEO. Llegar directamente a él evidenciaría debilidad por parte de ella, no pasando mucho tiempo para que estuviera frente al grupo más exclusivo, de los que se encontraba Kaiba.
Como se lo imaginaba, lo vio que estaba más arriba de la coronilla. Las fiestas y todo tipo de reunión social era algo que podía ver a leguas que el castaño detestaba y la cara de fastidio que no podía disimular. No obstante, era el que llamaba más la atención. Pobre, le gustaba ser el mejor pero tener bajo perfil. Mala suerte, esos son los costos de la fama, tener la cara de niño bonito, con muchos millones y gran inteligencia no pasan desapercibidos para nadie.
Caminando en forma gatuna iba dispuesta finalmente a toparse con él. Kaiba se dio cuenta de sus intenciones, el encuentro de ambos pares de ojos azules fue devastador.
Un choque de miradas que los dos apenas podían sostenerlo, la tensión entre ambos podía cortarse con una navaja.
No hizo falta mucho más que la atención de Seto Kaiba se posara en ella.
Bella y decidida; no muchas mujeres tienen tan rimbombante combinación, todas las mujeres lo miraban, pero casi ninguna se atrevía a confrontarlo directamente. Si le sumamos que está en su mansión, eso quería decir que era de la elite, una mujer con clase.
Era casi perfecta.
- Buenas noches, señor Kaiba – firme y animada únicamente por fuera, por dentro se la carcomían los nervios – me siento afortunada, no todos los días una se puede encontrar con Seto Kaiba sin una cita previa.
- Tengo mucho que hacer, una empresa que mantener – su mirada fría la analizaba de pies a cabeza. Otra menos preparada, se hubiera sonrojado. Mei también podía cabalmente imitar esa altivez – así que le advierto que diga qué es lo que quiere de una vez, no tengo toda la noche. No soy un imbécil para que me diga que no quiere nada de mí – un tono gélido que asustaría a quien lo escuchara.
- Es cierto, la gente como usted siempre se hace de rogar – una mueca irónica se asomó en ella – y no lo culpo, debe estar acostumbrado a toda esa gente lamiéndole las botas…
Es insólito, ya debería estar rogando por su cabeza. Interesante, una mujer inteligente además, muy parecida a él, salvo que su arma de batalla era su rostro afable.
Una cínica simpática… habría que verlo.
- No le quito más tiempo, supongo que Lorent Regnier habló con usted – lo miró fijamente, muy interesada en que se acordara de quien era. El CEO abrió atentamente los ojos – sí, soy la presidenta de la compañía MPC, Mei Tzeng Li, mucho gusto – le extendió la mano luego de su presentación.
Kaiba, en cambio, no se la dio. Al contrario de su común comportamiento, la tomó y se la besó.
Si quería cumplir sus prepósitos, debió afinar primeramente sus artes en la seducción, que por cierto, muchas damas se lo agradecieron de muchas maneras; manteniendo lo más posible la discreción, lográndolo sólo parcialmente.
Sin embargo, la señorita Tzeng Li estaba con una postura tan estoica y elegante como si nada hubiera pasado; sí que tenía razón que en ella había algo diferente, llevársela a la cama sería un verdadero lujo.
Pero al levantar su vista, se fijó en un detalle, algo de la mayor importancia. Un anillo dorado en la mano izquierda, una alianza que la marcaba notoriamente su nuevo estado civil, lo que no tenía la más mínima idea.
Muy joven para esos haberes, dieciocho o diecinueve años. No tenía más que él.
- Vaya, Regnier no nos contó que se había casado. Felicitaciones – fue más por cortesía que por otra cosa; no sería mucho impedimento hacer que le pusiera cuernos al marido.
- Muchas gracias, nos casamos hace un par de meses después del nacimiento de Joyce… mi hija – el orgullo le desbordaba por la sonrisa.
En cambio, a Seto Kaiba no le cabía en la cabeza cómo una mujer con tan pocos meses después de haber dado a luz, había quedado tan estupendamente. Quizás el bisturí tuvo mucho que ver con eso. Eso podría hacerlo abortar, una hijastra nunca ha estado en sus planes.
Aún así, no quería correr el riesgo de que su hijo saliera con una inteligencia minúscula como la de la madre que escogería para él, y advertía que Tzeng Li no era de ésas. Sacar el marido del camino no sería mala idea.
- ¿Y quién es el afortunado? – el ligero galanteo para tener una pista del pobre diablo.
La sonrisa de Mei no pudo evitar llenarse de triunfo. Tenía el privilegio dejar la mente del empresario en un estado de checkmate, congelándole la cabeza a tal punto que ni pudiera reaccionar. Por eso, su tono sin titubeos y lentamente modulado, saboreando aquella pequeña victoria y a sabiendas del efecto que produciría en el CEO.
- Si le digo mi nombre de casada, estoy segura que me dirá que conoce a mi marido… Mi nombre es Mei Wheeler…
Hace tiempo que tenía una idea muy parecida a un desafío en amor-yaoi, y al verlo… ¡me inspiré muchísimo ! A pesar que tengo dos fics a cuestas y los debo, lo siento mucho. Y no pude parar, fue más fuerte que yo. Sé que tendrán un millón de preguntas y que no entiendan mucho, pero todas sus preguntas serán contestadas en el curso de la historia.
Espero que no se hayan aburrido, sé que parece que Mei fuera la protagonista, pero tenía que presentarla; como también no podía crear una banda entre un grupo tan extraño sin dar una explicación medianamente lógica XD. A todo esto¿qué opinan de Lorent y Mei¿y que ésta última sea la esposa del cachorro? Ò.ó Eso sí, no hay que negar que menuda sorpresa se llevaron ustedes y el gato loco.
Aparte de SxJ y YYxY, ni creo que se pasan por la mente quienes serán las parejas. Conste que entre ellas habrá una hetero y otra archi extremadamente ultra rara, nunca antes vista (doble desafío, que parezca creíble).
El próximo capítulo se remontará en parte, al pasado de Seto y Joey, y además quien es el desgraciado que le destrozó el corazón a Mei.
Se me cuidan mucho y besos…
Shabita.
PS: Esa frase de "Tan corto es el amor y tan largo es el olvido" no es mía, sino de un gran poeta compatriota mío, Pablo Neruda, jejejejejeje.
